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Tema: La democracia cristiana, condenada por San Pío X (Encícl. “Notre Charge”, 1910)

  1. #1
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    La democracia cristiana, condenada por San Pío X (Encícl. “Notre Charge”, 1910)

    Antes que nada advertir que, continuando la tendencia demoledora que Jean Madiran denuncia más abajo en este hilo, la encíclica “Notre charge apostolique”, condenatoria de la democracia cristiana en sus orígenes, está “desaparecida” de la página oficial del Vaticano dedicada a textos de san Pío X: https://www.vatican.va/content/pius-...als.index.html


    Se conoce que dicha encíclica antimodernista es tan contraria a los rumbos democráticos y modernistas que desde hace sesenta años rigen en Roma, que era mejor esconderla.

    La encíclica "Notre charge apostolique" de San Pío X "sobre los errores de "Le Sillon" y la democracia", puede leerse aquí:

    https://www.mercaba.org/PIO%20X/notr...postolique.htm
    Última edición por ALACRAN; 20/04/2024 a las 01:06
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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  2. #2
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    Re: La democracia cristiana, condenada por San Pío X (Encícl. “Notre Charge”, 1910)

    A continuación un texto muy tardío del pensador francés Jean Madiran (1920-2013) comentando la pérdida progresiva entre católicos de vigencia no sólo práctica sino hasta teológica de "Notre charge".
    Desde mediados de siglo XX, la "democracia cristiana" preponderaría en Francia y en Italia, como engañabobos "cristiano" de la masa católica pero en realidad marioneta a las órdenes de los vencedores americanosoviéticos de la II Guerra Mundial (... con el pobre Pío XII mirando para otro lado)
    Y, por supuesto, los políticos católicos discrepantes de esa línea, al ostracismo.

    La España "nacional-católica" de Franco, alabada por Pío XII y por tanto odiada por los democristianos, quedó al margen, en espera de tiempos “mejores” … que llegarían con la descristianización no por políticos como en Italia sino por eclesiásticos (Tarancón a las órdenes del democristiano "san" Pablo VI y su compinche Dadaglio desde finales de los años 60 y los 70). Solo necesitaron poco más de 5 años para dejar a España tan descatolizada políticamente como Italia, con el matiz de que ésta necesitó para ello más de 30 años.

    *******

    Para centrarnos en lo importante del articulo de Madiran, sólo reproducimos lo esencial:


    EN EL CENTENARIO DE NOTRE CHARGE APOSTOLIQUE (2010)

    POR JEAN MADIRAN

    1. El año del centenario

    El año 2010, es el año del centenario de la carta “Notre charge apostolique”, dirigida por San Pío X a los obispos franceses para ponerles en guardia contra los errores y los peligros de la democracia cristiana.

    Esta carta apostólica, que hoy parece olvidada, incluso en Roma, recuperó su actualidad tras la II Guerra Mundial entre la generación católica que tenía veinte años entre 1954-1959 y que hoy desaparece poco a poco.

    Estas fechas de 1954 y 1959 no están tomadas al azar, no son arbitrarias. 1954 es la canonización de Pío X por Pío XII. 1959 es la confirmación pública del apoyo a Jean Ousset y su movimiento, “La Ciudad Católica”, por el Arzobispo Marcel Lefebvre, a la sazón delegado general de Pío XII para el África francesa.

    Uno de los fundamentos de “La Ciudad Católica” era la difusión, estudio, defensa y la ilustración de la carta “Notre charge apostolique” de 1910. Es en ella donde se contiene la advertencia célebre: “No, la civilización no está por inventar, ni la nueva ciudad por construir en las nubes. Ha existido, existe: es la civilización cristiana, es la ciudad católica”.

    Sobre el estudio metódico de esta carta de San Pío X se fundó la resistencia católica, minoritaria pero feroz, a la ideología llamada liberal y profundamente marxistizada que los vencedores de la II Guerra Mundial han impuesto duraderamente en Occidente, principalmente por medio de la ONU y de la equívoca y perversa Declaración de Derechos de 1948. A partir de los años setenta y ochenta, la difusión de la carta apostólica de San Pío X poco a poco se ha ralentizado y ha acabado por reducirse a cero hoy (2010).

    La carta “Notre charge apostolique” es bien densa y bastante amplia. Será también la ocasión de instruirse con unos y otros, observando de qué manera sobre todo los “hunos” y los “hotros”, que gobiernan nuestros cuerpos y nuestras almas, festejarán, esquivarán o silenciarán el acontecimiento.
    Última edición por ALACRAN; 19/04/2024 a las 22:56
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  3. #3
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    Re: La democracia cristiana, condenada por San Pío X (Encícl. “Notre Charge”, 1910)


    2. El dilema de Marc Sangnier

    Contexto histórico y, más precisamente, doctrinal: seis años antes de la carta apostólica de San Pío X contra la democracia cristiana de “Le Sillon” (traducc.: “El Surco”) su fundador Marc Sangnier había proclamado en 1904: “Un imperioso dilema debe plantearse: o el positivismo monárquico de la Acción francesa o el cristianismo social del Sillon”.

    Charles Maurras había respondido bien pronto: “¿Por qué oponer? ¿Por qué excluir? La Acción francesa está abierta a los cristianos sociales, además el gran cristiano social La Tour du Pin es de los nuestros. ¿Por qué no vosotros?”.

    Siguió un debate público cortés, en verdad. Duró dos años (1904-1905) y poco a poco evidenció la razón del dilema: el “Sillon” de Marc Sangnier no era sólo “cristiano social”, era sobre todo “demócrata cristiano”, quería anudar una alianza política con la modernidad de izquierda y romper por lo tanto con la connivencia natural existente entre la Iglesia y la corriente política contrarrevolucionaria. Marc Sangnier soñaba con convertir a la Iglesia a la democracia.

    El obstáculo de Marc Sangnier lo constituía una reciente encíclica de León XIII, la encíclica “Graves de comunni” (1901), que respondía negativamente a los católicos que reclamaban de la Santa Sede una política resuelta, abierta, explícitamente “demócrata cristiana”. La encíclica buscaba “definir cuáles debían ser las ideas católicas en esta materia”: “Sería condenable dar un sentido político al término democracia cristiana”; en las circunstancias actuales no hay que emplearlo sino quitándole todo sentido político y no dándole otra significación que el de la acción benéfica a favor del pueblo”.

    Tras lo que los demócrata-cristianos de Francia murmuraron : “El Papa finalmente se ha tragado la palabra, terminará por tragarse la cosa”.

    Pero el Papa no se la había “tragado” todavía, y eso es lo que explica por qué en su dilema Marc Sangnier continuaba presentándose modestamente como un simple “cristiano social”. El debate con Maurras le forzó a reconocerse “demócrata cristiano” en un sentido perfectamente político. Y Maurras le anunció cinco años antes que corría el riesgo de ser rechazado por la Iglesia.

    Frente a esta situación, la carta “Notre charge apostolique” de Pío X es un documentos esencial de la doctrina política de la Iglesia.

    El término político choca a un gran número de timideces pastorales que (con razón) no quieren “hacer política” (electoral). Se prefiere hablar de doctrina “moral”, de virtudes “cívicas”, de enseñanza “social”, que son otras tantas maneras de girar en torno de la palabra. ¡Como si la Iglesia no tuviera nada que decir a los gobernantes y como si la ley natural no tuviera ninguna significación política!

    La carta apostólica a los obispos franceses no fue una suerte de invención personal y solo circunstancial de Pío X. Se apoya en las grandes encíclicas políticas de su predecesor inmediato, León XIII: Quod apostolici (1878), Diuturnum (1881), Immortale Dei (1885), Libertas (1888), Sapientiae christianae (1890) y Graves de communi, antes citada. Estas encíclicas de León XIII son el desarrollo explicativo y pedagógico, en el terreno político, de la encíclica Quanta cura y del Syllabus de Pío IX.

    A través de circunstancias y de contextos variables, se trata siempre de principios políticos invariables que la tradición católica enseña como consustanciales a la fe cristiana. El año del centenario nos va a ofrecer la ocasión y la oportunidad de volverlos a encontrar con precisión tal y como fueron enunciados por la carta “Notre charge apostolique” de San Pío X.

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 19/04/2024 a las 14:51
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    Re: La democracia cristiana, condenada por San Pío X (Encícl. “Notre Charge”, 1910)


    3. Una mirada sobre cien años de democracia cristiana (1910-2010)

    La carta “Notre charge apostolique” de San Pío X conserva una actualidad profunda en razón de los principios permanentes que enuncia. Pero encuentra, además, a los cien años, una actualidad visible por el hecho de que ha descrito lo que efectivamente ha sido la democracia cristiana desde 1910 hasta nuestros días: de acuerdo con la fórmula de San Pío X, “ha escoltado al socialismo, fija la vista en una quimera”.

    “Escoltar” (el verbo que se utiliza en francés en la carta es “convoyer” [nota del traductor]) no es simplemente acompañar: es –según el Diccionario Robert– “acompañar para proteger” y es “transportar”. Transportar el socialismo a la Iglesia. Como lo ha destacado más de una vez Emile Poulat, los católicos de la Acción francesa y los católicos demócrata cristianos de la primera mitad del siglo XX tenían el mismo origen y el mismo objetivo: una reconquista cristiana de la sociedad, rehacer una (nueva) cristiandad. Se oponían, en suma, respecto del camino que había que tomar para llegar a ella.

    Pero los dos caminos divergieron crecientemente. Con una sonrisa un punto burlesca o quizá melancólica, Emile Poulat observa que ninguna de las dos corrientes lo ha logrado: ni la una ni la otra han podido detener o siquiera frenar la descristianización de la sociedad.

    Sobre este punto, Marc Sangnier obtuvo lo que quería: crear una oposición radical, irreductible, cada vez más viva, entre la Acción francesa y el “cristianismo social” demócrata cristiano. Entre ambas corrientes ha habido violencias, muertos (Guerra Mundial, en bandos opuestos) y, finalmente, Maurras era condenado a prisión perpetua mientras que los demócrata cristianos accedían al Gobierno en compañía de comunistas y socialistas.

    El partido demócrata cristiano, en efecto, se convirtió en un gran partido gobernante durante la IV República francesa. Cuando ésta se hundió en 1958, todavía un demócrata cristiano era el jefe de gobierno. El gran político que consulta y estima la Comisión permanente del Episcopado es Jacques Delors (
    m. 2023), militante demócrata cristiano que a partir de 1974 pasó al partido socialista. Simultáneamente la democracia cristiana desaparecía poco a poco como partido político, reemplazada por una nueva generación de católicos, los católicos practicantes “no confesionales” en toda la extensión de la vida política, social y escolar.

    En la Iglesia permanece poderosa la democracia cristiana. Desde los años 60 es la corriente intelectual e incluso el partido informal mejor instalado. Giovanni Battista Montini (Pablo VI), salido de una familia democristiana, ha sido hasta la muerte un demócrata cristiano militante y el partido montiniano, aunque en retroceso en la jerarquía eclesiástica, no permanece menos temible. La casi totalidad del clero actual se ha formado, al menos en parte, bajo su influencia. (…)

    Estas dos corrientes, la Acción francesa y la Democracia cristiana, ciertamente no agotan la historia política del catolicismo francés del siglo XX, pero constituyen los dos puntos fijos por su identidad invariable. Encarnan la oposición entre dos filosofías políticas: de una parte, aquella para la que la sociedad es una reunión de individuos, según los Derechos del Hombre de 1789 y 1948; y de otra, aquella para la que la sociedad, según la ley natural, es una jerarquía de familias...
    Última edición por ALACRAN; 23/04/2024 a las 13:52
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    Re: La democracia cristiana, condenada por San Pío X (Encícl. “Notre Charge”, 1910)

    4. La cuestión previa

    Por el modo de expresarse, la carta de San Pío X puede herir inicialmente la mentalidad actual, incluso de muchos católicos. Comenzando esta serie de artículos, he citado la frase en que anuncia claramente su color: “civilización cristiana” y “ciudad católica” (2010), no ven cómo podrían poner en obra un programa tal. Les parece salido de otra época y completamente extraño a la situación actual. E ininteligible para electores y elegidos de la República.

    Pero tomemos las cosas al revés. No se trata de indagar qué es inmediatamente aceptable para la opinión, los medios, el clero diocesano, las comisiones y comités episcopales. No faltan los sociólogos, politólogos y psicólogos para hacérnoslo saber, incluso aunque no les preguntemos nada. Se trata de otra cosa. Se trata de saber lo que piensa la Iglesia. De saber, en primer lugar, qué piensa que es inmutable. Las bases, los fundamentos, los principios. A continuación podremos volvernos hacia lo mudable, lo cambiante, el color del tiempo, la mentalidad del momento, el terreno: no se entrará en ellos a ciegas. Además, se quiera o no, tienen que ver con ellos y desgraciadamente mucho más de lo que se cree. (...)

    Las antiguas naciones cristianas han sido sistemáticamente cegadas desde hace dos siglos por los progresos constantes y cada vez más rápidos de la “civilización material”: descubrimientos científicos, innovaciones técnicas, rapidez creciente de transportes y comunicaciones, perfeccionamiento de la medicina y de la cirugía, etc. Pero una “civilización”, ¿es única o principalmente material? La moral y la religión, ¿debieran evolucionar en seguimiento e imitación de los ferrocarriles o los teléfonos? Le Play, uno de los más grandes espíritus del siglo XIX, lo había advertido: “En ciencia, descubrir verdades nuevas; en moral, practicar la verdad conocida”, porque “el espíritu de innovación es tan estéril en el orden moral como fecundo en el material”.

    Estas frases despiertan el espíritu del sueño artificial al que le ha llevado el evolucionismo material. Se puede entonces comprender en qué sentido “la civilización no está por inventar”. Existe una naturaleza humana, una ley natural, una redención sobrenatural. Que son contradichas, contrariadas, revueltas, sumergidas por toda suerte de ideas nuevas que se presentan como progresos de la democracia, pero que no son –importa bien discernirlo– sino “ataques siempre nuevos de la utopía, de la revolución y de la impiedad”. Por eso, la civilización cristiana, la cristiandad, la ciudad católica, deben siempre “instaurarse y restaurarse sin cesar”, “sobre sus fundamentos naturales y divinos”. Tenemos todo el año para leer y estudiar punto por punto esta centenaria carta apostólica de 25 de agosto de 1910.
    Última edición por ALACRAN; 23/04/2024 a las 13:57
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    Re: La democracia cristiana, condenada por San Pío X (Encícl. “Notre Charge”, 1910)

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    (...) 6. La democracia obligatoria

    El reproche principal, lógicamente el primero que San Pío X lanza en 1910 a la democracia cristiana de Marc Sangnier es el de querer imponer la democracia como el único régimen político aceptable. Y, por tanto, unir ideológicamente la Iglesia al advenimiento y desarrollo de la democracia en Francia y en el mundo.

    Es, en primer lugar, una cuestión de lenguaje (pero las ideas siguen a las palabras). Con independencia de la idea que se tenga de la democracia, de la definición que se dé de ella, los términos demócrata, democrático, democracia son empleados para designar forzosamente algo de bueno; y la ausencia de democracia es algo malo. Dicho de otro modo, la distinción entre lo que es democrático y lo que no lo es toma la autoridad (esto es, el lugar) de la distinción entre el bien y el mal.

    Sobre este punto, pese a la oposición de San Pío X, la democracia cristiana ha ganado, sin duda. Hay que decir que fue grandemente ayudada por el mundo profano y por la dominación ideológica de los vencedores de la II Guerra Mundial. A imitación de los políticos de todas las orillas y de los medios de todas las naturalezas, la jerarquía eclesiástica a todos los niveles poco a poco ha adoptado esta manera de hablar. Antes de toda discusión sobre la “verdadera” democracia, nada que no sea calificado de democrático es moralmente aceptable y, en fin, puede tener derecho de ciudadanía.

    Con una excepción notable, pero que ha permanecido demasiado aislada hasta en su propio discurso: Juan Pablo II empleando la expresión de “democracia totalitaria” para calificar lo que la“cultura de la muerte” hace de la democracia.

    En su carta apostólica de agosto de 1910, San Pío X se ha atenido a la distinción clásica de los tres regímenes que, con matices diversos, viene de Aristóteles, ha sido adoptada por la filosofía cristiana y había sido recordada algunos años antes en las encíclicas políticas de León XIII: la monarquía (que puede corromperse en tiranía), la aristocracia (caricaturizada en oligarquía) y la democracia (que degenera en demagogia). Estas distinciones pueden parecer un poco elementales en tanto no se advierta que todo régimen político es, en suma, un “régimen mixto”, con dosis sutilmente diferentes de monarquía (jefe de Estado), de aristocracia (senado, cámara de los lores…), de democracia (sufragio más o menos universal). Para Maurras: democracia en el municipio, aristocracia en la providencia y monarquía en el Estado.

    Como quiera que sea, San Pío X, tras León XIII, afirma con fuerza que “no está prohibido a los pueblos darse el gobierno que mejor responda a su carácter o las instituciones y costumbres que han recibido de sus antepasados”. Pretender que “sólo la democracia inaugurará el reino de la justicia perfecta”, es “una injuria hecha a las otras formas de gobierno, que se rebajan de esta suerte al rango de gobiernos impotentes y peores”.

    Efectivamente la democracia cristiana, a partir del “dilema de Marc Sangnier”, inaugura y sistematiza en la Iglesia una actitud de injuria, de desprecio, de exclusión –por lo menos intelectual– respecto de los católicos que rechazan la democracia en todo caso y sea cual sea el sentido que se da al término. Ahora bien, circunstancia agravante cualificada, la democracia cristiana da a este término un sentido moral, doctrinal y gravemente inaceptable.
    Patriota Sevillano dio el Víctor.
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