Esta cuestión es uno de los temas más recurrentes de los astrónomos, sean profesionales, amateurs, o sencillos aficionados a la observación del cielo. Existe entre ellos una particular sensibilidad hacia un problema que está empezando a causar verdaderos estragos, potenciado por una absurda sociedad consumista que no entiende nada de nada excepto de hacerlo todo mal.
Para comprender mejor las dimensiones de este problema, voy a reproducir un artículo aparecido en una revista monográfica mensual española que versa sobre Astronomía, Espacio, en su número 25 correspondiente a enero de 2007. Los autores son Javier Mejuto y María Fernández Prada.
"Al hablar de contaminación lumínica se piensa en un problema de astrónomos y astrofísicos, algo totalmente diferente a la polución o a la contaminación de las aguas. Sin embargo, como cualquier otro tipo de contaminación, la lumínica afecta al medio ambiente y a nuestra salud. Antes de entrar en detalle, y a título de ejemplo, el malgasto energético que produce la contaminación lumínica nos cuesta millones de euros y acrecienta la demanda energética, lo que de forma indirecta empeora la polución que sufrimos.
La contaminación lumínica es el exceso de luminosidad que sobrepasa la horizontal de las luminarias y/o la zona a iluminar. Para reducirla hay dos aspectos fundamentales a tener en cuenta, las lámparas (bombillas) y las luminarias (farolas). Los principales tipos de lámparas son de vapor de mercurio, apreciada estéticamente por su luz blanca, y de vapor de sodio, tanto de baja como de alta presión; ambas de luz amarillenta. El mercurio es venenoso y tiene la capacidad de mantenerse en la cadena trófica. Su emisión es muy poco útil, ya que la mayor parte de su luz no es aprovechada por el ojo humano y, además, tanto su eficacia lumínica como su aprovechamiento energético son bajísimos. Así, una lámpara de 125 vatios de vapor de mercurio tendría la misma intensidad que una de sodio de alta presión de 70 vatios, o de una de baja presión de 36 vatios, con un ahorro energético del 39% y 63% respectivamente.
Debido a que el ojo humano tiene la característica de ser más sensible a tonos rojos y naranjas a niveles bajos de luminosidad (como ocurre de noche), la luz que proporcionan las lámparas de sodio es más aprovechada para la visión y para fines científicos. El espectro de las lámparas de vapor de sodio a baja presión es casi monocromático, y esto hace que, aunque afecte a las medidas en los observatorios, sólo lo haga en un rango pequeño. Incluso, debido a la imposibilidad en muchos casos de eliminar esta influencia, se usa para calibrar los instrumentos.
ESTUDIO DE LA LUZ
El otro factor importante son las luminarias. En ellas la variedad es infinita. Podemos poner algunos ejemplos que aúnan un enorme despilfarro energético y contaminación lumínica por un lado y, por otro, asiduidad de uso en las ciudades. Entre los diferentes tipos de luminarias, abundan en zonas residenciales las de tipo "globo" que desperdician un altísimo porcentaje de su luz directamente al cielo. También es frecuente ver las de tipo "cabeza de cobra" en vías, avenidas o aparcamientos al aire libre, y los faroles en los paseos.
Pero no es suficiente con una buena luminaria. Son importantes otros factores, como la altura a la que se van a colocar, su óptica y el correcto uso de proyectores. Controlando estos parámetros se puede mejorar la iluminación de un espacio y reducir, al mismo tiempo, su impacto. Es por ello que el buen estudio de la zona a iluminar, así como del uso que se le va a dar, es imprescindible. Si bien no es raro observar luces deslumbrantes en calles que crean zonas de sombra, afectando la seguridad de ciudadanos y conductores, tampoco es difícil contemplar la denominada "contaminación lumínica intrusiva", es decir, luces vecinales que alumbran otras viviendas ocasionando, entre otras cosas, violación de la intimidad.
también como decíamos anteriormente, hay que considerar la zona a iluminar. Así, en vallas publicitarias, la iluminación debe hacerse desde la parte superior; en los monumentos la luz no debe sobrepasar el edificio protagonista y debe apagarse durante las horas en las que no haya visitantes.
EFECTOS MUY AMPLIOS.
El impacto ambiental de la contaminación lumínica va más allá, afectando, por ejemplo, a animales con hábitos nocturnos, de los que diversas especies han sido introducidas en las listas de especies protegidas por este motivo. Este es el caso de las tortugas marinas cabezona (Caretta caretta) y verde (Chelonia mydas), que migran hasta las costas de Florida para desovar en primavera, entierran sus huevos en la arena y vuelven al mar. Meses más tarde, cuando las crías rompen los huevos y salen al exterior, se dirigen instintivamente hacia la luz más potente. En las playas deshabitadas , la luz más fuerte es la del reflejo de la Luna sobre el agua, mientras que en las costas habitadas, la luz más potente es la artificial. Por esta razón, las crías se dirigen a ellas desorientadas, provocando su muerte.
En el otro extremo, existen animales que proliferan desmesuradamente por el exceso de luz. Los insectos se ven irremediablemente atraídos por la luz de las lámparas y sirven de alimento a varias especies de murciélagos que habitan en los alrededores. En las zonas urbanizadas, los niveles tanto de mosquitos como de murciélagos se han convertido en un quebradero de cabeza. Este problema tiene fácil solución con el uso de lámparas de sodio de baja presión, ya que emiten una luz para la cual los mosquitos son ciegos.
INSOMNES.
¿Y qué hay del efecto de la energía lumínica sobre la salud? Son muchas las alteraciones orgánicas que puede ocasionar un exceso lumínico durante tiempos prolongados. En primer lugar, uno de los dos principales transtornos que podrían desencadenar los altos niveles de luz, sería la aceleración del ritmo sueño/vigilia; se conoce con el nombre de "ritmo circadiano" y se define como la alternancia periódica (24 h) de una fase de sueño y una de vigilia. Es un ritmo intrínseco y está coordinado por marcapasos endógenos tales como el núcleo supraquiasmático (estructura que recibe las señales luminosas de los fotorreceptores retinales, las cuales sincronizan y ajustan su funcionamiento como un relo circadiano y la glándula pineal también llamada epífisis.
Ésta genera una sustancia conocida con el nombre de "melatonina" que se encarga de mantener y coordinar este ritmo biológico y está profundamente influida por la iluminación ambiental. Por otro lado, la secreción de cortisol (el esteroide más abundante en la sangre periférica), de prolactina (hormona que estimula la producción mamaria de leche y la síntesis de progesterona) y de la hormona de crecimiento va en consonancia con el ritmo circadiano y posibles variaciones de éste repercuten en los patrones de secreción hormonales. El sueño produce aumentos grandes de la liberación de prolactina y la secreción disminuye cuando el organismo está a punto de despertar, por ejemplo. Como observamos, una variación en la iluminación ambiental puede llevar, rápidamente, a alteraciones en los patrones de liberación hormonal, y con ello, a desequilibrios orgánicos a distintos niveles.
Como ha quedado claro, es un problema que nos afecta a todos, a astrónomos y a astrofísicos, a los ciudadanos en sus casas o lugares de trabajo, afecta a nuestros hábitos diarios y a nuestra salud, a animales, plantas y al medio ambiente en general. Es un problema que podemos paliar de forma sencilla si todos colaboramos y, como recompensa, obtendremos la posibilidad de ofrecer la visión de un cielo limpio y estrellado a nuestros hijos para que, al igual que nosotros, se vean maravillados y sobrecogidos por su inmensidad y belleza. La UNESCO afirma en su "Declaración Universal de los Derechos de las Generaciones Futuras": "Las personas de las generaciones futuras tienen derecho a una Tierra indemne y no contaminada, incluyendo el derecho a un cielo puro".
De la lectura detenida del artículo se pueden sacar muchas conclusiones, empezando por una reflexión personal de qué hacemos, qué tipo de bombillas tenemos en caso, a cerca de qué hacen los vecinos a su vez, de cómo actuaríamos si tomásemos la responsabilidad de ocupar cargos públicos. Aunque, probablemente, lo principal será una toma de conciencia sobre un serio problema que la mayoría desconoce.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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