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religion
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La cigüeña de la torre por De la Cigoña
La misa tradicional
Ante la nueva Instrucción Vaticana
Publicado hoy en LA GACETA
El viernes se ha conocido la Instrucción vaticana sobre la misa tradicional o, en terminología eclesiástica actual, sobre el modo extraordinario de celebrar la misa en el rito latino. Si en España esta cuestión no ha incidido en las preocupaciones de los fieles, salvo en muy exiguas minorías, no ha ocurrido así en otros lugares donde la misa nueva o la tradicional han sido campo de batalla y todavía lo sigue siendo. La imposición de la reforma litúrgica posconciliar fue rechazada, en ocasiones con violencia, `por muchos sacerdotes y fieles y está enquistada en la protesta lefebvrista. Y ambas cosas, misa y protesta, se autoalimentaban. La una justificaba a la otra y la otra a la una. Llegándose así a una situación paranoica en la que unos rechazaban al Papa por hereje al haber admitido la misa nueva y otros tachaban de cismáticos a quienes sostenían la misa que había vivificado a la Iglesia durante siglos. La misa de Ignacio, de Teresa, de Carlos Borromeo, de San Pío X, de los mártires cristeros y de los de la España de 1936.
Juan Pablo II quiso atajar esta absurda guerra fratricida por vía de pequeñas concesiones, indultos parciales o no se sabe bien qué y esas pequeñas cataplasmas no curaron el mal y hasta incluso lo agudizaron. Y como no tenía sentido seguir irritando a laicos comprometidos con la Iglesia y a piadosos sacerdotes se abrió algo más la mano. Y preciso es reconocer la ciclópea labor del cardenal Castrillón que integró totalmente en la Iglesia católica a unos fieles que no sabían bien si les admitían, les rechazaban o según cuadrase. Vaya desde aquí mi homenaje al anciano cardenal, seguramente de mentalidad progresista moderada, pero que comprendió perfectamente que la Iglesia tenía que acercarse a unos hijos que pedían pan y sólo recibían piedras. De sus padres los obispos.
Pues en este sí pero no, vale pero no os paséis, si abandonáis el lefebvrismo os daremos algo pero poco, llegó Benedicto XVI y el motu proprio Summorum Pontificum. Y nos enteramos de que lo que parecía abrogadísimo no estaba abrogado, que era además un tesoro y que quedaba a voluntad de los fieles seguir una misa u otra. O, mejor dicho, la misma misa celebrada de uno u otro modo. Y los obispos, que suelen decirse casi todos fidelísimos al Papa, hicieron en esta ocasión, o simplemente una vez más, oídos sordos a lo que el Papa decía. Teníamos en España un presidente de la Comisión de Liturgia que se las daba, o nos lo daban, por liturgista. En mi opinión, pudiera ser que equivocada, un cantamañanas que entonces regía, y hoy sigue rigiendo, la diócesis de León. Antipático donde los haya, Yanes a su lado hasta puede ser un dechado de simpatía, aborrecido en la diócesis, nada más aparecer el motu proprio de Benedicto XVI vino a decirnos que era una solemne equivocación pontificia. Como tonto del todo no es, se dio cuenta de que había metido la pata y que … Pues vayan a saber qué, pues no quedaba nada claro. Tenía como presidente de la penosa Comisión un secretario claretiano que pensaba como él. Y ese perroflauta con balcones a la calle publicó un artículo, en la inane web de la Comisión, poniendo al Papa a escurrir por el Summorum Pontificum. Algún trabajo me costó pero terminó comiéndose el artículo con patatas. No sé si con la Comisión el arzobispo de Barcelona ha heredado también al perroflauta. De haberlo hecho, con la simpatía que le tengo, o que no se la tengo, le aconsejo que, caso de que siga de secretario, se deshaga inmediatamente de ese pigmeo que se atrevió a censurar a Benedicto XVI. Con Pousa ya va sobrado. Sólo le faltaba al cardenal de Barcelona en convertirse en el refugium peccatorum de la Iglesia hispana.
Pues tras este largo preámbulo toca decir algo de la Instrucción Vaticana sobre la aplicación del Motu Proprio Summorun Pontificum. Primeramente sobre su iter. Se dijo, y se publicaron artículos alarmantes, que iba a ser una rectificación de las concesiones `pontificias del Motu. Pues… Evaristo, que te han visto. Rien de rien. Confirmación absoluta del mismo e incluso ampliación.
La misa tradicional es muestra de “la riqueza de la Liturgia Romana”, de “uso venerable y antiguo” que “debe ser conservada con el honor debido”. Porque “ en la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriuores era sagrado también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser de improviso totalmente prohibido o incluso perjudicial”. Por todo ello, el usus antiquior “es tesoro precioso que hay que conservar”. Y ahora viene lo que me parece capital de este documento. La afirmación neta de que tiene como objetivo: “garantizar y asegurar realmente el uso de la forma extraordinaria a quienes lo pidan, considerando que el uso de la Liturgia Romana entrado en vigor en 1962 es una facultad concedida para el bien de los fieles y, por lo tanto, debe interpretarse en sentido favorable a los fieles, que son sus principales destinatarios”. No puede ser más claro. Son los fieles, y no los obispos y los liturgistas, quienes tienen derecho, si lo piden, a la forma extraordinaria. Y a ver quién se atreve, a partir de ahora a negarlo.
Añade la Instrucción un tercer objetivo a la misma: “favorecer la reconciliación en el seno de la Iglesia”. Pues a unos no les va a quedar más remedio que la reconciliación salvo que desde la Iglesia vayan a levantar bandera contra Benedicto XVI. Otros, me temo que pese a tanta benevolencia pontificia, se han enriscado tanto que tampoco van a reconciliarse. Ellos se lo pierden.
Y ahora, al meollo del documento. ¿Cuál es la competencia de los obispos diocesanos? Pues muy limitadita al respecto. “Ellos deben vigilar en materia litúrgica en atención al bien común y para que todo se desarrolle dignamente, en paz y serenidad en sus diócesis, de acuerdo con la mens del Romano Pontífice, claramente expresada en el Motu Proprio Summorum Pontificum. En caso de controversias o dudas fundadas acerca de la celebración en la forma extraordinaria, decidirá la Pontificia Comisión Ecclesia Dei” . Ya lo saben los obispos. La norma es el motu proprio y, si sigue la discrepancia, lo que diga la Comisión Ecclesia Dei. Y pueden estar seguros de que, si se empeñan en cacicadas, los fieles acudirán a ellas.
Muy importante también una cuestión sumamente discutida del motu proprio. ¿Cómo considerar el grupo estable de fieles que soliciten las misa tradicional? ¿Cuántos deben componerlo? La Instrucción dice “algunos”. Y, algunos, no son muchos. Entiendo que dos o tres personas pueda interpretar el párroco o el obispo que no son coetus fidelum suficiente. Pero no de muchas más. Y ya no vale el pretexto parroquial de que no son parroquianos míos. El grupo solicitante puede estar compuesto “de personas que provengan de diferentes parroquias o diócesis”.
El espacio es limitado y todavía quedan cosas por decir. En el próximo artículo. Creo que estamos ante otro muy importante acto del pontificado de Benedicto XVI. Y no os lo dice un forofo de la misa antigua sino alguien que, habitualmente, acude a misas celebradas por el modo ordinario. Pero a quien le ha agradado mucho esta Instrucción que se le debía a fidelísimos católicos que han sido muy maltratados.
Concluyo el artículo con algo muy ajeno a todo lo que venimos diciendo pero de lo que hay que dar cuenta. Aquella procesión atea que quiso celebrarse en la Semana Santa madrileña coincidiendo con nuestros desfiles procesionales, y vaya desde aquí nuestro saludo dolorido a Lorca, ha sido autorizada y se celebró. Con extraordinario éxito de público. No llegaron a 500 frikys del más diverso pelaje aunque todos casposos. Eso es lo que tienen: nada. La prensa se hace eco de sus paridas pero cuando llega el momento, ni un ratón. Sólo me queda preguntar si han tenido subvenciones públicas. No me extrañaría nada.
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