Tazas de té tradicionales y jarros actuales: calidad y banalidad




Durante generaciones nos hemos habituado a las tazas de té, como un aspecto grato de la vida familiar. Pero hoy, debido a nuestra cultura igualitaria, la taza de té está siendo puesta bajo presión. Si bien todavía puede encontrarse una amplia gama de juegos de té formales, actualmente muchos arreglos y juegos de vajilla —y no sólo los más baratos— presentan únicamente jarros.
Esta tendencia es inquietante, ya que tales jarros fueron hechos para ambientes ordinarios; no fueron ideados para ocasiones sociales.

Comparemos los ejemplares de la foto. El jarro tiene mayor capacidad, y una estructura y aspecto más pesados que la taza de té.

Su base tiene el mismo diámetro que su borde superior, dándole una apariencia cilíndrica, no muy diferente de la que tendría un pedazo de tubo de agua si le colocamos un asa y una base. La taza de té es menor en la base y se abre hacia arriba en un ángulo de inclinación que nos recuerda vagamente a un tulipán que florece.
El jarro se apoya directamente en la mesa, dando un tono informal. La taza de té, por su parte, es elevada ligeramente sobre la mesa por su platillo, lo que confiere al arreglo de la mesa un toque de distinción y elegancia.

Por cierto el rol del platillo es claramente secundario si lo comparamos con el de la taza, en la cual bebemos nuestro té. Su papel es de servicio. Evita que la cucharita usada manche el mantel. Pero a la vez que es práctica, esta combinación taza-plato es digna, armoniosa y agradable a la vista. El platillo, aunque esencialmente inferior a la taza, participa de la dignidad que resulta de la combinación de ambos. Si lo dudamos, basta observar a la taza y al plato por separado.
Detalle curioso: si tuviésemos que multiplicar el número de jarros vulgares y de tazas de té bonitas en la mesa, las diferencias entre ambos no disminuirían, sino que se ampliarían. Más aún, notaríamos que los varios jarros parecen tener una relación meramente cuantitativa entre ellos. Algo les falta para constituir un juego. Las tazas, en cambio, tenderían a formar un juego; la relación entre ellas sería de calidad, no sólo de cantidad.

El jarro mostrado aquí encamina hacia una mentalidad más ruda y proletaria, mientras que la taza y el platillo de porcelana invitan a algo mejor y más elevado: un paseo por el mundo de las buenas maneras y del refinamiento social.