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Tema: Habemus Papam - Francisco I

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  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Darse cuenta


    Decía Chesterton que, cuando algo ocurre, primero ocurre y después uno se da cuenta. En otras palabras, es habitual no darse cuenta de lo que está ocurriendo mientras está ocurriendo, sino cuando ya ocurrió. Y es entonces cuando nos espantamos con la atrocidad de lo ocurrido.
    Hace pocos días coincidíamos con un amigo en que resulta muy difícil caer en la cuenta de lo que está ocurriendo en la Iglesia y calibrar su gravedad. Aquí va una recopilación de lo ocurrido en los últimos días:


    1) En este video, el cardenal Rodriguez Madariaga entona con el solo acompañamiento de sus palmas, un himno en honor al Papa Francisco. Produce vergüenza ajena, lástima y bronca. Este lamentable personaje, además de ser arzobispo de una importante arquidiócesis centroamericana, es el líder del G9, es decir, el grupo de purpurados que colabora estrechamente con el Santo Padre en el gobierno de la Iglesia.
    Si Rodriguez Madariaga no hubiese entrado en religión, ciertamente no habría pasado de dependiente de un mercado de barrio. Un personaje menor, incapaz y ridículo. ¿Alguien puede pensar, por ejemplo, en San Ambrosio cantándole este tonadita al papa San Siricio? Y para no poner la vara tan alta, ¿alguien imagina al cardenal Aramburu entonando cantitos aduladores a Pablo VI?


    2) Un obispo colombiano, Mons. Mons. Juan Vicente Córdoba, se despachó de un modo propiamente increíble, en la forma y en el contenido, acerca de los homosexuales y su vida de perversión, tal como reportamos en este blog. Días después, y presionado por el episcopado colombiano, el obispo jesuita se disculpó, aunque hubiese sido mejor que no dijera nada. Entre otras cosas, afirmó: “Para ilustrar a los asistentes sobre dicha realidad -desconociendo la presencia de medios de comunicación en la sala- me permití utilizar algunas expresiones coloquiales que, fuera del contexto del encuentro académico y del diálogo establecido con los asistentes, resultan claramente desafortunadas”. Es decir, las cosas que dijo era cosas “secretas”, para ser dichas solamente al grupo de iniciados en ciertas doctrinas y ciertas prácticas, ya que no hubiesen sido dichas s hubiera sabido que allí estaban los medios (Que vuestro hablar sea sí sí, no, no, dice Nuestro Señor en el Evangelio [Mt. 5,37). Además, el prelado de la Compañía considera que su vocabulario soez y grosero (“De la abundancia del corazón hablan los labio”, dice el Señor [Lc. 6,45]), indigno no ya de un obispo sino de un cristiano, es lenguaje académico, es decir, lenguaje propio del ámbito universitario. ¿Qué diría Santo Tomás de Aquino, el Ángel de la Academia, de esto? Y para no poner la vara tan alta, ¿Qué diría Mons. Octavio Derisi?


    3) El Papa Francisco, como es habitual, nos instruyó con su sapiencia. El 13 de mayo, por ejemplo, iluminó al mundo con su agudeza: “Sobre esta puerta de entrada están escritas tres palabras, que ya he utilizado en la plaza otras veces. Y esas palabras son: «permiso», «gracias», «perdón». En efecto, estas palabras abren camino para vivir bien en la familia, para vivir en paz”. Después de más de dos años de escuchar sandeces día a día (“Pero, por qué no te callas?”, dijo el rey don Juan Carlos a otro charlatán ya felizmente difunto), era dable esperar que algún miembro prominente de la Iglesia lo hubiese enfrentado. Algo hizo el cardenal Burke el año pasado -y fue misericordiado-, y nada más hasta ahora. Más bien al contrario. Uno de los purpurados con más gravitación en la vida eclesial, el cardenal Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, dijo hace pocos días que “Todos miramos con gratitud el alto magisterio del Santo Padre Francisco”. Pensé que era una broma; que se estaban burlando de un pobre sudaca de Flores. Pero no. Es verdad. Este señor arzobispo de Génova considera que las majaderías y simplezas con las que Bergoglio nos desayuna a diario son “alto Magisterio”. Y me viene a la memoria San Atanasio oponiéndose valientemente al Papa Liberio, o San Máximo y San Sofronio haciendo lo propio con el Papa Honorio.


    4) En las últimos entradas que he publicado en este blog referidas al “magisterio” del Papa Francisco, han sido varios los comentarios de bienintencionados lectores que hacían imposibles piruetas a fin de salvar las palabras pontificas y entenderlas en sentido católico. Y lo mismo ocurre cotidianamente en la multitud de sitios católicos neocones. Justamente lo inverso a lo que debiera ocurrir. La tarea más importante del oficio petrino es “confirmar a los hermanos en la fe”. Es decir, el Papa debe esclarecer la doctrina a fin de que los fieles puedan seguirla con seguridad y fortalecer su fe. Actualmente, en cambio, son los fieles los que diariamente deben esclarecer la doctrina del Sumo Pontífice.


    5) En las últimas semanas nos hemos dedicado también al estudio y discusión de las intrincadas tesis teológicas del arzobispo Tucho Fernández. La realidad incontestable es que un personaje absolutamente menor, orillero de la teología y de la academia, y cuyo único mérito científico es una ristra de libros de autoayuda, es el principal asesor teológico del Papa y quien redacta los documentos más importantes del pontificado. Como lo reporta el informadísimo Sandro Magister, fue el Tucho quien escribió el esperpento de la Chantae gaudium, y fue él también quien escribió, en marzo último cuando se instaló en Santa Marta, la próxima encíclica sobre la ecología, la que fue rápidamente desestimada in toto por el Papa Francisco porque se dio cuenta que no podía ni siquiera amagar con presentar ese bodrio en la Congregación de la Doctrina de la Fe porque el cardenal Müller la iba a incinerar por la inanidad absoluta del escrito, y probablemente renunciara con un escándalo. Es este el motivo, y no otro, del atraso de su publicación.
    El arzobispo Fernández, que logró trepar por las lianas eclesiales merced a los empellones de un mediocre como él -you know who- y desplazando inescrupulosamente, a través de las más bajas maniobras curiales y la traición a sus amigos sacerdotes (pregúntenle al P. Carlos Galli), es quien establece los líneas de la doctrina teológica pontificia.
    ¿Qué diría San Pío X, que se rodeó como asesores teológicos de fuste, como el P. Lemius o el futuro cardenal Billot, frente a la preferencia de su sucesor rioplatense?


    La Iglesia viene en caída libre desde hace más de un siglo. Con Bergoglio en el pontificado ha tocado fondo. Cuando termine de ocurrir lo que está ocurriendo, y de lo que no nos terminamos aún de dar cuenta, quizás encontraremos cenizas, como relata el Microcuento de Ludovicus, o quizás nos encontremos con el Hijo de la Perdición a las puertas.




    The Wanderer

  2. #2
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Microcuento


    El Rey Blanco invitó a todos los mendigos de la comarca a una gran fiesta. Vendió todas las obras de arte de su Palacio y compró toneladas de carne y pan. Cambió sus vestes. "En adelante, me llamarán el Multicolor", declaró. "Soy uno de ustedes, un hombre normal".

    Amontonó en el gran patio los muebles finos, los trapos y los brocados y las capas ceremoniales, que fueron a alimentar una enorme fogata para las carnes. Sirvió el festín más magnífico en una noche impoluta. Al final y como gesto de desprendimiento e igualdad, prendió fuego al Palacio. Fue la gloria. Todos comieron y lo vivaron como un hermano más, mientras el fuego parecía anunciar una aurora sin ocaso.

    A la mañana siguiente, sirvieron para el desayuno cenizas. Alguien lo llamó al Rey "compañero", hubo una pelea, todo terminó muy mal.

    Desde entonces, los habitantes se refieren a esa fecha como la Fiesta de los Antropófagos.




    Ludovicus



    The Wanderer

  3. #3
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Dejate farandulizar


    Breaking news: Para la Conferencia Episcopal Argentina, la "farandulización de la política es penosa", y su Secretario General, Mons. Humberto Malfa, opinó que "debemos subirnos al carro de Francisco en el nivel conceptual" de su pontificado.


    Perfecta coherencia, le dicen.

    The Wanderer

  4. #4
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Aclaración para los lectores no argentinos: "Berreta" significa cutre, vulgar, de baja calidad.



    Un berreta en Santa Marta

    El último fin de semana largo decidí fugarme de Argentina. Nunca me interesó participar de los festejos de la Sedición de Mayo de 1810 y mucho menos en esta ocasión en que se convertirían en los festejos de la Liberación de Mayo de 2003.
    “Me voy a Roma”, dije, y así fue. Y el viernes pasado, después de visitar la basílica de San Pedro y despotricar contra los cardúmenes de japoneses que no me dejaron besar el pie broncineo del Apóstol, me puse a merodear por el Arco de las Campanas. Tenía la esperanza de que, a lo lejos, pudiera distinguir la blanca silueta de Su Santidad entrando o saliendo del hotelito de Santa Marta donde se hospeda.
    De pronto, se me acercó presuroso un hombre de mediana edad que enseguida noté que era argentino. Y él, claro, había notado lo mismo en mí.
    -¿Sabe sacar fotos? -me preguntó sin mediar saludo alguno- Soy Juan Berretta.
    Le respondí que me podía defender en esa tarea como se defiende cualquier turista.
    - Es suficiente -me dijo, y tendiéndome una pequeña cámara fotográfica, continuó:
    - Venga conmigo. Tengo una entrevista con el Papa Francisco y se me enfermó el fotógrafo.
    Y me fui con don Berretta a sacar algunas fotos berretas de lo que, sin duda alguna, sería una entrevista berreta que finalmente se publicó en La voz del pueblo, un diario berreta.
    Cual Mingo y el Preso, míticos corresponsales de La voz del Rioba , atravesamos el Arco de las Campanas custodiado por dos Guardias Suizos, que se cuadraron cuando nos escucharon hablar en argentino. Y, mientras nos acercábamos a los cuarteles pontificios, me dijo Berretta preocupado:
    -El reportaje va a ser en castellano, pero como el Santo Padre ya se ha compenetrado, es probable que hable también en esas lenguas, y como yo soy medio berreta en cuestión de idiomas, no voy a entender…
    -No se apure- le respondí- Cuando usted no entienda algo, hágame una seña con su cabeza, y yo le traduzco.
    Nos recibió Su Santidad cordialmente y enseguida, tuteándonos, nos hizo pasar a una salita. Mi función sería, exclusivamente, fotografiar. Pero no pude con mi genio y pasión periodísticas, e intercalé algunas preguntitas o acotaciones a las preguntas berretas que Berretta hacía. La voz del pueblo no publicó mis intervenciones, pero aquí se las dejo a los lectores del blog. En bordó encontrarán mis acotaciones y en azul las traducciones.


    - ¿Soñaba con ser Papa?
    - ¡¡¡Nunca!!! Tampoco con ser presidente de la República o general del Ejército. Viste que hay algunos pibes que sueñan con eso. Yo no.
    Santidad, me cuesta creerle. Daría la impresión que, desde el día que usted ingresó a la Compañía de Jesús, se propuso ser Papa o, al menos, ocupar los cuerpos de mayor autoridad posible. Es lo que dicen por lo bajo quienes fueron sus compañeros y súbditos en la Compañía, y es lo que dijo por lo alto, cuando usted era aún arzobispo de Buenos Aires, el nuncio Adriano Bernardini a varios funcionarios argentinos: “Bergoglio es un hombre enfermo de poder” [Diego GENOUD, Massa. La biografía no autorizada, Sudamericana, Buenos Aires, 2015, p. 96).




    - ¿A pesar de que en 2005 fue el segundo más votado luego de Ratzinger?
    Esas son cosas que se dicen. Lo cierto es que al menos en la otra elección estaba en los diarios, aparecía entre los papables. Adentro era claro que tenía que ser Benedicto y hubo casi unanimidad por él y eso a mí me gustó mucho. Era clara su candidatura, en la segunda no había ningún candidato claro. Había varios posibles, pero ninguno fuerte. Por eso me vine a Roma con lo puesto y con pasaje para volver el sábado a la noche y poder estar en Buenos Aires en el Domingo de Ramos. Incluso dejé hecha mi homilía sobre el escritorio. Nunca pensé que iba a pasar.
    Santidad, no condice con su figura de jesuita metódico y cuidadoso que deje el texto manuscrito de una homilía, o de lo que fuere, encima de su escritorio y se venga a Roma. Parece más bien un detalle cuidadosamente pensado y ejecutado para crear pistas falsas. Estaba usted armando la escena del crimen para que, cuando los peritos la estudiaran, fueran conducidos a resultados equivocados.
    Además, me han comentado sacerdotes que en marzo de 2013 vivían en la Catedral y Curia porteña, que el día en que se conoció la renuncia del Papa Benedicto, usted recibió la llamada de más de 20 cardenales de todo el mundo. ¿Eran solamente para llorar penas por la situación?
    Recuerde también Santo Padre, que su amigo y biógrafo Omar Bello (q.e.p.d.) relata en su libro la actividad bifronte que usted desarrolló frente a la infausta renuncia, al punto de que un sacerdote de la Curia le comentó al periodista que no entendía la duplicidad que ustede exhibía de fingir que no le interesaba ir a Roma a despedir a Benedicto al tiempo que ”hablaba con todo el mundo y operaba a lo loco". De la lectura del libro de Bello, queda claro que la rosca para que usted fuese elegido estaba bien armada y que usted había participado en el juego concienzudamente. Incluso en esa, su biografía, se revela su estrategia de apoyar al cardenal O’Malley, previendo que una candidatura yanqui se caería en la recta final y surgiría la suya. Todas estas jugada fueron acompañadas con un enmascaramiento brutal de sus pretensiones, para no despertar el dragón dormido de la inteligencia argentina que podía volver a perjudicarlo como había ocurrido en el cónclave de 2005. [Omar BELLO, El verdadero Francisco, Perfil, Buenos Aires, 2013, cap. III).


    - Me llevaron a la Sacristía, me cambiaron la sotana, y a la cancha. Y ahí dije lo que me vino.
    Santo Padre, ¿dijo lo que se le vino a la cabeza? Al breve discurso que pronunció desde la loggia lo debe haber ensayado cien veces frente al espejo, desde el Buona sera hasta el pedido de bendición de los fieles. Fue una puesta en escena, que parecía tomada de Armarcord de Fellini o del El acorazado Potemkin de Eisestein, aunque con mucha menos calidad. Nadie medianamente sensato puede reputar a la espontaneidad su aparición.


    - Fue algo natural entonces.
    -Sí, sentí mucha paz y dije lo que me vino del corazón.
    [En ese momento me largué a reír a carcajadas. Berretta me miró desconcertado y el Papa posó sobre mí una mirada de misericordia que me heló la sangre en las venas. Me recompuse en seguida]


    - ¿Reconoce el magnetismo que genera en la gente? Lo digo por el plus que le da su figura a la investidura papal.
    - Y, sí… Sé que la gente… (duda, hace silencio) Primero no entendía por qué ocurría eso. Y me cuentan algunos cardenales que la gente dice “le entendemos”. Claro, yo trato de ser plástico en las audiencias, en las cosas que hablo, como hoy (por la audiencia pública del miércoles) que conté una anécdota de cuando estaba en cuarto grado. Entonces es como que la gente entiende lo que quiero decir. Como cuando hablé del caso de los padres separados, que usan de rehenes a los hijos, algo muy triste, los victimizan, el papá le habla mal de la mamá, o al revés, y al pobre chico se le arma un corso a contramano en la cabeza. Trato de ser concreto y eso que vos llamás magnetismo, ciertos cardenales me dicen que tiene que ver con que la gente me entiende.
    Santidad, su capacidad de “ser plástico en las audiencias” y de “adaptar su discurso a fin de que la gente lo entienda”, algunos lo llaman “magnetismo”; yo, en cambio, lo llamo “sindrome de Zelig”. Toma su nombre del título de la película Zelig, de Woody Allen, estrenada en 1983. El protagonista, Leonard Zelig, ha logrado fama mundial gracias a su singular capacidad de adoptar la personalidad de cualquier persona que se encuentre a su lado. El protagonista posee una curiosa habilidad camaleónica que le permite confrontar su identidad individual y la colectiva y el desapego como medio para entrar a formar parte de manera complaciente en el núcleo de la masa social. Zelig afirma en la película: “Miento [soy plástico] porque quiero caerle bien a todo el mundo”. Y el relator comenta: “Estaba loco por asimilarse”. Más aún, el proceso patológico de Zelig lo lleva a “adquirir gusto plebeyos”, y la película se cierra con el colofón: “Esto demuestra que lo puedes hacer si eres un psicópata”.


    - ¿Disfruta de la audiencia pública?
    - Sí, lo disfruto en un sentido humano y espiritual, las dos cosas. La gente me hace bien, me tira buena onda, como se dice. Es como que mi vida se va involucrando en la gente. Yo, psicológicamente, no puedo vivir sin gente, no sirvo para monje, por eso me quedé a vivir acá en esta casa (en la residencia de Santa Marta). […] Yo me hice cura para estar con la gente. Doy gracias a Dios que eso no se me haya ido. […]
    Santo Padre, yo siempre creí que la gente se hacía cura para estar con Dios, o para el servicio del altar, como se decía antes. Si alguien quiere estar con la gente y abrazar sus causas, mejor es que se haga asistente social o voluntario de Amnesty International. La verdad es que no me imagino a santos que se caracterizaron por su gran servicio a los hombres como San Vicente de Paul, San Damián de Molokai o San Francisco Javier, su hermano en religión, diciendo que habían abrazado la vida consagrada “para estar con la gente”.


    - ¿Qué añora de su vida previa al papado?
    Yo siempre fui callejero. De cardenal me encantaba caminar por la calle, ir en colectivo, subte. La ciudad me encanta, soy ciudadano de alma. No podría vivir en una ciudad como la tuya por ejemplo, me costaría mucho…
    [Berretta mi miró con cara de espanto y de bronca; era señal que no había entendido y yo debía traducir: “El Santo Padre dice que él es un porteño puro y jamás se bancaría vivir en un pueblucho de morandanga como Tres Arroyos u otro similar del interior del país”. El Papa enseguida respondió:]
    - No, Tres Arroyos no es tan chico, sí podría vivir ahí. En el campo no podría vivir.
    [Esta vez el que miró con bronca fui yo. Antes de comenzar la entrevista le había comentado al Papa Francisco que yo era del campo de la provincia de Buenos Aires. Él, ni corto ni perezoso, se corrigió: “En los campos de la pampa húmeda sí podría vivir. Donde podría vivir sería en los campos desérticos y ventosos de la Patagonia”. En este caso el que lo miró fiero fue Ceferino Namuncurá desde un cuadro que presidía la sala, pero como el araucanito no podía hablar, el Papa no le hizo caso].


    - ¿Acá recorre la ciudad?
    - Noooo, (otra vez se ríe con ganas). Voy a las parroquias… Pero no puedo salir. Imaginate que yo salgo ahí (por la calle) y se arma. Un día salí en el auto sólo con el chofer y me olvidé de cerrar la ventanilla, estaba abierta y no me di cuenta. Y se armó un lío… Yo iba en el asiento del acompañante, teníamos que ir ahí nomás, pero la gente no dejaba avanzar el auto. Claro, que el Papa esté por la calle…
    Discúlpeme una vez más Santo Padre, pero no puedo creer lo que dice. Usted es un Jefe de Estado, le guste o no, y uno de los más importantes del mundo. El jefe de seguridad de su Estado, si tiene un mínimo de responsabilidad y quiere cuidar su cabeza, jamás permitiría que usted saliera acompañado solamente de su chofer.
    Pero, supongamos que efectivamente es así. El chofer que le asignarían nunca sería el primer empleadillo vaticano que se cruzara en el camino sino un profesional de la seguridad y, por eso mismo, si usted se hubiese olvidado de cerrar la ventanilla tal como dice, él seguramente se lo habría advertido antes incluso de encender el auto.
    Pero supongamos incluso que usted está rodeado de una manga de inútiles. Cuando usted empezó a ver que la gente se aproximaba al vehículo y, humilde como es, no hubiera querido recibir las naturales muestras de veneración del gentío, sólo era cuestión de cerrar la ventanilla. Los vidrios polarizados que estimo tendrá su Renault 4L impedirían verlo.


    - Eso tiene que ver con su forma de ser.
    - Es verdad que acá tengo el apelativo de indisciplinado, el protocolo mucho no lo sigo. El protocolo es muy frío, aunque hay cosas oficiales a las que me atengo totalmente.
    El protocolo no es frío, Santidad. Ese es la apreciación que han instalado los medios democratistas y que usted ha comprado. El protocolo es una muestra exquisita de caridad cristiana, porque está diseñado para evitar ofensas, malosentendidos y desplantes. Si usted, salteándose el protocolo, recibe a la presidente Cristina Kirchner con la bullanguera estudiantina de La Cámpora, el mismo derecho le asiste al presidente Putin de presentarse con un grupo de jóvenes rusos bebiendo vodka o al presidente de Nigeria con un acompañamiento de ruidosos negros en taparrabos tocando el tambor. Y mucho se ofenderían si no se los permitiera. Son las mismas situaciones dolorosas que usted provoca a diario cuando, saltándose el frío protocolo, habla por teléfono a Cacho Castaña para consolarlo por su enfermedad, y en cambio, no habla a las miles de buenos cristianos que también le escriben porque necesitan su consuelo.


    - ¿De noche puede descansar, se desconecta?
    - Yo tengo un sueño tan profundo que me tiro en la cama y me quedo dormido. Duermo seis horas. Normalmente a las nueve estoy en la cama y leo hasta casi las diez, cuando me empieza a lagrimear un ojo apago la luz y ahí quedé hasta las cuatro que me despierto solo, es el reloj biológico. Eso sí, después necesito la siesta. Tengo que dormir de 40 minutos a una hora, ahí me saco los zapatos y me tiro en la cama. Y también duermo profundamente, y también me despierto solo. Los días que no duermo la siesta lo siento.
    Santo Padre, no logro entenderlo. Usted dice que en cuanto se tira en la cama se queda dormido, y a renglón seguido, que se acuesta a las nueve y lee hasta las diez, o hasta que le da sueño. ¿En qué quedamos? ¿Se duerme enseguida como un bebé o tarda una hora en conciliar el sueño?


    […]
    - En la visita que realizó a Manila en el verano, habló de la importancia de llorar. ¿Usted llora?
    - Cuando veo dramas humanos. Como el otro día al ver lo que ocurre con los del pueblo rohingya, que andan arriba de esos barcones en aguas tailandesas y cuando se acercan a tierra les dan un poco de comida, agua y los echan otra vez al mar. Eso me conmueve profundamente, ese tipo de dramas. Después, los chicos enfermos. Cuando veo lo que acá llaman “enfermedades raras”, que son producidas por descuido del ambiente, se me revuelve todo. […]
    Santidad, me da la impresión de que usted llora por los prójimos lejanos pero no se la cae una sola lágrima por los cercanos. ¿Lloró, acaso, cuando hizo echar de Radio María al Prof. Mario Palmaro porque lo había criticado, cuando sabía que estaba muriendo de cáncer? ¿Se compadeció, acaso, de la mujer que lo había criado cuando fue a visitarlo a la Curia porteña y no quiso recibirla? ¿Lloró por los empleados de la Curia a los cuales dejó sin trabajo? ¿Lloró por Mons. Livieres, a quien dejó literalmente en la calle, y que ahora sobrevive gracias a la caridad de los amigos, viviendo en una casita alquilada con su madre nonagenaria?


    […]
    - ¿Siente presión?
    - Las presiones existen. […] El otro día en la parroquia de Ostia, cerca de Roma, voy saludando a la gente, y habían puesto a los ancianos y a los enfermos en el gimnasio. Estaban sentados y yo pasaba y los saludaba. Entonces dije: “Miren qué divertido, acá donde jugaban los chicos están los ancianos y los enfermos. Yo los comprendo a ustedes porque también soy anciano y también tengo mis achaques, soy un poco enfermo”. Al otro día salió en los diarios: “El Papa confesó que estaba enfermo”. Contra ese enemigo no podés.


    - ¿Sigue la evolución de la política en Argentina?
    - No, para nada, corté acá la recepción de políticos porque me di cuenta de que algunos usaban eso y mi foto, aunque también es cierto que algún otro ni dijo que había estado conmigo y ni se sacó la foto. Pero para evitar eso, los políticos en audiencia privada, no. Si vienen van a las audiencias generales, los saludo. Pero no sé cómo van las elecciones ni quiénes son los candidatos. Me imagino quiénes deben ser los principales, pero no sé tampoco cómo van las tensiones. Sé que en las PASO de Buenos Aires ganó el PRO porque lo vi en el diario, salió hasta en La Repubblica.
    Santidad, ¿nos toma por estúpidos? ¿Quiere hacernos creer que se enteró que el PRO ganó las Paso porque lo leyó en La Reppublica? Si usted no quiere involucrarse en la política argentina y por eso “cortó la recepción” de políticos en audiencia privada, ¿por qué, entonces, recibió pocos días antes de las Paso a Gustavo Vera, su amigo trostkista y candidato a Jefe de Gobierno por el partido “Bien común” (que sacó el 0,6% de votos)? ¿Por qué recibió a Roberto Carlés, días antes que el gobierno kirchnerista lo propusiera como juez de la Suprema Corte de Justicia? ¿Por qué recibirá nuevamente dentro de un par de semanas a la presidenta Kirchner, apenas dos meses antes de las elecciones nacionales?


    - ¿No es utópico pensar en que se puede erradicar la pobreza?
    - Sí, pero las utopías nos tiran para adelante. Sería triste que un joven o una joven no las tuviera. Hay tres cosas que tenemos que tener todos en la vida: memoria, capacidad de ver el presente y utopía para el futuro. La memoria no hay que perderla. Cuando los pueblos pierden su memoria está el gran drama de descuidar a los ancianos. Capacidad de hermenéutica frente al presente, interpretarlo y saber por dónde hay que ir con esa memoria, con esas raíces que traigo, cómo la juego en el presente, y ahí está la vida de los jóvenes y adultos. Y el futuro, ahí está la de los jóvenes sobre todo y la de los niños. Con memoria, con capacidad de gestión en el presente, de discernimiento y la utopía hacia el futuro, que ahí se involucran los jóvenes. Por eso el futuro de un pueblo se manifiesta en el cuidado de los ancianos, que son la memoria, y de los niños y jóvenes, que son los que van a llevarla adelante. Los adultos tenemos que recibir esa memoria, trabajarla en el futuro y darla a los hijos. Una vez leí algo muy lindo: “El presente, el mundo que hemos recibido, no es sólo una herencia de los mayores sino más bien un préstamo que nos hacen nuestros hijos para que se lo devolvamos mejor”. Si yo corto mis raíces y me desmemorizo me va a pasar lo que le pasa a toda planta, me voy a morir; si yo vivo solamente un presente sin mirar la previsión a futuro, me va a pasar lo que le pasa a todo mal administrador que no sabe proyectar. La contaminación ambiental es un fenómeno de ese estilo. Tienen que ir las tres juntas, cuando falta alguna un pueblo empieza a decaer.
    Ah, Santo Padre, me estoy desilusionado de usted. ¿Es necesario que utilice el lenguaje de género? “Un joven y una joven”, dice. Además, hace apenas un momento nos contó que le dijo a los miembros de una parroquia de Ostia que usted era un anciano, y ahora nos dice que es un adulto, y habla de los ancianos en tercera persona. ¿Será que, acaso, tiene algún problemita de disforia de edad?
    Pero lo que más me decepciona es que usted cita eso “tan lindo” que leyó: esa frase, o una muy similar, yo la leo todos los días en un grafitti pintado en una de las paredes de mi ciudad. ¿Es que no hay algo un poquito más inteligente, más incisivo, más original que lugares comunes de grafittis callejeros con los que usted pueda iluminarnos?


    - ¿Cuáles son los peores males que aquejan al mundo hoy?
    - Pobreza, corrupción, trata de personas… Me puedo equivocar en la estadística, pero qué me decís si te pregunto ¿qué ítem viene en gasto en el mundo después de alimentación, vestido y medicina? El cuarto son los cosméticos y el quinto las mascotas. Es grave eso, eh. El cuidado de las mascotas es como el amor un poco programado, es decir, yo puedo programar la respuesta amorosa de un perro o de una gatita, y ya no necesito tener la experiencia de un amor de reciprocidad humana. Estoy exagerando, que no se tome textual, pero es para preocuparse.
    Santidad, ¿usted es el Papa u Obama? Le pregunto porque para un cristiano básico, de parroquia, común y corriente, los peores males que aquejan al mundo de hoy son la apostasía, el rechazo de Cristo y de su redención, el abandono de las prácticas cristianas. Y, si no quiere jugarse tanto, puede repetir a sus predecesores, como Juan Pablo II que decía que los peores males eran la “apostasía silenciosa y la cultura de la muerte”, o Benedicto XVI que opinaba que era la “dictadura del relativismo”. ¿Y usted nos viene con que lo peor es la corrupción y la prostitución? Santidad, ¿usted es cristiano?
    Por otra parte, no entiendo la fijación que tiene contra las mascotas. Un psicólogo encontraría allí un bloqueo afectivo importante. No puedo creer que usted no distinga entre las multifacéticas caras del amor, que son complementarias. ¿Por qué opone el amor a los demás seres humanos con el amor a los animales? ¿Por qué los considera tan poca cosa? ¿Es que alguna vez se detuvo a mirar la mirada de un Golden Retriever o, como usted es un Papa pobre, de un perrito callejero que es aporreado por todos los que pasan? ¿En serio usted cree que puede “programar la respuesta amorosa de una gatita”? ¿Alguna vez vivió usted con un gato, Santidad? Pregúntele al Papa Benedicto que, siendo cardenal, tenía dos felinos en su departamento y, siendo Papa, hablaba en un lenguaje que él mismo se había inventado con los gatos residentes en los Jardines Vaticano. ¿Qué le diría usted a Ulises, que amaba a su perro Argos, o a Aquiles, que no podía vivir sin sus caballos, o a Tobías, que nunca se separaba de su perro, o a San Roque, cuyo cuzquito le lamía las llagas, o a Nuestro Señor que, en el invernal día de su nacimiento, fue calentado por un burro y un buey?


    […]
    - ¿Cómo le gustaría que lo recuerden?
    Como un buen tipo. Que digan: “Este era un buen tipo que trató de hacer el bien”. No tengo otra pretensión.
    ¿A tan poco apunta Santidad? Qué no lo escuchen los jóvenes de la parroquia, porque se arma. A ellos siempre se les dice que hay que ser mucho más que “un buen tipo”. Pareciera que nos está proponiendo un nuevo modelo de santidad. Una santidad devaluada, y de baja cotización: ser un buen tipo. Está usted vindicando la mediocridad.


    En eso entró a la salita Mons. Karcher que le traía la merienda al Santo Padre: un sánguche de mortadela con un vaso de Cunnington Cola. El Papa le convidó la mitad a Juan Berreta y, mientras comían, Karcher me pidió que le sacara una foto con el periodista de La voz del pueblo. “Es para el Facebook”, me dijo.
    Salimos caminando con Berreta por el mismo Arco de las Campanas. Todo había sido perfectamente armónico: un periodista berreta, de un diario berreta, de una ciudad berreta, haciendo una entrevista berreta a un Papa berreta, acompañado de un fotógrafo berreta.


    The Wanderer

  5. #5
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    La elusión de su Santo Nombre

    Si evangelizar es predicar a Jesucristo, Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado, que se sienta a la Diestra del Padre y ha de venir a juzgar a vivos y muertos, si eso es evangelizar ¿qué es eludir, callar, ocultar el nombre de Jesucristo voluntariamente, deliberadamente, con toda intención? ¿Cómo se llama ese acto? ¿Noevangelizar? ¿Pseudo-evangelizar? ¿Negavangelizar?

    Dice el Señor: 'Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.' Mt 10, 32-33

    En Mc 8, 38: '...Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles.'

    En Lc 9, 26: '...Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.'

    Callar, no decir, no pronunciar el Nombre del Señor ante infieles, ¿es renegar o es avergonzarse?

    Es, indudablemente, falta de parresía, aquel don, aquella virtud de los Apóstoles y los primeros cristianos, que testimoniaban por doquier a Cristo, con su nombre y sus hechos, sin vergüenza, con santa impudicia, con la contundente caridad de aquel lema paulino 'veritatem facientes in charitate', obrando la verdad en caridad.

    Lo desconcertante es que el negacionista, el silente, el taciturno, el púdico, el timorato, el acomplejado es, ni más ni menos, que PP Franciscus, el mismo que luce tanto desparpajo con los de casa y que hoy se ha amilanado ante un rabino y un alfaquí, en Sarajevo.



    ¿Por qué? ¿Por respeto? ¿Qué respeto?

    Con pena he leído (no he rezado) la 'oración interreligiosa' PP Franciscus para la ocasión:

    Dios todopoderoso y eterno, Padre bueno y misericordioso; Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles; Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, Rey y Señor del pasado, del presente y del futuro; único juez de todos los hombres, que recompensas a tus fieles con la gloria eterna. Nosotros, descendientes de Abrahán según la fe en ti, único Dios, judíos, cristianos y musulmanes, humildemente nos ponemos en tu presencia y con confianza te pedimos por este país, Bosnia y Herzegovina, para que puedan habitarlo en paz y armonía hombres y mujeres creyentes de distintas religiones, naciones y culturas. Te pedimos, Padre, que esto mismo suceda en todos los países del mundo. Refuerza, en cada uno de nosotros, la fe y la esperanza, el respeto recíproco y el amor sincero por todos nuestros hermanos y hermanas.Haz que, con valentía, nos comprometamos a construir la justicia social, a ser hombres de buena voluntad, llenos de comprensión recíproca y de perdón, pacientes artesanos de diálogo y de paz. Que todos nuestros pensamientos, palabras y obras estén en armonía con tu santa voluntad. Todo sea para tu honor y gloria, y para nuestra salvación. A ti sea la alabanza y la gloria, por los siglos de los siglos, Dios nuestro. Amén.
    (ver aquí)

    No la recen Uds. tampoco. No recen ese texto que elude nombrar a Cristo, Dios verdadero.

    Recen ustedes, mejor, un Avemaría por las (rectas) intenciones del Papa, las misiones católicas, la conversión de los infieles, extirpación de las herejías y exaltación de la Santa Iglesia Católica, como rezaban nuestros padres, sin vergüenza.

    Y añadan, en desagravio, un rotundo: ¡ Bendito y alabado sea el Santísimo Nombre de Jesús !!!

    ...en el Cielo, en la Tierra, en el infierno...y en Sarajevo.

    Amén, Jesús.


    +T.

    EX ORBE

  6. #6
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Sanata si

    La sanata es un género humorístico inventado por el comediante argentino Fidel Pintos, que consiste en monologar largamente con murmullos y palabras inconexas y sin sentido, pero manteniendo la postura y dando la apariencia de que se trata de pensamientos profundos y coherentes. Por extensión el término se incorporó al lunfardo, para denominar toda forma de hablar confusa e incomprensible, en la que se expone un argumento sin sentido ni ideas claras; una manera de hablar sin decir nada, pero con el fin de que el interlocutor piense que se ha dicho algo. De más está decir que el más clarificado discípulo de Fidel Pintos fue un joven técnico químico llamado Jorge Bergoglio.

    Cuando leí hace años la encíclica "Spes salvi" del papa Benedicto XVI, por momentos era difícil no emocionarse o experimentar ciertos remezones interiores frente a la claridad y profundidad de sus observaciones. Cuando se lee la encíclica del Papa Francisco Laudato si sobre el cuidado del planeta se experimentan también remezones pero, en esta ocasión, son provocados por la vergüenza cósmica que se siente como católico, y como argentino, frente al hecho de que este personaje tan básico y elemental documente su ignorancia frente al mundo y la posteridad.
    Ludovicus ha tenido la paciencia y generosidad de rescatar algunas perlitas del texto pontificio que aquí comentamos brevemente:


    1. "Existe un consenso científico muy consistente que indica que estamos en presencia de un preocupante calentamiento del sistema climático".
    Justamente sobre ese punto no hay ningún tipo de consenso científico. Más aún, hay una fuerte sospecha de que se trata de enorme fraude movilizado por intereses financieros. Basta ver, por ejemplo, el documental de Martin Durkin sobre el tema. Yo no soy climatólogo; no sé quién tiene razón. Lo que sí sé es que es el calentamiento global es un tema científicamente controvertido y sobre el que no hay acuerdo.


    2. "El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable para la vida humana y para sostener los ecosistemas terrestres y acuáticos".
    Una expresión de cegador brillo. Este hombre está iluminado. Esperemos que no de a conocer todos los arcanos de la revelación primordial, como que la vaca nos da la leche.


    3. "Los océanos no solamente contienen la mayor parte del agua del planeta sino también la mayor parte de la vasta variedad de los seres viviente".
    Las universidades deberían adoptar este texto para su análisis. Es increíble lo que se aprende leyendo la encíclica.


    4. "Adentrándonos en los mares tropicales y subtropicales, encontramos las barreras de coral, que corresponden a los grandes bosques de la tierra, porque son el hogar de aproximadamente un millón de especies, incluidos peces, moluscos, algas".
    La Enciclopedia Británica y la National Geographic son un poroto al lado de la sapiencia de Francisco.


    5. "Estas situaciones provocan los gemidos de la hermana tierra, que se unen a los gemidos de los abandonados del mundo, con un lamento que reclama de nosotros una respuesta".
    Poesía simbolista pura, quizás con toques de expresionismo alemán tipo Munch. El Santo Padre debe ser considerado seriamente para el Nobel de Literatura.


    6. "... aunque no basta para modificar los hábitos nocivos de consumo, que no parecen retroceder, sino más bien extenderse y desarrollarse. Es lo que sucede, para dar solamente un simple ejemplo, con el creciente aumento del uso y de la intensidad de los acondicionadores de aire: los mercados, buscando una ganancia inmediata, estimulan aún más la demanda".
    Intervención de neto corte bergogliano. Seguro les tiene tirria a Garbarino, a Frávega y a otras cadenas de electrodomésticos. Ya conocíamos una de sus fobias: las mascotas; ahora conocemos la segunda: los acondicionadores de aire.


    7. "¿Por qué incluir en este documento, dirigido a todas las persona de buena voluntad, un capítulo referido a las convicciones de la fe?"
    Discúlpeme, Santo Padre, pero no sé si usted se dio cuenta que es el Pontífice Máximo de la Iglesia Católica, que algo tiene que ver con la fe.


    8. "Todo maltrato hacia cualquier criatura es contrario a la dignidad humana".
    Argumento jurídico con fundamento teológico al que recurrirán los jueces la próxima vez que interpongan un habeas corpus por un orangután del zoo. No se puede ejercer un dominio despótico sobre un chimpancé, sino que el dominio tiene que ser político, en lo posible a través de una urna.


    El final es, sencillamente, grotesco: es la primera vez que un Papa propone dos oraciones, una para el bolsillo de la dama y el caballero no cristiano y otra para cristianos.
    ¿Por qué no pensar en adaptar esas oraciones como Plegarias Eucarísticas, para ser usadas en la Misa votiva "Contra el recalentamiento climático", en sus dos versiones¨: una cristiana y la otra monoteísta? Lo complicado, por cierto, va a ser la consagración, pero si el Tucho se pone las pilas, seguro le encuentra la vuelta. Eso sí, en esta Misa el Padre Nuestro tendría este final propio: "No nos dejes caer en el basural, mas líbranos de los deshechos".


    En resumen, con esta encíclica el Papa Francisco pasará a ser el fundador de la teología de la basura.

    The Wanderer

  7. #7
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Dejate enfriar




    Se dice que existe un consenso científico muy consistente que indica que estamos en presencia de un preocupante calentamiento del sistema climático. ¿Existe tal consenso científico o estamos ante un tópico de la corrección política?



    La cuestión de es índole científica pero cabe anticipar las incertidumbres en torno al tópico del denominado calentamiento global.


    “A día de hoy, la teoría del Cambio Climático consiste en la conjunción de tres hipótesis que no siempre suelen distinguirse, pese a que cada una de ellas posee un grado distinto de corroboración. Éstos son los tres pilares del consenso:


    A. Existe un calentamiento global de la Tierra.


    B. La causa principal del calentamiento global es el efecto invernadero.


    C. La causa principal del efecto invernadero son las emisiones de CO2 de origen antrópico.”



    El lector interesado en obtener una explicación de los tres puntos mencionados, puede leer este enlace. Y se encontrará con que en estos temas, sólo hay conjeturas de baja probabilidad. Lo cierto es que hay científicos que directamente niegan la existencia de un cambio climático; los hay que aseguran que el cambio climático es real pero que es imposible demostrar que el culpable sea el hombre a través de su emisión de gases de efecto invernadero; o los que creen que efectivamente el clima está cambiando y el responsable es el ser humano, pero advierten que la acción política y científica se ha vuelto ciertamente histérica y se preocupan por el grado de sectarismo y gregarismo que envuelve al tema y que impide la correcta toma de decisiones. A todos estos científicos les une el escepticismo en torno al cambio climático y al calentamiento global terrestre y por eso son objeto de ataques, insultos, infamias, marginación, ostracismo.



    Todo esto no sería objeto de atención en nuestra bitácora si no fuera porque el tema aparece en recientes “filtraciones” sobre una eco-encíclica bergogliana próxima a publicarse. No sabemos si el texto oficial contendrá finalmente alguna mención al “calentamiento del sistema climático”.



    En todo caso, parece un momento oportuno para recordar que la Iglesia tiene como campo de intervención en los problemas sociales sólo sus aspectos morales: la doctrina social se limita a las consecuencias sociales de la teología moral. El Magisterio no tiene competencia en los aspectos estrictamente científicos y técnicos. Ni la Iglesia, ni ciencia alguna, puede aportar la solución definitiva de un problema cuyos datos se renuevan constantemente. Con el cambio de las circunstancias, lo que ofrece permanencia, en estos campos del saber, son los principios de moral. Las aplicaciones concretas, por ser contingentes, variables y opinables, no pueden constituir un cuerpo doctrinal que se pueda denominar con propiedad Doctrina Social de la Iglesia (en adelante, DSI).


    Antes de enseñar sobre lo que deben hacer u omitir los cristianos respecto del calentamiento global, es necesario establecer con certeza moral que: a) tal hecho existe; b) es efecto de causas humanas, dependientes del uso de la libertad. Suponemos que Francisco, asesorado por el Doctor Eximio Tucho Fernández, ha consultado a las más altas autoridades científicas en la materia antes de emitir juicios morales…


    La finalidad de la DSI es promover el bien espiritual de los fieles. Pero si esta pretendiera aplicar los grandes principios buscando agradar al mundo, promover intereses temporales o hacer triunfar determinados puntos de vista científico-técnicos, subvertiría su finalidad.

    InfoCaótica

  8. #8
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    Re: Habemus Papam - Francisco I



    Ocho seglares hispanoamericanos preguntan a Francisco



    Carta entregada en la Nunciatura Apostólica de La Paz, Bolivia

    Oruro, 12 de junio de 2015

    Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

    A S. S. Francisco

    Obispo de Roma

    Ciudad del Vaticano

    Su Santidad,


    Estando muy próxima su visita pastoral a Sudamérica, los seglares cuyos nombres figuran en este reverente documento, nos dirigimos a Usted motivados por los aspectos que cada cual le planteamos y preguntamos.


    Esperando su palabra clarificadora, rezamos a la Reina del Mundo, para que Ella bendiga su visita al Ecuador, Bolivia y Paraguay, a fin de que este «Continente de la Esperanza» siga siendo el lugar privilegiado donde se siga anunciando la salvación en Jesucristo.



    1. Hay una deserción de la Catequesis después de la Primera Comunión, y este período debe ser un período de perseverancia para formarse moralmente. ¿Por qué no preparamos una evangelización eficaz?


    Es evidente que después de su primera confesión, los niños necesitan una evangelización de perseverancia, que les ayude a confesarse mejor, a discernir mejor entre el bien y el mal. No basta con decir que aman mucho a Jesús, si no están dispuestos a seguir conociéndolo más y formarse en la fe. Que no sea una evangelización de ‘valores’, como lo hacen en las escuelas públicas, sino que promueva las virtudes y la formación de su conciencia.


    ¿Cómo podemos desarrollar una evangelización adecuada para este período que sea efectiva tanto en la formación de ellos y la de sus padres de familia
    ? Podría ser una evangelización cristiana, que también incluya otra actividad que les guste y favorezca su desarrollo integral. Esta Evangelización debe desarrollarse con algún programa que permita a sus padres participación en esta formación.


    Los catequistas/evangelizadores que no pueden comulgar no deben ser catequistas de grupos de niños porque los confunden
    . Por lo general, el acompañamiento que necesitan los niños y adolescentes se limita, además de que la catequesis que imparten tiende a ser laxa sobre el pecado. ¿Cuáles serían las cualidades esenciales que debe tener un catequista/evangelizador? Sabemos que no se trata de requisitos ni de ‘perfiles’. Pero, ¿cómo podemos promover una identidad que también permita atraer a catequistas/evangelizadores con verdadera vocación de servicio?


    El trabajo de catequesis/evangelización se realiza en equipo, ya que con frecuencia tenemos que interactuar con los otros grupos. Los catequistas/evangelizadores que no se acercan a los sacramentos no pueden hacer ‘equipo’ con el resto. Resalta la apatía, el ausentismo y la falta de atención hacia los niños y sus familias. También es muy evidente su falta de fidelidad a la Iglesia. De hecho, no resaltan en su catequesis el rol de la Iglesia, como Cuerpo místico de Cristo ni las enseñanzas del Magisterio, ni mucho menos la Tradición. Estas personas necesitan su propia evangelización y se pueden organizar programas para ellos, entre ellos el Catecumenado. También nos pudieran servir como testimonio cuando ya hayan manifestado señales de conversión y perseverancia.


    Promover las virtudes asociadas a la Castidad y la Pureza
    . He observado que la cultura ‘light’ también ha llegado a nuestros servidores en la pastoral; muchos de ellos ni siquiera lo advierten. A los grupos de asociacionismo juvenil, les acercan sicólogos, les hablan de educación sexual, se les habla de la alegría, de su propia imagen, de actividad diversa, etc. ¿Por qué la castidad y la pureza han tomado el asiento trasero? Hemos notado hasta sacerdotes que prefieren no hablar de eso porque quieren ser más populares entre los muchachos.


    Proselitismo de las Sectas, la Teología de la Liberación y su costo social.
    Las sectas desnacionalizan a América Latina y le hacen perder el fervor cívico. Cuando Juan Pablo II visitó el Sur de México, condenó enérgicamente a la Teología de la Liberación porque tenía la evidencia de sus estragos a la mano. Con su teología marxista, estos misioneros y teólogos hicieron que la gente pobre y los indígenas se alejaran de la Iglesia porque ya no encontraban en ella el sustento espiritual. Encontraron un falso refugio en las sectas, que les robaron su identidad nacional y Católica: Perdieron su fe en María; ya no luchaban por defender sus derechos como ciudadanos porque las sectas los volvieron apáticos; ya no votaban; ya no tenían participación cívica en nada; y hasta terminaron por faltarle el respeto a la bandera. En varias escuelas, los maestros reportan que muchos niños no quieren saludar a la bandera porque se los prohíbe su fe. Abandonaron a los indígenas y el costo social era evidente: más pobreza, más marginación, más explotación….mientras que la Iglesia ya no los acompañaba. Hace falta más evangelización de defensa de la fe y llevar a Cristo a sus corazones, en vez de ideología. México pagó muy caro por eso, hasta al gobierno le costó -y en 1994, muchos indígenas de Chiapas se aliaron a las guerrillas del Comandante Marcos. ¿Qué debemos hacer para desterrar esas ideologías que aún proliferan en los seminarios? Es evidente que benefician a las sectas y alejan a la gente de la Iglesia.


    Yvette Camou, México




    1. «Una mirada muy especial se dirige al pueblo judío, cuya Alianza con Dios jamás ha sido revocada, porque ‘los dones y el llamado de Dios son irrevocables’» (Rm 11,29)… «Los cristianos no podemos considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluimos a los judíos entre aquellos llamados a dejar los ídolos para convertirse al verdadero Dios» (cf. 1 Ts 1,9). «Creemos junto con ellos en el único Dios que actúa en la historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada». (Evangelii Gaudium, 247)


    Teniendo en cuenta que de acuerdo a la definición dogmática del Papa Eugenio III y del Concilio de Florencia, así como la doctrina enseñada por el Papa Benedicto XIV en Ex Quo Primum, en la cual establece siguiendo el antes mencionado Concilio sostiene que la Alianza mosaica ha sido «revocada» y «abrogada»; ¿Cómo podríamos considerar que no se cae en herejía al sostener lo mencionado en el documento Evangelii Gaudium?


    ¿Cómo podríamos entonces entender las palabras de la Sagrada Escritura en Hebreos 8,6-9: «porque ellos no permanecieron fieles a mi alianza, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor». «Mirad, días vendrán, dice el Señor, en que concluiré una alianza nueva con la Casa de Israel y con la Casa de Judá, no conforme a la alianza que concerté con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto»?



    ¿Cómo podemos obedecer dichas prescripciones sin contravenir el dogma de «Extra Ecclesiam Nullas Salus», al no llamar a la conversión a los mismos por considerar que creemos en el mismo Dios a pesar de lo expresamente establecido por Nuestro Señor: «Porque así amó Dios al mundo, hasta dar su Hijo único, para que todo aquel que creen en Él no se pierda y tenga vida eterna…» «Quien cree en Él no es juzgado, pero quien no cree, ya tiene sobre sí la condena, por lo mismo que no cree en el nombre del Hijo unigénito de Dios»
    (Jn 3, 16-18)?


    Augusto Espíndola, Argentina




    1. Contemplando que la verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo, que Dios es el único Creador del cielo y de la tierra, que es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con Él.

    Considerando que la creación es el fundamento de «todos los designios salvíficos de Dios», «el comienzo de la historia de la salvación», tomando en cuenta que el fin último de la creación es que Dios, «creador de todos los seres y las cosas, se hace por fin todo en todas las cosas» (1 Co 15,28), procurando al mismo tiempo Su gloria y nuestra felicidad,

    ¿qué acciones concretas debe llevar a cabo el católico para promover una ecología que esté intrínsecamente ligada a la gloria de Dios y que también reafirme y esté en completa armonía con todos y cada uno de los dogmas de la Santa Religión Católica – depositaria de la Verdad, y columna y fundamento de la Fe – definidos solemnemente a lo largo de los más de dos milenios de existencia de la Iglesia de Cristo?

    Javier G. López, Cochabamba, Bolivia



    1. Santo Padre,

    se habla mucho del próximo Sínodo sobre la Familia. En estos días se habla mucho sobre la posibilidad de dar la Comunión a los divorciados en situación de adulterio, algunos a favor otros en contra. Mi pregunta ¿si los Padres Sinodales en su mayoría aceptaran la posibilidad de que estas personas puedan acceder al Sacramento, S. S. estaría de acuerdo?


    Juan Carlos Bertao, Ciudad del Este, Paraguay




    1. Santo Padre Francisco,


    En el videomensaje que envió para la jornada que organiza la diócesis de Phoenix junto con pastores evangélicos, Ud. afirma: «Me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Pero hay alguien que ‘sabe’ que, pese a las diferencias, somos uno. Y es el que nos persigue». Considerando que el primer deber del Papa es confirmar en la Fe a los fieles (Lc 22, 32), ¿qué objeto tiene pronunciar afirmaciones de cuya conformidad al Evangelio duda el Pontífice? ¿No se corre el riesgo de inducir a los fieles al error en la Fe?

    Jesús Herrera, Bogotá, Colombia



    1. Santo Padre:


    En febrero de 1879 el país de Chile, alentado por oscuras élites, con intereses económicos perversos y expertas en guerras y robos, desató una contienda bélica, en contra de Bolivia, un país sin ánimos de guerra, un país desprovisto de conocimientos y tácticas bélicas, y terminó cercenándonos 400 kilómetros de playa y 120.000 kilómetros de territorio, sometiéndonos desde entonces a un enclaustramiento marítimo, ocasionándonos una desventaja económica, misma que repercute en problemas sociales.


    Recientemente Bolivia ha interpuesto una demanda en contra de Chile ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya, reclamando un espacio marítimo.


    Usted Santo Padre, ¿cómo ayudaría a Bolivia en este caso, en el entendido que este hecho atenta directamente al séptimo y décimo mandamientos, y que además la mayoría de la población en Bolivia profesa la Fe Católica?


    Marcelo Leytón Jiménez, Oruro, Bolivia




    1. Mc 8, 38: ‘…Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles.’


    «Presión política y económica, aquí pienso en nuestra hermana y madre tierra, en el planeta, si somos libres de presiones políticas y económicas para cuidarlo, para evitar que se autodestruya. Tenemos adelante Perú y Francia dos conferencias que nos desafían, cuidar el planeta. Recuerdo una frase que escuché de un anciano hace muchos años, Dios siempre perdona… las ofensas, los maltratos, Dios siempre perdona, los hombres perdonamos a veces, la tierra no perdona nunca. Cuidar a la hermana tierra, la madre tierra para que no responda con la destrucción». (En discurso del Visita del Santo Padre Francisco a la Sede de la FAO en Roma con motivo de la II Conferencia Internacional sobre Nutrición Jueves 20 de noviembre de 2014)


    Como ciudadana del país que propuso ante la ONU, que el 22 de abril se cambie el nombre de la celebración por el «Día Internacional de la madre tierra», y leyendo en el discurso citado que en ningún momento se nombra a Nuestro Señor Jesucristo, surge la duda: ¿Cómo es posible que este bien citar a una deidad de un culto neo-pagano (madre tierra – como si fuera un ser personal) y omitir proclamar a Jesucristo y su acción salvadora en el mundo?


    «Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres» Mt 10, 32-33.


    ¿Qué debe perdonar la tierra? ¿Tiene alma/espíritu esta tierra o como ahora la llaman madre tierra?
    En mi país Bolivia, se realizan ofrendas a este ente, que no es el Dios que proclamamos en el Credo, y razón de más para entender toda la injusticia, engaño, corrupción y más frutos de la dureza del corazón que gobiernan y abundan en mi país, pues no servimos ni adoramos al ÚNICO DIOS UNO Y TRINO. Los corazones se han dejado inundar con deidades como esta de la madre tierra, que cada mes de agosto recibe sacrificios y ofrendas sin cesar, incluso de bautizados en la Iglesia Católica.

    Rm 8. 22-23: «Pues sabemos que hasta el presente todo lo creado gime y siente dolores de parto. Ni es sólo eso, sino que también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, suspirando por la adopción, por la redención de nuestro cuerpo». ¿Cómo podrá responder lo creado ante el Poder Supremo de Dios? ¿No somos NOSOTROS quienes debemos aprender a arrepentirnos ante Dios, transformar nuestra vida en Cristo, clamar al Espíritu Santo y bajo su guía aprender a perdonar a nuestro prójimo?


    Cecilia González Paredes, La Paz – Bolivia




    1. Como Usted sabe, no obstante la laicidad del Estado boliviano, en los pasados 6 años las autoridades nacionales y regionales han sido las organizadoras de celebraciones denominadas en principio «ecuménicas», luego «inter-confesionales», con la concurrencia de sectas protestantes y de «amautas». Se ha pretendido asimismo sustituir el matrimonio sacramental católico, efectuando matrimonios colectivos aymaras, en los que las parejas concurrentes recibieron la «bendición» de chamanes.


    Como en su momento había procedido Hugo Chávez en Venezuela creando la herética y disidente colaboracionista «Iglesia Católica Reformada», en Bolivia, junto a los intentos de dar forma a una nueva religión de Estado sincrética y panteísta con el culto a la Pachamama, se ha dado la conformación de una iglesia títere, una pseudo iglesia, llamada «Iglesia Católica Apostólica Renovada del Estado Plurinacional de Bolivia».


    Estando ya cerca su visita a Bolivia, ¿cuál es su postura respecto de estos temas que afectan al desarrollo de la Iglesia Católica en el Estado Plurinacional de Bolivia?


    Germán Mazuelo-Leytón, Oruro, Bolivia



    En nombre de todos ellos suplico del Romano Pontífice su católica bendición.


    Germán Mazuelo-Leytón


    Ocho seglares hispanoamericanos preguntan a Francisco | Adelante la Fe

  9. #9
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    Re: Habemus Papam - Francisco I


    ¡Santo Padre, basta de confundir!

    Una vez más…y van… Otra vez una intervención del papa Francisco es motivo de escándalo y confusión. El viernes 29 de mayo de 2015 en la Casa Santa Marta durante un encuentro con 20 niños gravemente enfermos –acompañados de sus padres y voluntarios– el papa intentó decirles “algo” sobre el dolor. Y nuevamente, como hace algunos meses atrás, cuando una niña filipina le preguntó sobre por qué Dios permite que incluso los inocentes sufran, el papa dijo esencialmente que “no hay respuesta” (Encuentro con los jóvenes en la Universidad de Santo Tomás, Manila, 18 de enero de 2015). En ese momento, en Filipinas, el papa, improvisando, dijo textualmente: “Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas”. Y en vez de responder uno de los interrogantes más acuciantes y profundos de la historia, se limitó a decir que “no tengamos miedo de llorar”.
    Por supuesto hay que ver cómo casi todos los medios del mundo titularon al día siguiente: “Una niña filipina dejó al papa sin respuesta”, “La pregunta de una niña filipina que el papa no supo responder”, redactados casi con la lógica conclusión de que, justamente, si un papa no puede responder esto, qué pretensión más estúpida es la de una religión, la católica, que en el pasado supo acreditarse como “experta en Humanidad” como la calificó alguna vez Paulo VI. Y para risa de los incrédulos, no faltaron por supuesto los papólatras francisquistas que, ciegos ante el escándalo de un papa que no sabe hablar sobre el dolor, no tuvieron mejor idea de decir que lo que había logrado la niña era inspirar al papa una “sublime teología del llanto” (¡la idiotez humana no tiene límites!).

    En el caso de la homilía en Santa Marta no es que no hubo algún tipo de declaración. Sí, por supuesto, algo se pretendió decir, pero si esta es la respuesta del papa católico, si esta es la respuesta de los cristianos frente al dolor, entonces nos merecemos toda las diatribas de los humanistas ateos que siempre nos han acusado de “vender humo”, de “dar opio” a la gente, de disolver los problemas “tirando la pelota al córner” (como decimos “futboleramente” cuando alguien quiere eludir el asunto). Frente al tema del dolor y el sufrimiento, y especialmente frente al sufrimiento de los niños, no basta hallar una mera solución retórica que satisfaga mi inteligencia. Es mi alma herida la que quiere ser confortada sin ser engañada, ser curada sin ser anestesiada.

    Y el papa comienza su intervención con una comparación cuanto menos confusa:

    Cuando en la catequesis nos han enseñado la Santísima Trinidad, nos han dicho que era un misterio: que sí, está el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, pero que comprenderlo todo no se podía. Es cierto, tenemos las pruebas de que es verdad, pero comprenderlo es otra cosa. Las pruebas las tenemos. También aquí, si miramos a Jesús, la Eucaristía, en aquel pedazo de pan está Jesús, es verdad. Pero ¿cómo así? No entendemos cómo puede…pero es verdad, es Él. Es un misterio, decimos. Es así, si hacemos algunas otras preguntas de la catequesis, no podemos explicar profundamente, pero tenemos las pruebas”.

    ¿Realmente tenemos las “pruebas” de la Santísima Trinidad? Esto es novedad, jamás lo había escuchado así. Si se refiere a las pruebas “de la fe” entonces no tiene sentido la comparación respecto al dolor porque también los católicos tenemos las “pruebas de la fe” para creer que el dolor tiene un sentido, incluso el dolor de los niños inocentes. Lo mismo para el caso de la transubstanciación eucarística (salvo que queramos incluir como pruebas “racionales” los milagros eucarísticos, pero sabemos que los milagros son motivos de credibilidad de nuestra fe y que son creídos como tales justamente en un contexto de fe. Que los milagros no reemplazan el acto de fe es algo evidente para cualquiera que haya experimentado la necedad de corazón del incrédulo. Por eso Cristo advierte que para algunos los milagros son inútiles: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, ni aún cuando alguno resucite de entre los muertos”, Lc 16, 31). Por lo tanto, el papa comienza con una indebida comparación entre el misterio de la Santísima Trinidad y el misterio eucarístico (de los que tenemos “pruebas”, aunque no aclara cuáles) enfrentándolos al misterio del dolor (del que parece –y veremos que lo sugiere– que no tenemos “pruebas”). Respecto a la Santísima Trinidad el papa olvida distinguir (y por lo tanto confunde), como sí distingue santo Tomás de Aquino, que se puede probar racionalmente la existencia de Dios, incluso deducir sus atributos entitativos y algunos operativos a partir de la noción del “ipsum esse subsistens”, pero no podemos hablar con puras razones filosóficas del misterio de la Santísima Trinidad, y si intentamos hacerlo daremos pábulo a la “irrisión de los infieles”.

    “Es imposible llegar al conocimiento de la Trinidad de las Personas divinas por medio de la razón natural. (…) Luego mediante la razón natural puede conocerse de Dios lo que pertenece a la unidad de esencia, pero no lo referente a la distinción de personas. El que, pues, se empeña en demostrar la trinidad de personas por medio de la razón natural, atenta contra la fe de dos maneras. Primero, contra la dignidad de la misma fe, que tiene por objeto las cosas invisibles que exceden la capacidad de la razón humana… Segundo, contra el intento de atraer a otros a la fe, pues cuando alguien, para probar los dogmas, alega argumentos que no son demostrativos, la expone a la irrisión de los infieles, quienes se imaginan que nosotros nos apoyamos en semejantes razones y que en virtud de ellas creemos. Por consiguiente, no debe intentarse demostrar las verdades de fe más que por vía de autoridad, para con los que la acaten. Respecto a los otros, es suficiente probar que en el contenido de la fe nada hay que sea imposible…
    ”(S.Th. I, q. 3
    2, a.1 c).

    Después el papa continúa:

    Hay también una pregunta cuya explicación no se aprende en la catequesis. Es la pregunta que tantas veces me he hecho, y tantos de ustedes, tanta gente se la hace: ‘¿Por qué sufren los niños?’. Y no hay explicaciones. También esto es un misterio. Solo miro a Dios y pregunto: ‘¿Pero por qué?’. Y mirando la Cruz: ‘¿Por qué tu Hijo y ellos? ¿Por qué?’. Es el misterio de la Cruz. Tantas veces pienso en la Virgen, cuando le han dado el cuerpo muerto de su Hijo, todo herido, escupido, ensangrentado, sucio. ¿Y qué hizo la Madre? ‘¿Llévatelo?’. No, lo abrazó, lo acarició. También la Virgen no comprendía. Porque ella, en aquel momento, recordó aquello que el ángel le había dicho: ‘Será Rey, será grande, será profeta…’; y dentro de sí, seguramente, con aquel cuerpo así herido entre los brazos, con tanto sufrimiento antes de morir, dentro de sí seguramente habría tenido deseo de decirle al ángel: ‘¡Mentiroso! Fui engañada’. También ella no tenía respuesta.


    Como vemos, el papa no aprende ni siquiera de sus errores. Tropieza dos veces con la misma piedra. Esta expresión ya había causado escándalo. Pero vuelve a repetir la inaudita blasfemia contra la Virgen Santísima que ya había formulado en un sermón de Santa Marta en diciembre de 2013:
    “La Madre de Jesús ha sido el icono perfecto del silencio. Desde el anuncio de su excepcional maternidad hasta el Calvario. Pienso, ha observado el papa, en “cuántas veces se ha callado y cuántas veces no ha dicho lo que sentía para preservar el misterio de la relación con su Hijo”, hasta el silencio más crudo, “a los pies de la Cruz”:

    “El Evangelio no nos dice nada: si ha dicho una palabra o no… Era silenciosa, pero dentro de su corazón, ¡cuántas cosas le decía al Señor! ‘Tú, ese día –esto y aquello que hemos leído– me has dicho que sería grande; tú me has dicho que le darías el Trono de David, su padre, que reinaría para siempre y ahora ¡lo veo ahí [
    en la Cruz, ndr]!’. ¡La Virgen era humana! Y tal vez ella tenía el deseo de decir: ‘Mentiras! ¡He sido engañada!’: Juan Pablo II decía esto, al hablar de la Virgen en ese momento. Pero Ella, con el silencio, ha cubierto el misterio que no entendía y con este silencio ha dejado que este misterio pudiera crecer y florecer en la esperanza”.

    Solo basta repetir aquí lo que ya se ha dicho acertadamente en Panorama Católico Internacional cuando el papa se mandó esta burrada:
    La fe de la Santísima Virgen era perfecta, sus pasiones completamente ordenadas, sus emociones no pudieron haber sido afectadas por las sombras que afectan al resto de los mortales, inclusive a los más grandes santos antes de alcanzar la cima de las virtudes. Ella fue concebida, nació y vivió con la plenitud de gracia. Llena eres de Gracia. (No de gracias, sino de gracia). Plenitud absoluta de todas las virtudes. Altísima contemplación, inmutabilidad de sus pasiones, aún cuando el dolor, la tristeza, la desolación ante la Pasión y Muerte de Jesús hayan sido en ella tan arrasadores casi como en la adorable humanidad de su Hijo. Casi, por eso es Corredentora. Lo más alto que un ser humano podía alcanzar siendo solamente humano.

    La Santísima Virgen no pudo tener nunca una duda de fe ni una moción de rebeldía para con Dios.
    Esto lo define la dogmática mariana y lo explica la abundante teología tradicional sobre ella. (Panorama Católico Internacional, ¡Hay que ser bestia!, 23 de diciembre de 2013).

    Pero vamos a las afirmaciones papales de que “ella no comprendía” y “ella no tenía respuesta” que es el núcleo de lo que tenemos que decir frente a esta nueva intervención confusa, confundida y disolvente del predicador de Santa Marta.

    ¿Es que la Virgen no tenía ninguna luz sobre lo que le estaba pasando a su Hijo? ¿Es que no tenía idea alguna de que era Dios mismo ofreciéndose en holocausto y en expiación por los pecados de todos los hombres? ¿No sabía nada, a punto tal que lo único que se le puede ocurrir al papa es que la Virgen interiormente se sentía engañada, y encima calificando de “mentiroso” a un enviado directo de Dios? ¿Cómo hubiera podido el magisterio de los papas hablar de la “corredención de la Virgen” si simplemente hubiera sido una pobre madre como cualquier otra viendo a su hijo sin comprender siquiera por qué estaba recibiendo tan crudelísimo suplicio? ¿Dónde queda aquello de que la Virgen vivió y padeció en su corazón los dolores acerbísimos de la cruz? ¿Dónde aquello de san Pío X: “Y cuando fue para Jesús la hora suprema, se vio a la Virgen de pie junto a la cruz, horrorizada por el espectáculo; dichosa, sin embargo, porque «su Unigénito era ofrecido por la salvación del género humano, y además tanto padeció con él, que, si hubiera podido hubiera sufrido con más gusto Ella todos los tormentos que sufrió el Hijo»” (San Buenaventura I sent. D. 48, encíclica de san Pío X Ad diem illum, 2 de febrero de 1904). Evidentemente, el papa Francisco parece ignorar todo esto (si no es algo mucho peor).

    Hasta el pobre de Mel Gibson (con todas sus macanas personales a cuestas) lo vio con mucha más fe católica que el papa Francisco, al expresarlo de manera clarísima en su película “La Pasión del Cristo”, cuando muestra a la Virgen acompañando con sus miradas maternales el Vía Crucis de su Divino Hijo, y asintiendo con casi imperceptibles gestos a que continuara su camino a la Cruz para completar su misión (es notable cómo, en el film, cada vez que aparece Cristo en el suelo, luego de un cruce de miradas con su Santísima Madre, se levanta para continuar).

    Y siguen las confusiones de Francisco:
    ‘Pero Señor, ¿por qué? ¿Por qué los niños sufren? ¿Por qué este niño?


    El Señor no nos dirá palabras, pero sentiremos su mirada sobre nosotros y esto nos dará fuerza. No tengan miedo de preguntar, también de provocar al Señor. ‘¿Por qué?’. Quizá no llegará alguna explicación, pero su mirada de Padre te dará la fuerza para seguir adelante. (…) La única explicación que podrá darte será: ‘También mi Hijo sufrió’. Pero aquella es la explicación. La cosa más importante es la mirada. Y su fuerza está ahí: la mirada amorosa del Padre.


    ¿Es lo único que se le ocurre decir? ¿Nada sobre la naturaleza caída, sobre un mundo roto por el pecado, y cómo el Único Inocente cargó sobre sus espaldas todos los pecados del mundo? ¡¿2000 años de teología para que un Papa diga que lo único que se puede decir es que Cristo también sufrió?!

    Son este tipo de respuestas las que provocan “la irrisión de los infieles”. Frente al dolor del niño inocente no se puede, simplemente, decir que “no hay explicación”, pero que “la mirada del Padre te dará la fuerza para seguir adelante”. ¿Adelante hacia dónde? Como siempre, el papa nos deja en la estacada. No lo dice. Simplemente no lo dice.

    Pongámonos por un momento en la piel de un ateo, tratemos de entrar en la mente de esas personas que ven justamente al mal y al sufrimiento de los inocentes como el motivo principal para no creer en Dios, porque si un dios así existiera, donde no hay respuestas de ningún tipo para el problema del mal, estaríamos frente a una especie de Sádico cósmico que nos entretiene un rato cual ratas en su experimento de laboratorio. Escuchemos la respuesta que da Camus a la religión en la boca de uno de los protagonistas de su obra La Peste: No, Padre. Yo tengo otra idea del amor y estoy dispuesto a negarme hasta la muerte a amar esta creación donde los niños son torturados”. “Humanistas ateos” se llaman a sí mismos, “ateos” porque no creen en Dios, y “humanistas” porque pretenden defender al hombre de un dios que si así existiera (desentendiéndose del sufrimiento humano) evidentemente sería un dios malo.

    Pongámonos en el lugar de estos “humanistas”, lo que pueden llegar a opinar frente a este tipo de respuestas del papa. Sería bastante lógico que se preguntaran: ¿“Estos católicos pretenden creer que una persona histórica, Jesucristo, es LA clave de toda la historia humana, el alfa y la omega, y resulta que frente a la simple pero fundamental pregunta de una niña de 12 años, lo único que se le ocurre decir al representante principal de esa religión es que “no hay respuesta”? ¡Por favor!”.

    Seguramente lo único que logran este tipo de salidas (más que “salidas” parecen “huidas”) papales es confirmarlos en su ateísmo.

    Y estos ateos (y cualquier persona medianamente inteligente lo puede ver) se ven fortalecidos en su opinión de que la religión es el opio del pueblo cuando el papa reafirma una y otra vez que no tiene respuestas frente al dolor:
    “ ‘Pero él que es obispo –ustedes pueden hacer la pregunta–, que ha estudiado tanta teología, ¿no tiene nada más que decirnos?’. NO. [destacado mío] La Trinidad, la Eucaristía, la gracia de Dios, el sufrimiento de los niños son un misterio. Y se puede entrar en el misterio solamente si el Padre nos mira con amor. Yo de verdad no sé qué cosa decirles…”.

    ¿Por qué sufren los niños? Es un misterio. Se debe llamar a Dios como el niño llama a su papá y dice: ‘¿Por qué? ¿Por qué?’, reclamar la mirada de Dios, que la única cosa que nos dirá es: ‘Mira mi Hijo, también Él’.


    Y sigue insistiendo el Papa en que no hay respuestas:

    Les agradezco su ejemplo. No sé qué cosa más decir, de verdad, porque estas cosas me impresionan tanto. También yo no tengo respuesta. ‘Pero él es papa, ¡debe saber todo!’. No, sobre estas cosas no hay respuestas, solamente la mirada del Padre. Y después, ¿qué cosa hago yo? Rezo por ustedes, por estos niños, por aquel sentimiento de alegría, de dolor, todo mezclado, del cual ha hablado nuestro hermano
    [se refiere a la intervención de un padre de los niños enfermos]. Y el Señor sabe consolar este dolor en modo especial. Que dé Él la consolación justa a cada uno de ustedes, aquella que necesitan”.

    En realidad hay mucho por decir. No porque seamos genios ni nada por el estilo. No porque hayamos “resuelto” el problema del dolor. No porque no sea un misterio, ¡claro que sí lo es! Pero la Iglesia no se ha “sacado de encima” el problema del dolor diciendo “frasecitas hechas” que “suenan lindo”. Hay mucho más que “solamente la mirada del Padre” (por cierto, el papa Francisco jamás aclara a qué se refiere con eso de “la mirada del Padre”). Notemos que el papa está hablando no solo a niños sino que también hay adultos: están presentes sus padres y otras personas (y además el papa sabe con absoluta certeza que sus palabras serán reproducidas ad nauseam por todos los medios del mundo). Hay una cantidad de cosas que ha dicho la Iglesia durante siglos, algo que por cierto no parece saber o tener en cuenta el predicador de Santa Marta. Quizás, ante la cantidad de veces que deja de lado los discursos escritos y se lanza a la improvisación, cree (“humildemente” por supuesto) que cada una de sus intervenciones están inspiradas por el Espíritu Santo.

    Estoy seguro que a varios de los que han llegado hasta aquí les gustaría saber de qué manera me comporto al experimentar dolor, no cuando escribo artículos o doy charlas sobre ello.

    Pero hay que arriesgarse a hablar. Los católicos se han arriesgado a hablar (y también muchos han arriesgado hasta la vida al hacerlo a lo largo de la historia). Pretendemos decir algo sobre el sentido del sufrimiento, insisto, no porque tengamos resuelto el problema como si de un teorema matemático se tratase, sino porque la experiencia nos dice que la quintaesencia del sufrimiento es la falta de sentido en el dolor humano: sufre más profundamente el que no sabe por qué sufre. “Cuando un hombre tiene un porqué vivir, soporta cualquier cómo” (Nietzsche).
    Como señala ese gran filósofo católico, Robert Spaemann, la pregunta acerca del sentido del sufrimiento es la pregunta acerca de la experiencia de la falta de sentido, pues justamente en esa experiencia consiste el verdadero sufrimiento.

    Podríamos empezar, quizás, por el pecado original, que el papa, en esta intervención, nunca menciona. ¿Será acaso que comparte la visión de su hermano de la orden jesuita, el hereje modernista Teilhard de Chardin?:

    “El Pecado original, bajo la figura actual, contraría a cada instante la expansión de nuestra religión, corta las alas de nuestras esperanzas y nos lleva cada vez más inexorablemente hacia las sombras dominantes de la reparación y de la expiación… Si el dogma del pecado original nos ata y nos anemia se debe simplemente a que, en su expresión actual, representa una sobrevivencia de las vistas estáticas perimidas, en el seno de nuestro pensamiento, que se ha convertido en evolucionista. La idea de caída no es, en efecto, en el fondo, sino un ensayo de explicación del mal en un Universo fixista… de hecho y a despecho de las distinciones sutiles de la teología, el cristianismo se ha desarrollado bajo la impresión dominante de que todo el mal alrededor nuestro ha nacido de una falta inicial. Dogmáticamente vivimos en la atmósfera de un Universo en el que el principal negocio es reparar y expiar… Por todas especies de razones científicas, morales y religiosas la figuración clásica de la caída no es ya, para nosotros, sino un yugo y una afirmación verbal con la que no alimentamos nuestros espíritus y nuestros corazones” (“Cristología y evolución”).
    Por algo los modernistas siempre han odiado este misterioso dogma. Sin el pecado original, se cae de raíz todo el edificio de la dogmática católica, empezando por la Redención de Cristo y, si esto es así, queda mutilada, desde la base, cualquier reflexión que se quiera hacer sobre el sufrimiento humano que pretenda ir más allá de la racionalización pagana y atea. Sin la Revelación y la “condición humana caída” la visión sobre el hombre queda radicalmente incompleta y deformada, y, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres” (CIC, N°407).

    Pero volvamos a lo del sentido del sufrimiento. Si los niños enfermos de Santa Marta o la niña filipina de Malinas hubieran estado frente a un verdadero maestro de la fe (y no, por lo que parece, frente a un “humilde ignorante”), podrían haber escuchado algo sobre un cierto pecado en los comienzos del Tiempo, sobre cómo el pecado del hombre hizo entrar la muerte en el mundo, cómo el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, se rebeló contra él y provocó una ruptura de proporciones cósmicas en todos los órdenes, físicos y espirituales. Incluso hasta podrían haber escuchado que, como enseña el padre Giocchi, apóstol de los niños sufrientes, sus cuerpecitos enfermos e inocentes pueden llegar a salvar al mundo si sus dolores son ofrecidos en reparación por los pecados de los hombres. ¡Tantas cosas les podría haber dicho el papa! ¡Tantas maravillas de la fe les podría haber transmitido!

    La cuestión sobre el sentido del sufrimiento es específicamente bíblica. Presupone la fe en una ilimitada totalidad de sentido, la fe en que el universo en su conjunto descansa dentro de un contexto de sentido. Sólo desde ahí tiene sentido preguntar sobre el sentido del sufrimiento. Tal pregunta se plantea ante todo allí donde se cree en un Dios omnipotente y bueno, es decir, allí donde, por tanto, es posible preguntar: «¿cómo se armoniza ese hecho con la existencia de sufrimiento en el mundo?». (Spaemann).
    Y también podrían haber escuchado todo lo que está dicho y, especialmente, lo que se ha vivido desde siempre en la religión católica…: la aceptación cristiana del dolor (que no es mera resignación fatalista), el amor al dolor de los discípulos de Cristo (“el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame”, Mt 16, 24), que el dolor nos hace más comprensivos, que la gente madura por el sufrimiento y, entonces, logra una profunda sabiduría e indulgencia para con el prójimo. Se podría hablar de la finalidad física del dolor, timbre de alarma de los peligros, fuente de alegrías (como cuando encontramos a un hijo extraviado), el dolor inspirador del arte (solo el sufrimiento puede lograr que una Comedia sea “divina”). O hablar de la finalidad moral del dolor: que expía nuestras culpas, que purifica y sana, redime, preserva, identifica el verdadero amor porque éste solo puede llegar a conocerse en medio de las pruebas más dolorosas. O hablar del valor social del dolor, que puede disipar la atmósfera envenenada de todo un pueblo con una tempestad purificadora. Y para el final, por qué no hablar de la finalidad religiosa del dolor, que es, en definitiva, el camino al Cielo (del cual, como vimos, tampoco el papa les habla a los niños enfermos), y de los grados de amor al sufrimiento cuyos ejemplos vivos y patentes se han dado en toda la historia cristiana por medio de la acción transformadora de la gracia divina: la de aquellos que no omiten ningún deber a pesar del dolor que producen, los de quienes aceptan con resignación las cruces que Dios permite o nos envía, los de quienes practican la mortificación voluntaria, los de quienes llegan a preferir el dolor al placer (no por masoquismos enfermizos sino por identificación con Cristo mismo), o los ejemplos de quienes llegaron a ofrecerse a Dios como “almas víctimas” como san Pío de Pietrelcina, cuya vida entregada en la identificación total de sus dolores con los de Cristo, no fue óbice para aliviar también los dolores físicos y espirituales de sus semejantes.

    Y si me apuran podemos enriquecernos con la Pedagogía del dolor inocente, esa reflexión asombrosa del padre don Carlo Gnocchi, uno de los más grandes apóstoles de la Caridad en el siglo XX, que dedicó su vida al auxilio espiritual primero, y físico después, de los niños sufrientes (cfr. Sánchez, Sebastián, Don Carlo Gnocchi, pedagogo del dolor inocente, revista Arbil).

    De todo esto y más todavía podría haber hablado el papa Francisco. Pero no, frente a la fundamental pregunta de una niña de 12 años, frente al testimonio provocador de niños inocentes enfermos gravemente, lo único que hay por parte del líder católico es…silencio y confusión. Silencio, confusión y…escándalo, porque si una religión tiene la pretensión de ser la única revelada por Dios (por lo tanto la única verdadera) y, frente a lo que ha sido por siglos desde siempre un espantoso enigma para el mundo pagano, su líder principal no puede decir nada, entonces esta religión “divina” debería ser considerada, lisa y llanamente, un gigantesco fraude.

    Por el contrario, lo mejor de la reflexión católica sobre el dolor nos recuerda que esta vida no es LA VIDA. Desde las Sagradas Escrituras, pasando por todos los santos y doctores de la Iglesia, esto está clarísimo. Todo hombre sabe que algo anda mal cuando está sufriendo. El dolor destroza la ilusión de que todo anda bien. Destroza la ilusión de que lo que tenemos, ya sea bueno o malo en sí mismo, es nuestro y suficiente para nosotros. Como señala brillantemente M. Schmaus, Teología dogmática, tomo 1, pág. 627):

    El hombre olvidadizo, amenazado continuamente por la tentación de enamorarse de sí mismo y del mundo, necesita esta revelación constante y recuerdo. El dolor es un profundo y oscuro misterio iluminado por la luz de un futuro glorioso. Nos impide que consideremos la Tierra como patria definitiva; mantiene viva en nosotros la inquietud y comunica dinamismo a nuestra alma. El dolor es un testimonio de la finitud del mundo y en pro de la infinitud de Dios, hacia el cual estamos siempre en camino, lo sepamos o lo ignoremos. El dolor nos saca fuera de nuestra sujeción al mundo, de nuestro egocentrismo, de nuestro autoenamoramiento. El dolor hace brotar valores que de otro modo quedarían siempre en un estado de penumbra. Descubre profundidades psíquicas que de otro modo quedarían siempre ocultas.


    Es cierto que, como señala el papa Juan Pablo II en la Salvifici doloris (26), Cristo no responde directamente ni en abstracto a esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. Como señala Claudel, Cristo no vino a explicarnos el dolor. Contrariamente a las expectativas puramente humanas (“Pues mis pensamientos no son vuestros pensamientos y vuestros caminos no son mis caminos, dice Yavhé”, Is 55, 8) no vino a destruir la Cruz sino a extenderse sobre ella. Pero esa misma Cruz es un gigantesco faro que nos ilumina en tema tan oscuro. No destruyó el dolor sino que vino a transformarlo. Y como escribí en otra parte, yo, vaso de barro, soy testigo de ello…

    13 de enero de 2004. Martes. Ocho de la noche. Estoy doblado sobre mis rodillas porque me acabo de desplomar en mi cuarto por el dolor. Estoy al pie de la cama. Las manos aprietan mi estómago. Mi boca se abre en un grito silencioso porque no sale ningún sonido. Me falta el aire. Me ahogo. Mi corazón arde como si tuviera clavado un dardo de fuego. Acabo de recibir la noticia más terrible que un padre puede escuchar. Las palabras se atropellan en mi mente: “Hubo un accidente…”, “un pozo…”, “¡venite ya!…”.
    Mi hijo de 15 años acaba de morir en el campo de sus abuelos, aplastado por un bloque inmenso de hormigón.

    Todavía no hay lágrimas en mi rostro, aún no, ya habrá tiempo para eso. Levanto la cabeza y mi mirada se clava en el cuadro de la crucifixión que está en el centro de la pared. Lo observo detenidamente. Me fijo en cada detalle: los rostros, los gestos… Lo miro de una manera como nunca antes. Y, de repente, una gracia, un don… Ahora entiendo… por fin entiendo…

    Frente a las posturas ateas y agnósticas, y concretamente, frente a todos los dolores de toda la historia, Dios no sólo no ha permanecido indiferente sino que ha respondido. ¡Y cómo! Y lo ha hecho de la manera más inaudita: enviando a su propio Hijo a “hacerse cargo”.

    Si me preguntaran si creo en la existencia de Dios, creo que ahora no diría que “creo”. Supongo que sería más sincero decir que simplemente “lo sé”. Curioso, ¿no? Porque esto lo descubrí gracias a la muerte de mi hijo.

    Pero esto es algo íntimo y personal. Un don, la gracia de vivirlo y experimentarlo. Un dolor terrible que nos ha transformado a todos y a cada uno. Un dolor que incluso ha sido transformador y vivificante para otros. Ya veremos cuando el dolor físico me invada personalmente. Ya veremos. También ahí necesitaré de la gracia de Dios para aceptarlo y vivirlo…como Dios manda. Pero mientras tanto, nos arriesgamos a hablar, nos arriesgamos a decir algo que ayude a los demás a mirar con otros ojos, con los ojos de la fe católica, el sufrimiento, para decirles que “no existen las casualidades”, la “suerte”, que si hay un Dios providente y amoroso, no existe el absurdo y el sinsentido del dolor.

    Spaemann cuenta que lo que le causaba la impresión más honda cuando estaba en el santuario de Lourdes no eran las curaciones (él fue testigo de alguna), totalmente incomprensibles para la medicina. Lo que más lo impresionaba eran los enfermos que se iban de Lourdes sin haber sido curados. Se hubiera podido suponer que estarían llenos de la más profunda desesperación. Por el contrario, señala Spaemann, el mayor milagro de Lourdes es la serenidad de los que la abandonan sin ser curados. Y reflexiona el filósofo alemán: “¿Cómo puede suceder eso? Tal realidad está relacionada con el hecho de que para ellos la curación milagrosa de alguno les hace entender que el sufrimiento que padecen no es un fatal destino. Si Dios puede curarme, debe tener un motivo para no hacerlo. Un motivo, es decir, ¡un sentido¡ y el sentido consuela” (R. Spaemann, El sentido del sufrimiento. Distintas actitudes ante el dolor humano).

    Además, los enfermos de Lourdes saben positivamente que el dolor que sufren no tiene la última palabra. Desde el Domingo de Resurrección, los cristianos saben que la muerte no es lo último. Y para los enfermos de Lourdes que no han sido curados, pero han sido testigos directos de curaciones milagrosas, la fe y la esperanza se han fortalecido aún más.

    “[La frase] sentido del sufrimiento –
    escribe Spaemann– solo puede significar la integración del sufrimiento en un contexto absoluto, donde al final ya no sea sufrimiento. Es como en el caso del hambre, que solo tiene pleno sentido en cuanto que impulsa a comer y se ha comido. Del mismo modo, la historia de Job tiene como final natural que se le devuelva todo; si esa historia no hubiese acabado así, todo el discurso no hubiese sido sino puras palabras”.

    La fe católica es fe en la verdadera supresión del sufrimiento. El dolor que se ha sufrido, de manera contraria al pecado, no es un motivo de tristeza sino de alivio cuando se considera retrospectivamente. Cualquiera puede entristecerse, aunque las cosas vayan bien, por el dolor que haya causado a alguien. Pero nadie se entristece porque haya padecido dolor, si ese dolor ya no se padece. El sufrimiento aparentemente total solo alcanza a tener sentido cuando ha sido ya relativizado por una más total alegría.

    Spaemann dice que fuera de la perspectiva cristiana no se puede hablar del sentido del sufrimiento. Afuera de eso solo existe la “ oscura lucidez” del sinsentido y el absurdo.

    Por eso san Pablo advertía que si Cristo no hubiera resucitado no solo hubiera sido vana nuestra fe sino que hubiéramos sido los más desgraciados de todos los hombres (porque sin duda habría más desgracia en cuanto buscadores de la verdad en un hombre que creyera en “la mentira más grande la historia”, como calificó Nietszche al cristianismo, que en aquel ateo o incrédulo que simplemente aceptara el absurdo del sufrimiento). El sufrimiento solo puede tener sentido si es relativo, y solo es relativo si todos los sufrimientos pueden ser suprimidos. Y la respuesta real a eso solo se encuentra en el cristianismo. Cristo, con su resurrección, ha demostrado que esa supresión será total y real.

    “¡He aquí la morada de Dios entre los hombres El habitará con ellos y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos, y les enjugará toda lágrima de sus ojos y la muerte no existirá más, no habrá más lamentación, ni dolor, porque las cosas primeras pasaron. Y Aquel que estaba sentado en el trono dijo: “He aquí, Yo hago todo nuevo”
    (Ap 21, 3-5).

    No despreciemos la reflexión sobre el dolor y el sufrimiento de tantos santos y doctores de la Iglesia. Somos, como tantas veces se ha dicho, “enanos subidos a los hombros de gigantes”. Sería bueno que el papa Francisco lo recordara y confiara un poco más en la sabiduría católica de siglos y mucho menos en sus “iluminadas” improvisaciones.

    Augusto del Río

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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    UN DESECHO, UN PURO DESPERDICIO


    En atención al futuro de las especies, no menos que en implícita alusión a las cualidades de hombres como Bergoglio y su escriba el «Tucho» Fernández -ambos de suceso inexplicable si hubiese que juzgar por sus talentos-, la nueva encíclica podría ir encabezada por este acápite genial de Gómez Dávila: se avecinan las épocas en que sólo podrá sobrevivir lo que repta. Rastrero el destino de una humanidad globalizada a golpe de consigna, disciplinada bajo la capa de plomo de axiomas engañosos, sin ya el menor adarme ascensional, sin alguna dilección celeste; rastrera la comandancia del ínfimo entre los parvenus, coronado tras décadas de paciente selección inversa.

    Unas pocas consideraciones al vuelo -relativas apenas a lo que podría llamarse "rasgos de estilo"- ya que la administración de este espacio nos obliga ingratamente a detenernos siquiera un rato en unas páginas que no son para leídas ni que sea bajo amenaza de fusta. Primero: la profusión de obviedades, como en aquel nº 22 que incorpora al magisterio la lección de ciencias naturales de tercer grado: «las plantas sintetizan sustancias nutritivas que alimentan a los herbívoros; éstos, a su vez, alimentan a los carnívoros, que aportan importantes cantidades de desechos orgánicos, los cuales dan lugar a una nueva generación de vegetales». Una risueña selección de obviedades de este tipo, con sus merecidos cáusticos comentos, puede leerse en The Wanderer. Segundo: los imprevistos saltos de tono, como cuando después de describir con el más parsimonioso recurso a los lugares comunes los problemas de los países subdesarrollados al momento de afrontar las catástrofes telúricas y la deuda externa, prorrumpe en románticas expresiones del tipo de «estas situaciones provocan los gemidos de la hermana tierra» (53). Tercero: la fumosa impronta panteísta, como en pasajes (67) como aquel en el que, en referencia al libro del Génesis, se recuerda el mandato de «cultivar y custodiar» el jardín del mundo. «Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre ser humano y naturaleza», sic, como si la naturaleza, así, en general, estuviese dotada de espíritu como el hombre -único éste entre los seres, en rigor, dotado de responsabilidad. Todo el texto, pese a las inevitables concesiones a la dignidad peculiar del hombre, rezuma este vaho panteísta que hace del hombre un ser más entre los seres. Cuarto: el altruísmo inmanentista, como cuando, al tratar del episodio de Caín y Abel y el primer homicidio, concluye: «soslayar el deber de mantener una relación correcta con el prójimo, hacia el cual tengo el deber del cuidado y la custodia, destruye mi relación interior con mí mismo, con los demás, con Dios y con la tierra» (70). Como se ve, Dios aparece en tercer lugar, recién después de mí mismo y el prójimo y apenas antes de la tierra, lo que podría justificar una reversión del orden del doble mandato, ahora a enunciarse así: «amarás al prójimo como a ti mismo y al Señor tu Dios con todas tus fuerzas». Por lo demás y en estricto rigor, consta que el desorden de Caín comenzó por su desordenada relación con Dios, a quien le ofreció un sacrificio no acepto.

    Esto, sin el menor ánimo de rebasar más que una tercera parte del indigesto: sin dudas lo siguiente debe abundar en no más gratos hallazgos. Hemos leído al pasar, en otras reseñas, que pese a las justificadas y a menudo también obvias críticas al modelo de producción capitalista, la encíclica señala que el derecho natural a la propiedad privada (que la Iglesia siempre sostuvo como inviolable y como garantía de la dignidad del hombre) debe subordinarse a la "función social" y a los "derechos de los desposeídos", lo que implica la eventualidad de tener que negar este derecho. Ya sabemos a cuántos siniestros despojos y a cuánta granjería de burócratas condujo la impostura marxista para que nos vengan con este cuento. También se ha notado el aparente contrasentido en deplorar las políticas antinatalistas impuestas a los países pobres con el tributo implícito a Jeffrey Sachs, neo-malthusiano de cabecera de Francisco y apóstol de la llamada "salud reproductiva" y del derecho al aborto, e impulsor de la indemostrable hipótesis de la causalidad humana en el presunto «cambio climático» (hipótesis que anima de punta a punta al documento). Bien han recordado en Infocaótica que «el Magisterio no tiene competencia en los aspectos estrictamente científicos y técnicos» porque «ni la Iglesia, ni ciencia alguna, puede aportar la solución definitiva de un problema cuyos datos se renuevan constantemente». Resulta por lo menos paradójico que a la Iglesia se le haya endilgado el cargo de haberse supuestamente inmiscuido en discusiones científicas durante el proceso a Galileo (proceso que, en realidad, no versó sobre la teoría heliocéntrica) y que ahora se la inste a tomar parte en las disputas sobre esta materia. Capítulo aparte, en punto a contrasentidos, merece el impulso a una llamada "ecología integral" en la que quepa la continuidad de las migraciones masivas, según consta habitualmente en el demagógico discurso de Francisco.

    Horroriza el ver citados como autoridades a Teillard de Chardin y a la «Carta de la Tierra», no menos que aquel parágrafo 175, en el que se repite una escabrosa iniciativa común al menos a varios de los pontificados post-conciliares: «el siglo XXI, mientras mantiene un sistema de gobernanza propio de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. (…) Como afirmaba Benedicto XVI en la línea ya desarrollada por la doctrina social de la Iglesia, "para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, Juan XXIII" (subrayado en el original)». Habida cuenta de que no estamos ya en tiempos del Sacro Imperio, ¿de qué signo puede llegar a ser esa mentada «Autoridad» añorada por los últimos pontífices? (Un detallado comentario a este deseo puede leerse en el capítulo 13 del Apocalipsis.)

    Ahora falta esperar la apoyatura cinematográfica de la imagen del Papa eco-paladín, la pantomima del justiciero orbital opuesto a los intereses más desorbitados, los mismos que se esmeran en dorarlo. Por lo pronto ya circula el anticipo, tan ridículo como el sujeto homenajeado:








    Hace unos meses publicamos una entrada anticipando lo que Francisco omitirá decir en su encíclica. No era arriesgada la predicción, se entiende, que el rey está desnudo desde su primera aparición pública, pero allí -entre otras omisiones cantadas- se recordaba la necesidad de recuperar el concepto clásico de naturaleza, entendida no sólo unívocamente como el «conjunto de todos los seres creados» sino también como «esencia en tanto principio de la actividad», lo que implica reconocer las leyes inherentes a lo real -incluidas las leyes morales, que signan como contrarias a la naturaleza a las aberraciones sexuales, tan sistemáticamente soslayadas por Bergoglio. La difusión de Laudato sii confirmó las peores expectativas a este respecto.

    En la primera encíclica de la historia no dirigida, según es uso, «a los obispos, el clero, los religiosos y fieles en general» sino más genéricamente «a todas las personas de buena voluntad», aquel mismo que detenta el cargo de Sumo Pontífice llega a preguntarse: «¿por qué incluir en este documento [...] un capítulo referido a las convicciones de fe?» (62). Apaga y vámonos, que esto ya es el mundo al revés, y la principal entre las especies en extinción es la fe misma.

    La «cultura del descarte», frecuentemente censurada en el texto, resulta el sustrato mismo de una encíclica -como era previsible- descartable.Un desecho, un detritus al que no le cabe ni siquiera el mezquino honor del reciclado.


    In exspectatione

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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    ¿EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS O EL CÁNTICO DE LAS IMPOSTURAS?

    La situación de la Iglesia es dramática, con una Europa que abandona en masa la fe y la otra mitad de planeta persiguiendo o masacrando cristianos. Ante este panorama, ¿qué hace el papa Bergoglio? ¿Publica una encíclica sobre la presencia de los cristianos en el mundo, su difícil situación y la libertad de conciencia? No. Publica una encíclica ecológica sobre la clasificación de residuos y la limpieza de los ríos.

    Recuerda a la hilarante escena de Johnny Stecchino, en la que un automovilista de Palermo explica a Benigni cual es en realidad la grave y trágica plaga que afecta a la ciudad: “¡El tráfico!”.


    GUSANOS Y CRISTIANOS

    Resulta conmovedor ver a qué extremos de precisión llega el papa argentino en el mencionado documento preocupándose por la supervivencia de “las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles”, especies que “suelen pasar desapercibidas” (nº 34). Por el contrario, a la incierta supervivencia de los cristianos perseguidos, torturados y deportados no se les dedica encíclica alguna. Son masacrados sin que nadie alce la voz para defenderlos.


    ¿Cómo se sentirán todos aquellos cristianos de Iraq, Pakistán, Corea del Norte, China o Nigeria que por no renegar de su fe han perdido su casa y su trabajo, han visto morir a seres queridos o han sido objeto de violación, tortura, crucifixión, decapitación o deportación, al leer la preocupación del Sumo Pontífice por la suerte que corren los gusanos y los reptiles?


    Sabe Dios cómo se sentirán los cristianos que han tenido que huir de su pueblo y viven en campamentos de refugiados al leer que el Papa dedica su encíclica a las especies animales que, por los nuevos cultivos y los embalses “no pueden migrar ni desplazarse libremente”. Menos mal que tenemos un papa que se ocupa de esos animalitos y propone “la creación de corredores biológicos” para que esas especies puedan migrar con toda libertad.


    ¿Se ha ocupado alguna vez el Vaticano de Bergoglio de defender a las poblaciones cristianas amenazadas de exterminio? ¿O a los cristianos que desde hace años se pudren en cárceles por su fe?


    Por ejemplo, Asia Bibi, la pobre madre paquistaní que lleva seis años recluida en una celda sucia y oscura con una condena a muerte sobre sus espaldas por el simple hecho de ser cristiana. En ningún momento ha hecho el papa Bergoglio la menor declaración a favor de ella solicitando su liberación, o por lo menos para pedir oraciones por ella.


    EL VERDADERO SAN FRANCISCO



    Esta larguísima encíclica (recordemos que el propio Bergoglio había criticado los extensos documentos episcopales) es una recopilación de los más triviales lugares comunes ecocatastrofistas.


    Ennoblece las tesis ambientalistas más discutibles desde el punto de vista científico, como el origen humano del calentamiento global. Al consagrar estas tesis, la encíclica corre el riesgo de repetir el error del caso Galileo, es decir, de otorgar autoridad teológica a lo que no es más que una hipótesis científica, y muy dudosa.


    Podría resultar más bien un “Cántico de las imposturas” que un “Cántico de las Criaturas".


    Si esa es la idea, ¿para qué reducir al pobre San Francisco de Asís a un monigote ecologista? Está demostrado que es de todo punto absurdo imaginar a un ecologista en el siglo XII, cuando el hombre carecía de la capacidad tecnológica que posee hoy y la naturaleza le imponía unas condiciones de vida sumamente rigurosas.


    El Cántico de las criaturas que escribió S. Francisco es un himno bíblico que hace paráfrasis de los salmos para alabar a Dios y proclamar la bondad de la creación en una época en que los cátaros, haciéndose eco de las doctrinas gnósticas, consideraban malo todo lo creado.

    En el himno de San Francisco, el bien supremo no es la protección del medio ambiente, sino la salvación eterna de las almas. Hasta tal punto es así que concluye advirtiendo del peligro de morir en pecado mortal porque conduce al suplicio sin fin del infierno (“Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados aquellos a los que [la muerta] encontrará en tu santísima voluntad, porque la muerte segunda no les hará mal”).

    Por el contrario, en el bergoglismo no hay lugar para el pecado original, el pecado mortal, el purgatorio o el infierno, cuando la doctrina católica afirma que la salvación de las almas es la suprema ley de la Iglesia. Lo único que importa.


    UNA SOLA ALMA



    Digo más: a los ojos de Dios, la salvación de una sola alma es más valiosa que todo el universo natural (con perdón de los Verdes). Lo dice también Santo Tomás de Aquino: “El bien sobrenatural de uno solo es superior al bien natural de todo el universo” (Summa TheologiaeI-II, q.113 a.9 ad 2).


    Y el otro maestro supremo, San Agustín de Hipona, escribe: “La justificación del impío es una obra más grande que la creación del cielo y de la tierra, porque el cielo y la tierra pasarán, pero la salvación y justificación de los elegidos no pasará jamás” (In Evang. Johan., 72,3).

    ¿En qué se funda esta doctrina? En el Evangelio mismo, donde Jesús dice precisamente: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt. 24,35).


    Refiriéndose a la actitud de Cristo para con los seres humanos, los Evangelios dicen con frecuencia: “Tuvo compasión”. Este pesar íntimo por todos los seres humanos que le brotaba del fondo del corazón a Jesús revela la concepción de la realidad que caracteriza al Salvador.

    Puede definirse así: para Él, “el mundo entero no vale tanto como la más minúscula persona” (Luigi Giussani, All’origine della pretesa cristiana). Ciertamente Dios ha venido a morir por cada uno de los hombres, y de una muerte ignominiosa. A los ojos de Él, un insignificante y desconocido ser humano vale la muerte de cruz de su único Hijo.


    Al fin y al cabo, ya en el Génesis el Creador otorga al hombre la realeza sobre el universo. Es sabido que para los modernos conceptos ecologistas este decreto sagrado es insoportable, porque invierten la jerarquía bíblica de valores colocando al hombre en el mismo plano que las otras especies vivientes. O peor aún, hay quienes consideran al hombre como el cáncer del planeta.


    ¿LA DEGRADACIÓN DEL HOMBRE?



    Hasta ahora, la Iglesia se oponía a esta ideología verde. Pero en la encíclica bergogliana hay un pasaje que deja perplejo. No sólo porque cita como autoridad a Teilhard de Chardin, sino porque llega a afirmar: “El fin último de las demás criaturas no somos nosotros” (nº 83).

    Sin embargo, este concepto es todo lo contrario de lo que afirma el Concilio Vaticano II. La Constitución Gaudium et spes de hecho declara: “Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos” (nº 12).


    Por su parte, el Catecismo dice: “Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para amar y servir a Dios y para ofrecerle toda la creación” (nº 358).


    El Catecismo cita a San Juan Crisóstomo: “¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra, el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su único Hijo por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta Él y se sentara a su derecha” (Sermones in Genesim, 2, 1: PG 54, 587-588).

    Con esta encíclica, el papa Bergoglio corre el riesgo de dar una terrible señal de rendición a la agenda de Obama, a la del pensamiento dominante que tiene una clara connotación neopagana, anticristiana y antihumana.


    No sé si Bergoglio se da cuenta de la confusión a la que está llevando a la Iglesia (y no sólo con el Sínodo). La verdad es que en las últimas semanas ha habido muy buenas intervenciones del Papa sobre temas como la familia, el hombre y la mujer y la colonización imperialista de la ideología de género.


    Habrían sido unas consideraciones perfectas para esta encíclica en la línea de la "ecología humana" de Benedicto XVI. Desgraciadamente, ha tomado otro camino. Esperemos que sea una moda pasajera.



    Antonio Socci



    Tomado de “Libero”, 17 de junio de 2015


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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Como siempre, Fray Gerundio da en el clavo:





    Enfriamiento Global


    Si no fuera porque ya me conozco el paño, me resultaría raro que el Papa ande preocupado por el calentamiento global del planeta, mientras se está produciendo un enfriamiento global en el mundo católico. Y además, de proporciones siderales. Supongo que esto último debería ser lo que más le quitara el sueño, en vez de andar obsesionado con las ballenas o con los agujeros de ozono. Mucho me temo que si aplicamos lo que dijo el Señor de que por sus frutos los conoceréis, se ven aquí unos frutos bastante alejados de lo que debería ser su principal preocupación: la salvación de las almas y confirmar en la fe a los católicos, que es al fin y al cabo lo que Dios le ha encomendado.
    Me parece que le pasa al Papa lo que le ocurre a esos que abandonan sus obligaciones más elementales para dedicarse a pequeñas o grandes aficiones. Como esos padres de familia que no hacen mucho caso de sus hijos, pero están trabajando de voluntarios para ayudar a los niños del Nepal, pongo por caso; y regresan a la casa a última hora de la noche, sin poder estar un rato con los niños, porque había mucho trabajo en la ONG de turno. O esas esposas que no cocinan nunca en la casa porque les da pereza, pero se apuntan al curso de cocina de la asociación de amas de casa del barrio. O esos párrocos que nunca visitan a sus enfermos porque tienen mucho trabajo o no dan catequesis porque están muy liados con las actividades culturales de la parroquia. Se podrían poner muchos ejemplos de estas actitudes que en castellano reciben el calificativo de irresponsabilidades, pero que requieren un apelativo mucho más fuerte cuanto mayor es el cargo. Si esto le sucede a un Sumo Pontífice, la gravedad es espantosa.


    He de reconocer que no tengo fuerzas ni humor para leerme entera la Laudato, pero basta con acercarse a ella en alguno de los resúmenes que se nos ofrecen. Me ha gustado el de Sandro Magister por una doble razón: porque está bien hecho, y porque ahora mismo es el nuevo misericordieado de la Santa Sede, sobre el que se ha construido ya el cadalso para su ejecución, como en las viejas películas del Oeste. Otro caso más de Guillotinas Fulminantes.


    Por otra parte, resulta muy divertido saber que tiene uno entre las manos una encíclica del Papa, en la que se habla del aire acondicionado, del huerto en la casa, de apagar la luz, de dar las gracias y de embellecer una fuente. Qué hermoso. No se pierdan lo que dice sobre el elogio del domingo, equiparado al sábado judío: día de la sanación de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo. He de reconocer que en mis años de monje no he escuchado nunca una interpretación tan masónica del Día del Señor. Si esto es así, creo que se puede dejar de ir a Misa (como de hecho ya hacen la mayoría de los cristianos). Bastaría con darle un abrazo al vecino, saludar al repartidor de periódicos, sonreir a la churrera y quemar una varita de incienso mirando al Sol Naciente con un taparrabos indigenista.


    Creo que esta pseudo-encíclica es un vertido tóxico y hay que evitar el contagio que transmite. Este reciente y disparatado engendro, supone un nuevo derrumbamiento de algo tan tradicional y clásico como eran hasta ahora las encíclicas papales. A partir de ahora, como ha ocurrido con tantas otras cosas, las encíclicas podrán tratar sobre cualquier tema. El Papa podrá exhortar a los católicos (y a todos los hombres de buena voluntad, que no se me olvide), sobre el cultivo del melón caucásico, el cuidado de la foca bigotuda septentrional o la necesidad de la aplicación de la economía paleolítica al mundo actual. Total, da lo mismo. Otra institución pontificia destruída. Ya nunca se podrá citar una encíclica como algo perteneciente al Magisterio Pontificio, tras este Papa tan magistralmente anti-magisterial. Como las canonizaciones, desde ahora las encíclicas irán ya al cubo de la basura (reciclada, por supuesto).


    Creo que la misión del Vicario de Cristo en la Tierra (perdón, en la Madre Tierra), es la de predicar y dar testimonio del Evangelio de Jesucristo.
    Nunca la de enredarse en cuestiones humanas por muy importantes que puedan parecer. Y menos todavía si son cuestiones que están en entredicho por parte de la comunidad científica. Pero es que además de eso, me parece muy grave que sus preocupaciones magisteriales y educadoras de sus ovejas vayan por estos caminos. Con la que está cayendo en este momento.


    Preocuparse de la extinción de ciertos animales, mientras están extinguiendo cristianos como animales en Oriente Medio, denunciadas con la boca pequeña y con muy poca energía, me parece como poco una hipocresía descomunal (de esa de sepulcros blanqueados).


    Andar preocupado por las especies marinas y oceánicas, mientras se manosea, se pisotea, se cometen sacrilegios sin número con las especies sacramentales (valga la analogía) es -como poco-, de una gravedad inconmensurable.


    Dar la alarma porque no se cuida todo lo que el Creador nos ha dado, mientras se permite la sistemática destrucción de la Revelación y la Tradición -que constituye el depósito que Jesucristo nos ha transmitido-, es una tomadura de pelo. Es muy curioso que se hable de la conservación de la Creación, mientras se olvida, se desprecia y se deja de lado la conservación de la Redención. Ustedes me entenderán, a poco que piensen.


    Menos mal que ya quedó todo escrito para nuestra enseñanza. En el Evangelio está todo claramente explicado. Estas “doctrinas” pontificias son cosas humanas. Decía San Juan en su primera carta que ellos son del mundo y por eso hablan del mundo. Y se dirigen a todos (y todas), para cuidar la casa común, cuando hay un lío descomunal en la Iglesia común, fomentado desde allá arriba.


    San Pedro, el primer Papa, se empeñó en zascandilear con los judíos para que le aprobaran su actitud y chalaneaba con ellos en ambigüedades notorias. Menos mal que estaba San Pablo por allí y le puso en su sitio: Tú eres como los demás. No te es lícito decir una cosa cuando estás con los judíos y otra cuando estás con los cristianos. Y el mismo Señor, nada más nombrarlo Vicario y Piedra, le tuvo que llamar al orden porque quería barrer de un plumazo la Pasión de Cristo:Apártate de mi, Satanás, porque tú piensas como los hombres y NO como Dios. Menos mal que San Pedro comprendió el disparate y aceptó la recriminación. Pudo hacerlo porque no estaba esperando que le concedieran el Premio Nobel de la Paz, o el Gran Delantal del Sumo Hacedor, o el Toisón de Oro de la ONU, o la Mención Honorífica de la Nueva Era.


    A mí no me la pegan. Lo realmente importante no es el calentamiento global del planeta (suponiendo que lo hubiera), sino el enfriamiento global del catolicismo. Con razón dijo el Señor que en los últimos tiempos se enfriará la caridad de muchos. Y parece que no estaba muy seguro de encontrar fe sobre la tierra cuando viniera de nuevo en gloria y majestad. A este paso, va a ser que sí…..


    Fray Gerundio


    Enfriamiento Global | Adelante la Fe

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