Una nueva hipótesis sitúa el anfiteatro de Barcino bajo Santa Maria del Pi

  • El ingeniero y arqueólogo Luis Conde publica una tesina con diversos indicios


  • Comprobar con catas si existió “no está entre las prioridades actuales” del Ayuntamiento de Barcelona


Iglesia de Santa Maria del Pi, en Barcelona / Wikimedia Commons / Maria Rosa Ferre
El relato académico sobre la Barcelona romana ha pasado, en apenas tres años, de no situar ningún anfiteatro en la ciudad a teorizar dos ubicaciones distintas a lado y lado del núcleo amurallado. La primera hipótesis que se hizo pública, en 2011, fue la de la historiadora Jordina Sales, que sitúa el edificio bajo la actual basílica de Santa Maria del Mar. En paralelo, el doctor en ingeniería química e historiador Luís Conde trabajaba en otra hipótesis con epicentro en la basílica de Santa Maria del Pi, aunque ha esperado a darla a conocer hasta concluir su tesina y publicarla en una revista académica.
La investigación de Conde arrancó de la observación “con ojos de ingeniero de los bloques que componen la muralla romana de Barcelona. “Son heterogéneos en forma y tamaño, aunque según el consenso académico vigente la mayoría procederían de las canteras de Montjuïc, con algunas piedras de necrópolis reaprovechadas”, analizó Conde. “¿Qué sentido tendría destruir una necrópolis para tan pocas piedras, si ya estás trayendo la mayoría de tan lejos? ¿Por qué esculpirlas tan diferentes, si las sacas tú mismo de la montaña? ¿No habían ninguna solución más económica y práctica?”, cavilaba incrédulo Conde, máxime cuando la fama de los ingenieros romanos ha llegado hasta hoy precisamente por su pragmatismo y habilidad. “Lo más lógico, a mi entender, es que la mayoría procedan de construcciones canibalizadas”, sostiene.
En una guía de Barcelona de 1855, el historiador Antoni de Bofarull recogía una tradición oral que situaba un anfiteatro romano en las cercanías de la calle Boqueria. Conde, que poseía de un ejemplar de esta guía, buscó enseguida un mapa actual de Ciutat Vella. Pronto se fijó en dos calles muy concretas del barrio Gòtic, Cardenal Casañas y Cecs de la Boqueria, cuya forma arqueada coincide al encararse y converge en Santa Maria del Pi. Con un ordenador puso a prueba la curvatura y vio que encajaba con la mitad superior de una elipse matemáticamente perfecta. “La huella del anfiteatro ha quedado fosilizada en la trama urbana de Ciutat Vella”, asegura, como sucede en otras colonias romanas, como Lucca o Florencia (Italia). Aunque ha hallado otros indicios, para Conde la prueba del algodón es la geometría. “Los ingenieros no lo podemos evitar, ¡pensamos a través de las matemáticas!”, bromea.
La insospechada forma se convirtió en su tesina final del master de Arqueología, que cursó en la UB al terminar la carrera de Historia. Luís Conde (Palma de Mallorca 1937) se pasó a las letras puras una vez jubilado, por lo que asume que muchos expertos del sector todavía le ven “como un intruso”. Sin embargo, la tesina –apoyada en una amplia recopilación de datos y argumentos– recibió el visto bueno del profesorado y también el de los responsables de la revista Pyrenae, que edita el Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la UB. En 2015 publicará la teoría en un libro monográfico.
Los indicios
Geometría a parte, varios indicios arqueológicos e historiográficos concordarían con la hipótesis de un anfiteatro romano frente a la puerta oeste de la ciudad antigua. Por ejemplo, la forma del ramal de la Via Augusta que llegaba a Barcino. Sabemos que baja desde Sants hacia Sant Antoni –bajo el mercado se ha hallado un tramo de calzada intacto– y recorre la calle Hospital, pero al llegar la Rambla hace un giro brusco hacia el norte para alcanzar la plaza Vila de Madrid, donde puede visitarse una necrópolis romana. “El tramo entre Rambla y Vila de Madrid es más nuevo que el resto, está fechado entre los siglos I y III dC, que es la época en la que habría existido el anfiteatro”, apunta Conde. “Y el codo del giro se ha localizado, sin poder darle una explicación clara”, añade. Su hipótesis es que, cuando llegó la moda de los anfiteatros, se construyó en la zona del Pi “porque era el único espacio libre en el promontorio donde estaba Barcino” y ello obligó a desviar la vía. “Construirlo en otro lugar hubiera sido menos práctico, por el desnivel de seis metros que rodeaba la ciudad amurallada”, razona.
El anfiteatro sólo habría durado un par de siglos, según Conde, a causa del auge de la moralidad cristiana y de los primeros ataques de los bárbaros. “En el siglo III dC muchas ciudades de las actuales España, Francia e Italia tuvieron unos sustos terribles con los anfiteatros extramuros, porque era muy peligrosos en momentos de asedio”, explica. “Los invasores podían aprovechar su altura y cercanía para atacar el interior de la ciudad, así que se modificaron murallas a toda prisa para engullirlos o simplemente se destruyeron y se usaron sus piedras para reforzar los muros”, señala. De ahí la hipótesis de Conde sobre los bloques heterogéneos en la muralla barcelonesa.
Otro ítem. Una intervención arqueológica exploratoria en la pequeña plaza que hay detrás de Santa Maria del Pi halló una hilera de tres pilares rectangulares, rodeados de una zanja. Según Conde, quedarían en la parte central del anfiteatro y podrían ser soportes de la fosa bestiaria que había bajo las arenas de los anfiteatros, donde estaban las fieras y los montajes de escenografía. La interpretación oficial, sin embargo, considera los pilares como una “cimentación” de uso indeterminado y los fecha en una época posterior, atendiéndose a la datación de la zanja. Según Conde, la zanja podría haberse construido más tarde para expoliarlos, ya que cubiertos de tierra se asemejarían a tumbas.
La tesina se apoya también en el fragmento “pequeño pero claro” de una bóveda descubierta bajo la puerta lateral de Santa María del Pi, que Conde interpreta como una de las cáveas, los túneles que sostenían las gradas del público, por la forma y porque su orientación cuadra con la elipse de la trama urbana. No obstante, el hallazgo de la cavidad no recibió gran repercusión ni una interpretación clara, “porque el sondeo se hacía para ver si estaban seguros los cimientos de la iglesia, sin buscar nada romano”.
Santa Eulàlia tiene la clave
También encontraron, incorporado a los cimientos del Pi, “un posible altar que ahora está expuesto junto a las columnas del Templo de August“: “Es una piedra con un agujero, en la que se depositarían las reliquias de un santo”. Conde sostiene que es anterior a la iglesia del Pi y que pudo servir para dar culto a Santa Eulàlia, la niña mártir que según la leyenda fue torturada por no renunciar a su fe cristiana y que aún hoy es copatrona de la ciudad. Alrededor de la plaza del Pi, el historiador e ingeniero ha contado hasta 17 topónimos que harían referencia a la santa: Arc de Santa Eulàlia, calle La Palma –la representación cristiana del martirio–, Baixada de Santa Eulàlia… Algunos perviven y otros cambiaron de nombre con los siglos o se perdieron, como la calle de la Boqueria –antes llamada de Santa Eulàlia–, la Puerta de Santa Eulàlia en la muralla antigua –en el Pla de la Boqueria– o la plaza Arenaria –entre las calle Ferran y Boquería, que “se edificó tras las persecuciones a los judíos del Call”–.
Y es que la pequeña Eulàlia es fundamental para ubicar el edificio. Según la tradición, sus restos fueron enterrados en el anfiteatro de Barcino, donde recibió martirio y sobre los que se erigió una primera iglesia. La llamaron ‘de Santa Eulàlia’ –no se ha localizado nunca– pero con los siglos pasó a llamarse ‘de Santa María’. Según consta en documentos eclesiásticos, en el año 878 el obispo Frodoino habría hallado los restos bajo una iglesia llamada Santa Maria de las Arenas y los habría trasladado solemnemente hasta la Catedral, donde hoy reposan.
Y ahí empieza el debate. ¿Aquella Santa Maria de las Arenas corresponde a la actual basílica del Mar o a la del Pi? Para Jordina Sales, la de las Arenas es la marítima que hoy tenemos en el Born, que ya se había asociado a este nombre por las arenas del mar y bajo la que se halló una necrópolis en los años 70. Para Conde, la de las Arenas es la del Pi, porque “en el siglo VII el obispado había convertido la pequeña iglesia de la mártir en un monasterio benedictino y sólo alrededor del Pi había los campos necesarios para cumplir con el Ora et labora“. “Pero no quiero polemizar con Jordina Sales, sólo expongo mi hipótesis”, avisa Conde, que ha estudiado el trabajo de la historiadora. “Aunque el anfiteatro no estuviera en Pi, hubo algo elíptico que dejó esta huella tan particular en el trazado de las calles”, resume.
Buscar el anfiteatro “no es prioritario”
El Institut de Cultura de Barcelona, de quien depende el Servicio de Arqueología de la ciudad, reconoce que está al corriente de la hipótesis de Luís Conde –que la explicó personalmente a Carme Miró, directora del servicio, y a Joan Roca, director del MUHBA– pero rehúsa valorarla o tomar partido por alguna de las dos ubicaciones propuestas. Avisa que “la única forma de comprobarla es realizar catas”, pero que “no está entre las prioridades actuales del Servicio de Arqueología” intervenir en la zona de Santa Maria del Pi ni en la de Santa Maria del Mar.
Actualmente el Pla Barcino concentra sus esfuerzos en la muralla, la domus de la calle Avinyó, el acueducto a su paso por Sant Andreu, el subsuelo de la Plaça del Rei y la basílica de Sant Just i Pastor, además de la villa romana de La Sagrera. Carme Miró, responsable del Servicio de Arqueología, también ha declinado pronunciarse sobre la validez de las dos hipótesis por no conocerlas suficientemente.
Conde atribuye el silencio municipal a problemas presupuestarios, pero asegura que tiene la conciencia muy tranquila: “Creo haber hecho lo suficiente para que esta teoría quede en la memoria de la gente que en el futuro participará en la investigación arqueológica en la ciudad”. “He dado mucho la tabarra, así que si un día excavan por la zona y encuentran algo, ¡ya se acordarán de mí, ya!”, se ríe. Hasta ese día, la existencia y ubicación exacta del anfiteatro de Barcino continuará siendo un misterio. Uno más de los muchos que aún quedan por desvelar sobre Barcino.

La túnica de Neso | Departamento de Latín IES La Senda Quart de Poblet