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Tema: Habemus Papam - Francisco I

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  1. #1
    DOBLE AGUILA está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Los caminos de Dios son inescrutables. Como se ha señalado más arriba, la culpa es del Colegio Cardenalicio...pero con Benedicto XVI a la cabeza; y lo digo yo, que era (con matices) bastante partidario de ese Papa.

    Cada día estoy más convencido que fue un grave error, y un terrible pecado, abandonar así a la Iglesia tal como hizo. A mí me dio un malísimo fario aquel día, exactamente igual que el momento justo en que eligieron a Bergoglio. Recuerdo que, un segundo después del nombramiento, Fernández de la Cigoña que era el experto invitado en la cadena en la que yo estaba viendo la ceremonia, hizo (aunque no se vio) un gesto de total desaprobación; entonces otro invitado le preguntó en voz baja (aunque audible): "¿Pero es que no te gusta NADA?". No hubo respuesta, automáticamente todos los invitados se pusieron a hablar maravillas del nuevo Papa; yo pensé involuntariamente: "ya está hecho", y se me pusieron los pelos como escarpias.

    Es muy posible que tengamos que pagar el precio "moneda a moneda" todos los católicos; y Ratzinger el primero.

  2. #2
    DOBLE AGUILA está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Por cierto, acabo de recordar que quien le hizo la pregunta Fernández de la Cigoña en aquel justo momento, fue Alberto de la Hera.

  3. #3
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    La familia Conejín




    Me llamó la atención la vulgaridad ya totalmente desembozada de la conferencia de prensa del Papa Francisco durante su viaje de regreso de las Filipinas. Pensé que era solamente la traducción al español de la maliciosa Elizabetta Piqué para La Nación. Me fui entonces a la versión original italiana. Y no era culpa de la traductora. Era el mismo Francisco hablando nuevamente con una vulgaridad propia de fonda romana.


    Pero el problema no es ya la forma, que ha dejado prácticamente de escandalizarnos. El problema es el contenido y el desparpajo con el que dice las sandeces más inconcebibles que parece mentira que sea el Romano Pontífice quien las está diciendo. Recuerdo la expresión que se le escapó por lo bajo a un importante cardenal de la Curia durante el último Sínodo: “Ma come mai può dire tante stronzzatte?”, que en buen criollo sería: “¿Pero cómo puede decir tantas pelotudeces?”.


    No es necesario que discutamos en este espacio –ya lo han hecho en muchos blogs colegas- la chabacana y, sobre todo, ofensiva expresión que utilizó hacia las familias católicas que, generosamente, deciden tener una prole numerosa. (Se puede leer aquí el testimonio de una madre al respecto) Lo que resulta pasmoso es la inconsistencia e irresponsabilidad del discurso del Pontífice.


    Es importante leer la respuesta a la pregunta del periodista alemán Christoph Schmidt: “Io credo che il numero di tre per famiglia, che lei menziona, secondo quello che dicono i tecnici, è importante per mantenere la popolazione. Tre per coppia. Quando si scende sotto questo livello, accade l’altro estremo, come ad esempio in Italia, dove ho sentito – non so se è vero – che nel 2024 non ci saranno i soldi per pagare i pensionati. Il calo della popolazione. Per questo la parola-chiave per rispondere è quella che usa la Chiesa sempre, anch’io: è “paternità responsabile”. Come si fa questo? Col dialogo. Ogni persona, col suo pastore, deve cercare come fare questa paternità responsabile. Quell’esempio che ho menzionato poco fa, di quella donna che aspettava l’ottavo e ne aveva sette nati col cesareo: questa è una irresponsabilità. “No, io confido in Dio”. “Ma guarda, Dio ti dà i mezzi, sii responsabile”. Alcuni credono che – scusatemi la parola – per essere buoni cattolici dobbiamo essere come conigli. No. Paternità responsabile. Questo è chiaro e per questo nella Chiesa ci sono i gruppi matrimoniali, ci sono gli esperti in questo, ci sono i pastori, e si cerca. E io conosco tante e tante soluzioni lecite che hanno aiutato per questo.


    Podemos recordar ahora las aburridas peroratas del papa Francisco sobre la necesidad de un laicado maduro y la nocividad del clericalismo dentro de la vida de la Iglesia. No sabemos dónde queda la autonomía de los laicos en lo que se refiere a los asuntos temporales cuando es un clérigo, o mejor aún, “el” clérigo, quien les indica la cantidad de hijos que deben tener –“tres hijos por pareja”, ha dicho el Santo Padre-, sino que en varias ocasiones indica a los matrimonios que recurran a los pastores –es decir, a los clérigos- a fin de que negocien con ellos la cantidad de hijos que deben traer al mundo y, consecuentemente, cómo evitar los embarazos no deseados. Concreta y brevemente: los clérigos deben meterse en el lecho conyugal a fin de tratar asuntos tan íntimos como es la vida conyugal de los cónyuges.


    Algunos opinan que, en realidad, el Santo Padre está dando un mensaje a favor de los métodos anticonceptivos. No lo creo. El Santo Padre dice lo que se le pasa por la cabeza, sin medir consecuencias, sin detenerse a pensar un momento en sus palabras. Es un gran irresponsable.


    ¿Hasta cuándo deberemos escucharlo decir tantas… sandeces?

    The Wanderer

  4. #4
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    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    DESHONRA DE LAS PALABRAS Y LOS SIGNOS



    Se puede tener muchos hijos sin por eso concebirlos "en serie", ni es dable suponer que porque sean muchos los nuevos comulgantes ofrecidos a Dios por los esposos -y de Dios recibidos como otros tantos dones- resulten éstos gazapos por asimilación.

    No vale la pena detenerse a largo en la concreta fatuidad de la última deposición papal, que ya la cortedad del registro y del caletre le estampan una firma reconocible a cuanto Francisco farfulle, a muchas leguas. Baste sólo notar por enésima vez lo que resulta tedioso enunciar: Bergoglio reprende de preferencia a aquellas conductas y actitudes que, reducidas casi a ceroen los tiempos que corren -en que la cualidad de «católico» acaba por ser apenas nominal-, perviven en aquellos ínfimos grupos que, según la conocida imagen de la medición del Templo que nos ofrece el Apocalipsis, han tomado el Sancta Sanctorum por refugio, hollado el atrio por los gentiles (abundemos: por los deportistas faranduleros, por los judíos recalcitrantes, por los transexuales, etc.). ¿A quién perturba si no -por lo minúscula e irrastreable- aquella porción de fieles que aún practica obras exteriores de devoción, que cumple el ayuno eucarístico y recuerda las disposiciones requeridas para comulgar o que secunda la iniciativa divina, llenando la casa de hijos cuando el Señor les dio el don de la fecundidad? ¿No son señas éstas, de tan minoritarias hoy, que no debieran inquietar al católico rendido a la simbiosis con el mundo?

    Conste que ya ni siquiera atendemos a la importunidad de la exhortación, que en todo caso hoy lo que cunde es la reticencia a propagar la vida, a expensas de aquel cambio de hábito procreativo que los historiadores sitúan como dimanado del crack financiero del '30, reforzado por la 2ª Guerra Mundial, y que reemplazó el tipo habitual de familia (en la que ocho o diez hijos no eran nada extraordinario) por la llamada "familia tipo", formada por el matrimonio y dos críos, y que el auge posterior de los medios anticonceptivos y el egoísmo exacerbado por el culto del consumo redujeron aún más. Como suele verificarse en la psicología de todo progresista, Francisco se quedó en otros tiempos, en los de su niñez y primera juventud, cuando en la conciencia de muchos católicos el choque entre los hábitos inveterados y los nuevos usos impulsados por la aceleración demencial de la historia fue malamente resuelto, a menudo por la incoherente y doble pertenencia a la Iglesia en retirada y al mundo hipertrofiado, a menudo también por el sencillo expediente de la apostasía. La doble vertiente moderna del subjetivismo y del empirismo iba a evidenciar sus trágicas consecuencias en estos tiempos: el misterio de un Dios trascendente e imperceptible a los sentidos no podía ser sino objeto de escándalo para un hombre crecientemente habituado -a la zaga de la revolución industrial y de la Revolución, a secas- a un clima mental de altivo naturalismo. Los judíos piden signos... Pero ocurre que, a gusto o a disgusto, en lo profundo del corazón el hombre efectúa su perentorio juicio, y es común la paradoja ¡ay! de fallar contra Dios y decirse aún católico.

    Lejos, muy lejos estamos de aquella saludable concepción de los antiguos según la cual el nombre -la palabra- contiene la cifra de la cosa. Resabio del donum scientiae del que gozó Adán, por el que éste les puso el respectivo nombre a todos los seres de la naturaleza -incluida la mujer-, la confianza en el poder de reproducir la realidad mediante el nombre debió ser una de la principales prendas del poder del espíritu, pese a lo maltrecho que esté se encontró después de la caída. Esta función elemental, vigente pese al pecado y que involucra a la cognición, a la lógica y a la ética ha quedado ferozmente dañada por el largo proceso de apostasía, que afecta -aunque las apariencias nos muestren a los hombres muy activos y vivaces en sus negocios y placeres- una especie de necrosis de muy improbable reversión. De aquí la resemantización compulsiva que agravia al ser de las cosas, tan palpable en la degradadísima política de nuestros días; de aquí el despliegue de las más crueles paradojas, incluso a instancias del Trono que roza el cielo: que el hogar católico pueda ser llamado "conejera" y los que se fían de la gracia por sobre las humanas fuerzas puedan tildarse de "pelagianos". De aquí que pueda permitirse barbotar sus cuatro graznidos sobre la "paternidad responsable" un irresponsable del calibre de Bergoglio.

    Hace unos días, cuando las inopinadas palabras de Francisco acerca del puñetazo que le merecería quien insultara a su madre (expresión del límite a la omnímoda "libertad de expresión" que proclaman liberales y marxistas de consuno) levantaron inusitada polvareda, induciendo al lloriqueo de tantos plumíferos que las tenían por lesivas de sus falaces principios (e incluso como justificadoras de ¡la violencia de género! sic!), la Santa Sede se apresuró a emitir un pedido público de disculpas, protestando que habían sido mal interpretadas. Del abultadísimo elenco de palabras en agravio de la fe, de la Iglesia, de Dios mismo que le hemos soportado en estos casi dos años, Francisco no consideró nunca pertinente hacer ninguna aclaración. Más clara, la límpida agua de la alta montaña.

    La bendición que reclaman las masas prometeicas
    Lengualarga más que el oso hormiguero, parlero compulsivo, gesticulador sin tope para oprobio de toda santidad, Francisco es un fenómeno de rigurosa actualidad, consonante con la caída vertical del honor de las palabras y los signos. Bien dijo Calderón Bouchet, en referencia a los temores de Jean Cocteau acerca de la proximidad de los tiempos en que «los imbéciles tomarían las lapiceras y se pondrían a escribir», que no era el del poeta francés «el temor de un sabio que ve a Satanás empujando a los tarados, pero sí el de un esteta que ve la depreciación de la inteligencia provocada por dos terribles fuerzas convergentes: la aristofobia de los mediocres y el criterio puramente económico del negocio editorial». Hoy podemos afirmar con pleno derecho que los tiempos previstos por Cocteau llegaron hace rato y para quedarse, y que el morbo de la idiocia se ha extendido no ya sólo a los que empuñan la pluma, sino a los que tienen por oficio transmitir los dones sacros. Y que Satanás haya urgido a esa vergüenza de mitrados que no sabían cantar el Veni Creator a emplazar en el Solio a un Rey Momo resulta, a esta altura, una hipótesis muy ajustada a los horrorosos hechos sucesivos.

    In exspectatione

  5. #5
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    LAS FAMILIAS NUMEROSAS SON UNA BENDICIÓN DE DIOS




    Amados hijos e hijas, dirigentes y representantes de las Asociaciones por las Familias Numerosas de Roma e Italia, esta vuestra visita debe contarse entre las que traen el más profundo placer a Nuestro corazón. Bien conscientes estáis del animado interés que Nos tenemos en la vida familiar, y de cómo nunca dejamos pasar una oportunidad de señalar su dignidad multilateral, de reafirmar sus derechos y defenderlos, de inculcar los deberes que supone; en pocas palabras, hemos hecho de ella uno de los puntos centrales Nuestra enseñanza.


    Es este mismo interés en las familias que Nos hace aceptar pasar cuando menos unos momentos con grupos familiares que vienen a Nuestra casa (siempre que los deberes de Nuestro oficio no imposibiliten esto), y por eso, en esta ocasión, consentimos en ser fotografiados en medio de ellos, a fin de dejar una especie de registro perdurable de Nuestra alegría y la suya.



    Padre de la familia humana

    ¡El papa en medio de una familia! ¿No es ese el lugar justo donde pertenece? ¿No es él (en el sentido espiritual más elevado de la palabra) el Padre de la familia humana entera que ha renacido en Cristo y en la Iglesia? ¿No es a través de él, el Vicario de Cristo en la tierra, que se pone en práctica el maravilloso plan de la Sabiduría creativa, el cual plan ha conferido a toda la paternidad humana el destino de preparar una familia escogida para el cielo, donde el amor del Dios uno y trino la envolverá en un abrazo singular y eterno y se dará a sí mismo como la herencia que ha de hacerla perfectamente feliz?



    Un triple testimonio


    Mas vosotros no representáis cualesquier familias; vosotros sois y representáis familias numerosas, aquellas que fueron grandemente bendecidas por Dios y que son especialmente amadas y preciadas por la Iglesia como su tesoro más precioso. Pues estas familias ofrecen un testimonio particularmente claro de tres cosas que sirven para asegurar al mundo de la verdad de la doctrina eclesiástica y la sensatez de su práctica, y que redundan, por el buen ejemplo, en gran beneficio de todas las otras familias y de la sociedad civil misma.

    Dondequiera que se encuentren familias numerosas, estas dan señal de la salud física y moral de un pueblo cristiano; de una fe viva en Dios y de confianza en su Providencia; de la feliz y provechosa santidad del matrimonio católico.


    Nos gustaría decir algunas palabras acerca de cada uno de estos puntos.


    Seguramente, una de las aberraciones más perniciosas que ha aparecido en la sociedad moderna, de tendencias paganas, es la opinión de aquellos ansiosos por clasificar la fecundidad del matrimonio como un “mal social,” y que sostienen que cualquier nación que se halle de esta manera afligida debe hacer un gran esfuerzo y utilizar cualquier medio para curar la enfermedad. Esta es la base para la propaganda que pasa con el nombre de “planificación familiar;” en ocasiones es promovida por personas y organizaciones que inspiran respeto a causa de sus posiciones en otros campos, pero que, desafortunadamente, han tomado una postura en esta cuestión que debe ser condenada.



    Control de la natalidad


    Por triste que sea ver lo generalizadas que se han vuelto las doctrinas y prácticas de este tipo, incluso entre las clases tradicionalmente sanas, es confortante ver indicaciones y pruebas de una reacción saludable en vuestro país, tanto en el campo legal como médico. Como bien sabéis, el artículo 31 de la actual Constitución de la república italiana, para citar solo una fuente, presta “especial atención a las familias numerosas,” y la enseñanza prevalente entre los médicos italianos sigue la línea de una oposición cada vez más fuerte contra las prácticas del control de la natalidad.


    Esto no significa que el peligro ha pasado y que hemos destruido los prejuicios que tienden a hacer que el matrimonio y sus sabias normas se sometan a las metas del reprensible orgullo y egoísmo de la sociedad o de individuos. Deploramos en particular aquella sección de la prensa que de vez en cuando vuelve a tomar la cuestión con la obvia intención de confundir a las buenas gentes y de llevarlas al error con pruebas engañosas, con encuestas discutibles e incluso con declaraciones falsificadas de un clérigo u otro.



    Obediencia a las leyes naturales


    A todos los católicos exhortamos que den amplia difusión al principio, firmemente fundado sobre la verdad, de que el único modo de proteger la salud física y moral de la familia y de la sociedad es mediante la obediencia de todo corazón a las leyes naturales, o mejor dicho, del Creador, y, sobre todo, fomentando un sincero y sagrado respeto hacia ellas.


    En este asunto, todo depende de la intención. Podréis multiplicar las leyes y hacer más duras los castigos; podréis dar pruebas irrefutables de la estupidez de las teorías del control natal y del daño que viene como consecuencia de ponerlas en práctica; pero hasta que no haya una sincera determinación de dejar que el Creador continúe con su obra como Él desea, entonces el egoísmo humano siempre encontrará nuevas sofisterías y excusas para acallar la voz de la conciencia (hasta donde pueda), y seguir con los abusos.


    Ahora, el valor del testimonio ofrecido por los padres de familias numerosas no yace solo en su rechazo contundente y unívoco de cualquier compromiso deliberado entre la ley divina y el egoísmo humano, sino también en su buena disposición para aceptar alegremente y con gratitud estos dones inestimables de Dios — sus hijos — en la cantidad que a Él le plazca mandar.


    Esta actitud libera a las parejas casadas de las ansiedades y remordimientos opresivos, y, en la opinión de médicos excepcionales, crea las condiciones psicológicas ideales para el sano desarrollo de los hijos nacidos a partir del matrimonio. Pues, justo en el comienzo de estas nuevas vidas, elimina todas esas preocupaciones y alteraciones que tan fácilmente pueden dejar marcas físicas o psicológicas en la madre o el hijo.


    Exceptuando los casos excepcionales, y Nos ya hemos tenido ocasión de hablar de estos, la ley de la naturaleza es básicamente una de armonía, y lleva a la discordia y a las contradicciones solo en los casos en que su operación normal ha sido alterada por circunstancias particulares que, en su mayor parte, son anormales, o por deliberada oposición de parte de la voluntad humana. No hay eugenesia que pueda mejorar la naturaleza: es buena como ciencia en tanto que no tenga por meta ganar un profundo conocimiento de las leyes naturales y respete estas mismas leyes, si bien en algunos casos sea prudente disuadir a personas que sufren de defectos graves de que se casen (cfr. Enc. Casti connubii, dic. 31 de 1930: A.A.S. 22 [1930] p. 565).



    Salud física y moral


    De nuevo, el buen sentido común siempre y en todas partes consideraba que las familias numerosas eran una señal, una prueba y una fuente de la salud física; y la historia no se equivoca cuando indica que la principal causa de la decadencia de los pueblos es la violación y el abuso de las leyes que gobiernan el matrimonio y la procreación.


    Lejos de ser un “mal social,” las familias numerosas son una garantía de la salud moral y física de un pueblo. En los hogares donde los llantos del bebé resuenan siempre de la cuna, florecen espontáneamente las virtudes y se hace huir al vicio, como si hubiese sido perseguido por la niñez, renovada allí como el aliento fresco y vigorizante de la primavera.


    Así que, dejad que el débil y el egoísta tomen ejemplo de vosotros; dejad que la nación os siga amando y agradeciendo por todos los sacrificios que habéis asumido para criar y educar a sus ciudadanos; de igual manera la Iglesia está complacida porque le permitís ofrecer grupos cada vez más grandes y sanos de almas para la actividad santificadora del Espíritu divino.


    En el moderno mundo civil la familia numerosa es considerada, por lo general, y con buena razón, como prueba del hecho de que la fe cristiana se vive como debe ser, pues el egoísmo que Nos acabamos de señalar como el principal obstáculo para el crecimiento de un grupo familiar no puede ser vencido exitosamente sin recurrir a los principios éticos y religiosos.


    En tiempos recientes hemos visto como las supuestas “políticas demográficas” no han logrado alcanzar resultados notables; y es fácil ver el porqué, pues el interés individual casi siempre vencerá el orgullo y egoísmo colectivo que esta idea a menudo expresa; además, las metas y métodos de esta política degradan la dignidad de la familia y de la persona al colocarla en el mismo nivel que las especies inferiores.



    La luz del cristianismo


    Solo la luz divina y eterna del cristianismo da plenitud de vida y significado a la familia, y esto es tan cierto que desde el mismo principio, y por todo el decurso de su historia, las familias numerosas han sido consideradas con frecuencia como sinónimo de familias cristianas.


    El respeto a las leyes divinas ha hecho que abunden en vida; la fe en Dios da a los padres la fuerza y el vigor necesarios para enfrentar el sacrificio y la autonegación exigidas en la crianza de los hijos; los principios cristianos los guían y ayudan en la pesada labor de la educación; el espíritu cristiano del amor vigila su paz y buen orden, y de la naturaleza parece sacar y conferir las alegrías familiares más profundas a los padres, hijos, hermanos y hermanas.


    Aun externamente, la familia numerosa y bien ordenada es una especie de santuario visible: el sacramento del bautismo no es un acontecimiento excepcional para ellos, sino algo que constantemente renueva el gozo y la gracia del Señor. La serie de felices peregrinajes a la fuente bautismal aun no acaban de terminarse cuando comienza la confirmación y la primera comunión, sin perder la misma inocencia. El más joven de los hijos apenas habrá puesto a un lado su trajesito blanco entre las memorias más queridas de la vida, cuando ya aparece el primer velo de bodas para reunir a padres, hijos y parientes nuevos al pie del altar. A ello le siguen más matrimonios, más bautismos, más primeras comuniones, como primaveras siempre nuevas que, en cierto sentido, hacen que las visitas de Dios y de su gracia al hogar sean interminables.



    Confianza en Dios


    Mas Dios también visita las familias con su Providencia, y los padres, especialmente los pobres, dan claro testimonio de esto al colocar toda su confianza en Él cuando los esfuerzos humanos no son suficientes. ¡Confianza de fundamento sólido y no en vano! La Providencia — en palabras e ideas humanas — no es una suma total de actos excepcionales de la misericordia divina; es el resultado ordinario de la actividad armoniosa de la sabiduría, la bondad y la omnipotencia infinitas del Creador. Dios nunca rehusará los medios de vida a quienes llama a la existencia.


    El divino Maestro ha enseñado explícitamente que “la vida vale más que el alimento y el cuerpo más que el vestido” (cf. Mt. 6, 25). Si algún incidente, sea pequeño, sea grande, parece contradecir esto, es señal de que el hombre ha colocado obstáculos en el camino de los designios divinos, o, si no, en casos excepcionales, que Dios tiene planes superiores para el bien; pero la Providencia es algo real, algo necesario por ser Dios el Creador.



    Sobrepoblación


    El presunto problema de la sobrepoblación de la tierra es en parte real y en parte temido sin razón como una catástrofe inminente para la sociedad moderna; y, sin duda, el surgimiento de este problema y el continuo fracaso por encontrar una solución no se debe a alguna confusión o apatía por parte de la divina Providencia, sino más bien al desorden por parte del hombre, en especial a su egoísmo y su avaricia.


    Con el progreso que se ha hecho en la tecnología, con la facilidad de la transportación, y con las nuevas fuentes de energía que apenas están empezando a aprovecharse, la tierra puede prometer prosperidad a todos los que van a morar en ella largo tiempo.


    En cuanto al futuro, ¿quién puede prever los nuevos e insospechados recursos que puedan encontrarse en nuestro planeta, y qué sorpresas puedan descubrirse fuera de ella por medio de los maravillosos logros científicos que apenas acaban de comenzar? ¿Y quién puede estar seguro de que el ritmo natural de la procreación será el mismo en el futuro? ¿No es posible que entre en juego alguna ley que moderará el ritmo de la expansión desde dentro? La Providencia ha reservado el destino del mundo para sí.


    Es extraño encontrar que los temores de algunos individuos sean capaces de cambiar esperanzas bien fundadas para la prosperidad en una amenaza catastrófica en el momento mismo cuando la ciencia está transformando lo que solía ser considerado como sueños de imaginaciones alocadas en realidades útiles.


    De manera que la sobrepoblación no es una razón válida para propagar las prácticas ilícitas del control natal. Es simplemente un pretexto utilizado por quienes desearían justificar la avaricia y el egoísmo; por aquellas naciones, por ejemplo, que temen que la expansión de otras presentará un peligro para su propia posición política y causará una degradación de sus condiciones de vida generales; o por individuos, especialmente los de buena posición, que prefieren el mayor gozo posible de los bienes terrenales a los elogios y el mérito de traer nuevas vidas a la existencia. El resultado final es que quebrantan las leyes fijas y ciertas del Creador so pretexto de corregir los supuestos errores de su Providencia.


    Sería más razonable y útil si la sociedad moderna hiciera un esfuerzo más determinado y unviersal para corregir su propia conducta, quitando las causas de la hambruna en las “zonas de crisis” o sobrepobladas, mediante un uso más activo de los descubrimientos modernos para fines pacíficos; una política más abierta de colaboración e intercambio, una economía que vea más hacia el futuro y que sea menos nacionalista; sobre todo, reaccionando a todos los indicios de egoísmo con caridad, y a los de avaricia con una aplicación más concreta de la justicia.


    Dios no va a pedir cuentas a los hombres por el destino general de la humanidad; ese es su problema; pero sí exigirá cuentas de los actos individuales que han realizado deliberadamente conforme a los dictados de la conciencia o contra ellos.


    En cuantro a vosotros, padres e hijos de familias numerosas, sigan dando testimonio sereno y firme de su confianza en la divina Providencia, y estén seguros de que Él no dejará de recompensaros con el testimonio de su auxilio diario y, cuando sea necesario, con aquellos auxilios extraordinarios que muchos de vosotros ya han sido afortunados de experimentar.


    Y ahora unas cuantas palabras sobre su tercer testimonio, palabras que pueden dar nuevas fuerzas a quienes son temerosos y os traen pequeño consuelo.


    Las familias numerosas son los arriates más espléndidos en el jardín de la Iglesia; la felicidad florece en ellos y la santidad madura en suelo favorable. Dios quiso que cada grupo familiar, aun el más pequeño, fuera un oasis de paz espiritual. Pero hay una tremenda diferencia: donde el número de hijos no es más que uno, la intimidad serena que da valor a la vida tiene un toque de melancolía o de palidez; no dura tanto, puede ser más incierta y con frecuencia está nublada por temores secretos y remordimientos.



    La felicidad en una familia numerosa


    Es muy diferente a la serenidad de espíritu hallada en padres rodeados de una rica abundancia de vidas jóvenes. El gozo que viene de las abundantes bendiciones de Dios rompe de mil maneras y no hay miedo de que termine. Las frentes de estos padres y madres pueden estar cargadas de cuidados, mas nunca hay señal de alguna sombra interior que delate ansiedad de conciencia o miedo de un irreparable regreso a la soledad. Mientras la dulce fragancia de una cuna permanezca en el hogar, mientras las paredes de la casa den eco a las voces argentinas de hijos y nietos, su juventud nunca parecerá desvanecerse.


    Sus pesadas labores, multiplicadas una y otra vez, sus intensificados sacrificios y su renuncia a las diversiones costosas son recompensadas incluso aquí abajo con el inagotable tesoro del afecto y las tiernas esperanzas que residen en sus corazones; y de él nunca se cansarán ni les molestará.

    Las esperanzas pronto se vuelven realidad cuando la hija mayor comienza a ayudar a su madre en el cuidado del bebé, y cuando el mayor de los hijos llega a casa con rostro sonriente y con el primer salario que se ha ganado para sí mismo. Aquél día será particularmente feliz para los padres, pues hará desaparecer el fantasma de una edad vieja pasada en la miseria, y se sentirán asegurados de una recompensa por sus sacrificios.


    Cuando hay muchos hijos, a los jovencitos se les ahorra el aburrimiento de la soledad y la incomodidad de tener que vivir en medio de adultos todo el tiempo. Es cierto que algunas veces pueden vovlerse tan animados que os pongan los nervios de punta, y sus riñas pueden parecer pequeños motines; pero incluso sus discusiones juegan un papel efectivo en la formación del carácter, siempre y cuando sean breves y superficiales. Los hijos de familias numerosas aprenden casi automáticamente a ser cuidadosos de lo que hacen y a asumir responsabilidad; aprenden a respetarse y a ayudarse, a ser de gran corazón y generosos. Para ellos, la familia es como lugar de prueba, antes de que salgan al mundo exterior, que será más difícil y más exigente.



    Las vocaciones


    Todos estos preciosos beneficios serán más sólidos y permanentes, más intensos y fructíferos si la familia numerosa toma como principio rector el espíritu sobrenatural del Evangelio, el cual espiritualiza todo y lo hace eterno. La experiencia muestra que en estos casos, Dios a menudo va más allá de los dones ordinarios de la Providencia, como lo es el gozo y la paz, para conferirle un llamado especial, una vocación al sacerdocio, a la vida religiosa, a la mayor santidad posible.


    Con buena razón se ha señalado frecuentemente que las familias numerosas han estado al frente como cunas de santos. Podríamos citar, entre otras, a la familia de san Luis, el rey de Francia, compuesta de diez hijos, la de santa Catalina de Siena, quien descendía de una familia de veinticinco, san Roberto Belarmino de una familia de doce, y san Pío X de una familia de diez.


    Cada vocación es un secreto de la Providencia; pero estos casos prueban que un número grande de hijos no impide a los padres darles una crianza excepcional y perfecta; y muestran que la cantidad no trabaja en desventaja de su calidad, sea respecto a los valores físicos, sea los espirituales.

    Vigilancia y acción


    Una última palabra para vos, directores y representantes de las Asociaciones por las Familias Numerosas de Roma e Italia. Sed cuidadosos de imprimir un sello de dinamismo cada vez más vigilante y fructuoso en la acción que deseáis llevar a favor de la dignidad de las familias numerosas y a favor de su protección económica.


    Con respecto a la primera de estas metas, manténganse en línea con las directivas de la Iglesia; con respecto a la segunda, debéis despertar del letargo a aquella parte de la sociedad que aún no está conciente de sus responsabilidades sociales. La Providencia es una verdad y una realidad divina, pero decide hacerse de cooperadores humanos. Por lo general, entra en acción y sale en nuestro auxilio cuando ha sido llamada y llevada por la mano del hombre; le encanta estar escondida detrás de la actividad humana. Si bien es justo reconocer que la legislación italiana puede legítimamente presumir de ser la más avanzada en esta area de ofrecer protección a las familias y, en especial, a las familias numerosas, no debemos cerrar nuestros ojos al hecho de que aún hoy hay un número considerable de aquellas que son lanzadas de un lado a otro, entre el desasosiego y la privación real, y sin culpa suya. Vuestra acción debe tener por meta traer a estas personas la protección de las leyes, y en los casos más urgentes, la ayuda de la caridad. Todo logro positivo en este campo es como una piedra sólida colocada en la estructura de la nación y de la Iglesia; es lo mejor podéis hacer como católicos y como ciudadanos.


    Pidiendo la protección divina para vuestras familias y para las de toda Italia, y colocándolas una vez más bajo la protección celestial de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, Os conferimos con todo Nuestro corazón Nuestra paternal bendición apostólica.


    Papa Pío XII- 20 de enero de 1958

    FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA CATÓLICA : LAS FAMILIAS NUMEROSAS SON UNA BENDICIÓN DE DIOS
    Última edición por Hyeronimus; 21/01/2015 a las 13:07

  6. #6
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Mis hijos, mis seis conejitos



    Peter Rabbit, de Beatrix Potter, hermosa imagen de una mamá católica según Francis


    Ahora, según nuestro Obispo de Roma dice, soy una coneja. No una conejita de play -boy, sino una coneja porque quise vivir católicamente con mi esposo y aceptamos todos los hijos que Él quiso darnos. Fueron seis cesáreas exitosas, dos pérdidas y el año pasado me extirparon el útero por un asunto de hemorragias lo que constituyó mi séptima y última cesárea.


    Ahora, según nuestro Obispo de Roma dice, soy una coneja. No una conejita de play -boy, sino una coneja porque quise vivir católicamente con mi esposo y aceptamos todos los hijos que Él quiso darnos. Fueron seis cesáreas exitosas, dos pérdidas y el año pasado me extirparon el útero por un asunto de hemorragias lo que constituyó mi séptima y última cesárea.

    Como ya una vez les conté, Bensonians: ¿Te vas a ligar? cada vez que tenía un hijo el médico me preguntaba si quería ligarme. Yo le decía que no, que jamás, porque yo no soy dueña de mi cuerpo y si Dios quiere regalarme más hijos yo no soy nadie para negarme. Ni ligarme, ni pastillas, ni métodos anticonceptivos artificiales. Dios sabrá si me da más hijos o no, y así fue, me dio a los que Él consideró.

    Poner trancas o impedimentos no es confiar en la Providencia, tampoco es tentar a Dios. Dios sabe a quien le manda hijos y cuantos manda. No me parece que haya que estar preguntándole a un obispo o a un sacerdote cuantos hijos deba un matrimonio tener o no, ni andar haciendo sugerencias acerca del número adecuado según los estudios demográficos. Ese es problema de los esposos y de Dios. Obviamente que hay que ser prudentes, pero todo al final de cuentas, depende de Dios.


    A mis hijos en el colegio, cuando recién llegaron como alumnos, se burlaban de ellos y de su madre a la que llamaban...coneja. Hoy pasados los años ya no se burlan, sino que envidian la hermosa familia que Dios les dio, lo unidos que son, lo aplicados que son, y no lo digo porque sean mis hijos, sino porque los católicos estamos llamados a dar ejemplo, a ser luz, y las familias numerosas damos ejemplo. Ejemplos ante un mundo que sólo piensa en términos económicos y que cada hijo significa gastos y dolores de cabeza. Reconozco que no es fácil, que a veces andamos al justo, pero la Providencia nunca nos ha fallado, nunca nos ha faltado nada y nunca nos faltará.


    Parece que tendremos que acostumbrarnos a que en cada viaje que emprende nuestra actual pontificia calamidad se mande un discurso desafortunado. Estas cosas duelen y duelen más porque se le otorgan más armas a nuestros enemigos.

    Bensonians


  7. #7
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Perdón si ya van demasiados artículos posteados sobre la última bergogliada, pero es que no tienen desperdicio.





    ¿Mis hijos, fruto de una tentación a Dios?

    No sé si cada día estoy más atónita, enfadada, entristecida… Hace tiempo que desconozco cómo calificar mi estado de ánimo. Pero lo que sí que puedo asegurar es que ayer fue una jornada negra, de esas que recordaré durante mucho tiempo. Jamás pensé que podría llegarme a sentirme despreciada por el Santo Padre, y sin embargo, así fue. Que no era esa su intención, creo que no. Pero que ese fue el resultado, sí que lo fue.


    Supongo que los lectores de Adelantelafe sabrán la razón. No he escondido jamás que soy madre de cinco maravillosos hijos. Siempre los he considerado mi “corona”, mis regalos de Dios, mis bendiciones. Los he lucido con orgullo, no porque los considere míos (que no lo son), sino porque siempre los he sentido como regalos de Dios, confiados a nosotros (los padres) para devolvérselos algún día.


    Hace tiempo que entendí que los hijos no son fruto de la decisión de los padres, sino de Dios. “Antes de que estuvieras en el vientre materno, yo ya te conocía”, así dice el Señor. Todos hemos estado en la mente de Dios desde la Eternidad, por eso, ningún niño es un error para Dios. Lo contrario de lo que se nos quiere convencer ahora por parte de esta egoísta sociedad. Puede que un nacimiento no se dé en las mejores circunstancias, pero “error”, jamás. “Dios siempre escribe recto con renglones torcidos”, se dice.


    Los cristianos defendemos la vida como resultado de la voluntad de Dios. Por eso, la defendemos cuando a los ojos del mundo es indefendible: en caso de violaciones, en caso de malformaciones, en caso de peligro para la madre durante el embarazo… Somos escándalo para el mundo, porque para nosotros, todo hijo es una bendición de Dios.


    De ahí mi estupor anoche cuando oí las desafortunadas palabras del Santo Padre: “Hay quienes creen que para ser buenos católicos debemos ser (perdónenme por la expresión) como conejos”.


    Santo Padre, ¿realmente era necesaria esa expresión? Usted sabía la carga significativa que tenía, de hecho, pidió perdón antes de usarla. Y yo me pregunto, ¿tener muchos hijos es actuar “como conejos”? Pensemos que el Santo Padre quiso decir (ya empiezo con interpretaciones) que los conejos no tienen voluntad para engendrar, que simplemente actúan según criterios de la Naturaleza. Muy bien, quizás quiso decir eso.

    Pero no deja de sorprenderme que se “animalizara” de tal forma el acto de concebir un hijo. Porque, el alma humana, tiene un valor infinito para Dios. Y toda alma humana es única, de valor incalculable. ¿Conejos? Santo Padre, no. El mundo piensa eso, el cristiano, no.


    El cristiano no debe hacer “hijos en serie”, continuó ayer en el avión.


    ¡Qué palabras tan duras! Una cosa hecha en serie es algo que carece de valor, porque no es única. Supone también una automatización, donde no interviene la voluntad, la creatividad, el ingenio humano; actuar como robots sin conciencia alguna de lo que se está haciendo. “Hijos en serie…”


    ¿Mis hijos están hechos en serie? ¿No son únicos para Dios? ¿Le resto valor al primero por el hecho de haber tenido más? ¿El quinto no es una bendición de Dios? ¿Es un número de serie?


    Este tipo de expresiones las he oído demasiadas veces en la ONU, cuando se defiende al aborto. Se empieza por cosificar (animalizar) al ser humano y se acaba defendiendo lo indefendible.


    Pero el Santo Padre siguió hablando… y comenta que regañó a una madre que estaba embarazada del octavo hijo, porque había sufrido siete cesáreas: “¿Qué quiere, dejar huérfanos a sus hijos? ¡Eso es tentar a Dios!”.

    Santo Padre, usted siempre ha dicho que el pastor tiene que oler a oveja. Tiene que estar cerca de ellas, conocerlas, sufrir con ellas. Si fuera así, jamás hubiera regañado a esta madre. Yo he sufrido cinco cesáreas. Y el mundo me ha crucificado. Mucho. Pero a mi marido, aún más.


    Para el mundo, como soy cristiana, perdí mi capacidad de decisión y actúo como una autómata. Me dejo embazar, así, sin más. Y a mis hijos, ¡que le den!


    Santo Padre, ¡qué injusto! ¿También lo tengo que escuchar de usted? ¿Mi padre espiritual?


    Mi marido y yo somos muy conscientes de lo que nos jugamos. Mis hijos, también. Cada embarazo que sufrí a partir del tercero ha supuesto un enorme susto para nosotros. No soy un autómata incapaz de pensar. ¡Ojala lo fuera! El problema es que, para algunos matrimonios, Dios tiene voluntad propia. Por mucho que usted diga que conoce muchos métodos (¿de verdad?, ¿no naturales?) para evitar un embarazo, no son métodos infalibles y menos para algunas parejas.


    Precisamente, si la Iglesia permite los métodos naturales, es porque siempre se deja abierta la puerta a Dios. Y… sorpresa, sorpresa (porque Dios siempre sorprende), por alguna “extraña” razón, Dios manda hijos a quien posa su confianza en Él.


    Mi cuarto hijo y mi quinto no han sido programados. Tampoco son hijos en serie. Y menos han sido fruto de nuestro tentar a Dios. ¿O si? Escuchamos las enseñanzas de la Iglesia y a pesar de las ENORMES presiones que recibimos para usar métodos no naturales (incluso dentro de la misma Iglesia), a pesar del peligro para mi salud, pusimos nuestra confianza en Él. ¡Qué paso más terrible! ¡Qué duro!


    ¿Cómo se puede acusar a un matrimonio de querer dejar huérfanos a sus hijos? Yo misma he escuchado esa frase en boca de mucha gente. ¡Y duele! ¿Cómo puede acusar a esa madre tan duramente? ¡Yo no quiero dejar huérfanos a mis hijos! ¡Nadie lo quiere! Pero… creo en Dios. Creo en su voluntad. Y confío en Él. Incluso a costa de mi propia vida. No dijo el propio Jesús, “No hay nadie más feliz que quien da la vida por un amigo”. ¿Acaso no es eso transferible a los hijos?


    Cada día de mis últimos embarazos fue consciente de que podían ser los últimos. Mi marido, también. No me reste valor pensando que soy una autómata sometida a una religión sin fundamento. Si hubiera escuchado a esta madre, hubiera oído su lucha diaria por seguir confiando en Dios. En lo dura que es. En lo difícil que resulta. Sobre todo, en un mundo donde es tan fácil como acudir a una farmacia y solicitar un anticonceptivo.

    No necesitamos su regañina (ya nos la da el mundo), necesitamos su apoyo. Porque es una decisión difícil, diaria, que pesa.


    Y, ¿sabe? Mi cuarto hijo nació en Diciembre. El día del parto me había preparado. Había confesado, y fui a misa con mi marido. Cuando me llevaron en camilla hacia el paritorio, apareció un coro de niños. Habían acudido al Hospital para cantar villancicos a los pacientes. Me hicieron un pasillo y cantaron… ¡Si, cantaron! Luego, bajaron al paritorio y los médicos abrieron las puertas para que pudiese escucharlos. Mi hijo nació a las 12 (hora del Ángelus) bajo los cánticos “Ha nacido Enmanuel”. La enfermera (que no me conocía de nada), cuando lo cogió en brazos se emocionó me susurró al oído “en verdad, éste es un regalo de Dios”.


    Y, estoy de acuerdo con ella.


    Mi quinto hijo también es de Diciembre. Y ¿sabe? “Curiosamente” también recibió los cantos de los niños. Yo he sobrenaturalizado mis partos. María estuvo presente en ellos. Sentí la comunión de los Santos… Por favor, no le reste sobrenaturalidad a ellos. Ya lo hace el mundo.


    ¿María tentó a Dios? Si hubiese escuchado al mundo, Jesús no habría nacido. Pero depositó su confianza en Dios. Se fió. Fue generosa.


    Finalmente, un apunte. Mis hijos sabían del peligro que corría. Nunca se lo escondí. Rezaron por mí y por sus hermanitos. Y, este verano, cuando fuimos a Lourdes para dar gracias a María por el parto sin incidentes, ¿sabe lo que pidió mi hijo mayor? ¡Otro hermanito!


    Creo que un niño nos puede enseñar mucho. Mi hijo me enseñó generosidad. Y valor. Santo Padre, escuche a sus ovejas, por favor, porque nos sentimos perdidas. Qué quiere ir a por las que están fuera del redil, ¡fenomenal!, pero no se olvide de las que estamos dentro. Quizás, ahora más que nunca, estemos necesitadas de un buen pastor.


    Mónica C. Ars





    ¿Mis hijos, fruto de una tentación a Dios? | Adelante la Fe

  8. #8
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Me hubiese encantado tener una familia de conejitos, como la de mi padre, 8 hermanos, como la de mi madre, otros 8. Pero no pudo ser, aún así mis hijas, pues no hubo forma de tener al menos un chico, valen por diez cada una de ellas gracias a Dios y no es sólo amor (ciego) de padre.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  9. #9
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    DUPLICIDAD

    «Sea vuestro hablar sí, sí; no, no. Lo demás viene del Maligno» (Mt 5, 37)

    Un caso de bilingüismo, como de serpiente. Ayer fue fustigar el fantasma de las familias católicas y numerosas de antaño, como si los fantasmas perturbaran en algo la muda -al parecer perfectiva e irrevocable- de los hábitos y de los principios sobre los que éstos se cimientan; hoy fue «da consuelo y esperanza ver tantas familias numerosas que acogen a los hijos como un verdadero don de Dios». Creemos haber hablado alguna vez de esta sorprendente virtualidad -ya que no virtud- de la glotis de Francisco. La gracia gratis data de la bilocación, de que dan testimonio las biografías de varios santos, se trueca en éste en notoria bilocución. Son habilidades adquiridas en la escuela de aquel santo doctor y fundador de impar progenie: san Perón.

    Pero no somos tan simplones como para aceptar las excusas de un farsante consumado. Primero, porque no creemos -como tantos que se esmeran en cubrirle las vergüenzas al rey desnudo- en que sus palabras sobre la familia conejil deban ser situadas en el contexto de su reciente viaje a Filipinas, con el drama de la pobreza extrema ante sus retinas, etc. etc. El verdadero contexto de las palabras de Bergoglio son sus agobiantes dislates de cada día, que autorizan la presunción de que su demasía (ese «lo demás» que excede a la límpida locución esperable de un pontífice) viene de soterra. Y sus palabras aludían a familias católicas, numerosas, como se usaba otrora, hijas de aquella Iglesia que todavía no había abrazado las novedades conciliares, la misma que concita las habituales y coléricas reprensiones del pontífice. Como lo hizo con ocasión de este último viaje, por harta vez:

    ¿Hace tiempo se decía que los budistas iban al infierno? Pero también que los protestantes, cuando yo era niño, iban al infierno, es lo que nos enseñaban. Y recuerdo la primera experiencia de ecumenismo que tuve: tenía cuatro años o cinco e iba caminando por la calle con mi abuela, que me llevaba de la mano, y en la otra acera iban dos mujeres del Ejército de la Salvación, con ese sombrero que ya no se usa y con ese moño. Yo pregunté: “¿Abuela, esas son monjas?”. Y ella me respondió: “No, son protestantes, ¡pero son buenas!”. Fue la primera vez que escuché hablar bien sobre las personas que pertenecen a otras confesiones. La Iglesia ha crecido mucho en el respeto por las demás religiones, el Concilio Vaticano II ha hablado sobre el respeto de sus valores. Hubo tiempos oscuros en la historia de la Iglesia, hay que decirlo sin vergüenza...
    Ciertamente, lo dice sin vergüenza. Pero lo más grave del discurso de las familias numerosas, poco notado en general y bien apuntado en un comentario que nos enviaron a nuestra entrada anterior, estriba en la re-interpretación fullera que Bergoglio propicia de la Humanae vitae, aquella Encíclica tan resistida de Paulo VI cuyo objeto fue señalar la ilicitud de los métodos anticonceptivos, y que Bergoglio refunde como mera condena del neo-malthusianismo. «Habiendo relativizado este pronunciamiento magisterial, procede a llevar la cuestión [del uso de anticonceptivos] al fuero interno». Ya lo había hecho su finado amigote, el levantisco cardenal Mejía, desde las páginas de su malfamada revista Criterio en los mismos días de la salida de aquella Encíclica: «la enseñanza de la Sede romana no es un absoluto» porque ésta de la bioética «es la zona más crepuscular y delicada del ejercicio del Magisterio», pues aunque la Iglesia «tiene el derecho a proclamar enseñanzas que se refieren a la ley natural (...) entramos en una zona donde el progreso de los conocimientos humanos, las limitaciones culturales y las transformaciones de la historia tienen su parte». «El límite -culmina Mejía- no es impuesto a la conciencia, sino que brota, en la enseñanza de la Encíclica, de las raíces de la conciencia misma». Francisco recogió el motivo: «el rechazo de Paulo VI no se refería a problemas personales, sobre los cuales pedirá luego a los confesores que sean misericordiosos y que comprendan las situaciones» sino al neo-malthusianismo. No sólo tienen la osadía de afirmar que la ley no está en las cosas sino en el sujeto, que la conciencia es infalible y que un acto malo por su objeto puede dejar de serlo a tenor de las circunstancias (y que el pecado está en las ideologías y en los programas, pero no en los actos personales), sino que pretenden hacer cómplice al Magisterio de esos mismos y venenosos errores. Y de paso, para alivio del montón, se abren las compuertas de un cambio de doctrina respecto de los anticonceptivos.

    Eso sí: al día siguiente, a alabar a las familias numerosas.

    In exspectatione

  10. #10
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    G.K Chesterton y el Control de la Natalidad

    Bebés y Distributismo
    G.K Chesterton





    Espero que no sea una oculta arrogancia pensar que no soy excepcionalmente arrogante; o si lo fuere, mi religión me impediría estar satisfecho de mi orgullo. Sin embargo, existe una terrible tentación de orgullo intelectual para todos los que participan de esta filosofía, si miran al caos de filosofías verborrágicas y triviales que nos rodea hoy. A pesar de todo, no hay muchas cosas que me muevan a algo parecido a un desprecio personal. No siento ningún desprecio por el ateo, que es a menudo un hombre limitado, constreñido por su propia lógica a una simplificación muy triste. No desprecio al bolchevique, que es una rebelión contra errores muy verdaderos. Pero existe un tipo de hombre hacia el cual siento lo que sólo puedo calificar como desprecio. Y ése es el propagandista popular de lo que él – o ella – describen absurdamente como control de la natalidad.


    Desprecio el control de la natalidad porque, en primer término, es una palabra débil, indecisa y cobarde, que se usa para adobar el apoyo hasta de aquellos que en principio rechazarían su verdadero sentido. El proceso que estos curanderos recomiendan, no controla ningún nacimiento. Solamente asegura de que no va haber ninguna natalidad que controlar. No pretenden, por ejemplo, determinar el sexo o hacer alguna selección al estilo de la seudo-ciencia que llaman Eugenesia. La gente normal actúa para producir nacimientos; y esa clase de personas sólo puede actuar para impedirlos. Pero ellos saben perfectamente bien que deberían escribir prohibición de la natalidad en cualquiera de los centenares de lugares en los que escriben la hipócrita frase control de la natalidad. Saben tan bien como yo que la frase prohibición de la natalidad produciría un escalofrío en el mismo instante en que fuera proclamada en titulares, proferida desde plataformas o distribuida en anuncios, como cualquier otra medicina de curandero. No se atreven a llamarla por su nombre porque su nombre es mala propaganda. Por eso usan una frase convencional y sin significado, que puede hacer parecer a su curanderismo como algo más inocuo.



    En segundo lugar desprecio al control de la natalidad porque es una cosa débil, indecisa y cobarde. No es ni siquiera un paso en el embarrado camino que ellos llaman eugenesia; es rehusarse de plano a tomar el primero y más obvio de los pasos en el camino que conduce a la eugenesia.


    Una vez aceptado que su filosofía es correcta y su camino de acción evidente, su curso de acción es obvio, pero ellos se niegan a seguirlo y ni siquiera se animan a declararlo. Si las cosas que la cristiandad ha considerado morales no tienen autoridad, porque sus orígenes son místicos, entonces deberían sentirse libres de ignorar toda diferencia entre los hombres y los animales, y tratar a los hombres como animales. No necesitan andarse con vueltas con el rancio y tímido compromiso y convención llamado control de la natalidad. Nadie lo aplicaría a un gato. El camino de acción obvio para los eugenistas es actuar con los bebés como actuarían con los gatitos. Permitan que todos los bebés nazcan, para después ahogar los que no nos gustan. No veo ninguna objeción a esto, salvo la especie moral o mística de objeción que hemos opuesto a la prevención de la natalidad. Esto sería real y razonablemente eugénico, porque podríamos seleccionar los mejores, o al menos los más saludables, y sacrificar aquellos que se llaman los inadaptados. Con el débil compromiso de la prevención de la natalidad, estamos, muy probablemente, sacrificando los adaptados para producir únicamente los inadaptados. Los nacimientos que impedimos pueden ser los de los mejores y más hermosos niños; los que permitimos, los más débiles o los peores. Y esto es verdaderamente probable, porque este hábito desalienta la paternidad precoz de la gente joven y vigoriza, permitiéndoles dejar la experiencia para años posteriores, principalmente por motivos mercenarios. Hasta que no vea aparecer un verdadero líder pionero progresista, que proponga un programa científico bueno y audaz para ahogar a los bebés, no me uniré al movimiento.

    Pero existe una tercera razón para mi desprecio, mucho más profunda y por lo tanto mucho más difícil de explicar, en la que están enraizadas todas mis razones para ser lo que soy o intento ser, y, sobre todo, para ser un distributista. Quizás lo más cercano a su descripción sea decir esto: mi desprecio hierve hasta convertirse en mala conducta cuando oigo la sugerencia común de que se impiden los nacimientos, porque la gente desea estar libre para ir al cine o comprar un tocadiscos o una radio. Lo que me hace desear caminar sobre esta gente como si fueran felpudos es que usen la palabra libre. Con cada uno de esos actos se encadenan al más servil y mecánico sistema que haya sido tolerado por los hombres. El cine es una máquina para proyectar formas llamadas imágenes, que transmiten la noción que los más vulgares millonarios tienen acerca del gusto de las más vulgares multitudes. El tocadiscos es una máquina para reproducir el tipo de melodías que ciertos comercios y otras organizaciones eligen vender. La radio es mejor, pero tampoco se salva de lo que marca la modernidad de las tres: la impotencia de los que las reciben. El aficionado no puede desafiar al actor, el dueño de casa gritará inútilmente frente al tocadiscos; la turba no puede apedrear al parlante, sobre todo si es un altoparlante. Las tres forman parte de un mecanismo centralizado que les suministra a los hombres lo que sus patrones piensan que deben recibir.


    Pero un chico es precisamente el signo y sacramento de la libertad personal. Es una tierna voluntad libre agregada a las voluntades del mundo; es algo que sus padres han elegido producir libremente y que libremente acuerdan proteger. Ellos pueden sentir cada diversión que les proporciona – que a veces es considerable – verdaderamente proviene de él y de ellos y de nadie más. Ha nacido sin la intervención de ningún jefe o señor. Él es una creación y una contribución: es su propia y creativa contribución a la creación. Además es mucho más bello, maravilloso, entretenido y asombroso que cualquiera de las historias rancias o melodías tintineantes de jazz suministradas por las máquinas. Cuando los hombres han dejado de sentir que es así es porque han perdido la apreciación de las cosas primarias y, por consiguiente, todo sentido de proporción acerca del mundo. La gente que prefiere los placeres mecánicos a semejante milagro, está exhausta y esclavizada. Prefieren la escoria antes que la fuente primigenia de la vida. Prefieren la última, torcida, indirecta, copiada, repetida y exhausta creación de nuestra agonizante civilización capitalista, a la realidad que es el único rejuvenecimiento para cualquier civilización. Son ellos los que abrazan las cadenas de su vieja esclavitud; es el niño el que está listo para el nuevo mundo.

    Bensonians

  11. #11
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    Thumbs up Re: Habemus Papam - Francisco I

    Cita Iniciado por DOBLE AGUILA Ver mensaje
    A mí me dio un malísimo fario aquel día, exactamente igual que el momento justo en que eligieron a Bergoglio. Recuerdo que, un segundo después del nombramiento, Fernández de la Cigoña que era el experto invitado en la cadena en la que yo estaba viendo la ceremonia, hizo (aunque no se vio) un gesto de total desaprobación; entonces otro invitado le preguntó en voz baja (aunque audible): "¿Pero es que no te gusta NADA?". No hubo respuesta, automáticamente todos los invitados se pusieron a hablar maravillas del nuevo Papa; yo pensé involuntariamente: "ya está hecho", y se me pusieron los pelos como escarpias.
    Bue, por lo menos ahora parece que le da lindas sorpresas:

    Con este Papa vamos de sorpresa en sorpresa


    Algunas preocupantes, otras hirientes para quienes creo que no se lo merecen, y que algunos lectores se encargan de protestar, muchas, óptimas. Pero también en las óptimas cabe la sorpresa. Porque no debería sorprender que el Papa dijera cosas muy buenas y muy bien dichas. Parecería que iba en el cargo.


    Sería interminable señalar todo lo bueno que ha dicho el Papa Francisco. Muchísimo. Y en algunas cuestiones, muy importantes, con más reincidencia que otros Papas anteriores. Éste no es un Blog pontificio. Hay otras páginas que recogen cuanto el Papa dice. Creo, al menos no es mi intención, que tampoco es un Blog crítico con el Papa. Por mi parte. Que es el Blog. Los comentarios son ya de quienes los hacen. Y bastantes notablemente críticos. Borro lo que me parece impresentable y en lo demás que cada palo aguante su vela. También pienso que no sería labor eclesial eliminar toda crítica a cosas del Papa ocultando una realidad que ahí está. Con razón o sin ella. Por parte de muchos o de pocos.


    Hoy me voy a referir solamente a una cuestión seguramente de escasísima importancia. Por segunda vez en su pontificado el Papa se ha referido, positivamente, a un autor que creo que es absolutamente desconocido hoy. Tal vez mis lectores sepan algo de él porque publiqué una recensión de su obra más conocida: El Señor, o el Amo, del mundo.


    Me refiero a Benson, hijo de un primado anglicano, converso al catolicismo el hijo, sacerdote y autor leidísimo a comienzos del siglo pasado y del que hoy no se acordaba nadie. Ha habido alguna reedición en España, de la que me hice eco entusiasmado, porque el libro vale la pena, pero lo asombroso, y para mí gratísimo, es que el Santo Padre, ya en dos ocasiones, vamos a una por año de su pontificado, se haga eco, con elogio, de Benson. En novela de doctrina segurísima, ciertamente apocalíptica, y católica a machamartillo.


    Ciertamente Francisco es el Papa de las sorpresas. El Benson duplicado es una de ellas. Y no molestará a algunos molestos con el Papa. Aunque lamentablemente la mayoría de ellos no sepan quien es Benson. Leed al inglés y pienso que es posible que a algunos, o a bastantes, les sorprenda la fijación del Papa en él. A los críticos con Francisco pienso que les sorprenderá gratamente. A los entusiastas del Papa, descontando a esa inmensa mayoría de analfabetos eclesiales, tal vez no.
    Visto en Infovaticana.



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  12. #12
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Me pensaba tomar unas vacaciones de este foro, pero me voy a quedar para equilibrar un poco este hilo porque en los últimos meses sólo se postea info de blogs hostiles al Santo Padre (y siempre son los mismos).

    Para el mamarracho de Jiménez "non sancto":

    "“Puesto que la blasfemia viola el honor divino, es un pecado más grave que el homicidio."

    (Santo Tomás de Aquino)



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  13. #13
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    ¿Qué quiso decir el Papa al hablar de "paternidad responsable"?

    Roma (Italia) (AICA): Uno de los más cercanos colaboradores del papa Francisco, reveló que el Santo Padre se sintió molesto y dolido por las malinterpretaciones que surgieron de sus declaraciones sobre la familia. El arzobispo Ángelo Becciu aseguró que Francisco no quiso disminuir para nada la belleza y el valor de las familias numerosas y subrayó la confirmación que el Santo Padre hizo de las enseñanzas de la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI.

    Uno de los más cercanos colaboradores del papa Francisco, reveló que el Santo Padre se sintió molesto y dolido por las malinterpretaciones que surgieron de sus declaraciones sobre la familia. El arzobispo Ángelo Becciu aseguró que Francisco no quiso disminuir para nada la belleza y el valor de las familias numerosas y subrayó la confirmación que el Santo Padre hizo de las enseñanzas de la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI.

    Monseñor Becciu concedió una entrevista al diario italiano Avvenire en la que habló sobre la reacción del Papa, aclaró los puntos oscuros y agregó detalles de esa conferencia de prensa de la que él mismo fue partícipe.

    -¿El Papa se ha reconocido en la interpretación preponderante dada por los medios a sus palabras, cuando dijo que para ser buenos católicos no hace falta ser como conejos?
    - Al ver los títulos de los periódicos, el Santo Padre, con el que hablé ayer, se quedó un poco sorprendido por el hecho de que sus palabras –voluntariamente simples- no han sido puestas en su contexto respecto a un pasaje clarísimo de la Humanae Vitae sobre la paternidad responsable.

    La frase del Papa debe interpretarse en el sentido de que el acto procreador en el hombre es un acto responsable enraizado en el amor y en la recíproca donación de uno mismo. Lamentablemente, a menudo la cultura contemporánea tiende a disminuir la auténtica belleza y el alto valor del amor conyugal, con todas las consecuencias negativas que se derivan de ello.

    -Algunos dicen que, hablando de tres hijos por pareja, el Papa ha querido indicar un número “taxativo”...
    - ¡De ningún modo! El número 3 se refiere únicamente al número mínimo indicado por sociólogos y demógrafos para asegurar la estabilidad de la población. De ningún modo el Papa quería indicar que ése es el número “justo” de hijos por matrimonio. Cada pareja cristiana, a la luz de la gracia, está llamada a discernir, según una serie de parámetros humanos y divinos, cuál es el nímero de hijos que puede tener.

    -Muchas familias numerosas están desorientadas ante la versión que los medios de comunicación han presentado de las palabras del Santo Padre...
    - El Papa verdaderamente siente mucho que se haya creado esa desorientación. Él no quería disminuir para nada la belleza y el valor de las familias numerosas. En la audiencia general [n. de r.: del miércoles 21 de enero] afirmó que la vida es siempre un bien, y que tener muchos hijos es un don de Dios por el que hay que dar gracias.

    -¿Cuál es entonces la correcta interpretación de la paternidad responsable de la que habla la Humanae Vitae, subrayada por el Papa en diversas ocasiones?
    - Es la interpretación que nace de la enseñanza del Beato Pablo VI y de la tradición milenaria de la Iglesia reafirmada en la Casti Connubii [n. de r.:enciclica de Pio XI de 1930]: que no hay que dividir nunca el carácter unitivo y procreativo del acto sexual, y que éste debe inscribirse siempre en la lógica del amor, por la que la persona entera (física, moral y espiritual) se abre al misterio del don de sí misma en el vínculo del matrimonio.

    -¿Podemos decir que el Papa ha reafirmado la validez de este documento en todos sus aspectos?
    - No tengo la menor duda. El Papa es un gran admirador de Pablo VI, lo ha dicho en varias ocasiones. Además, ha sido él quien lo beatificó. Y en Filipinas, hace pocos días, contemplando una nación tan joven, ha querido subrayar que la posición expresada por Pablo VI en 1968 fue “profética”.

    -¿Cómo conciliar entonces la apertura a la vida con las dudas reales de las parejas que deben afrontar tantos problemas, a veces incompatibles con la recepción de una nueva vida?
    - Sabemos que esto es un verdadero drama para muchas parejas. Aquí se debería hablar del apoyo económico de los gobiernos a las familias con rentas bajas. De todas formas, como dice a menudo el Papa, es preciso tratar cada caso con misericordia y con mucha atención pastoral. Los problemas pueden nacer de cuestiones médicas, económicas o psicológicas. Para algunos cónyuges, el desafío es enorme, y la Iglesia tiene como primer deber ayudarles y confortarles.

    -El Papa se ha referido a la crisis demográfica en Italia. ¿Cuál es el mensaje para los países en la misma situación?
    - Podría decir que este gravísimo síntoma sociológico es representativo de una cultura que no tiene alegría ni esperanza, una cultura del descarte. El deseo de tener niños es, de hecho, la prueba de que se cree en el futuro, en lo que uno es. Italia y Europa están perdiendo su identidad, se están volviendo viejas. El espectáculo de la juventud desbordante de los países asiáticos ha confirmado aún más esta percepción del Papa.+
    FUENTE



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  14. #14
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    Re: Habemus Papam - Francisco I


    ¿Son deliberadas las contradicciones permanentes en el discurso de algunos clérigos?

    A muchas personas les confunde los mensajes aparentemente fluctuantes y contradictorios que algunos clérigos lanzan un día sí, y otro también. Un día parecen opinar blanco, y al día siguiente negro. Estas continuas contradicciones hacen que sea difícil exponer de forma sistemática y clara lo que piensan en realidad, originando una gran confusión sobre sus intenciones. ¿Es esto casualidad? ¿es deliberado?


    Como siempre, el Magisterio de la Iglesia tiene algo que decir al respecto. San Pío X, en su encíclica Pascendi contra el modernismo, nos advierte muy claramente de que hay “un gran número de católicos seglares y, lo que es más deplorables, hasta sacerdotes que se ocultan.. no desde fuera… sino en las entrañas misma de la Iglesia y en sus mismas venasy que tienen un modus operandi muy claro, consistente no declarar nunca su pensamiento de forma clara y sistemática, sin temor alguno a la contradicción, con el objeto de evitar la condenación y reacción:


    “su táctica es la más insidiosa y pérfida… consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes;“.



    Estas personas, continúa el Santo Padre, “so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia… Tales hombres se extrañan de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia. Pero no se extrañará de ello nadie que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus doctrinas y su manera de hablar y obrar.


    No lo olvidemos nunca.


    Miguel Ángel Yáñez


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  15. #15
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    El juego de las diferencias


    Hay dos personajes que, desde hace ya un buen tiempo, no cesan de avergonzar a todos los argentinos frente al mundo. Ellos son, claro, el Papa Francisco y la Presidente Cristina Kirchner. A tal punto llega nuestra desolación que es frecuente leer comentarios en blogs católicos donde se dice, por ejemplo, que Bergoglio es “como el resto de los argentinos”, o que “no podía esperarse otra cosa de un argentino”. Y tienen razón sólo en parte, o bien, tienen la razón que tienen todas las generalizaciones. Debo decir con pesar que, en las últimas décadas, la mayoría de los argentinos forma parte del grupo al que pertenecen el Papa y la primera mandataria. Pero hay otros argentinos, entre los cuales me cuento, que no somos de esa calaña. Somos pocos, y cada vez menos, pero estamos.

    No me interesa escribir una entrada plañidera. No es cosa de caballeros deshacerse en lágrimas y secar los trapos al sol pero sí lo es señalar lo que evidencia a estos personajes calamitosos quienes, a su paso, infringen daños irreparables a un país y a la Iglesia toda.


    Y la cuestión es que los acontecimientos de los últimos días han mostrado ya, y de un modo palmario, las innegables similitudes que tienen el Pontífice con la Presidente. Veamos aquí algunas de ellas:


    1.
    La filiación política: Ambos son hijos de San Perón. Como escribe el blog In Exspectatione, ambos poseen las “habilidades adquiridas en la escuela de aquel santo doctor y fundador de impar progenie”. Perón y su movimiento fue el sepulturero de la Argentina que supo ser hasta el año ’40. Es verdad que había mucho para enterrar: era un país con una selecta y eficiente clase dirigente pero liberal y masona, muchas veces anticlerical y que privilegiaba sus vínculos con los sectores occidentales liberales y masones de Francia, Inglaterra o los Estados Unidos. El problema es que, con todo eso, se sepultó la posibilidad de una clase dirigente y, desde ese momento, el país estuvo gobernado por los parias, es decir, por representantes de las clases inferiores incapaces de toda incapacidad para el gobierno y la administración de la cosa pública. Quienes debieran haber cumplido su rol en el teatro de la vida -diría Epicuro- en el honrado oficio de vendedores callejeros de achuras o menajes con el cual se habrían honrado a sí mismos y a la sociedad, se convirtieron en senadores, gobernadores y presidentes de una república. Perón y el peronismo des-ordenaron la sociedad; se mezclaron los papeles; su confundieron los roles; se ensució la política. Y esta es una situación irreversible. Argentina nunca más volverá a ser lo que fue: la nación líder en Latinoamérica por su educación, su cultura y su economía.


    2.
    El peronismo de ambos explica la desvergonzada duplicidad de discursos. Lo hemos visto hasta el hartazgo en el Papa Francisco, diciendo siempre lo que la platea que tiene enfrente desea escuchar, sin importarle que sea exactamente lo contradictorio a lo que dijo un día antes o a las mismas proposiciones de la fe. Omar Bello, uno de los biógrafos del Papa, cuenta el caso de un alto empleado de la curia porteña que fue echado de su trabajo por orden del entonces cardenal Bergoglio. Cuando el pobre hombre se acercó al cardenal para consultarle los motivos de su despido, éste le dijo: “¡Qué te hicieron! Son los viejos empleados de la Curia. No puedo hacer nada. Me torcieron el brazo”. Y así, todos en paz. Bergoglio le dice a los periodistas que los católicos deben controlar la procreación, abriendo disimuladamente una puerta a la contracepción y, un día después, le dice a los católicos que las familias numerosas son una bendición. Y de estos ardides, ¿cuántos llevamos desde el inicio de su pontificado? Cristina, por su parte, en la última semana ha dado un claro ejemplo de la misma política de cambio de discurso sin el menor sonrojamiento de mejillas: el martes, el fiscal Nisman se había suicidado; el jueves, en cambio, había sido asesinado. En 2011 Irán era un país terrorista y en 2012 había que buscar un entendimiento a través de una Comisión de la Verdad. Para ambos peronistas, la verdad, y con ella la realidad, no existen o no tienen entidad apreciable: lo importante es el momento y la conveniencia que marcan las circunstancias. Ayer, era conveniente echar a un funcionario; hoy, cuando soy interpelado por él, es conveniente mostrarme solidario en su desgracia: ¡Qué te hicieron! Doble discurso o mentira a secas sin rubores.


    3.
    Si bien ambos, Bergoglio y Cristina, son parlanchines y les gusta extenderse en palabras y alocuciones, necesitan, sin embargo, de intérpretes que popularicen sus discursos y deseos. Estos lenguaraces suelen ser personajes impresentables que no pasan de paniaguados. En el caso de la presidente argentina, tenemos especímenes como Capitanich y Aníbal Fernández, la espantosa Diana Conti o el católico Julian Dominguez. El Romano Pontífice, en cambio, usa a su ceremoniero Karcher o a su secretario Pedacchio y, cuando la cosa se pone pesada y estos dos pobres infelices son insuficientes, recurre al P. Lombardi o, como en el último caso, a Mons. Becciu.



    4. Bergoglio y Cristina poseen, además, otra característica en común bastante más profunda de las anteriores: ambos son descastados, es decir, no poseen un grupo social de pertenencia. No están adscriptos e identificados a clase o colectivo social determinado lo cual genera en ellos una fuerte dosis de resentimiento. Cristina Fernández, por ejemplo, es hija natural de una mujer que, en su época, era obrera fabril e hincha fanática de fútbol, y que luego que se casa con un colectivero. Su hija jamás aceptó al padrastro y siempre buscó el ascenso precipitado de clase. Cuando joven, cuentan sus biógrafos, era habitual verla asistir a los partidos de rugby, caminando por sus canchas enlodadas con tacos aguja, en busca de algún pretendiente que perteneciera a familias distinguidas cuyos hijos practicaban ese aristocrático deporte. Bergoglio, por su parte y como lo narra el mismo Omar Bello, ha negado siempre a sus padres. Relata que, en una ocasión, hablando con él en su despacho, le preguntó si la mujer mayor de un pequeño retrato que había allí había era su madre. El cardenal le respondió que no, que era la mujer que lo había criado a él y a sus hermanos y por la cual, una vez que ingresó a la Compañía de Jesús, nunca más se había interesado. Muchos años después, cuando ya era arzobispo de Buenos Aires, la mujer se había acerca al arzobispo a pedir ayuda porque estaba sumida en la pobreza. Bergoglio no quiso atenderla y la hizo echar. Tiempo después la buscó, pero era tarde: ya había fallecido en la miseria. La anécdota indica una personalidad particular: no tiene la foto de su madre pero sí la de una empleada doméstica, que había sido muy cercana a él, pero de la que se había desentendido durante décadas. Este renegar y no reconocerse en los suyos produce el resentimiento que se manifiesta de diversos modos. En Cristina, por ejemplo, cargándose de joyas carísimas, Rolex y carteras Vuitton pero, al mismo tiempo hablando delicias de los pobres trabajadores y pestes de la clase media y de los dueños del campo. Bergoglio criticando por televisión a los dirigentes de Cáritas que concurrían a un festejo a un caro restaurante de Puerto Madero y no perdiendo ocasión de mostrar su despecho por todo lo que implique cierta distinción, bueno gusto o meramente cultura, mientras alquila la Capilla Sixtina y los Jardines Vaticanos a los usuarios europeos de Porsche.

    5.
    Ambos personajes están rodeados de una corte de aplaudidores incondicionales. La mayor parte de los argentinos no podemos soportar los discursos en cadena nacional de nuestra presidente en los que, rodeada de ministros, legisladores y empresarios, se desliza entre aplausos y ovaciones a cada una de sus afirmaciones o bromas tontas. En el otro caso, cualquiera puede ver, por ejemplo, el video de la conferencia de prensa del papa Francisco a su regreso de las Filipinas. El P. Lombardi, la inefable Piqué junto con su marido, el ex sacerdote Jerry O’Connell, se deshacen a carcajadas con cada una de las vulgaridades pontificias: conejos copuladores, patadas en “donde no da el sol”, etc.


    6.
    Bergoglio y Cristina, también, tienen una particular inclinación y gusto por romper con las normas del protocolo y la buena educación. Así como Francisco decidió usar sotana blanca casi transparente con pantalones y zapatos negros, Cristina decidió que sus edecanes debían ser mujeres, para lo cual produjo un verdadero estropicio en las Fuerzas Armadas para que las señoras militares que se dedicaban a sus oficios de médicas ascendieran al grado de coronel. Mientras Francisco le dio una silla y un sanguchito de mortadela al guardia suizo que lo custodiaba, Cristina y los suyos se mataban de risa, y de desprecio, cuando los jefes de su guardia personal cumplían los rituales acostumbrados a su llegada a la Casa de Gobierno. Mientras Francisco despreció el usó de las seculares insignias pontificias, Néstor Kirchner jugueteó con el bastón de mando presidencial cuando le fue entregado. Mientras el Papa no asistió, sin aviso previo, a un concierto en su honor que se realizaba en el Aula Pablo VI, los Kirchner dejaron plantada a la reina Beatriz de Holanda en la comida que la soberana daba en su honor en su visita de estado a la Argentina.


    El juego de las diferencias o el juego de las similitudes.







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    Thumbs down Re: Habemus Papam - Francisco I

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Hay dos personajes que, desde hace ya un buen tiempo, no cesan de avergonzar a todos los argentinos frente al mundo. Ellos son, claro, el Papa Francisco y la Presidente Cristina Kirchner. A tal punto llega nuestra desolación que es frecuente leer comentarios en blogs católicos donde se dice, por ejemplo, que Bergoglio es “como el resto de los argentinos”, o que “no podía esperarse otra cosa de un argentino”. Y tienen razón sólo en parte, o bien, tienen la razón que tienen todas las generalizaciones. Debo decir con pesar que, en las últimas décadas, la mayoría de los argentinos forma parte del grupo al que pertenecen el Papa y la primera mandataria. Pero hay otros argentinos, entre los cuales me cuento, que no somos de esa calaña. Somos pocos, y cada vez menos, pero estamos.
    Si lo leyera el turco Asís diría que este tipo es un gil. Esa actitud es típica de algunos porteños que van desde "semo' lo más mejor" a "semo' el cuarto mundo"; en modo alguno nos identifica a todos los argentinos. Y comparar al Santo Padre con Kretina ya es lo último, antes me gustaban algunas notas de ese blog pero en los últimos meses se fue al carajo.

    En cuanto a los comentaristas antiargentinos se pueden ir todos a la m*rda; si escriben en castellano deben ser de otros países hispanos y que yo sepa hoy día no hay ninguno de nuestros países que sea un modelo de virtudes cristianas ("la paja en el ojo ajeno"). Por otra parte, sean hispanos o no, son pésimos católicos ya que están descalificando a hermanos de un país entero, empezando, nada más ni nada menos, ¡¡¡que por el mismísimo Papa!!! Muchas veces yo mismo he señalado lo mal que hacen muchos hispanistas en descalificar a todos los anglosajones; siempre hay que separar la gente de los gobiernos o sistemas malos.


    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Bergoglio y Cristina poseen, además, otra característica en común bastante más profunda de las anteriores: ambos son descastados

    Sin comentarios.



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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Agregar también que si fuera de otro país hispanoamericano también molestaría, ya que a los dueños del circo no les gusta nada que sea de esta región. En este mismo hilo tenemos una colección de posts donde se lo ataca desde distintas posturas y se le achacan las más variadas ideologías. El último ejemplo es el de Jiménez "Non-sancto"; si el Papa fuera mexicano le diría que es un mariachi o un típico pistolero y si fuera brasilero diría que es "o Papa bossa nova", como es argentino le llama "matón peronista". ¿Qué hacen los obispos españoles que no sancionan a este tipo?, que supuestamente es católico; acá en tiempos del Proceso clausuraron la revista Mad por burlarse del cardenal Caggiano.

    ¿Por qué le molestaría a algunos "euro-pedos" que este papa sea sudamericano si es hijo de piamonteses?, porque para esta gente los hijos de europeos que nacimos en esta región del planeta nos habríamos transformado en otra cosa vaya a saber porque extraña mutación, no así los nacidos en JUSA, Canadá o Australia. Lamentablemente esta actitud se ve en no pocos españoles peninsulares, Jiménez Losantos en manera alguna es un caso aislado.

    Y como si esto fuera poco el inefable Marcos Ghio en su programa talibán dice "en realidad es argentino de nacimiento, el tipo es italiano étnico". Como si existieran argentinos "étnicos"... Y Ghio es italiano nativo, como tantos otros por estos pagos, en fin.



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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Esto y aquello





    Es un «signo de los tiempos» (signo de descomposición) el frecuente olvido del «et, et» (esto y aquello), cuando se predica de realidades distintas pero complementarias, y la asunción del «aut, aut» (esto o aquello), que contrapone dialécticamente y de manera artificiosa. Los ejemplos son abundantes. Tomamos uno ofrecido por Ratzinger:


    «No existe ninguna diferencia entre lo que hoy se suele contraponer como ortodoxia y ortopraxis, como doctrina recta y obrar recto, reflejando por lo general un tono más bien despectivo con respecto a la palabra «ortodoxia»: a quien tiene recta doctrina se le presenta como de corazón estrecho, rígido, potencialmente intolerante. En definitiva, todo dependería del obrar recto, mientras que sobre la doctrina se podría discutir siempre. Sólo serían importantes los frutos que la doctrina produce, mientras que sería indiferente por qué caminos se llega a las acciones justas.


    Esa contraposición habría sido incomprensible e inaceptable para la Iglesia antigua, comenzando por el hecho de que la palabra “ortodoxia” no significaba “recta doctrina”: significaba la adoración y glorificación auténtica de Dios».


    Otro ejemplo lo tenemos en el sacramento de la confesión. Ciertamente el ministro del sacramento ha de actuar como juez. Pero no sólo como juez, sino también como médico. Como juez, el sacerdote ha de juzgar de la gravedad de los pecados; de la integridad de la confesión; de las disposiciones del penitente. Teniendo siempre presente la infinita majestad de Dios ofendido, ha de ser juez que condene el pecado y absuelva al pecador arrepentido. Y ha de ayudarle a formar una conciencia recta, cierta y segura. Como médico: en cuanto que todo pecado es una enfermedad del alma; el confesor ha de diagnosticar esa enfermedad y detectar sus causas y raíces profundas; proponer el remedio medicinal, adecuado al penitente y a los pecados; curar las heridas (secuelas del pecado) en el alma; imponer una satisfacción.


    Sería, por tanto, una contraposición forzada decir que «la confesión no es un juicio, sino una medicina»; o afirmar que «la confesión no es medicina, sino un juicio». Porque la confesión es un sacramento que conjuga ambos aspectos de modo complementario: es juicio y medicina. El equívoco se evitaría introduciendo un adverbio: «sólo», «solamente», «únicamente», «exclusivamente»…


    También sería una contraposición artificiosa decir «la confesión es un juicio, y no un encuentro». Porque la confesión es, además de juicio y medicina, un «encuentro» con Cristo que es quien perdona los pecados por la mediación del ministro. El término «encuentro» significa la acción de Cristo por medio de los sacramentos y en este sentido lo emplea el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1097; 1153).


    ¿Dijo Francisco que la «confesión no es un juicio, sino un encuentro con Dios que perdona»? Así titula la agencia AICA, entre otras. Pero la agencia oficial del vaticano añade la conclusión de sus palabras según las cuales la confesión «más que un juicio, es un encuentro». El audio completo puede escucharse aquí.


    Una vez más, hacemos nuestra la opinión de don Terzio:


    «Desde que comenzaron, dijimos lo que pensábamos: Que los sermoncitos de las Misas de Stª Marta eran impropios del Papa, no apropiados ni a su ministerio ni a sus circunstancias. No recuerdo uno que no haya sido decepcionante, tratándose de quien se trata. El Papa no es, no puede ser, un cura de parroquia que improvisa e hilvana una reflexión desde el ambón. Francisco no puede ser Don Jorge. Pero se empeña en no dejar de serlo, para consternación de quienes mantenemos que el Papa se debe a sí mismo una dignidad incompatible con las formas francisquistas»

    El hallazgo de unos huesos pone rostro a la incendiaria toma de Alicante por los romanos - ABC.es

  19. #19
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  20. #20
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Gracias, Montealegre. Se me había quedado copiado el último enlace.

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