Estimado Gothico, ¿Podría enviarme una versión digital del documento? un PDF o Word o algo así? Gracias por su colaboración,
Atte.
JZ
contacto@elcruzado.org
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¿Desde cuándo la “adaptación a los tiempos” constituye una categoría digna de figurar en el frontispicio de una religión?
¿Y, cuándo había sucedido eso en el cristianismo y en el catolicismo antes del Vaticano II?
Más bien, en general, siempre fue a la inversa: que los hombres de diferentes épocas tenían en común con sus padres una religión idéntica; y no sólo eso, sino que se esforzaban para que sus hijos la poseyeran también íntegra e idéntica a la que los antepasados tuvieron.
A veces, sí, había desviaciones debido a la corrupción de antiguos cultos para formar otros… cultos sincretistas etc., pero en estos casos la raíz del cambio no obedecía a un designio interno propio como la “adaptación a un entorno”. Otra cosa era que el entorno acabara por desfigurar una religión, pero siempre sin conciencia por parte de quienes la practicaban, y menos, proponiéndoselo.
En cualquier caso, sí podría aceptarse una sana “adaptación a los tiempos” cuando esa tendencia consistiera: o en una mayor purificación de ese entorno hacia una religión dada o para una mayor difusión de la misma; o bien para una mayor purificación de su culto.
En esos casos ese impulso sería sano, en cuanto dirigido por la propia religión que tiende naturalmente a perdurar y a propagarse.
Ahora bien, aquí comenzarían los problemas: ¿cómo decidir que es “purificar un culto”?, ¿una “mayor difusión” lo ha de ser más bien en número que en la calidad…?
La cuestión es importante porque permitiría a su vez dilucidar si el impulso inicial surgió de la propia religión o fue ajeno a ella.
El tema viene referido, como es obvio, a la “adaptación al mundo moderno” que se llevó a cabo por la Iglesia Católica entre 1962 y 1965 en nombre del Concilio Vaticano II.
¿Y qué cabría entender por “purificación” del catolicismo?
Habría que definir primero la esencia del catolicismo y cristianismo para, luego, prescindir de lo superfluo.
Está claro que la esencia del catolicismo consiste en la Fe en Jesucristo, Dios, mediante la Tradición y la Sagrada Escritura que nos es revelada por la Iglesia.
Externamente esa fe se plasma en la Santa Misa y en los Sacramentos.
Lo primero que llamaría la atención sería comprobar que hay una zona, cuando menos, conflictiva entre los conceptos de “Tradición” y de “adaptación al mundo moderno”.
Aunque, quizá, más bien… ¡incluso contradictoria!
Pues ¿qué es la Tradición? No es ella sino la adaptación de la Sagrada Escritura a las diferentes situaciones por las que la Iglesia ha pasado a lo largo de los siglos: la resolución de herejías, conflictos, la aportación de los Santos Padres, el acrisolamiento de los dogmas, etc., y todo ello con la asistencia permanente del Espíritu Santo sobre la Iglesia.
Ahora bien, si nadie puede negar eso, ¿en qué consistiría “lo superfluo”? ¿y en qué la “adaptación”?
Porque el propio concepto de “Tradición” es ya incompatible, por lo pronto, tanto con la consideración de “lo superfluo” como con la de las “adaptaciones”, en tanto que Ella misma insensiblemente aparta lo superfluo y adapta la Iglesia a las circunstancias. (No olvidemos la constante asistencia del Espíritu Santo)
¿Qué podría deducirse por tanto de esa aparente grave contradicción?
Podría sospecharse algo gravísimo, que sería querer desterrar o suplir con tales conceptos, confusos y novedosos, desterrar precisamente, en la práctica, a la Tradición.
Y cabría sospecharlo por tanto que se intenta hacer violenta y radicalmente algo que la Tradición efectuaba gradual e insensiblemente. En concreto, las causas de sospecha radicarían en la aparente inasistencia del Espíritu Santo a las modernas innovaciones:
I) Dado que el Espíritu Santo ya asistía a la Iglesia constantemente, ¿por qué, de repente, habría de querer el Espíritu Santo un cambio radical en su proceder y, además, actuando con prisas? ¿por qué -de haber querido ese cambio de orientación- no lo hubo hecho gradualmente, insensiblemente, tal y como siempre había obrado?
(pues se sabe que todo lo que se hace naturalmente y para buen fin es gradual; en cambio, todo vuelco y trastorno repentino no implica naturalidad, y es contrario al orden de las cosas ¡¡¡…y eso aun sin considerar que un tal cambio haya de ser para contradecir un orden dado!!!)
Es decir; si se trataba de adaptar el catolicismo al “mundo moderno” (¡¡nada menos!!), bien pudo el Espíritu Santo haber ido “tejiendo el traje” que él prevería iba a necesitar ese mundo, poco a poco e insensiblemente, durante lo siglos anteriores,mediante el Magisterio…
(DIFICULTAD : Alguno podría pensar que, de haber sido siempre así tales características de insensibilidad y gradualidad, no hubiera habido nunca necesidad de Concilios ni de Magisterio extraordinario…, puesto que éstos son repentinos y también “ponen orden” en un determinado asunto que, según lo dicho, el Espíritu Santo hubiera debido haber clarificado por un fluir más ordinario e insensible…
Pero esta dificultad se resuelve considerando que “mediante” el Concilio Vaticano II sería la primera vez en la Historia que el Espíritu Santo “querría” un cambio rápido y trascendental de orientación en su Iglesia.
Hablo de “cambio de orientación” en el sentido de que se constató en dicho Concilio, efectivamente, un ansia de reforma y cambio de verdades que estaban no solo ya vigentes, sino protegidas con los máximos anatemas y fulminaciones que la Iglesia posee. Tal protección era proporcional a la importancia y gravedad de esas materias. Y no estamos hablando de matices o de detalles, del corte de las casullas o del tamaño de las velas…, sino del meollo de la Fe católica. ¿O es que acaso los anatemas recaían sobre menudencias?
Es evidente que se retocaron, modificaron, reinterpretaron o sea, se cambiaron, verdades importantísimas, contrariando y despreciando los más terribles anatemas que las guardaban.)
II) Otro motivo de sospecha sería que, si el Espíritu Santo hubo asistido a su Iglesia protegiendo con tales anatemas esas verdades definidas por el Magisterio,¿sería lógico que, posteriormente, hubiera “inspirado” el Espíritu Santo para que se ignoraran dichos anatemas y -peor aun- sostener como válido que pudiera haber otras opiniones legítimas sobre dichos temas; y -algo inconcebible, salvo blasfemia- llegar a sostener subrepticiamente que ¡¡¡ opiniones contrarias a aquellas son las perfectamente ortodoxas!!! (caso del “Syllabus” o de “Pascendi”, repudiadas y objeto de mofa desde el Vaticano II y sustituidas por documentos opuestos a ellas)
¿Puede radicar en tan escandalosa contradicción la actuación del Espíritu Santo?
Hay que añadir que en otros Concilio ecuménicos, como p.ej. el de Trento, jamás se habían retocado definiciones del Magisterio para asentar como válidas tesis contrarias a aquéllas, sino para desarrollarlas, yendo toda la orientación en el mismo sentido.
Y, por supuesto, el fin de aquellos Concilios no era “adaptar la religión católica” al mundo circundante (que, por cierto, era infinitamente menos ateo, pagano y blasfemo que el de la época del Vaticano II) sino, al contrario: en todo caso, para que se adaptara el mundo de aquella época a la religión Católica.
No se dio en toda la Historia del Catolicismo, hasta entonces, contradicción alguna: había una sana Religión luchando por la causa de la Religión.
III) Por si fuera poco lo anterior, nos encontramos con que el Espíritu Santo, aun a pesar de obrar mediante su asistencia constante en la misma tendencia y orientación durante siglos, quiso e hizo que además, mediante el Magisterio extraordinario infalible (anterior al Vaticano II) muchas de esas verdades se declararan dogmáticas; y, más aun, quiso que se fijara, dogmáticamente, mediante el Concilio Vaticano I (siglo XIX, ¡ojo!) toda una doctrina de la infalibilidad dogmática…
Pregunta decisiva: Luego si el Espíritu Santo ya sabía,como Dios que es, que todo el “arsenal” de doctrina infalible promulgada por el Magisterio a lo largo de los siglos iba a quedar relegada al “museo de los horrores” por el supuesto “magisterio” post-Vaticano II o, cuando menos, desdeñosamente silenciada u olvidada…
¿Para qué, pues, pudo haber querido el Espíritu Santo que todo aquello que sabía que habría de ser ignorado hubiese sido declarado dogmático?
¿qué sentido pudo haber tenido el dogmático Vaticano I con su doctrina sobre la infalibilidad?
¿Cómo interpretar todo el revoltijo blasfemo y apocalíptico (producido a raíz del brutal terremoto del Vaticano II) de contradicciones espantosas e insolubles… a la luz de la permanente asistencia del Espíritu Santo?
¡¡Parece claro que la única explicación posible sería la de fijar un criterio de infalibilidad en tiempos en que Él preveería de confusión!!
Porque está también claro que, en sentido contrario, los innovadores NO han osado poner por testigo al Espíritu Santo declarando infalibles sus elucubraciones e innovaciones… Aunque la razón es muy sencilla: porque la permanente asistencia del Espíritu Santo NO se lo ha consentido.
Pues dado que el Espíritu Santo asiste siempre a su Iglesia, sería cierto que Éste hubo de prever el peligro de infiltración masónico-liberal que acechaba y acecharía en grado extremo, en un futuro (en el que vivimos desde 1962) ya no sólo desde fuera (serían irrelevantes esas condenaciones para ateos o herejes ajenos a la Iglesia) sino desde dentro de la Iglesia misma.
Ese era además el temor que, incluso humanamente, movió a la fijación de tal doctrina de infalibilidad a los padres del Concilio Vaticano I (el de 1869-70), asícomo las condenas de León XIII, Pío IX , San Pío X o Pío XII a las “novedades” y blasfemias del clero moderno.
IV) Pero ya el colmo del escándalo y de la impostura es disimular que la Tradición, el Magisterio había condenado y anatematizado las opiniones y teorías que se le oponían al propio Magisterio y que eran entre otras, precisamente las que hablaban de la conveniencia de la adaptación del dogma y de la doctrina al llamado “mundo moderno”; el Syllabus es el ejemplo característico).
Este es precisamente el punto que hace imposible sostener que esos errores se contuvieran ¡¡y nada menos que como “verdades” (no vale que apelen a lo del "padre de familias que saca, a su debido tiempo, de su repuesto "cosas nuevas” y viejas…)en la Tradición a la que atacan; la Tradición ya se defendió, condenándolos.
Es imposible que algo condenado pretenda tener su base en aquello que lo condena: ese Magisterio y esa Tradición lo canonizaron para siempre como error, poniendo al Espíritu Santo como testigo de esa condena perpetua.
Y el Espíritu Santo dio su asistencia a esa condenación, pues NO impidió que se le pusiera formalmente por testigo de ella.
¡¡es blasfemo pretender que sólo desde unos cuantos lustros acá el Espíritu Santo aprueba tales innovaciones…
Algo anatematizado hasta 1961 y en 1961 JAMÁS puede ser fundamento de algo ni en 1962, ni a partir de 1962, ni NUNCA. Lo diga un papa, un concilio o un ángel que lo bajara a anunciar
Suponer lo contrario es un insulto a la racionalidad, decencia y dignidad de las personas, o una broma de pésimo gusto.
Última edición por Gothico; 10/01/2009 a las 10:12
Buena noticia: El texto íntegro de la obra está ya disponible en "Stat veritas". Que aproveche su lectura :
TEXTO SOBRE LA REVOLUCIÓN LITÚRGICA:
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EL CONCILIO DEL PAPA JUAN.
Michael davies.
Adjunto el libro completo en PDF.
También se puede bajar del sitio de StatVeritas:
http://www.statveritas.com.ar/Libros...el_Davies).zip
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
Dios pone todas las cosas en su lugar,
Benedicto XVI ha liberado el uso del latín en la Liturgia Eucarística, y él mismo ha celebrado la misa ad orientem en la Capilla Sixtina, ¿Acaso por ello es retrograda como dijor Hans Kung? no, ¿acaso por ello la liturgia en lengua vernacula es apócrifa?, No.
La Iglesia no la podá destruir nadie, lo siento mucho pero Gothico, al hacerte portavoz de un cisma que cae en la heregía de sacralizar el latin, de sacralizar las vestimentas y la tiara y la ceremoniosidad, te haces tu también partícipe de esa heregía.
Lo más triste es que ese veneno desesperanzador al que apestan muchos de estos ataques, hacen efecto en quienes se los toman. Todo aquel que predique contra la Iglesia predica contra Cristo, y el efecto que causa en los seguidores de Cristo es inicialmente el coraje, luego la sosobra, a la que sigue la desesperanza para finalmente caer en la falta de fe.
La Iglesia Católica es la columna y fundamento de la verdad. Misma verdad que no se pierde en matices, y que no se puede confundir con ellos. LA Sagrada liturgia es la misma hoy que cuando se hacía en latín, ad orientem y cantando Dies Irae, quien ha dejado de adorar a Cristo Eucaristía porestar consagrado por el presbiterio postconciliar, comete sacrilegio.
Ánimo la Iglesia postconciliar Vaticano II está viva:
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