Luis Montes, el Doctor Mengele socialdemócrata
By AMDG on Abril 18th, 2009 | No Comments »
Leeos esta reseña de José Manuel Rodríguez Pardo sobre el libro de Cristina Losada, Morfina roja.
«Al poco de la llegada del nuevo coordinador, se observó que recurría a la sedación terminal de pacientes con una frecuencia desusada en aquel servicio de Urgencias y, como veremos, también en otros. Esas decisiones llamaban la atención, además, por la circunstancia de que Montes no se dedicaba a tratar a pacientes, sino esencialmente a tareas organizativas.
De hecho, los únicos tratamientos que prescribió a lo largo de sus cinco años de coordinador fueron los de sedación terminal» (págs. 27-28), término que apareció por vez primera en la literatura anglosajona de cuidados paliativos para disminuir el grado de consciencia de un paciente que expirará en breve, para paliar su sufrimiento en suma.
…
Es el caso de Cándido Pestaña, de 78 años de edad, que necesitaba de oxígeno permanente, aunque podía salir a la calle e incluso caminar sin problemas. Debido a problemas respiratorios, ingresó en las Urgencias del Severo Ochoa, pero por su propio pie. Una hora después, las noticias eran que el paciente iba a morir y al ver a sus hijos estaba asustado. Su hija Fabiola lo cuenta con todo lujo de detalles: «Entonces
el doctor entró en el box. Afirmó que el paciente estaba «agitado» y que le iba «a poner algo». «Vino con una inyección, se la puso él mismo y en torno a la media hora, fallecía». No se lo podía creer. Había visto a su padre en un estado general aceptable, nada grave, a primera hora de la mañana, y resultaba que a la una y media del mediodía estaba muerto». Se le había sedado sin consentimiento ninguno, ni del paciente ni de la familia: «Fabiola sostiene que ni aquel médico ni ningún otro miembro del personal habían comunicado previamente que le administrarían a Cándido una sedación terminal. «No nos dijo que le iban a sedar. La palabra «sedar» no se dijo. No hubo ninguna explicación de ese tipo. Si me lo hubiera dicho, yo habría querido verle antes de que lo sedaran. Pero tampoco hubiera querido que sufriera»». Con el agravante de fallecer en un box de urgencias compartido con un delincuente y los dos policías que lo custodiaban. «Es indigno morir así» dice Fabiola, refiriéndose a quienes luego hablaron de la «muerte digna» para defender a Montes. Su experiencia en las Urgencias del Severo fue muy otra» (págs. 151-152).
Fue precisamente Fabiola Pestaña, militante del PSOE a la sazón, quien pondría una denuncia individual a la presentada por la Asociación de Víctimas de Negligencias Sanitarias, sufriendo tanto la Asociación como la denunciante toda la campaña de acoso de parte de miembros de Comisiones Obreras y el PSOE en la Comunidad de Madrid. Otro caso, el de Gregoria Buchó (descrito con pruebas documentales en las págs. 198-202), es paradigmático de cómo se administraba sedación a quien podía perfectamente ser tratado sin ella. El doctor Miguel Ángel López Varas, discípulo de Montes, convenció a la hija de la enferma de la necesidad de una sedación terminal, a causa de que (según el facultativo) le quedaban dos días de vida. Pero al cambiar el turno «una doctora le retiró la sedación terminal. A la mañana siguiente, la paciente fue ingresada en planta. Sería dada de alta al cabo de unas semanas» (pág. 202).
Atención a esto:
Tras el proceso abierto por Avinesa, sobreseído en 2006 pero reabierto en el 2007 tras aceptarse la parcialidad del juez, el auto del 21 de mayo de 2008 no encontró a Montes culpable de asesinato por dichas prácticas. Pero la comisión de 11 expertos nombrada por el juez encontró fuera de lex artis (es decir, no ajustadas al procedimiento que marca la ley) 73 historias clínicas (sobre 169 estudiadas) de pacientes sedados y fallecidos en el servicio de Urgencias, en las que señalaron que había 34 casos de «mala praxis» y una «clara correlación» entre la sedación y la muerte, aunque los tribunales, en suma, no encontraron una relación directa entre las sedaciones y las muertes de pacientes.
El auto del juez señalaba que no era posible vincular las sedaciones terminales con las muertes de los pacientes, pues no se habían realizado las autopsias, lo que también supuso la paralización de los procesos individuales, como el ya mencionado de Fabiola Pestaña. Sin embargo, el auto del juez parecía demasiado ligero y simplificado, pues «El informe del comité de expertos no llegaba a esa conclusión «inequívoca», sino a otra: que existía una relación causa-efecto entre las irregularidades detectadas y los fallecimientos. El propio auto de la Audiencia recogía ese dictamen, para ignorarlo acto seguido» (pág. 223).
Y le llaman justicia…
Leed el artículo, es realmente interesante.
Categories: Libros, Noticias sorprendentes
Tags: doctor montes, eutanasia, morfina roja
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