Darse cuenta
Decía Chesterton que, cuando algo ocurre, primero ocurre y después uno se da cuenta. En otras palabras, es habitual no darse cuenta de lo que está ocurriendo mientras está ocurriendo, sino cuando ya ocurrió. Y es entonces cuando nos espantamos con la atrocidad de lo ocurrido.
Hace pocos días coincidíamos con un amigo en que resulta muy difícil caer en la cuenta de lo que está ocurriendo en la Iglesia y calibrar su gravedad. Aquí va una recopilación de lo ocurrido en los últimos días:
1) En este video, el cardenal Rodriguez Madariaga entona con el solo acompañamiento de sus palmas, un himno en honor al Papa Francisco. Produce vergüenza ajena, lástima y bronca. Este lamentable personaje, además de ser arzobispo de una importante arquidiócesis centroamericana, es el líder del G9, es decir, el grupo de purpurados que colabora estrechamente con el Santo Padre en el gobierno de la Iglesia.
Si Rodriguez Madariaga no hubiese entrado en religión, ciertamente no habría pasado de dependiente de un mercado de barrio. Un personaje menor, incapaz y ridículo. ¿Alguien puede pensar, por ejemplo, en San Ambrosio cantándole este tonadita al papa San Siricio? Y para no poner la vara tan alta, ¿alguien imagina al cardenal Aramburu entonando cantitos aduladores a Pablo VI?
2) Un obispo colombiano, Mons. Mons. Juan Vicente Córdoba, se despachó de un modo propiamente increíble, en la forma y en el contenido, acerca de los homosexuales y su vida de perversión, tal como reportamos en este blog. Días después, y presionado por el episcopado colombiano, el obispo jesuita se disculpó, aunque hubiese sido mejor que no dijera nada. Entre otras cosas, afirmó: “Para ilustrar a los asistentes sobre dicha realidad -desconociendo la presencia de medios de comunicación en la sala- me permití utilizar algunas expresiones coloquiales que, fuera del contexto del encuentro académico y del diálogo establecido con los asistentes, resultan claramente desafortunadas”. Es decir, las cosas que dijo era cosas “secretas”, para ser dichas solamente al grupo de iniciados en ciertas doctrinas y ciertas prácticas, ya que no hubiesen sido dichas s hubiera sabido que allí estaban los medios (Que vuestro hablar sea sí sí, no, no, dice Nuestro Señor en el Evangelio [Mt. 5,37). Además, el prelado de la Compañía considera que su vocabulario soez y grosero (“De la abundancia del corazón hablan los labio”, dice el Señor [Lc. 6,45]), indigno no ya de un obispo sino de un cristiano, es lenguaje académico, es decir, lenguaje propio del ámbito universitario. ¿Qué diría Santo Tomás de Aquino, el Ángel de la Academia, de esto? Y para no poner la vara tan alta, ¿Qué diría Mons. Octavio Derisi?
3) El Papa Francisco, como es habitual, nos instruyó con su sapiencia. El 13 de mayo, por ejemplo, iluminó al mundo con su agudeza: “Sobre esta puerta de entrada están escritas tres palabras, que ya he utilizado en la plaza otras veces. Y esas palabras son: «permiso», «gracias», «perdón». En efecto, estas palabras abren camino para vivir bien en la familia, para vivir en paz”. Después de más de dos años de escuchar sandeces día a día (“Pero, por qué no te callas?”, dijo el rey don Juan Carlos a otro charlatán ya felizmente difunto), era dable esperar que algún miembro prominente de la Iglesia lo hubiese enfrentado. Algo hizo el cardenal Burke el año pasado -y fue misericordiado-, y nada más hasta ahora. Más bien al contrario. Uno de los purpurados con más gravitación en la vida eclesial, el cardenal Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, dijo hace pocos días que “Todos miramos con gratitud el alto magisterio del Santo Padre Francisco”. Pensé que era una broma; que se estaban burlando de un pobre sudaca de Flores. Pero no. Es verdad. Este señor arzobispo de Génova considera que las majaderías y simplezas con las que Bergoglio nos desayuna a diario son “alto Magisterio”. Y me viene a la memoria San Atanasio oponiéndose valientemente al Papa Liberio, o San Máximo y San Sofronio haciendo lo propio con el Papa Honorio.
4) En las últimos entradas que he publicado en este blog referidas al “magisterio” del Papa Francisco, han sido varios los comentarios de bienintencionados lectores que hacían imposibles piruetas a fin de salvar las palabras pontificas y entenderlas en sentido católico. Y lo mismo ocurre cotidianamente en la multitud de sitios católicos neocones. Justamente lo inverso a lo que debiera ocurrir. La tarea más importante del oficio petrino es “confirmar a los hermanos en la fe”. Es decir, el Papa debe esclarecer la doctrina a fin de que los fieles puedan seguirla con seguridad y fortalecer su fe. Actualmente, en cambio, son los fieles los que diariamente deben esclarecer la doctrina del Sumo Pontífice.
5) En las últimas semanas nos hemos dedicado también al estudio y discusión de las intrincadas tesis teológicas del arzobispo Tucho Fernández. La realidad incontestable es que un personaje absolutamente menor, orillero de la teología y de la academia, y cuyo único mérito científico es una ristra de libros de autoayuda, es el principal asesor teológico del Papa y quien redacta los documentos más importantes del pontificado. Como lo reporta el informadísimo Sandro Magister, fue el Tucho quien escribió el esperpento de la Chantae gaudium, y fue él también quien escribió, en marzo último cuando se instaló en Santa Marta, la próxima encíclica sobre la ecología, la que fue rápidamente desestimada in toto por el Papa Francisco porque se dio cuenta que no podía ni siquiera amagar con presentar ese bodrio en la Congregación de la Doctrina de la Fe porque el cardenal Müller la iba a incinerar por la inanidad absoluta del escrito, y probablemente renunciara con un escándalo. Es este el motivo, y no otro, del atraso de su publicación.
El arzobispo Fernández, que logró trepar por las lianas eclesiales merced a los empellones de un mediocre como él -you know who- y desplazando inescrupulosamente, a través de las más bajas maniobras curiales y la traición a sus amigos sacerdotes (pregúntenle al P. Carlos Galli), es quien establece los líneas de la doctrina teológica pontificia.
¿Qué diría San Pío X, que se rodeó como asesores teológicos de fuste, como el P. Lemius o el futuro cardenal Billot, frente a la preferencia de su sucesor rioplatense?
La Iglesia viene en caída libre desde hace más de un siglo. Con Bergoglio en el pontificado ha tocado fondo. Cuando termine de ocurrir lo que está ocurriendo, y de lo que no nos terminamos aún de dar cuenta, quizás encontraremos cenizas, como relata el Microcuento de Ludovicus, o quizás nos encontremos con el Hijo de la Perdición a las puertas.
The Wanderer
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