Gijón, 3 septiembre 2013, festividad de San Pío X, papa y confesor.(Tradición Astur digital). La noticia de la muerte en Madrid, este primero de septiembre, del guionista Carlos Blanco Hernández (Gijón, 1917), nos trae recuerdos en el Círculo Vázquez de Mella de Gijón.

Hace treinta años, con la inestimable ayuda del historiador cinematográfico Juan Bonifacio Lorenzo Benavente, empezamos a elaborar unas fichas sobre cine y carlismo. De aquella tarea estuvo a punto de salir un ciclo o certamen de cine carlista, que la perpetua penuria de medios económicos (nuestro círculo nunca estuvo adherido a la tela de araña de las subvenciones) hizo se postergase sine die.

La segunda mitad de la década de 1980 trajo una considerable confusión en las filas del Carlismo, de la Comunión Tradicionalista; confusión en la que nuestro círculo participó muy ingenuamente. Aquellas pobres fichas nuestras fueron utilizadas por otros, para artículos aún más pobres, generalmente sin citar el origen de sus datos. Rectificada ya (al menos en gran parte) aquella confusión, el hueco historiográfico se ha reducido bastante con la publicación de Carlismo y cinematografía, trabajo de Estanislao García Martín-Vicente incluido en el monumental volumen A los 175 años del Carlismo. Una revisión de la tradición política hispánica, Itinerarios, Madrid 2011.

El nombre de nuestro paisano Carlos Blanco aparecía como guionista de dos películas notables. La más querida, Las aguas bajan negras (José Luis Sáenz de Heredia, 1948), de producción también gijonesa, se basa en la novela más filocarlista del generalmente anticarlista Armando Palacio Valdés: La aldea perdida. El jinete carlista que aparece en las escenas iniciales estaba interpretado por nuestro correligionario don Claudio de Vereterra y Vereterra, y éstas se rodaron en la Granja de Lloreda, entonces propiedad de su familia.

Otra película de ambiente carlista cuyo guión escribió Carlos Blanco fue Diez fusiles esperan (José Luis Sáenz de Heredia, 1959). Blanco también trabajó con Ana Mariscal, quien a su vez fue directora y protagonista de Con la vida hicieron fuego (1957), basada en un fragmento de la novela homónima de Jesús Evaristo Casariego y con guión del mismo escritor.

Además del género policíaco, como en la estupenda película ambientada en Gijón Los peces rojos (José Antonio Nieves Conde, 1955), la contribución de Carlos Blanco Hernández al mejor cine histórico español fue en conjunto muy considerable. Tanto que en la Transición, que entre otras cosas trajo la más absoluta decadencia a la cinematografía patria, se le desechó a pesar de su currículum y de su prestigio internacionales. A pesar también de haber combatido en el bando rojo durante la Cruzada de Liberación y haber estado en prisión unos años después (extremos ambos que los medios se afanaban ayer en destacar), lo cual no entorpeció su carrera posterior.

Hace pocos años Carlos Blanco declaraba a la agencia EFE que veía necesaria una película "seria, triste, dramática y melancólica" sobre la Guerra Civil de 1936-1939, contra el tratamiento "folklórico" que generalmente recibe. Quizá debamos lamentar que no se haya producido, con guión suyo.

Sus restos han recibido el indigno tratamiento de la cremación. Recemos nosotros por su eterno descanso.


Agencia FARO