MURILLO O LA CONTRARREFORMA PICTÓRICA
La pintura de Murillo es Contrarreforma. Contrarreforma al igual que el gran teatro de Pedro Calderón de la Barca. La contestación pictórica más contundente a la diabólica perversión del cristianismo que realizó el calvinismo (precursor del capitalismo).
Dicen por ahí que Murillo es pasteloso, superficial. Pero en Murillo hay toda una doctrina, consciente o inconscientemente (eso -lo consciente o inconsciente- siempre es lo de menos cuando se habla de ángel y sobreconsciencia). Una doctrina que aflora en sus cuadros.
Donde el calvinismo postula que la prosperidad económica es inequívoca señal de predilección divina, el gran pintor católico a fuer de sevillano responde con sus cuadros: cuadros de temática sagrada o de vida cotidiana, poblados de niños pobres. Y en los rostros de esos niños de la calle el pintor muestra que Dios prefiere a los humildes, Dios provee a los pobres (como aquellos dos inolvidables zagalejos que comen de la huerta) y Dios cuida de ellos; cuando se contentan con lo poco que tienen.
Contra lo que quieren los calvinistas (padres del capitalismo), en la indigencia hay inocentes que saben sonreír. Y en la opulencia, lo sabe el católico a la española, el católico austero, no suele haber otra cosa que soberbia y vicios.
Manuel Fernández
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