Revista FUERZA NUEVA, nº 494, 26-Jun-1976
Cáritas
EL oportunismo nunca ha sido rentable. Hay quien se cree muy listo al utilizarlo, y luego ocurre lo que ocurre. Como lo de Caritas. Un año más ha hecho su cuestación el día del Corpus. Y un año más el católico que todavía se preocupa de las actividades eclesiales, que cada vez son menos, ha deshojado la margarita: «Caritas, sí; Caritas, no.» Hace unos años nadie dudaba. Hasta que unos dirigentes de Caritas se decidieron a emplear dinero de la organización de caridad en actividades distintas a la función inicial, en la que podíamos encontrarnos todos los cristianos sin distinción de ideas.
Yo, y lo digo con sentimiento, soy de los de «Caritas, no», desde que he visto, en su nombre y con su dinero, realizar acciones que se oponen a la libre opción que yo, como ciudadano de un país libre, tengo derecho a escoger en la vida política de mi nación. Ni debo dar dinero con la duda de que alguna parte de él pueda ir a sostener huelgas subversivas ni, menos, a elementos relacionados con bandas de asesinos que siguen matando sin que Caritas se haya molestado en mandar una nota de condena a los periódicos, como si la vida humana no mereciera el mismo interés para una organización de caridad que otras atenciones bastante más discutibles. Porque no creo que nadie se atreva a decir que condenar los crímenes de ETA y FRAP seria meterse en política, cuando no se ha temido realizar actividades más politizadas y menos justificadas que contribuir, al menos con una palabra de condena, a que no se siga asesinando a gente honrada, que con frecuencia daba su donativo en las cuestaciones de Caritas...
Si alguna duda quedara sobre la justificación de esta postura, la disipa la declaración publicada por la Comisión Episcopal del ramo, con ocasión de la cuestación del día del Corpus, en la que se dice:
«Duele constatar que todavía hay quienes quisieran que Caritas redujera su acción a lo puramente asistencial y cerrara los ojos a las causas de las injusticias que han de subsanar no comprometiéndose a la construcción de un mundo más justo.»
Añade que Caritas «cree, como el que más, que es necesaria la transformación y mejora de las estructuras».
Caritas puede creer lo que le dé la gana, pero la mejora y transformación de las estructuras de la sociedad civil entraña un abanico de opciones políticas, en las que una organización de la Iglesia para fines asistenciales no tiene mandato para sustituir la libre elección de los ciudadanos. Y si sus dirigentes creen otra cosa, que lo hagan con dinero de su bolsillo, no con dinero del bolsillo de los demás. Por lo menos, no con el mío, de eso pueden estar seguros.
Juan Nuevo
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