Los Códices miniados españoles marcan el punto de partida en la decoración de los primeros siglos medievales, cuando apenas si se conocía este arte en los demás pueblos. La influencia de nuestros códices en la decoración miniada fue bien ostensible y su riqueza y depurada labor muy pocas veces igualada. No cabe negar al arte miniado español su papel de iniciador y su indiscutible supremacía.
Beato de Liébana, abad del monasterio de Valcavado (Palencia) y debelador de la herejía adopcionista, escribió en la segunda mitad del siglo VIII un comentario al Apocalipsis y al libro de Daniel que alcanzó gran difusión en la Europa carolingia y animó no pocos de los terrores populares ante el Año Mil, que había de acarrear el final del Mundo.
De la difusión de ese texto, como de las soberbias miniaturas a folio entero —de decisiva trascendencia para el subsiguiente arte románico— con que los escritores monásticos hispanos ilustraban las copias de la obra, nos da una idea el hecho de que más de dos docenas de códices miniados de la misma —ejecutados entre los siglos X y finales del XII— hayan llegado hasta hoy, y en no pequeña parte fuera de nuestras fronteras. Vaya de paso, se trata de las primeras pinturas españolas de autor conocido: Magius, Emeterius, Ovecus, Facundus, García, Egas (y la pintora Ende). Del más completo de tales códices, en punto a miniaturas: el terminado por Facundus en 1047 con destino a Fernando I de Castilla y Sancha de León, su esposa, y que procedente de San Isidoro de León.
A finales del siglo VIII, al noreste peninsular en la Marca Hispánica, reconquistada por los reyes francos, brotó la planta de la herejía adopcionista, que se extendió rápidamente por toda la Península, sin embargo, aquí estaba vivo y alerta el pensamiento de San Isidoro, representado por el cántabro Beato de Liébana, que se encargó de extirpar la mala hierba.
Pero la fama e influencia de Beato (segunda mitad del siglo VIII) se proyectó sobre la cultura occidental en sentido artístico. Hoy son los eruditos extranjeros los primeros en reconocer que a España toca la mejor parte en la creación del ideal de arte románico, que tan hondo surco abrió en la cultura europea. Nadie ignora que Beato de Liébana escribió un famoso Comentario al Apocalipsis de San Juan, y al libro de Daniel, el año 776.
La serie de manuscritos ilustrados con miniaturas de a página y hasta de doble página, y de una intensidad emotiva que aún hoy produce el efecto perseguido por sus ilustradores, parece comenzar con el de San Millán, hacia el año 920, al que siguió luego, según indica el P. Pérez de Úrbel en su libro Los monjes españoles, pág. 361, el de Tábara (Zamora), incompleto por muerte del miniaturista Magio en 968, pero rematado por Emeterio, que repite otro semejante en 975, con la ayuda de la monja pintora de Ende y el presbítero Juan, habitantes del monasterio fundado por San Froilán.
Cinco años antes, había reproducido otro el monje Oveco, en Valcabado (Palencia), y lo mismo vinieron haciendo los monjes de San Millán, pues eran los Comentarios libro preferido que apasionaba a aquellas generaciones próximas al año 1000, que traía tan preocupados a los hombres que se interesaban locamente por los problemas escatológicos.
No se reproducían, sin embargo, los Comentarios con exactitud, sino que se variaban y adaptaban según el capricho de los ilustradores, que lo hacían con vistas a los gustos de la época y sus propios intereses. Este trabajo se prolongó por espacio de más de cinco siglos (del VIII al XIII), de modo que una misma escena aparece interpretada con arreglo a los gustos de generaciones tan distantes. Por una serie de Beatos puede verse el proceso cultural del Medievo.
El sacerdote católico alemán W. Neuss fue el primero en señalar las relaciones entre los códices manuscritos que se conservan de los Comentarios (la mayoría en bibliotecas españolas, pero algunos en el Museo Británico, de Londres; en la Nacional de París, y en Estados Unidos), y la decoración y esculturas románicas francesas de San Pedro de Moissac, Limoges y otras muchas iglesias de Languedoc.
Emilio Male, miembro del Instituto y director de la Escuela Francesa de Roma y autor de una obra interesantísima sobre iconografía medieval, recogió la advertencia en su libro, y en su libro L’art religieux du XII siécle en France… demuestra que no tan solo son versiones de láminas del Apocalipsis de Beato el tímpano de Moissac y los capiteles de sus claustros, sino que son interpretaciones de sus miniaturas, adaptadas al espacio y materia, las labores de Saint- Benoit-sur-Loire, Saint Hilaire de Poitiers, etc., y que, por tanto, los orígenes del románico deben buscarse en España, en la serie de beatos que cruzaron el Pirineo, en manos de peregrinos que iban de Santiago.
Así, ya en 951, Gotescalco, obispo de Puy, se detiene en nuestros monasterios para sacar copias de nuestros códices (manuscrito latino, núm. 2.855 de la Biblioteca Nacional de París), y, más tarde, los monjes de Cluny establecen monasterios en el Camino de Santiago que sirvan de lazo entre los pueblos. El monasterio de Albelda, por ejemplo, donde vivían más de 200 monjes, llegó a ser un centro cultural receptor y difusor de máxima importancia, donde se cruzaban corrientes francesas y mozárabes, como lo prueba el hecho de que en el Códice de Vigila aparezcan cifras árabes referidas al Concilio de Aquisgrán del 817, que hicieron así su aparición en el Occidente.
Todo ese arte prueba, como advierte el P. Pérez de Úrbel, que los pintores y calígrafos de Albelda, Valeránica y San Millán vivían de la tradición española y que, en técnica y motivos, siguieron a la antigua miniatura y caligrafía visigodas. En ellos hay que reconocer “la posteridad artística de los maestros y desconocidos y trabajaron en tiempo de los godos”. Así, tenemos en nuestra patria en aquellos siglos, tan poco aptos para las labores de paciencia que exige la transcripción y adorno de manuscritos, los orígenes de una cultura que papel tan importante desempeña en la Edad Media.
Toda la parte norte de la Península tenía sus centros culturales, de ordinario monasterios, y cada uno presenta motivos peculiares. Los de Cataluña sincronizan elementos nacionales, carlovingios y mozárabes.
“Por la elegancia en el romanismo de sus mayúsculas, por su amplio concepto de la ilustración pictórica, Florencio de Valeránica puede considerarse como el primero de los calígrafos españoles. Anterior a él, Magio le disputa la superioridad por su inventiva inagotable y por su sentido del color, y junto a ellos puede codearse el gran miniaturista de Albelda, Vigila, cuya obra acusa una preferencia por las tonalidades azules y pajizas en la decoración. La mayor perfección en la belleza de la letra visigótica la alcanzaron los copistas de San Millán”. (P. Pérez de Úrbel).
Última edición por ALACRAN; 11/05/2022 a las 18:52
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
Se conservan más de 31 "beatos" (de algunos sólo fragmentos). Estos son los principales, conservados, la mayoría en bibliotecas y museos españoles, por orden de antigüedad
Beato de San Millán de la Cogolla, Hacia 930.
Beato de San Millán de la Cogolla (otro). Hacia 950/955.
Beato de San Miguel de Escalada, (cerca de León (España). Hacia 960. Pintado por Magius. (En la Pierpont Morgan Library, Nueva York)
Beato de San Salvador de Tábara. Hacia 968/970. Pintado por Magius, completado tras su muerte por su alumno Emeterio.
Beato de Valcavado Hacia 970. Pintado por Oveco para el abad Sempronio.
Beato de San Salvador de Tábara (otro) . Hacia 975. Pintado por Emeterio (alumno de Magius) y por la monja Ende.
Beato de San Millán de la Cogolla. Segundo tercio del siglo X.
Beato de Fernando I y doña Sancha de León (España). 1047. Pintado por Facundus.
Última edición por ALACRAN; 11/05/2022 a las 19:13
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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