Desde hace tiempo muchos me objetan que aceptan la teoría evolucionista no porque sea científica (que no lo es) sino porque no encuentran otra mejor explicación.

Ahora veamos qué implicaciones tiene y en qué presupuestos se basa tal hipótesis.



Reconocemos que la mayor parte de los biólogos modernos han adoptado la filosofía evolucionista de los orígenes como su explicación de los datos reales de la biología.
De hecho, muchos han llegado a insistir en que la evolución misma es un hecho de la ciencia.

Pero esta afirmación no ha sido nunca demostrada y, de hecho, por la misma naturaleza de las cosas, no puede ser sometida a prueba.

Deberíamos también reconocer que en la actualidad existe un número significativo de biologos y de otros científicos que están convencidos de que la creación específica ofrece una filosofía de orígenes más razonable y satisfactoria que el evolucionismo.

Sin embargo, casi siempre es necesario, antes de que se acepte oír el alegato en favor de la creación específica, señalar las falsas pretensiones que los evolucionistas utilizan para apoyar su creencia.
Así, ellos mismos, de sus mismos escritos, nos presentarán el alegato en contra del evolucionismo.




PRESUPOSICiONES EVOLUCIONISTAS
G. A. Kerkut,2 catedrático de bioquímica en la Universidad de Southampton, afirma lo que sigue en su libro Implications of Evolution (Implicaciones de la Evolución):

«Antes que uno decida que la Teoría de la Evolución sea la mejor explicación de la existencia del presente mundo de formas vivas, se deberían examinar todas las implicaciones que pueda tener tal teoría”.

Hay siete presuposiciones básicas que frecuentemente ni son mencionadas durante las discusiones de Evolución.
Muchos evolucionistas ignoran las seis primeras presuposiciones, y tan sólo consideran la séptima.
Estas presuposiciones son como siguen:

1ª.- Que la materia viva se originó en base de la materia inerte;
Esto es, se presupone que hubo una generación espontánea.

2ª.- Que la generación espontánea tuvo lugar sólo una vez.

3ª.- que los virus, las bacterias, las plantas y los animales están todos interrelacionados.

4ª.- Que los Protozoos dieron origen a los Metazoos.

5ª- Que los varios phylum de invertebrados están interrelacionadas entre sí.

6ª.- Que los invertebrados dieron origen a los vertebrados.

7ª.- Que dentro de los vertebrados los peces dieron origen a los anfibios, los anfibios a los reptiles, y los reptiles a las aves y a los mamíferos.

Algunas veces esto se expresa en otras palabras: esto es, que los modernos anfibios y reptiles tuvieron un grupo ancestral común, etc.» (op. cit. pág. 6).

En su prefacio se refiere él al tratamiento que en la actualidad se da a estos temas, que son aceptados como si se tratara de hechos demostrados. Dice el autor:
«La mayor parte de los libros acerca de la Evolución tratan estas presuposiciones con arrogancia como parte de un antiguo debate histórico ya resuelto, o bien evitan considerar las presuposiciones, y, en lugar de ello, tratan de las partes más científicas y matemáticas de la Evolución» (pág. VII.)

La mayoría de los que apoyan la teoría evolucionista mantienen que estas siete presuposiciones son válidas, y que constituyen la Teoría General de la Evolución. A todo esto, Kerkut afirma:
«Lo primero que quisiera decir acerca de ello es que estas siete presuposiciones son, por su propia naturaleza, incapaces de verificación experimental» (pág. 7).

Se puede mostrar que las dos primeras son «incapaces de verificación experimental», y que las otras cinco que siguen pueden también mostrarse lógicamente como inverificadas por los métodos experimentales.

El Origen de la Vida en respuesta a la cuestión del origen de la vida o de la generación espontánea de la vida, o abiogénesis (todos estos términos están siendo extensamente empleados en la actualidad), sólo podemos señalar aquí que el estudio de los orígenes no es, hablando estrictamente, ciencia.
No había observadores científicos cuando la vida se originó, ni cuando vinieron a existir los diferentes tipos de organismos. Estas cosas no están teniendo lugar ahora en nuestro mundo presente, por lo que el problema de los orígenes, sencillamente, no se puede solucionar por medios
científicos.
La pretensión del origen espontáneo de la vida no es más capaz de prueba científica que el que la vida se deba a una creación específica. Estas dos filosofías de orígenes, evolución y creación específica, son las únicas que están en la actualidad a disposición de los hombres de ciencia. Cada uno tiene que tomar su postura en base de una de estas dos.


Es necesario saber que la mejor contestación a todo el tema del evolucionismo se halla en el lugar en el que uno no lo esperaría, en la Edición del Centenario de El Origen de las Especies de Darwin (edición en inglés de la Everyman’s Library).
Con una retadora introducción, el Profesor W. R. Thompson, F.R.S., anterior director del Instituto de Control Biológico de la Commonwealth, de Ottawa, Canadá, vuelve del revés el adulador veredicto que escribió Sir Arthur Keith 25 años antes acerca de Darwin y de su obra.

Dice el doctor Thompson:3
«Como ya sabemos, existe una gran divergencia de opinión entre los biólogos, no sólo acerca de las causas de la evolución, sino incluso acerca del mismo proceso. Esta divergencia existe porque la evidencia es insatisfactoria y no permite llegar a ninguna conclusión cierta.
Por ello, es justo atraer la atención del público no científico a los desacuerdos existentes acerca de la evolución.

Pero algunas afirmaciones recientes por parte de algunos evolucionistas muestran que creen que esto es irrazonable.

Esta situación, en la que hay científicos que se lanzan a la defensa de una doctrina que son incapaces de definir científicamente, y más incapaces aún de demostrar con rigor científico, tratando de mantener su crédito ante el público suprimiendo críticas y ocultando las dificultades, es anormal e indeseable en el campo de la ciencia» (pág. XXII).

Sería difícil encontrar una réplica más decisiva que ésta a todo el problema de la evolución como «hecho» científico aceptado. La dificultad reside en que son tan pocas las personas que saben que existe una respuesta tan adecuada.
Cualquier persona que disponga de esta introducción a El Origen de las Especies de Darwin quedará advertida antes de aceptar algunas de las conclusiones que se hallan en esta obra.

Es la firme convicción del escritor que si el público estuviera mejor informado, la doctrina evolucionista sería reconocida por lo que es: un esforzado intento de explicar el origen de todo el mundo de lo viviente desde una postura filosófica que excluye de entrada al Creador.

Éste punto lo expresa bien el cosmólogo materialista C. F. von Weizsäcker en su obra La importancia de la ciencia: «No es por sus conclusiones, sino por su punto de partida metodológico por lo que la ciencia moderna excluye la creación directa.
Nuestra metodología no sería honesta si negase este hecho. No poseemos pruebas positivas del origen inorgánico de la vida ni de la primitiva ascendencia del hombre, tal vez ni siquiera de la evolución misma, si queremos ser pedantes
».4

«Todavía no entendemos demasiado bien las causas de la evolución, pero tenemos muy pocas dudas en cuanto al hecho de la evolución; ... ¿Cuáles son las razones para esta creencia general? En la última lección las formulé negativamente; no sabemos cómo podría la vida, en su forma actual, haber venido a la existencia por otro camino. Esa formulación deja silenciosamente a un lado cualquier posible origen sobrenatural de la vida; así es la fe en la ciencia de nuestro tiempo, que todos compartimos».5

Esto es, no se cree en el Evolucionismo debido a que existan unas pruebas positivas reales que lleven a tal postura como conclusión científica. Más bien, el hombre «moderno» toma su punto de partida en un rechazo de toda posible revelación de Dios, e interpreta todo el mundo que le rodea en términos de una filosofía que de entrada rechaza a Dios.
Así, el Evolucionismo y la mentalidad racionalista atea no son una conclusión necesitada por el estudio de la realidad, sino la filosofía de partida en base de la que se interpreta la totalidad de la realidad, y que toda persona reflexiva hará bien en examinar cuidadosamente.


1. Huxley, Julian, «Introduction» a The Origin of Species de Darwin (New York, New American Library, 1958). También en la colección de libros «paperback» de Mentor Books, MD 222.)

2. Kerkut, G. A., Implications of Evolution (Londres, Pergamon Press, 1960).

3. Thompson, «Introduction» a The Origin of Species (Londres, J. M. Dent & Co., 1956).

4. Weizsäcker, C. F. von, La importancia de la ciencia (Barcelona, Ed. Labor, Nueva Colección Labor no 27, 1972), pág. 125.

5. Ibid., pág. 131.



El doctor John N. Moore, profesor de ciencias naturales en la Universidad Estatal de Michigan, escribe:
La única evidencia de cambio que puede ser considerada apropiadamente como el resultado de la aplicación del método científico es la evidencia de la variación genética dentro de los límites de los tipos o formas de las plantas.
El tipo perro, el tipo caballo, y el tipo humano existen; el tipo liquen, el tipo helecho, y el tipo de planta fanerógama existen.
No hay evidencia de ningún tipo, empírica, repetible, reproducible, predecible, de experimentos de reproducción, de que existan conexiones entre estos tipos, ni existe tampoco evidencia alguna en la principal fuente histórica, el registro fósil, de ninguna conexión real en secuencia de estos tipos.1

Dice el doctor William J. Tinkle, genetista graduado en la Universidad Estatal de Ohio:
Las cosas vivas, dejadas a sí mismas, no tienden a mejorar a través de sucesivas generaciones, ni tampoco tienden a deteriorarse excepto cuando tienen lugar accidentes tales como las mutaciones.2

La genética ... describe a genes que se reproducen fielmente excepto cuando mutan, y en este caso lo que tiene lugar es o bien la muerte o bien la pérdida de vigor.3

Sobre este extremo, afirma el eminente zoólogo francés Pierre P. Grassé:
La genética es la ciencia de la herencia, de la conservación del patrimonio específico; sus relaciones con la evolución no son conocidas más que a través de teorías, lo que es bien poco.4

El doctor Bermudo Meléndez, anterior catedrático de paleontología en la Universidad Complutense de Madrid, admite lo siguiente acerca de la naturaleza del registro fósil:
La amplitud de la evolución realmente comprobada por los datos paleontológicos es bastante restringida, y lo mismo puede decirse de las experiencias de genética en el laboratorio. Ésta es la que se suele llamar microevolución, que abarca, desde luego, la evolución intraespecífica y la que, traspasando los límites específicos, queda limitada a los géneros y, en algunos casos, a las familias.5

El principal motivo de incertidumbre está en que ya desde los restos fósiles más antiguos conocidos, están perfectamente individualizados todos los «tipos» de organización de los Invertebrados, que aparecen aislados entre sí, sin formas intermedias conocidas; y en cierto grado, también las «clases» aparecen en las mismas condiciones.
El «tipo» Vertebrados también aparece individualizado, desde el primer momento, sin que a ciencia cierta se pueda decidir cuáles podrían haber sido sus antecesores.6

Y Stephen Jay Gould, profesor de geología y paleontología en la Universidad de Harvard, concuerda con los anteriores acerca de la naturaleza del registro fósil:
Todos los paleontólogos saben que el registro fósil contiene bien poca cosa en cuanto a formas de transición; las transiciones entre los grupos principales son característicamente abruptas.7

La extrema rareza de las formas de transición en el registro fósil persiste como el secreto profesional de la paleontología. Nos imaginamos ser los únicos verdaderos estudiosos de la historia de la vida, y sin embargo para preservar nuestro favorito relato de evolución por selección natural consideramos que nuestros datos son tan malos que nunca vemos el mismo proceso que profesamos estudiar.8

El doctor Heribert Nilsson, profesor de botánica en la Universidad de Lund, Suecia, llegó a esta conclusión tras una vida de estudio:
El resultado final de toda mi investigación y estudios, o sea, que la idea de la evolución, puesta a prueba mediante experimentos acerca de especiación y ciencias relacionadas, lleva siempre a contradicciones increíbles y a consecuencias conducentes a la confusión, por todo lo cual debería ser abandonada, encolerizará indudablemente a muchos. Y con más razón encolerizará a muchos mi conclusión de que la teoría de la evolución no puede en absoluto ser considerada como una filosofía natural inocua, sino que constituye una seria obstrucción a la investigación biológica.
Obstruye —como se ha visto en repetidas ocasiones— la consecución de resultados coherentes, incluso a partir de un material experimental homogéneo. Porque en último término todo se tiene que retorcer para que concuerde con esta especulativa teoría. Por ello, no se puede erigir sobre ella una biología exacta.9



1. Moore, J. N., «Evolution: Requirement or Optional in a Science Course?» Journal of the American Scientific Affiliation, Sept., 1970, pág. 87.

2. Tinkle, W. J., Heredity (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1970), pág. 51.

3. Ibid.

4. Grassé, P. P., La evolución de lo viviente (Madrid: H. Blume Ediciones, 1977), pág. 20.

5. Meléndez, B., Paleontología, tomo I (Madrid: Paraninfo, 1977), pág. 155.

6. Ibid., pág. 156.

7. Gould, S. J., «The Return of the Hopeful Monsters», Natural History, vol. 86(6), June- July 1977, pág. 24.

8. Gould, S. J., Natural History, vol. 86(5), May 1977, pág. 14.

9. Nilsson, H., Synthetische Artbildung (Lund: C. W. K. Gleerup Publishers, 1954), pág. 11.