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Tema: Observaciones sobre la Misa en tiempo de pandemia

  1. #1
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    Observaciones sobre la Misa en tiempo de pandemia

    Observaciones sobre la Misa en tiempo de pandemia

    Por
    Bruno de la Inmaculada -

    20/05/2020
    «Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sion» (Sal.137,1).
    «Como anhela la cierva las corrientes de las aguas, así te anhela mi alma, ¡oh Dios! Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo iré y veré la faz de mi Dios? Mis lágrimas son día y noche mi pan cuando me dicen cada día: “¿Dónde está tu Dios?” Lo recuerdo, y mi alma se expansiona, pues atravesaba yo por medio de los nobles hacia la casa de Dios entre los gritos de alegría y alabanza en festiva algazara» (Sal.42).

    ¡Con qué fidelidad expresan estas palabras del salmista el sentir de tantos católicos que nos vemos privados de asistir a la Santa Misa en estos días en que se nos tiene sometidos a un desmesurado arresto domiciliario!
    El sacrificio perpetuo (Mal.1,11) ha quedado interrumpido en prácticamente todo el mundo salvo por los sacerdotes que rezan la Misa en privado, y se ha dejado de haber acceso a los sacramentos; no hay adoración, no hay confesión, no hay Eucaristía. Ni siquiera se ha podido cumplir el precepto de confesar y comulgar en Pascua de Resurrección. Y en muchos sitios se corre peligro de no poder volver a comulgar en la boca y de rodillas, cuando no se ha prohibido ya. Vivimos tiempos sin duda apocalípticos.

    No basta con las misas televisadas o transmitidas por internet. Cuando yo era niño recuerdo que los domingos ya se emitía por televisión laSanta Misa para enfermos e impedidos, como se llamaba entonces, lo cual estaba muy bien y es mejor que nada para quien no tenga otra alternativa. De hecho, a partir de Pío XII ya se emitía en Italia la Misa por radio y TV. Pero aunque es una ayuda para quienes no pueden asistir por motivos de salud, no es lo mismo, porque no hay verdadera presencia. No es lo mismo una foto que la presencia de la persona que se muestra en ella. El Señor está en la Hostia pero no en una foto o una imagen filmada o televisada de la misma; en estos casos no hay presencia real sino virtual. Una foto de la Sagrada Forma en una custodia o en manos de un sacerdote tiene su belleza como la tiene una noche estrellada o una puesta de sol, pero carece de ese magnetismo que se percibe al contemplarla en persona. Igualmente, el sacramento de la penitencia tiene que ser presencial; no es válido confesar por teléfono ni por correo electrónico. Como ha dicho el cardenal Sarah, «la lógica de la Encarnación, y por tanto de los sacramentos, no puede prescindir de la presencia física. Ninguna transmisión virtual reemplazará la presencia sacramental. A largo plazo, incluso podría ser perjudicial para la salud espiritual del sacerdote que, en lugar de mirar a Dios, mira y habla a un ídolo: a una cámara, alejándose de Dios, que nos amó hasta el punto de entregar a su único Hijo en una cruz para que tengamos vida». La Santa Misa no es un espectáculo ni es imprescindible celebrarla en presencia de personas, aunque los fieles tienen el derecho y el deber de asistir a ella y la Iglesia no les puede ni debe negar dicho derecho. Aquí, aquí y aquí encontraremos artículos del imprescindible doctor Kwasniewski con más razones y argumentos que refuerzan la superioridad de la asistencia presencial a la Santa Misa sobre la Misa virtual.

    Lo peor es que han sido los propios obispos y no tanto los gobiernos los que en la mayoría de los casos han cerrado los templos y suprimido los sacramentos, justo cuando más falta hacen. Cobardes, asalariados, mercenarios que han huido al ver venir al lobo, abandonando las ovejas precisamente cuando éstas tienen más necesidad de los sacramentos y de los consuelos del sacerdote. La Iglesia jamás ha hecho esto. Tomando las debidas precauciones, nunca privó de los Sacramentos a los fieles, así estuvieran apestados o leprosos.

    Como dice monseñor Schneider, es posible que tengamos que volver a las catacumbas.

    Y ahora que por fin se empieza a permitir que se abran los templos, se imponen unos aforos excesivamente reducidos con lo que la mayoría se queda sin poder entrar. Peor aún: supuestamente para evitar el contagio, se obliga a los fieles a recibir la Comunión en la mano, previamente revestida con guantes. El resultado es que, por no querer diseminar el virus, ¡se diseminan partículas de la Hostia consagrada que luego se tiran a la basura junto con los guantes desechables! Porque los fieles se van a su casa con los guantes puestos, sin purificarlos (¿y cómo harían para purificarlos?), y después de asirse a la barra del autobús o del metro, sacar dinero para comprar y sabe Dios que más harán con los guantes puestos, desperdigando más todavía las partículas en toda clase de ambientes, llegan a casa y los echan a la basura, los arrojan entre desperdicios. Hará un par de años tuvo mucha difusión una ilustración gráfica, hecha con una hostia sin consagrar y un guante negro para mayor visibilidad, de cómo se desprenden inevitablemente minúsculas partículas de la oblea al comulgar en la mano. Esto se hizo con un guante de cuero; los guantes desechables de látex, por sus propiedades electrostáticas, hacen que se adhieran con mucha más facilidad fragmentos diminutos de la Hostia.

    Con esto del aforo limitado, la Misa ha llegado a burocratizarse hasta el extremo de que en la archidiócesis de Milán es preciso pedir cita previa como quien va al dentista. En la puerta del templo, un policía pide el documento de identidad a los fieles para comprobar si su nombre figura en la lista. Resulta igualmente esperpéntico ver al sacerdote administrar la Comunión con el rostro tapado por una mascarilla de cirujano (en Italia ya se venden bolsas de mascarillas para los sacerdotes, una de cada color litúrgico). Y para completar el surrealismo, en la catedral de Florencia le ponen el cascabel al gato: al entrar te ponen un collar especial que vibra para alertar cuando se está a menos de dos metros de otra persona.

    El pandemónium causado por la pandemia ha caído sobre la Iglesia y sobre el mundo como un castigo, porque Dios, como buen Padre amoroso que es, castiga a sus hijos para que se corrijan y enmienden. Como dice San Pablo a los hebreos, nos corrige porque somos hijos legítimos y no bastardos (cf. He.12,8). Pero la jerarquía y la mayoría de los curas no reconocen el castigo, como los hombres del Apocalipsis que aun siendo castigados con las plagas de las trompetas y las copas no se arrepentían. La Iglesia no ha pedido perdón por los abusos litúrgicos, por los sacrilegios y profanaciones, por la idolatría cometida en el Sínodo para la Amazonia, por unirse en yunta desigual con los infieles (2.Cor.6,14) en actividades ecuménicas, por la amplia aceptación en algunos sectores de la Iglesia de la ideología LGTB, por ocuparse más de los cuerpos que de las almas, por amar más al mundo que a Dios. La cizaña ya está enraizada en la Iglesia, entremezclada con el trigo, y cada vez está más extendida. Pero los hombres no reconocen el castigo ni se arrepienten de su mal camino. Persisten y se empecinan en el mal. Roguemos porque se arrepientan y termine pronto este destierro de Babilonia, y ofrezcamos el sacrificio de tener que renunciar a la Comunión o a la propia Misa en desagravio por los sacrilegios que se cometen y para que tengamos buenos pastores que guíen bien a la grey de Dios.




    https://adelantelafe.com/observacion...o-de-pandemia/





    ALACRAN dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Observaciones sobre la Misa en tiempo de pandemia



    Por qué ya no transmitimos «la misa por internet»

    mayo 25, 2020

    Luego de dos meses ininterrumpidos de transmitir la Santa Misa por internet, con tantos buenos frutos, hemos decidido, por el momento y hasta que todo vuelta a una relativa «normalidad», dejar de transmitir nuestras misas.

    Las razones las encontrarán en el sermón que publicamos aquí abajo; como complemento, venga este sesudo artículo del Dr. Mario Caponnetto, enviado a nuestro sitio para su publicación.

    Que no te la cuenten…P. Javier Olivera Ravasi, SE








    Misa a distancia, ¿sobrevivirá a la pandemia?
    Por el Dr. Mario Caponnetto
    Para Que no te la cuenten…

    A partir de la decisión y las entendibles razones del P. Javier Olivera Ravasi, SE, de no continuar con la transmisión de sus misas por internet compartimos estas líneas pensando en que, a estas alturas, no son pocos los que se preguntan si muchas de las medidas extraordinarias adoptadas por los gobiernos para hacer frente a la pandemia no permanecerán una vez pasada la peste y se volverán cuestiones ordinarias.
    Preocupan, sobre todo, aquellas medidas que restringen gravemente la libertad y la privacidad de millones de seres humanos. Y estos temores no carecen de fundamento.

    Pero tampoco son infundados los temores de muchos católicos respecto de qué pasará con nuestra participación en la Santa Misa en el mundo post pandemia, un mundo que algunos se encargan de configurar en términos bastante preocupantes por decir lo menos.

    ¿Se hará algo habitual y ordinario asistir a Misa por internet? ¿Se equipararán ambas formas de asistencia, la presencial y la virtual? No son estos, repetimos, temores carentes de fundamento.

    Hace ya algunos años, el sacerdote jesuita Antonio Spadaro, Director de la otrora prestigiosa Revista Civiltá Cattolica, publicó un libro que tuvo suceso mundial. Su título, Ciberteología. Pensar el cristianismo en tiempos de la red (versión española, Herder, 2014). En esa obra aparece este novedoso concepto de “ciberteología” que, de acuerdo con el autor, consiste en una “comprensión de la fe, intellectus fidei, en tiempos de la red”, “una reflexión sobre la pensabilidad de la fe a la luz de la lógica dela red”. Y no es el único lugar.

    Es curioso que alguien suponga que la fe pueda ser entendida o pensada a partir de un mero recurso técnico que, por importante que sea y lo es sin duda, no deja de ser algo instrumental, esto es, algo que afecta tan sólo la esfera de la racionalidad técnica. Ciertamente, el uso de la técnica plantea problemas de carácter moral y aún suscita la reflexión filosófica y teológica. Pero, en todo caso, antes que comprender la fe en tiempos de red lo que se impone es comprender estos tiempos de red a la luz de la fe; y para esto no hace falta inventar una nueva teología, la ciberteología: basta con la que ya conocemos.

    Pero dejando estas consideraciones para mejor ocasión, nos interesa destacar ahora que según Spadaro, dado que la esfera digital no es un área separada sino un contexto que afecta a todas las áreas de la experiencia humana, su influencia se extiende ineludiblemente hasta la fe y la teología y hasta el modo mismo de asumir y vivir la fe: “cada vez más internet contribuye a construir la identidad religiosa de las personas”. De aquí a suponer que en un futuro la misma vida litúrgica y sacramental se torne virtual no hay sino un sequitur inevitable.

    Se hace preciso, por tanto, insistir una y otra vez que las “misas virtuales” no son sino un recurso piadoso, un modo (y no el único) de cumplir el tercer mandamiento para aquellas personas que por fuerza mayor no puedan acudir presencialmente a misa. Insistir en que pasada la pandemia todo ha de volver, cuanto antes, a la “normalidad”. Y que va siendo hora de reabrir nuestros templos con cuantos recaudos sanitarios sean menester.

    La Misa no es un espectáculo: es un acontecimiento del que no somos espectadores sino protagonistas. Es, además, el encuentro amoroso del alma con el Esposo Divino por lo que el alma, privada de ese encuentro, experimenta la dolencia del amor. Y ya lo dijo, admirablemente, San Juan de la Cruz: Mira que la dolencia de amor sólo se cura con la presencia y la figura.


    Para Que no te la cuenten…
    Dr. Mario Caponnetto




    Por qué ya no transmitimos "la misa por internet"


  3. #3
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    Re: Observaciones sobre la Misa en tiempo de pandemia

    No perdamos de vista lo decisivo: que la misa del Novus Ordo (la que retransmite la TV, la misa hoy "normal") es esencialmente modernista y heterodoxa; no tanto debería preocupar si no se está presente en ella, sino a qué tipo de heterodoxias litúrgicas se está asistiendo, aunque esto ya parece ser lo de menos viendo la deriva catastrófica en que estamos instalados desde hace décadas sin viso de solución. Sobre esto ya se ha hablado en el foro muchísimo en otras épocas, con muchos hilos abiertos.

    La misa del Novus Ordo es una misa fabricada en los años 60 para ser "visualizada" y oída plenamente, para ello dieron la vuelta al cura para ponerlo de frente al público y pusieron micrófono y altavoces, para que el feligrés le oyera y comprendiera, algo normal hoy, pero que en su día era escandaloso y suscitó la rabia de un Rafael Gambra.

    Las disquisiciones y denuncias sobre abusos de la TV, normalizando la retransmisión de misas, nunca pueden ser árboles que impidan tapar el bosque de la heterodoxia del Novus Ordo. Y que estos abusos pasan por lo mismo que pasaron aquellos, porque todo el mundo tragó, traga y tragará lo que los jefes manden, so pena de salirse del rebaño.
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  4. #4
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    Re: Observaciones sobre la Misa en tiempo de pandemia

    Sacerdotes, ¿es que vais a “desinfectar” a Cristo? Por Milenko Bernadic 28 mayo 2020


    ¡Por fin podemos ir a misa!, Exclamaron tantos fieles después de la reapertura de las iglesias en muchos países. Pero, ¿ha ocurrido algo mientras tanto? ¿Hay algún elemento nuevo? ¿Existen nuevas normas litúrgicas?Por desgracia, existen, y todavía peores que las anteriores. Se han dado las indicaciones de determinadas conferencias episcopales, de Italia por ejemplo como las que más, y que no son otra cosa que catastróficas. Más que eso: sacrílegas. El vaticanista Edward Pentin también ha puesto el dedo en la llaga:

    [Las imágenes de la distribución de la comunión hoy (18 de mayo) en Roma y a lo largo de Italia. Debido al decreto firmado por el gobierno y los obispos, los sacerdotes deben utilizar la mascarilla y los guantes para dar la comunión]Aparte de todo esto – como también está ocurriendo en España – se deben utilizar geles desinfectantes para que los sacerdotes puedan desinfectar las manos - ¿de Jesucristo? – antes y después de dar la comunión. Pero enseguida surge la pregunta: ¿qué está ocurriendo con las partículas del Cuerpo de Cristo que quedan adheridos en los guantes o las manos? ¿Se están desinfectando como si fueran veneno - ¡libranos Señor! – mientras que los guantes con las partículas del Corpus se tiran a la basura? Está ocurriendo precisamente eso; de eso se trata y no soy el único que se está dando cuenta de esta dimensión blasfema de las nuevas rúbricas.

    Un buen sacerdote italiano, Leonardo Ricotta de la parroquia de San Águeda en Sicilia, ha condenado en su homilía del 18 de mayo las medidas de la Conferencia Episcopal Italiana como “blasfemas”, llamando esas misas – con toda razón – “carnicería eucarística”. “Antes no daré la comunión en absoluto, que cometer un sacrilegio”, comunicó a los fieles. Resultado: el sacerdote suspendido. A esos obispos les importa más que alguien se rebele contra sus medidas, que dar a Dios debido culto y honor. ¿Qué habrá pensado el obispo? ¿Esto?: “¡Por fin! ¡Me ha venido de perla esta declaración de este elemento que no soporto más! ¡Por fin puedo librarme de este “anticuado!”


    Por desgracia, no está mucho mejor – si podemos usar este término – ni en España, Portugal o Croacia por ejemplo. No hablemos de Alemania y algún que otro país más. “Es imprescindible la desinfección de las manos de los que distribuyan la comunión – comentario: porque se presupone que dan por hecho que no solamente los curas la dan – antes del mismo acto de la distribución,…”. ¿Es que Cristo no sigue adherido en las manos? ¿Es que Cristo es veneno? ¿Es que no veis qué maldición estáis invocando sobre vosotros mismos y todo el pueblo? ¿Cómo que no tenéis miedo de Dios? Pues, deberíais.

    A lo largo del mundo está pasando algo parecido, algo por lo que un fiel debe implorar a Dios lleno de aflicción: “Oh Dios, vinieron los gentiles a tu heredad; el templo de tu santidad han contaminado;” (Sal 79,1). Dejaron a Dios de lado, y empezaron a adorar a la criatura, colocando al hombre y su supuesta salud corporal en el primer lugar. ¿Pero cómo puede irle bien al hombre, si ofendéis a Dios? Tienen miedo de Cristo:Autoservicio”, las mujeres distribuyendo la comunión con mascarillas esas de plástico transparente como si estuviéramos en un módulo de guerra biológica, y un largo etc.

    Etc, hasta el infinito. O mejor dicho, hasta algún círculo infernal de Dante. ¿Pero de dónde viene todo esto? ¿Es que con esto se empezó ayer, o hay algo que no empezó nada más que desde ayer?

    Volvamos a la segunda mitad de los sesenta del siglo pasado, cuando yo y mi generación teníamos la gracia de recibir el Cuerpo de Cristo. En aquellos años no disponíamos de fotos ni de tantos aparatos, pero más o menos eso ha sido como aquí abajo, que gracias a Dios todavía se puede encontrar si se busca:
    Nos daban fotos piadosas llenas de devoción y recogimiento, con el Señor dando la comunión a los niños y niñas puestos de rodillas en un reclinatorio, con un ángel al lado de ellos. Luego, prestemos atención: las mujeres iban siempre con la cabeza cubierta, porque ya el Papa y mártir Lino, el primer sucesor de San Pedro, determinó canónicamente – antes de él lo dejó en sus cartas San Pablo, algo que formó parte del Nuevo Testamento – que las mujeres deben llevar el velo en las iglesias, por razones de culto, no culturales como ahora lo están diciendo. Esa disposición perdura hasta la reforma litúrgica posconciliar del 1970 (formalmente promulgada), que supuestamente tenía que traernos tantos bienes. Tanto nos hablaron de eso, mientras nos escondían la auténtica fe católica que ellos pervirtieron.

    Si no me creéis, mirad los frutos por doquier. España en concreto no dejó de ser católica porque la gente dejó de ir a la misa, sino porque se degradó la liturgia por los que tuvieron que cuidarla; porque molestaba el tomismo y el Trento en los seminarios; porque en algunos otros se formaron CC.OO. en vez de enseñar la fe; porque... Los fieles no pidieron nada de eso. El enemigo se infiltró dentro, eso es lo que ha pasado. El enemigo ocupó altas sillas y puestos, y los buenos fueron perseguidos. Eso es lo que hicieron los herederos de Judas. Así nos enseñaban como si las únicas disposiciones de la Iglesia fueron los de los años sesenta y posteriores; como si se hubiese una nueva religión de alguna manera. Novus Ordo Missae para el Novus Ordo Seclorom.

    Las rúbricas litúrgicas anteriores a la reforma conciliar (inmediatamente posterior al Segundo Concilio Vaticano) han sido llenas de cuidado extremo para con el Señor en la Hostia y el Cáliz. Después de la consagración, el sacerdote ya no separaba el pulgar y el dedo índice con los que había sujetado el Cuerpo de Cristo, sino incluso tendría el cáliz cogido con los tres dedos restantes para no separar aquellos dos dedos. Para que no se desprenda ninguna partícula del Cuerpo de Cristo, por si acaso. Después de la comunión, el sacerdote se lavaría los dedos con un poco de vino que no se había utilizado en la consagración, para beber luego del cáliz después de enjuagarlo por dentro de esta forma. Después, haría lo mismo con un poco de agua. Solamente esto último quedó en la reforma conciliar. Lo que es inimaginable es que los restos de Cuerpo de Cristo se “laven” sin más, “desinfecten”, o incluso se tiren a la basura.

    Entonces también hacía el calor, pero todo el mundo iba a misa con las mangas largas. Las mujeres no iban a la iglesia llevando pantalones, ni siquiera fuera de la iglesia. Así hasta la revolución sexual del 68. La que de alguna manera entró dentro entre nosotros, hasta en las filas eclesiales y mentalidades. No hace falta ni recordar que todos recibíamos la comunión de rodillas, y en la boca por supuesto, en el primer escalón justo enfrente del altar, con toda la devoción. Hasta un lelo podía ver y percibir que allí se recibía algo grande y sagrado. La forma de recibir la comunión era una catequesis más, de las más importantes. No pudo ser de otra forma. Cualquiera que recibía la comunión percibía con todos los sentidos que está inmerso en algo majestuoso. Gran temor de Dios, recogimiento, devoción y dignidad sobrecogía a todos, a los grandes y pequeños. Ir a la iglesia significaba ir a un lugar santo y divino. Esa percepción entraba en el alma por medio de los ojos y oídos, por medio de todo que pudiste ver, oír y vivir.

    Pero el giro sustancial tuvo lugar con la protestantización del culto católico, realizado con la mencionada reforma litúrgica del Novus Ordo. Reflejada en un millón de cosas, pero de modo muy plástico mediante la comunión en la mano. De pronto llega la costumbre de Alemania, Holanda, etc. – y también muy especialmente con los neocatecumentales – de comulgar en la mano, costumbre que prácticamente se impone durante décadas. Nos decían que supuestamente los primeros cristianos recibían la comunión de esa manera, pues nosotros también debemos hacerlo. Pero aquellas costumbres del primer siglo que no nos encajan, pues esas como que no si no coinciden con lo que nos place hacer ahora. En el fondo, lo que importa son sus planteamientos, a los que sujetan todo lo demás a su capricho.

    Por supuesto que también en la primera Iglesia enseguida se implantó la costumbre de recibir a Cristo de rodillas y en la boca - ¿cómo de otra forma recibir a Dios por aquellos que no tienen las manos ungidas para el sacerdocio? – pero a ellos eso no les interesa. Ellos cogerán de lo antiguo solamente aquello que puedan aprovechar para su visión modernista. En el fondo, engañan a los no instruidos e ingenuos. Junto con eso, colocaron algo que posiblemente era lo primero
    para ellos: “las razones higiénicas”. Para que no se contagie alguien. De pronto, ahora esa es la preocupación. Cuando más detergentes hay en casas, ahora es el problema el contagio. Después de veinte siglos esa cuestión llega a plantearse. Porque se quedaron sin fe. De modo que de aquellas “razones higiénicas” de hace unas cuatro décadas especialmente, hasta la comunión del coronarégimen, faltaba solamente un paso.

    Y así, allí está el resultado, lo tenéis ante vuestros ojos: ofendéis a Cristo Dios, y por estos sacrilegios os espera – junto con todo el mundo – un duro castigo. Porque, podemos hablar de la política lo que queramos, pero esta cuestión es la principal. De la situación en la Iglesia depende la situación en el mundo entero. Mirad el caso de derrumbe moral y espiritual en España de las últimas décadas: ha sido por eso, porque la sal dejó de ser la sal, y no tiene con qué salar. Si a Dios no se da el culto “en espíritu y verdad”, ay a todos nosotros. La mano de la justicia divina caerá sobre todos nosotros. De nada os servirán vuestras medidas de precaución con las que cuidáis vuestro cuerpo por encima del alma.
    Y si no dais el giro del 180º, así nos será a todos.

    https://elcorreodeespana.com/opinion/920984366/Sacerdotes-es-que-vais-a-desinfectar-a-Cristo-Por-Milenko-Bernadic.htm
    Última edición por ALACRAN; 29/05/2020 a las 18:41
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  5. #5
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    Re: Observaciones sobre la Misa en tiempo de pandemia

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    Lo que el covid se llevó de la liturgia


    Fotografía tomada en abril en el Ospedale di Circolo, en Varese (Italia). Foto: AP/Luca Bruno.



    por Albert Cortina
    18 octubre 2020



    Cuando el 11 de marzo de 2020 la OMS declaró oficialmente el brote de coronavirus pandemia global, algo cambió sustancialmente en todos los órdenes de nuestras vidas. La nueva realidad también tuvo efectos perceptibles en la celebración de la Santa Misa.

    Como es sabido, la Eucaristía es la celebración litúrgica por excelencia de la Iglesia católica.
    Tal y como señala Luis Carreras del Rincón en su magnífico libro La Misa ¿para qué sirve?, “la Eucaristía es fuente y cumbre de la vida cristiana. La Misa nos limpia y purifica, nos hace más saludables espiritualmente, nos proporciona el agua de vida, nos permite vivir de verdad”.

    En esta misma dirección, el Concilio Vaticano II manifestó con claridad que para el cristiano participar en la Misa es la cumbre de toda su vida, lo más importante, lo máximo, el no va más. Y es que en palabras de Carreras, “nada hay más relevante, más decisivo en la vida del hombre que poder unir su vida insignificante al Sacrificio salvador de Jesucristo en la Cruz”.

    No obstante esta certeza, una vez superados los meses más duros del confinamiento general tras la declaración de pandemia, así como la supresión del culto público durante la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua de Resurrección de 2020, la proclamada “nueva normalidad” ha alterado algunos aspectos relevantes de la Misa que me gustaría comentar brevemente a continuación.

    En efecto, una vez restablecido el culto público, el COVID-19 se ha llevado por delante:

    -El agua bendita al entrar en la Iglesia.
    -Los confesionarios.
    -La proximidad entre familiares y amigos que asisten a la Misa.
    -La sonrisa de bienvenida del sacerdote celebrante.
    -La Palabra de Dios proclamada de viva voz.
    -Los cantos de alabanza en directo.
    -El lavatorio de manos en la celebración del sacrificio eucarístico.
    -El gesto de la paz con la mano o con un beso de ternura.
    -El Amén dado al recibir el Cuerpo de Cristo.
    -La Comunión recibida en la boca.
    -La confianza en Jesús Sacramentado.

    A continuación, pretendo desarrollar sintéticamente estos aspectos enunciados ya que pienso que en algunas ocasiones podrían mejorarse con algo de creatividad.

    El agua bendita al entrar en la Iglesia

    En todas las Iglesias -al menos en España- se eliminó rápidamente el contenido de las pilas de agua bendita. Inmediatamente se pusieron en las entradas a los templos dispensadores de gel hidroalcohólico a disposición de los fieles para su uso sanitario y una hoja de indicaciones a seguir de forma obligatoria.

    Estos recipientes de piedra o de otro material noble, generalmente de origen muy antiguo, que están situados a la entrada de las iglesias, contenían habitualmente agua bendecida para que se persignasen los fieles antes de entrar y asistir a Misa o simplemente a rezar ante el Santísimo o a recibir el sacramento del perdón.

    Dichas pilas de agua bendita en las parroquias y las aguas benditeras en los conventos han formado parte del mundo cristiano de la gracia durante siglos.

    Sin embargo, desde la apertura de los templos tras el primer confinamiento, las pilas de agua bendita fueron totalmente vaciadas y quedaron inutilizadas.

    Las explicaciones dadas por los responsables de las diócesis desde el punto de vista estrictamente sanitarias son razonables. Por motivos higiénicos los fieles no debemos sumergir los dedos en ellas como se tenía por costumbre. Sin embargo, nos hemos quedado sin alternativa para este sacramental instituido por la Iglesia, usado con fe y devoción, que purifica al cristiano ante sus faltas veniales.

    La constitución Sacrosanctum Concilium (60-61) del Vaticano II elogia los sacramentales que ahora son causa de desaparición. El agua constituida por la bendición del sacerdote o del diácono ”tiene como objetivo principal el glorificar a Dios por sus dones, impetrar sus beneficio y alejar del mundo el poder del maligno” (ib.11).

    Santa Teresa de Jesús decía sobre este sacramental que “de ninguna cosa huyen más los demonios, para no tornar, que del agua bendita”.

    Por lo tanto, en estos tiempos oscuros en los que se requiere tanto la purificación y sanación simbolizada en el agua, ¿cómo es que no se propone situar dispensadores inteligentes de agua bendita sobre las pilas clásicas?



    Si el gel hidroalcohólico que responde a la necesidad de extremar las precauciones sanitarias se puede recibir en las manos con un dispensador, ¿por qué no se puede recibir el agua bendecida mediante un sensor inteligente sin necesidad de mojar la mano en el interior de la pila?

    Los confesionarios

    Si al entrar en la Iglesia, antes de iniciarse la Misa, queremos confesarnos, nos encontraremos unos carteles en los confesionarios que nos indicarán que el Sacramento del Perdón se realiza en la sacristía o en el despacho parroquial. Los confesionarios tradicionales están “fuera de servicio”.

    Es normal, en los antiguos confesionarios no se respeta la distancia de seguridad requerida por las actuales condiciones sanitarias. A pesar del uso obligatorio de la mascarilla, dicha proximidad es un riesgo para el fiel y para el sacerdote que confiesa, sobre todo si es de avanzada edad.

    No obstante, la sustitución del confesionario por una estancia distinta debería responder, según mi punto de vista, a determinadas directrices comunes de dignificación del espacio para que no se den situaciones que devalúen dicho sacramento.

    Lamentablemente, en algunas ocasiones, el sacerdote recibe al fiel que quiere confesarse tras su mesa de trabajo del despacho parroquial, llena de papeles y de aparatos tecnológicos. Ambos sentados en cada lado de la mesa -respetando la distancia recomendada- como si de una reunión profesional se tratase y, por supuesto, el confesor sin el alba ni la estola. Vestido de calle.

    En una ocasión, tuve la desagradable sorpresa de ver cómo el sacerdote que me impartía el sacramento de la reconciliación, en una conocida Iglesia de Barcelona, consultaba sus mensajes en el ordenador mientras escuchaba (o no) mis pecados. Casi estuve tentado de decirle que la próxima vez podíamos hacer lo mismo mediante una video-llamada o cualquier otra plataforma digital. A lo mejor hasta se habría entusiasmado con la idea e iría corriendo a proponérsela al obispo para ser reconocido como un párroco ¡on fire!

    Si dentro de la iglesia el sacerdote debía reconocerse como confesor, en las circunstancias actuales, a pesar de no ser obligatorio fuera del templo,estaría bien que los sacerdotes se revistiesen de los ornamentos para administrar el sacramento del perdón, al menos de la estola morada que significa penitencia y esperanza.

    La proximidad entre familiares y amigos que asisten a la Misa

    En la “nueva normalidad”, al llegar una familia al interior de la Iglesia para asistir a la celebración de la Eucaristía, siguiendo las indicaciones sanitarias obligatorias, deberá ocupar los bancos señalados con unas marcas donde poder sentarse y así mantener la distancia de seguridad. Lo mismo se aplica para un grupo de amigos, unos novios o unos feligreses que comparten cada domingo, en comunidad, la Santa Misa.

    La idea de las marcas en los bancos está muy bien. Es eficaz para garantizar el distanciamiento físico y la seguridad sanitaria. No obstante, debemos reflexionar sobre lo que supone esta distancia de seguridad respecto a la percepción del hermanamiento que debería suponer el asistir juntos a la Eucaristía. En ese momento, desde una concepción espiritual, todos somos Cuerpo Místico de Cristo. La Comunión Eucarística es por ello fuente de fraternidad y principio de unidad para que efectivamente, todos seamos uno.

    La tarde de la Última Cena, sin duda uno de los momentos más sublimes de la vida de Jesús, junto a aquellos que él mismo había elegido para que fueran sus discípulos, compartió el alimento, explicó el verdadero sentido del amor y se entregó para siempre como ofrenda.

    Jesús quiere que la unión íntima que existe entre Él y el Padre se dé también entre sus discípulos.

    ¿Cómo percibirá un niño o un adolescente esa relación de comunión, en un templo sectorializado que no permite la proximidad física con sus familiares o con sus hermanos de comunidad? Una situación que produce que muchas personas mayores, enfermas o con discapacidad ya no asistan a su parroquia por miedo al contagio y que ven la Misa por televisión o por algún medio digital.

    Creo que resulta justo felicitar las iniciativas diocesanas y parroquiales desarrolladas durante el confinamiento estricto utilizando los nuevos medios de comunicación y de evangelización on line, pero, como advierte el Papa Francisco, debemos evitar caer en el riesgo de una fe meramente “virtual”.

    Lamentablemente, el Covid-19 ha roto la confianza y la conciencia de que al entrar en una iglesia, realmente entramos en la casa de Dios.

    La sonrisa de bienvenida del sacerdote celebrante

    Resulta triste no contemplar la sonrisa del sacerdote al iniciar la Misa, después de besar el altar, con la mascarilla tapando su nariz y boca -que en muchas ocasiones llevará puesta durante toda la celebración de la Misa- y al recitar la antífona de entrada: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Respondiendo el resto de fieles, también con la mascarilla puesta: “Amén”.

    Y el sacerdote celebrante, que representa a Cristo, continuará con la siguiente frase: ”La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros”, recibiendo la siguiente respuesta por parte de todos los asistentes: “Y con tu espíritu”.

    La Palabra de Dios proclamada de viva voz

    El Covid-19 también nos ha robado el privilegio de escuchar la Palabra de Dios de forma clara y de viva voz, tanto por parte de los lectores de la Sagrada Escritura como por parte del sacerdote o del diácono en la proclamación del Evangelio.

    Con la mascarilla puesta en la mayoría de casos, la expresión oral de los diferentes textos resulta dificultosa y poco clara.

    Las personas mayores que muchas veces siguen la voz y las conversaciones a través de los labios y de la expresión del rostro de su interlocutor, tienen, de este modo, mayor dificultad para entender la Palabra de Dios y escuchar las lecturas divinas, para de este modo concebir en sus corazones un afecto suave y vivo a la Sagrada Escritura.

    Los cantos de alabanza en directo

    Lo mismo sucede con el coro que realiza el servicio litúrgico de alabanza a Dios a través de la música. Dicho grupo de cantores obligatoriamente deben tapar sus bocas con la mascarilla dado el mayor riesgo de contagio según manifiestan las autoridades sanitarias. Por ello, muchas parroquias han sustituido las intervenciones en directo de los coros o grupos de cantores por música grabada.

    Si bien en algunas ocasiones la selección y calidad de las canciones o la música grabada supera a las voces que las interpretan en directo, lo preocupante es que en muchos templos la irrupción del miedo al contagio por el coronavirus está impidiendo esa forma de alabar a Dios tan genuina a través de la expresión musical y vocal realizada desde el corazón y no únicamente desde la perfección técnica.

    El lavatorio de manos en la celebración del sacrificio eucarístico

    En alguna ocasión, he presenciado cómo el sacerdote prescinde del lavatorio de manos, rito vigente en el Novus Ordo de la Misa, rompiendo de este modo una tradición de al menos dieciocho siglos, en la que el celebrante, a un lado del altar, se lavaba las manos con agua diciendo interiormente: Lava me, Domine, ab iniquitate mea, et a peccato meo munda me.

    Creo que no ayuda mucho a entender este gesto ritual de purificación del sacerdote antes de la Consagración el hecho de utilizar abundantemente gel hidroalcohólico en ese y en otros momentos de la Misa, y en cambio evitar el lavatorio con agua. Lo uno no debería excluir a lo otro. Purificación del alma y de las manos ungidas del sacerdote y responsabilidad sanitaria, ambas deberían ser y son compatibles.

    El gesto de la paz con la mano o con un beso de ternura

    Y llegamos al momento de la Misa en el que antes de la “nueva normalidad” impuesta por los gestores públicos de la pandemia, los asistentes, miembros de una misma comunidad cristiana, se daban la mano y se abrazaban como hermanos. Los hijos se besaban con los padres, los abuelos con los nietos, los novios irradiaban amor. Era muy bello ver a todas las personas girándose de un lado hacia el otro y con una sonrisa de felicidad y una mirada de verdadera fraternidad humana, se deseaban la paz.

    Sería importante recuperar este gesto de “amistad social” y de “fraternidad” en términos utilizados por el Papa Francisco en su reciente encíclica Fratelli Tutti [Todos hermanos]. Creo que sin contacto físico, tan solo inclinando la cabeza y llevándose la mano al corazón se puede dar la paz a nuestros seres queridos y al resto de los hermanos.

    El Amén dado al recibir el Cuerpo de Cristo

    Dado que las indicaciones de las autoridades eclesiásticas recomiendan que el sacerdote o laico que administra la Comunión no diga al que recibe la Sagrada Forma las palabras tradicionales “El Cuerpo de Cristo” ni que este responda “Amén”, sería recomendable la fórmula utilizada por algunos sacerdotes en algunas parroquias que fructifican.

    Es decir, que antes de impartir la Sagrada Forma con la presencia real de Cristo, el sacerdote proclama las palabras rituales desde el Altar, para que todos los fieles de forma general puedan contestar: “Amén”.

    La Comunión recibida en la boca

    Tema muy polémico cuando no debería serlo tanto. Satanás está muy contento al dividir a los fieles y a los pastores entorno a la forma más devota de recibir el Cuerpo de Cristo: en la boca, en la mano… o de los dedos del sacerdote a los dedos del fiel utilizando la mano como patena.

    A pesar de la pandemia, la Iglesia católica no ha sustituido la instrucción Redemptionis Sacramentum publicada el 25 de marzo de 2004 por la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que establece lo siguiente: "Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la Sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos la haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada Hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la Hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas, Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano” (n. 92).

    Por lo tanto, las dos fórmulas están permitidas por la Iglesia católica. ¿Por qué entonces en la nueva situación creada por la pandemia y dando preferencia a los motivos sanitarios, se prohíbe en casi todas las parroquias la comunión en la boca y se ha generalizado totalmente la administración de la Sagrada Forma en la mano?

    Creo sinceramente que se podría establecer una fila específica para que los que quieran recibir la Comunión en la boca y, si quieren, incluso de rodillas, simplemente poniendo un reclinatorio, lo puedan hacer. Solo requiere que el ministro que la imparta de este modo, voluntariamente, lo haga específica y únicamente para esa fila.
    Pienso que el mejor criterio para elegir la forma de comulgar no es el de “¿Se puede…?”, sino el de “¿Cómo agradaré más al Señor? ¿Cómo le gustará más que le reciba?” Y en conciencia y devotamente, en cualquier caso recibir a Jesús en estado de gracia.

    La confianza en Jesús Sacramentado

    Sin embargo, de todas las circunstancias enumeradas anteriormente y que el Covid-19 lamentablemente se llevó (veremos si para siempre), la más preocupante es la pérdida de nuestra confianza en Jesús, realmente presente en la Eucaristía. Nuestra sociedad, preocupada en extremo por la salud del cuerpo y por evitar o retrasar la muerte, ha dejado de poner la vida y el alma en manos del Señor.

    Recientemente, mi ahijado Miquel Feliu Wennberg, de 18 años, con sarcoma de Ewing diagnosticado hace apenas un año, nos ha dado un ejemplo de confianza en Dios que resulta impresionante para todos aquellos que sienten temor al Covid-19 y a la pandemia global. En su cuenta de Instagram viviendoconewing ha dejado hace unos días este testimonio: ”El fin de semana antes de ingresar en el hospital me fui de retiro. Allí me di cuenta de una cosa y se la pedí a Jesús. Le pedí que me convirtiera en una herramienta para acercar a la gente al Cielo, que me ayudara a dejar las de la tierra y subir con Él a la cruz. Y Dios escuchó mi petición, sonrió y me la regaló. Solo una semana después me diagnosticaban tres tumores en el pulmón. Desde entonces todo ha sido felicidad... Jesús está tocando el corazón de muchísimas personas y les está acercando a su Padre. Y cuando veo eso desde el hospital todo mi dolor y sufrimiento cobra sentido y me hace ser feliz”.

    Ojalá con la ayuda de nuestra Madre la Virgen María, el Covid-19 no se lleve de nuestros corazones la confianza plena en Jesús, que tiene un plan para cada uno de nosotros para hacernos auténticamente felices.




    https://www.religionenlibertad.com/o...-liturgia.html

    Última edición por Hyeronimus; 06/11/2020 a las 01:24

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