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Tema: La usura, en el corazón de la modernidad

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    La usura, en el corazón de la modernidad

    La usura, en el corazón de la modernidad


    Pero la raíz de toda la falacia capitalista está en el principio de que el dinero está destinado a reproducirse: la usura. Con toda consecuencia, Aristóteles condena toda usura (obolostatiké) como contraria a la naturaleza de las cosas, concretamente, a la del mismo dinero. Porque el dinero tiene como fin el servir para el intercambio de bienes y no el de reproducirse, como parto (Jtókos) de sí mismo; los intereses del dinero son, pues, "hijos del dinero"(nómisma nomísmatos). Son, por lo tanto, el modo de adquisición más contrario a la naturaleza, y, por ello, justamente odiado.


    A esta misma conclusión debe llegar la teoría jurídica no perturbada por la influencia crematística. Porque, siendo el dinero una cosa consumible, cuyo fin es su consumición jurídica, el "gastarse", y no siendo posible que las cosas destinadas al consumo se reproduzcan en forma de frutos, se concluye que el dinero no puede producir más dinero, a modo de fruto civil, es decir, de "renta".


    No se trata aquí de poner un límite al préstamo de interés, como ha hecho la doctrina tradicional, sino de negar que el interés sea fruto del dinero prestado; la consecuencia principal de esto está en negar que el inversionista aporte a la sociedad un bien productivo que le pueda justificar como "socio"; siendo así que sólo es un prestamista, un acreedor que queda fuera de la sociedad empresarial.



    Si el préstamo va acompañado de una obligación de intereses, tenemos una promesa que aumenta la cantidad prestada en razón del aplazamiento de su devolución, casi como una pena, aunque convencional, por el retraso; es la misma razón que justifica los intereses moratorios que puede fijar un juez, o el aumento del precio de una compraventa por el convenio de su pago "a plazos", porque también el precio aplazado es dinero acreditado, es decir, prestado.


    Lo que aquí importa dejar aclarado es que el dinero, por su misma naturaleza de bien consumible, no puede, en buena medida, rentar intereses.


    El fraude doctrinal a esta evidencia jurídica puede atribuirse a la Ética calvinista y, concretamente, a Demoulin, que llegó a negar el carácter consumible del dinero por la engañosa razón de que las monedas no se consumen físicamente por su uso, sin distinguir que la consumibilidad puede ser, no sólo física, sino también jurídica. Pero su doctrina ha sido fundamental para toda la Ética económica de la modernidad.


    La palabra latina reddere significa "dar algo en propiedad a alguien". La lengua española deriva de ella dos verbos distintos: "rendir" y "rentar". El objeto propio de "rendir" son los "servicios"; el de "rentar", el "dinero". Tenemos en esta distinción la misma que debe hacerse entre los "servicios" de la Economía y las "rentas" de la Crematística, e, indirectamente, entre la felicidad y el placer: un gran reto para el hombre de nuestro tiempo.


    El Capitalismo, partiendo de que el dinero ha de rentar, no sólo ha erigido al dinero —un dinero ya abstracto, no corporal— en patrón y medida del valor de todas las cosas, sino en estímulo y fin de toda la actividad humana. De este modo, el hombre ha dejado de ser considerado por sus "virtudes", para serlo por la rentabilidad de sus "valores". Consecuentemente, la "filosofía de los valores" debe ser entendida como la propia del Capitalismo. Cuando hoy se habla tanto de "valores", no conviene olvidar la genealogía y la malicia de este concepto, incluso, para seguir la expresión de Carl Schmitt, su "tiranía".


    Álvaro D´Ors. La Crematística,(revista Verbo). Para leer todo el texto PULSA AQUÍ

    El Matiner

  2. #2
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    Re: La usura, en el corazón de la modernidad

    Usura

    Juan Manuel de Prada

    Mientras la economía fue considerada una 'ciencia moral' (y, desde luego, no puede ser otra cosa, puesto que depende de las decisiones de los hombres), una de las cuestiones más debatidas por el pensamiento económico fue la usura. En cambio, cuando los moralistas fueron expulsados del pensamiento económico, se dejó de escribir y pensar sobre ella. Pero se diga o se oculte, lo cierto es que la usura se halla en el corazón del sistema capitalista (en realidad, es la gangrena de su corazón); y también en la raíz de todos los desórdenes económicos y morales que hoy padecemos.
    Si volvemos la vista atrás (algo que el hombre contemporáneo tanto aborrece, para no tener que arrepentirse de sus errores), comprobaremos que la usura estuvo siempre prohibida. «No darás a tu hermano dinero a usura, y no le exigirás más granos que los que le hubieres dado», leemos en el Levítico. Y en el Evangelio de San Lucas, Jesús proclama: «Amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad, sin esperar nada a cambio». Aristóteles consideraba execrable «el tráfico de dinero que saca ganancia de la moneda»; y el derecho civil de la Edad Media lo declaró delito. En su encíclica Vix pervenit, Benedicto XIV condenaba el pecado de usura, que se comete «cuando se hace un préstamo de dinero y, con la sola base del préstamo, el prestamista demanda del prestatario más de lo que le ha prestado»; y todavía León XIII, en Rerum novarum, se refería, en un sentido más genérico, a la «usura devoradora... un demonio condenado por la Iglesia pero de todos modos practicado de modo engañoso por hombres avarientos». La condena de la usura fue unánime, siquiera hasta la ruptura de la Cristiandad ocasionada por la Reforma, cuando los príncipes protestantes empezaron a introducir legislaciones que, so capa de favorecer el comercio y el sistema bancario, confundían el lucro legítimo con la usura. Desde entonces, la usura se ha convertido en el 'pan nuestro de cada día', también en el ámbito católico, o seudocatólico.
    En el lenguaje corriente, por usura entendemos el 'cobro de un interés excesivo por el préstamo de un capital'. Pero antes de entrar a fijar cuál es el interés excesivo y cuál el interés lícito que puede cobrarse por el préstamo de un capital debemos reparar en una cuestión que suele pasar inadvertida. Y es que la usura se sustenta sobre una aporía, consistente en aceptar que el dinero puede reproducirse con la mera ayuda del tiempo; y que, pasado un cierto tiempo, quien ha prestado, por ejemplo, cien monedas, puede reclamar ciento diez, con independencia del uso que se haya dado a esas monedas. Pero lo cierto es que el dinero es un bien consumible que no se reproduce, por lo que como señalaba Aristóteles los intereses se convierten en un modo de adquisición contrario a la naturaleza y, por lo tanto, deben ser reprobados.
    Sin embargo, del mismo modo que afirmamos que el dinero en sí mismo no puede reproducirse, no es menos cierto que, mediante nuestro trabajo, el dinero puede generar un beneficio. Pensemos, por ejemplo, en el propietario de un terreno que pide un préstamo para montar un sistema de riego que le permite multiplicar por tres los frutos que ese terreno le brinda. Sería plenamente justo que quien prestó el dinero que permitió al propietario triplicar sus cosechas demande un interés; porque lo que hace que un interés sea o no legítimo no tiene que ver con que sea más o menos alto, sino con el hecho de que el capital prestado haya servido para generar un beneficio. La participación del prestamista en la riqueza generada por su préstamo no puede considerarse usura; usura consiste en creer que el mero préstamo de dinero devenga interés. Usura es el cobro de intereses sobre un préstamo improductivo, o de intereses superiores al incremento de riqueza real generado por un préstamo productivo.
    Pero nuestra época se niega a establecer una distinción entre préstamos improductivos y productivos; e impone el cobro de un interés como fruto del dinero prestado, independientemente de su uso. Así, no solo ha erigido el dinero en patrón y medida de todas las cosas, sino que afirma que puede multiplicarse por arte de birlibirloque, desligado de los bienes a los que representa y sin intervención del trabajo humano. Solo que esta multiplicación, a la vez que enriquece ilimitadamente a unos, se logra a costa del empobrecimiento también ilimitado de otros. Esto es lo que está sucediendo en nuestros días: por eso, mientras la propaganda nos apedrea las orejas repitiendo que ya hemos salido de la crisis y que España vuelve a «generar riqueza», usted se tienta los bolsillos y descubre que cada vez están más vacíos.

    Usura





  3. #3
    jasarhez está desconectado Proscrito
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    Re: La usura, en el corazón de la modernidad

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    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Usura

    Juan Manuel de Prada

    ...La participación del prestamista en la riqueza generada por su préstamo no puede considerarse usura; usura consiste en creer que el mero préstamo de dinero devenga interés. Usura es el cobro de intereses sobre un préstamo improductivo, o de intereses superiores al incremento de riqueza real generado por un préstamo productivo.
    Desearía resaltar este párrafo que he encontrado en este artículo del señor Juan Manuel de Prada. Porque tengo que decir que, aunque sí estoy de acuerdo básicamente con casi todo de lo que en él dice, me gustaría hacer una corrección, con la que sé que quizás algunos de los que la lean no estén de acuerdo.

    Dice D. Juan Manuel que 'la participación del prestamista en la riqueza generada por su préstamo no puede considerarse usura', y con ese argumento no puedo estar de acuerdo. El que presta un dinero no tiene por qué obtener ningún derecho en la riqueza generada con el préstamo, una vez puesto en manos del receptor, porque aquí interviene el factor trabajo de este último que es quien, con su esfuerzo, lo ha conseguido. Usted me puede prestar un dinero y yo con él hacer lo que quiera... puedo organizar darme una vuelta al mundo, comprarle un abrigo de visón a mi señora... o puedo invertirlo en comprarme un sistema de riego para mi huerto. Si lo gasto en darme la vuelta al mundo me generará algún tipo de beneficio, quizás no cuantificable en términos económicos, pero algunos dirían que sí en otros términos... eso sería, en todo caso, discutible. Y si me lo gasto en tener contenta a mi señora, eso no le va a otorgar a usted ningún derecho de pernada, así como tampoco se lo va a otorgar sobre mis beneficios si decido adquirir un sistema de riego y lo pongo a funcionar con mi propio esfuerzo.

    Y es que, creo que hay que distinguir entre otorgar a alguien un préstamo personal y hacer una inversión en su negocio con la esperanza de que ésta sea lucrativa.

    Ahora bien, si usted estuviera de acuerdo conmigo en invertir en mi negocio, eso ya sería otra cosa. Y en ese caso, ya acordaríamos en qué terminos esta alianza sería más fructífera y deseable para ambos. Así como también repartiríamos si los hubiere, tanto los beneficios como las pérdidas... Es decir, definiríamos de mutuo acuerdo, y según la doctrina cristiana, qué valor le daremos al trabajo y qué valor al capital y al riesgo, etc, etc... Pero entoces ya no estaríamos hablando de prestamos, sino de inversiones, que es cosa bien distinta.


    _______________________
    NOTA: También quisiera dejar claro que si don Juan Manuel hubiere hablado del coste de oportunidad que supone prestar un capital, ya sería distinto. En ese caso, sí que estoy de acuerdo en que sería un error llamar usura a tener este factor en cuenta. Si yo le presto a usted un dinero, pierdo la oportunidad de meterlo en ese banco que me promete un 2 o un 3 por ciento de interés, así como también pierdo la oportunidad de comprarme yo mismo el sistema de riego que usted se va a comprar con mi dinero y utilizarlo en mi propio beneficio. Amén de que tampoco me parecería absurdo llegar a cuantificar en dinero el coste que supondría el contar con la posibilidad de que usted no lo devolviera... Es cuestión de mirar lo que cobran las agencias de seguros para cubrir esa contingencia.

    Por eso yo le pregunto: ¿usted qué está proponiéndome?, ¿darme un crédito o paticipar en mi negocio como un socio capitalista?. Aclárese, señor de Prada, porque son dos cosas bien distintas.

    Un saludo
    Última edición por jasarhez; 10/02/2014 a las 16:50

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