El Papa, las cosas de Velarde y el "libre mercado" El pasado día 18 de marzo, Benedicto XVI dirigió un discurso en el Palacio Vaticano a la Unión de Industriales de Roma. Lo curioso ha sido ver cómo lo ha interpretado alguno en España.

El contenido de dicho discurso puede leerse en su totalidad en Internet y ha servido al profesor Juan Velarde Fuertes para publicar un artículo en ABC el pasado día 5 de abril, bajo el título "Los empresarios y el Papa Benedicto XVI". El artículo destaca algunos párrafos del mencionado discurso, concretamente, ese en el que Benedicto XVI explica que "nadie ignora cuántos sacrificios hay que afrontar para abrir o mantener la propia empresa en el mercado, como ´comunidad de personas´ que produce bienes y servicios y que, por tanto, no tiene como único objetivo el lucro, aunque sea necesario". Velarde subraya también la afirmación de Benedicto XVI según la cual, "la empresa puede ser vital y producir ´riqueza social´ si tanto los empresarios como los gerentes tienen una mirada previsora, que prefieren la inversión a largo plazo a los beneficios especuladores y que promueve la innovación en lugar de pensar en acumular riqueza sólo para sí mismos". Finalmente, el articulista destaca que "el empresario atento al bien común está llamado a ver siempre su actividad en el marco de un todo plural. Este enfoque genera (riqueza), mediante la dedicación personal y la fraternidad vivida concretamente en las opciones económicas y financieras, con mercados más competitivos y... animado por el espíritu de servicio".


Hasta aquí nada sorprendente, dado que las afirmaciones de Benedicto XVI pueden ser compartidas por muchos. Lo que no ha dejado de sorprenderme es la conclusión de Velarde: "Es muy oportuno tener en cuenta lo que en esa ocasión dijo el Papa, porque incluso se había hablado de un pretendido ataque en la mencionada encíclica [Caritas in veritate] al empresario y a la economía de mercado". Y es que según el veterano profesor, "esto que Benedicto XVI propuso como meditación ´durante el tiempo de Cuaresma´, es una ratificación de la economía libre de mercado desde el punto de vista de la Iglesia".

La afirmación de Velarde puede llevar a error e introducir una confusión innecesaria. De hecho existe la absurda idea, defendida por los modernos liberales, de que "economía libre de mercado" equivale a un mercado sin restricción de ningún tipo. ¿Entiende eso Velarde por "economía libre de mercado"? Porque sin duda no es lo que se desprende de las palabras de Benedicto XVI. En el texto que muestra Velarde –y no digamos ya en el texto completo- pronunciado por el Papa Ratzinger, el mercado que se describe soporta restricciones de tipo moral, social y político y no es de ninguna manera un mercado "libre". Para empezar, la empresa es "comunidad de personas", algo que ya de por sí implica un interés común superior al mero interés individual y que sin duda chirriará a más de un liberal. Además, la empresa, que "no tiene como único objetivo el lucro", una afirmación que puede poner en cuestión el mismísimo proyecto económico de la modernidad, parece estar llamada, según explica el Papa, a "ser vital" y a producir "riqueza social".

La dimensión exacta de estas palabras es difícil de ponderar con exactitud pero resulta evidente que con las expresiones "vital" y "riqueza social" Benedicto XVI se refiere a la función social de la empresa, que hace que éste se halle integrada en un ámbito fuera del cual no tiene sentido más que como aberración, una función con repercusiones que van desde el bienestar material de las personas hasta la propia dignidad del trabajador, que se sabe bien o mal pagado, bien o mal considerado y, por lo tanto, respetado y dignificado.

Por último, Benedicto XVI llama al empresario a estar atento "al bien común" –nuevamente un concepto que excede de lo económico y de múltiples implicaciones- y, aunque acepta las bondades de la competitividad, se trata de una competitividad restringida, dado que el empresario está obligado a ver su actividad "en el marco de un todo plural" y a vivir en las opciones económicas y financieras "la dedicación personal y la fraternidad". Es evidente que de las palabras del Papa Ratzinger se desprende la existencia de instancias reguladoras del mercado de tipo social, ético y espiritual. Además, como se explica en el texto no mostrado por Velarde, "es importante saber vencer la mentalidad individualista y materialista que sugiere desviar las inversiones de la economía real para privilegiar el uso de los propios capitales en mercados financieros, con vistas a rendimientos más fáciles y rápidos".

Según explica el veterano economista en su artículo, la Iglesia ha variado su mensaje desde el Sermón de la Montaña porque la situación actual "en lo económico, y por ello en muchos otros aspectos de la vida, ya nada se parece a lo que sucedía hace 2.000 años, y por eso el mensaje de la Iglesia en lo económico, ha tenido que ir alterándose". Velarde parece pasar por alto una verdad incuestionable: que sin discutir cambios debidos a un pragmatismo razonable, para la Iglesia la economía siempre ha estado sujeta a lo político y a lo espiritual. En otras palabras, jamás ha sido lo primero, tal y como sí ha sucedido en el marxismo y en aquellos liberales que equiparan cualquier regulación del mercado a un plan quinquenal soviético.

De ahí que la Iglesia siempre haya creído que si es inaceptable sacrificar a la persona al poder del Estado no es menos inaceptable sacrificar a la persona al poder de un mercado liberado a sí mismo. Sin duda el "libre mercado" que permite las fortunas fabulosas, generadas de la noche a la mañana gracias a movimientos especulativos, ese "libre mercado" que "deslocaliza" empresas y despide a miles de trabajadores para ser "más competitivo" o que traslada a millones de personas de un extremo a otro del globo para abaratar costos de mano de obra (y que te llama "xenófobo" si lo denuncias); es decir, ese "libre mercado" que tanto gusta a los ultraliberales que han copado a la derecha española –y también a buena parte de la izquierda-, sin duda no está en sintonía con lo que se desprende del mensaje de Benedicto XVI.

Así que para ser riguroso, Velarde debería de haber afinado más ese concepto de "libre mercado" que él cree defendido por Benedicto XVI, porque defender la competencia no equivale necesariamente a defender ese "libre mercado" en el que creen algunos. Esta imprecisión no es digna de uno de los economistas más eruditos de Europa. En un contexto más amplio que la presente polémica, una parte del catolicismo político actual haría muy bien en revisar esa apuesta ciega –y meramente reaccionaria frente al "intervencionismo" de la izquierda- que defiende que la única manera de concebir la economía es abandonar al mercado a sus propios mecanismos; una estupidez teórica y práctica que solo puede defenderse bien cuando se tiene el modo de vida plenamente asegurado o bien cuando se vive de defender dislates semejantes.

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