Lección 1. La finalidad de la economía
HACER QUE LOS BIENES SE UNAN A LOS QUE LOS NECESITAN
Fines y medios
Cuando uno habla de economía, uno debe distinguir entre los fines y los medios, y especialmente subordinar los medios al fin y no al revés. El fin es el objetivo, la meta deseada. El medio es el proceso, los métodos, los actos utilizados para conseguir el fin. Yo quiero construir una mesa. Mi fin es la construcción de dicha mesa. Consigo lo necesario para ello, mido, observo, planeo, ajusto, clavo la madera: muchos movimientos, muchas acciones que son los medios utilizados para fabricar la mesa. Esto parece elemental, pero sucede con frecuencia, tratándose de asuntos públicos cotidianos, que uno confunde los medios con el fin y llega el asombro cuando al final todo está hecho un verdadero caos. Por ejemplo de acuerdo con usted, ¿cuál es el fin de la economía?:
A. ¿El crear empleos?
B. ¿El alcanzar una balanza comercial favorable?
C. ¿El distribuir dinero a la gente?
D. ¿El producir los bienes que la gente necesita?
La respuesta correcta es D. Pero, para prácticamente todos los políticos, el fin de la economía es el crear empleos: pero, los empleos son solamente medios para producir bienes, que es el fin; hoy, gracias a la herencia del progreso, los bienes pueden producirse con menos trabajo humano, lo que les deja más tiempo libre a las personas para hacer otras actividades, como cuidar de sus familias, o lograr otros deberes sociales. ¿Además, cual sería el motivo de continuar produciendo algo cuándo las necesidades humanas para esta producción están ya satisfechas? Esto sería una pérdida inútil de recursos. ¿Y que pasa con todos aquéllos que no pueden ser empleados en el sistema de la producción?: ¿las personas discapacitadas, viejas, niños, amas de casa - deben morirse de hambre? No todo ser humano es un productor. Todos son consumidores.
Si usted piensa en términos reales, el tener un equilibrio favorable de comercio significa que usted exporte a otros países más productos de los que usted importe del extranjero, lo que significa que usted termina con menos productos en su país, de esa manera más pobre en riqueza real.
Muchos podrían haber sido tentados para contestar con la letra C, porque parece obvio que el dinero es necesario hoy para vivir, a menos que usted produzca todo lo que necesita - lo qué sería la excepción en la sociedad de hoy, con la división de trabajo donde una persona es el panadero, otro un carpintero, etc., cada uno logra una tarea específica y la fabricación de bienes específicos. El dinero es un medio para obtener lo que es producido a través de otros. ¡Señálelo, es un medio, no un fin! Uno no come dinero, se viste a sí mismo con dinero: nosotros acostumbramos usar dinero para comprar comida y ropa. Primero, los bienes tienen que ser producidos, puestos a la venta en el mercado: si no hay ningún producto para comprar, ningún dinero sería útil. ¿Cuál sería el propósito de tener un millón de dólares, si usted termina en el polo Norte o en desierto del Sahara, sin productos para comprar? Compare a esta persona con un hombre sin un penique en una isla que tiene todo; agua y comida que él necesita para vivir cómodamente ¿Quién sería el más rico? De nuevo, como lo veremos más adelante, el dinero no es riqueza, pero un medio para obtener riqueza real: los productos.
Permítanos no confundir fines y medios. Uno podría decir la misma cosa sobre los sistemas. Los sistemas fueron inventados y establecidos para servir al hombre, no el hombre para servir a los sistemas. ¿Entonces si un sistema es dañoso a la mayoría de los hombres, tenemos nosotros que permitir que la multitud sufra por el sistema, o cambiar el sistema para que sirva a la multitud? Otra materia que será el asunto de estudio en estas lecciones: puesto que el dinero fue establecido para facilitar la producción y la distribución, ¿tiene uno que limitar la producción y la distribución al dinero, o relacionar el dinero a la producción y a la distribución?
Por consiguiente uno ve que el error de confundir los fines por los medios, los medios por los fines, o de subordinar los fines a los medios, es un error tonto, muy extendido, que causa mucho desorden.
Los fines de la economía
La palabra economía proviene de dos raíces griegas: Oika, casa y nomos, regla. La economía trata, por tanto, sobre el buen manejo de una casa, del orden en el uso de los bienes de la casa.
Podemos definir la economía doméstica como el adecuado manejo de los asuntos caseros y la economía política como el buen manejo de los asuntos de nuestra gran casa que es la nación. Pero, ¿por qué “buen manejo”? ¿Cuándo podemos hablar de buen manejo en lo que concierne a nuestra casa o a nuestra nación? Hablamos de buen manejo sólo cuando alcanza su objetivo. Algo es bueno cuando logra los resultados para lo que fue creado.
El hombre se enrola en diferentes actividades y persigue diferentes fines en diferentes órdenes y diferentes dominios. Existen, por ejemplo, actividades morales del hombre que tienen que ver con su progreso hacia su fin último.
Las actividades culturales influyen en el desarrollo e incremento de su intelecto así como en la formación de su carácter.
Participando en el beneficio de la sociedad, el hombre se enrola en actividades sociales.
Las actividades económicas tienen que ver con la riqueza temporal. En sus actividades económicas, el hombre busca la satisfacción de sus necesidades temporales.
La meta o el fin de las actividades económicas, es, por tanto, el uso de los bienes terrenos para satisfacer las necesidades temporales del hombre. Y la economía alcanza su fin cuando los bienes terrenos sirven a las necesidades humanas.
Las necesidades temporales del hombre son aquellas que le acompañan desde la cuna hasta la tumba. Algunas son esenciales, otras no son tan vitales.
El hambre, la sed, el mal tiempo, el cansancio, la enfermedad, la ignorancia, le crean al hombre la necesidad de alimentarse, de beber, de vestirse, de buscar refugio, de calentarse, de refrescarse, de descansar, de cuidar de su salud y de educarse a sí mismo. Todas estas son necesidades humanas.
La comida, la bebida, la ropa, el refugio, la madera, el carbón, el agua, la cama, los remedios, los libros de texto de los profesores en las escuelas, todos estos son factores que deben estar presentes para llenar dichas necesidades.
El unir los bienes con las necesidades, esta es la meta, el fin de la vida económica.
Si esto se logra, la vida económica alcanza su objetivo. Si esto no se logra, o se alcanza solamente de manera incompleta o errónea, la vida económica fracasa en su objetivo o sólo lo alcanza imperfectamente.
La meta es enlazar los bienes con las necesidades y no únicamente el tenerlos cerca.
En términos directos, uno puede decir, por tanto, que la economía es buena, que alcanza su objetivo cuando es suficientemente bien regulada para que la comida entre al estómago hambriento, para que las ropas cubran los cuerpos, los zapatos los pies desnudos, para que el fuego caliente las casas en invierno, para que los enfermos reciban la visita del doctor, para que tanto maestros como alumnos se encuentren.
Este es el campo de la economía, un campo muy temporal. La economía tiene su propio fin: satisfacer las necesidades de los individuos. El hecho de comer cuando uno tiene hambre no es el fin del hombre, no, solo es un medio que ayuda a encaminarse al fin último.
Pero si la economía es solo un medio para alcanzar el fin último, si solo es un fin intermedio en el orden general, es sin embargo un medio fin de la economía misma.
Y cuando la economía alcanza su fin característico, cuando permite que los bienes se junten a las necesidades, es perfecta. Pero pidamos que sea así. Es la meta de la economía conseguir este perfecto fin.
Moral y economía
No le pidamos a la economía alcanzar un bien moral, ni a la moral alcanzar un bien económico. Esto sería tan descabellado como intentar ir de Montreal a Vancouver en el trasatlántico o de Nueva York a Francia en ferrocarril.
Un hombre que esté muriendo de hambre no calmará su hambre recitando el Rosario sino tomando alimento. Esto conlleva un orden. Es el Creador mismo quien lo dispuso de esta forma y vuelve a ello únicamente siguiendo el orden correcto, a través de un milagro. Sólo El tiene derecho a romper este orden. Para saciar el hambre del hombre, es la economía la que debe intervenir y no la moral.
Y del mismo modo, un hombre con una conciencia sucia no podrá purificarla mediante una buena comida ni bebiendo en grandes proporciones. Lo que necesita es ir al confesionario.
Es aquí cuando le toca intervenir a la religión; se trata de una actividad moral no de una económica.
No cabe duda que la moral debe acompañar todas las actividades del hombre, aun las de dominio económico. Pero la moral no reemplaza la economía. La guía en la elección de objetivos y supervisa la legitimidad de los medios, pero no lleva a cabo lo que le corresponde a la economía.
Por tanto, cuando la economía no alcanza su objetivo, cuando las mercancías permanecen en las tiendas o no son producidas y las necesidades continúan presentándose en los hogares, hay que buscar cuál es la causa en el orden económico.
Culpemos, desde luego, a los que desorganizan el orden económico, o a los que, teniendo la misión de gobernarlo, lo dejan en la anarquía. Al no llevar a cabo sus responsabilidades, son, ciertamente, moralmente responsables y caen bajo la sanción de la ética.
En efecto, si ambas cosas son realmente distintas, sucede, sin embargo, que ambas le conciernen al mismo hombre y si una es inmolada, la otra sufre por ello. El hombre tiene el deber moral de asegurarse que el orden económico, el orden social temporal, alcance su fin adecuado.
También, a pesar de que la economía es responsable sólo de la satisfacción de las necesidades temporales del hombre, la importancia de las correctas prácticas económicas ha sido una y otra vez resaltada por aquellos encargados de cuidar las almas, ya que normalmente sólo se requiere un mínimo de bienes temporales para motivar la práctica de la virtud.
El Papa Benedicto XV escribió, “Es en el campo económico que la salvación de las almas está en riesgo.” Y Pío XI: “Puede decirse con toda verdad que actualmente las condiciones de la vida social y económica son tales, que grandes multitudes de hombres pueden solo con gran dificultad prestar atención a lo único que es verdaderamente necesario, luchar por su salvación.” (Carta Encíclica Quadragesimo Anno, 15 de mayo de 1931).
El fin social y muy humano del organismo económico está resumido en este párrafo de Quadragesimo Anno: “El organismo social y económico será firmemente establecido y logrará su meta, cuando le asegure a todos y cada uno los bienes que le corresponden a través de la riqueza y los recursos naturales, los avances tecnológicos y la organización social de los asuntos económicos.”
A TODOS y CADA UNO deben asegurárseles todos los bienes que la naturaleza y la industria pueden proveer. El fin de la economía es por tanto, la satisfacción de TODAS las necesidades de los consumidores. El fin es el consumo; la producción es únicamente un medio.
El hacer que la economía detenga la producción es invalidarla. La Economía no debe solamente financiar la producción; debe también financiar el consumo. La Producción es el medio, el consumo es el fin.
En un orden donde el fin gobierna los medios, es el hombre como consumidor quien se encarga de toda la economía. Y dado que cada hombre es un consumidor es todo hombre el que contribuye a orientar la producción y la distribución de bienes.
Una verdadera economía humana es social, como ya lo hemos dicho: debe satisfacer a TODOS los hombres. Por tanto, TODOS y CADA UNO deben dar las órdenes para la producción de bienes – por lo menos para satisfacer sus necesidades básicas, a medida que la producción esté en una posición de responder a dichas órdenes.
Es por esta razón que el Crédito Social es, por definición, lo opuesto al monopolio: al monopolio de la economía, de la política, del prestigio, de la fuerza bruta. Definiremos al Crédito Social como un sistema de la sociedad al servicio de cada uno de sus miembros, en el cuál la política se encuentra al servicio de cada uno de sus ciudadanos, y la economía al servicio de cada uno de sus consumidores.
Ahora definamos el monopolio: la explotación de la organización social al servicio de pocos privilegiados individuos, en la cuál, la política está al servicio de unos clanes llamados partidos, y la economía está al servicio de unos pocos financieros, de unos pocos ambiciosos e inescrupulosos empresarios.
Muy a menudo, aquellos que condenan los monopolios se detienen ante monopolios de industrias específicas: el monopolio eléctrico, el monopolio del carbón, el monopolio del azúcar, etc. Ellos ignoran el monopolio más pernicioso de todos, en el área económica: el monopolio del dinero y del crédito; el monopolio, que cambia el progreso de un país en una deuda pública; el monopolio que, al controlar el volumen del dinero, regula el nivel de vida de los seres humanos, sin ninguna relación con las realidades de producción y las necesidades de las familias.
El objetivo del Crédito Social es “regresar a la realidad” o “expresar en términos prácticos” en el mundo actual, sobre todo el mundo de la política y de la economía, aquellas creencias sobre la naturaleza de Dios y el hombre y el universo que constituye la Fe Cristiana, como nos fue transmitida por nuestros antepasados, y NO como ha sido alterada y pervertida para satisfacer a la política o economía actual, que nacen de fuentes No-Cristianas.
El hombre vive en una sociedad, en un mundo sumiso a las leyes de Dios: las leyes de la naturaleza (las leyes físicas de la creación), y las leyes morales de Dios (los 10 mandamientos). La aceptación y el conocimiento de estas leyes implican el conocimiento de las consecuencias de su violación.
El aceptar la Ley Natural es el reconocer que es una realidad ineludible, y que todas las personas, ya sea como individuos o colectivamente en sociedad, están sujetos a la Ley Natural. Cada evento que ocurre en el plano físico son innumerables ilustraciones de las leyes del universo físico. Por ejemplo, si un hombre salta de un avión, él no rompe la ley de la gravedad…él solamente la ilustra, la demuestra. Esa observación es aplicable a todas las leyes naturales.
Estas leyes están lejos de la abrogación del hombre – No pueden ser desobedecidas –las sanciones que las aplican son irresistibles.
Las cadenas (acuerdos de asociaciones-leyes hechas por los hombres) que los individuos en la sociedad han forjado para ellos mismos, son opcionales, mientras que la Ley Natural y sus consecuencias son ineludibles.
Por ejemplo, el dinero es un sistema hecho por el hombre, no es un sistema creado por Dios o la naturaleza: este puede ser cambiado por el hombre. El equilibrio del medio ambiente, sin embargo, ha sido creado por Dios, y no puede ser roto sin consecuencias. Si nosotros producimos bienes sin respetar el medio ambiente, si contaminamos y desperdiciamos los recursos, dados a nosotros por Dios, tendremos que sufrir las consecuencias.
El Crédito Social: la confianza que mantiene unida a una sociedad
En su pequeño libro “¿Que es el Crédito Social?”, Geoffrey Dobbs escribió: “El crédito social (sin mayúsculas) es el nombre de algo que existe en todas las sociedades pero que nunca antes tuvo nombre porque se daba por sentado. Sólo nos damos cuenta de que existe cuando lo perdemos.
‘Crédito’ es un sinónimo de ‘fe’, o ‘confianza’, así que podemos tomarlo como la fe o la Confianza que mantiene unida a cualquier sociedad – la confianza o creencia recíproca en los demás que sustituye el miedo por la confianza, como el ‘pegamento’ de la sociedad (…). Aunque ninguna sociedad puede existir sin algún tipo de crédito social, es en su máxima expresión que la Religión Cristiana es practicada, y en su mínima expresión se la niega y degrada.
“El crédito social es por ende un resultado, o expresión practica de una Cristiandad real en la sociedad, uno de sus frutos mas reconocibles; es el fin y la política de los creditistas incrementarlo, y luchar por evitar que disminuya. Hay un sinnúmero de ejemplos comunes de lo que damos por sentado todos los días de nuestras vidas. ¿Como podemos vivir con alguna paz o comodidad si no podemos confiar en nuestros vecinos? ¿Como podemos usar los caminos si no confiamos en que otros van a respetar las normas de tránsito? (¡y qué ocurre cuando no lo hacen!).
“¿De que serviría plantar cualquier cosa en los jardines, en las granjas o huertas si otros lo robaran? ¿Como podría cualquier actividad económica progresar – bien sea produciendo, o vendiendo, o comprando – si la gente no puede, en general, confiar en la honestidad y en la honradez? ¿Y que pasa cuando el concepto Cristiano del matrimonio, y la familia y crianza Cristianas, son abandonados? ¿Lo vemos, o no?, que el Cristianismo es algo real con consecuencias practicas de vital importancia, y bajo ninguna circunstancia un simple conjunto de opiniones ‘opcionales’ para aquellos a quienes suelen agradar”.
Uno podría añadir que sin respeto al crédito social, a las normas que rigen la sociedad, cualquier vida en sociedad sería imposible, aunque se envíe un oficial de la policía a cada esquina, porque no se podría confiar en nadie.
Descrédito Social
El Sr. Dobbs continua diciendo: “Así como hay creditistas sociales, conscientes e inconscientes, tratando de construir el crédito social (la confianza en que podemos vivir juntos en la sociedad y beneficiarnos de ello), también hay otros, - desacreditadores sociales – intentando destruir y dañar esa confianza, hoy en día, con demasiado éxito. Los desacreditadores conscientes incluyen a los comunistas y otros revolucionarios, quienes abiertamente buscan despedazar todos los lazos de confianza que permiten que nuestra sociedad funcione cada día, hasta el Día de la Revolución.... Pero son los desacreditadores inconscientes los responsables, en Occidente, del éxito de los conscientes…
“¿Por que las tiendas y los fabricantes nos embuten tantas cosas regulares, ordinarias y desechables, a precios ofensivos, y nos engañan para que las compremos con empaques llamativos y publicidad? ¿Por que la mayoría de servicios de reparación son tan escandalosamente lentos, costosos e ineficientes, y tantos pequeños servicios que hacían la vida más fácil son ahora inobtenibles? Y sobre todo, ¿por que millones de personas decentes y trabajadoras de todas las clases participan en huelgas deliberadamente diseñadas para dañar los servicios que se prestan a sus semejantes? ¿Que puede hacer que la gente decente descienda a este nivel espiritual? Todos sabemos que es. Hay un factor común que corre a través de toda esta acción destructora y desacreditadora: la necesidad compulsiva de tener más dinero para pagar el creciente costo de vida.
“Así que ahora al fin hemos llegado a la cuestión del dinero, que es lo que algunas personas piensan que es todo en lo que consiste el Crédito Social; ¡pero no lo es! El Crédito Social es un intento de aplicar el Cristianismo en los asuntos de la sociedad; pero si el dinero se interpone, entonces nosotros, y todo cristiano, debe preocuparse del dinero y su naturaleza, y porque se interpone, como seguramente lo hace. Existe una necesidad imperiosa de que mas gente observe profundamente la operación de nuestro sistema monetario, aunque no sea el trabajo de todos. Pero cuando las consecuencias son tan desesperantes, todos pueden al menos distinguir lo que está mal, y corregirlo, lo cual les permitiría actuar en concordancia....”
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