De las de los últimos años podríamos hacer una excepción con "Alatriste", aunque podría haber sido mejor.
Por supuesto, no hablo de películas como "Raza", sino de las porquerías antiespañolas que hace esta "troupé" de titiriteros paniaguados de la copiona y mal llamada "Academia", a imitación de la "jolibuliense". Es que desde hace décadas no hay más que bodrios pseudohistóricos contra España con el dinero que ponemos los españoles a la fuerza, todo hay que decirlo. Afortunadamente las quejas no vienen sólo de los pacientes españolitos de a pie que, con no asistir a las proyecciones de los bodrios y no pagar más todavía por verlos (subvenciones del Estado más entradas en los cines), parece que es suficiente, pero no lo es de verdad, y ahí siguen dando el coñazo cada año con sus insufribles petardos, sino ya lo habrían dejado, sino que cada vez hay más críticos en los medios que también los ponen en su sitio. Como el siguiente caso, aunque el medio sea el que es.
Pedro Fernández Barbadillo - El horrible cine histórico español - Libertad Digital - Cultura
A la vista de los últimos estrenos, parece que la industria cinematográfica española ha decidido inspirarse en nuestra fabulosa historia. Quizás se ha convencido de que el público está harto de comedietas de sal gorda y de supuesta denuncia social. Quizás quiere recoger las migajas del excelente cine histórico que hacen los anglosajones y también otros países, como Alemania (El hundimiento). Polonia (Katyn), o Rusia (El Almirante).
Pero el resultado está siendo el habitual, porque los productores, los directores, los guionistas y los actores son los mismos. Vamos, que creen que su público comparte sus prejuicios, sus taras y sus posturas sexuales.
Fernando Trueba se estrelló con La reina de España y Los últimos de Filipinas ha sido un desastre en taquilla. Junto a estas dos hay otra que afortunadamente ha pasado desapercibida, aunque la ha emitido y pagado TVE (o sea, que la hemos pagado los demás). Se trata de 22 ángeles, dirigida por Miguel Bardem con guión de Alicia Luna. Yo me enteré de ella gracias a un amigo (está disponible en Youtube) y después de verla comprendo a esos hinchas que cuando pierde su equipo arrojan el televisor por la ventana.
La guionista parte de una novela de Almudena de Arteaga, que ya es bastante mala, para perpetrar un guión mucho peor y encima anticatólico, antimonárquico, anticapitalista y anticasta. El tema de la novela y la película es la formidable Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela, que en 1803 llevó esa medicina a las Indias por orden del rey Carlos IV.
Una gesta científica y caritativa que conmovió al descubridor de la vacuna, Edward Jenner, en cuanto supo de ella. La primera campaña de vacunación mundial, en la que murieron algunos de sus miembros, como el doctor Salvany (en Cochabamba en 1810) y en la que España dio gratis la vacuna a chinos, con los que sólo tenía relaciones comerciales (Macao), y a sus enemigos (ingleses en Santa Elena).
Todos los tópicos de los progres
Un episodio impecable de la historia de España, del que todos podíamos sentirnos orgullosos, pero que Bardem y Luna convierten en una ocasión para esputar. Al poco de empezar la película, en una reunión del Consejo de Indias en que se debate el envío de la Expedición por voluntad real, un sector de los miembros, dirigidos por un tenebroso obispo, se oponen a que se mande un remedio de manera gratuita: debe venderse y así la aristrocracia y los caciques sacarán bolsas de reales de vellón. En una sola escena están reunidos los tópicos de los progres: el Imperio español fue genocida, los curas son malvados, los aristócratas son corruptos y las farmecéuticas (bueno, su antecedente) quieren hacer negocio a costa de la salud de los pobres.
Más adelante, esos carcas colocan en la expedición a un esbirro con la misión de envenenar a los huérfanos gallegos que llevan en sus cuerpos la vacuna. ¿Se pudo inspirar esta escena en la campaña de difamación de los más radicales liberales en 1834 de que los frailes y los jesuitas de Madrid estaban envenenando los pozos y las fuentes?
Este comportamiento de auto-odio me recuerda a la explicación que dio la diputada podemita Carolina Bescansa cuando en una tertulia de televisión se dio la noticia de que España era líder mundial en trasplantes. La profesora de la Complutense tuvo que enlodar el hecho atribuyéndolo a las muchas muertes de jóvenes en las carreteras. Aparte de mentir, Bescansa demostró que ella y sus camaradas no admiten nada bueno, ni positivo por parte de los españoles.
Insultos a las gestas de la nación
Nos hemos acostumbrado a que los defensores de la revolución bolchevique, el castrismo, la Pasionaria, Marcos Ana (tres asesinatos probados), Chávez y Maduro insulten el 12 de octubre, la reconquista de Granada, la guerra de la Independencia y otras gestas de su nación. Al menos provocan la reacción popular, que no la oficial, ya que los funcionarios están muy ocupados sumando sexenios y los políticos de derechas piensan que lo importante es mirar al futuro. Pero no se detienen en los acontecimientos más polémicos, militares o religiosos o políticos, sino que se extienden los científicos, sociales o filantrópicos. Porque no pueden dejar nada sin manchar. Como nuevos Azaña y Gil de Biedma, están convencidos de que la historia de España es un espantoso error y de que los españoles llevamos dentro un "franquito" (como dijo el académico Juan Luis Cebrián, el mismo que adjetivó a la Reconquista como "insidiosa"). Por tanto, todo lo español es despreciable y repugnante, y los españoles deben ser purificados de su maldad congénita mediante los medios de adoctrinamiento. Los españoles sólo pueden enorgullecerse de su cine.
Los últimos de Filipinas y 22 ángeles son películas horribles, tanto por su realización, como por su intención. La ventaja es que son tan malas, pero tan malas, que nadie las ve ni las verá por mucho que se emitan por televisión.
(NOTA: qué raro que Cebrianito, el "Junior" o "Cebrián Jr.", o sea, el hijo del Cebrián franquista no esté ausente con alguna de sus habituales gilipolleces.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
De las de los últimos años podríamos hacer una excepción con "Alatriste", aunque podría haber sido mejor.
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
Lo que pasa es que Alatriste está a su vez basado en una novela de Reverte que, pese a decir también algunas barbaridades (opiniones suyas), es muchísimo más respetuoso con la historia de España que esta panda de analfabetos metidos a culturetas.
¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!
"Dulce et decorum est pro patria mori" (Horacio).
"Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el Honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios" (Calderón de la Barca).
Como se abre el hilo con el artículo de Pedro Fernández Barbadillo, enlazo la emisión de 'Cita con la Historia' que trata el mismo tema.
Si no lo conocéis, es un programa de Radio Ya, la continuación del que hizo Pío Moa en varias cadenas.
Quizá con algo menos de rigor, pero más simpático y variedad de temas.
https://www.ivoox.com/cita-historia-...7226377_1.html
Aprovecho este hilo para hablar de la nueva diarrea mental del cine español (más bien antiespañol) llamado "La Peste" (El título mata dos pájaros de un tiro: El tema he trata la película y la película en sí), que no pienso bien, porque ya sabemos cuál es el resultado: Un retrato de una sociedad mugrienta, negra, ignorante, religiosos (esto para ellos es malo) y es que en el trailer de la película ya se puede anticipar por dónde van los tiros: que Dios estaba en todas partes y eso es algo malo.
¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!
"Dulce et decorum est pro patria mori" (Horacio).
"Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el Honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios" (Calderón de la Barca).
En efecto, parece que "La peste" es tan mala como nos temíamos. Basta ver los cartelones con los que han afeado el tramo de Avenida entre la Catedral y la plaza nueva en los que aparecen eclesiásticos con cara de mafiosos y los típicos mensajes de lo mala que eran la Iglesia y de la época. Más de lo mismo.
La peste y la ignorancia
- MARÍA ELVIRA ROCA BAREA
«La peste es la ignorancia. Eso es lo que verdaderamente acabará con el hombre». Sólo por esta frase merece la pena ver la serie. Cuesta trabajo encontrar ejemplo más acabado de profecía autocumplida.
Hay que comenzar haciendo caso omiso a detalles de atrezzo que se clavan como aguijones, verbigracia, esas velas rojas. Nada menos que rojas, con lo caro que era teñir la cera. Se ve que había rebajas en el Todo a un euro (antiguo Todo a cien; conviene aclararlo para los que tengan poco sentido de la Historia) de la esquina. Hay luces encendidas por todas partes y a todas horas, incluso de día. En el cap. 4, en casa de una muchacha tan pobre que decide prostituirse, hay más de seis al mismo tiempo, con el sol entrando a raudales por la ventana. Y lo mismo en el hospital. Que lo único que les faltaba a los pobres religiosos que sustentaban los hospitales con limosnas era gastarse el dinero en velas para tenerlas encendidas de día. Esto ya no es mayor o menor conocimiento de la Historia. Es puro sentido común.
- Cuando afronta el cap. 2 el espectador avisado ha comprendido ya que estamos todos: el irremediable cura que maneja en las sombras toda la trama (¿saben los creadores de la serie de dónde viene este personaje y que lo han heredado?), el oro como única obsesión de los españoles en el Nuevo Mundo, la incapacidad nacional para la industria y los negocios... Esto, claro está, viene aderezado a la posmoderna con su sexo, su gay, su poquito de género y su canesú. En la fábrica de añil escuchamos lo que requiere la puesta en escena de esta Sevilla roñosa y repugnante: «Se exporta a Flandes. Debe ser de las pocas fábricas sevillanas que exporta algo». Pero resulta que se exportaban muchas manufacturas locales desde ese puerto: loza, paños, libros, vino, sal… y hasta sofisticados productos farmacéuticos trasatlánticos como la quinina, que era el no va más de la medicina de la época. Cualquier profesor de historia de instituto de Sevilla hubiera podido informar a los autores, que probablemente no sabían que necesitaban ser informados. Porque como muy bien señalan: «La peste es la ignorancia. Eso es lo que verdaderamente acabará con el hombre».
Los vericuetos teológicos del cap. 3 son para asustar. Naturalmente el protagonista vive perseguido porque es el impresor que alumbró la famosa Biblia del Oso y estuvo relacionado con un grupo protestante local: «casi todos tuvieron tiempo para escapar a Ginebra, yo no». Pues no le arriendo la ganancia, porque si hubiera podido, como pudo Servet, ir a buscar refugio en los faldones del calvinismo, le hubiera ido bastante mal. Primeramente le hubiera sido imposible ir a emborracharse en los mesones, cosa a la que es muy aficionado. Estaba el alcohol muy prohibido en Ginebra. Tanto que tuvieron que cerrar todas las tabernas. Pero en el caso de que lo hubiera conseguido y proclamado alegremente a gritos, como hace el protagonista, que «Dios está en todas partes… en las frutas, en los pechos de las mujeres (…), en las música y los órganos (…). Todo es Dios», los diáconos de Calvino lo hubieran quemado varias veces. La primera por borracho. La segunda porque la música (y hasta el toque de campanas) estaba prohibida en Ginebra, y la tercera por panteísta. Confundir a Dios con sus criaturas es creencia intolerable en la Cristiandad oriental y occidental, entre católicos y protestantes, entre musulmanes y judíos. Cabe preguntarse si quien escribió el monólogo del mesón cree que lo dicho es cosa remotamente protestante. Posiblemente no le surgió la duda y no sintió la necesidad de preguntar. Hay en España muy buenos protestantes que, como el profesor de instituto, le hubieran sacado gustosamente del error.
En el mar de tinieblas católicas en que le ha tocado vivir, el médico (confusamente tocado con un gorrito que recuerda la kipá judía) se queja con amargura: «Son piñas. Una fruta de Indias. Los indios la utilizan para cicatrizar heridas… Si la Iglesia supiera todo esto lo quemaban todo conmigo dentro. Por brujo. Con la mitad de todo lo que aquí hay se podrían curar más de cien enfermedades y, sin embargo, tengo que esconderlo». Qué lamentable error de localización. Si lo que apetece es quemar brujas no es a Sevilla donde hay que ir a rodar, sino a Ginebra o a cualquier territorio germánico o protestante en general. Por miles. Y ya no hace falta ni tirar de bibliografía para informarse. Basta con la socorrida y democrática Wikipedia. Búsquese «caza de brujas» y luego el apartado «Distribución geográfica».
En fin, tengo más de 10 páginas de disparates que no hay espacio para comentar. Pero hay dos que no se pueden dejar pasar: la traca final quemando herejes en un Auto Sacramental y la frase del último capítulo a modo de colofón de todo lo anterior. España produjo exactamente 12 mártires para el protestantismo, los cuales han dado lugar a tantos libros, comentarios y menciones que parecen doce mil. Los mártires católicos que produjo el protestantismo pueden competir con la guía de teléfonos de una ciudad mediana. Y con esto llegamos a la frase genial: «Se embarcan los deshechos, los que aquí no tenían futuro, esperando volver a empezar». Hay pocas migraciones en la Historia de Occidente más supervisadas, cuidadas y mimadas que la que fue al Nuevo Mundo desde España. A Cervantes no le fue permitido viajar. ¿Por qué? Pues porque no tenía oficio ni beneficio. Había sido soldado pero ya no podía serlo tras quedarse manco. Y había que evitar que las Indias se llenaran de aventureros sin cualificar.
Así vamos educando a las nuevas generaciones en la misma idea, venerablemente antigua y muy, pero que muy carca, a saber, que la historia de España, hasta en su momento de esplendor, no ha sido otra cosa más que roña, ignorancia, corrupción, intolerancia y tinieblas. Es muy posible que el producto además se exporte y que por lo tanto se vea fuera de España. Es fácil suponer que tendrá un éxito notable en las tierras del protestantismo, porque contribuirá a reforzar la idea, tan arraigada entre ellos, de su superioridad moral intrínseca, cuasi genética. Para más inri con un producto español, que es ya como un rizar el rizo del virtuosismo en la autoafirmación. Tendrían que hacer milagros la Marca España y el Instituto Cervantes, que llevan décadas trabajando para mejorar la imagen de España en el exterior, esfuerzo pagado con el dinero de todos los españoles, para contrarrestar el efecto nocivo que La Peste va a provocar. El perjuicio es enorme y somos muchos los perjudicados,pero no parece que tengamos derecho a la querella. Movistar ganará dinero, como lo ha ganado Oro, a costa de la reputación de España que, como no es de nadie, puede ser dañada sin que se exija reparación.
- Para que se vea el asunto un poquito más claro conviene que el lector caiga en la cuenta de que son muchas las series y películas sobre el periodo Tudor, y en ninguna se menciona las horribles persecuciones religiosas que tuvieron lugar en aquel reinado del terror. Nadie ha visto nunca reflejada en las series de ficción cómo eran las atroces ejecuciones de católicos y también de cuáqueros, anabaptistas y otros: hanged, drawn and quartered, según rezaba la fórmula. De todos los que no eran anglicanos. En 1998 ganó un Oscar la hagiografía Elizabeth de Cate Blanchett. Vemos en ella a la Gran Armada de Felipe II ardiendo por los cuatro costados derrotada por los barcos ingleses y escuchamos hermosuras como esta: «Me llaman la reina virgen, sin hijos… Soy la madre de mi pueblo. Esa armada que navega hacia nosotros lleva la Inquisición en sus entrañas. Dios no quiera su triunfo o no habrá libertad en Inglaterra ni de conciencia ni de pensamiento». Llevamos siglos repitiendo lo que escribieron y fabricaron los enemigos de la hegemonía española. Siempre copiando lo que dicen pero nunca copiando lo que hacen.
La serie está teniendo un gran éxito. Así nos va. Efectivamente, la peste es la ignorancia.
María Elvira Roca Barea autora de Imperiofobia y leyenda negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español (Siruela, 2016).
La peste y la ignorancia | Opinion Home | EL MUNDO
Gran artículo el de María Elvira Roca Barea, recomendable es su libro «Imperiofobia y leyenda negra». Entorno a la denominada película «La Peste» como era de esperar y que podría ser la definición en sí de tal obra da el típico retrato de una sociedad ignorante, inculta, donde las personas eran religiosas —esto al parecer es malo para los productores—. Una obra de nulo rigor histórico y pese al artículo de María Elvira Roca Barea en el periódico «ABC» encontramos un artículo titulado «La peste, viaje tecnológico a la Sevilla del siglo XVI» en el cual se engaña descaradamente al lector afirmando que tal obra se caracteriza por su «rigor y realismo».
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