Tiananmen en la Iglesia. Es hora de Héroes, no de cobardes
Es muy difícil describir la angustia que sienten muchas almas de fieles y sacerdotes perplejos ante lo que vivimos. Esta situación, angustiosa y sofocante, no dista demasiado de la que se puede vivir en otros planos, como podría ser el de los luchadores por la libertad en regímenes dictatoriales como Corea del Norte, Cuba o China:
Asistimos a un régimen de pensamiento único basado en la idolatría al líder supremo, independientemente de que lo que diga sea coherente, bueno o malo (papolatría). Si hoy dice blanco aplaudimos, si mañana dice negro aplaudimos con mayor entusiasmo. No hay principio de no contradicción, ni dignidad alguna. El que se salga de la fila puede darse por muerto y regado con un amplio catálogo de insultos: rebelde, soberbio, mal hijo, radical, extremista, cavernario…
Contamos con una inmensa casta funcionarial adscrita al régimen (cardenales, obispos y sacerdotes), que carece en una gran mayoría de una ideología real (Fe verdadera y sólida). Esta falta de convicciones provoca que ninguno esté dispuesto a inmolar su carrera, dinero y prestigio en defensa de una Fe que ya han vendido por un plato de lentejas.
Sólo unos poquísimos tratan de abrir la boca para decir lo que todo el mundo ve, pero nadie quiere decir. Estos pocos (hombre de Fe auténtica) son rara avis, debido a la cantidad de años que la propagando del régimen lleva adoctrinando. Del resto que calla, muchos ven lo mismo, pero su comodidad en el establishment, y la cobardía a enfrentarse con una realidad aislada, sin posición ni salario, les engendra un pánico que los bloquea buscando todo tipo de excusas y autojustificaciones.
El régimen cuenta con sus medios oficiales, con sus Pravda, sus Granma, que maquillan la realidad creando un mundo rosa imaginario (aciprensa, neocatólicos..) para mantener adormecidos al pueblo, que asiste como convidado de piedra a su destrucción.
También contamos con nuestra “iglesia patriótica”, como en China, órdenes e instituciones de apariencia más o menos tradicional pero que jamás resultan incómodas al poder ni por lo que hacen, ni por lo que dicen, contribuyendo de forma incalculable a perdurar la situación con su complicidad.
Ante esta situación, los pocos que tratan de luchar se enfrentan a un coloso con múltiples tentáculos derivados del miedo, sobre todo a dejar de comer y perder la nómina. Esta “resistencia”, al igual que pasa en Cuba o China, debe andar con mucha prudencia, siempre bajo observación y condenada a reunirse en leproserías para que la población no los vea, puesto que de ser descubiertos son vilmente apaleados y fusilados, muchas veces denunciados por sus propios hermanos para ganar crédito con el régimen.
Incluso de entre todos los que osan hablar, muchos caen por el camino abatidos por las balas del miedo o vencidos por la precariedad humana. Sólo unos pocos valientes, muy pocos, tocados por la gracia de Dios y el martirio, logran permanecer de pie confiados en la Verdad, dispuestos si es necesario a ser arrollados por los tanques de Tiananmen.
Es tiempo de héroes, no de cobardes. Apestados en la tierra, Santos en Cielo.
Miguel Ángel Yáñez
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