Hace pocos años estuve en León, y me detuve para visitar la "Pulcra Leonina". Que belleza, que maravilla de catedral. Sobrecoge el alma del que la visita. Así eran nuestros mayores. Elevaban al cielo las obras a mayor gloria del Creador. El hombre elevaba las súplicas al cielo sabeedor de que allí, en lo más alto, está la única respuesta.
Las vidrieras iluminan con un color especial el interior, y el ambiente se hace "místico". Sólo los turistas, esa "plaga" que invade todas las iglesias del mundo, afean y estropean el impresionante espacio y el que debería ser impresionante "eco" de los rezos y cantos alabando a Dios.