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Tema: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

  1. #1
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    Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Fuente: Cursillo DSI



    Cursillo Doctrina Social de la Iglesia y su aplicación en economía

    AL SERVICIO DE LA VERDAD PLENA DEL HOMBRE



    Es en el campo económico que la salvación de las almas está en juego. (Benedicto XV)


    Contenido


    Preámbulo


    Hacia un mundo sin pobreza

    10 Lecciones Introducción

    Lección 1: La finalidad de la economía

    Lección 2: Pobreza en medio de la abundancia

    Lección 3 Los bancos crean el dinero como una deuda

    Lección 4: La solución: Dinero libre creado por la sociedad

    Lección 5: La falta crónica del poder de compra. El dividendo

    Lección 6: El dinero y los precios

    Lección 7: La Historia del control bancario

    Lección 8: El Crédito Social no es un partido político

    Lección 9: El Crédito Social y la DSI. (I Parte)

    Lección 10: El Crédito Social y la DSI. (II Parte)

    Apéndice A: El último texto de Jacques Maritain

    Apéndice B: ¿Sobre que está construida la DSI?



    Preámbulo

    Los hombres tienen una especial obligación de tender continuamente hacia la verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente. Vivir en la verdad tiene un importante significado en las relaciones sociales: la convivencia de los seres humanos dentro de una comunidad, en efecto, es ordenada, fecunda y conforme a su dignidad de personas, cuando se funda en la verdad. Las personas y los grupos sociales cuanto más se esfuerzan por resolver los problemas sociales según la verdad, tanto más se alejan del arbitrio y se adecuan a las exigencias objetivas de la moralidad.

    Nuestro tiempo requiere una intensa actividad educativa y un compromiso correspondiente por parte de todos, para que la búsqueda de la verdad, que no se puede reducir al conjunto de opiniones o a alguna de ellas, sea promovida en todos los ámbitos y prevalezca por encima de cualquier intento de relativizar sus exigencias o de ofenderla. Es una cuestión que afecta particularmente al mundo de la comunicación pública y al de la economía. En ellos, el uso sin escrúpulos del dinero plantea interrogantes cada vez más urgentes, que remiten necesariamente a una exigencia de transparencia y de honestidad en la actuación personal y social.


    Hacia un Mundo sin Pobreza

    Acabar con el escándalo del hambre exige acabar con el egoísmo

    Introducción

    Vivimos en una sociedad hipersensible al tema de las libertades, de los derechos humanos y la tolerancia…, pero ciega y embotada ante la injusticia social y la pobreza. Hemos conseguido (creemos) erradicar de nuestras sociedades cualquier indicio de intolerancia, de racismo, de totalitarismo. Pero la pobreza, el hambre, la injusticia y la desigualdad son una losa que contradice nuestros principios e ideales.

    La aceptación por parte de la sociedad de hambres que provocan la muerte sin esforzarse por remediarlas es una escandalosa injusticia y una falta grave. Los traficantes cuyas prácticas usureras y mercantiles provocan el hambre y la muerte de sus hermanos, cometen indirectamente un homicidio. Este les es imputable (cf. Am 8,4-10) Ref. Catecismo de la Iglesia Católica 2269.


    I.- Conspiración Global

    1.- Evidencias Concluyentes de la Carta Encíclica “Evangelium Vitae” de S.S. Juan Pablo II

    “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal esparcidos por los aires.” Ef. 6:12

    ¡Una conjura contra la vida que ve implicada incluso a Instituciones Internacionales se ha lanzado en el mundo! (Evangelium Vitae, 17). ¡Se ha declarado una guerra de los poderosos contra los débiles! (Evangelium Vitae, 12) Muy pocos entenderán y considerarán con urgencia la Encíclica de Su Santidad Juan Pablo II, Evangelium Vitae (Evangelio de Vida) a no ser que se den cuenta cuán lejos los conspiradores han avanzado en su plan de globalización en contra del mundo.

    Estas lecciones intentan acercar a más gente al conocimiento que el plan en contra de la vida es ahora global, que 183 países miembros de las Naciones Unidas están en la lista de los conspiradores; que su maquinaria para matar niños, inválidos y su control de la población global está muy bien establecida en cada nación a través del mundo. Y que todo esto es ya una norma aceptada en todos los estratos de nuestra sociedad.


    2.- Conspiración en Contra de la Vida

    El gran Teólogo y Filósofo, Mons. Michel Schooyan, nos da una descripción concreta de esta conspiración. Es una guerra de las naciones ricas (conocidas políticamente como los países del G-7) en contra de los países pobres del Tercer Mundo (los G-77). Los últimos constituyen el 80% de la población mundial, por lo tanto amenazan la seguridad de las naciones ricas para el control global.

    La época de mayor riqueza de la humanidad es también la época de mayor desigualdad en la distribución de recursos, bienes y oportunidades de desarrollo humano. A la “democracia política” que avanza por doquier no siempre le ha seguido una “democracia social y económica” y la situación se agrava cada vez más.

    Esta realidad lleva a muchos hombres y mujeres, desde muy temprana edad, a vivir sin esperanza. Ya lo decía el Papa Benedicto XV: “es en el campo económico que la salvación de las almas está en juego”.

    Desafortunadamente, y sin que eso nos escandalice, debemos reconocer que existen desigualdades e injusticias no solo en la sociedad, sino en las mismas comunidades católicas. Ha llegado a ocurrir que, en ocasiones, se anuncian causales “científicos”, “eruditos” para el problema de la pobreza, distanciándonos enormemente de la verdad.

    Se anuncia una buena nueva para la intimidad personal, para el interior de cada uno, sin ninguna exigencia de solidaridad con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y de compromiso con nuestros hermanos, sobre todo los más pobres.

    El documento de Puebla (n.558) expresa: “Esta instrumentalización que es siempre un riesgo en la vida política, puede provenir de los propios cristianos y aun de sacerdotes y religiosos, cuando anuncian un Evangelio sin incidencias económicas, sociales, culturales y políticas”.

    Podemos ahora concluir que para el cristiano no es opcional la proyección social de su fe, si no que es natural esa irradiación de la misma hacia todos los ámbitos de conducta personal y social: el trabajo, la familia, la política, la vida económica, la cultura, los derechos humanos, la sociedad civil, la comunidad internacional.


    3.- El hambre en el mundo

    En nuestros días nos interesamos, espasmódicamente por esos millones de seres humanos que viven en la miseria. Cuando leemos en los periódicos sobre Ruanda o el Zaire ya sabemos al menos donde están ubicados esos países. Sin embargo para los mass media, o para la llamada opinión pública, esas noticias tienen el mismo valor que las de un huracán en Miami o un descarrilamiento de un tren en Nueva Delhi, es decir, son sólo noticias de portada de un día, de dos a lo sumo. Nuestra «sensibilidad» dura lo que duran las cabeceras de los periódicos, los titulares en los telediarios. «Ojos que no ven corazón que no siente». Y volvemos a nuestra cotidiana monotonía, a nuestra opulenta existencia, a nuestra embriaguez latina, americanista o europeísta, a nuestras cotas de inflación y de convergencia…

    En el desafío que la pobreza, el hambre y la marginalización lanzan a la economía, aparece la dramática situación del Tercer Mundo. La cumbre de la FAO del 7 de noviembre de 1996 presentó que 840 millones de los habitantes del planeta sufrían hambre, ese porcentaje ha aumentado vertiginosamente hasta nuestros días, donde se estima que existe más de 4 mil millones de pobres y hambrientos en el mundo. ¡Esto es el 5% de la población mundial!

    Debería ser este un urgente llamado de alerta para todos los Católicos quienes aman y sirven a Jesús verdaderamente presente en la Eucaristía; a la Santísima Virgen María, como Mediadora de todas las Gracias; a la Primacía del Papa; y la infalibilidad y autenticidad del Magisterio (enseñanzas oficiales de la Santa Iglesia Católica) y a la Jerarquía institucionalizada de la Iglesia.

    Este llamado desesperado de nuestros hermanos que mueren de hambre, va dirigido a los Laicos líderes de la Iglesia Católica, quienes son suficientemente valientes para confrontar a los “conspiradores en contra de la vida”, que no pueden ser comprados y que no usarán a la Iglesia Católica para sus agendas políticas y para sus ambiciones económicas, mientras se enfrentan con los conspiradores.

    Cuando la unidad básica de la Iglesia y de la sociedad es atacada en sus raíces por los “poderosos” (Evangelium Vitae No. 12) es crucial el papel de los laicos en la Iglesia.

    Este es el momento de la verdad. La línea de gran división está trazada entre aquellos que están….

    por la vida o por la muerte

    por el bien o por el mal

    por la Santa Iglesia Católica o por el humanismo de la Iglesia de la Nueva Era

    por el Magisterio del Papa o por la Teología de la Liberación Capitalista Marxista

    por la familia tradicional o por la familia homosexual, etc., etc.

    Es también el momento del martirio en defensa de la vida, de la familia, la Iglesia y la verdad. Este NO es el momento de callar.

    «¡No tengáis miedo; abrid de par en par las puertas a Cristo!»1

    Abandonemos la mentalidad de ver al Cristianismo como un conjunto de prácticas o actos de piedad, sin percibir su relación con las situaciones de la vida corriente, con la urgencia de atender a las necesidades de los demás y de esforzarse por remediar las injusticias.

    Jesús nos dice: «Buscad primero el Reino de Dios y su Justicia y lo demás se os dará por añadidura»2. Pero ¿cómo encontraremos este reino de amor, de justicia y de paz?

    Seguir a Cristo no significa refugiarse en el templo, encogiéndose de hombros ante el desarrollo de la sociedad, ante los aciertos o las aberraciones de los hombres y de los pueblos.

    No hay un solo día de un hombre auténticamente cristiano donde no aletee la preocupación por el prójimo3. ¿Verdad que comprendes muy bien las impaciencias, las angustias y los deseos inquietos de quienes no se resignan ante la injusticia personal y social que puede crear el corazón humano? Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; tres cuartas partes de la población mundial que se muere de hambre, material y espiritual, bienes de la cultura encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría. Este es el toque de atención que hay que dar a los que consideran la vida como hecha de egoísmos individualistas: Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida de amor del Sagrado Corazón de Jesús.

    No comprendemos la postura de quienes ven en la religión un conjunto de rezos rutinarios y curiosas genuflexiones; es ésa una actitud falsa por pequeña, mezquina, enana, deforme. El que mira a Cristo y no ve más que a un Dios sin pueblo, sin gente, sin muchedumbres, despreocupado de sus hijos los hombres, no ha visto más que a un fantasma: ¡ése no es nuestro Dios!

    Escuchemos el grito de los pobres y luchemos contra la miseria. «En la familia de Dios no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario» Benedicto XVI, Deus caritas est.


    1 Juan Pablo II, Homilía en el inicio del Pontificado, 22-X-1978

    2 Mt 6, 33

    3 Cfr. CONC. VAT. II, Gaudium et spes, num. 43.



    La Aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia explicadas en 10 lecciones


    Introducción


    El Crédito Social es una doctrina, una serie de principios expresados por primera vez por el Ingeniero y Mayor C. H. Douglas en 1918. La implementación de estos principios haría que el organismo social y económico alcanzara efectivamente su fin, que es la satisfacción de las necesidades humanas.

    El Crédito Social no crearía los bienes, ni las necesidades, pero eliminaría cualquier obstáculo artificial entre ellos, entre la producción y el consumo, entre el trigo en las bodegas y el pan en las mesas. El obstáculo hoy en día – al menos en los países desarrollados – es meramente de carácter financiero, un obstáculo monetario. Ahora bien, el sistema financiero no proviene de Dios o de la naturaleza. Establecido por los hombres, puede ser orientado a servirles, y no a causarles problemas.

    Para este fin, el Crédito Social presenta propuestas concretas. Aunque son muy simples, estas propuestas implican una revolución. El Crédito Social trae la visión de una nueva civilización, si por ello se entiende la relación del hombre con sus congéneres, y las condiciones de vida que faciliten el florecimiento de la personalidad de cada cual.

    Bajo un sistema de Crédito Social, no tendríamos que luchar con problemas que son estrictamente financieros, que constantemente plagan las administraciones públicas, las instituciones, familias, y que envenenan las relaciones entre los individuos. Las finanzas serían nada mas que un sistema de contabilidad, expresando en cifras los valores de los bienes y servicios, facilitando la movilización y coordinación de las energías requeridas para los diferentes niveles de producción hacia la obtención del producto final, y distribuyendo a TODOS los consumidores los medios para la escoger libre e individualmente lo que les parezca apropiado entre los bienes ofrecidos o accesibles inmediatamente.

    Por primera vez en la historia, la seguridad económica absoluta, sin condiciones restrictivas, seria garantizada a todos y cada uno. La pobreza material seria algo del pasado. La ansiedad material por tener lo necesario para el mañana desaparecería. Se aseguraría el pan para todos, siempre y cuando haya suficiente trigo para hacerlo. En forma similar con todos los demás bienes que son necesarios para vivir.

    A cada ciudadano se le entregaría esta seguridad económica como un derecho de nacimiento, como miembro de la comunidad, usufructuario durante su vida de un inmenso capital social, que se ha convertido en un factor dominante de la producción moderna. Este capital esta constituido, entre otras cosas, por los recursos naturales, que son un bien colectivo; la vida en sociedad, con el bienestar de ella derivado; la suma de los descubrimientos, invenciones, progreso tecnológico, que son una herencia siempre en aumento de generación en generación.

    Este capital social, que es tan productivo, le daría a cada uno de sus copropietarios, a cada ciudadano, un dividendo periódico, desde que nazca hasta que muera. Y viendo el volumen de producción derivado del capital social, el dividendo para cada uno debería ser al menos suficiente para cubrir las necesidades básicas de la vida. Este dividendo se entregaría adicionalmente a quienes hagan parte de la producción, sin perjuicio de salarios, sueldos u otras formas de remuneración.

    Por lo tanto, se otorga un ingreso permanente al individuo, que no depende de estar empleado como ahora, y evita que sea explotado por otros seres humanos. Con la cobertura de necesidades básicas garantizada, una persona puede resistir mejor las presiones y escoger la profesión que mas le agrade.

    Liberadas de las mas urgentes preocupaciones materiales, las personas podrían dedicarse a actividades libres, mas creativas que el trabajo bajo ordenes, y orientarse hacia su propio desarrollo viviendo en función de lo humano, superior a vivir en función de lo económico. Obtener el sustento diario ya no seria la ocupación más absorbente de sus vidas.
    Hector el Cruzado dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 1. La finalidad de la economía


    HACER QUE LOS BIENES SE UNAN A LOS QUE LOS NECESITAN


    Fines y medios

    Cuando uno habla de economía, uno debe distinguir entre los fines y los medios, y especialmente subordinar los medios al fin y no al revés. El fin es el objetivo, la meta deseada. El medio es el proceso, los métodos, los actos utilizados para conseguir el fin. Yo quiero construir una mesa. Mi fin es la construcción de dicha mesa. Consigo lo necesario para ello, mido, observo, planeo, ajusto, clavo la madera: muchos movimientos, muchas acciones que son los medios utilizados para fabricar la mesa. Esto parece elemental, pero sucede con frecuencia, tratándose de asuntos públicos cotidianos, que uno confunde los medios con el fin y llega el asombro cuando al final todo está hecho un verdadero caos. Por ejemplo de acuerdo con usted, ¿cuál es el fin de la economía?:

    A. ¿El crear empleos?

    B. ¿El alcanzar una balanza comercial favorable?

    C. ¿El distribuir dinero a la gente?

    D. ¿El producir los bienes que la gente necesita?

    La respuesta correcta es D. Pero, para prácticamente todos los políticos, el fin de la economía es el crear empleos: pero, los empleos son solamente medios para producir bienes, que es el fin; hoy, gracias a la herencia del progreso, los bienes pueden producirse con menos trabajo humano, lo que les deja más tiempo libre a las personas para hacer otras actividades, como cuidar de sus familias, o lograr otros deberes sociales. ¿Además, cual sería el motivo de continuar produciendo algo cuándo las necesidades humanas para esta producción están ya satisfechas? Esto sería una pérdida inútil de recursos. ¿Y que pasa con todos aquéllos que no pueden ser empleados en el sistema de la producción?: ¿las personas discapacitadas, viejas, niños, amas de casa - deben morirse de hambre? No todo ser humano es un productor. Todos son consumidores.

    Si usted piensa en términos reales, el tener un equilibrio favorable de comercio significa que usted exporte a otros países más productos de los que usted importe del extranjero, lo que significa que usted termina con menos productos en su país, de esa manera más pobre en riqueza real.

    Muchos podrían haber sido tentados para contestar con la letra C, porque parece obvio que el dinero es necesario hoy para vivir, a menos que usted produzca todo lo que necesita - lo qué sería la excepción en la sociedad de hoy, con la división de trabajo donde una persona es el panadero, otro un carpintero, etc., cada uno logra una tarea específica y la fabricación de bienes específicos. El dinero es un medio para obtener lo que es producido a través de otros. ¡Señálelo, es un medio, no un fin! Uno no come dinero, se viste a sí mismo con dinero: nosotros acostumbramos usar dinero para comprar comida y ropa. Primero, los bienes tienen que ser producidos, puestos a la venta en el mercado: si no hay ningún producto para comprar, ningún dinero sería útil. ¿Cuál sería el propósito de tener un millón de dólares, si usted termina en el polo Norte o en desierto del Sahara, sin productos para comprar? Compare a esta persona con un hombre sin un penique en una isla que tiene todo; agua y comida que él necesita para vivir cómodamente ¿Quién sería el más rico? De nuevo, como lo veremos más adelante, el dinero no es riqueza, pero un medio para obtener riqueza real: los productos.

    Permítanos no confundir fines y medios. Uno podría decir la misma cosa sobre los sistemas. Los sistemas fueron inventados y establecidos para servir al hombre, no el hombre para servir a los sistemas. ¿Entonces si un sistema es dañoso a la mayoría de los hombres, tenemos nosotros que permitir que la multitud sufra por el sistema, o cambiar el sistema para que sirva a la multitud? Otra materia que será el asunto de estudio en estas lecciones: puesto que el dinero fue establecido para facilitar la producción y la distribución, ¿tiene uno que limitar la producción y la distribución al dinero, o relacionar el dinero a la producción y a la distribución?

    Por consiguiente uno ve que el error de confundir los fines por los medios, los medios por los fines, o de subordinar los fines a los medios, es un error tonto, muy extendido, que causa mucho desorden.


    Los fines de la economía

    La palabra economía proviene de dos raíces griegas: Oika, casa y nomos, regla. La economía trata, por tanto, sobre el buen manejo de una casa, del orden en el uso de los bienes de la casa.

    Podemos definir la economía doméstica como el adecuado manejo de los asuntos caseros y la economía política como el buen manejo de los asuntos de nuestra gran casa que es la nación. Pero, ¿por qué “buen manejo”? ¿Cuándo podemos hablar de buen manejo en lo que concierne a nuestra casa o a nuestra nación? Hablamos de buen manejo sólo cuando alcanza su objetivo. Algo es bueno cuando logra los resultados para lo que fue creado.

    El hombre se enrola en diferentes actividades y persigue diferentes fines en diferentes órdenes y diferentes dominios. Existen, por ejemplo, actividades morales del hombre que tienen que ver con su progreso hacia su fin último.

    Las actividades culturales influyen en el desarrollo e incremento de su intelecto así como en la formación de su carácter.

    Participando en el beneficio de la sociedad, el hombre se enrola en actividades sociales.

    Las actividades económicas tienen que ver con la riqueza temporal. En sus actividades económicas, el hombre busca la satisfacción de sus necesidades temporales.

    La meta o el fin de las actividades económicas, es, por tanto, el uso de los bienes terrenos para satisfacer las necesidades temporales del hombre. Y la economía alcanza su fin cuando los bienes terrenos sirven a las necesidades humanas.

    Las necesidades temporales del hombre son aquellas que le acompañan desde la cuna hasta la tumba. Algunas son esenciales, otras no son tan vitales.

    El hambre, la sed, el mal tiempo, el cansancio, la enfermedad, la ignorancia, le crean al hombre la necesidad de alimentarse, de beber, de vestirse, de buscar refugio, de calentarse, de refrescarse, de descansar, de cuidar de su salud y de educarse a sí mismo. Todas estas son necesidades humanas.

    La comida, la bebida, la ropa, el refugio, la madera, el carbón, el agua, la cama, los remedios, los libros de texto de los profesores en las escuelas, todos estos son factores que deben estar presentes para llenar dichas necesidades.

    El unir los bienes con las necesidades, esta es la meta, el fin de la vida económica.

    Si esto se logra, la vida económica alcanza su objetivo. Si esto no se logra, o se alcanza solamente de manera incompleta o errónea, la vida económica fracasa en su objetivo o sólo lo alcanza imperfectamente.

    La meta es enlazar los bienes con las necesidades y no únicamente el tenerlos cerca.

    En términos directos, uno puede decir, por tanto, que la economía es buena, que alcanza su objetivo cuando es suficientemente bien regulada para que la comida entre al estómago hambriento, para que las ropas cubran los cuerpos, los zapatos los pies desnudos, para que el fuego caliente las casas en invierno, para que los enfermos reciban la visita del doctor, para que tanto maestros como alumnos se encuentren.

    Este es el campo de la economía, un campo muy temporal. La economía tiene su propio fin: satisfacer las necesidades de los individuos. El hecho de comer cuando uno tiene hambre no es el fin del hombre, no, solo es un medio que ayuda a encaminarse al fin último.

    Pero si la economía es solo un medio para alcanzar el fin último, si solo es un fin intermedio en el orden general, es sin embargo un medio fin de la economía misma.

    Y cuando la economía alcanza su fin característico, cuando permite que los bienes se junten a las necesidades, es perfecta. Pero pidamos que sea así. Es la meta de la economía conseguir este perfecto fin.


    Moral y economía


    No le pidamos a la economía alcanzar un bien moral, ni a la moral alcanzar un bien económico. Esto sería tan descabellado como intentar ir de Montreal a Vancouver en el trasatlántico o de Nueva York a Francia en ferrocarril.

    Un hombre que esté muriendo de hambre no calmará su hambre recitando el Rosario sino tomando alimento. Esto conlleva un orden. Es el Creador mismo quien lo dispuso de esta forma y vuelve a ello únicamente siguiendo el orden correcto, a través de un milagro. Sólo El tiene derecho a romper este orden. Para saciar el hambre del hombre, es la economía la que debe intervenir y no la moral.

    Y del mismo modo, un hombre con una conciencia sucia no podrá purificarla mediante una buena comida ni bebiendo en grandes proporciones. Lo que necesita es ir al confesionario.

    Es aquí cuando le toca intervenir a la religión; se trata de una actividad moral no de una económica.

    No cabe duda que la moral debe acompañar todas las actividades del hombre, aun las de dominio económico. Pero la moral no reemplaza la economía. La guía en la elección de objetivos y supervisa la legitimidad de los medios, pero no lleva a cabo lo que le corresponde a la economía.

    Por tanto, cuando la economía no alcanza su objetivo, cuando las mercancías permanecen en las tiendas o no son producidas y las necesidades continúan presentándose en los hogares, hay que buscar cuál es la causa en el orden económico.

    Culpemos, desde luego, a los que desorganizan el orden económico, o a los que, teniendo la misión de gobernarlo, lo dejan en la anarquía. Al no llevar a cabo sus responsabilidades, son, ciertamente, moralmente responsables y caen bajo la sanción de la ética.

    En efecto, si ambas cosas son realmente distintas, sucede, sin embargo, que ambas le conciernen al mismo hombre y si una es inmolada, la otra sufre por ello. El hombre tiene el deber moral de asegurarse que el orden económico, el orden social temporal, alcance su fin adecuado.

    También, a pesar de que la economía es responsable sólo de la satisfacción de las necesidades temporales del hombre, la importancia de las correctas prácticas económicas ha sido una y otra vez resaltada por aquellos encargados de cuidar las almas, ya que normalmente sólo se requiere un mínimo de bienes temporales para motivar la práctica de la virtud.

    El Papa Benedicto XV escribió, “Es en el campo económico que la salvación de las almas está en riesgo.” Y Pío XI: “Puede decirse con toda verdad que actualmente las condiciones de la vida social y económica son tales, que grandes multitudes de hombres pueden solo con gran dificultad prestar atención a lo único que es verdaderamente necesario, luchar por su salvación.” (Carta Encíclica Quadragesimo Anno, 15 de mayo de 1931).

    El fin social y muy humano del organismo económico está resumido en este párrafo de Quadragesimo Anno: “El organismo social y económico será firmemente establecido y logrará su meta, cuando le asegure a todos y cada uno los bienes que le corresponden a través de la riqueza y los recursos naturales, los avances tecnológicos y la organización social de los asuntos económicos.”

    A TODOS y CADA UNO deben asegurárseles todos los bienes que la naturaleza y la industria pueden proveer. El fin de la economía es por tanto, la satisfacción de TODAS las necesidades de los consumidores. El fin es el consumo; la producción es únicamente un medio.

    El hacer que la economía detenga la producción es invalidarla. La Economía no debe solamente financiar la producción; debe también financiar el consumo. La Producción es el medio, el consumo es el fin.

    En un orden donde el fin gobierna los medios, es el hombre como consumidor quien se encarga de toda la economía. Y dado que cada hombre es un consumidor es todo hombre el que contribuye a orientar la producción y la distribución de bienes.

    Una verdadera economía humana es social, como ya lo hemos dicho: debe satisfacer a TODOS los hombres. Por tanto, TODOS y CADA UNO deben dar las órdenes para la producción de bienes – por lo menos para satisfacer sus necesidades básicas, a medida que la producción esté en una posición de responder a dichas órdenes.

    Es por esta razón que el Crédito Social es, por definición, lo opuesto al monopolio: al monopolio de la economía, de la política, del prestigio, de la fuerza bruta. Definiremos al Crédito Social como un sistema de la sociedad al servicio de cada uno de sus miembros, en el cuál la política se encuentra al servicio de cada uno de sus ciudadanos, y la economía al servicio de cada uno de sus consumidores.

    Ahora definamos el monopolio: la explotación de la organización social al servicio de pocos privilegiados individuos, en la cuál, la política está al servicio de unos clanes llamados partidos, y la economía está al servicio de unos pocos financieros, de unos pocos ambiciosos e inescrupulosos empresarios.

    Muy a menudo, aquellos que condenan los monopolios se detienen ante monopolios de industrias específicas: el monopolio eléctrico, el monopolio del carbón, el monopolio del azúcar, etc. Ellos ignoran el monopolio más pernicioso de todos, en el área económica: el monopolio del dinero y del crédito; el monopolio, que cambia el progreso de un país en una deuda pública; el monopolio que, al controlar el volumen del dinero, regula el nivel de vida de los seres humanos, sin ninguna relación con las realidades de producción y las necesidades de las familias.

    El objetivo del Crédito Social es “regresar a la realidad” o “expresar en términos prácticos” en el mundo actual, sobre todo el mundo de la política y de la economía, aquellas creencias sobre la naturaleza de Dios y el hombre y el universo que constituye la Fe Cristiana, como nos fue transmitida por nuestros antepasados, y NO como ha sido alterada y pervertida para satisfacer a la política o economía actual, que nacen de fuentes No-Cristianas.

    El hombre vive en una sociedad, en un mundo sumiso a las leyes de Dios: las leyes de la naturaleza (las leyes físicas de la creación), y las leyes morales de Dios (los 10 mandamientos). La aceptación y el conocimiento de estas leyes implican el conocimiento de las consecuencias de su violación.

    El aceptar la Ley Natural es el reconocer que es una realidad ineludible, y que todas las personas, ya sea como individuos o colectivamente en sociedad, están sujetos a la Ley Natural. Cada evento que ocurre en el plano físico son innumerables ilustraciones de las leyes del universo físico. Por ejemplo, si un hombre salta de un avión, él no rompe la ley de la gravedad…él solamente la ilustra, la demuestra. Esa observación es aplicable a todas las leyes naturales.

    Estas leyes están lejos de la abrogación del hombre – No pueden ser desobedecidas –las sanciones que las aplican son irresistibles.

    Las cadenas (acuerdos de asociaciones-leyes hechas por los hombres) que los individuos en la sociedad han forjado para ellos mismos, son opcionales, mientras que la Ley Natural y sus consecuencias son ineludibles.

    Por ejemplo, el dinero es un sistema hecho por el hombre, no es un sistema creado por Dios o la naturaleza: este puede ser cambiado por el hombre. El equilibrio del medio ambiente, sin embargo, ha sido creado por Dios, y no puede ser roto sin consecuencias. Si nosotros producimos bienes sin respetar el medio ambiente, si contaminamos y desperdiciamos los recursos, dados a nosotros por Dios, tendremos que sufrir las consecuencias.


    El Crédito Social: la confianza que mantiene unida a una sociedad

    En su pequeño libro “¿Que es el Crédito Social?”, Geoffrey Dobbs escribió: “El crédito social (sin mayúsculas) es el nombre de algo que existe en todas las sociedades pero que nunca antes tuvo nombre porque se daba por sentado. Sólo nos damos cuenta de que existe cuando lo perdemos.

    ‘Crédito’ es un sinónimo de ‘fe’, o ‘confianza’, así que podemos tomarlo como la fe o la Confianza que mantiene unida a cualquier sociedad – la confianza o creencia recíproca en los demás que sustituye el miedo por la confianza, como el ‘pegamento’ de la sociedad (…). Aunque ninguna sociedad puede existir sin algún tipo de crédito social, es en su máxima expresión que la Religión Cristiana es practicada, y en su mínima expresión se la niega y degrada.

    “El crédito social es por ende un resultado, o expresión practica de una Cristiandad real en la sociedad, uno de sus frutos mas reconocibles; es el fin y la política de los creditistas incrementarlo, y luchar por evitar que disminuya. Hay un sinnúmero de ejemplos comunes de lo que damos por sentado todos los días de nuestras vidas. ¿Como podemos vivir con alguna paz o comodidad si no podemos confiar en nuestros vecinos? ¿Como podemos usar los caminos si no confiamos en que otros van a respetar las normas de tránsito? (¡y qué ocurre cuando no lo hacen!).

    “¿De que serviría plantar cualquier cosa en los jardines, en las granjas o huertas si otros lo robaran? ¿Como podría cualquier actividad económica progresar – bien sea produciendo, o vendiendo, o comprando – si la gente no puede, en general, confiar en la honestidad y en la honradez? ¿Y que pasa cuando el concepto Cristiano del matrimonio, y la familia y crianza Cristianas, son abandonados? ¿Lo vemos, o no?, que el Cristianismo es algo real con consecuencias practicas de vital importancia, y bajo ninguna circunstancia un simple conjunto de opiniones ‘opcionales’ para aquellos a quienes suelen agradar”.

    Uno podría añadir que sin respeto al crédito social, a las normas que rigen la sociedad, cualquier vida en sociedad sería imposible, aunque se envíe un oficial de la policía a cada esquina, porque no se podría confiar en nadie.


    Descrédito Social

    El Sr. Dobbs continua diciendo: “Así como hay creditistas sociales, conscientes e inconscientes, tratando de construir el crédito social (la confianza en que podemos vivir juntos en la sociedad y beneficiarnos de ello), también hay otros, - desacreditadores sociales – intentando destruir y dañar esa confianza, hoy en día, con demasiado éxito. Los desacreditadores conscientes incluyen a los comunistas y otros revolucionarios, quienes abiertamente buscan despedazar todos los lazos de confianza que permiten que nuestra sociedad funcione cada día, hasta el Día de la Revolución.... Pero son los desacreditadores inconscientes los responsables, en Occidente, del éxito de los conscientes…

    “¿Por que las tiendas y los fabricantes nos embuten tantas cosas regulares, ordinarias y desechables, a precios ofensivos, y nos engañan para que las compremos con empaques llamativos y publicidad? ¿Por que la mayoría de servicios de reparación son tan escandalosamente lentos, costosos e ineficientes, y tantos pequeños servicios que hacían la vida más fácil son ahora inobtenibles? Y sobre todo, ¿por que millones de personas decentes y trabajadoras de todas las clases participan en huelgas deliberadamente diseñadas para dañar los servicios que se prestan a sus semejantes? ¿Que puede hacer que la gente decente descienda a este nivel espiritual? Todos sabemos que es. Hay un factor común que corre a través de toda esta acción destructora y desacreditadora: la necesidad compulsiva de tener más dinero para pagar el creciente costo de vida.

    “Así que ahora al fin hemos llegado a la cuestión del dinero, que es lo que algunas personas piensan que es todo en lo que consiste el Crédito Social; ¡pero no lo es! El Crédito Social es un intento de aplicar el Cristianismo en los asuntos de la sociedad; pero si el dinero se interpone, entonces nosotros, y todo cristiano, debe preocuparse del dinero y su naturaleza, y porque se interpone, como seguramente lo hace. Existe una necesidad imperiosa de que mas gente observe profundamente la operación de nuestro sistema monetario, aunque no sea el trabajo de todos. Pero cuando las consecuencias son tan desesperantes, todos pueden al menos distinguir lo que está mal, y corregirlo, lo cual les permitiría actuar en concordancia....”

  3. #3
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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 2. Pobreza en medio de la abundancia


    EL NACIMIENTO Y MUERTE DEL DINERO


    ¿Existen los bienes? ¿Existen en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades básicas de los consumidores?

    ¿Tenemos escasez de alguna cosa en nuestro país como para satisfacer las necesidades temporales de los ciudadanos? ¿Tenemos escasez de alimentos como para satisfacer a todos? ¿Tenemos escasez de zapatos, ropa? ¿No podemos hacer tanto como se requiere? ¿Tenemos escasez de ferrocarriles y otros medios de transporte? ¿Tenemos escasez de madera o piedras como para construir buenas casas para todas las familias? ¿Carecemos de constructores, fabricantes u otros trabajadores? ¿Carecemos de maquinaria?

    No, sí tenemos todas estas cosas, en abundancia. Los comerciantes minoristas nunca se quejan de que no pueden encontrar los bienes suficientes como para no poder cubrir la demanda. Los silos de granos se encuentran abultados. Son numerosos los hombres corpulentos en espera de trabajo. Numerosas también son las maquinarias que existen sin ser utilizadas.

    ¡Sin embargo, un gran número de personas sufren! Simplemente, los bienes no están encontrando su camino hacia sus hogares.

    ¿Qué sentido tiene decir a la gente que su país es rico, que exporta un sinnúmero de productos, que se encuentra catalogado como el tercero o cuarto exportador en el mundo con respecto a otros países?

    Aquello que sale del país no va a los hogares de los ciudadanos. Aquello que se encuentra parado (sin ser utilizado) en las tiendas, de ninguna manera aparece en sus mesas.

    Una madre no alimenta a sus hijos o les provee de zapatos y ropa por el hecho de simplemente mirar los almacenes, ni leyendo los anuncios publicitarios sobre productos en los periódicos, ni escuchando la descripción de los productos en la radio, o escuchando a los incontables vendedores de todo tipo hablar sobre ventas.

    Lo que hace falta son los medios efectivos para poner estos bienes en sus manos. Usted no los puede robar. Para poder obtenerlos, usted debe pagar por ellos; usted necesita dinero.

    Existen muchas cosas buenas en nuestro país, pero el derecho para tener estos bienes, el permiso para obtenerlos, es inexistente para un gran número de individuos y para familias que los necesitan.

    ¿Además del dinero, hace falta algo más? ¿Qué hace falta, aparte del poder adquisitivo que hace que los productos se vayan de los almacenes a nuestros hogares?

    La humanidad ha pasado por periodos de escasez de alimentos; hambrunas cubrieron a grandes países, y faltaron los medios apropiados de transporte para llevar a estos países la riqueza de otras secciones del planeta. Este no es el caso hoy. Hay una superabundancia de todo. Es abundancia - ya no es escasez - lo que crea el problema.

    No es nada necesario entrar en detalle para demostrar este hecho. Uno podría citar casos de entre los miles, de destrucción voluntaria de alimentos a gran escala “para estabilizar mercados”, haciendo desaparecer inventarios. Permítanos dar simplemente algunos ejemplos:

    El diario de Montreal “La Presse”, del 7 de junio de 1986, reportó el caso de las patatas en la provincia canadiense de New Brunswick: “El mes pasado… el gobierno federal decidió desechar casi $100.000 toneladas de patatas, después de haber enviado 2.500 toneladas deshidratadas a dos países africanos. La movilización general de granjeros en New Brunswick, compañías de transporte y voluntarios permitió salvar casi $100.000 kilos, que fueron enviados a comedores comunitarios y casas pobres de New Brunswick, Toronto, Ottawa y Montreal. Pero 90.000 toneladas, el equivalente a una bolsa de 10 libras (4,5 kg.) de patatas para cada Canadiense, han sido echados a la basura…

    “La misma semana que tuvo lugar la operación, 6 000 barriles de 200 libras (90 kg.) de pescado fueron arrojadas al río Miramichi en New Brunswick.”

    La abundancia no se limita a Canadá; se presenta el mismo caso en Europa, como fue reportado en el periódico en Octubre de 1986, bajo el titulo: “La hambruna del mundo no se consulta”:

    “La indignación publica ha hecho erupción en la Comunidad Europea frente al plan de quemar o arrojar al océano montañas de excedentes de mantequilla, leche en polvo, carne de res y harina que se amontonan en las naciones de la Unión Europea. Un reporte de la sede de la UE en Bruselas recomienda destruir la comida, que está pudriéndose y es costosa de almacenar. Se ahorrarían $300 millones de dólares tan solo destruyendo los derivados lácteos. La UE ya practica destrucción periódica de alimentos. El año pasado arrojó al océano varios cientos de toneladas de trigo en mal estado. Se ha propuesto eliminar la mitad de los excedentes actuales. Se cree que tendrían que quemarse 750.000 toneladas de mantequilla y 500.000 toneladas de leche en polvo. Las cuotas de producción no han tenido éxito en drenar el lago de leche de la UE.”

    ¿Por que todo este desperdicio? ¿Por que los productos no satisfacen las necesidades? Porque la gente no tiene dinero. La riqueza, los bienes se ríen en tu cara y tu te mueres de hambre frente a vitrinas desbordadas de mercancía, si no tienes dinero. Si no hay dinero, no se adquieren los productos: los humanos se mueren de hambre y los productos se arrojan a la basura.


    EL ITINERARIO HACIA UNA ECONOMÍA HUMANA

    ENTRE LOS HUMANOS Y ENTRE LOS ANIMALES

    Nos situaremos en una tienda de un abacero llena de buenos productos en abundancia; delante de esta tienda, hay un hombre hambriento sin dinero.

    Se hacen productos buenos para ser consumidos. El abacero los despliega para venderlos. Al consumidor le gustaría comprarlos, pero le falta el boleto (el papelito) para comprarlos: él no tiene dinero.

    El resultado: los productos buenos no se consumirán, y se pudrirán en los estantes. Ahora, todos estaríamos más contentos si la situación fuera diferente – el abacero estaría contento de vender, y el consumidor estaría contento de la compra.

    ¿Por qué será que, algo que haría a todos felices no puede llevarse a cabo entre los seres humanos?. Entre los animales, las cosas trabajan diferentemente.

    Permitámonos tener una mirada a los monos. Ellos ven plátanos suficientes en los árboles bananeros. Puesto que ellos necesitan comer plátanos para vivir, ellos simplemente cogen los plátanos y los comen.

    Los monos nunca trabajaron con sistemas económicos complicados en sus universidades. En sus cabezas de monos, ellos nunca examinaron la ley de la oferta y la demanda, ni la diferencia entre el socialismo y el neo-liberalismo. Ellos simplemente vieron cosas buenas delante de ellos, y fueron lo suficientemente “inteligentes” para cogerlas para no morirse del hambre.

    Pero un mono es un mono, y un hombre es un hombre. Un mono no tiene una mente, pero un hombre puede emplear mal su mente.

    Un mono es llevado por su instinto que no lo desvía. El hombre es llevado por su mente que es desviada a menudo por su orgullo. En semejante caso, el hombre discute, usa dialectos, pero se olvida del razonamiento simple y puro, basado en el sentido común.

    Esta situación tonta de millones de personas hambrientas que viven entre riqueza abundante es causada por la codicia de aquéllos que basan su poder en la esclavitud de las masas. Pero también se puede decir que esta situación tonta se apoya y es mantenida por personas alegadamente eruditas en economía que llevan a las mentes a las conclusiones más tontas, bajo la farsa del razonamiento entre ciencia y sabiduría. Por ejemplo, un abogado experimentado puede defender un caso moralmente malo, una vez que le convencen que él tiene razón.

    Para los seres humanos que, como los animales, no se preocupan con largas tesis, la misma pregunta insoluble se levanta: ¿Cómo es posible que reglas que le impiden al hombre comer entre la abundancia sean justificadas?

    El simple instinto de los animales es a menudo una lección de humildad a la inteligencia orgullosa de los seres humanos.


    ¿SOMOS MÁS INTELIGENTES QUE LOS MONOS?

    Toda esta situación también puede resumirse en la forma de un chiste, aunque la conclusión es muy seria: Un grupo de monos en la selva estaban discutiendo si los hombres eran más inteligentes que los monos. Algunos dijeron “sí”; otros dijeron “no”. Uno de los monos dijo: “Para estar claro en mi propia mente, yo iré a la ciudad de los humanos, y averiguaré si ellos son más inteligentes que nosotros”. Todos los monos estuvieron de acuerdo en que era una buena idea. Así que el mono fue, y vio a un hombre sin dinero que se moría del hambre en frente de una tienda de comestibles llena de plátanos. El mono regresó a la selva, y dijo a los otros monos: “No se preocupen, los hombres no son más inteligentes que nosotros; ellos se mueren del hambre en frente de plátanos que se pudren en los estantes por falta de dinero.”

    Conclusión: Seamos más inteligentes que los monos, y creemos un sistema económico que nos permitirá comer los plátanos y todos los otros productos que han sido provistos en abundancia por Dios para todas Sus criaturas. (Este sistema de dinero inteligente existe; es el difundido en el Periódico “San Miguel.)


    Dinero y riqueza

    Acabamos de aprender que no son los productos los que hacen falta, si no el dinero. Esto no significa que el dinero por sí solo representa la riqueza. El dinero no es un bien terrenal capaz de satisfacer una necesidad temporal.

    Usted no puede mantenerse vivo alimentándose de dinero. Para vestirse, usted no puede coser varios billetes dólares para hacerse un vestido o un par de medias. Usted no puede descansar acostándose sobre dinero. Usted no puede curar una enfermedad colocando el dinero en el puesto de la enfermedad. Usted no se puede educar a sí mismo colocándose una corona de dinero en su cabeza.

    El dinero no es una riqueza real. La riqueza real consiste en todas las cosas útiles que satisfacen las necesidades humanas.

    Pan, carne, pescado, algodón, madera, carbón, un vehículo en una buena carretera, un doctor que visita al enfermo, el conocimiento de la ciencia, éstos representan una riqueza real.

    Pero, en nuestro mundo moderno, cada individuo no produce todas las cosas. La gente debe comprarlas de otras personas. El dinero es un símbolo o señal que uno obtiene a cambio de una cosa que se vende; es el símbolo que uno debe entregar a cambio de alguna cosa que uno desea de otra persona.

    La riqueza son las cosas; el dinero es el símbolo de esas cosas. El símbolo debería reflejar las cosas.

    Si existen muchas cosas de venta en un país, debe existir una gran cantidad de dinero para disponer de él. Mientras exista más gente y bienes se requerirá de más dinero en circulación, de otra manera todo se detiene.

    Es precisamente este equilibrio del que se carece en la actualidad. Tenemos a nuestra disposición casi tanta cantidad de bienes como posiblemente podríamos desear, gracias a la ciencia aplicada, a los nuevos descubrimientos y al perfeccionamiento de las maquinarias. Tenemos también mucha gente sin ocupaciones, quienes representan una fuente potencial de bienes. Tenemos cualquier cantidad de ocupaciones infructuosas, hasta perniciosas. Tenemos actividades en las cuales el único propósito es la destrucción.

    El dinero fue creado con el propósito de que los bienes se muevan. ¿Por qué, entonces no encuentra su camino hacia las manos de la gente en la misma medida como fluyen los bienes en la línea de producción?


    EL DINERO EMPIEZA EN ALGUNA PARTE

    Todo, excepto Dios, tiene un inicio. El dinero no es Dios, por lo tanto, tiene un inicio. El dinero se inicia en alguna parte.

    Se tiene conocimiento del origen de tales bienes útiles como son la comida, la ropa, zapatos, libros. Los trabajadores, las máquinas, a más de los recursos naturales del país, producen la riqueza, los bienes que necesitamos y de los cuales no se carece.

    ¿Pero entonces, en dónde empieza el dinero, el dinero del que carecemos para comprar los bienes que nos hacen falta?

    La primera idea que mantenemos viva en nuestras mentes, sin darnos cuenta en realidad, es la de que existe una cantidad de dinero fija, y que no puede ser cambiada; como si fuese el sol o la lluvia o el clima. Esta idea es totalmente equivocada: si es que existe el dinero, es porque fue hecho en alguna parte. Si no existe más, es porque aquellos que lo hicieron, no hicieron más.

    Otra creencia generalizada acerca del origen del dinero, es que el gobierno lo hace. Esto también es incorrecto. El gobierno en la actualidad no crea el dinero, y se queja continuamente de que no tiene nada. Si el gobierno fuese la fuente del dinero, no hubiese permanecido estancado por diez años frente a la falta de dinero. El gobierno toma y pide prestado, pero no crea el dinero.

    Ahora, explicaremos en dónde se inicia y termina el dinero. Aquellos que controlan el nacimiento y la muerte del dinero también regulan su volumen. Si hacen mucho dinero y destruyen solamente un poco, existe más dinero. Si la destrucción del dinero va más rápida que su creación, estas cantidades disminuyen.

    Nuestro nivel de vida, en un país en donde se carece de dinero, no está regulado por el volumen de los bienes que se producen, sino por la cantidad de dinero que se encuentra a nuestra disposición para comprar estos bienes. De manera que aquellos que controlan el volumen del dinero controlan nuestro nivel de vida.

    “Aquellos que controlan el dinero y el crédito se han convertido en los maestros de nuestras vidas... Nadie se atreva a respirar en contra de su voluntad” (Pío XI, Encíclica Quadragesimo Anno).


    Dos clases de dinero

    El dinero es cualquier cosa que sirve para pagar, comprar; cualquier cosa que se acepte a cambio de bienes o servicios.

    La sustancia material de la que el dinero es hecho no es de ninguna importancia. En el pasado, el dinero fue hecho de cáscaras, dientes de tiburón, cuero, madera, hierro, argento, oro, cobre, papel, etc.


    Ejemplos de dinero en el pasado

    Conchas de almeja fueron una de las primeras formas de moneda y se sabe que han sido usadas como tales en China incluso desde hace 500 años. En algunas partes del mundo fueron usadas hasta principios del siglo XX. Las conchas fueron aceptadas como moneda por muchos pueblos de Asia, Europa, África y las islas del Pacifico en épocas diferentes. Viajaron grandes distancias cuando pasaron de mano en mano. Sin embargo, tenían más poder de compra tierra adentro que en la costa. Las conchas eran tan importantes en China que fueron la inspiración del ideograma chino que significa “comprar”. Funcionaban bien como moneda porque eran fáciles de cargar, fáciles de contar, duraderas y casi imposibles de falsificar.

    El dinero en naipes fue usado como moneda entre 1685 y 1719 en Nueva Francia, hoy en día Québec y Canadá. El intendente, Jacques de Meulles, era la cabeza del gobierno en Nueva Francia. En 1685, se le agotaron las monedas de oro y plata para pagarle a sus empleados, la mayoría soldados. Enfrentado a este problema, se le ocurrió una solución creativa. Escribió “prometo que pagaré” al respaldo de los naipes y los firmó. Luego ordenó a todos los habitantes aceptar estos pagarés de emergencia como forma de pago. Cada tarjeta equivalía a 50 libras. Esta suma es equivalente a lo que un carpintero aspiraba a ganar en un mes y medio. Cuando finalmente llego un barco de Francia con un cargamento de monedas de oro y plata, des Meulles entregó las monedas a quienes le entregaron los naipes firmados por él.

    Notas se usaron en el Imperio chino, en lo que actualmente es china oriental, desde 1368 hasta 1450, durante la dinastía Ming. Los chinos inventaron el papel hacia el 200 d. C. Y también fueron los primeros en usar dinero en papel, hace cerca de mil años. Ellos llamaban a este dinero “fei –chien”, que quiere decir “dinero volador”. Esto se refiere a la facilidad para transportarlo. Esta nota representaba 1 kwan (un fajo de 1000 wens que pesaban 3.5). Era mucho mas fácil dejar las monedas en un lugar seguro y usar papel impreso para representarlas.

    Existen en la actualidad dos clases de dinero en Canadá: uno que llamamos dinero de bolsillo, hecho de metal o de papel, y el otro hecho de cifras en un libro. El dinero de bolsillo es el menos importante; el dinero en libros es el más importante. (más del 95%)

    Dinero en libros constituye la cuenta bancaria. Los negocios operan a través de cuentas bancarias. Si el dinero de bolsillo circula o no depende de la condición del negocio. Pero los negocios no dependen del dinero de bolsillo; éstos se mantienen por medio de cuentas bancarias de los hombres de negocios. Con una cuenta bancaria se realizan pagos o compras sin necesidad de utilizar el dinero en metal o en papel. Se compra con cifras.

    Yo tengo una cuenta bancaria con $40.000. Yo compro un carro por un valor de $10.000. Yo realizo el pago por medio de un cheque. El vendedor de los carros endosa el cheque y lo deposita en su banco.

    El banquero entonces realiza cambios en dos cuentas: primero, aquella del vendedor de carros, la misma que él la incrementa en $10 000; luego la mía, la misma que disminuye $10 000. El vendedor de carros tenía $500.000, él ahora tiene $510 000 registrado en su cuenta bancaria. Yo tenía $40.000 en mi cuenta y ésta ahora tiene un saldo de $ 30.000.

    El dinero en papel no se movió en el país debido a este tipo de negociaciones. Yo simplemente proporcioné algunas cifras al vendedor de carros. Yo pagué con cifras. Más de nueve de cada diez de todos los negocios se hacen de esta manera. Es dinero en libros, el dinero hecho de cifras, el cual es el dinero moderno; es el dinero más abundante, su volumen representa diez veces aquel del dinero en papel o en metal. Es una clase superior de dinero, ya que le proporciona alas al otro. Es la clase de dinero más segura, aquella que nadie la puede robar.


    Ahorros y préstamos

    El dinero en libros, al igual que otro tipo de dinero, tiene un inicio. Debido a que el dinero en libros es una cuenta bancaria, se torna existente cuando una cuenta bancaria es abierta sin que disminuya el dinero de ninguna parte, ni en otra cuenta bancaria ni en el bolsillo de nadie.

    La cantidad en una cuenta bancaria puede incrementarse de dos maneras: por medio del ahorro y por medio de los préstamos. Existen otras maneras, pero se las puede clasificar como préstamos.

    La cuenta de ahorros es una transformación del dinero. Yo le entrego dinero de bolsillo al banquero; él aumenta mi cuenta por esa cantidad. Yo ya no tengo más el dinero de bolsillo, yo tengo dinero en libros a mi disposición. Yo puedo obtener de vuelta el dinero de bolsillo por medio de la disminución de esa cantidad del dinero en libros de mi cuenta. Es simplemente una transformación del dinero.

    Pero en vista de que estamos tratando de descubrir cómo existe el dinero, la cuenta de ahorros, a pesar de que es una transformación simple de dinero, no es de interés para nosotros con relación al tema que nos encontramos tratando.


    El dinero nace en los bancos

    La cuenta de préstamos (o préstamo) es la cuenta que el banquero le presta a la persona que solicita el préstamo.

    Yo soy un hombre de negocios. Deseo instalar una nueva fábrica. Todo lo que necesito es dinero. Voy a un banco y pido prestado $100.000 con una garantía. El banquero me hace firmar una promesa de que pagaré esa cantidad con interés. Entonces él me presta los $100.000.

    ¿Me va a entregar él los $100.000 en dinero en papel? Yo no lo quiero así.

    En un principio, es muy riesgoso. Más aún, yo soy un hombre de negocios que compra cosas en lugares diferentes y ampliamente apartados, a través de cheques. Lo que deseo es una cuenta bancaria con $100.000, lo que facilitaría para llevar a cabo el negocio.

    El banquero por lo tanto, me presta una cuenta de $100.000. Él acreditará a mi cuenta los $100 000, simplemente como si yo hubiese traído esa cantidad al banco. Pero yo no llevé esa cantidad, yo fui a obtener esa cantidad.

    ¿Se trata de una cuenta de ahorros, establecida por mí? No, es la cuenta de préstamo que hizo el banquero para mí.


    El creador del dinero

    Esta cuenta de $100.000 no fue hecha por mí, sino por el banquero. ¿Cómo lo hizo? ¿Disminuyó la cantidad de dinero en el banco cuando el banquero me prestó los $100.000? Bien, le preguntamos al banquero:

    -”Señor banquero, ¿tiene usted menos dinero en su bóveda después de haberme prestado los $100 000?”.

    -”Yo no he ido a la bóveda”.

    -”¿Se han reducido las cuentas de otras personas?”.

    - “Se mantienen exactamente como se encontraban”.

    -”¿Entonces, qué se disminuyó en los bancos?”.

    -”Nada se disminuyó”.

    -”Sin embargo, mi cuenta se ha incrementado. ¿ De dónde vino el dinero que usted me prestó?”.

    -”No vino de ninguna parte”.

    -”¿En dónde se encontraba cuando yo vine a su banco?”.

    -”No existía”.

    -”Y ahora que el dinero se encuentra en mi cuenta, existe. De manera que podemos decir que fue creado”.

    - “Ciertamente”.

    -”¿Quién lo creó, y cómo?”.

    -”Yo lo hice, con mi lapicero y una gota de tinta [hoy en día, sería con un simple teclear en el ordenador del banco] cuando registré $100.000 a su crédito, a solicitud suya”.

    -”¿Entonces, usted hace el dinero?”.

    -”El banco hace dinero en libros, el dinero en cifras. Ese es el dinero moderno que pone en circulación a otro tipo de dinero manteniendo el negocio en movimiento”.

    El banquero fabrica dinero, dinero en libros, cuando él presta las cuentas a quienes solicitan préstamos, ya sean individuos o gobiernos. Cuando yo me vaya del banco existirá en este país una nueva fuente de cheques, una que no existía antes. El monto total de todas las cuentas en el país fue incrementado por $100.000. Con este nuevo dinero, yo puedo pagar a los trabajadores, comprar materiales y maquinaria -en una sola palabra, construir mi fábrica nueva-. ¿Entonces, quien crea el dinero? Los banqueros.

  4. #4
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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 3. Los bancos crean el dinero como una deuda



    Sistema fraccionario de la banca. El orfebre que se hizo banquero

    En el ejemplo de la lección anterior, el banquero creó los $100.000 en forma de crédito, como dinero contable, el cual es tan bueno como las monedas o el papel moneda. El banquero no teme hacer esto. Mis cheques al portador darán el derecho de retirar dinero del banco. Pero el banquero sabe perfectamente bien que el nueve por ciento de estos cheques simplemente tendrán el efecto de disminuir el dinero en mi cuenta y de incrementarlo en las de otras personas. Él sabe muy bien que el ratio de las reservas del banco para los depósitos es de 1/10 el cual es suficiente para que él responda a los requerimientos de quienes piden dinero de bolsillo. En otras palabras, el banquero sabe perfectamente bien que si tiene $10.000de reserva en efectivo puede prestar $100.000 (diez veces la suma) en dinero contable. En términos técnicos, la habilidad para un banco de prestar 10 veces la cantidad de dinero de papel que tiene en su caja fuerte se llama sistema fraccionario de la banca. El origen de este sistema se remonta a la edad media, es la verdadera historia de los orfebres que se hicieron banqueros, como Louis Even nos lo dice ahora:

    Haciendo uso de su imaginación, regresemos unos siglos atrás a una Europa ya vieja pero no todavía muy progresista, después de haber cultivado el arte de la guerra y de las persecuciones, despertaba, sin embargo, poco a poco, por las historias de aventureros y viajantes. Este episodio pudo haber tenido lugar alrededor de 1535, cuando el explorador francés Jacques Cartier estaba escalando la cima del Mount Royal (en el centro de lo que posteriormente se conocería como Montreal, Canadá), guiado por el anciano jefe que quería que admirara el maravilloso panorama de bosques y ríos ante cuya vista nadie podía permanecer pasivo. O quizá fue cuando Cristóbal Colón guiado por su enorme deseo de alcanzar las Indias, zarpaba rumbo al Occidente en 1492.

    En aquellos días, el dinero no se usaba mucho en las transacciones comerciales cotidianas. La mayoría de tales transacciones eran simples y directos intercambios, trueque. Sin embargo, los reyes, señores, acaudalados y los grandes mercaderes tenían oro y lo usaban ya fuera para financiar sus ejércitos y los gastos que esto implicaba o para comprar mercancías extranjeras. Pero las guerras entre los señoríos y las naciones, así como los robos a mano armada provocaban que tanto el oro como los diamantes de los ricos fueran a dar a las manos de los pillos. Así que, los dueños del oro, cada vez más nerviosos, crearon el hábito de confiar sus tesoros para su salvaguarda a los orfebres quienes, debido al precioso metal con el que trabajaban, tenían bóvedas bien protegidas. El orfebre recibía el oro, le daba un recibo al depositante y cuidaba del metal cobrando una cuota por su servicio. Desde luego, el dueño podía reclamar su oro, todo o en partes, cuando así lo deseara.

    El mercader que iba de París a Marsella, o que viajaba de Troyes, Francia, a Ámsterdam, podía proveerse a sí mismo con el oro necesario para sus compras. Pero nuevamente, existía el peligro de ser atacado a lo largo del camino; entonces él convencía a su vendedor en Marsella o en Ámsterdam de aceptar, más que el metal, un recibo firmado como comprobante de su posesión del tesoro en depósito en la bóveda del orfebre en París o Troyes. El recibo del orfebre daba fe de la realidad de los fondos.

    También sucedía que el proveedor, en Ámsterdam o cualquier otro lugar, se las ingeniara para conseguirse su propio orfebre en Londres o Génova para aceptar, a cambio de servicios de transportación, el recibo firmado que él había recibido en Francia de parte de su comprador. Así, poco a poco, los mercaderes empezaron a intercambiarse entre ellos estos recibos en lugar del oro para no moverlo innecesariamente arriesgándose a los ataques de los ladrones. En otras palabras, un comprador, en lugar de obtener una barra de oro del orfebre para pagarle a quien le vendía, le daba el recibo firmado por el orfebre dándole el derecho de reclamar su parte guardada en la bóveda de éste.

    En lugar de oro, eran los recibos del orfebre los que cambiaban de manos. Mientras hubiera un número limitado de compradores y vendedores, no era un mal sistema. Era fácil seguir las peregrinaciones de los recibos.


    El prestamista de oro

    Pero el orfebre pronto hizo un descubrimiento que afectaría a la humanidad más que el memorable viaje de Cristóbal Colón a las Indias. Aprendió, a través de la experiencia, que casi todo el oro que le dejaban a su cuidado permanecía intocable en su bóveda. Difícilmente, de los propietarios que usaban sus recibos en sus transacciones comerciales, uno sobre diez venía a retirar su precioso metal.

    La sed de ganancia, el deseo de volverse rico más rápidamente que mediante el uso de sus herramientas para la orfebrería, se agudizó cada vez más en la mente del orfebre llevándole a hacer un gesto de atrevimiento y preguntándose a sí mismo: “¿Por qué no me convierto en un prestamista de oro? Un prestamista de oro, hay que recalcar, que no le pertenecía. Y como tampoco poseía un alma, digamos recta, como la de San Eligio (o San Eloy, el amo de la menta de los reyes franceses Clotario II y Dagoberto I en el siglo séptimo), incubó y nutrió su idea, refinándola aún más. “Prestar oro que no me pertenece, a interés, ¡no hay más que hablar! Mejor aún, mi querido maestro (¿le hablaba acaso a Satanás?), en lugar del oro, prestaré recibos y pediré pagos sobre los intereses en oro, ese oro será mío y el oro de mis clientes permanecerá intocable dentro de mis bóvedas como reserva para nuevos préstamos.”

    Se guardó a sí mismo el secreto de su descubrimiento, ni siquiera compartiéndolo con su esposa, quien se preguntaba el por qué su esposo no dejaba de frotarse las manos de puro gusto. La oportunidad de poner su plan en acción no se hizo esperar, aun cuando no tenía acceso al New York Times ni a Forbes para anunciarse.

    Una mañana un amigo llegó a verlo y a pedirle un favor. Este hombre era propietario de una casa, de una granja y de tierra útil para el arado – pero necesitaba oro para cerrar una transacción. Si tan sólo pudiera pedir prestado un poco lo regresaría con un valor agregado; de no ser así, el orfebre podría apropiarse de sus pertenencias, las que excedían, con mucho, el valor del préstamo.

    El orfebre le hizo rellenar una forma y después le explicó a su amigo con actitud desinteresada, que sería peligroso para él retirarse con una gran cantidad de dinero en los bolsillos: “Te daré un recibo, es lo mismo que si te estuviera prestando el oro que tengo en reserva en mi bóveda, tú entregarás entonces este recibo al vendedor y si él me trae el recibo, yo le entregaré personalmente el oro. Tú me deberás tanto de interés.”

    El vendedor, por lo regular, nunca se presentaba ya que prefería intercambiar el recibo con alguien más por algo que necesitara. Mientras tanto, la reputación del prestamista comenzó a crecer. La gente venía con él. Gracias a otros préstamos similares, pronto había más recibos en circulación que el oro real en las bóvedas.

    El mismo orfebre había creado una circulación monetaria con grandes ganancias para él. Rápidamente perdió el nerviosismo inicial concerniente a su preocupación sobre la demanda simultánea del oro proveniente de un gran número de gente con recibos. Pudo, hasta cierto punto, continuar su juego en completa seguridad. ¡Qué bendición! Prestar lo que no tenía y recibir grandes intereses por ello, gracias a la confianza de la gente – una confianza que se esmeró grandemente en cultivar. Él no arriesgaba nada en la medida en que tuviera para sustentar sus préstamos, una reserva que la experiencia le había enseñado, era suficiente. Si, por otro lado, un prestatario no cumplía con sus obligaciones y no devolvía el préstamo en la fecha acordada, el orfebre se adueñaba de sus propiedades como pago colateral. Su conciencia pronto se volvió indolente y sus escrúpulos iniciales dejaron de molestarlo.


    La creación del crédito

    El orfebre fue más allá al pensar en una forma inteligente de cambiar el modo en que sus recibos eran expedidos cuando hacía los préstamos, en lugar de escribir: “Recibo de Juan Pérez…” escribió, “Yo prometo pagarle al portador…” Esta promesa circulaba justo como dinero de oro. ¡Increíble!, usted dirá. Pero, vamos, déle una mirada a los billetes que tiene frente a sí. Lea lo que está escrito en ellos. ¿Son acaso tan diferentes y no circulan también como dinero? [En los antiguos billetes se ponía se solía poner “pagar al portador”].

    Una higuera fértil -el sistema bancario privado, el creador y amo del dinero – ha crecido fuera de las bóvedas del orfebre. Sus préstamos, sin tocar siquiera el oro, se han convertido en la creación del crédito por parte de los banqueros. La forma de los recibos primitivos ha cambiado, tomando la de simples promesas de pagar en la fecha estipulada. Los créditos pagados por el banquero fueron llamados depósitos, los que ocasionan que el público en general piense que el banquero presta únicamente las cantidades provenientes de los depositarios. Estos créditos entran a la circulación por medio de cheques expedidos sobre dichos créditos. Ellos desplazan, en volumen y en importancia, al dinero legal del gobierno quien únicamente juega en esto un papel secundario. El banquero creó diez veces más que el papel moneda creado por el Estado.


    El orfebre que se convirtió en banquero

    El orfebre, transformado en banquero, hizo otro descubrimiento: se dio cuenta que poniendo abundantes recibos (créditos) en circulación aceleraría el comercio, la industria, la construcción; mientras que si restringía dichos créditos, lo cual puso en práctica primero en circunstancias en que se preocupaba por la reserva de oro con que contaba, paralizaba todo lo anterior. Esto parecía ser, en el caso último, una sobreproducción, cuando las privaciones eran realmente grandes; esto debido a que los productos no se vendían, ya que no había con qué comprarlos. Los precios se iban abajo, las bancarrotas incrementaban, los deudores de los banqueros no podían cubrir sus obligaciones y los prestamistas se apoderaban de las propiedades colateralmente. El banquero, con gran visión y habilidad cuando se trata de ganar, se dio cuenta de estas maravillosas oportunidades. Podría monetizar la riqueza de los demás para su propio beneficio: haciendo esto liberalmente, causando una elevación en los precios, o, parsimoniosamente mediante su decrecimiento. Podría así manipular la riqueza de los demás a su antojo, explotando al comprador en tiempos de inflación y explotando al vendedor durante la recesión.


    El banquero, el amo universal

    El banquero así se convirtió en el amo universal, teniendo el mundo a su merced. Períodos de prosperidad y de depresión se siguieron unos a otros. La humanidad se postraba frente a lo que creía eran ciclos naturales e inevitables.

    Mientras tanto, los intelectuales y técnicos trataban desesperadamente de triunfar sobre las fuerzas de la naturaleza y desarrollar los medios de producción. Se inventó la imprenta, la educación se expandió, se desarrollaron mejores ciudades y mejores viviendas. Las fuentes de alimentos, ropa y comodidades se incrementaron. El hombre superó a las fuerzas de la naturaleza colocándole un arnés al vapor y a la electricidad. La transformación y el desarrollo se sucedieron en todas partes- excepto en el sistema monetario.

    Y el banquero se rodeó a sí mismo de misterio, manteniendo viva la confianza que su mundo cautivo tenía en él, siendo aún más audaz para publicitarse en los medios, de quienes también controla sus finanzas, diciendo que son los banqueros quienes han sacado al mundo de la barbarie, que han abierto y civilizado continentes. También consideraban a los intelectuales y a los asalariados, pero sólo como secundarios en lo concerniente a la marcha del progreso. ¡Para las masas, había miseria y desprecio; para los financieros explotadores, riqueza y honor!

    La proporción de dinero en efectivo versus préstamos en los Bancos Canadienses era de uno a 10 en 1940. Este ratio (10% de reserva de efectivo como requisito) ha cambiado desde entonces. En 1967, el Acta Bancaria de Canadá le permitía a los bancos crear dieciséis veces (en dinero contable) la suma de su reserva de efectivo. A inicios de 1980, el requerimiento mínimo para la reserva en efectivo (notas bancarias y monedas) era del 5%, lo que significaba que el banquero necesitaba únicamente $1.00 de $20.00 para responder a las necesidades de aquellos que querían dinero de bolsillo. El banquero sabía muy bien que si tenía $10.000 en efectivo, podría prestar veinte veces dicha suma ($2.000.000) en dinero contable.

    En la práctica, los bancos podrían prestar aún más que esto, dado que pueden incrementar sus reservas de efectivo a su gusto simplemente comprando notas bancarias del Banco Central con el dinero contable que crean de la nada. Por ejemplo, se estableció en 1982, ante un comité parlamentario sobre las utilidades bancarias que, en 1981, los bancos canadienses, en su totalidad, efectuaron préstamos que excedieron 32 veces su capital combinado. Algunos bancos, incluso, hicieron préstamos que igualaron 40 veces su capital. Más aún, en 1990 en Estados Unidos, el total de los depósitos de los bancos comerciales fue de alrededor de $3 billones y sus reservas eran de aproximadamente $60.000 millones. Esto resultó en un porcentaje de depósitos a las reservas bancarias de cerca de 50/1. Los bancos norteamericanos tuvieron el suficiente efectivo para pagar a los depositantes a una tasa de únicamente dos centavos por dólar.

    La subsección 457(1) de la versión más reciente del Acta del Banco Canadiense, expedida el 13 de diciembre de 1991, establece que, como en enero de 1994, la reserva primaria, en forma de efectivo, que un banco debe mantener, es nula, cero. Por tanto, los bancos no están limitados por ninguna ley en lo que concierne a la creación de créditos ni de dinero contable. (Y si todo el efectivo fuera eventualmente reemplazado por dinero electrónico, mediante tarjetas de débito o inteligentes ya con el microchip, como ha sido planeado por los bancos, tampoco estarían limitados en la práctica para crear dinero, que no sería entonces un pedazo de papel o un cheque, sino simplemente bytes, unidades de información en una computadora.)


    El destructor del dinero

    Nosotros acabamos de ver, que los bancos crean dinero cuando hacen un préstamo, tal como fue explicado al final de la lección anterior: El banquero fabrica dinero, dinero en libros, cuando él presta las cuentas a quienes solicitan préstamos, ya sean individuos o gobiernos. Cuando yo me vaya del banco existirá en este país una nueva fuente de cheques, una que no existía antes. El monto total de todas las cuentas en el país fue incrementado por $100.000. Con este nuevo dinero, yo puedo pagar a los trabajadores, comprar materiales y maquinaria -en una sola palabra, construir mi fábrica nueva-. ¿Entonces, quien crea el dinero? Los banqueros.

    El banquero, solamente el banquero, hace esta clase de dinero: escritura o dinero bancario, el dinero que mantiene al negocio en movimiento. Pero él no regala el dinero que él crea. Lo presta. Lo presta por un cierto período de tiempo, después del cual el dinero tiene que ser devuelto al banquero. El banquero debe cobrar su deuda.

    El banquero reclama interés sobre el dinero que él creó. En mi caso, el banquero probablemente exigirá $15.000 por concepto de interés, lo más pronto posible. El retendrá del préstamo esa cantidad, y yo dejaré en el banco $85.000 en mi cuenta, luego de haber firmado una promesa de pagar los $100.000 en un período de un año.

    En la construcción de mi fábrica, yo pagaré a mis hombres, compraré cosas, y de esta manera extenderé mi cuenta bancaria de $85.000 alrededor del país.

    Pero, dentro de un año, a través de las ganancias que consiga al vender mis bienes por un precio superior del que me costó a mí, yo deberé incrementar mi cuenta en una cantidad no inferior a $100.000.

    Al final del año, yo pagaré el préstamo mediante un cheque por $100.000 girado sobre mi cuenta. El banquero entonces debitará de mi cuenta los $100.000, por lo tanto retirando de mi cuenta los $100.000 que yo giré del país vendiendo mis bienes. Él no pondrá este dinero en la cuenta de nadie. Nadie podrá girar cheques sobre estos $100.000. Se trata de dinero muerto.

    Los préstamos dan nacimiento al dinero. La retribución trae su extinción. El banquero hace que el dinero exista cuando él hace un préstamo. El banquero envía el dinero a la tumba cuando él fue compensado. Por lo tanto, el banquero es también un destructor del dinero.

    Como distinguido banquero británico, el Honorable Reginald McKenna, una vez canciller británico de Exchequer (el equivalente al Ministro de Finanzas de Canadá o al Secretario de Estado en los Estados Unidos de Norteamérica) y presidente del Banco Midland, uno de los Cinco Grandes (los cinco bancos más grandes de Inglaterra) dijo: “Cada préstamo, deuda o compra bancaria crea un depósito y cada pago del préstamo, sobre giro o venta bancaria destruye un depósito”. Y el sistema así opera en el sentido de que la retribución debe ser mayor que el préstamo original; las cifras muertas deben exceder a las cifras de nacimiento; la destrucción debe exceder la creación.

    Esto parece imposible y colectivamente, es imposible. Si yo tengo éxito, alguien debe ir en bancarrota, debido a que todos juntos no estamos en capacidad de compensar con más dinero del que fue hecho. El banquero no crea nada sino solamente una suma de capital. Nadie crea lo que es necesario para pagar el interés, porque nadie más crea el dinero. Y sin embargo, el banquero exige tanto el capital como el interés. Tal sistema no puede mantenerse sino para un continuo y siempre incrementado flujo de préstamos. Por consiguiente, el sistema de las deudas y el afianzamiento del poder dominante del banco.


    La deuda nacional

    El gobierno no crea el dinero. Cuando el gobierno ya no puede imponer impuestos ni pedir prestado a los individuos, debido a la escasez de dinero, el gobierno pide préstamos a los bancos.

    Esta operación se lleva a cabo exactamente igual que la mía. Como garantía, el gobierno compromete a todo el país. La promesa de pagar es la obligación. El préstamo del dinero es una cuenta hecha por medio de un lapicero y un poco de tinta [hoy en día unas cifras en el ordenador].

    Así, en Octubre de 1939, el gobierno federal con el propósito de cubrir los gastos iniciales de la guerra, solicitó unos ochenta millones a los bancos. Los bancos le prestaron al gobierno una cuenta por ochenta millones sin descontar un centavo a nadie, de esta manera le entregaron al gobierno una base nueva de cheques por la suma de ochenta millones.

    Pero, en Octubre de 1941, el gobierno tuvo que retribuir ochenta y tres millones doscientos mil a los bancos, incluyendo tanto el capital como los intereses.

    A través de impuestos, el gobierno tuvo que retirar del país tanto dinero como había gastado, ochenta millones. Pero además, tuvo que girar del país unos tres millones adicionales, dinero que no había puesto al servicio del país, que no había sido hecho ni por los banqueros ni por nadie más.

    ¿Aun reconociendo en el mejor de los casos que el gobierno pueda encontrar el dinero que existe, cómo podría encontrar el dinero que nunca fue creado?

    El hecho simplemente es, que el gobierno no lo encuentra. Es simplemente añadido a la deuda nacional. Esto explica por qué la deuda nacional se incrementa en la misma medida en que el desarrollo del país requiere más dinero. Todo dinero nuevo se convierte a la existencia como deuda, a través del banquero, quien reclama más dinero del que en realidad emitió. ¡Y la población del país se encuentra a sí misma endeudada colectivamente por una producción que, colectivamente, la hizo ella sí misma! Es el caso de la producción de la guerra. Es también el caso de la producción en tiempos de paz: carreteras, puentes, trabajos de agua, colegios, escuelas, etc.


    El defecto monetario

    La situación se reduce a esta cosa inconcebible: todo el dinero en circulación viene solamente de los bancos. Hasta el dinero en metal y papel viene a circulación solamente si ha sido liberado por los bancos.

    Ahora bien, los bancos ponen dinero en circulación solamente por medio de préstamos a un cierto interés. Esto significa que todo el dinero en circulación proviene de los bancos y debe algún día regresar a los bancos, incrementado con el interés.

    El banco permanece como el dueño del dinero. Nosotros somos los que solicitamos préstamos. Si alguien puede sostener su dinero por un largo período de tiempo, o aún permanentemente, otros sin embargo necesariamente están en incapacidad de cumplir con sus compromisos financieros.

    Una multiplicidad de bancarrotas, tanto de individuos como de compañías, hipotecas tras hipotecas, y una deuda pública que siempre va en incremento, son los frutos naturales de tal sistema.

    Reclamar interés sobre el dinero a medida que éste se crea es tanto ilegítimo como absurdo, antisocial y contrario a la buena aritmética. El defecto monetario es por consiguiente, tanto un defecto técnico como un defecto social.

    A medida que el país se desarrolla tanto en producción así como en población, se necesita más dinero. Pero es imposible obtener dinero nuevo sin la contratación de una deuda que, colectivamente, no puede ser pagada.

    De manera que nos quedan las alternativas ya sea de detener el desarrollo o adquirir deudas; de hundirnos en desempleo masivo o en una deuda que no se puede pagar. Y es precisamente este dilema el que está siendo sometido a debate en cada país.

    Aristóteles y luego de él Santo Tomás de Aquino, escribieron que el dinero no reproduce más dinero. Pero el banquero crea el dinero únicamente con la condición de que reproducirá más dinero. En vista que ni gobiernos ni individuos crean dinero, nadie crea el interés que reclama el banquero. Aún legalizado, el sistema de todo este asunto permanece vicioso e insultante.


    Declinación y degradación

    Esta manera de hacer el dinero del país, por medio de forzar tanto a los gobiernos como a los individuos a que se encuentren endeudados, establece una dictadura real sobre gobiernos e individuos igualmente.

    El gobierno soberano se ha convertido en signatario de las deudas de un grupo pequeño de acaparadores. Un ministro, quien representa a 25 millones de hombres, mujeres y niños, firma deudas impagables. El banquero, quien representa a un círculo que está interesado únicamente en las ganancias y el poder, fabrica el dinero del país.

    Sin sangre, los humanos no pueden sobrevivir; así que es justo el comparar al dinero con la sangre económica de la nación. El Papa Pío XI escribió en 1931, en su carta encíclica Qudragesimo Anno: “Este poder se pone particularmente irresistible cuando ejercido por aquéllos que, sostienen y controlan el dinero, también pueden gobernar el crédito y determinar su reparto, por ese razón proporcionan, por así decirlo, la sangre vital del cuerpo económico entero, y asiendo, como si estuviera en sus manos, el alma misma de la producción, para que ninguno se atreva a respirar contra su voluntad.”

    Este es un aspecto asolador de la degeneración del poder del cual el Papa dijo: los gobiernos se han rendido a sus nobles funciones y se han convertido en los sirvientes de intereses privados.

    El gobierno, en lugar de guiar al Estado, se ha convertido simplemente en un recaudador de impuestos; y una gran tajada de las rentas públicas por impuestos, la tajada más sagrada, fuera de cualquier discusión, es precisamente para el interés en la deuda nacional.

    Más aún, la legislación consiste, sobre todo, en imponer impuestos a la gente y erigir en todo lado, restricciones a la libertad.

    Estas son leyes para asegurar que los creadores del dinero sean compensados. No existen leyes para prevenir al ser humano de morirse debido a pobreza extrema.

    Con respecto a los individuos, la escasez de dinero desarrolla una mentalidad de lobos. Frente a la abundancia, solamente aquellos que tienen el muy escaso símbolo de los bienes, el dinero, tienen el derecho de girar sobre esa abundancia. Por consiguiente, tienen derecho a la competencia, la tiranía del “jefe”, contienda doméstica, etc.

    Un pequeño número aprovecha sobre todos los demás. La gran masa de gente gime, muchos en la más degradante pobreza.

    Los enfermos permanecen sin cuidado; los niños son pobres o insuficientemente alimentados; los talentos son subdesarrollados; los jóvenes no pueden ni encontrar un trabajo ni empezar un hogar y una familia; los agricultores pierden sus haciendas; los industriales van a la bancarrota; las familias luchan por salir adelante con dificultad -todo esto sin ninguna otra justificación que la escasez de dinero-. El lapicero [el teclado del ordenador] del banquero impone privaciones a la gente, esclavitud a los gobiernos.

    Con todo esto dicho, debemos dar énfasis a un punto llamativo: Es la producción la que da valor al dinero. Un montón de dinero sin los productos correspondientes no mantiene a nadie vivo, y es completamente sin valor. Así, es que son los granjeros, los industrialistas, los obreros, los profesionales, la ciudadanía organizada quienes hacen los productos, bienes y servicios. Pero son los banqueros quienes crean el dinero, basados en estos productos. Y los banqueros destinan este dinero que deduce su valor de los productos, y lo prestan a aquéllos que hacen los productos.


    Un sistema de dinero-deuda. La Isla de los Náufragos

    La manera en la cual el dinero es creado por los bancos privados como una deuda se explica bien en la parábola de Louis Even, La Isla de los Náufragos, en donde el sistema económico es claramente dividido en dos partes: el sistema productor y el sistema financiero.

    Por un lado, cinco náufragos en una isla, cada uno de los cuales produce cosas diferentes necesarias para la vida y por el otro, el banquero que les presta dinero. Para simplificar nuestro ejemplo digamos que sólo uno, a quien llamaremos Pablo, le pide prestado a nombre de la comunidad. Pablo decide, entonces, pedir prestado al banquero la cantidad suficiente para hacer funcionar la economía de la isla, digamos $100 al 6% de interés. A fin de año Pablo tiene que reembolsar el interés, o sea, $6. 100 – 6 = 94, se quedan pues $94.00 circulando en la isla. Pero la deuda de $100 permanece. El préstamo de $100 se renueva y otros $6 tienen que pagarse al término del segundo año. 94 – 6 = 88. Quedan entonces $88 en circulación. Si Pablo continúa así, pagando $6 anuales de interés, después de 1 año no habrá dinero en la isla. Pero la deuda de $100 permanecerá y el banquero estará autorizado para embargar todas las propiedades de la isla.

    La producción de la isla ha aumentado pero no así el dinero. No son los productos los que el banquero exige sino dinero. Los habitantes de la isla fabricaban productos, no dinero. Sólo el banquero tiene derecho a crear el dinero. Tal parece que Pablo no tomó una decisión adecuada al pagar anualmente el interés.

    Regresemos al principio. A finales del primer año, Pablo decide no pagar el interés, sino pedir prestado al banco para este fin aumentando con esto su deuda a $106. “No hay problema, dice el banquero, eso representa 36 centavos más de interés, es una gota sobre los $100. A fines del segundo año la deuda entonces será de $112,36. Al cabo de cinco años ésta será de $133,82 y el interés es de $7,57. “No es tan malo, dice Pablo, el interés no aumentó más de $1,57 en este tiempo”. Pero, ¿cuál será la situación al cabo de 50 años?


    Crecimiento de una deuda de $100 al 6% de interés

    La deuda aumenta relativamente poco en los primeros años, pero después lo hace muy rápidamente. Cabe notar que la deuda aumenta año con año, pero el dinero prestado (el mismo en circulación) resulta siempre el mismo. En ningún momento la deuda puede pagarse, ni siquiera a fines del primer año. Sólo hay $100 en circulación y la deuda es de $106. Y a fines del quincuagésimo año, todo el dinero en circulación ($100) tampoco es suficiente para pagar los intereses ($104,26).







    Todo el dinero circulante proviene de un préstamo y tiene que regresarse al banco aumentado con igual interés. El banquero crea el dinero y lo presta, pero hace prometer que todo ese dinero le será devuelto más los intereses, dinero que él no ha creado. (Recordemos que él sólo crea el dinero del capital). Si nadie crea el dinero para pagar los intereses, ¿cómo pagar entonces un dinero que no existe? Es entonces que las deudas se acumulan. La deuda pública está hecha de dinero que no existe, que nunca fue puesto en el mundo y que el gobierno se comprometió a reembolsar. Como se ve, resulta una negociación imposible para el deudor pero que los financieros consideran “sacrosanta” y que se obliga a respetar aún a costa de la vida de muchos seres humanos.


    Interés compuesto



    El aumento repentino de la deuda después de cierto tiempo es el resultado del interés compuesto. A diferencia del interés simple que se paga solamente sobre el capital prestado, el compuesto es el interés pagado a la vez sobre el capital y el interés no pagado que se adiciona al capital. Por ejemplo, con el interés simple, el préstamo de $100 a 6% al cabo de cinco años, daría una deuda con un total de $130, pero a interés compuesto, la misma deuda al cabo de los mismos cinco años, es la suma de la deuda del año anterior más el interés de dicho importe, o sea, un total de $133,82. Poniendo todos estos resultados en un gráfico, donde la línea horizontal que cruza el mapa está marcada en años, y la línea vertical está marcada en dólares, y conectando todos estos puntos por una línea que rastrea una curva que ilustra el efecto del interés compuesto y el crecimiento de la deuda:

    La curva es bastante plana al principio, pero entonces se vuelve inclinada, hacia arriba con el tiempo. Las deudas de todos los países siguen el mismo modelo, y está aumentando de la misma manera. Permítanos estudiar, por ejemplo, la deuda pública de Canadá.


    Deuda Pública de Canadá




    Cada año, el gobierno canadiense establece un presupuesto en el que prevé los gastos y los ingresos en los que incursionará. Si el gobierno recibe más dinero del que gasta, habrá entonces un excedente, si gasta más de lo que recibe, habrá un déficit.

    Tomemos el año fiscal 1985 – 1986 que comienza el 1° de abril y termina el 31 de marzo.

    El gobierno federal tiene gastos de $105 mil millones e ingresos de $71,2 mil millones, lo que da un déficit de $33,8 mil millones. Ese déficit representa una falta de ingresos por lo que el gobierno tiene que pedir un préstamo para cubrir la diferencia.

    La deuda federal es la suma de todos los déficit presupuestarios desde que Canadá existe (Confederación de 1867). Así que el déficit de 1986, $33,8 mil millones, se añade a la deuda del año pasado, $190,3 mil millones, dando un total de $224,1 mil millones en ese año.

    Desde la formación de Canadá en 1867 (unión de las cuatro provincias: Ontario, Québec, Nuevo Brunswick y Nueva Escocia), la deuda del país era de $93 millones. El primer gran aumento tuvo lugar durante la Primera Guerra Mundial (1914- 1918) en que la deuda pública pasó de $483 millones en 1913 a $3 mil millones en 1920. El siguiente aumento ocurrió durante la Segunda Guerra (1939 – 1945) en que la deuda pasó de $4 mil millones en 1942 a $13 mil millones en 1947. Esas dos subidas pueden explicarse por el hecho de que el gobierno tuvo que pedir prestadas importantes sumas de dinero para poder participar en ambas guerras.

    Pero, ¿cómo se puede explicar el alza fenomenal de los últimos años, en que la deuda casi se multiplicó por diez, pasando de $24 mil millones en 1975 a $224 mil millones en 1986 cuando Canadá estaba en tiempos de paz y no tuvo que pedir prestado por la guerra?

    Es el efecto del interés compuesto, como en el ejemplo de la Isla de los Náufragos. La deuda aumenta lentamente en los primeros años, pero súbitamente en los siguientes. Y la deuda del Canadá aumentó aún más rápidamente los últimos años a diferencia del ejemplo de la Isla, en donde el tipo de interés permanecía siempre a 6% mientras que en Canadá, la tasa ha variado pasando del 2% durante la Segunda Guerra Mundial a un 22% en un breve tiempo, para mantenerse ahora alrededor del 10% (los tipos de interés dados son un promedio anual; así, aunque el tipo de interés haya subido hasta un 22% en 1981, el promedio anual es de 17,72%).

    Hay una gran diferencia entre tipos de 6%, 10% o 20% cuando se habla de interés compuesto. Así, si usted pide prestado $1.00 a interés compuesto, aquí está lo que usted tendrá que pagar al cabo de 100 años:

    A 1%…………………………..$2,75

    A 2%…………………………..$19,25

    A 3%…………………………..$ 40.00

    A 10%…………………………..$13.809

    A 12%…………………………..$1.174.405

    A 18%…………………………...$15.145.20

    A 24%…………………………...$251.799.494

    A 50% no habría bastante dinero en el mundo para pagar su préstamo de $1.00.

    Existe una fórmula para saber en cuánto tiempo un importe se duplica a interés compuesto, es la “regla del 72”. Usted divide 72 por el tipo de interés escogido y eso le da el número de años. Por ejemplo, al 10% resultan 7,2 años para que se duplique el importe (72 dividido entre 10). Esto sirve para demostrar que todo tipo de interés exigido sobre dinero creado, incluso el más bajo de 1%, es usura.

    En su informe de noviembre de 1993, el Auditor General de Canadá calculó que de los $423 mil millones en deuda neta acumulada desde la época de la Confederación en 1992, sólo $37 mil millones fueron a constituir el déficit en gasto del programa. Los restantes $ 386 mil millones cubrieron lo que ha costado pedir prestado esos $37 mil millones. En otras palabras, el 91% de la deuda consistía en cargos de interés del Gobierno al haber gastado sólo $37 mil millones (8,75% de la deuda, para bienes y servicios reales.)


    La deuda pública de los Estados Unidos

    La deuda de los Estados Unidos sigue la misma curva que la de Canadá, pero con números diez veces más importantes.

    Al igual que en Canadá, las primeras alzas significativas de su deuda ocurrieron durante los períodos de guerra: Guerra Civil Americana (1861 – 1865), Primera y Segunda Guerras Mundiales. De 1975 a 1986, la deuda ha pasado de $533 mil millones a $2.125 mil millones.

    En octubre, 2005, la deuda federal alcanzó la marca de $8 billones ($26.672 para cada ciudadano americano), y está continua creciendo ferozmente fuera de control. (Durante el año fiscal 2004, los pagos de interés en la deuda federal americana eran de $321 mil millones.) Y ésa es sólo la punta del iceberg: ¡Si hay deudas públicas, hay también deudas privadas! El Gobierno Federal es el solo prestatario más grande, pero no el único prestatario en el país: hay también individuos y compañías. En los Estados Unidos, en 1992, la deuda pública era de $4 billones, y la deuda total de $16 billones, con un suministro de dinero de sólo $950 mil millones. ¡En 2006, la deuda total (estados, corporaciones, consumidores) es de más de $41 billones!

    1790: $38 millones

    1835: $65 millones

    1860: $75 millones

    1865: $1,2 mil millones

    1916: $2,7 mil millones

    1919: $25 mil millones

    1939: $40 mil millones

    1945: $253 mil millones

    1975: $258 mil millones

    1986: $2073 mil millones

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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 4. La solución: Dinero libre de deuda creado por la sociedad


    El costo de servicio por la deuda pública aumenta proporcionalmente a la deuda, ya que es un porcentaje de esta misma deuda. Para financiar la deuda, el Gobierno Federal vende los Bonos de Estado y otros bonos, la mayoría de ellos comprados por bancos hipotecarios.

    En lo que concierne a la venta de Bonos del Tesoro, el gobierno es un vendedor imbécil: no vende sus acciones a los bancos, las regala, ya que esas acciones no les cuestan nada a los bancos: no prestan dinero, lo crean. No sólo obtienen algo por nada, sinotambién sacan intereses de ello.

    Referente a esto es revelador el intercambio que tuvo lugar entre el Sr. Wright Patman, Presidente de la Cámara de los Representantes de los Estados Unidos sobre el Banco y el Numerario, y el Sr. Marriner Eccles, Presidente de la Federal Reserve Board (Banco Central de los Estados Unidos), el 30 de septiembre de 1941, relativo a la creación de 2 mil millones por la “Reserva Federal”.

    Patman:- ¿De dónde tomó usted el dinero para comprar esos $2 mil millones de obligaciones al gobierno?

    Eccles:- Lo hemos creado.

    Patman:- ¿Con qué?

    Eccles:- Con el derecho de emitir crédito, dinero.

    Patman:-¿Y no hay más soporte que el crédito del gobierno?

    Eccles:- Tenemos las acciones del gobierno.

    Patman:-Exactamente, el crédito del gobierno.

    Eso nos lleva a la pista para la solución del problema de la deuda: si las acciones se basan en el crédito del gobierno, ¿por qué el gobierno tiene necesidad de pasar por los bancos para hacer uso de su propio crédito? El banquero no es el que da el valor al dinero, sino el crédito del gobierno, es decir, de la sociedad. La única cosa que hace el banquero es esa transacción, es traer una escritura, cifras, que permiten que el país utilice su propia capacidad de producción, que haga uso de sus propias riquezas. El dinero no es otra cosa más que eso: una cifra. Una cifra que da derecho a los productores. El dinero no es más que un signo, una creación de la ley (Aristóteles). El dinero no es la riqueza, sino el signo que da derecho a la riqueza. Sin productos, el dinero no tiene ningún valor. Entonces ¿por qué pagar por cifras? ¿Por qué pagar por lo que no cuesta nada fabricar? Y ya que ese dinero se basa en la capacidad de producción de la sociedad, ese dinero también pertenece a la sociedad. Entonces ¿por qué tendría la sociedad que pagar a los banqueros por el uso de su propio dinero? ¿Por qué el gobierno no emite directamente su dinero, sin pasar por los bancos? Incluso el primer Gobernador del Banco de Canadá admitió que el Gobierno Federal tenía el derecho para emitir su propio dinero. A Graham Towers, que era Gobernador del Banco de 1935 a 1951, se le hizo la pregunta siguiente, ante el Comité canadiense de la Banca y Comercio, en la primavera de 1939:

    Pregunta: ¿Me dirá usted por qué un gobierno con poder para crear dinero, debería conceder ese poder a un monopolio privado y después pedirle prestado lo que él mismo puede crear, cargado de interés tal que nos conduce al punto de una bancarrota nacional?

    Towers: Si el parlamento quiere cambiar la forma de operar el sistema bancario, ciertamente, está en su poder hacerlo. (p.394).

    El inventor Tomas Alba Edison dijo: “Si nuestra nación puede emitir un bono de un dólar, puede emitir un billete de un dólar. El elemento que hace que el bono sea bueno, hace que el billete también sea bueno. La diferencia entre el bono y el billete, es que el bono permite a los accionistas recibir más del doble de la cantidad del bono además de un 20% adicional, mientras que el dinero no le paga a nadie más que a quienes contribuyen directamente en el sistema de manera útil. Es absurdo decir que nuestro país puede emitir 30 millones en bonos y no 30 millones en moneda. Ambas son promesas de pago, pero una engorda a los usureros y la otra ayuda a la gente. Si el dinero emitido por el gobierno no fuera bueno, entonces tampoco lo serían los bonos. Es terrible cuando el gobierno, para incrementar la riqueza nacional, prefiere endeudarse y someterse a los ruinosos cargos de interés poniéndose en las manos de hombres que controlan el ficticio valor del oro”. Aquí están algunas preguntas que los Creditistas Sociales se hacen a menudo:

    Pregunta: ¿Tiene el gobierno el poder para crear su dinero?¿Sería este dinero tan bueno como el de los bancos?

    Respuesta: El gobierno tiene ciertamente el poder para crear y emitir su propio dinero, dado que ha sido el Gobierno Federal quien le ha otorgado este poder a los bancos. El que el gobierno haya rechazado este privilegio y se lo haya otorgado a los bancos es el mayor grado de imbecilidad. De hecho es el primer deber de cada gobierno soberano emitir su propia moneda, pero actualmente los gobiernos injustamente, se lo han otorgado a las corporaciones privadas. El primer país en hacerlo fue Gran Bretaña en 1694. Tanto en Canadá como en los Estados Unidos esto sucedió en 1913.


    Sin peligro de inflación

    Pregunta: ¿No hay peligro de que el gobierno pueda hacer mal uso de este poder y emitir grandes cantidades de dinero resultando esto en inflación? ¿No es preferible que el gobierno delegue este poder a los banqueros para salvaguardarlo del capricho de los políticos?

    Respuesta: El dinero emitido por el gobierno no debe ser más inflacionario que el creado por los bancos, deben ser las mismas cifras basadas en la misma producción del país. La única diferencia es que el gobierno no permitiría la deuda ni el pago de interés para lograr obtener dichas cifras. Al contrario, la primera causa de inflación es precisamente el dinero creado como deuda por los bancos: inflación significa el incremento de los precios. La responsabilidad de las corporaciones y gobiernos que piden prestado para poder pagarle a los bancos más dinero del que estos han creado, obliga a las compañías a incrementar el precio de sus productos y a los gobiernos a aumentar los impuestos. ¿Cuál es el medio utilizado por el Gobernador actual del Banco Central para luchar contra la inflación? Precisamente lo que la incrementa, el aumento de las tasas de interés. Es tratar de extinguir el fuego vertiendo gasolina sobre él. Es obvio que si el Gobierno Canadiense decidiera emitir su propio dinero, sin límites, de acuerdo a los caprichos de los políticos, sin ninguna relación con la producción actual, también se produciría inflación. Y esto no es para nada lo que proponen los Creditistas Sociales.


    Una contabilidad precisa

    Pregunta: ¿Cómo podría llevarse esto a cabo?

    Respuesta: Dándole al dinero su propia función, que no es otra cosa que el ser una simple cifra, un “boleto”, que representa los productos, no otra cosa más que simple contabilidad. Y dado que no es otra cosa que un sistema contable, lo único que hay que hacer es llevar una contabilidad precisa. El gobierno nombraría una comisión de contadores, un organismo independiente llamado Oficina Nacional de Crédito (podría ser el Banco Central quien se encargara de esto al ser nombrado por el gobierno) quien estaría a cargo de llevar esta contabilidad, en donde el dinero no sería más que el reflejo, la expresión exacta de la realidad de la economía, la producción expresada en logros y el consumo en obligaciones. Dado que no podemos consumir más de lo que se produce, las obligaciones nunca podrían exceder los logros y el déficit y la deuda serían imposibles. En la práctica funcionaría de la siguiente manera: el nuevo dinero sería emitido por la Oficina Nacional de Crédito en la medida en que los productos son fabricados y se retiraría de la circulación en la medida en que son consumidos (comprados). Así no habría problema de tener más dinero que productos sino que habría un constante balance entre ambos, el dinero siempre mantendría su mismo valor y la inflación sería imposible. El dinero no sería emitido de acuerdo a los caprichos del Gobernador ni de los contadores, dado que esta comisión actuaría de acuerdo a los hechos basándose en la producción y el consumo. La mejor forma de prevenir el alza de los precios es bajarlos. La mejor manera de prevenir un incremento en el precio es el bajar los precios. Y el Crédito Social también propone un mecanismo para bajar los precios al menudeo llamado “descuento compensatorio” que le permitiría a los consumidores comprar toda la producción disponible al rebajar los precios mediante un descuento a determinado porcentaje para que el total de los precios al menudeo de todos los productos en venta igualara el total del poder de compra disponible para el consumidor. Este descuento sería posteriormente reembolsado a los detallistas por la Oficina Nacional de Crédito. (Esto lo explicaremos en las siguientes lecciones)


    No más problemas financieros

    Pregunta:¿Qué pasaría si el gobierno emitiera su propio dinero para saldar las necesidades de la sociedad?

    Respuesta: Automáticamente sería capaz de pagar por todo lo que se produce en el país y ya no se vería obligado a pedir prestado a gobiernos extranjeros ni a las instituciones financieras domésticas. Los únicos impuestos que la gente pagaría serían por los servicios recibidos. No tendríamos que pagar tres o más veces el precio de los desarrollos públicos debido al cargo de interés. Cuando se necesitara un nuevo proyecto, el gobierno ya no se preguntaría: “¿Tenemos dinero para pagarlo?” sino ¿Qué materiales y trabajadores requerimos para hacerlo? Y automáticamente se emitiría el dinero necesario para llevar adelante esta nueva producción. Entonces los ciudadanos podrían vivir de acuerdo a sus medios reales, a sus medios físicos, las posibilidades de producción. En otras palabras, todo lo que es físicamente posible debería ser financieramente posible. No habría más problemas económicos, el único límite sería el de la capacidad productiva del país. El gobierno debería ser capaz de financiar todos los desarrollos y programas sociales requeridos por la población que sean físicamente factibles. Bajo el presente sistema de dinero-deuda, si la deuda fuera pagada a los banqueros, no habría dinero en circulación, creando una depresión infinitamente peor que cualquiera del pasado. Permítanos citar de nuevo el intercambio entre Messrs. Patman y Eccles ante la Oficina de la Banca y Comité del Dinero, del 30 de septiembre de 1941:

    Patman: -Usted declaró que la gente debería pagar sus deudas en lugar de gastar su dinero. ¿Usted se acuerda de esa declaración, supongo?

    Eccles: -Era en relación con las compras a plazos.

    Patman: - ¿Cree usted que la gente debería pagar sus deudas cuando puedan, generalmente?

    Eccles: -Pienso que eso depende en gran parte del individuo; pero, si no hubiera deuda en nuestro sistema monetario…

    Patman: -Es la pregunta que yo quería hacerle.

    Eccles: -No habría más dinero.

    Patman: -Supongamos que todo el mundo paga sus deudas, ¿no habría más dinero para hacer marchar los negocios?

    Eccles: -Exacto.

    Patman: - Dicho de otro modo nuestro sistema está basado completamente en la deuda.


    ¿Cómo se puede esperar salir de la deuda cuando todo el dinero para pagarla es creado ya como tal? El equilibrio del presupuesto es una camisa de fuerza absoluta. Lo que hay que equilibrar, es la capacidad de pagar con la capacidad de producir, pero no con la capacidad de tasar. Ya que la capacidad de producir es la real, la capacidad de pagar es la que hay que ajustar a la capacidad de producir: hacer financieramente posible lo que es físicamente realizable.


    Reembolso de la deuda

    Saldar una deuda es simple justicia, si esta deuda es justa. En el caso contrario, sería un acto de debilidad. En el caso de la deuda pública, la justicia es no hacer deuda, sin dejar de desarrollar el país. Primeramente, dejar de crear deudas, y para la ya existente las solas obligaciones que habría que reconocer serían las de los ahorradores, de los que no tienen el poder de crear el dinero. La deuda disminuiría al correr de los años, a medida que las obligaciones vencieran. El gobierno satisfaría integralmente las deudas cuyo origen representa un desembolso efectivo de parte del acreedor: obligaciones adquiridas por los individuos, pero no las obligaciones adquiridas por el banquero con dinero creado, que no son más que deudas ficticias, creadas con un plumazo [o tecleo en el ordenador]. En cuanto a las deudas del Tercer Mundo son, en esencia, deudas a los bancos que han creado todo el dinero que han prestado a esos países, entonces esos mismos países no tendrían que reembolsar ningún interés, y sus deudas se verían borradas por decirlo así. Los bancos no perderían nada, ya que ellos mismos fueron los que crearon ese dinero que no existía antes.


    El control social del dinero

    San Luis, Rey de Francia, fue quien dijo: “La primera obligación de un rey es acuñar dinero cuando sea necesario para la vida económica sólida de sus vasallos”.

    No es del todo necesario, tampoco se debe recomendar, que los bancos sean abolidos o nacionalizados. El banquero es un experto en contabilidad e inversión; muy bien puede continuar recibiendo e invirtiendo los ahorros con ganancias, tomando su parte de las ganancias. Pero la creación del dinero es un acto de soberanía que no debería dejarse en manos de un banco. La soberanía debe ser retirada de las manos de los bancos y devuelta a la nación. El dinero en libros es bueno, un invento moderno que se debe mantener. Pero en lugar de su procedimiento con un lapicero privado [u ordenador privado], en la forma de una deuda, estas cifras, que sirven como dinero, deberían venir del lapicero [u ordenador] de un organismo nacional, en una forma de dinero destinado para servir a la gente.

    Por lo tanto, nada debe voltearse en el campo de la propiedad o la inversión. No debe existir la necesidad de abolir el dinero actual y reemplazarlo con otros tipos de dinero. Todo lo que se necesita es que un organismo monetario social añada suficiente del mismo tipo de dinero a los dineros que ya existen, de acuerdo con las posibilidades del país y con las necesidades de la población. Uno debe parar de sufrir privaciones cuando existe todo lo necesario en el país para proporcionar comodidad a cada hogar.

    La cantidad de dinero debe medirse de acuerdo con la demanda de los consumidores por los bienes útiles y posibles.

    Por lo tanto, los productores y consumidores en conjunto, toda la sociedad, es la que al producir bienes frente a las necesidades, deberá determinar la cantidad de dinero nuevo que un organismo, actuando en el nombre de la sociedad, deberá poner en circulación de tiempo en tiempo, de acuerdo con el desarrollo del país.

    Así, la gente recuperaría su derecho a vivir unas vidas completas, de acuerdo con los recursos del país y las grandes posibilidades de la producción moderna.


    ¿Quién es el dueño del nuevo dinero?

    Por lo tanto, el dinero deberá ser puesto en circulación de acuerdo al nivel de producción y según lo dicten las necesidades de distribución.

    -”¿Pero a quién le pertenece este nuevo dinero cuando entre en circulación en el país?”.

    - “Este dinero le pertenece a los ciudadanos mismos. No le pertenece al gobierno, que no es el dueño del país, sino solamente el protector de un bien común; tampoco le pertenece a los contadores del organismo nacional monetario: como los jueces, ellos llevan a cabo una función social y son remunerados por sus servicios, de acuerdo con la ley, por la sociedad”.

    -”¿A cuáles ciudadanos?”.

    - “A todos. Este dinero no es un salario. Es un dinero nuevo inyectado al público, para que la gente como consumidores puedan obtener bienes que ya han sido hechos o que sean fácilmente realizables, los mismos que están esperando solamente el poder adquisitivo suficiente por estos bienes para producirlos.

    Uno no puede imaginarse ni por un momento que el dinero nuevo, que proviene de manera gratuita de un organismo social, solamente pertenezca a uno o a unos pocos individuos en particular.

    Con toda imparcialidad, no existe otra manera de poner este dinero nuevo en circulación que por medio de la distribución equitativa entre todos los ciudadanos sin excepción. Tal participación también hace posible que se logre el máximo beneficio del dinero, ya que llega a cada rincón de la tierra.

    Supongamos que el contador que actúa en nombre de la nación encuentra necesario emitir mil millones más, a fin de cumplir con las últimas necesidades del país. Esta emisión podría tomar la forma de dinero en libros, la inscripción de cifras en libros de contabilidad, como el banquero lo hace hoy en día.

    En vista de que hay veinticinco millones de canadienses y un billón de dólares que compartir, cada ciudadano recibiría cuarenta dólares. Así, el contador registraría cuarenta dólares en cada cuenta de los ciudadanos. Tales cuentas individuales podrían fácilmente ser supervisadas por parte de las oficinas postales de correo, o por sucursales del banco que es de propiedad de la nación.

    Esto es el dividendo nacional. Cada ciudadano tendría cuarenta dólares extra para su propio crédito, en una cuenta que crearía el dinero. Este dinero podría haberse creado y puesto en circulación por el organismo monetario nacional, una institución especialmente establecida para este propósito mediante una ley del Parlamento”.


    A cada uno el dividendo

    Siempre que sea necesario aumentar la cantidad de dinero en un país, cada hombre, mujer y niño, sin importar su edad, recibiría su parte de la nueva etapa de progreso que hace que el nuevo dinero sea necesario.

    Esto no representa pago por un trabajo realizado sino un dividendo para cada uno, para su participación en un capital común. Si existe propiedad privada, existe también propiedad comunitaria que todos poseen de la misma manera.

    Aquí está un hombre que no tiene nada más que los trapos con los que se cubre. No tiene comida con qué alimentarse, ni un centavo en su bolsillo. Yo le puedo decir a él:

    -”Mi querido compañero, usted piensa que es pobre, pero usted es un capitalista que posee un gran número de cosas de la misma manera que yo y el Primer Ministro poseemos. Las cascadas de la provincia, los bosques de la corona, son suyos, así como también son míos y fácilmente le pueden proporcionar un ingreso anual.

    La organización social, que hace posible que nuestra comunidad produzca cien veces más y mejor que si viviéramos aislados, es suya así como mía, y debe tener algún valor para usted como lo tiene para mí.

    La ciencia, que hace que la industria esté en capacidad de multiplicar la producción casi sin trabajo humano, es una herencia que ha sido transmitida a cada generación, una herencia que continuará creciendo; y, usted que es un miembro de esta generación así como yo lo soy, tendría una participación en este legado, exactamente como yo.

    Si usted es pobre y está desnudo, mi amigo, es porque su parte le ha sido robada y puesta bajo cerradura y llave. Cuando usted no tiene alimentos, no es debido a que el rico se come todo el grano de la tierra, es porque su parte se encuentra estancada en los silos de trigo. A usted se le ha privado de los medios para obtener ese grano.

    El dividendo del Crédito Social se asegurará que usted reciba su parte, o por lo menos una gran parte de ella. Una mejor administración, libre de la influencia de los financistas y que se encuentre en capacidad para enfrentar a estos explotadores de hombres, hará lo posible para que usted obtenga el resto.

    Es también a través de este dividendo que usted será reconocido como un miembro de la especie humana, en virtud de lo cual usted tiene derecho a compartir los bienes de este mundo, por lo menos la porción necesaria para ejercer su derecho para vivir”.


    ¿DEBE EL DINERO RECLAMAR INTERÉS?

    Creemos que no hay nada más en el mundo que se preste a tanto abuso como el dinero. No es porque el dinero en sí mismo sea malo. Al contrario, el dinero es probablemente el más grande invento creado por el hombre ya que hace flexible el intercambio comercial, favorece la comercialización de bienes y facilita la vida en sociedad. Pero colocar al dinero en un altar es idolatría. Hacer del dinero un ser con vida que le da nacimiento a dinero nuevo no es natural. El dinero no engendra dinero, como Aristóteles, el filósofo griego dijo. Sin embargo, ¿cuántos contratos se establecen – contratos entre individuos, entre gobiernos y acreedores, que estipulan que el dinero debe engendrar dinero, o si no, tanto propiedades como libertades serán confiscadas?

    Poco a poco se ha venido haciendo efectiva la teoría y especialmente en la práctica, que el dinero debe producir interés. Y a pesar de que todas las enseñanzas cristianas al respecto son contrarias, tal práctica se ha difundido tanto que, para no perderse en la furiosa competencia sobre la fertilidad del dinero, todos deben aceptar, actualmente, que es muy natural que el dinero engendre dinero. La Iglesia no ha abrogado sus leyes antiguas, pero le ha sido materialmente imposible insistir en su aplicación. Los métodos utilizados para financiar la Segunda Guerra Mundial en la que fuimos los acólitos de Churchill, Roosevelt y Stalin para “defender a la Cristiandad”, solemnemente consagraron la regla de que el dinero, aún si era tirado al mar o a las llamas de la ciudad, debía generar interés. Nos referimos aquí a los bonos Victoria que financian la destrucción, que no producen nada pero que igualmente deben generar interés.


    Interés y dividendos

    Para que nuestros lectores no se pasen el tiempo pensando que sus ahorros son colocados en la industria o en instituciones de préstamo, hagamos algunas distinciones.

    Si el dinero no se puede incrementar a sí mismo, hay cosas que sí puede comprar y que lógicamente producirán desarrollos.

    Yo aparto $5.000 para comprar una granja, o animales, semillas, árboles o maquinaria. Con trabajo inteligente lograré que estas cosas produzcan otras. Los $5.000 fueron una inversión. Por sí mismos no hubieran producido nada, pero gracias a ese dinero fui capaz de obtener lo necesario para producir algo más. Supongamos que no cuento con esta cantidad pero mi vecino sí y no la necesita durante las siguientes semanas así que me la presta. Considero propio mostrarle mi agradecimiento permitiéndole tener una pequeña parte de los productos que generaré gracias al capital productivo que obtuve. Es mi trabajo lo que hace que este capital sea útil. Pero el capital por sí mismo representa trabajo acumulado. Ahora somos entonces dos cuyas actividades – pasadas para él, presentes para mí– propiciarán la aparición de la producción. El hecho de que él haya esperado para poder reclamar su parte de la producción con el dinero que recibió como recompensa por su trabajo me permitió a mí obtener los medios de producción que de otro modo no habría podido lograr. Por tanto, somos capaces de dividirnos los frutos de esta colaboración entre ambos. Sólo queda por determinar, mediante un acuerdo y de manera equitativa, la parte de la producción que es debida al capital. Lo que mi prestamista obtendrá en este caso es, estrictamente hablando, un dividendo (dividimos los frutos de la producción). El dividendo es perfectamente justificable cuando la producción es fructífera. Esta no es exactamente la idea a la que uno normalmente asocia la palabra “interés”. El interés es un reclamo hecho por el dinero, únicamente en función del tiempo e independientemente de los resultados del préstamo. Aquí tengo $1.000 que invierto en bonos federales, provinciales o municipales. Si compró bonos al 4% de interés, deberé obtener $40por año, tan cierto como que la tierra gira alrededor del sol durante este mismo lapso de tiempo. Aún si el capital es utilizado sin utilidad alguna, debo obtener mis $40. Ese es el interés. No hay nada que justifique este reclamo, pero ya se ha vuelto costumbre. No se basa en ningún principio. Pero sí hay justificación para el dividendo, dado que está subordinado al crecimiento de la producción. No hay justificación para el interés en sí mismo pues está disociado de la realidad, está basado en la idea errónea de la generación periódica y natural de dinero.


    Inversiones indirectas

    En la práctica, quien trae dinero al banco, indirectamente lo pone en la industria productiva. Los banqueros son prestamistas profesionales y el depositante les pasa su dinero porque son capaces de cuidarlo por él y manejarlo mucho mejor.

    El pequeño interés que el banco le acredita al depositario de vez en cuando, aún a tasas fijas, es, de hecho, un dividendo, una parte del ingreso que el banquero obtiene a partir de actividades productivas, con la ayuda de los prestatarios.


    Inversiones anónimas

    De paso, digamos algo sobre la moralidad de las inversiones.

    Mucha gente no se preocupa en lo más mínimo con respecto a la utilidad o nocividad de las actividades que su dinero financiarán. En la medida en que produzca utilidades, dicen que está bien. Y mientras más utilidades, mejor la inversión. Un pagano no razonaría de diferente modo.

    Si el propietario de una casa no tiene el derecho de rentarla como burdel, aunque esto le representara grandes utilidades, el ahorrador no tiene más derecho de colocar sus ahorros en empresas dedicadas a arruinar las almas, aunque dichas empresas les llenarán sus bolsillos de dinero.

    Sería preferible para el banquero y el empresario estar disociados. La pequeña industria de antes era mucho más sólida y sana: el financiero y el empresario eran la misma persona. El vendedor de la esquina se encuentra en la misma situación. Las cadenas comerciales no. Las cooperativas, asociaciones de gente, guardan la relación entre el uso del dinero y su dueño y tienen la ventaja de hacer posibles empresas que excedan los recursos de un solo individuo.


    El crecimiento del dinero

    Regresemos al inicio de la pregunta: ¿debe el dinero reclamar interés? Y nos inclinamos a responder: el dinero debe reclamar dividendos cuando da frutos. No de otro modo.

    Con los contratos no sucede nada diferente, si el granjero debe pagar intereses aunque no reciba la cosecha de ese año, si los granjeros del occidente de Canadá deben cubrir obligaciones al 7%, cuando los financieros que dirigen al mundo provocan la caída de los precios a un tercio de lo que estaban antes, esto no cambia nada del principio. Simplemente prueba que se ha sustituido la realidad por el engaño. Pero si el dinero puede reclamar dividendos cuando hay un incremento en la producción, este aumento debe crear automáticamente un incremento en el dinero. De otro modo, aunque el dividendo sea perfectamente justificable, sería imposible su distribución sin afectar a la gente de quien se ha tomado. Estaba diciendo en las líneas anteriores que, gracias a los $5.000 que me permitieron comprar lo necesario para incrementar mi producción, el prestamista tiene derecho a reclamar su parte de mis buenos resultados. Esto es muy fácil de hacer si le permito tener una parte de mi producción. Pero si lo que tengo que darle es dinero, entonces las cosas cambian. Si no hay incremento en el dinero del público, mi gran producción crea un problema: mayor oferta de bienes, pero sin dinero suficiente para comprarlos. Tendría éxito si desplazara a otro comerciante, pero entonces él sería la víctima. Alguien me dirá que los $5.000 han contribuido al incremento del dinero en circulación. Así es, pero debo regresar ese dinero, más lo que yo llamo un dividendo y otros llaman interés. Entonces el problema no está arreglado. Y en nuestro sistema económico no lo estará. Para que el dinero aumente, es necesario que el banco – el único lugar donde el nuevo dinero es creado – le preste a alguien más. Pero al hacer esto, exige un pago que también será incrementado y seguirá creciendo la bola de nieve. El sistema de Crédito Social solucionaría este problema al arreglar muchos otros. El dividendo es algo legítimo, normal y lógico, pero el sistema actual no permite hacerlo sin perjudicar a alguien más.


    Nuestro Señor arroja a los cambistas del Templo

    De hecho, el único pasaje en la Biblia donde se menciona que Jesús usó su fuerza, fue cuando arrojó a los cambistas del Templo utilizando látigos y tirando sus mesas (C.f. Mt 21, 12-13 y Mc 11,15-19) precisamente porque estaban prestando dinero a interés. En aquel tiempo existía una ley que decía que tanto el diezmo como los impuestos del Templo podían pagarse únicamente bajo una cierta moneda llamada “el medio siclo del santuario”, de la que los cambistas se las habían arreglado para obtener el monopolio. Existían diferentes monedas en ese tiempo, pero la gente tenía que obtener esta moneda en particular para pagar el impuesto del Templo. Más aún, las palomas y los animales que llevaban para el sacrificio únicamente podían comprarse con esta moneda que los cambistas canjeaban a los peregrinos, pero a un costo dos veces más elevado que el normal. Así que Jesús tiró sus mesas y dijo: “Mi casa es casa de oración, pero ustedes la han convertido en guarida de ladrones.”


    La enseñanza de la Iglesia

    La Biblia contiene diversos textos que claramente condenan el préstamo de dinero a interés. Más aún, más de 300 años antes de Cristo, el gran filósofo griego Aristóteles también lo condenó, señalando que “el dinero, siendo naturalmente infértil, es absurdo pretender que genere más dinero”. Los Padres de la Iglesia, desde tiempos remotos, siempre denunciaron inequívocamente, la usura. Santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica (2,2, Q.78) resumió la enseñanza de la Iglesia al respecto

    “Está escrito en el libro de Éxodo (22,24) “Si prestas dinero a alguien de mi gente que es pobre, no seas duro con ellos extorsionándolos, ni los oprimas con usura.” Quien se vale de la usura para prestar dinero actúa injustamente, ya que está vendiendo lo que no existe y tal acción evidentemente constituye una desigualdad y consecuentemente, una injusticia… De lo que sigue, por tanto, que es un error en sí mismo, poner un precio (usura) por el uso del dinero prestado y es en el caso de otras ofensas contra la justicia que es deber de uno el restituir el dinero así injustamente adquirido.”

    En respuesta al texto en el Evangelio de la parábola de los talentos (Mt. 25,14-30 y Lc 19,22-27) que a simple vista parecen justificar el interés (“Siervo malo y perezoso… ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco para que lo hubiera recobrado con intereses a mi llegada?”) Santo Tomás de Aquino escribe: “El interés mencionado en el Evangelio debe tomarse en sentido figurado; se refiere a los bienes espirituales adicionales que Dios nos pide, quien quiere que nosotros siempre hagamos un mejor uso de los talentos que nos ha confiado, siendo esto para nuestro beneficio y no para el Suyo.” Así que este texto del Evangelio no puede justificar el interés; como Santo Tomás dice, “un argumento no puede basarse en expresiones figurativas.”

    Otro pasaje de la Biblia que presenta dificultades es Deuteronomio 23,20-21: “No exigirás interés de tu hermano sobre un préstamo de dinero, o alimento, o cualquier otra cosa. Le pedirás interés al extranjero pero no a tu hermano.” Santo Tomás explica: “A los judíos se les prohibía pedir interés a sus “hermanos”, esto es, a otros judíos; exigir interés sobre un préstamo a cualquiera es malo, estrictamente hablando, ya que uno debe considerar a todo hombre como “su prójimo y su hermano”, especialmente de acuerdo a la ley evangélica que debe regir a la humanidad. Así que el salmista, hablando del hombre justo, dice sin reservas “quien no presta su dinero a usura” (14,4) y Ezequiel (18,17) “un hijo que no acepta interés o usura”. Si a los judíos se les permitía pedir interés a los extranjeros, escribió Santo Tomás, era para evitar un mal mayor, por miedo a que pudieran cargar con intereses a otros judíos, los adoradores del verdadero Dios. San Ambrosio, comentando sobre el mismo texto, le da a la palabra “extranjeros” el significado de “enemigos” y concluye: “Uno debe buscar interés de aquel a quien legítimamente quiere dañar.”

    San Ambrosio también dijo: “¿Qué es la usura, sino el asesinar a un hombre?” San Juan Crisóstomo: “Nada es más vergonzoso o cruel que la usura.” San Leon: “La avaricia que clama obligar al prójimo a hacerle un bien mientras que se le engaña es injusta e insolente… Aquel quien, entre las otras reglas de piadosa conducta, no preste su dinero a usura, gozará del descanso eterno… mientras que los que se enriquecen en detrimento de los otros, en cambio, vivirán la eterna condenación.” En 1311, en el Concilio de Viena, el Papa Clemente V declaró nula e inválida toda legislación secular a favor de la usura, y “todo aquel que caiga en el error de obstinadamente mantener que la usura no es pecaminosa, deberá ser castigado por hereje.”


    Vix Pervenit

    El 1 de noviembre de 1754, el Papa Benedicto XIV emitió una carta encíclica Vix Pervenit, dirigida a los Obispos de Italia, referente a los contratos, en donde la usura, o préstamo de dinero con interés está claramente condenada. El 29 de julio de 1836, el Papa Gregorio XVI hizo extensiva esta encíclica a toda la Iglesia:”La clase de pecado llamado usura, que recae en un préstamo, consiste en el hecho de que alguien, bajo la excusa del mismo préstamo – que por naturaleza requiere que sea devuelto en la misma cantidad en la que se recibió – exige recibir más de lo debido, conservando consecuentemente de este modo, una utilidad. Es por esta razón que cualquier ganancia de este tipo es ilícita y usurera.

    Y para no poner sobre uno mismo esta nota infame, es inútil decir que la ganancia no es excesiva sino moderada, que no es grande sino pequeña… Para objeto de la ley, es necesaria la igualdad entre lo que se prestó y lo que se devuelve… Consecuentemente, si alguien recibe más de lo que prestó, está obligado por la justicia conmutativa a la restitución…”.

    La enseñanza de la Iglesia sobre esta materia es bastante clara, pero, tal y como Louis Even escribió: “A pesar de toda la enseñanza cristiana señalando lo contrario, la práctica se ha abierto tanto camino, que para no perderse en la competencia furiosa sobre la fertilidad del dinero, todos tenemos que comportarnos como si fuera natural que el dinero engendre dinero. La Iglesia no ha abrogado sus leyes, pero le ha resultado imposible insistir en su aplicación.” Al respecto es interesante considerar la experiencia de los bancos islámicos: el Corán, -su libro sagrado- prohibe la usura, tal como lo hace la Biblia católica. Pero los musulmanes toman sus palabras seriamente y han establecido desde 1979 un sistema bancario que se conforma con las leyes del Corán: los bancos islámicos no cargan interés ni sobre sus cuentas corrientes ni sobre sus depósitos. Ellos invierten en negocios y le dan la parte de las ganancias a los depositantes. Este no es un sistema de Crédito Social implementado en su totalidad pero, por lo menos, es más que un valioso intento para poner al sistema bancario de acuerdo con las leyes morales.

  6. #6
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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 5. La falta crónica del poder de compra. El dividendo


    Financiar la producción no es suficiente. Los bienes y servicios deben llegar a quienes los necesitan. De hecho, la única razón para la existencia de la producción es satisfacer las necesidades. La producción debe ser distribuida. ¿Cómo es distribuida actualmente y cómo lo sería bajo un sistema de Crédito Social? Actualmente, los productos se ponen a la venta bajo ciertos precios. Quienes tienen el dinero los compran pagando por ellos la suma requerida. Este método le permite a quienes pueden pagar, comprar los bienes. El Crédito Social no cambiaría este método de distribución para nada ya que es flexible y bueno – siempre y cuando, los individuos que tienen las necesidades tengan también el suficiente poder adquisitivo para satisfacerlas. El poder adquisitivo en las manos de quienes tienen las necesidades: es precisamente aquí que el sistema actual es defectuoso y es este defecto el que pretende corregir el Crédito Social. Cuando la producción es financiada, funciona. Cuando funciona, distribuye el dinero que es usado para financiarla. El dinero es así distribuido en forma de salarios, ganancias y dividendos industriales que constituyen el poder de compra de quienes reciben estas compensaciones. Pero hay algunas fallas en el presente sistema:

    1. La industria nunca distribuye el poder de compra en la misma tasa o proporción en la que genera los precios.

    2. La industria nunca distribuye el poder de compra a todos. Solo lo distribuye a aquellos que están empleados en la producción.

    Aún si los bancos no cargaran interés, en ningún momento la cantidad de dinero disponible sería suficiente para pagar el total de la producción del país pues el poder de compra de la comunidad no sería suficiente para hacerlo. Los economistas sostienen que la producción automáticamente financia el consumo; esto significa que los sueldos y salarios distribuidos a los consumidores son suficientes para comprar todos los bienes y servicios disponibles. Pero los hechos prueban exactamente lo contrario. El ingeniero escocés Clifford Hugh Douglas fue el primero en demostrar este recorte crónico del poder de compra y lo explicó de esta forma:

    A no puede comprar » A +B

    El productor debe incluir todos los costos de producción en el precio de su producto. Los salarios distribuidos a los empleados (los que pueden ser etiquetados por cuestiones de conveniencia como pagos “A”) son únicamente una parte del costo del precio del producto. El productor tiene otros costos además de los salarios (etiquetados como pagos “B”) que no son distribuidos en forma de sueldos y salarios, tales como pagos de materia prima, impuestos, cargos bancarios, cargos por depreciación, (para reemplazar la maquinaria), etc.

    El precio al menudeo debe incluir todos los costos: salarios (A) y otros pagos (B), por lo que el precio al menudeo debe ser, por lo menos, la suma de A y B. Entonces, es obvio que los salarios (A) no pueden comprar la suma de todos los costos (A+B), lo que demuestra que hay un recorte crónico del poder de compra en el sistema actual.

    Existen más razones para este déficit entre los precios y el poder de compra: En primer lugar, la industria nunca distribuye el poder de compra en la misma tasa o proporción en la que genera los precios.

    Cuando un producto terminado es puesto en el mercado, viene ya etiquetado con un precio. Pero parte del dinero incluido en este precio fue probablemente distribuido seis meses o un año antes. Otra parte se distribuirá únicamente hasta que el producto se venda y el comerciante obtenga su ganancia. Otra parte se distribuirá en diez años (probablemente) cuando el desgaste de la maquinaria se haga evidente en el precio – al ser reemplazada por maquinaria nueva, etc.

    Hay individuos que reciben el dinero pero no lo gastan. Este dinero está incluido en los precios, pero no es el poder de compra de quienes necesitan los bienes. El pago de los préstamos a corto plazo y el sistema fiscal actual hacen mayor aún la brecha entre los precios y el poder de compra. De aquí la acumulación de productos, el desempleo y demás inconvenientes.

    Algunas personas podrían decir que los negocios cancelaron con pagos “B” (aquéllos que proporcionaron la materia prima, maquinaria, etc.) los pagos de sueldos a sus propios empleados, y parte de éstos pagos “B” por consiguiente se vuelven pagos “A”. Esto no cambia nada a lo antes mencionado: éste simplemente es un sueldo distribuido en otro paso o estadio de la producción, y este pago “A” no puede distribuirse sin ser incluido en el precio, el cual no puede ser menor que A + B; el déficit todavía esta allí.

    Si uno intenta aumentar sueldos y salarios, los aumentos del sueldo serán incluidos automáticamente en los precios, y no solucionará nada. (Puede compararse a un perro que corre detrás de su cola.) Para poder comprar toda la producción, se necesita de un ingreso adicional que venga de una fuente que no sea de sueldos y salarios, un ingreso por lo menos equivalente a B. Esto es lo que el dividendo del Crédito Social haría, dándolo todos los meses a cada ciudadano en el país. (Este dividendo se financiaría con nuevo dinero creado por la nación, y no por el dinero de los contribuyentes.)


    Lo que ha permitido que el sistema persista

    Sin esta otra fuente de ingreso (el dividendo), debería existir, al menos en teoría, una creciente montaña de bienes no vendidos. Pero si todos los bienes se venden, se debe a que, en su lugar, tenemos una creciente montaña de deuda. Dado que la gente no tiene suficiente dinero, los vendedores deben motivar las compras a crédito para poder vender sus productos. Pero esto no es suficiente para salvar la brecha en el poder de compra.

    Así que también existe una creciente tensión con respecto a la necesidad de trabajos para distribuir los salarios sin incrementar la cantidad de los bienes disponibles para la venta, tales como los trabajos públicos (construcción de puentes o caminos), industrias de guerra (submarinos, tanques, etc.)

    Pero tampoco así hay suficiente. Por lo que cada país hará lo posible para lograr un “favorable balance comercial”, esto es, exportar, venderles a otros países más bienes de los que recibe para obtener de ellos el dinero que escasea en los hogares de la población para poder comprar sus propios productos. Sin embargo, es imposible para todas las naciones tener un “favorable balance comercial”. Si algunos países logran exportar más bienes de los que importan, debe haber, necesariamente, otros que reciben más bienes de los que exportan. Pero ningún país desea estar en esa posición, por lo que se originan conflictos comerciales entre las naciones que pueden degenerar en conflictos armados.

    Así que, como último recurso, los economistas han descubierto un nuevo mercado de exportación, un lugar al que podemos enviar todos nuestros bienes sin que se nos regresen, un lugar donde no hay habitantes: la luna, el espacio exterior. Algunos países gastarán miles de millones de dólares para construir cohetes que irán a la luna y a otros planetas; todo esto mediante el inmenso desperdicio de recursos para generar salarios que serán utilizados para comprar la producción remanentes en nuestros países. ¡Nuestros economistas están ya verdaderamente en la luna!


    El progreso reemplaza la necesidad del trabajo humano

    La segunda falla en el presente sistema es que el sistema de producción no distribuye el poder de compra a cada uno. Lo distribuye sólo a quienes están empleados en la producción. Y mientras más máquinas son utilizadas en la producción, menos horas hombre se requieren. La producción aumenta pero el empleo decrece. Así que hay un conflicto entre el progreso, que elimina la necesidad de trabajo humano, y el sistema, que distribuye el poder de compra únicamente a quien está empleado. Pero todos tienen el derecho a la vida. Y todos tienen derecho a satisfacer las necesidades básicas para vivir. Los bienes terrenos fueron creados por Dios para todos los hombres y no sólo para quienes estuvieran empleados o tuvieran posibilidades de serlo. Esto es lo que el Crédito Social haría y es lo que precisamente el sistema actual no hace. Sin molestar al sistema de pagos por el trabajo, distribuiría a cada individuo un ingreso periódico, llamado “dividendo social” – un ingreso ligado al individuo como tal y no al empleo.


    Todos los bienes de la tierra fueron creados para todos

    Ésta es la forma más directa y concreta de garantizar a cada ser humano el ejercicio de su derecho fundamental a una porción en los bienes de la tierra. Cada persona posee este derecho - no como un empleado en la producción, sino simplemente como un ser humano.

    El Papa Pío XII en su intervención radial de Pentecostés el 1 de junio de 1941 dijo lo siguiente:

    “Los bienes materiales han sido creados por Dios para cubrir las necesidades de todos los hombres y deben estar a la disposición de todos ellos, como lo requiere la justicia y la caridad.

    Efectivamente, cada hombre como un ser con raciocinio, tiene por naturaleza el derecho fundamental de hacer uso de los bienes materiales de la tierra, a pesar de que está reservado a la voluntad humana y a las formas jurídicas de la gente regular con más detalles, la realización práctica de ese derecho.

    Tal derecho individual no puede por ningún motivo, ser suprimido, ni siquiera mediante el ejercicio de otros derechos sobre los bienes naturales, los mismos que son incuestionables y reconocidos.

    La riqueza económica de una nación no consiste propiamente en la abundancia de los bienes juzgada sobre su valor por un mero material de computación, sino que consiste en lo que tal abundancia en realidad y efectivamente significa y proporciona como una base de material suficiente para un desarrollo personal justo de sus miembros.

    Si tal distribución justa de bienes no se efectuase o si simplemente se la asegurase de una manera imperfecta, no se lograría el verdadero fin de la economía nacional, aunque pueda ser opulenta la abundancia de bienes disponibles, ya que la gente no seria rica, sino pobre, ya que no se le invitaría a compartir en esa abundancia.

    Al lograr, por el contrario, que esta distribución justa sea realizada de manera eficiente sobre una base duradera, entonces usted verá a la gente aunque con menos bienes considerables a su disposición, convertida en personas económicamente sólidas.”

    El Papa dijo, que depende de las propias personas, a través de sus leyes y regulaciones, el escoger los métodos capaces de permitirle a cada hombre ejercer su derecho a una porción en los bienes terrenales. El dividendo del Crédito Social a todos lograría esto. Ningún otro sistema propuesto ha sido, hasta el momento, tan eficaz, ni siquiera nuestras leyes presentes del seguro social.


    ¿PORQUE UN DIVIDENDO SOCIAL PARA TODOS?

    “¿Un dividendo social para todos? ¡Pero un dividendo presupone un capital productivo invertido!”.

    “Precisamente. Debido a que todos los miembros de la sociedad son co–capitalistas –de un capital real e inmensamente productivo.

    Lo dijimos arriba, y nunca lo repetiremos lo suficiente, que el crédito financiero es, al nacimiento, una propiedad de toda la sociedad. Es así porque está basado en el crédito real, en la capacidad de producción del país. Esta capacidad de producción esta hecha, ciertamente, en parte, de trabajo, de la competencia de aquellos que tienen una parte en la producción. Pero principalmente esta hecha, en una parte siempre creciente, de otros elementos que son de propiedad de todos.

    Existe, primero que nada, los recursos naturales, que no son la producción de ningún hombre; son un regalo de Dios, un regalo gratis que debe estar al servicio de todos. Existen también todos los inventos hechos, desarrollados, y transmitidos de una generación a la siguiente. Es el factor de producción más grande en la actualidad. Ningún hombre puede reclamar como si fuera el único dueño de este progreso, que es el fruto de muchas generaciones.

    No hay duda que uno necesita hombres de nuestros tiempos presentes para hacer uso de este progreso y ellos tienen derecho a una recompensa: la obtienen en forma de remuneración: sueldos, salarios, etc. Pero un capitalista que no toma parte personalmente en la industria en donde él invierte su capital esta autorizado, solamente a lo mismo, a una participación del resultado, por su capital.

    Bien, el mayor capital real de la producción moderna es en realidad la suma total de los descubrimientos, inventos progresivos, que en la actualidad nos proporcionan más bienes con menos trabajo. Y, en vista de que los seres humanos son, de manera equitativa, co–herederos de este inmenso capital que siempre se incrementa, todos están autorizados a compartir los frutos de la producción.

    El empleado esta autorizado a este dividendo y a su sueldo o salario. La persona desempleada no tiene sueldo o salario, pero está autorizada a este dividendo, que nosotros lo llamamos social, porque es el ingreso de un capital social”.

    Acabamos de indicar que el dividendo del Crédito Social está basado en dos cosas: la herencia de las riquezas naturales y de las invenciones de las generaciones precedentes. Esto es exactamente lo que el Papa Juan Pablo II escribió en su encíclica Laborem Exercens sobre el trabajo humano, en el numeral 13: “El hombre, por su trabajo, hereda un doble patrimonio: hereda una parte de lo que es dado a todos los hombres en forma de recursos naturales y, por otra parte, lo que todos los otros ya elaboraron a partir de esos recursos, ante todo al desarrollar la técnica, es decir, al realizar un conjunto de instrumentos de trabajo cada vez más perfectos. Sin dejar de trabajar, el hombre hereda el trabajo del prójimo.


    El engaño de Empleo Total (o pleno empleo)

    Hablar de empleo total, esto es, de empleo universal, representa una contradicción en cuanto a progreso se refiere, progreso en las técnicas y procesos de producción. Cada vez constatamos el perfeccionamiento de la maquinaria y la aparición de nuevas fuentes de energía, pero que no se usan para liberar al hombre. Parece que hemos perdido de vista el verdadero fin. Estamos confundiendo los medios con los fines. Confundimos los primeros con los segundos. Esto es una perversión que está infectando toda nuestra vida económica, lo que le hace al hombre imposible el disfrutar de las recompensas a que tiene derecho por este progreso. La industria no existe para dar empleo sino para la fabricación de bienes. Si tiene éxito en este punto, entonces estará cumpliendo su propósito, su fin. Y mientras más cumple con su fin con el mínimo de tiempo y el mínimo de empleo de horas hombre, el resultado es mucho mejor.

    El Sr. Pérez, por ejemplo, le compra a su esposa una nueva lavadora automática. Esto a ella le representa el utilizar sólo una parte de un día para lavar la ropa sucia de la semana. Después de que la Sra. Pérez pone la ropa en la lavadora, pone el jabón, baja la tapa y la programa para los ciclos de lavado, no tiene más que esperar que la máquina haga el resto de trabajo: lavar, enjuagar, exprimir y detenerse cuando todo esté listo. ¿Se seguirá quejando la Sra. Pérez de que ahora tiene más tiempo libre para emplearlo en lo que le plazca? O, ¿le buscará el Sr. Pérez otro tipo de trabajo para compensarla por lo que ya no hace y de la cual la liberó? Ciertamente que no. Nadie es tan tonto.

    Pero es fácil encontrar tal estupidez sucediendo en nuestra sociedad y en nuestra vida económica actual, ya que el sistema “progresa” en la penalización del individuo, en lugar de librarlo, al continuar atando el poder de compra, la distribución del dinero, al empleo, al empleo en producción. El dinero llega únicamente como recompensa por el esfuerzo en la labor de producción.

    El rol del dinero también se ha pervertido. El dinero, básicamente, no es más que un boleto que se presenta para obtener bienes y servicios. Es un boleto universalmente válido que le permite al consumidor comprar lo que quiere dejándole libertad para escoger de lo que hay en el mercado. Tiene a su disposición la producción total del país. Si es deseable que la economía del país cumpla con la razón de su existencia, el satisfacer las necesidades humanas, entonces los individuos requieren tener suficiente acceso a estos “boletos” para obtener todo lo que les haga falta, en la medida en que la capacidad de producción del país pueda satisfacer sus demandas. El volumen del dinero para comprar los bienes debe ser proporcional a la suma total de bienes y servicios. Y no a la suma total del trabajo requerido para su producción.

    Es cierto que el trabajo distribuye dinero entre los empleados de dicha producción. Pero esto es sólo un medio y no un fin. El fin de la producción no es el proveer dinero sino bienes y servicios. Y si la producción es capaz de reemplazar a veinte asalariados con tan sólo una máquina, esto no significa, de ningún modo, que tenga que distorsionar su verdadero fin. Y si pudiera proveer toda la producción necesaria para los humanos y no distribuir ni un céntimo, aún así estaría cumpliendo con su objetivo: proporcionar bienes y servicios. Al liberar al hombre del trabajo, la industria ciertamente recibiría la misma gratitud que recibió el Sr. Pérez cuando le obsequió la lavadora a su esposa permitiéndole librarla de horas y horas de trabajo.


    Cuando desaparece el poder adquisitivo

    Pero, ¿cómo puede un hombre dar las gracias por haber sido liberado del trabajo al haberlo reemplazado por una máquina, cuando, para su consternación, se da cuenta que no tiene dinero?

    Y esto es precisamente lo que hace defectuoso a nuestro sistema económico, en que no ha adaptado su mecanismo financiero a su mecanismo productivo.

    En la medida en que la industria o producción se valen menos de la labor humana, también debería hacerlo el poder adquisitivo, en forma de dinero, para canalizarse a los consumidores a través de otros medios que no fueran las compensaciones por el empleo.

    En otras palabras, el sistema financiero debería armonizar con la producción, no únicamente respecto al volumen, sino también respecto a la forma en que es distribuido. Si la producción es abundante, el dinero debería de serlo también. Si la producción es liberada de la labor humana, el dinero también debería disociarse del empleo.

    El dinero es una parte integral del sistema financiero pero no lo es del sistema de producción, estrictamente hablando. Cuando el sistema de producción finalmente alcanza un punto en que puede distribuir bienes sin la ayuda de los asalariados, entonces, el sistema económico debería alcanzar el punto donde el poder de compra pueda distribuirse mediante otros medios diferentes de los salarios.

    Si ese no es el caso se debe a que, a diferencia del sistema de producción, el sistema financiero no se ha adaptado al progreso. Y es precisamente esta diferencia la que ha originado tantos problemas, cuando, de hecho, el progreso debería hacer que todos estos problemas desaparecieran.

    El reemplazo del hombre por las máquinas en la producción debería llevarnos al enriquecimiento de éste, a librarlo de las preocupaciones meramente materiales permitiéndole dedicarse a otras actividades diferentes a la meramente económica. Si, por el contrario, tal substitución conduce a la privación, es porque nos hemos rehusado a adaptar el sistema financiero a este progreso.


    La tecnología debería servir a cada hombre

    ¿Es la tecnología un mal? ¿Tendríamos que ejercer nuestros derechos y destruir a las máquinas porque estas nos están quitando nuestro trabajo? No, si el trabajo puede ser elaborado por las máquinas eso es fabuloso; esto permitirá que el hombre use su tiempo libre para otras actividades, actividades libres, actividades por él escogidas. Pero todo esto debe estar acompañado de un ingreso que reemplace el salario que perdió, con la instalación de las máquinas, o del robot; de otra manera la máquina que debería ser un aliado del hombre, se hará su enemiga, ya que le priva de su ingreso y le impide vivir.

    La tecnología no es un mal en sí, y con el dividendo, podrá ponerse al servicio del hombre, no la culparían más de suprimir empleos:

    “La tecnología contribuyó hasta tal punto al bienestar de la humanidad; hizo tanto para mejorar la condición humana, servir a la humanidad y facilitar su labor. A pesar de ello, en ciertos momentos, la tecnología ya no sabe verdaderamente donde se sitúa: o es para la humanidad o contra ella. Por esta razón, mi llamado se dirige a todos los interesados a quienquiera que pueda traer una contribución para que la tecnología que hizo tanto para edificar Toronto y todo Canadá sirva verdaderamente a cada hombre, a cada mujer y a cada niño de ese país.” (Juan Pablo II, Toronto, Canadá, 17 de septiembre de 1984.)

    En 1850, la fabricación como nosotros la conocemos hoy, apenas empezaba, con el hombre haciendo el 20% del trabajo, los animales el 50%, y las máquinas sólo el 30%. En los 1900, el hombre aportaba con sólo el 15%, los animales el 30%, y las máquinas el 55%. Para los años de 1950, el hombre estaba haciendo sólo el 6% del trabajo, y las máquinas el resto: 94%. (¡Los animales fueron liberados!)

    Y nosotros no hemos visto nada todavía, ya que estamos apenas entrando en la edad de la computadora, que permite a lugares como la planta de Nissan Zama en Japón el producir 1.300 automóviles al día con la ayuda de sólo 67 humanos - eso es más de 13 automóviles por día por trabajador. Hay algunas fábricas que son completamente automatizadas, sin ningún empleado humano, como la fábrica de motores Fiat en Italia que está bajo el mando de unos veinte robots que hacen todo el trabajo.

    En 1964, un informe fue presentado al Presidente de los Estados Unidos, firmado por 32 signatarios, incluyendo al Sr. Gunnar Myrdal, economista Sueco, y al Dr. Linus Pauling, ganador del Premio Nobel, titulado “Caos Sociales en la Automatización”. Este informe dijo en breve que “los EE.UU., y en el futuro el resto del mundo, sería involucrado pronto en un ‘revolución’ que prometía rendimiento ilimitado… por sistemas de máquinas que requerirán muy poca cooperación de los seres humanos. Por consiguiente, una acción debe tomarse para asegurar ingresos para todos los hombres, así sea en lo que normalmente se cuenta como trabajo.”

    Un reciente estudio suizo ha dicho que “de ahora en treinta años, menos del 2% de la fuerza de trabajo presente será suficiente para producir la totalidad de los bienes que las personas necesitan”. Tres de cada cuatro obreros - desde empleados de minoristas a cirujanos - serán reemplazados en el futuro por máquinas guiadas por computadoras.

    Si la regla que limita la distribución de ingreso a aquéllos que son empleados no se cambia, la sociedad está dirigiéndose hacia el caos. Sería simplemente absurdo imponer contribuciones del 2% a los obreros para apoyar al 98% de personas desempleadas. Uno necesita una fuente de ingreso que no este atada al empleo definitivamente. El caso, definitivamente esta hecho para el dividendo del Crédito Social.


    El empleo total (o pleno empleo) es materialista

    El dividendo del Crédito Social es la única solución lógica para el reemplazo de la mano de obra por la máquina. Porque si queremos persistir en mantener a todos, mujeres y hombres, empleados en la producción, a pesar de que la producción para satisfacer las necesidades básicas está elaborada ya, con menor y menor intervención humana, sobre esto, entonces tendremos que crear nuevos empleos, que son completamente inútiles. Y para justificar estos nuevos empleos inútiles, nuevas necesidades artificiales necesitan ser creadas a través de avalanchas de publicidad para que de esta manera la gente compre productos que no necesitan realmente. Esto es conocido como “consumismo”.

    Igualmente, los productos serán elaborados para que duren muy poco tiempo, con el objetivo de generar más ventas y obtener más dinero, lo que conllevará al uso innecesario de recursos naturales y por ende a la destrucción del medio ambiente.

    También se tratará de mantener empleos que no necesitan de ningún esfuerzo creativo, empleos que solo necesitan esfuerzos de la máquina, empleos donde el trabajador no tendrá oportunidad de desarrollar su personalidad. Y sin importar cuan destructivo para la mente es este empleo, es la condición para que el trabajador pueda obtener su dinero, que es la licencia para vivir. Dicho esto, para el empleado y para una multitud de asalariados, el significado de su trabajo se reduce a: ellos van a trabajar para obtener dinero, para poder comprar los alimentos que necesitan para vitalizarse para poder ir a trabajar... y el ciclo se repite hasta que llegan a la edad de su jubilación, si no mueren antes. Esta es una vida sin sentido, donde nada diferencia al hombre del animal.


    Actividades libres creativas

    Lo que diferencia al hombre del animal, es precisamente que el hombre no solo tiene necesidades materiales sino también necesidades culturales y espirituales. Como nuestro Señor Jesús dijo en el Evangelio: “No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahveh”. (Deuteronomio 8:3). De ahí que forzar al hombre que use todo su tiempo para proveerse de cosas materiales es una filosofía materialista, ya que niega que el hombre posea también una dimensión espiritual y necesidades espirituales. Pero ahora viene la pregunta: ¿Si el hombre no trabaja en un empleo que le pague por sus servicios, que hará él con su tiempo libre? Y la respuesta: Él usará su tiempo libre en actividades libres creativas, actividades que el escogerá. Es precisamente en su tiempo libre, que el hombre puede realmente desarrollar su personalidad, desarrollar los talentos que Dios le dio y usarlos con sabiduría.

    Además, es durante su tiempo libre que tanto el hombre como la mujer pueden reflexionar sobre sus obligaciones religiosas, sociales y familiares: el cuidado de su familia, la vivencia de su Fe (el conocer y amar a Dios), y de ayudar a sus semejantes. La crianza de los niños es el trabajo más importante en el mundo. ¡Pero ahora, a la mujer que está en casa criando a sus hijos, y que no recibe un salario, muchos la catalogan como que ella no hace nada, que ella no trabaja! El estar libre de la necesidad de trabajar para producir las necesidades de la vida no supone el crecer desocupado. Eso simplemente significa que el individuo será puesto en una posición donde él pueda participar del tipo de actividad que le atraiga. Bajo un sistema de Crédito Social existiría un ramillete de actividades creativas. Por ejemplo, grandes invenciones, los mejores trabajos de arte, que han sido realizados durante tiempo libre. Como C. H. Douglas manifestó: “La mayoría de la gente prefiere estar empleada en cosas que a ellos les gusta en vez de en cosas que no les gusta. Las propuestas del Crédito Social en ningún sentido están intencionadas en crear una nación de desocupados... El Crédito Social permitirá que la gente se ubique en trabajos para los cuáles ellos son aptos. Un trabajo que uno lo hace bien, es un trabajo que a uno le gusta, y un trabajo que a uno le gusta es un trabajo que uno lo hace bien”.


    El empleo total (o pleno empleo) está pasado de moda y es inútil

    Esto es exactamente lo que el Papa Juan Pablo II dijo el 18 de noviembre de 1983, cuando recibió en público a los participantes en una conferencia nacional patrocinada por la Comisión de la Conferencia episcopal italiana para los Problemas Sociales y el Trabajo. Aquí está la cita de la alocución del Papa:

    “La fundación primaria del trabajo es de hecho el hombre... el Trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo... Además, nosotros no podemos fallar en ser involucrados sobre las opiniones de aquéllos que hoy sostienen que la discusión de una más intensa participación es ahora pasada de moda e inútil, y exige que la subjetividad humana se desarrolle en el llamado tiempo libre. No parece justo, de hecho, el oponer al tiempo dedicado para trabajar el tiempo que está libre del trabajo, siempre que, el tiempo de todo el hombre deba verse en cuanto como un regalo del maravilloso Dios para la humanización global e íntegra. Estoy convencido no obstante que el tiempo libre merece atención especial porque es el tiempo cuando las personas pueden y deben realizar sus obligaciones familiares, religiosas, y sociales. Más bien, este tiempo para ser liberador y útil socialmente, se lo está pasando con un maduro conocimiento ético en una perspectiva de solidaridad que también se expresa en formas de servicios voluntarios generosos.” (Tomado de L’Osservatore Romano, edición semanal en inglés, del 9 de enero de 1984, pág. 18.)

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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 6. El dinero y los precios


    La distribución del nuevo dinero mediante el dividendo nacional es por tanto un medio para incrementar la provisión de dinero del país cuando es necesario y de ponerlo directamente en las manos de los consumidores.

    Pero, para beneficio del consumidor, esta distribución de dinero debe constituir un incremento real en el poder adquisitivo del consumidor.

    Ahora bien, este poder adquisitivo depende de dos factores, de la cantidad de dinero en manos del comprador y del precio de los productos en venta.

    Si el precio de los productos disminuye, el poder adquisitivo del consumidor se incrementa, aún sin que aumente el dinero. Ahora, yo tengo $10 para comprar mantequilla, si el precio de la mantequilla es de $2,50 por libra, tengo en mis manos el poder de comprar 4 libras; si el precio de la mantequilla se reduce a $2,00, mi poder adquisitivo crece y así podré comprar entonces 5 libras.

    Si el precio sube, afecta desfavorablemente el poder de compra del consumidor y, en este caso, incluso un incremento de dinero puede perder su efecto. De este modo, si un trabajador que ganaba $200 en 1967 y después $400 en 1987, estaría perdido ya que el costo de la vida se ha incrementado más del doble en esos veinte años. Eran necesarios, al menos $772 en 1987 en Canadá para comprar lo que se adquiría por $200 en 1967.

    El consecuente incremento en el precio de los productos es la razón por la que se incrementan los salarios, tan reclamados por los trabajadores, lo cual además no es una solución adecuada. Los empleadores no fabrican el dinero y si necesitan gastar más para pagar a sus obreros están obligados a vender sus productos a precios más altos para evitar la bancarrota.

    El dividendo nacional no está incluido en los precios, dado que está formado por dinero nuevo, distribuido, independientemente del trabajo, por el Gobierno. Sin embargo, con más dinero en las manos del público, los minoristas tenderían a incrementar los precios de los productos aunque éstos no costaran más que su producción. Igualmente, la reforma monetaria que, al mismo tiempo, no toma las riendas para impedir el alza injustificada de precios, sería una reforma incompleta. Se volvería una catástrofe que provocaría una tremenda inflación.

    El establecimiento arbitrario de los precios, un límite general ó un congelamiento de los mismos, también puede tener efectos perjudiciales que desalentarían la producción. Ahora bien, la reducción de la producción es la forma más segura para el incremento de los precios. El legislador, entonces, obtiene lo opuesto a lo que busca: provoca la inflación cuando trata torpemente de combatirla; para evitar las sanciones, la inflación hace su aparición, por medio del mercado negro.

    El Crédito Social lanza una técnica que automáticamente combate la inflación: es la técnica propuesta del “ajuste en el precio”, o del descuento compensatorio, que serían parte de la forma en que el dinero es emitido para colocar al poder adquisitivo total a nivel de la oferta total de producción.


    EL AJUSTE EN EL PRECIO. EL PRECIO JUSTO

    Dado que los productos son hechos para el consumidor, es claro que, al alcanzar su objetivo, los productos deben ofrecerse a éste a un precio que le permita adquirirlos. En otras palabras, en todo tiempo, debe haber un equilibrio entre los precios colectivos y el poder colectivo de compra de todos los consumidores. Para establecer el precio de venta al público, los productores o los comerciantes calculan el costo de lo que se ha manufacturado y le agregan los costos por manejo, transportación, almacenamiento y las utilidades necesarias para los diferentes intermediarios. Pero nada asegura que el precio marcado corresponda al poder de compra del consumidor.

    El precio marcado debe ser atribuido por el minorista sin ocasionar bancarrotas en la línea entre minorista y productor. Además, el precio a pagar por el comprador debe ser tal que corresponda al poder adquisitivo del consumidor. De otro modo, los productos no podrán venderse a pesar de las necesidades reales.

    He aquí la necesidad del ajuste de los precios.

    En el vocabulario del Crédito Social, le llamamos “precio justo” al precio que corresponde exactamente al consumo.

    La técnica monetaria del Crédito Social se asegura de esto.

    Cuando hablamos de “precio justo” no queremos decir lo que es honesto o justo. El precio marcado por el vendedor puede ser completamente honesto, completamente justo, pero con todo, puede no ser el precio exacto.

    Durante la Depresión los precios marcados pudieron haber sido honestos y justos, pero no eran exactos, no correspondían al consumo. Cuando la producción total de artículos requeridos excede el total del consumo, estos precios no son ciertamente exactos, dado que el consumo de un cierto período muestra, concluyentemente, los gastos reales en los que incurrió la producción durante este mismo período.

    El precio honesto es una cuestión moral; el precio exacto o “justo” es una cuestión matemática.

    El precio exacto, el “precio justo” del sistema de Crédito Social, se logra a través de una regla aritmética. Así no existe una fijación arbitraria de precios o de techos, ni las restricciones, recompensas o castigos – sino simple aritmética.

    La técnica del Crédito Social involucra dos cifras, que son hechas por el pueblo mismo y que no se fijan arbitrariamente por algunos hombres que tienen la manía de imponer su voluntad a otros:

    1. La cifra expresada por la suma total de los precios (establecida por los mismos productores)

    2. La cifra expresada por el poder de compra de los consumidores (establecida por los deseos de los consumidores en relación a cómo quieren gastar el dinero del que disponen).

    Para poder poner el signo de (=) entre estas dos cifras, el Crédito Social baja el primero al nivel del segundo. Permítasenos explicarlo, primero presentando algunas ideas poco familiares pero que tienen consecuencias de gran alcance.


    El costo real de la producción

    El costo real de un producto es la suma del total de gastos en los que se incurrió para su producción. Esto es cierto si contamos en dólares, euros, horas-hombre, o cualquiera otra unidad de medida.

    Digamos que un trabajo requiere de cuatro horas, diez onzas de sudor, la comida del trabajador, el desgaste de la herramienta. Si la enumeración es completa, el precio exacto de este trabajo es: cuatro horas, diez onzas de sudor, la comida del trabajador y el desgaste de la herramienta – ni más ni menos. Como uno está acostumbrado a evaluar los costos en dólares en Canadá y como también estamos acostumbrados a evaluar el trabajo de la misma forma, tanto el desgaste junto con los otros elementos que forman los gastos, resulta posible establecer una relación entre ambos, en términos de dólares. Si, con todo, los gastos de material, el trabajo, la energía, el desgaste, suman $100, el precio exacto, el costo real del producto es de $100. Pero también está el precio contable, el costo financiero. Durante la producción de un artículo en una fábrica, se lleva una cuenta sobre la materia prima que se compró, los costos de procesamiento, los sueldos y salarios, los costos de capital, etc. Todo esto constituye el costo financiero de la producción del artículo. ¿Son el precio contable y el precio exacto los mismos? Aunque, incidentalmente lo son en algunos casos, es fácil probar que, en su totalidad, no lo son.

    Tomemos como ejemplo un pequeño país que suministra en un año, los bienes capitales y los bienes de consumo, para una producción total evaluada en 100 millones de dólares. Si, durante ese tiempo, el total de gastos de los habitantes del lugar son evaluados en 80 millones de dólares, uno puede admitir que la producción del país durante ese año ha costado exactamente 80 millones, dado que fueron 80 millones los que consumió la población que hizo la producción. El costo financiero de la producción ha sido evaluado en $100 millones, pero sólo fueron 80 millones en gastos reales. Este es un hecho inevitable: ambos totales están ahí. El precio exacto de la producción de 100 millones ha sido entonces de 80 millones. En otras palabras, mientras se han producido 100 millones de riqueza, se han consumido 80 millones de la misma. El consumo de 80 millones de la producción es el precio real de la producción de 100 millones.

    El precio real de la producción es el consumo.

    Como hemos dicho anteriormente, si la producción existe para el consumo, el consumo debe ser capaz de pagar por la producción. En el ejemplo anterior, el país merece su producción. Si, gastando 80 millones, se producen 100 millones de bienes y servicios, debe ser posible obtener estos 100 millones de la producción mientras se gasta 80 millones. En otras palabras, pagando 80 millones, los consumidores deben obtener los 100 millones de la producción. Si no, los 20 millones de la producción quedarían para su contemplación, hasta que se diera su destrucción, frente a los indigentes y desesperados ciudadanos.


    El incremento y reducción de la riqueza

    Un país se enriquece en bienes cuando desarrolla sus medios de producción: sus máquinas, fábricas, medios de transporte, etc. Estos son llamados bienes de capital. O cuando produce artículos para su consumo: trigo, carne, muebles, ropa. Estos son llamados bienes de consumo. También lo hace cuando obtiene bienes del exterior. De este modo Canadá se enriquece en frutas cuando compra sus plátanos, naranjas y piñas. Esto es importación. Los bienes de un país se reducen cuando hay destrucción o desgaste de los medios de producción: cuando se queman las fábricas, se descomponen las máquinas, etc. Esto se llama depreciación. Los bienes de un país también se reducen cuando son consumidos. Los alimentos ingeridos, la ropa desgastada, etc. que no están disponibles por más tiempo. Esto es destrucción a través del consumo. Esta reducción de bienes también se da cuando dejan el país: por ejemplo, habrán menos manzanas, mantequilla y tocino en Canadá si los enviamos a Inglaterra. Esto se llama exportación.


    Calculando el precio justo

    Supongamos que el balance de un año es el siguiente:

    Producción de bienes de capital…………………$3 mil millones

    Producción de bienes de consumo…………….....$7 mil millones

    Importación……………………………...……....$2 mil millones

    Total de adquisiciones…………………….……...$12 mil millones

    Además de

    Depreciación de bienes de capital……..……....….$1.8 mil millones

    Consumo…………………………….…………....$5.2 mil millones

    Exportaciones……………………..……………...$2 mil millones

    Reducción total……………………..………….....$9.mil millones

    A partir de esto podemos concluir: Mientras el país se enriqueció con $12 mil millones de producción, únicamente consumió o exportó $9 mil millones. El costo real de producción de $12 mil millones es de $9 mil millones.

    Si le cuesta al país $9 mil millones producir $12 mil millones de bienes y servicios, el país debe ser capaz de disfrutar sus $12 mil millones de producción mientras gasta únicamente $9 mil millones.

    Con $9 mil millones uno debe ser capaz de pagar $12 mil millones. Pagar 12 con 9. Esto requiere el ajuste del precio: bajar el precio contable, 12, al nivel del precio real, 9, y esto hacerlo sin violentar a nadie ni perjudicar a nadie.

    Frente a este balance la siguiente conclusión resulta lógica en una economía donde la producción existe para el consumo: Dado que el consumo de $9 mil millones de producción, tomando en cuenta ya el desgaste de la maquinaria, permitió $12 mil millones de producción, incluidas ya las mejoras, $9 mil millones es el precio real de la producción. Para que el país sea capaz de usar esta producción, siempre que sea deseable, debe ser capaz de obtenerla a su precio real, $ 9 mil millones, lo que no impediría que los comerciantes se viesen obligados a reclamar $12 mil millones.

    Por un lado, los consumidores del país deben poder comprar 12 con 9. Deben ser capaces de consumir la producción del país pagando por ella 9/12 del precio marcado.

    Por otra parte, los comerciantes deben recuperar la cantidad total: 12, de otro modo no podrían cubrir sus costos y obtener sus ganancias, las que representan el pago por sus servicios.


    El descuento compensatorio

    El comprador pagará únicamente 9/12 del precio marcado, si se le otorga un descuento de 3/12, ó 25%.

    El valor de una mesa es de $120, será vendida al comprador a $90. Unas medias cuestan $4, serán vendidas a $3.

    Del mismo modo, esta misma tasa se aplica a todos los productos en venta en el país, porque es un descuento nacional decretado por la Oficina Nacional de Crédito, para así lograr el objetivo para lo que ésta fue establecida.

    Si todos los bienes consumibles del país son pagados al 75% de su precio marcado, los consumidores podrán obtener toda la producción de $12 mil millones con los $9 mil millones que gasten para su consumo. Si no desean algunos productos de venta en el mercado, simplemente no los comprarán y los productores dejarán de fabricarlos dado que no son riqueza en sí mismos pues no satisfacen las necesidades de los consumidores.

    Los comerciantes obtendrán de los compradores únicamente el 75% de los precios. No podrían subsistir a menos que obtengan de otra fuente el 25 % que les hace falta.

    Esta otra fuente puede ser, solamente, la Oficina Nacional de Crédito encargada de poner el dinero en relación a los requerimientos. Mediante la presentación de las notas adecuadas (vales), comprobando la venta y el descuento nacional permitido, los comerciantes obtendrán, de dicha oficina, el dinero que representa ese 25% faltante.

    El objetivo se alcanzará. Todos los consumidores podrán comprar los bienes producidos por el país de acuerdo a sus necesidades. Los comerciantes y, a través de ellos, los productores, obtendrán las cantidades necesarias para cubrir sus costos de producción y de distribución. No habrá inflación dado que no habrá escasez de productos frente a la demanda. Este dinero nuevo es creado únicamente cuando se quiere un producto y se compra.

    Además, esto no se incluye en el precio de la factura, dado que no es ni sueldo ni salario, ni inversión: viene después de que el producto es fabricado, valuado y vendido.

    Otra forma de llegar al mismo resultado sería hacer que el comprador pagara por el precio total. El vendedor le daría un recibo certificando la compra. Mediante la presentación de dicho recibo en la Oficina Nacional de Crédito, el comprador obtendría el 25% del total de la compra. El primer método es un descuento compensatorio, un descuento otorgado por el vendedor y pagado a éste último por la Oficina Nacional de Crédito.

    El segundo método es un reembolso hecho al comprador. El resultado es exactamente el mismo.

    En cualquier caso, el precio pagado por el consumidor debe ser la fracción del precio marcado expresado por la proporción del consumo y del total de la producción. De otro modo, la producción sería únicamente accesible de forma parcial para los consumidores, para quienes está hecha.

    El precio justo = precio de venta x el consumo
    -------------------------------------
    producción



    PARA COMPRENDER MEJOR EL CRÉDITO SOCIAL

    Los banqueros internacionales temen tanto a la aplicación del Crédito Social que pondría fin a su control de la vida económica, que obviamente sólo buscan ponerle término al mismo. Una de sus tácticas favoritas es la de falsificar los principios del Crédito Social y presentarlo como algo ridículo y absurdo en todos los medios de comunicación para impedir su adhesión en las masas.

    Tenemos ya un ejemplo reciente de esta situación en el periódico La Voz del Este de Granby del 8 de diciembre pasado, donde reportaron que la diputada de Shefford, Diane St. Jacques había propuesto en la Cámara de los Comunes la petición de los Boinas Blancas (Peregrinos de San Miguel) concerniente a cancelar la deuda nacional. (Ellos tomaron la idea de Vers Demain, edición de nuestro periódico en francés y la reprodujeron mostrando la fotografía de la diputada). Pero he aquí que los periodistas de La Voz del Este dijeron que los Boinas Blancas pedían en su petición el “imprimir el dinero para quitar la deuda” lo cual, según ellos, es algo “irreal y completamente descabellado.” Lo cual acarrearía una “inflación espantosa” y además, se jactaron al agregar que esa es precisamente la prueba que muestra que los Boinas Blancas no saben absolutamente nada de economía.”

    Los periodistas de la Voz del Este tienen razón al decir que “imprimir el dinero para pagar la deuda” es una barbaridad, pero están siendo completamente deshonestos al decir que es esto lo que los Boinas Blancas preconizan. Si hubieran querido hacer un reportaje honesto, no hubieran tenido más que contactar la oficina de Vers Demain, pidiéndonos nuestras peticiones para cancelar las deudas públicas. Y esto es exactamente lo que se les hubiera dicho: cancelar las deudas públicas y menos aún, imprimir el dinero para reembolsarlas, no es lo que los Boinas Blancas realmente preconizan, sino la emisión de dinero en relación con la producción. Pero, los periodistas de la Voz del Este parecen incapaces de comprender esto o no son lo suficientemente honestos para decirlo. Sin embargo, nosotros tenemos que felicitar a tales periodistas por sus propósitos lisonjeros y sus campañas de desinformación.

    Este argumento bárbaro que dice que los Boinas Blancas desean “imprimir dinero sin límites”, no es nada nuevo, es el mismo argumento proferido por los Financieros quienes no han cesado de hacerlo durante años para perjudicar los verdaderos principios del Crédito Social. Es también la misma parte que los libros de economía se encargan de refutar.

    Por tanto, cuando hablan del Crédito Social todos aquellos que jamás han leído a Vers Demain, no hacen más que repetir las mismas mentiras de los Financieros: ”Su asunto, el Crédito Social, no tiene pies ni cabeza. Imprimamos pues el dinero sin parar y así obtendremos una gran inflación”. Y al decir esto, piensan que ya expresaron todo lo concerniente al Crédito Social, cuando en realidad ignoran todo al respecto y no conocen absolutamente nada concerniente a la circulación del dinero en un sistema creditista, así como tampoco saben respecto al descuento compensatorio ni al dividendo.

    De lo que ellos hablan es de un falso Crédito Social, de una versión alterada por los financieros. He aquí, por tanto, un resumen del verdadero Crédito Social basado en los dos escritos de Louis Even “¿Qué es el Verdadero Crédito Social?” y “Una Economía Sana y Eficaz”.


    Contabilidad exacta

    Definamos las palabras “crédito social”; en lugar de tener dinero creado por los bancos a interés -un crédito bancario- el dinero será creado por la sociedad -un crédito social. El sistema del Crédito Social no aspira a otra cosa que hacer del dinero un reflejo exacto de las realidades económicas. No hay ninguna duda en lo que respecta al Crédito Social en cuanto a la emisión o impresión del dinero sin importar cómo, de manera irresponsable o sin límites (como piensan los financieros), ni al capricho de los políticos en el poder. He aquí el verdadero método propuesto: El gobierno nombrará una comisión de contadores, un organismo independiente llamado: “Oficina Nacional de Crédito” que se encargará de establecer una contabilidad exacta, el dinero será emitido al ritmo de la producción y retirado de la circulación al ritmo de su consumo. Con ello se tendrá un equilibrio constante entre la capacidad de producción y la capacidad de pago, entre el precio y el poder adquisitivo.

    Lo que los Boinas Blancas piden es que el gobierno deje de pedirle a los bancos privados el dinero que él mismo puede crear sin interés, mediante su banco central. El mismo primer gobernador del Banco de Canadá, Graham Towers, admitió en 1939 delante de un comité de la Cámara de los Comunes, que sería perfectamente factible, en la medida en que se pidiera, preguntar por qué el gobierno tiene que pagar el interés del dinero que él mismo puede crear sin dicho interés.

    Durante la Segunda Guerra Mundial, el Banco de Canadá creó justamente el 50% del dinero del país sin inflación. Actualmente crea menos del 2%. El 98% restante es creado por los bancos en forma de préstamos. La gente ignorante no sabe que los bancos privados, contrariamente a los otros prestamistas, crean el dinero que prestan y que no utilizan para ello el dinero de sus depositarios.

    Si el dinero es creado por el Banco Nacional o por los bancos privados no interesa. Lo importante es que es creado en algún lado. Se requiere de las mismas cifras basadas en la producción del país. La única diferencia es que si el gobierno le pidiera a su propio banco central, no incurriría en ninguna deuda.

    100 dólares creados sin interés por el Banco Central o 100 dólares creados con interés por el banco privado; ¿cuál de los dos crearía la inflación? Hasta un niño de diez años encontraría rápidamente la respuesta: es el creado con interés por el banco privado. La inflación causa el encarecimiento de las cosas, debido al alza de los costos de producción, y los intereses a pagar por los productores son parte de este costo.

    Es realmente increíble y contrario a la lógica más elemental lo que dicen los economistas: que para detener la inflación (la elevación de los precios) hay que aumentar las tasas de interés ya que, al contrario, el alza de las tasas de interés hace necesario aumentar los precios. Este no es el sistema apoyado por los creditistas de Vers Demain sino por todos aquellos que lo preconizan. Pero el Crédito Social no se limita solamente a una simple cuestión de la creación del dinero, también existe el dividendo y el descuento compensatorio.


    El dividendo

    Debido a que los salarios no son suficientes para poder comprar toda la producción existente (los salarios no forman más que una parte de los costos de producción de cualquier artículo), la Oficina Nacional de Crédito distribuiría a cada ciudadano un dividendo mensual, algo de dinero para asegurar su poder de compra y para asignarle a cada uno una parte de los bienes del país. Este dividendo está basado en los dos más grandes factores de la producción moderna: la herencia de las riquezas naturales y los inventos de las generaciones pasadas, ambos dones gratuitos de Dios que pertenecen a todos. Los que serían empleados en la producción recibirían también su salario, pero todos, tanto asalariados como no asalariados, recibirían el dividendo.

    La fórmula del dividendo es infinitamente preferible como beneficio social, tal como el seguro y los otros beneficios actuales; no sería tomado de los impuestos de los que trabajan, sino que sería financiado por el nuevo dinero creado por la Oficina Nacional de Crédito. No se viviría de los impuestos de los contribuyentes, sería una herencia debida a todos los ciudadanos del país, que son, por así decirlo, accionistas de la Patria, Compañía Limitada

    Y contrariamente a los beneficios sociales, este dividendo se daría sin indagación alguna y no penalizaría a los que regresaran a trabajar. Lejos de ser una incitación a la pereza, permitiría que las personas se ocuparan de la actividad de su elección de acuerdo a sus talentos. Si la gente dejara de trabajar, el dividendo bajaría automáticamente, ya que está basado en la producción existente. Con esta entrada no ligada al empleo, se elimina el “problema” del progreso tecnológico, que actualmente deja de ser un aliado del hombre para convertirse más bien en una maldición porque elimina la necesidad de trabajo humano y les hace perder a los trabajadores su fuente de ingresos.


    Finanzas de trabajo público

    ¿Cómo sería el financiamiento de servicios y trabajos públicos con este sistema de dinero social? Cada vez que la población necesitara un nuevo servicio público, el gobierno no se preguntaría más: ¿Con que dinero? Sino: ¿Qué materiales se requieren para hacer el trabajo? Y, obviamente, la Oficina Nacional de Crédito crearía el dinero necesario para ello. Supongamos, por ejemplo, que la población requiere un puente nuevo cuya construcción tendría un costo de 50 millones. La Oficina Nacional de Crédito crea entonces estos 50 millones para financiar la construcción de dicho puente. Y dado que todo dinero nuevo debe ser retirado de la circulación debido a su consumo, el dinero creado para la construcción del puente tendrá que retirarse de la circulación cuando se termine de consumir el mismo.

    ¿De qué manera puede un puente ser consumido? Por uso o depreciación. Supongamos que los ingenieros que lo construyen preven que tendrá una duración de 50 años, dicho puente perderá entonces una quincuagésima parte de su valor cada año. Ya que ha costado 50 millones para construirse sufrirá entonces una depreciación de 1 millón por año. Es entonces un millón de dólares los que deben retirarse de la circulación cada año, durante 50 años. Al final de este tiempo el puente estará completamente pagado, sin nada de interés y nada de deuda.

    ¿Es que este retiro de dinero se hará en base a impuestos? No, esto no es necesario, dice Douglas. Dentro del concepto de Crédito Social existe otro método más bien simple para retirar el dinero de la circulación y es el ajuste del precio (llamado descuento compensatorio).

    De hecho, bajo un sistema de Crédito Social, los impuestos disminuyen drásticamente, y la mayor parte, simplemente desaparecen. El justo principio a observar es que la gente no pague más que por lo que consume. Sería injusto hacerle pagar a la población de todo el país por servicios que no le son ofrecidos, como una calle o una municipalidad, o el servicio de agua o de limpieza. La gente se beneficia de estos servicios que habría que pagar si la municipalidad realmente los ofrece.


    El ajuste del precio

    ¿De qué manera funcionaría el ajuste del precio? La Oficina Nacional de Crédito se haría cargo de llevar una contabilidad exacta del activo y del pasivo de la nación, siendo así que sólo requerirá de dos columnas: un lado donde inscribirá todo lo que produce el país durante el período en cuestión (activo) y otro donde anotará todo lo que se consume (pasivo). El millón anual de depreciación del puente, del ejemplo arriba mencionado, será entonces inscrito en la columna de pasivos o consumos y ajustado a todas las otras formas de consumo de las riquezas durante el año.

    Douglas subraya que el verdadero costo de la producción, es el consumo. En el ejemplo del puente el precio contable era de 50 millones. Pero el precio real del puente es de lo que hace falta consumir para su producción. Si es imposible determinar para un solo producto cual es su precio real, uno puede, por el contrario, fácilmente saber durante el año cual ha sido el precio real de toda la producción del país: es todo lo que ha sido consumido en el país durante el mismo periodo.

    Por tanto, si las cuentas nacionales del país muestran que, durante un año, la producción privada, la producción de bienes consumibles ha sido de 500 miles de dólares y que durante el mismo año, el consumo total ha sido de 400 miles de dólares, podemos decir que el país ha sido capaz de producir por un valor de 500 miles de dólares los productos y servicios, en gasto o en consumo, por un valor de 400 miles de dólares. Dicho de otro modo, queda demostrado que el costo real ha sido de 400 miles de dólares para producir lo que la contabilidad del precio estableció en 500 miles de dólares.

    El verdadero precio de la producción es entonces de 400 miles de dólares. La población debe entonces recibir el fruto de su trabajo, la producción de 500 miles de dólares, pagando solamente 400. Ha quedado perfectamente bien establecido que el dinero no debe ser retirado a menos que sea consumido. Si su consumo fue de 400 miles de dólares por bienes y servicios, uno no debe retirar más que esa cantidad, ni más ni menos.


    Descuento sobre el precio

    ¿Cómo hacer para que los consumidores puedan obtener 500 miles de dólares de productos y servicios pagando tan solo 400? Es muy simple: basta con bajar el precio de venta de todos los productos y servicios una quinta parte (1/5) que sería un descuento del 20%. La Oficina Nacional de Crédito decretaría entonces un descuento del 20% en todos los precios de venta durante el ciclo siguiente. Por ejemplo, el cliente pagaría solamente 400 dólares por un artículo etiquetado en 500.

    Pero si se quiere evitar la quiebra, el comerciante debe recuperar los 500 dólares por la venta de su artículo y no únicamente 400 ya que el precio de 500 incluye todos sus gastos. Es por ello que hablamos de un “descuento compensatorio”, de esta forma el comerciante será compensado por la Oficina Nacional de Crédito quien le enviará los 100 dólares que faltan. Por cada una de sus ventas el comerciante no tendrá más que presentar sus facturas de venta a la Oficina Nacional de Crédito, quien le reembolsará el descuento acordado con el cliente. De esta forma ninguna de las partes resulta penalizada: los consumidores reciben sus productos, que, de otra forma, no se venderían y los comerciantes recuperan sus costos.


    Inflación imposible

    Gracias a este mecanismo del descuento sobre el precio, la inflación sería imposible. En efecto, el descuento hace que se bajen los precios. Y en la inflación son los precios que suben. La mejor manera de impedir que suban los precios, es ¡hacerlos bajar! Además, el descuento sobre los precios es exactamente lo contrario a los impuestos sobre la venta, los consumidores pagarían así menos impuestos gracias a este descuento. ¿Quién podría quejarse?

    Podemos ver entonces que los que dicen que el Crédito Social causaría la inflación, no saben lo que dicen pues ignoran la existencia del descuento compensatorio. El Crédito Social pide la creación del dinero; así es en efecto, al hacerlo, el temor de la inflación sería justificado, pero he aquí que el Crédito Social tiene la técnica para hacerle frente al peligro de la inflación.

    Existen tres principios básicos dentro del Crédito Social: 1.- El dinero se emite sin deuda por la Oficina Nacional de Crédito, de acuerdo a la producción y se retira de la circulación de acuerdo a su consumo. 2.- El dividendo mensual para todos los ciudadanos. 3- El descuento compensatorio. Los tres son necesarios, es como un trípode, retírese uno de los tres principios y todo se vendrá abajo.

    Toda esta técnica del Crédito Social, aunque arriba brevemente explicada, no tiene más que un fin: financiar la producción de bienes que respondan a las necesidades y financiar la distribución de dichos bienes para cubrir las consecuentes necesidades. Examinando la circulación del crédito en el esquema ya descrito, es fácil apercibir que el dinero no se acumula por cierto tiempo, que no hace falta más que seguir el movimiento de la riqueza, entrar en circulación al ritmo de la producción y tener el cuidado de ver que regrese a su fuente (la Oficina Nacional de Crédito) al ritmo de su consumo (en el momento en que los productos son comprados al vendedor). En todo momento, el dinero es un reflejo exacto de la realidad: el dinero aparece en el momento en que aparece un nuevo producto, el dinero desaparece en el momento en que el producto desaparece (es consumido). ¿En dónde esta la inflación, señores eruditos y expertos en la materia?


    Impuestos y Crédito Social

    ¿Qué sería de los impuestos en un sistema de Crédito Social? Serían reducidos drásticamente y con el tiempo se podrían abolir completamente. La gente únicamente tendría que pagar por lo que consume. El consumo de bienes públicos (como los puentes) sería pagados mediante el ajuste de los precios, como ya se ha explicado. Sin embargo, sería injusto que todos los ciudadanos de la nación pagara por servicios que le son ofrecidos únicamente a ciertos sectores de la población. Son únicamente quienes reciben esos servicios los que tendrían que pagar por ellos.

    Tampoco pagaríamos por los programas sociales (bienestar social, seguro de desempleo, etc.) que serían ventajosamente reemplazados por el dividendo mensual incondicional para cada ciudadano.

    Todo esto abre horizontes y posibilidades insospechadas. Para que estas posibilidades se vuelvan realidades, hace falta que todos conozcan el Crédito Social y para esto es necesario que todos reciban el periódico San Miguel. Amigo lector, es aquí donde su responsabilidad entra en juego, usted que ha comprendido y asimilado el concepto del mismo tiene el deber darlo a conocer a los demás pidiéndoles se suscriban a esta publicación. ¡Que tengan éxito!


    La circulación del dinero en un sistema de crédito Social


    Creati.gif

    Explicación del diagrama. El dinero va al productor (la industria) a través de la Oficina Nacional de Crédito para la producción de nuevos bienes, lo que provoca un flujo de productos etiquetados con un precio, y salarios distribuidos a los empleados. Ya que los salarios no son suficientes para comprar toda la producción, la Oficina Nacional de Crédito cubre la diferencia mediante la emisión de un dividendo periódico para todos los ciudadanos.

    El encuentro entre productos y consumidores se lleva a cabo con los vendedores y a medida que un producto es comprado (consumido) el dinero emitido para la producción de dicho bien regresa a su fuente, la Oficina Nacional de Crédito, habiendo así cumplido su función y terminado su curso en el circuito financiero, ya que el producto ha llegado al consumidor. En todo tiempo hay una igualdad entre los medios de compra por la población y el precio a pagar por los bienes consumibles puestos a la venta en el mercado.

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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 7. La Historia del control bancario en los Estados Unidos

    [Alguna afirmaciones históricas que se hacen en este capítulo (“patriotismo” de estadistas; “felicidad” de la población; Washington, Jefferson, Jackson o Lincoln resultarían ser “buenos” frente a los otros, etc…) deberían ser objeto de matización pues no se tiene en cuenta el carácter originalmente revolucionario-totalitario del estado artificial de los Estados Unidos, que tan bien pudo observar y prever en su ulterior desarrollo Tocqueville; de todas formas, salvo estas salvedades políticas, se entiende bien todo lo referente al asunto principal que nos ocupa: la necesidad de un sistema financiero correctamente asociado y al servicio del sistema económico del país, y no asociado y al servicio de una oligarquía de financieros; aunque esta cuestión técnica, por supuesto, no sea todo lo que habría que hacer para establecer un régimen político tendencialmente bueno].

    La dictadura bancaria y el sistema monetario de deuda no se limitan a Canadá exclusivamente, sino que existen en cada país del mundo. Están trabajando para mantener este control apretado dado que si un país se libera de esta dictadura y emite su propia moneda libre de deuda, poniendo así el ejemplo para todos los demás de lo que sería un sistema honesto, sería suficiente para colapsar el sistema viciado de los banqueros alrededor del mundo. La lucha de los financieros internacionales para instalar su fraudulento sistema monetario de deuda ha sido particularmente viciado en los Estados Unidos desde su misma fundación y hechos históricos muestran que varios estadistas norteamericanos estaban bien conscientes del sistema monetario deshonesto que los financieros querían imponer en el país, así como de sus nocivos efectos. Estos estadistas fueron auténticos patriotas que hicieron todo lo posible para conservar en los Estados Unidos un sistema monetario honesto, libre del control de los financieros. Los financieros hicieron todo lo que estuvo en su poder para mantener en las tinieblas esta faceta oscura de la historia de los Estados Unidos por temor a que el ejemplo de estos patriotas pudiera ser imitado actualmente. He aquí los hechos que los financieros quisieran fueran ignorados por la población:


    La población más feliz

    Estamos en 1750. Los Estados Unidos de América aún no existen; sólo son las 13 Colonias del continente americano que forman la “Nueva Inglaterra”, una posesión de la madre tierra, Inglaterra. Benjamín Franklin escribió sobre la población de ese tiempo: “Era imposible encontrar una población más feliz y próspera sobre la superficie del globo.” Dirigiéndose a Inglaterra para representar los intereses de las Colonias se le preguntó a Franklin cómo era posible que contara sobre la prosperidad de éstas mientras la madre tierra era azotada por la pobreza: “Muy simple, replicó Franklin, en las Colonias emitimos nuestro propio dinero. Lo llamamos “certificados de las Colonias”. Lo emitimos en la proporción adecuada para lograr que los productos pasen fácilmente de los productores a los consumidores. De esta forma, creando nuestro propio dinero, controlamos su poder adquisitivo y no tenemos que pagar interés a nadie.” Los banqueros ingleses, al haber sido informados de esto, pasaron una ley al Parlamento Británico prohibiendo a las Colonias el emitir su propio dinero y les exigieron utilizar únicamente el dinero-deuda de oro o plata proporcionado en cantidades insuficientes por los banqueros ingleses. De esta forma, el medio circulante de intercambio fue reducido a la mitad. “En un año, declaró Franklin, las condiciones se revirtieron y la era de prosperidad terminó, instalándose así la depresión, a tal grado, que las calles de las Colonias estaban repletas de desempleados.” Después estalló la Revolución contra Inglaterra seguida por la Declaración de Independencia de 1776. Los libros de historia erróneamente nos enseñan que fue el impuesto sobre el té lo que propició la Revolución. Pero Franklin lo establece claramente: “Las Colonias gustosamente habrían aceptado el impuesto al té y a otras cosas, si no hubiera sido por la pobreza causada por la mala influencia de los banqueros ingleses sobre el Parlamento, lo que provocó el nacimiento del odio hacia Inglaterra y el estallido de la Revolución.”. Los Padres Fundadores de los Estados Unidos, teniendo todos estos hechos en mente y para protegerse a sí mismos contra la explotación de los banqueros internacionales, tuvieron buen cuidado de claramente expresar en la Constitución Americana, firmada en Filadelfia en 1787, artículo 1, sección 8, párrafo 5: “El Congreso tendrá el poder de acuñar su moneda y regular su valor.”


    El banco de los banqueros

    Pero los banqueros no se rindieron. Su agente, Alexander Hamilton, fue nombrado Secretario del Tesoro (el equivalente a nuestro Ministro de Finanzas) en el gabinete de George Washington y abogó por el establecimiento de un banco federal, propiedad de intereses privados, y la creación del dinero-deuda mediante argumentos falsos como el siguiente: “Una deuda nacional, si no es excesiva, será para nosotros una bendición nacional… La sabiduría del gobierno se mostrará en nunca confiar a sí mismo la peligrosa y seductora idea de expedir su propio dinero.” Hamilton también les hizo creer que únicamente el dinero-deuda emitido por bancos privados sería aceptado en las transacciones con el extranjero. Tomás Jefferson, Secretario de Estado, se opuso fuertemente a tal proyecto, pero el presidente Washington finalmente se dejo convencer por los argumentos de Hamilton. Así que un banco federal fue creado en 1791, el “Banco de los Estados Unidos” con una licencia de 20 años. Aunque se le llamó “Banco de los Estados Unidos”, realmente fue el “banco de los banqueros”, dado que no le pertenecía a la nación, sino a los individuos que poseían las acciones, a los banqueros privados. Este nombre, Banco de los Estados Unidos fue elegido a propósito para engañar a la población y hacerles creer que eran ellos los dueños del banco, lo cual no fue el caso. La concesión del Banco de los Estados Unidos terminó en 1811 y el Congreso votó en contra de su renovación, gracias a la influencia de Tomás Jefferson y de Andrew Jackson: “Si el Congreso, dijo Jackson, tiene el derecho constitucional para emitir su propio dinero, éste le fue dado para él mismo y no para ser delegado a individuos o corporaciones.” Así terminó la historia del primer Banco de los Estados Unidos. Pero los banqueros no jugaron su última carta.


    Los banqueros declaran la guerra

    Nathan Rothschild, del Banco de Inglaterra, emitió un ultimátum: “O se nos otorga la solicitud de renovación o los Estados Unidos se verán a sí mismos envueltos en una guerra desastrosa.” Jackson y los patriotas norteamericanos no creían que el poder de los banqueros internacionales se extendiera a tal grado. “Ustedes son una guarida de ladrones viperinos,” les dijo Jackson, “Yo me encargaré de exterminarlos, y por el Eterno Dios, yo los exterminaré.” Nathan Rothschild emitió la siguiente orden: “Enséñenles a esos impertinentes norteamericanos una lección. Regresémoslos al estatus de Colonia.” El gobierno británico declaró la guerra en 1812 contra los Estados Unidos. El plan de Rothschild era empobrecerlos a tal grado a través de la guerra, que los legisladores tendrían que buscar ayuda financiera… la que, claro, se les daría únicamente a cambio de la renovación de la concesión del Banco de los Estados Unidos. Miles fueron muertos, pero ¿eso qué le importó a Rothschild? El había logrado su objetivo: el Congreso de los Estados Unidos le otorgó la renovación en 1816.


    Abraham Lincoln es asesinado

    Abraham Lincoln fue electo presidente en 1860 bajo la promesa de abolir la esclavitud de los negros. Once estados sureños a favor de la esclavitud humana de la raza negra, decidieron separarse de la Unión, separándose así de los Estados Unidos: ese fue el inicio de la Guerra Civil (1861-1865). Lincoln, escaso de dinero para financiar los esfuerzos del norte, acudió a los banqueros de Nueva York, quienes accedieron a prestarle dinero a tasas de interés variable de 24 a 36 por ciento. Lincoln se rehusó, sabiendo perfectamente bien que esto era usura y que llevaría a los Estados Unidos a la ruina. Pero su problema de dinero no se había arreglado. Su amigo en Chicago, el coronel Dick Taylor, vino en su ayuda y le propuso una solución: “Sólo haz que el Congreso pase un comunicado autorizando la emisión de notas legales del tesoro y paga con ellas a los soldados y sigue adelante y gánales la guerra también a ellos.” Esto fue lo que hizo Lincoln y ganó la guerra: entre 1862 y 1863, en plena conformidad con las provisiones de la Constitución, Lincoln ordenó la emisión de $450 millones de “Greenbacks” libres de deuda para conducir la Guerra Civil. (Estos billetes del Tesoro fueron llamados greenbacks por la gente porque fueron impresos con tinta verde al reverso). Lincoln llamó a estos greenbacks, “la mayor bendición que los americanos pudieron haber tenido.” Una bendición para todos menos para los banqueros, dado que esto estaba terminando con su plan, el robarle el dinero y el crédito a la nación al ser emitidos ya con una carga de interés. Así que hicieron todo lo posible por destruir a estos greenbacks y sabotear el trabajo de Lincoln. Lord Goshen, vocero de los financieros, escribió en el London Times (Cita tomada de Quién Dirige a América por C.K. Howe y reproducida en El Dinero Martirizado de Lincoln por el Dr. R.E.): “Si esta perversa política financiera, que tuvo su origen en Norteamérica hubiera prevalecido hasta lograr su establecimiento, entonces el gobierno habría emitido su propio dinero sin costo. Hubiera pagado todas sus deudas y estaría libre de ellas. Tendría todo el dinero necesario para llevar adelante su comercio. Se hubiera vuelto próspera sin precedente en la historia del mundo. Tal gobierno debe ser destruido o destruirá a toda monarquía en el globo.” (La monarquía de los prestatarios de dinero).

    Primero, para desacreditar a los greenbacks, los banqueros persuadieron al Congreso a que votara una “Cláusula de Excepción” en febrero de 1862, que decía que los greenbacks no podían utilizarse para pagar el interés de la deuda nacional, ni los impuestos, ni bonos de importación. Entonces, en 1863, después de haber financiado la elección de suficientes senadores y representativos, los banqueros lograron que el Congreso revocara la Ley Greenback en 1863 y pusiera en su lugar el Acta Nacional Bancaria (el dinero tenía que ser emitido con interés por bancos privados). Esta Acta también estableció que los greenbacks tenían que retirarse de la circulación tan pronto como regresaran al Tesoro como pago de impuestos. Lincoln protestó acaloradamente, pero su objetivo más urgente era ganar la guerra y salvar la Unión, lo que le obligó a relegar para después de la guerra, el veto que estaba planeando contra el Acta y la acción que tomaría contra los banqueros. Sin embargo, Lincoln declaró: “Tengo dos grandes enemigos, el ejército del sur frente a mí y los banqueros en la retaguardia. Y de los dos, los banqueros son mis mayores adversarios.”

    Lincoln fue reelecto presidente en 1864 y dejó bien claro que atacaría el poder de los banqueros una vez terminada la guerra. La guerra terminó el 9 de abril de 1865, pero Lincoln fue asesinado cinco días después, el 14 de abril. A esto le siguió una tremenda restricción de crédito organizada por los bancos: el dinero en circulación en el país que era en 1866 de $1.907 millones, representando $50,46 para cada ciudadano americano, había sido reducido a $605 millones en 1876, representando $14,60 per cápita. El resultado: en diez años, 56.446 fracasos comerciales, representado un pérdida de $2 mil millones. Y esto no fue suficiente, los banqueros redujeron el dinero en circulación a $6,67 en 1887.


    William Jennings Bryan: “Los bancos tiene que retirarse”

    A pesar de todo, el ejemplo de Lincoln se grabó profundamente en las mentes de algunos, perdurando hasta 1896. Ese año, el candidato presidencial para los demócratas era William Jennings Bryan y, una vez más, los textos de historia nos dicen que fue algo muy bueno que no haya tenido éxito en llegar a la presidencia pues estaba totalmente en contra del “dinero” de los banqueros, del dinero emitido como deuda y en contra del patrón estándar del oro. Bryan declaró: “Decimos en nuestra plataforma que creemos que el derecho de emitir dinero es función del gobierno. Creemos eso. Quienes se oponen a ello nos dicen que la emisión del dinero es función del banco y que el gobierno debe salirse del negocio bancario. Yo les digo que la emisión del dinero es función del gobierno y que son los bancos los que deben salirse del negocio del gobierno… Cuando hayamos restaurado el dinero en la Constitución, todas las otras reformas necesarias son posibles, pero mientras esto no se haga, ninguna otra reforma puede llevarse a cabo.”


    La Reserva Federal: El más grande consorcio

    Finalmente el 23 de diciembre de 1913, el Congreso de los Estados Unidos votó el Acta de la Reserva Federal, que le quitó al Congreso el poder de crear el dinero, dándoselo a la Corporación de la Reserva Federal. Uno de los raros congresistas que habían comprendido todo este asunto puesto en juego en el Acta, el representativo Charles A. Lindbergh Sr. (República de Minnesota) padre del famoso aviador, dijo: “Esta Acta establece el más grande consorcio sobre la tierra. Cuando el presidente (Wilson) firme este documento, el gobierno invisible del poder monetario será legalizado… El peor crimen legislativo de todos los tiempos es perpetrado por este documento bancario.


    La educación de la gente

    ¿Qué les permitió a los banqueros el finalmente obtener el monopolio absoluto del control del crédito en los Estados Unidos? La ignorancia de la población sobre el asunto económico. John Adams le escribió a Jefferson en 1787: “Todas las perplejidades, confusión y dolor en América, se deben, no a los defectos de la Constitución, no al deseo de honor y virtud, sino a la ignorancia respecto a la naturaleza de la moneda, del crédito y de su circulación.” El Secretario del Tesoro de Lincoln, Salomon P. Chase, declaró públicamente, justo después de pasarse el Acta Nacional Bancaria en 1863: “Mi agencia al promover el pase del Acta Nacional Bancaria, fue el mayor error financiero de mi vida. Ha construido un monopolio que afecta a cada interés en el país. Debería ser repelida, pero antes de que eso pueda lograrse, la gente debe ser puesta de un lado y los banqueros de otro, en un concurso como nunca antes se ha visto en este país”. Y, finalmente, el fabricante automotriz, Henry Ford, dijo: “Si la gente de nuestro país comprendiera nuestro sistema económico y bancario, creo que tendríamos una revolución antes de mañana.”

    La educación de la gente, ¡esa es la solución! Y es precisamente el método propuesto por el periódico San Miguel: construir una fuerza en la gente a través de la educación, para que el gobierno soberano de cada nación tenga el valor de levantarse frente a los banqueros y emitir su propio dinero, tal como lo hizo el presidente Lincoln. ¡Si tan sólo aquellos a favor de un sistema monetario honesto comprendieran la importancia de asumir su responsabilidad haciendo llegar a todos el periódico! El Crédito Social establecería una economía donde todo estuviera organizado para servirle a la persona humana, desarrollar la propia responsabilidad, crear gente comprometida. Toda mente a favor del Crédito Social es un avance. Cada persona formada por el Crédito Social es una fuerza y cada fuerza adquirida es un paso hacia la victoria. ¡Y cuantas nuevas fuerzas hemos adquirido en los últimos sesenta años! Si todas ellas fueran activas, sería realmente antes de mañana que obtendríamos la implementación del Crédito Social.

    Tal como lo escribió Louis Even en 1960: “El obstáculo no es el financiero ni el político, ni ningún otro enemigo de este tipo. El obstáculo recae en la pasividad de muchos Creditistas Sociales que esperan por el triunfo de la causa, pero que le dejan el trabajo a otros para promoverla.” Resumiendo, es nuestro rechazo a tomar nuestras responsabilidades lo que retrasa la implantación del Crédito Social, de un sistema monetario honesto. “Mucho se le pedirá al que mucho se le ha dado.” (Lc 12,48). Examinen sus conciencias, queridos Católicos; la verdadera conversión personal nos pondrá en camino, tomemos nuestras responsabilidades, la victoria nunca había estado tan cerca. Nuestra responsabilidad es que el Crédito Social sea conocido por otros, invitémoslos a suscribirse a nuestro periódico, la única publicación que da a conocer esta brillante solución.


    La Propuesta del Crédito social es aceptada por el Congreso americano en 1932

    Es que la educación de las personas es necesaria. Una vez que la presión del público es suficientemente fuerte, todos los partidos estarán de acuerdo con la propuesta. Un buen ejemplo de esto puede encontrarse en el decreto de Goldsborough de 1932 que fue descrito por un autor como un “Decreto del Crédito Social” y “muy cercano a ser una casi desapercibida reforma monetaria para el establecimiento de un sistema de dinero realmente legítimo en los Estados Unidos”:

    “Una mayoría aplastante del Congreso americano (289 a 60) lo favoreció ya en 1932, y en una forma u otra ha persistido subsecuentemente. Sólo la fútil espera de que un nuevo Presidente (Roosevelt) podría restaurar la prosperidad sin abandonar el sistema de dinero-credito que América había heredado del Crédito Social para que se vuelva ley sobre la tierra. A través de 1936, cuando el Nuevo Tratado (la solución de Roosevelt) había demostrado ser incapaz de eficazmente combatir la Depresión, los defensores del Crédito Social regresaban de nuevo con fuerza. El último esfuerzo significante por ganar su adopción fue en 1938”. (W.E. Turner, Dinero Estable, pág. 167.)

    Incluso se mencionaron el dividendo y el descuento compensado, dos partes esenciales del Crédito Social, en este decreto que era “La Propuesta Goldsborough”, después que el Representante Democrático de Maryland, T. Allan Goldsborough, lo presentó por primera vez en la Casa de los Comunes, el 2 de mayo de 1932.

    Dos personas que apoyaron el decreto llaman nuestra atención sobre todo: Robert L. Owen, Senador de Oklahoma de 1907 a 1925 (director del banco nacional durante 46 años), y Charles G. Binderup, Representante de Nebraska. Owen publicó un artículo, en marzo de 1936, en la publicación de J. J. Harpell, “El Instructor” del que Louis Even era el editor auxiliar. Él pronunció varios discursos en radio en los E.E.U.U. durante la Depresión, explicando los efectos perjudiciales del control de crédito a través de intereses privados.

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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 8. El Crédito Social no es un partido político


    El Crédito Social es un sistema financiero seguro y efectivo


    Depender de un partido es una ilusión

    La implementación del Crédito Social instituiría una verdadera democracia: la democracia económica, hacienda a cada consumidor capaz de pedir de la producción del país lo necesario para satisfacer las necesidades básicas de la vida; democracia política, en tanto el pueblo pueda hacer conocer a sus representantes elegidos, a sus gobiernos, lo que esperan de ellos, y exigir resultados. (Demos, pueblo; kratien, reinar. — Democracia: la soberanía del pueblo.)

    Cualquier creditista, aún superficialmente informado, sabe muy bien que, hoy en día, el poder supremo no es ejercido por el pueblo, ni por sus gobiernos, sino por un círculo cerrado de financistas. Hombres de Estado como Gladstone, Wilson, y muchos otros, lo declararon explícitamente. Mackenzie King estaba prometiendo, en 1935, la más grande batalla de todos los tiempos “entre los poderes financieros y los del pueblo”. Una batalla en la que no se involucró, sin duda porque consideró a los poderes financieros muy fuertes, y al pueblo muy débil.

    Los pueblos son en verdad débiles; es comprensible que sean débiles cuando, en primer lugar, no saben nada de los asuntos públicos y de lo que pasa tras bambalinas; débiles, en segundo lugar, cuando, en vez de enseñarles estas cosas, los que están agitándolos los dividen en facciones políticas que se pelean entre sí. No es a través de una facción más que va a lograrse la unidad, la unidad que despertaría su fuerza, mientras la división incrementa su debilidad.

    Es un hombre genial, C. H. Douglas, quien descubrió lo que la gran verdad del Crédito Social es; es él quien fundó la escuela del Crédito Social. Él muy seguramente sabía mejor lo que el Crédito Social significa, en cuanto a la democracia respecta, que esos pequeños hombres de nuestra patria (Canadá) que quieren hacer del Crédito Social el instrumento de su carrera hacia el poder, o al menos la plataforma para rebuscarse una curul en el Parlamento.

    Ahora bien, Douglas declaró en un discurso que dio en Newcastle-upon-Tyne, el 19 de marzo de 1937, que en Inglaterra existen dos obstáculos para la verdadera democracia, y el primero de ellos es el sistema de partidos políticos.

    Lo mismo aplica para Canadá, y la solución no consiste en alimentar el sistema de partidos, sino en debilitarlo. Es decir, hacer a los partidos existentes inofensivos, no creando otra división al interior del pueblo, sino al contrario, uniendo a los ciudadanos, a todos los ciudadanos, sin distinción de partido, alrededor de la expresión de su voluntad común a los miembros del Parlamento, quien quiera que ellos sean, y cualquiera que sea su color político. Hacer énfasis en lo que pasa en el período entre cada elección, cuando el destino de los ciudadanos está en riesgo, más que durante las elecciones cuando es el destino de los políticos el que está en riesgo.

    Unir a los ciudadanos. Y para ello, empezar a hacerles entender que todos ellos quieren las mismas cosas fundamentales; y entonces convencerlos que insistiendo juntos para obtener lo que todos quieren, inevitablemente van a obtenerlo.

    Es también el Mayor Douglas quien, en otra ocasión, en Liverpool, el 30 de octubre de 1936, dijo:

    “La soberanía del pueblo, es decir, su capacidad de dar órdenes, se incrementaría con su unanimidad, y si todo el pueblo quisiera un resultado uniforme no habría posibilidad de tener partidos, y no habría resistencia a sus exigencias.”

    Esa, nos parece, es una muy buena línea de conducta, perfectamente de acuerdo con el sentido común.

    Usted nunca podrá poner de acuerdo a toda la gente cerca de una urna. Pero usted podría fácilmente poner de acuerdo a toda la gente sobre los resultados que piden de la política, si usted se propone establecer estos resultados en orden de universalidad y urgencia: la seguridad económica, una cantidad suficiente de bienes hoy y garantizada para el mañana, la libertad de cada cual para escoger su ocupación y estilo de vida. Toda la gente quiere estas cosas; y, como lo señala Douglas, incluso los que no las quieren para los demás, las quieren para sí mismos.

    ¿Por qué entonces centrar la atención y orientar las actividades hacia las urnas, hacia lo que divide, en vez de aplicarse efectivamente a unir a toda la gente alrededor de peticiones sobre las que todos estarán de acuerdo?

    Nunca se obtuvo una reforma importante a partir de la formación de un partido político. Casi siempre, el partido establecido con miras a una gran reforma muere por fracaso electoral; y si por casualidad llega al poder, encuentra tantos obstáculos que finalmente se detiene y no mantiene más objetivos que permanecer en el poder sin hacer nada aparte de lo que hacen los partidos tradicionales. Para superar estos obstáculos, le hacía falta una fuerza: la de la gente suficientemente informada, y formada en el campo político.

    Además, una reforma no puede salir de una elección. Se obtiene de una manera natural y democrática, de la madurez de una idea clave bien cultivada; se obtiene de su aceptación, su petición, de parte de un número suficiente de personas, de crear una voluntad general, expresada sin estar amarrada a los riesgos de los resultados electorales.

    El Crédito Social entrará a la legislación de un país cuando se convierta en el objeto de una petición general, tan fortalecida que los partidos políticos le darán la bienvenida en sus programas. Confinarla a un partido político es enlazar su destino al destino electoral de ese partido. Y puede significar retroceder, en vez de avanzar.

    Una nueva idea se esparce a través de la propaganda, echa raíces a través del estudio. Entre más nueva sea la idea más grandes serán sus repercusiones, entre más esfuerzo requiera su propagación e implantación, usualmente requerirá más tiempo, pero siempre más perseverancia. La propagación de esta idea necesita muchos más apóstoles que parlamentarios.

    Los instigadores de nuevos partidos sin duda consideran que la educación política del pueblo tomaría demasiado tiempo, si en algún momento pensaron en ello. Una votación breve les parece un método más normal y, especialmente, un método más rápido. El resultado: tumbas, que ni siquiera son visitadas por aquellos que apoyaron a sus difuntos partidos. Un buen número de estos caballeros desde ese entonces se han acomodado bajo las alas de partidos tradicionales, que ellos sin embargo habían denunciado.

    Uno debe afianzar la fuerza del pueblo, para que su peso sobre los gobiernos exceda la fuerza de los poderes financieros. No es en un parlamento donde se afianza la fuerza del pueblo. Es donde está el pueblo — fuera de los parlamentos. Y es el lugar que ocupa un verdadero movimiento de Crédito Social.


    Douglas y las elecciones

    El Secretariado del Crédito Social, un organismo fundado por el mismo mayor Douglas, ha vuelto a publicar un discurso dado por el fundador del Crédito Social, el 7 de marzo de 1936. Ese día, Douglas no hablaba al público en general, sino a creditistas.

    En ese discurso, Douglas recomienda una política de presión, y condena fuertemente los métodos de los partidos políticos, especialmente el del llamado “Partido del Crédito Social”. Él condena este método, no sólo porque está condenado al fracaso antes de comenzar, sino también porque relaciona algo hermoso como lo es el Crédito Social con la política electoral. Douglas llega tan lejos como para afirmar:

    “Si ustedes eligen un partido de Crédito Social, suponiendo que puedan hacerlo, yo debo decir que considero esa elección de un partido de Crédito Social en este país como una de las más grandes catástrofes que puedan ocurrir.”

    La función propia de un miembro del parlamento, explicó Douglas, es recibir y transmitir al gobierno la expresión de la voluntad legítima del constituyente. La función propia del gobierno es recibir esta exigencia y ordenar a los expertos seguirla (los expertos, por tanto, los financistas para los asuntos financieros). Uno no debe decirle a estos expertos cómo llegar a este objetivo, sino señalar el resultado a alcanzar y exigir este resultado.

    Y el papel del pueblo es hacerse consciente de los objetivos que comúnmente quiere, y expresar esta voluntad a sus representantes. Es donde debe comenzarse, desde donde debe organizarse, con los electores.

    En palabras de Douglas: “Si usted está de acuerdo en que el objeto de enviar hombres al Parlamento es obtener lo que usted quiere, ¿entonces por qué elegir un grupo especial de hombres, o un partido en especial? Los hombres que están ahí deberían conseguirle lo que usted quiere — ese es su trabajo. No es su trabajo decir cómo debe conseguirse. Cómo se hacen las cosas es responsabilidad del experto.”

    A los expertos debe decírseles lo que los ciudadanos quieren, y esta exigencia debe provenir de los mismos ciudadanos.

    El electoralismo ha pervertido el sentido de la democracia. Todo lo que los partidos políticos pueden hacer es dividir al pueblo, debilitar su fuerza y llevarlo a decepciones. Añadir otro partido sólo puede añadir otra decepción con otro nombre. Una decepción aún más desastrosa si la aventura arrastra con sí el término de una causa excelente como el Crédito Social.


    En la raíz del mal

    — ¿Por qué criticar y denunciar el actual sistema financiero?

    Porque no cumple su finalidad.

    — ¿Cuál es la finalidad de un sistema financiero?

    La finalidad de un sistema financiero es financiar. Financiar la producción de bienes que responden a necesidades, y financiar la producción de estos bienes para que alcancen esos fines. Si el sistema financiero hace esto, cumple su papel.

    Si no lo hace, no cumple su papel. Si hace algo diferente, va más allá de su papel.

    — ¿Por qué dice que el sistema financiero actual no cumple con su papel?

    Porque hay bienes – bienes públicos y bienes privados – solicitados por la población, que son con certeza alcanzables físicamente, pero que no se concretan porque el sistema financiero no financia su producción. Adicionalmente, hay bienes ofrecidos a una población que los necesita, pero en la cual algunos individuos y familias no pueden conseguirlos, porque el sistema financiero no financia el consumo. Estos son hechos innegables.

    — ¿Con qué se financia la producción o el consumo?

    Con medios de pago (créditos en efectivo). Estos medios de pago (créditos en efectivo) pueden consistir de monedas, billetes, o cheques girados contra cuentas bancarias.

    Todos estos medios de pago (créditos en efectivo) pueden ser incluidos en el término “crédito financiero”, porque todo el mundo los acepta con confianza. La palabra crédito implica confianza. Usted acepta con la misma confianza 4 cuartos, o un billete de 1 dólar del Banco de Canadá, o un cheque de 1 dólar de cualquier banco en el que el endosante tenga una cuenta bancaria. Usted sabe, en realidad, que con cualquiera de estos tres medios de pago (créditos en efectivo), usted puede pagar trabajo o materiales por el valor de 1 dólar si es un productor, o bienes de consumo por valor de 1 dólar si es un consumidor.

    — ¿De dónde obtienen su valor este “Crédito Financiero, y estos medios de pago (créditos en efectivo)?

    El crédito financiero obtiene su valor del “crédito real”. Es decir, de la capacidad de producción del país. Un dólar, o cualquier moneda, tiene valor sólo porque la producción del país puede producir bienes que equivalgan en valor. Uno puede llamar a esta capacidad de producción “crédito real”, porque es un factor real de confianza. Es el crédito real de un país, su capacidad de producción, lo que causa que uno tenga confianza en poder vivir en ese país.

    — ¿A quién pertenece éste “crédito real”?

    Es un bien de la sociedad. No hay duda que las capacidades individuales y colectivas de todas las clases contribuyen a ello. Pero sin la existencia de recursos naturales, que son un regalo de la Providencia y no el resultado de la capacidad individual, sin la existencia de una sociedad organizada que permita la división del trabajo, sin servicios como escuelas, caminos, medios de transporte, etc., la capacidad de producción global sería mucho más débil, muy débil de hecho.

    Por eso hablamos de producción nacional, economía nacional, lo cual no quiere en ningún momento decir producción controlada por el Estado. Es en esta capacidad de producción global que los ciudadanos, cada ciudadano, debe poder encontrar una base de confianza para la satisfacción de sus necesidades materiales. Pío XII dijo en su mensaje radial de 1941:

    “La economía nacional, el fruto de las actividades de los hombres que trabajan juntos en la comunidad nacional, no tiende sino a asegurar, sin interrupción, las condiciones materiales en las que la vida individual de los ciudadanos podrá ser desarrollada plenamente.”

    — ¿A quién pertenece este “crédito financiero”?

    En su fuente, el crédito financiero pertenece a la colectividad, de igual forma que el crédito real del cual obtiene su valor. Es un bien de la comunidad del cual deben beneficiarse, de una forma u otra, todos los miembros de la comunidad.

    Como el “crédito real”, el crédito financiero es, por su misma naturaleza, un crédito social (pertenece a todos los miembros de la sociedad).

    El uso de este bien de la comunidad no puede estar sujeto a condiciones que disminuyan la capacidad de producción, o que desvíen la producción de su fin apropiado, que es satisfacer las necesidades humanas: necesidades de naturaleza pública y privada, en su orden de urgencia; la satisfacción de las necesidades básicas de todos, antes que las demandas de bienes de lujo de unos pocos; también antes que el esplendor y los planes faraónicos de los administradores públicos, codiciosos de ganar fama.

    — ¿Es posible obtener de la economía, en general, el respeto a esta jerarquía de las necesidades, sin una dictadura que planea todo, impone programas de producción, y administra la distribución de los bienes?

    Es ciertamente posible, con un sistema financiero que garantice a cada individuo una parte del crédito financiero de la comunidad. Una cuota suficiente, de manera que el individuo pueda él mismo pedir, de la producción del país, lo suficiente para satisfacer al menos sus necesidades básicas.

    Tal sistema financiero no dictaría nada. Los programas de producción se tomarían de los pedidos de los consumidores, al menos en lo que respecta a los bienes privados; y los tomaría de los pedidos provenientes de las administraciones públicas, en lo que respecta a los bienes públicos. El sistema financiero por ende serviría, de un lado, para expresar la voluntad de los consumidores; de otro, estaría al servicio de los productores para movilizar la capacidad productiva del país en la dirección de los pedidos así expresados.

    Para ello, por supuesto, es necesario tener un sistema financiero que se someta a la realidad, y no uno que ejerce la violencia sobre ella. Un sistema financiero que refleje hechos, y no que se desvíe de ellos. Un sistema financiero que distribuya, y no que racione. Un sistema financiero que sirva al hombre, y no que lo degrade.

    — ¿Es un sistema financiero como ese concebible?

    Sí. Sus lineamientos fueron dados por Clifford Hugh Douglas, el maestro y genio que expuso al mundo lo que se llama Crédito Social (que no debe mezclarse con la prostitución de los partidos políticos que se embisten a sí mismos con ese nombre).

    Douglas resumió en tres propuestas los principios básicos de un sistema que cumpliría con estos fines y, adicionalmente, sería suficientemente flexible para seguir a la economía y todos sus desarrollos, hasta cualquier grado de mecanización, motorización o automatización.


    Las tres propuestas de Douglas

    — ¿Cuáles son las tres propuestas de Douglas?

    Douglas públicamente estableció estas tres propuestas en sendas ocasiones: en Swanwick, en 1924; ante el Comité MacMillan, en mayo de 1930; y en un discurso dado en Caxton Hall, Londres en octubre de 1930. Y las reprodujo en algunos de sus escritos, entre otros, en “El Monopolio del Crédito”.

    La primera de estas propuestas se relaciona con la financiación del consumo, mediante el ajuste entre el poder de compra y los precios:

    “Los créditos en efectivo de la población de cualquier país deben ser en todo momento colectivamente iguales a los precios en efectivo colectivos para los bienes de consumo a la venta en ese país, y tales créditos en efectivo deben cancelarse o depreciarse sólo en la compra o en la depreciación de los bienes de consumo”.

    Douglas no cambió nada en los términos de su propuesta: eran los mismos en 1930 o en 1924. En esta propuesta, para mencionar los medios de pago, en especie o en dinero en papel, en manos de los consumidores, Douglas usa el término “créditos en efectivo”, entre tanto, cuando habla de la financiación de la producción, simplemente dice “créditos”.

    La diferencia entre los dos es que el dinero en manos de los consumidores es de ellos: para ellos es el poder de compra que usan como les plazca para obtener los productos que escojan. Mientras que los créditos de producción son avances que el productor debe pagar cuando sus productos hayan sido vendidos.

    — ¿Cuál es el fin de esta primera propuesta hecha por Douglas?

    El fin de esta propuesta es alcanzar lo que podría llamarse el perfecto poder de compra, al establecer un equilibrio entre los precios que se pagan por los compradores y el dinero en sus manos.

    El Crédito Social hace una distinción entre el precio de costo, y el precio que debe pagar el comprador (precio en efectivo). El comprador no tendría que pagar todo el precio de costo, sino sólo éste precio reducido a un nivel correspondiente a los medios de pago (créditos en efectivo) en manos de la población.

    El precio de costo debe siempre recuperarse por el productor si desea permanecer activo en el negocio. Pero el precio que debe pagarse debe estar al nivel del poder de compra en manos de los consumidores, si uno quiere que la producción alcance su fin, que es el consumo.

    — ¿Cómo puede esta segunda condición llevarse a cabo?

    Mediante un mecanismo de ajuste de precios. Un ajuste y no un arreglo de precios: establecer el precio de costo es un asunto que corresponde a los mismos productores; son ellos quienes saben lo que les cuesta la producción de acuerdo con sus gastos.

    El ajuste propuesto consistiría en un coeficiente que se aplicaría a todos los precios de venta. Este coeficiente se calcularía periódicamente (cada tres o seis meses, por ejemplo), de acuerdo con el promedio de consumo total y la producción total en un período dado.

    Si, por ejemplo, durante este período, el total de la producción fue de $40.000 millones, y el consumo total fue de $30.000 millones, uno puede concluir que, sin importar cuánto hayan sido los precios de costo contabilizados, en la realidad, la producción de $40.000 millones le ha costado al país $30.000 millones. Por tanto, $30.000 millones es el costo real de la producción total de $40.000 millones. Y si los productores deben recuperar $40.000 millones, los consumidores, por su parte, deben pagar solo $30.000 millones. Los restantes $10.000 millones deben ser proveídos a los productores a través de otra fuente, no a través de los compradores. Corresponde al sistema monetario asegurarse de ello.

    En este caso, un coeficiente de 3/4 será aplicado a todos los precios de venta: los precios de venta serán multiplicados por este coeficiente, por 3/4 ó 0,75. El comprador entonces pagará solo el 75% del precio de costo.

    En otras palabras, un descuento general del 25% (lo opuesto a un impuesto sobre las ventas o IVA) será decretado sobre todos los precios de venta por el lapso del nuevo término. Al final de cada término, la tasa de descuento general se calcula de acuerdo con el estado del consumo en relación con el estado de la producción de un período dado. Por tanto uno se acerca al poder de compra perfecto tanto como sea posible.

    Esta operación es algunas veces llamada un precio compensado o descuento compensado, porque el dinero que el vendedor no obtiene del comprador, por el descuento, se le entrega después por la Oficina Nacional de Crédito. Esta compensación permite al vendedor recuperar su precio de costo total. Nadie pierde. Todos ganan por la venta de los bienes hechos más accesibles a las necesidades.

    — ¿Y cuál es la segunda propuesta de Douglas?

    La segunda propuesta de Douglas se relaciona con la financiación de la producción. Fue expresada como sigue, por su autor, en Swanwick, y ante el Comité MacMillan: “Los créditos necesarios para financiar la producción deben ser suministrados no de los ahorros, sino ser nuevos créditos en proporción a la nueva producción”.

    En Caxton Hall, en octubre de 1930, Douglas cambió el final de su afirmación: “nuevos créditos en proporción a la producción.”

    No dice “nueva producción”, solo “producción”. Obviamente, ambos son sinónimos. En la medida en que la producción se hace, es nueva producción. Una nueva producción para mantener el flujo de producción hacia el lugar donde el consumidor hace compras.

    Algunos han dado una interpretación errada de esta propuesta como aplicable solo a un incremento en el volumen de producción, lo cual ciertamente no es el caso de acuerdo con el contexto de las tres propuestas.

    Douglas añade:

    Y estos créditos deberán ser solicitados solo en relación al promedio entre depreciación general y apreciación general, enriquecimiento general.

    ¿Por qué financiar producción en esta forma, con nuevos créditos, y no con ahorros? Porque los ahorros vienen del dinero que se ha distribuido en relación con una producción realizada. Ahora bien, todo este dinero se ha ido en el precio de costo de la producción realizada. Si este dinero no se usa para comprar producción, la brecha entre los medios de pago y los precios se incrementará.

    Uno puede argumentar que los ahorros usados para financiar un nuevo flujo de producción, a través de las inversiones o similares, vuelve a circular como poder de compra. Es cierto, pero a medida que se hacen gastos por parte del productor, también está creando, por tanto, un nuevo precio. Ahora bien, la misma cantidad de dinero no puede servir para pagar, al mismo tiempo, el precio correspondiente de la anterior producción y el precio correspondiente de la nueva producción.

    Cada vez que el dinero ahorrado vuelve a los consumidores, es creando un nuevo precio, sin haber pagado un precio anterior, dejado sin el correspondiente poder de compra cuando este dinero se convierte en ahorro.

    — ¿Y qué pasa con la tercera propuesta financiera de Douglas?

    La tercera propuesta introduce un nuevo elemento dentro del poder de compra: la distribución de un dividendo a todos, empleados o no en la producción. Es por tanto un factor componente del poder de compra, que no deja a ningún individuo sin los medios de pago.

    Es el reconocimiento del derecho de todos a una parte de la producción, como co-capitalistas, co-herederos del más grande factor de producción moderno: el progreso adquirido, ensanchado y transmitido de generación en generación. Igualmente, como copropietarios de los recursos naturales, un regalo, gratis, de Dios.

    También es la forma de mantener un flujo de poder de compra en relación con el flujo de producción, aunque la producción cada vez necesite menos empleados. Por tanto, sería la solución al más grande dolor de cabeza actual, que hace que los economistas se golpeen la cabeza contra las paredes, y que hace ver tontos a los gobiernos frente a su política de pleno empleo. La búsqueda del pleno empleo no tiene sentido, es difícil de justificar de parte de seres inteligentes, mientras que el progreso inexorablemente se aplica a liberar al trabajador, a hacer la necesidad de empleados más y más inútil.

    He aquí como Douglas mismo se expresó:

    “La distribución de efectivo a los individuos debe ser progresivamente menos dependiente del empleo. Esto es decir que el dividendo progresivamente irá progresivamente desplazando al sueldo y al salario”.

    Progresivamente, — como Douglas lo expresó en otra parte — a medida que la productividad se incrementa por horas-hombre. Esto está completamente de acuerdo con la participación respectivamente asumida por el trabajo y el progreso en el flujo de producción.

    El progreso, — un bien colectivo — se hace cada vez más importante como factor de producción, y el trabajo humano, cada vez menos. Esta realidad debe reflejarse en la distribución de los ingresos, a través de dividendos a todos, de un lado, y a través de la recompensa al empleo, del otro.

    — ¿Pero esto no es proponer darle la vuelta a todo en cuanto a los métodos de financiación de la producción y en el método de distribución de lo que puede reclamarse de la producción?

    Es, sobre todo, y mucho más sencillamente, un cambio de filosofía, en el concepto del rol de los sistemas económicos y financieros, devolviéndolos a sus propios fines, obtenidos por medios apropiados. Es hora de que los fines y los medios vuelvan a su lugar apropiado. Es hora de que la perversión dé paso a la rectificación.

    — ¡Pero todo parece implicar que el dinero, o el crédito financiero, pueden llegar, así no más, a financiar la producción y el consumo!

    Ciertamente. El sistema monetario es esencialmente un sistema de contabilidad. A los contadores les hacen falta números para contar, sumar, restar, multiplicar, dividir, hacer reglas de tres, expresar porcentajes.

    Aún más, lo hechos están ahí, para mostrar que el dinero es un asunto de cifras: cifras que los monopolizadores del sistema pueden hacer aparecer o desaparecer de acuerdo con sus decisiones, sin ningunos otros ítems concretos que un libro, un bolígrafo, y unas pocas gotas de tinta [hoy en día, simplemente un ordenador].

    En un discurso pronunciado en Westminster, el de marzo de 1936, C .H. Douglas dijo a su audiencia — una audiencia de Crédito Social:

    “Nosotros, los Creditistas, decimos que el sistema monetario en la actualidad no refleja los hechos. La oposición dice que sí. Bueno, lo dejo a su buen sentido. Cómo es posible que un mundo que estaba aparentemente casi con fiebre de prosperidad en 1929 — o se alegaba que así era, a juicio de los estándares ortodoxos — y con certeza capaz de producir tremendas cantidades de bienes y servicios y distribuir una proporción considerable de ellos, pudiese estar tan empobrecido en 1930, y tan fundamentalmente cambiado que las condiciones fueron invertidas y el mundo estaba abyectamente pobre? ¿Es razonable suponer que entre una fecha dada en octubre de 1929, y unos pocos meses después, el mundo cambiaría de ser rico a ser pobre? Por supuesto que no lo es.”

    Douglas hizo este comentario tres años y medio antes del inicio de la segunda guerra mundial. Una vez se declare, todo el mundo podía hacerse una pregunta de la misma naturaleza que la de Douglas, pero en sentido inverso:

    ¿Cómo es posible que después de una escasez de dinero de 10 años, repentinamente encontraron, de la noche a la mañana, todo el dinero que se necesitaba para una Guerra que duró seis años y que costó miles de millones?

    La misma respuesta sirve en ambos casos: el sistema monetario es solo una cuestión de contabilidad, y necesita sólo cifras que lleven un sello legal. Por tanto, si el dinero hace falta frente a grandes posibilidades de producir para satisfacer las necesidades humanas normales, y si el dinero se hace abundante cuando se pide a los productores y a los medios de producción para los campos de batalla y la producción de motores de guerra, es porque el actual sistema monetario impone decisiones, en vez de reflejar fielmente los hechos que resultan de los actos libres, llevados a cabo por productores libres y consumidores libres.

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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 9. El Crédito Social y la Doctrina Social de la Iglesia (Parte I)


    C.H. Douglas nos dijo que el Crédito Social podía definirse en dos palabras: cristianismo aplicado. En efecto, un estudio comparativo del Crédito Social y de la doctrina social de la Iglesia enseña hasta qué punto el establecimiento de las propuestas financieras del Crédito Social aplicaría de maravilla la enseñanza de la Iglesia sobre la justicia social. (Tomado de “La Batalla de San Miguel”)

    El primer ejemplar del periódico “Vers Demain” (Hacia mañana), fundado por Louis Even y Gilberte Côté, fue publicado en Canadá en septiembre de 1939 (su versión en Inglés, conocida como “Michael”, se publicó por vez primera en 1953 y la versión en español “San Miguel” en el 2003).

    Pero, ¿cuál es precisamente el mensaje que lleva este diario? ¿Por qué se fundó este periódico? ¿Cuáles fueron las intenciones y los objetivos de sus fundadores? Este mensaje, este objetivo, es el mismo en el 2006 como al principio, en 1939: promover el desarrollo de un mundo mejor, una sociedad más cristiana, a través de la difusión e implementación de las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana, en todos los sectores de la sociedad. La búsqueda de un mundo mejor: precisamente fue por esta razón que los fundadores del periódico lo llamaron “Vers Demain” (Hacia el Mañana); querían construir un futuro mejor que el de hoy.

    Louis Even era, él mismo, un gran católico, y estaba convencido que un mundo mejor solo puede construirse sobre los principios eternos del Evangelio y las enseñanzas de su Iglesia — la Iglesia Católica Romana — cuya cabeza visible en la Tierra es el Sumo Pontífice, actualmente Benedicto XVI.

    Adicionalmente, los objetivos de los periódicos “Vers Demain”, “Michael”, y “San Miguel” están claramente señalados en la portada de cada número, justo bajo el logo. Uno puede leer a la izquierda: “Un periódico de Laicos Católicos por el reino de Jesús y María en las almas, familias y naciones.” Y a la derecha: “Por una economía de Crédito Social de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia a través de la acción vigilante de padres de familia y no a través de partidos políticos” (que significa, entre otras cosas, que la filosofía de “Crédito Social” a la que se hace referencia aquí no tiene nada que ver con partidos políticos, ni siquiera los llamados “partidos de Crédito Social”, sino que es simplemente una reforma económica que puede ser aplicada por cualquier partido político en el poder).

    “San Miguel” es un periódico de patriotas católicos, que también tiene que ver con una reforma económica, a través de una “Nueva Economía” o “Crédito Social”. ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver esto con la religión?, alguien se preguntará. El sistema de Crédito Social o Nueva Economía no es más que un método, una forma de aplicar la Doctrina Social de la Iglesia, la cuál es parte integral de las enseñanzas de la Iglesia Católica. Por consiguiente, el periódico “San Miguel” no se aleja de su primer objetivo que es el promover el desarrollo de una sociedad más Cristiana mediante la difusión de la enseñanzas de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.”


    ¿Por qué una Doctrina Social?

    Si la Iglesia interviene en materias sociales y ha desarrollado una serie de principios que han sido llamados “Doctrina Social de la Iglesia”, es esencialmente porque, tal como el Papa Benedicto XV dijo, “…es en el campo económico en el que la salvación de la almas está en juego…”. Su sucesor inmediato, el papa Pío XI, también escribió: “Puede decirse, con toda verdad, que actualmente las condiciones de la vida social y económica son tales, que extensas multitudes de hombres no pueden prestar atención a lo que verdaderamente es esencial y necesario, esto es, su salvación eterna. (Carta encíclica, Quadragessimo Anno, 15 de mayo de 1931).

    Pío XII empleó palabras similares en su programación de radio del 1 de junio de 1941: “¿Como puede la Iglesia, como Madre amorosa que se preocupa por el bienestar de sus hijos permitirse el permanecer indiferente cuando vemos sus privaciones, permanecer en silencio o pretender no ver y no entender las condiciones sociales que, voluntariamente o no, hacen difícil y prácticamente imposible una conducta cristiana en conformidad con los Mandamientos del Soberano Dador de la Ley?”

    Y del mismo modo se expresan todos los Papas, incluyendo actualmente a Benedicto XVI.


    Permeando a la sociedad con el Evangelio

    El 25 de octubre de 2004, el Pontificio Consejo de Justicia y Paz publicó el largamente esperado “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”, que presenta, en forma sistemática (330 páginas de texto más un índice de 200 páginas), los principios de la Doctrina Social de la Iglesia en diversas áreas de la vida pública. El trabajo en éste volumen había comenzado 5 años antes bajo la presidencia del difunto Cardenal Francisco Javier Nguyen van Thuan, quién falleció en septiembre de 2002. El libro está dedicado al difunto Santo Padre Juan Pablo II, “maestro de Doctrina Social y testigo evangélico de la justicia y la paz”, quien en 1999, en la Exhortación Apostólica Post-sinodal Ecclesia in América recomendó que “…sería muy útil tener un compendio o una síntesis aprobada de la Doctrina Social Católica, incluyendo un catecismo que muestre la conexión entre ella y la Nueva Evangelización. En éste Compendio puede leerse:

    “La Doctrina Social de la Iglesia es una parte integral de su ministerio de evangelización… Nada correspondiente a la comunidad de hombres y mujeres — situaciones y problemas concernientes a la justicia, la libertad, el desarrollo, las relaciones entre los pueblos, la paz — es extraño a la evangelización, y la evangelización sería incompleta si no tuviera en cuenta las demandas mutuas continuamente hechas por el Evangelio y por la vida concreta, personal y social del hombre (párrafo 66). Con su Doctrina Social, la Iglesia apunta a ‘ayudar al hombre en el camino de la salvación.’ Este es su primordial y único propósito (69). La Iglesia tiene derecho a ser la maestra de la humanidad, la maestra de la verdad de la fe: la verdad no sólo de dogmas, sino de la moral cuya fuente nace de la misma naturaleza humana y del Evangelio (70).

    “De un lado, la religión no debe restringirse a la simple ‘esfera privada’; de otro lado, el mensaje Cristiano no debe relegarse a ser una puramente salvación ultraterrena incapaz de arrojar luz sobre nuestra existencia terrenal. Por la relevancia pública del Evangelio y la fe, por los efectos corruptores de la injusticia, esto es, del pecado, la Iglesia no puede permanecer indiferente a los asuntos sociales. ‘A la Iglesia pertenece el derecho a anunciar principios morales siempre y en todas partes, incluyendo aquellos pertinentes al orden social, y hacer juicios sobre cualquier asunto humano al extremo de ser requeridos por los derechos fundamentales de la persona humana o a la salvación de las almas.’ (Código de Derecho Canónico, canon 747, n. 2.) (71).

    La Iglesia no puede permanecer indiferente a situaciones como el hambre y la deuda externa en el mundo, que ponen en juego la salvación de las almas y, es por esto, que hace un llamado a una reforma de los sistemas económicos y financieros para ponerlos al servicio de la persona humana. La Iglesia por tanto presenta los principios morales por los que el sistema económico y financiero debe ser juzgado. Y dado que dichos principios deben ser aplicados de un modo práctico, la Iglesia hace un llamado a la fe de los laicos -cuyo propio rol, de acuerdo al Concilio Vaticano II, es precisamente la renovación del orden temporal para darle cabida al orden del plan de Dios- a trabajar en la búsqueda de soluciones concretas de un sistema económico que conforme con las enseñanzas del Evangelio y los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.


    Hacia una Nueva Economía (Crédito Social)

    Es por esta razón que Louis Even decidió dar a conocer la doctrina del Crédito Social –una serie de principios y propuestas financieras establecidas por primera vez en 1918 por el ingeniero escocés Clifford Hugh Douglas, para resolver el recorte crónico del poder de compra en las manos de los consumidores.

    Las palabras “Crédito Social” significan dinero social, o dinero nacional, dinero emitido por la sociedad, en contraposición con lo que se maneja actualmente y que es el “crédito bancario”, dinero emitido por los bancos.

    Cuando Louis Even descubrió el gran potencial del Crédito Social en 1935, inmediatamente comprendió de qué manera esta solución podría ser aplicada a los principios cristianos de justicia social en economía, especialmente aquellos concernientes al derecho de todos de utilizar los bienes materiales, de la distribución del pan nuestro de cada día, a través de la correcta repartición de un dividendo social para cada ser humano.

    Es por esto que, en cuanto tuvo esa luz, Louis Even sintió como su deber, el de comunicárselo a todo el mundo.


    Cuatro Principios Básicos

    La Doctrina Social de la Iglesia puede resumirse en cuatro principios, o cuatro “pilares”, sobre los cuales todo sistema en la sociedad debe estar fundamentado. Se lee en los párrafos 160 y 161 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia:

    Los principios permanentes de la Doctrina Social de la Iglesia constituyen el verdadero corazón de la enseñanza social Católica. Estos son los principios de:

    1. La dignidad de la persona humana, que es el fundamento de todos los demás principios y del contenido de la Doctrina Social de la Iglesia;

    2. El bien común;

    3. La subsidariedad;

    4. La Solidaridad.

    Estos son principios de un carácter general y fundamental, dado que tienen relación con la realidad de la sociedad entera… Debido a su permanencia en el tiempo y la universalidad de su significado, la Iglesia los presenta como los parámetros primarios y fundamentales de referencia para interpretar y evaluar los fenómenos sociales, lo cual es fuente necesaria para desarrollar el criterio para el discernimiento y orientación de las interacciones sociales en todas las áreas.


    Primacía de la Persona Humana

    La doctrina social de la Iglesia puede resumirse en este principio base: la primacía de la persona humana.

    “La doctrina social cristiana tiene por luz la Verdad, por objetivo la Justicia y por fuerza dinámica el Amor… Su principio básico es que los seres humanos son y tienen que ser fundamento, meta y motivo de todas las instituciones en que se manifiesta la vida social”. (Juan XXIII, encíclica Mater et Magistra, 15 de mayo de 1961, nn. 219 y 226.)

    El Compendio establece: “La Iglesia ve en el hombre y la mujer, en todas las personas, la imagen viviente del mismo Dios. Esta imagen encuentra, y debe siempre encontrar, un más profundo y completo desdoblamiento de sí misma en el misterio de Cristo, imagen perfecta de Dios, quien revela a Dios al hombre, y al hombre a sí mismo”. (105)

    “Toda la vida social es una expresión de su protagonista indiscutible: la persona humana. ‘La persona humana es, y debe siempre permanecer, el sujeto, fundamento y objetivo de la vida social.” (Pío XII, mensaje radial del 24 de diciembre de 1944.) (106)

    “Una sociedad justa puede convertirse en una realidad solo cuando está basada en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. La persona representa el fin último de la sociedad, por lo que se ordena a la persona: ‘He aquí que, el orden social y su desarrollo deben invariablemente trabajar por el beneficio de la persona humana, ya que el orden de las cosas es estar subordinadas a las personas, y no al revés.” (Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 26).

    “El respeto a la dignidad humana no puede en forma alguna ser separado de la obediencia a este principio. Es necesario ‘considerar a todo prójimo sin excepción como otro yo, teniendo en cuenta primero que todo su vida y los medios necesarios para vivirla con dignidad’. Cualquier programa político, económico, social, científico y cultural debe estar inspirado por la conciencia de la primacía de cada ser humano sobre la sociedad.” (132)


    Sistemas al servicio del hombre

    El Crédito social comparte la misma filosofía. Clifford Hugh Douglas escribió en el primer capítulo de su libro “Democracia Económica:

    “Los sistemas están hechos para el hombre, y no los hombres para los sistemas, y el interés del hombre, que es el auto-desarrollo, está por encima de todos los sistemas.”

    En su primera Carta Encíclica Redemptor Hominis (El Redentor de los Hombres, del 4 de marzo de 1979), el Papa Juan Pablo II habló de “las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, de la pobreza en medio de la abundancia que pone en cuestión los mecanismos financieros y monetarios… (n. 15). El hombre no puede eliminarse a sí mismo, o el lugar que le pertenece en el mundo visible; no puede convertirse en el esclavo de las cosas, el esclavo de los sistemas económicos, el esclavo de la producción, el esclavo de sus propios productos.” (n .16)

    Todos los sistemas deben estar al servicio del hombre, incluyendo los sistemas financieros y económicos: “De nuevo quiero abordar un asunto muy doloroso y delicado. Me refiero al tormento de los representantes de varios países, quienes ya no saben enfrentar el intimidador problema de contraer deudas. Una reforma estructural del sistema financiero mundial es, sin duda, una de las iniciativas que parece más urgente y necesaria.” (Mensaje del Santo Padre a la 6a Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Ginebra, septiembre 26, 1985.)

    “Como sociedad democrática, ¡miren cuidadosamente todo lo que está pasando en este poderoso mundo del dinero! El mundo de las finanzas también es un mundo humano, nuestro mundo, sometido a la conciencia de todos nosotros; para él también existen principios éticos. ¡Así que fíjense especialmente en que puedan contribuir a la paz mundial con su economía y sus bancos y no una contribución — tal vez en forma indirecta — a la guerra y la injusticia!” (Juan Pablo II, homilía en Flueli, Suiza, junio 14, 1984.)

    En su Carta Encíclica Centesimus Annus (publicada en 1991 para el centésimo aniversario de la Encíclica de León XIII Rerum Novarum), el Papa Juan Pablo II hizo una lista de los derechos humanos básicos (n. 47):

    “El derecho a la vida, del cual es parte integral el derecho del niño a desarrollarse en el vientre de la madre desde el momento de la concepción; el derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral que conduzca al crecimiento de la personalidad del niño; el derecho a desarrollar la propia inteligencia y libertad buscando y conociendo la verdad; el derecho a compartir el trabajo que hace sabio uso de los recursos materiales de la Tierra, y a derivar de ese trabajo los medios para sostenerse y a sus dependientes; y el derecho a establecer libremente una familia, a tener y criar niños a través del ejercicio responsable de la sexualidad. En cierto sentido, la fuente y síntesis de estos derechos es la libertad religiosa, comprendida como el derecho a vivir en la verdad de la fe de uno y conforme con su dignidad trascendente como persona” [este último derecho de ausencia de coacción sobre la persona en materia religiosa es perfectamente compatible con la existencia de una estado jurídico-político que proteja y ampare el bien común de la unidad católica. Desgraciadamente, en su aplicación, ha prevalecido la interpretación de la “libertad religiosa” destructora de la unidad católica, amparada suicidamente por los gobiernos occidentales que todavía eran “legalmente” católicos (Italia, España -primero promovido ese suicidio por Franco y luego continuado por Juan Carlos- Colombia, cantones católicos suizos, etc...].


    No al comunismo

    La Doctrina Social de la Iglesia se sostiene por encima de los sistemas económicos existentes, ya que se confina a sí misma al nivel de los principios. Un sistema económico es bueno o no en la medida en que aplique estos principios de justicia enseñados por la Iglesia. Por ejemplo, el Papa Juan Pablo II escribió en su Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, en 1987: “La tensión entre el Este y Occidente es una oposición… entre dos conceptos sobre el desarrollo de los individuos y los pueblos, siendo ambos conceptos imperfectos y con necesidad de una corrección radical… Esta es una de las razones por las que la Doctrina Social de la Iglesia adopta una actitud crítica tanto hacia el capitalismo liberal y el colectivismo marxista.”

    Uno puede comprender por qué la Iglesia condena al comunismo, o al colectivismo marxista, el cual, como escribió el Papa Pío XI, es “intrínsecamente maligno”, y anti-cristiano, dado que el fin que busca es la completa destrucción de la propiedad privada, de la familia y la religión. Pero ¿por qué condenaría la Iglesia al capitalismo? ¿Podrían el capitalismo y el comunismo ser la misma cosa?

    En el segundo capítulo de su encíclica Centessimus Annus, Juan Pablo II recuerda los diferentes eventos que han tenido lugar en el mundo, desde la encíclica Rerum Novarum de León XIII hasta el presente, incluyendo las dos guerras mundiales y el establecimiento del comunismo en Europa del Este, e indica cómo León XIII acertaba en denunciar al socialismo, el cual, lejos de resolver la cuestión social, se convertiría en un gran fracaso, causando el sufrimiento de millones de víctimas inocentes:

    “El Papa León avizoró las consecuencias negativas — políticas, sociales y económicas — del orden social propuesto por el ‘socialismo’… uno debe enfatizar aquí en que la claridad para reconocer lo maligno de una solución que, aparentando invertir las posiciones de los pobres y los ricos, en realidad iba en detrimento del mismo pueblo al que se suponía que debía ayudar. El remedio probó ser peor que la enfermedad. Definiendo la naturaleza del socialismo de su época como la supresión de la propiedad privada, León XIII llegó al centro del problema.”

    El error fundamental del socialismo, dijo Juan Pablo II, es el ateísmo, porque negando la existencia de Dios, de un ser superior que creó al hombre, uno también niega la existencia de toda ley moral, toda dignidad y derechos de la persona humana; esto lleva a dictaduras, donde el Estado decide lo que está bien para el individuo, o al desorden social y la anarquía, donde cada individuo elabora su propio concepto del bien y el mal.


    El capitalismo debe ser corregido

    Aún cuando el marxismo haya colapsado, ello no significa el triunfo del capitalismo, porque incluso después de la caída del comunismo, todavía hay miles de millones de personas pobres, y situaciones de injusticia en el mundo:

    “La solución marxista ha fallado, pero las realidades de la marginalización y la explotación permanecen en el mundo, especialmente en el Tercer Mundo, como la realidad de la alienación humana, especialmente en los países más avanzados. Contra este fenómeno la Iglesia levanta su voz con fuerza. Vastas multitudes aún viven en condiciones de gran pobreza material y moral. El colapso del sistema comunista en tantos países ciertamente elimina un obstáculo para enfrentar estos problemas en una forma apropiada y realista, pero no es suficiente para solucionarlos. Ciertamente, existe el riesgo de que una ideología radical capitalista que se rehúsa siquiera considerar estos problemas se extienda, con la creencia a priori de que cualquier intento de resolverlos está condenado al fracaso, y que ciegamente confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas del mercado.” (Centessimus Annus, 42.)


    Sí a un capitalismo que haya sido curado

    En Centesimus Annus, Juan Pablo II reconoce los méritos de la libertad de empresa, la iniciativa privada y las utilidades: “Parecería que, al nivel de las naciones individuales y de las relaciones internacionales, el Mercado libre es el instrumento más eficiente para utilizar los recursos y responder eficientemente a las necesidades. Pero esto sólo es cierto para aquellas necesidades que son ‘solventes’, en tanto vayan acompañadas de poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son ‘mercadeables’, en tanto son capaces de obtener un precio satisfactorio. Pero hay muchas necesidades humanas que no tienen lugar en el mercado. Es un estricto deber de justicia y verdad no permitir que las necesidades humanas continúen insatisfechas, y el no permitir que quienes las padecen perezcan.” (n. 34.)

    La falla que la Iglesia encuentra en el capitalismo actual no es ni la propiedad privada ni la libertad de empresa. Por el contrario, lejos de desear la desaparición de la propiedad privada, la Iglesia desea su más amplia difusión a todos, de manera que todos puedan convertirse en propietarios reales del capital, y ser verdaderos “capitalistas”:

    “La dignidad de la persona humana necesariamente requiere el derecho al uso de bienes externos para vivir de acuerdo con las normas de la naturaleza. Y a este derecho corresponde una obligación muy seria, la cual requiere que, en la medida de lo posible, sea dada a todos la oportunidad de poseer la propiedad privada… Por tanto, es necesario modificar la vida económica y social para que se haga más fácil el camino hacia una extendida posesión privada de tales cosas como bienes perdurables, hogares, jardines, herramientas necesarias para empresas artesanales y granjas familiares, inversiones en empresas de mediano o gran tamaño.” (Juan XXIII, Carta Encíclica Mater et Magistra, mayo 15, 1961, ns. 114-115.)

    El Crédito Social, con un dividendo entregado a cada individuo, reconocería a cada ser humano como un capitalista, co-heredero de los recursos naturales y el progreso (invenciones humanas, tecnología).


    El capitalismo ha sido viciado por el sistema financiero

    La falla que la Iglesia encuentra en el sistema capitalista es que no todos y cada uno de los seres humanos viviendo sobre el planeta tienen acceso a un mínimo de bienes materiales, permitiéndole una vida decente, y que aún en los países más avanzados hay miles de personas que no comen todo lo que podrían. Es el principio de la destinación de los bienes humanos el que no se cumple: hay abundancia de producción, la distribución es defectuosa.

    Y en el sistema actual, el instrumento que permite la distribución de los bienes y servicios, el símbolo que permite a la gente conseguir productos, es el dinero. Es por lo tanto el sistema monetario, el sistema financiero el que falla en el capitalismo.

    Las fallas que la Iglesia encuentra en el sistema capitalista no provienen de su naturaleza (propiedad privada, libertad de empresa), sino del sistema financiero que utiliza, un sistema financiero que domina en vez de servir, un sistema que vicia el capitalismo. El Papa Pío XI escribió en Quadragesimo Anno, en 1931: “El capitalismo en sí no debe ser condenado. Y seguramente no está viciado en su misma naturaleza, pero ha sido viciado.”

    Lo que la Iglesia condena no es el capitalismo como sistema productivo, sino, de acuerdo con las palabras del Papa Pablo VI, “el calamitoso sistema que lo acompaña, el sistema financiero”:

    “Este liberalismo sin revisiones llevó a una dictadura justamente denunciada por Pío XI como productora del ‘imperialismo internacional del dinero’. Uno no puede condenar tales abusos con suficiente fuerza, porque — permítannos de nuevo recordar solemnemente — la economía debería estar al servicio del hombre. Pero si es cierto que un tipo de capitalismo ha sido la fuente de un sufrimiento excesivo, injusticias y conflictos fratricidas cuyos efectos persisten, sería equivocado atribuir a la misma industrialización los males que corresponden al calamitoso sistema que la acompañó. Por el contrario, uno debe reconocer en justicia la irreemplazable contribución hecha por la organización y el crecimiento de la industria a la tarea del desarrollo.” (Pablo VI, Carta Encíclica Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos, marzo 26, 1967, n. 26.)

    El defecto del sistema: el dinero es creado por los bancos como deuda.

    Es el sistema financiero el que no cumple su papel; ha sido desviado de su fin (que es hacer coincidir los bienes con las necesidades). El dinero no debería ser sino un instrumento de distribución, un símbolo que da derecho a reclamar algo, un derecho a los productos, un simple sistema de contabilidad.

    El dinero debería ser un sirviente, un instrumento de servicio, pero los banqueros, al apropiarse del control sobre su creación, lo han hecho un instrumento de dominación: dado que la gente no puede vivir sin dinero, todos — gobiernos, corporaciones, individuos — deben someterse a las condiciones impuestas a ellos por lo banqueros para obtener dinero, que es el derecho a vivir en la sociedad actual. Ello establece una dictadura real sobre la vida económica, los banqueros se han convertido en los amos de nuestras vidas, como el Papa Pío XI correctamente señaló en Quadragesimo Anno (n. 106):

    “Su poderío llega a hacerse despótico como ningún otro, cuando dueños absolutos del dinero, gobiernan el crédito y lo distribuyen a su gusto; diríase que administran la sangre de la cual vive toda la economía, y que de tal modo tienen en su mano, por decirlo así, el alma de la vida económica, que nadie podría respirar contra su voluntad.”

    No hay manera en la que cualquier país pueda salir de su deuda en el actual sistema, dado que — como hemos visto en lecciones anteriores — todo el dinero es creado como deuda: todo el dinero que existe entra en circulación sólo cuando es prestado por los bancos, a interés. Y cuando el préstamo se paga al banco (sacando este dinero de circulación), deja de existir. En otras palabras, el dinero nuevo se crea cada vez que los bancos dan un préstamo, y ese mismo dinero es destruido cada vez que los préstamos son pagados.

    La ley fundamental en este sistema es que cuando los bancos crean nuevo dinero en forma de préstamos, le piden a los prestamistas que paguen más dinero del que fue creado. (Los bancos crean el principal, pero no los intereses). Como es imposible pagar devolviendo dinero que no existe, las deudas deben acumularse, o usted debe pedir prestado también el monto del interés para pagarlo, lo cual no soluciona su problema sino que solo lo empeora, ya que usted termina sumergido más profundamente en la deuda.

    Esta creación del dinero como deuda por los banqueros es el medio de imponer su voluntad sobre los individuos, y de controlar el mundo:

    “Dentro de estas acciones y actitudes opuestas a la voluntad de Dios, el bien del prójimo y las «estructuras» creadas por ellos, dos son muy típicas: de un lado, el deseo compulsivo de ganancias que todo lo consume, y de otro, la sed de poder, con la intención de imponer la propia voluntad sobre otros.” (Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei socialis, n. 37.)

    Como el dinero es un instrumento que es básicamente social, la doctrina del Crédito Social propone que el dinero sea creado por la sociedad, y no por banqueros privados para sus propias ganancias:

    “Hay ciertas categorías de bienes por los que uno puede alegar con razón que deben ser reservados a la colectividad cuando confieren tal poder económico que no puede, sin peligro para el bien común, dejarse al cuidado de individuos privados.” (Pío XI, Quadragesimo Anno.)


    El efecto del interés compuesto

    Instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial fingen ayudar a los países con dificultades financieras con sus préstamos, pero debido a las tasas de interés (interés compuesto) que tienen que pagar, estos países terminan más pobres de lo que eran antes de los préstamos. Aquí hay algunos ejemplos impactantes:

    Durante el período 1980-1990, los países de América Latina pagaron U. S. $418 mil millones en intereses por préstamos originales de U. S. $80 mil millones... y todavía debían el capital, ¡aunque habían pagado la deuda más de 5 veces!

    En Canadá las cosas están aún peor: el 93% de la deuda nacional de $562 mil millones (en 2003) consistía en intereses: el capital original prestado ($39 mil millones) representa sólo el 7% de la deuda. ¡Los restantes $523 mil millones cubren lo que ha costado pedir prestados esos $39 mil millones!

    De acuerdo con la Coalición Jubileo 2000, por cada dólar que fluye como ayuda a los países pobres cada año, $8 se devuelven como pagos de la deuda.

    Son ejemplos como estos los que llevaron a San León a escribir: “La avaricia que dice hacer al prójimo un bien mientras lo engaña es injusta e insolente… Aquel quien, entre las otras reglas de la conducta piadosa no preste su dinero a usura, disfrutará de descanso eterno… mientras quien se enriquece en detrimento de otros merece, a cambio, condenación eterna”. San Juan Crisóstomo también escribió: “Nada es más vergonzoso o cruel que la usura.” (La usura es cualquier tipo de interés cobrado sobre los préstamos).


    Las deudas deben ser borradas

    Cualquier persona sensible se dará cuenta que es criminal pedirle a las naciones que continúen pagando intereses sobre deudas que ya han sido pagadas varias veces. Uno puede ahora ver por qué la Iglesia condena la usura (el préstamo de dinero a interés), y pide la cancelación de las deudas. Cuando uno comprende que el dinero prestado por los bancos es creado literalmente de la nada, con un simple plumazo (o insertando las cifras en una computadora), entonces es fácil entender que las deudas pueden ser canceladas, borradas, perdonadas, sin que a nadie se le penalice.

    El 27 de diciembre de 1986, el Pontificio Consejo de Justicia y Paz expidió un documento titulado “Un acercamiento ético a la cuestión de la deuda internacional”. He aquí algunos extractos:

    “Los países deudores, de hecho, se encuentran a sí mismos atrapados en un círculo vicioso. Para poder pagar sus deudas, son obligados a transferir cada vez sumas más grandes de dinero al exterior. Estos son recursos que deberían haber estado disponibles para fines internos e inversión, y por lo tanto para su propio desarrollo.

    “El servicio de la deuda no puede ser mantenido al precio de la asfixia de la economía de un país, y ningún gobierno puede exigir de su pueblo privaciones incompatibles con la dignidad humana… Con el Evangelio como fuente de inspiración, otros tipos de acción podrían ser contemplados como otorgar extensiones, o incluso remisiones totales o parciales de las deudas… En ciertos casos, los Estados otorgantes podrían convertir los préstamos en garantías.

    “La Iglesia restablece la prioridad de garantizar al pueblo sus necesidades, por encima y más allá de las ataduras y mecanismos financieros frecuentemente puestos por delante como los únicos imperativos.”

    El Papa Juan Pablo II escribió en su Carta Encíclica Centessimus Annus (n. 35.): “El principio según el cual las deudas deben ser pagadas es ciertamente justo. (Nota de San Miguel: pagar el capital es justo, pero no pagar los intereses.) No es correcto exigir o esperar pago cuando el efecto sería la imposición de elecciones políticas que llevan al hambre y la desesperación de pueblos enteros. No puede esperarse que las deudas que se han contraído deban ser pagadas al precio de sacrificios insoportables. En tales casos es necesario encontrar — como de hecho está ocurriendo parcialmente — formas de aligerar, diferir o incluso cancelar la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y el progreso.”

    En preparación para el Gran Jubileo del año 2000, el Papa Juan Pablo II mencionó varias veces la necesidad de cancelar todas las deudas. He aquí algunos extractos de su audiencia semanal del 3 de noviembre de 1999: “En los años de jubileo del Antiguo Testamento, la gente recuperaba la propiedad familiar perdida por el pago de la deuda, y los que habían perdido su libertad por la deuda, eran liberados. Esto se daba porque la tierra pertenecía a Dios, quien la dio a toda la comunidad para usarla en su propio beneficio.

    “El jubileo nos recuerda de las exigencias del bien común y del hecho que los recursos del mundo han sido destinados para todos. Es por tanto un tiempo apropiado para pensar en reducir sustancialmente, si no cancelar de una vez, la deuda internacional que amenaza seriamente el futuro de muchas naciones.”

    Una vez que las deudas son borradas, la única forma de evitar que vuelvan a crecer, y permitirle a las naciones recomenzar, es que cada nación cree su propio dinero libre de deuda e interés, y dejar de pedir prestado a interés de los bancos comerciales e instituciones internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Si se le deja a los banqueros privados el poder de crear dinero, las deudas volverán a crecer. Esto nos recuerda las palabras de Sir Josiah Stamp, antiguo director del Banco de Inglaterra:

    “La banca fue concebida en la iniquidad y nació en el pecado... Los banqueros son dueños de la Tierra. Quítensela, pero déjenles el poder de crear dinero y, con un plumazo van a crear suficiente dinero para comprarla de nuevo... Quítenles este gran poder, y todas las grandes fortunas como la mía desaparecerán, y deberían desaparecer, porque entonces éste sería un mundo mejor y más feliz en el cual vivir… Pero si quieren continuar siendo los esclavos de los banqueros y pagar el precio de su propia esclavitud, entonces dejen que los banqueros continúen creando dinero y controlando el crédito.”

    Para aquellos que no comprenden cómo es creado el dinero por los bancos, la única forma en que una deuda puede ser cancelada es que alguien, en alguna parte, la pague. Pero nosotros, en el Periódico San Miguel somos más astutos. Cuando decimos “cancelar” la deuda, en realidad queremos decir ¡bórrenla! No pedimos a nadie pagarla, y sobre todo, no pedimos al gobierno que “imprima dinero” para pagar la deuda.

    Lo que proponemos es que el gobierno deje de pedir prestado a interés el dinero que él mismo podría crear, sin intereses; ésta es la única solución que va a la raíz del problema, y que lo resuelve de una vez por todas. Pondría el dinero finalmente al servicio de la persona humana.

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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    Lección 10. El Crédito Social y la Doctrina Social de la Iglesia (Parte II)


    En la lección anterior, hemos desarrollado el primero de los cuatro principios de base de la Doctrina Social de la Iglesia, a saber: la primacía de la persona humana, que significa que todos los sistemas económicos existen para servir a la persona humana.

    Por lo tanto, el objetivo de los sistemas económicos y financieros, también de acuerdo con la Iglesia, es servir al hombre. El objetivo del sistema económico debe ser la satisfacción de las necesidades humanas. Esto es lo que Pio XI nos recuerda en su encíclica Quadragesimo anno (No. 75):

    “El organismo económico y social será sanamente constituido y logrará su fin solamente cuando le garantice a todos y cada uno de sus miembros todos los bienes y los recursos que la naturaleza y la industria, así como la organización verdaderamente social de la vida económica están en capacidad de procurarles”.

    “Estos bienes deben ser lo suficientemente abundantes como para satisfacer las necesidades de una subsistencia honesta y para elevar a los hombres a un grado de confort y de cultura que, ojalá sea usado sabiamente, no obstaculiza la virtud, sino que facilita de forma singular el ejercicio de la misma.”

    A continuación desarrollemos los otros tres principios mencionados en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: el bien común, la subsidiaridad y la solidaridad.


    El Bien Común

    164. (…) por bien común entendemos: “este conjunto de condiciones sociales que permiten, tanto a los grupos como a cada uno de los miembros, alcanzar su perfección de una manera más total y cómoda” (Gaudium et Spes, 26)

    Si nos atenemos a lo enseñado por el Magisterio de la Iglesia, el hombre nació para conocer a Dios, amarle, servirle, y salvar su alma. Es esa la perfección, la “dignidad trascendente” a la que apunta el bien común.

    167. El bien común compromete a todos los miembros de la sociedad: nadie está exento de colaborar, de acuerdo con sus propias capacidades, en la realización y en el desarrollo de este bien…Todos tienen también derecho de beneficiarse de las condiciones de vida social resultantes de la búsqueda del bien común. La enseñanza de Pio XI permanece muy actual:

    “Importa entonces atribuirle a cada uno lo que le corresponde y devolverle a las exigencias del bien común o a las normas de la justicia social la distribución de los recursos de este mundo, a los ojos de los hombres, cuyo flagrante contraste entre un puñado de ricos y una multitud de indigentes certifica en nuestros días, a los ojos del hombre de corazón, los graves desarreglos” (Encíclica Quadragesimo anno, 197).


    Los deberes de la comunidad política

    168. La responsabilidad de encontrar el bien común recae no solamente en los individuos, sino también en el Estado, puesto que el bien común es la razón de ser de la autoridad política. (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1910.) A la sociedad civil de la cual es expresión, el Estado debe en efecto garantizar la cohesión, la unidad y la organización, de suerte que el bien común pueda ser logrado con la contribución de todos los ciudadanos. El individuo, la familia, los cuerpos intermediarios no están en disposición de lograr por sí mismos su desarrollo pleno. De donde surge la necesidad de instituciones políticas cuya finalidad es hacer accesible a las personas los bienes necesarios –materiales, culturales, morales, espirituales- para alcanzar una vida plenamente humana. El objetivo de la vida social es el bien común históricamente realizable.

    170. El bien común de la sociedad no es un fin en sí mismo; solo tiene valor en referencia a la búsqueda de los fines últimos y al bien común universal de la creación entera. Dios es el fin último de sus criaturas y en ningún caso podemos privar el bien común de su dimensión trascendente, que sobrepasa pero también culmina la dimensión histórica.


    La destinación universal de los bienes

    171. Entre las múltiples implicaciones del bien común, el principio de la destinación universal de los bienes reviste una importancia inmediata: “Dios ha destinado la tierra y todo lo que ella contiene, para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de suerte que los bienes de la creación deben equitativamente afluir entre las manos de todos, según la regla de la justicia, inseparable de la caridad” (Gaudium et Spes, 69). Este principio está basado sobre el hecho de que “el origen primero de todo bien es el acto de Dios mismo, quien creó el cielo y la tierra, y le dio la tierra al hombre para que la dominara por su trabajo y gozara de sus frutos (cf. Gn 1, 28-29). Dios le dio a la tierra todo el género humano para que hiciera vivir a todos sus miembros, sin excluir ni privilegiar a nadie. Es este el origen de la destinación universal de los bienes de la tierra. En razón de su fecundidad misma y de sus posibilidades para satisfacer las necesidades del hombre, la tierra es el primer don de Dios para la subsistencia humana” (Juan Pablo II, Centesimus Annus, 31). En efecto, la persona no puede obviar los bienes materiales, los cuales responden a sus necesidades primarias y constituyen las condiciones de base de su existencia; estos bienes le son absolutamente indispensables para alimentarse y crecer, para comunicarse para asociarse, y para poder realizar los más altos fines para los cuales ha sido llamada.(Cf. Pio XII, Radio mensaje de junio 1, 1941).

    172. El principio de la destinación común de los bienes de la tierra es la base del derecho universal del uso de los bienes. Cada hombre debe tener la posibilidad de disfrutar del bienestar necesario para su pleno desarrollo: el principio del uso común de los bienes es el “primer principio de todo el orden ético-social” y “principio característico de la doctrina social cristiana” (Juan Pablo II, Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, 42.)

    Esta es la razón por la cual la Iglesia estimó necesario precisar la naturaleza y las características de este. Se trata ante todo de un derecho natural, inscrito en la naturaleza del hombre, y no simplemente de un derecho positivo ligado a la contingencia histórica; en otras palabras, este derecho es “originario” (Pio XII, Radio-mensaje del 1ro de junio de 1941.) Es inherente al individuo, a cada persona y es prioritario con respecto a toda intervención humana sobre los bienes, a todo orden jurídico de estos, a todo método y todo sistema económico y social: “todos los otros derechos, cualquiera que sean, incluidos aquellos de la propiedad y de libre comercio le son subordinados (a la destinación universal de los bienes): no deben entonces obstaculizar sino más bien al contrario facilitar la realización y es un deber social grave y urgente devolverlas a su finalidad primera. (Pablo VI, Encíclica Populorum Progressio, 22).


    La Propiedad privada

    176. Por el trabajo, el hombre, utilizando su inteligencia, consigue dominar la tierra y a hacer de ella su digna morada: “se apropia así de una parte de la tierra, aquella que es adquirida por su trabajo. Es ahí el origen de la propiedad individual“ (Juan Pablo II, Centesimus Annus, 31.)

    La propiedad privada y las otras formas de posesión privada de los bienes “aseguran a cada uno una zona indispensable de autonomía personal y familiar. Hay que verlos como una prolongación de la libertad humana. En fin, estimulando el ejercicio de la responsabilidad, constituyen una de las condiciones de las libertades civiles” (Gaudium et Spes, 71.) La propiedad privada es elemento esencial de una política económica auténticamente social y democrática y la garantía de un orden social justo. La doctrina social exige que la propiedad de los bienes sea equitativamente accesible a todos, de suerte que todos se conviertan, al menos en alguna medida en propietarios, sin por tanto que los puedan “poseer confusamente”. (León XIII, Rerum Novarum, 11.)


    La herencia del progreso

    Poniendo a la disposición de la sociedad bienes nuevos, completamente desconocidos hasta una época reciente, la fase histórica actual impone una relectura del principio de la destinación universal de los bienes de la tierra, haciendo necesaria una extensión que incluya también los frutos del reciente progreso económico y tecnológico. La propiedad de los nuevos bienes surgidos del conocimiento, del progreso y del saber se vuelve siempre más decisiva, ya que “la riqueza de los países desarrollados se funda mucho más sobre este tipo de propiedad que sobre los recursos naturales” (Juan Pablo II, Centesimus Annus, 32.)

    Los nuevos conocimientos técnicos y científicos deben ser puestos al servicio de los bienes primordiales del hombre, a fín de que el patrimonio común de la humanidad pueda progresivamente acrecentarse. La plena puesta en práctica del principio de la destinación universal de los bienes requiere por consiguiente de acciones a nivel internacional y de iniciativas programadas por todos los países: “hay que romper las barreras y los monopolios que mantienen a numerosos pueblos al margen del desarrollo, asegurar a todos los individuos y a todas las naciones las condiciones elementales que permitan participar del desarrollo”. (Juan Pablo II, Centesimus Annus, 35.)

    Que todos sean realmente “capitalistas” y tengan acceso a los bienes de la tierra, esto podría hacerse posible por el dividendo del Crédito Social. Tal como se mencionó en las anteriores lecciones, este dividendo está basado sobre dos cosas: la herencia de los recursos naturales y los inventos de las generaciones pasadas. Es exactamente lo que el Papa Juan Pablo II escribía en 1981 en su encíclica Laboren Exercens sobre el trabajo humano (Nº 13):

    “El hombre por su trabajo hereda un doble patrimonio: hereda por un lado lo que le es dado a todos los hombres bajo la forma de recursos naturales, y por otro parte lo que todos los otros ya han elaborado a partir de estos recursos, realizando un conjunto de instrumentos de trabajo siempre más perfectos. Así trabajando, el hombre hereda el trabajo del prójimo”


    La pobreza frente a la abundancia

    Dios puso sobre la tierra todo lo necesario para alimentar a todo el mundo. Pero a causa de la falta de dinero, los productos ya no pueden llegar a las gentes que tienen hambre: montañas de productos se acumulan frente a millones que mueren de hambre. Es la paradoja de la miseria frente a la abundancia: “Qué cruel paradoja es verlos tan numerosos aquí incluso en apuros financieros, ustedes que podrían trabajar para alimentar a sus semejantes, mientras que en este mismo momento la malnutrición crónica y el espectro del hambre tocan a millones de personas allá afuera en el mundo”. (Juan Pablo II a los pescadores, St. John’s, Terranova , 12 de septiembre de 1984.)

    ¡Nunca más hambre! Señoras y señores este objetivo puede ser alcanzado. La amenaza del hambre y el peso de la malnutrición no son una fatalidad ineluctable. La naturaleza no es en esta crisis infiel al hombre. Mientras que, según la opinión generalmente aceptada, el 50% de las tierras todavía están sin aprovechar, se impone el hecho del escándalo de enormes excedentes alimenticios que algunos países destruyen periódicamente a falta de una sabia economía que les habría asegurado un consumo útil.

    Llegamos aquí a la paradoja de la situación presente: la humanidad dispone de un dominio inigualado del universo; dispone de instrumentos capaces de hacer rendir a pleno los recursos de éste. Los detentores mismos de estos instrumentos se quedarían como afectados de parálisis ante el absurdo de una situación en la cual la riqueza de unos cuantos toleraría la persistencia de la miseria de un gran número… no sabríamos llegar hasta ahí sin haber cometido graves errores de orientación, no siendo estos en ocasiones sino debidos a la negligencia o a la omisión. Ya es hora de descubrir en qué están fallando los mecanismos a fín de rectificar o más bien de enderezar de punta a punta la situación”. (Pablo VI en la Conferencia Mundial de la Alimentación, Roma, 9 de noviembre de 1974.)

    “De toda evidencia, hay un defecto capital o más bien un conjunto de defectos e incluso un mecanismo defectuoso en la base de la economía contemporánea y de la civilización materialista que no le permiten a la familia humana diría yo, salir de situaciones tan radicalmente injustas” (Juan Pablo II, encíclica Dives in Misericordia, 30 de noviembre de 1980, n. 11.)

    La miseria frente a la abundancia… « representa en cierto modo un gigantesco desarrollo de la parábola bíblica del rico que festeja y del pobre Lázaro. La amplitud del fenómeno cuestiona las estructuras y los mecanismos financieros, monetarios, productivos y comerciales, los cuales, apoyados sobre presiones políticas diversas, rigen la economía mundial; se revelan incapaces de reabsorber las injusticias heredadas del pasado y de hacer frente a los desafíos urgentes y a las exigencias éticas del presente…Estamos aquí frente a un drama cuya amplitud no puede dejar a nadie indiferente.” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, n. 15.)


    Reformando el sistema financiero

    Los Papas denuncian la dictadura del dinero escaso y piden una reforma de los sistemas financiero y económico, el establecimiento de un sistema económico al servicio del hombre:

    “Es necesario denunciar la existencia de mecanismos económicos, financieros y sociales que, aunque conducidos por la voluntad de los hombres, funcionan comúnmente de una manera casi automática, haciendo más rígidas las situaciones de riqueza de unos y la pobreza de otros”. (Juan Pablo II, encíclica Sollicitudo rei socialis, n. 16.)

    “Hago un llamado a todos los encargados del poder a fín de que en conjunto se esfuercen por encontrar las soluciones a los problemas actuales, lo que supone una reestructuración de la economía de manera que las necesidades humanas superen siempre la ganancia financiera”. (Juan Pablo II a los pescadores, St. John’s, Terranova , 12 de septiembre de 1984.)

    “Una condición esencial es dar a la economía un sentido humano y una lógica humana. Lo que dije con respecto del trabajo es igualmente válido aquí. Es importante liberar los diversos campos de la existencia, de la dominación de una economía aplastante. Hay que poner las exigencias económicas en el lugar que les corresponde y crear un tejido social multiforme que evite la masificación… Cristianos, donde quiera que estén, asuman su parte de responsabilidad en este inmenso esfuerzo por la reconstrucción humana de la ciudad. Se lo deben a la Fe”. (Juan Pablo II, discurso a los obreros de Sao Paulo, 3 de julio de 1980.)


    El principio de subsidiaridad

    Esto nos conduce a uno de los principios más interesantes de la Doctrina Social de la Iglesia, el de la Subsidiaridad: los niveles superiores de los gobiernos no deben hacer lo que los niveles inferiores, más cerca de los individuos pueden hacer. Es lo contrario de la centralización -y de su aplicación más extrema, un gobierno mundial, en donde todos los gobiernos nacionales son abolidos. Este principio de subsidiaridad significa también que los gobiernos existen para ayudar a los padres, y no para tomar su lugar. Se puede leer en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia:

    185. Presente desde la primera gran encíclica social, la subsidiaridad figura entre las directivas más constantes y más características de la doctrina social de la Iglesia. (Cf. León XIII, Encíclica Rerum Novarum, 11.) Es imposible promover la dignidad de la persona si no es ocupándose de la familia, de los grupos, de las asociaciones, de las realidades territoriales locales, en fin, de todas las expresiones asociativas de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional, político, a las cuales las personas dan espontáneamente vida y que hacen posible su crecimiento social efectivo.

    Tal es el cuadro de la sociedad civil entendida como la suma de las relaciones entre individuos y grupos sociales, los cuales son las primeras relaciones para cultivar y que tienen lugar gracias a la “subjetividad creativa del ciudadano”. Este canal de relaciones fortalece el tejido social y constituye la base de una verdadera comunidad de personas, haciendo posible el reconocimiento de formas más elevadas de actividad social.

    186. La necesidad de defender y promover las expresiones originales de la vida social son enfatizadas por la Iglesia en la Encíclica Quadragesimo Anno, en la que el principio de subsidiaridad es señalado como un importantísimo principio de “filosofía social”.

    “Así como es gravemente equivocado quitarle a los individuos lo que pueden alcanzar por su propia iniciativa e industria y darlo a la comunidad, también es una injusticia, y al mismo tiempo una grave y malvada perturbación del orden justo, asignar a una asociación más grande y elevada lo que las organizaciones menores y subordinadas pueden hacer. Porque toda actividad social debería, por su propia naturaleza, conseguir ayudar a los miembros del cuerpo social, y nunca destruirlos y absorberlos.”

    Sobre la base de este principio, todas las sociedades de un orden superior deben adoptar actitudes de ayuda (“subsidium”) — por lo tanto de apoyo, promoción, desarrollo — con respeto a las sociedades de orden inferior. En esta forma, las entidades sociales intermedias pueden desempeñar apropiadamente las funciones que recaigan sobre ellas sin requerirles el pasar injustamente a manos de otras entidades sociales de un nivel más alto, por las que terminarían siendo absorbidas y sustituidas, finalmente viéndose a sí mismas negadas de su dignidad y lugar esencial.

    La subsidiaridad, entendida en sentido positivo como asistencia económica, institucional o jurídica ofrecida a entidades sociales menores, envuelve una serie correspondiente de implicaciones negativas que requieren que el Estado se abstenga de cualquier cosa que restringiría de facto el espacio existencial de las células esenciales menores de la sociedad. La iniciativa de éstas, su libertad y responsabilidad no deben ser suplantadas.

    187. El principio de subsidiaridad protege a la gente de los abusos cometidos por una autoridad social de nivel superior, y llama a estas mismas autoridades a ayudar a los individuos y grupos intermedios a cumplir sus deberes. Este principio es imperativo porque toda persona, familia y grupo intermedio tiene algo original que ofrecer a la comunidad. La experiencia muestra que la negación de la subsidiaridad, o su limitación en nombre de una supuesta democratización o igualdad de todos los miembros de la sociedad, limita y en ocasiones incluso destruye el espíritu de libertad e iniciativa. El principio de subsidiaridad se opone a ciertas formas de centralización, burocratización, y asistencia de bienestar social, y a la injustificada y excesiva presencia del Estado en los mecanismos públicos.


    El “Estado de Bienestar”

    Tal como escribió Louis Even: “Porque César (el Estado) no corrige el sistema financiero que sólo él puede corregir, César entonces va más allá de su propio papel y acumula nuevas funciones, usándolas como un pretexto para imponer nuevos impuestos — algunas veces ruinosos — sobre ciudadanos y familias. César por tanto se convierte en la herramienta de una dictadura financiera que él debería destruir, y en el opresor de los ciudadanos y las familias que debería proteger.”

    Estas nuevas funciones crean una pesada burocracia que acosa a la gente en lugar de ayudarle. El Papa Juan Pablo II escribió en su Carta Encíclica Centesimus Annus (n. 48):

    “En años recientes, el alcance de tal intervención (del Estado) se ha expandido enormemente, al punto de crear un nuevo tipo de Estado, el llamado “Estado de Bienestar”. Esto ha ocurrido en algunos países para responder mejor a muchas necesidades y demandas, remediando formas de pobreza y privación indignas de la persona humana. Sin embargo, los excesos y abusos, especialmente en los años recientes, han provocado muy duras críticas del Estado de Bienestar, también llamado el `Estado de Asistencia Social’. Daños y defectos en el Estado de Asistencia Social son el resultado de una comprensión inadecuada de las tareas propias del Estado. Aquí de nuevo el principio de subsidiaridad debe ser respetado: una comunidad de orden superior no debe interferir en la vida interna de una comunidad de un orden inferior, despojando a ésta última de sus funciones, sino apoyándola en caso de necesidad y ayudándole a coordinar su actividad con las actividades del resto de la sociedad, siempre con una visión hacia el bien común.

    “Interviniendo directamente y despojando a la sociedad de su responsabilidad, el Estado de Asistencia Social lleva a una pérdida de energías humanas y a un desordenado incremento de agencias públicas, que son dominadas más por formas burocráticas de pensamiento que por una preocupación por servir a sus clientes, y que son acompañadas por un enorme incremento en el gasto.”

    La mayoría de los impuestos hoy en día son injustos e inútiles, y podrían ser eliminados en un sistema de Crédito Social. Una cosa que no tiene razón de existir es el servicio de la deuda — los intereses que la nación debe pagar cada año sobre su deuda externa, por pedir prestado a interés de los banqueros privados el dinero que el Estado podría crear él mismo, sin intereses.

    El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia continúa (n. 187):

    “A la actuación del principio de subsidiaridad corresponden: el respeto y la promoción efectiva del primado de la persona y de la familia; la valoración de las asociaciones y de las organizaciones intermedias en sus opciones fundamentales y en todas aquellas que no pueden ser delegadas o asumidas por otros; el impulso ofrecido a la iniciativa privada, a fin que cada organismo social permanezca, con las propias peculiaridades, al servicio del bien común; la articulación pluralista de la sociedad y la representación de sus fuerzas vitales (…), la descentralización burocrática y administrativa; el equilibrio entre la esfera pública y privada, con el consecuente reconocimiento de la función social del sector privado; una adecuada responsabilización del ciudadano para “ser parte” activa de la realidad política y social del país.”

    “188. Diversas circunstancias pueden aconsejar que el Estado ejercite una función de suplencia. Piénsese, por ejemplo, en las situaciones donde es necesario que el Estado mismo promueva la economía, a causa de la imposibilidad de que la sociedad civil asuma automáticamente la iniciativa; piénsese también en las realidades de grave desequilibrio e injusticia social, en las que sólo la intervención pública puede crear condiciones de mayor igualdad, de justicia y de paz.
    Como hemos visto en lecciones anteriores, corregir el sistema financiero es ciertamente uno de los deberes del Estado, es decir, que el dinero sea emitido por la sociedad, y no por los banqueros privados para su propio provecho, como el Papa Pío XI escribió en su encíclica Quadragesimo Anno:

    “Hay ciertas categorías de bienes sobre los que uno puede sostener con razón que deben permanecer reservados a la colectividad cuando llegan a conferir tal poder económico que no pueden, sin peligro al bien común, ser dejados al cuidado de individuos privados.”


    Primero las Familias

    Este mismo principio de subsidiaridad significa que las familias, la célula primordial de la sociedad, van primero, antes que el Estado, y que los gobiernos no deben destruir a las familias y la autoridad de los padres. Como la Iglesia afirma, los niños pertenecen a sus padres, y no al Estado:

    “Aquí tenemos a la familia, la ‘sociedad’ del hogar de un hombre — una sociedad muy pequeña, uno debe admitir, pero sin embargo una verdadera sociedad, y más antigua que cualquier Estado. Consecuentemente, tiene derechos y deberes que le son peculiares y que son ciertamente independientes del Estado…

    “La afirmación, entonces, de que el gobierno civil puede, a su elección, introducirse en, y ejercer un íntimo control sobre la familia y sus miembros es un gran y pernicioso error… La autoridad paternal no puede ser abolida ni absorbida por el Estado…Los socialistas, por tanto, haciendo a un lado al padre e instituyendo una supervisión estatal, actúan contra la justicia natural, y destruyen la estructura del hogar.” (León XIII, Rerum Novarum, nn. 12-14.)


    Un salario para las amas de casa

    De hecho, en su doctrina social, la Iglesia también reitera la importancia de reconocer el trabajo de las madres en el hogar, dándoles un ingreso. Esto se lograría perfectamente mediante el dividendo del Crédito Social:

    “La experiencia confirma que debe haber una re-evaluación social del papel de la madre, de la fatiga conectada a él, y de la necesidad de cuidado, amor y afecto que los niños tienen, de manera que se desarrollen para convertirse en personas responsables, moral y religiosamente maduras y sicológicamente estables. Redundaría a crédito de la sociedad hacer posible que una madre — sin inhibir su libertad, sin discriminación sicológica o práctica, y sin castigarla, en comparación con otras mujeres — pudiera dedicarse a cuidar a sus hijos y educarlos de acuerdo con sus necesidades, que varían según la edad. Tener que abandonar estas tareas para tener un trabajo con salario por fuera del hogar es un error desde el punto de vista de la buena sociedad y de la familia cuando contradice o lesiona estos fines primordiales de la misión de una madre.” (Juan Pablo II, Encíclica Laborem Exercens, n. 19.)

    Además, el extraer a la madre del hogar para que se dedique a trabajar por un salario tiene la gravísima consecuencia de cortar el vínculo que transmite a los hijos la religiosidad y la cultura, por lo cual nos enfrentamos a sociedades en las que cada vez más la ausencia de las madres en la educación de los hijos se traduce en comportamientos que retroceden en materia cultural, de convivencia social, de modales, pero sobre todo, de religiosidad.

    “Es un abuso intolerable, que debe ser abolido a toda costa, que las madres por culpa del bajo salario de los padres sean forzadas a dedicarse a ocupaciones remuneradas por fuera del hogar descuidando sus propios cuidados y deberes, especialmente la educación de los hijos.”(Pío XI, Encíclica Quadragesimo Anno, n. 71.)

    En octubre de 1983, la Santa Sede emitió el “Manifiesto de los Derechos de la Familia”, en el que llamaba a “la remuneración del trabajo en el hogar de uno de los padres; debería ser tal que las madres no sean obligadas a trabajar fuera del hogar en detrimento de la vida familiar y especialmente de la educación de los hijos. El trabajo de la madre en el hogar debe ser reconocido y respetado por su valor para la familia y para la sociedad”. (Artículo 10.)


    El principio de solidaridad

    La solidaridad es otra palabra para expresar el amor al prójimo. Como cristianos, debemos preocuparnos por el destino de nuestros hermanos en Cristo, pues es en este amor al prójimo en el que seremos juzgados al final de nuestras vidas sobre la tierra:

    Es por lo que hayan hecho a los pobres que Jesucristo reconocerá a Sus elegidos…los pobres permanecen confiados a nosotros, y es sobre ésta responsabilidad que seremos juzgados al final (cf. Mt 25:31-46): “Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son Sus hermanos.” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 183)


    El Compendio continúa:

    192. La solidaridad confiere particular relieve a la intrínseca sociabilidad de la persona humana, (…), al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una unidad cada vez más convencida. Nunca como hoy ha existido una conciencia tan difundida del vínculo de interdependencia entre los hombres y entre los pueblos, que se manifiesta a todos los niveles. 413 La vertiginosa multiplicación de las vías y de los medios de comunicación « en tiempo real », como las telecomunicaciones, los extraordinarios progresos de la informática, el aumento de los intercambios comerciales y de las informaciones son testimonio de que por primera vez desde el inicio de la historia de la humanidad ahora es posible, al menos técnicamente, establecer relaciones aun entre personas lejanas o desconocidas.

    Junto al fenómeno de la interdependencia y de su constante dilatación, persisten, por otra parte, en todo el mundo, fortísimas desigualdades entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, alimentadas también por diversas formas de explotación, de opresión y de corrupción, que influyen negativamente en la vida interna e internacional de muchos Estados. El proceso de aceleración de la interdependencia entre las personas y los pueblos debe estar acompañado por un crecimiento en el plano ético- social igualmente intenso, para así evitar las nefastas consecuencias de una situación de injusticia de dimensiones planetarias, con repercusiones negativas incluso en los mismos países actualmente más favorecidos. 414


    El deber de todo cristiano

    El deber de todo cristiano, es decir, quien sigue a Cristo por ser El Camino, La Verdad y La Vida, es buscar el establecimiento de su reinado social en la tierra, pues la Realeza Social de Nuestro Señor es su derecho inalienable, y requisito previo para la instauración de Su justicia en los demás órdenes: “Buscad primero el Reino de Dios y su Justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” (Cf. Mt. 6, 33).

    Es por lo tanto un deber y una obligación para todo cristiano trabajar por el establecimiento de la justicia, y un mejor sistema económico:

    “Quien quisiera renunciar a la tarea, difícil pero exaltante, de elevar la suerte de todo el hombre y de todos los hombre, bajo el pretexto del peso de la lucha y del esfuerzo incesante de superación, o incluso por la experiencia de la derrota y del retorno al punto de partida, faltaría a la voluntad de Dios Creador.” (Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, n. 30.)

    “La tarea no es imposible. El principio de solidaridad, en sentido amplio, debe inspirar la búsqueda eficaz de instituciones y de mecanismos adecuados…No se avanzará en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión ... La tarea requiere el compromiso decidido de hombres y de pueblos libres y solidarios.” (Juan Pablo II, Encíclica Redemptor Hominis, n. 16.)

    Hay, por supuesto, muchas formas de ayudar a nuestros hermanos necesitados: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, refugio a los que no tienen hogar, visitar a los presos y a los enfermos, etc. Algunos enviarán donaciones a organizaciones de caridad, para ayudar a los pobres de los países ricos o del tercer mundo. Pero si estas donaciones pueden aliviar a unos pocos pobres por unos días o semanas, ellas sin embargo no suprimen las causas de la pobreza.

    Lo que resulta mucho mejor para corregir el problema es atacar las causas mismas de la pobreza, y restablecer los derechos y dignidad de todo ser humano, creado a imagen de Dios, y con derecho a un mínimo de los bienes terrenales, mediante el establecimiento del Reinado Social de Cristo.

    “Más que nadie, el que está animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios de combatirla, para vencerla con intrepidez. El amigo de la paz, «proseguirá su camino irradiando alegría y derramando luz y gracia en el corazón de los hombres en toda la faz de la tierra, haciéndoles descubrir, por encima de todas las fronteras, el rostro de los hermanos, el rostro de los amigos»” (Pablo VI, encíclica Populorum progressio, n. 75.)

    Lo que se necesitan son apóstoles para educar a la población sobre la Doctrina Social de la Iglesia, y soluciones prácticas para aplicarla (como las propuestas financieras del Crédito Social). El Papa Pablo VI escribió, también en Populorum Progressio (n. 86):

    “Vosotros todos los que habéis oído la llamada de los pueblos que sufren, vosotros los que trabajáis para darles una respuesta, vosotros sois los apóstoles del desarrollo auténtico y verdadero que no consiste en la riqueza egoísta y deseada por sí misma, sino en la economía al servicio del hombre, el pan de cada día distribuido a todos, como fuente de fraternidad y signo de la Providencia.”

    Y en su encíclica Sollicitudo Rei Socialis, el Papa Juan Pablo II escribió (n. 38.):

    “Tales «actitudes y estructuras de pecado» solamente se vencen —con la ayuda de la gracia divina— mediante una actitud diametralmente opuesta: la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesto a «perderse», en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo, y a «servirlo» en lugar de oprimirlo para el propio provecho (cf. Mt 10, 40-42; 20, 25; Mc 10, 42-45; Lc 22, 25-27).”


    Principios e implementación

    Algunos dirán que los Papas nunca aprobaron públicamente el Crédito Social. De hecho, los Papas nunca aprobarán oficialmente cualquier sistema económico, ya que no es parte de su misión: ellos no dan soluciones técnicas, sólo establecen los principios sobre los cuales cualquier sistema económico que esté verdaderamente al servicio de la persona humana debe basarse. Los Papas dejan a los fieles en libertad de aplicar el sistema que implementaría estos principios de la mejor manera.

    Hasta donde sabemos, ninguna otra solución sino el Crédito Social aplicaría la Doctrina Social de la Iglesia tan perfectamente. Es por ello que Louis Even, un gran católico, dotado de una extraordinaria lógica mental, no dudó en mostrar los lazos entre el Crédito Social y la Doctrina Social de la Iglesia.

    Otro personaje convencido de que el Crédito Social es cristianismo aplicado, que aplicaría maravillosamente las enseñanzas de la Iglesia sobre justicia social, fue el Padre Peter Coffey, un doctor en Filosofía y profesor en el Maynooth College, de Irlanda. Él escribió lo siguiente al jesuita canadiense, Padre Richard, en marzo de 1932:

    “Las dificultades surgidas de sus preguntas pueden ser solucionadas solo mediante la reforma del sistema financiero del capitalismo según los lineamientos sugeridos por el Mayor Douglas y la escuela del Crédito Social para la reforma del crédito. Es el sistema financiero aceptado el que se encuentra en la raíz del capitalismo. La exactitud del análisis llevado a cabo por Douglas nunca ha sido refutada. Yo creo que, con su famosa fórmula de regulación de precios, los principios de reforma de Douglas son la única reforma que irá a la raíz del mal...”


    Un estudio de 9 teólogos

    Tan pronto como C. H. Douglas publicó sus primeros escritos sobre el Crédito Social, los financistas hicieron todo lo que pudieron para silenciar o distorsionar la doctrina de Douglas, pues ellos supieron que el Crédito Social pondría fin a su control sobre la creación del dinero.

    Cuando Louis Even comenzó a difundir el Crédito Social en el Canadá francés en 1935, una de las acusaciones lanzadas por los financistas era que el Crédito Social es socialismo, o comunismo. Pero en 1939, los obispos católicos de la provincia de Québec designaron a nueve teólogos para examinar el Crédito Social a los ojos de la Doctrina Social de la Iglesia, y dar una opinión sobre si estaba impregnado de socialismo o comunismo.

    Después de una deliberación considerable, los nueve teólogos encontraron que el Crédito Social no lo estaba, que no hay nada en la doctrina del Crédito Social contrario a las enseñanzas de la Iglesia, y que cualquier católico estaba en libertad de apoyarlo sin ningún peligro.

    He aquí extractos de este estudio de los teólogos sobre el sistema monetario del Crédito Social:

    1. La Comisión primero delimitó el campo de su estudio

    (a) No hay cuestión aquí sobre el aspecto económico o político, es decir, del valor de esta teoría desde el punto de vista económico, y de la aplicación práctica del sistema de Crédito Social en un país. Los miembros de la Comisión reconocen que ellos no tienen competencia en estos campos; además, la Iglesia no tiene que pronunciarse a favor o en contra de asuntos “para los que no tiene ni el equipamiento, ni la misión”, como lo escribió el papa Pío IX. (Cf. Encíclica Quadragesimo Anno).

    (b) No hay cuestión aquí en cuanto a aprobar esta doctrina de parte de la Iglesia, dado que la Iglesia “nunca ha, en el campo social y económico, presentado ningún sistema técnico específico, lo cual además no es su papel”. (Cf. Encíclica Divini Redemptoris, n. 34.)

    (c) La única cuestión estudiada aquí es la siguiente: ¿está la doctrina del Crédito Social, en sus principios básicos, impregnada con el socialismo y comunismo condenados por la Iglesia Católica? Y de ser así, ¿debería esta doctrina ser tenida por los católicos como una doctrina que no puede ser admitida y difundida?

    (d) El Estado, como está mencionado en el presente reporte, es considerado in abstracto, sin tener en cuenta las contingencias que puede implicar.

    2. La Comisión define al socialismo, y nota y caracteriza su doctrina a la luz de Quadragesimo Anno: materialismo; lucha de clases; supresión de la propiedad privada, control de la vida económica por el Estado, en desafío de la libertad y la iniciativa personal.

    3. La Comisión entonces definió con palabras los principios básicos del Crédito Social.

    “El fin de la doctrina monetaria del Crédito Social es dar a todos y cada uno de los miembros de la sociedad la libertad y seguridad económica que el organismo económico y social puede asegurar. Para ese fin, en vez de reducir la producción al nivel del poder de compra mediante la destrucción de bienes o las restricciones al trabajo, el Crédito Social quiere incrementar el poder adquisitivo al nivel de la capacidad de producción de bienes.”

    Propone para tal fin:

    I. El Estado debe retomar el control de la emisión del dinero y el crédito. Lo ejercerá a través de una comisión independiente que posea la autoridad requerida para alcanzar su fin.

    II. Los recursos materiales de la nación, representados por producción, constituyen la base del dinero y el crédito.

    III. En cualquier momento, la emisión del dinero y el crédito debe basarse en el movimiento de la producción, en forma tal que un buen balance se mantenga entre el consumo y la producción. Este balance es asegurado, al menos en parte, a través de un descuento, cuya tasa necesariamente variaría con las fluctuaciones de la producción.

    IV. El sistema económico actual, gracias a los muchos descubrimientos e invenciones que lo favorecen, produce una inesperada abundancia de bienes, mientras que al mismo tiempo reduce la necesidad del trabajo humano, creando por lo tanto desempleo permanente. Una parte importante de la población es por tanto privada de cualquier poder para comprar bienes que han sido hechos para ella, y no sólo para unos pocos individuos o grupos. Para que todos tengan una parte del legado cultural heredado por sus antepasados, el Crédito Social propone un dividendo, cuyo monto es determinado por la cantidad de bienes que han de consumirse. Este dividendo será dado a cada ciudadano, independientemente de que tenga o no fuentes de ingresos.

    4. Ahora, uno debe ver si hay algún rastro de socialismo en las proposiciones arriba mencionadas.

    Con respecto al Párrafo I: Esta propuesta no parece incluir ningún principio socialista, ni en consecuencia contrario a la doctrina social de la Iglesia. Esta afirmación se basa en los siguientes pasajes de la Carta Encíclica Quadragesimo Anno:

    “Hay ciertas categorías de bienes para los que uno puede mantener con razón que ellos deben ser reservados a la colectividad cuando llegan a conferir tal poder económico que no pueden, sin peligro al bien común, ser dejados al cuidado de individuos privados”.

    Y la encíclica continúa: “Primeramente, salta a la vista que en nuestros tiempos no se acumulan solamente riquezas, sino que también se crean enormes poderes y una prepotencia económica despótica en manos de muy pocos. Muchas veces no son éstos ni dueños siquiera, sino sólo depositarios y administradores, que rigen el capital a su voluntad y arbitrio.

    “Su poderío llega a hacerse despótico como ningún otro, cuando, dueños absolutos del dinero, gobiernan el crédito y lo distribuyen a su gusto; diríase que administran la sangre de la cual vive toda la economía, y que de tal modo tienen en su mano, por decirlo así, el alma de la vida económica, que nadie podría respirar contra su voluntad.”

    Querer cambiar tal situación no es por tanto contrario a la doctrina social de la iglesia. Es verdad no obstante que confiando al Estado el control del dinero y el crédito, se da al Estado considerable influencia sobre la vida económica de la nación, una influencia igual a aquella presentemente ejercida por los bancos, para su propio beneficio, pero esta forma de hacer las cosas no implica, por sí misma, ningún socialismo [Nota mía: el Crédito Social no dice o implica en su doctrina una supuesta necesidad u obligación de centralización del crédito, sino que también podría aplicársele el principio de subsidiaridad en esto, de manera tal que el manejo del crédito comunitario quede descentralizado también en manos de las distintos cuerpos y sociedades que conforman orgánicamente la comunidad política regida y unida por el poder político supremo. En la comunidad política tradicional –es decir anterior a 1833- había convivencia de diferentes monedas que se utilizaban en las diferentes comunidades forales en que se organizaba el tejido social de la Monarquía Hispánica. Bastaría con reaplicar estos mismos principios adaptándolos, como siempre exige la verdadera tradición (no los sucedáneos o engaños totalitarios-tecnocráticos, ya sean liberales-pseudomonárquicos, o ya sean franquistas dictatoriales, que pretendieron hacerse pasar por ella fraudulentamente en suelo español), a las circunstancias reales actuales y presentes].

    Siendo el dinero, en el sistema de Crédito Social, sólo un medio de intercambio, cuya emisión es estrictamente regulada por las estadísticas de la producción, la propiedad privada permanece intacta; adicionalmente, el reparto del dinero y el crédito podría tal vez ser menos determinado por aquellos que lo controlan. Reservar a la comunidad (el control de) el dinero y el crédito no es por tanto contrario a la doctrina social de la Iglesia.

    Santo Tomás de Aquino lo dice implícitamente en su Summa Theologiae (Ethica, Volumen 5, Lección 4), cuando afirma que corresponde a la justicia distributiva — que, como es conocido, es la preocupación del Estado — distribuir los bienes comunes, incluyendo el dinero, a todos aquellos que son parte de la comunidad civil.

    De hecho, el dinero y el crédito han estado, en el pasado, bajo el control del Estado en varios países, incluyendo los Estados Pontificios; y aún lo son en el Vaticano. Así que sería difícil ver en esta propuesta un principio socialista.

    Con respecto al Párrafo II: El hecho de que el dinero y el crédito estén basados en la producción, en los recursos naturales nacionales, parece no implicar un carácter socialista. La base del dinero es un asunto puramente convencional y técnico.

    En la presente discusión, éste punto es acordado en principio por varios oponentes.

    Con respecto al Párrafo III: El principio del balance que debe mantenerse entre la producción y el consumo es sólido. En una economía verdaderamente humana y bien ordenada, el fin de la producción es el consumo, y éste último debe de ordinario recurrir a la primera — al menos cuando la producción es elaborada, como debe ser, para responder a las necesidades humanas.

    En cuanto al descuento, cuyo principio es admitido e incluso actualmente practicado en la industria y el comercio, no es sólo un medio de llegar a este balance; permite a los consumidores obtener los bienes que necesitan a un costo más bajo, sin ninguna pérdida para los productores.

    Nótese que la Comisión no expresa una opinión sobre la necesidad de un descuento causado por una diferencia o brecha que, acuerdo con el sistema de Crédito Social, existe entre la producción y el consumo. Pero si tal brecha existe, querer llenarlo por medio del descuento no puede ser considerado como una medida impregnada de socialismo.

    Con respecto al Párrafo IV: El principio del dividendo es también reconciliable con la doctrina social de la Iglesia; además, puede ser comparado al poder del Estado de otorgar dinero. La Comisión no ve por qué sería necesario que el Estado fuese propietario de bienes de capital para pagar este dividendo; actualmente — aunque en sentido opuesto — el poder de establecer tributos, que el Estado posee con miras al bien común, implica esta connotación aún más, y sin embargo es admitido. La misma afirmación aplica al descuento del Crédito Social: ambos se basan en el principio del descuento en un sistema cooperativo. Además, la cooperación es tenida en alta estima en el Crédito Social.

    El único control de producción y consumo que es necesario para la implementación del Crédito Social son las estadísticas de control, lo cual determina la emisión del dinero y del crédito. Las estadísticas no pueden ser consideradas como un control real, o una restricción a la libertad individual; son sólo un medio de recaudar información. La Comisión no puede admitir que el control estadístico requiera la socialización de la producción, o que esté influenciada por el socialismo o el comunismo.

    La Comisión por lo tanto responde negativamente a la pregunta: “¿Está el Crédito Social impregnado de socialismo”? La Comisión no puede ver cómo los principios básicos del sistema de Crédito Social, como fueron explicados antes, pueden ser condenados por parte de la Iglesia y su doctrina social.



    Los financistas no estuvieron complacidos con este reporte de los teólogos, y en 1950, un grupo de hombres de negocios pidió a un obispo de Québec (por respeto a su memoria, no mencionaremos su nombre) que fuera a Roma y obtuviera del Papa Pío XII una condena al Crédito Social.

    De vuelta en Québec, este obispo dijo a los hombres de negocios: “Si quieren obtener una condena del Crédito Social, no es a Roma a donde deben ir. Pío XII me dijo: El Crédito Social crearía, en el mundo, un clima que permitiría el florecimiento de la familia y de la Cristiandad.”


    Necesitamos la ayuda del Cielo

    En esta pelea por un sistema financiero justo basado en principios Cristianos, la ayuda divina es especialmente necesitada cuando uno sabe que el verdadero fin de los financistas es el establecimiento de un gobierno mundial — lo cual incluye la destrucción de la Cristiandad y la familia — y que los promotores de este “Nuevo Orden Mundial” son guiados por el mismo Satanás, cuyo único fin es la perdición de las almas.

    En 1946, C.H. Douglas escribió lo siguiente, en el periódico de Liverpool The Social Crediter:

    “Estamos trabados en una batalla por la Cristiandad. Y es sorprendente ver en cuántas formas esto es verdad en la práctica. Una de estas formas pasa casi desapercibida — excepto en sus desviaciones —: el énfasis puesto por la Iglesia Católica Romana sobre la familia, contra el esfuerzo implacable y continuo de comunistas y socialistas — quienes, junto con los financistas internacionales, forman el verdadero cuerpo del anticristo — para destruir la verdadera idea de la familia y sustituirla por el Estado.”

    Y Louis Even escribió sobre el mismo tema, en 1973:

    “Sí, los Peregrinos de San Miguel son patriotas, y desean, tanto como cualquier otra persona, un régimen de orden y justicia, de paz, de pan y de alegría, para cada familia en su país. Pero como también son católicos, ellos saben muy bien que ese orden, paz y alegría son incompatibles con el rechazo de Dios, la violación de sus Mandamientos, la negación de la Fe, la paganización de la vida, los escándalos dados a los niños en las escuelas en las que los padres son, por ley, obligados a enviarlos.

    “Los Peregrinos de San Miguel, confiando en la ayuda de los poderes celestiales, juraron usar todas las fuerzas morales y físicas, toda la propaganda y herramientas educativas que tienen, para reemplazar el reino de Satanás, por el Reino de la Inmaculada y Jesucristo.

    “En un enfrentamiento contra la dictadura financiera, uno no debe enfrentarse sólo con poderes terrenales. Como la dictadura comunista, como la poderosa organización de la masonería, la dictadura financiera está bajo el mando de Satanás. Simples armas humanas nunca serán capaces de superar ese poder. Lo que se necesita son las armas escogidas y recomendadas por Aquella que destierra todas las herejías, Aquella que tendrá que aplastar definitivamente la cabeza de Satanás, Aquella que declaró Ella misma en Fátima, que al final su Inmaculado Corazón triunfará. Y estas armas son: la consagración a su Inmaculado Corazón, señalada por llevar el Escapulario, el Rosario, y la penitencia.

    “Los Peregrinos de San Miguel están seguros de que, abrazando el programa de María, todo acto que ejecuten, cada Ave María que dirijan a la Reina del Mundo, y todo sacrificio que ofrezcan, no sólo contribuye a su santificación personal, sino al advenimiento de un orden social más sólido, humano y Cristiano, como el Crédito Social. En tal programa recibido de María, todo cuenta, y nada se pierde.”

    Para resumir, la batalla del Periódico San Miguel, del Instituto Louis Even, es la batalla por la salvación de las almas. Los Peregrinos de San Miguel sólo repiten lo que el Papa y la Iglesia piden: una nueva evangelización — para recordar los principios cristianos básicos a los que infortunadamente los olvidaron o dejaron de ponerlos en práctica — y una reestructuración de los sistemas económicos. Ser un Peregrino de San Miguel en el trabajo del Periódico “San Miguel” es por lo tanto una de las vocaciones más urgentes y necesarias de nuestros tiempos. ¿Quiénes, entre aquellos que oigan o lean estas palabras, tendrán la gracia de responder a este llamado, a esta vocación? ¡Qué grandioso e importante es el trabajo de Louis Even! ¡Todos quienes tienen sed de justicia deberían comenzar a estudiar y difundir el Crédito Social pidiendo suscripciones al Periódico San Miguel!

  12. #12
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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

    APÉNDICE A. El último texto de Jacques Maritain


    Jacques Maritain, a quien Louis Even citó varias veces en sus artículos, era un filósofo francés que murió en 1973, a la edad de 91, y quien se especializó en el estudio de los escritos de Santo Tomás de Aquino, y su implementación en la sociedad de hoy; algunas de sus posturas intentaron lo imposible: reconciliar los dogmas del magisterio de la Iglesia con el mundo moderno, que no los acepta. Después de haber escrito muchos libros, fue tenido en alta estima en los círculos eclesiásticos — el Papa Pablo VI incluso lo escogió para representar a los hombres de ciencia en la ceremonia de cierre del Concilio Vaticano II en 1966.

    La noche antes de su muerte, el 29 de abril de 1973, él terminó de escribir un texto que apuntaba a resumir todos sus pensamientos sobre el tema que él consideraba el más importante para la sociedad de hoy, constituyendo un regreso a sus propias posturas iniciales, más acordes con la tradición y el magisterio de la Iglesia, y en contraste con lo sostenido por algunos de sus contemporáneos más influyentes. Lo que resulta muy interesante para los miembros del Instituto Louis Even y aquellos que simpatizan con la idea del Crédito Social, es que el tema era el dinero, y especialmente la denuncia del préstamo de dinero a interés, que crea deudas impagables.

    En su texto, Maritain habla de una sociedad en la que el Estado crearía “símbolos” para representar el dinero, y estos símbolos serían emitidos tanto como fueran necesarios para ser usados por todo ciudadano: “Cada ciudadano recibiría suficientes símbolos para permitir a todo individuo vivir confortablemente, con la garantía de un estándar de vida que sea suficientemente alto para disfrutar de una existencia digna de un ser humano, y cubrir las necesidades básicas (vivienda, ropa, comida, asistencia médica, etc.) de una familia, y su vida intelectual. No hay que decir que todos los impuestos que deben ser pagados al Estado desaparecerían en este nuevo sistema.”

    Sin tener toda su técnica y perfección, está cerca de los principios del Crédito Social de C. H. Douglas y Louis Even. Pero lo que queremos recalcar aquí es el capítulo 5 de este texto de Maritain, que condena directamente el préstamo de dinero a interés, reiterando la enseñanza centenaria de la Iglesia en cuanto a que la usura consiste en cualquier interés que obtiene el prestamista del prestatario como un precio por el préstamo. He aquí éste capítulo:

    En nuestra sociedad todo tipo de préstamo a interés perdería su razón de ser, dado que el Estado lo administraría por demanda, a cualquiera que quiera comenzar un negocio o una institución, todos los símbolos que necesite.

    Es desde el siglo XVI, cuando llegó a ser legal, que prestar a interés se convirtió, para la civilización actual, en algo de importancia decisiva, así que es esta práctica de prestar dinero a interés que en los días actuales tengo en mente con los siguientes pensamientos, sin olvidar que la historia completa del préstamo de dinero es muy reveladora. De hecho, esta historia es la más humillante de las que pueden encontrarse en los asuntos humanos. Porque mientras que el espíritu humano condenaba esta práctica en nombre de la verdad y de la naturaleza de las cosas, se abrió paso en nuestra conducta práctica, y finalmente estableció su autoridad de acuerdo con nuestras necesidades materiales tomadas como un fin en sí mismas, pero separadas del bien total de la persona humana.

    Como resultado, nuestro campo de acción se dividió en dos partes, y ahora nos imaginamos que el mundo de los negocios constituye un mundo separado, con su propio valor absoluto, siendo independiente de valores superiores y estándares que hacen la vida digna a un hombre.

    La verdad sobre el préstamo de dinero fue dicha por Aristóteles, en forma decisiva, cuando declara falsa y perniciosa la idea de la fecundidad del dinero, y afirma que, de todas las actividades, la peor es aquella del prestamista, que fuerza al dinero — una cosa por naturaleza estéril — a producir ganancias, mientras que la sola propiedad del dinero debe usarse como unidad de medida de las cosas.

    Usar el dinero de uno para sustentar su vida, satisfacer sus deseos, o conseguir nuevos bienes al gastarlo, para mejorar nuestra existencia, es normal y bueno. Pero usar el dinero para que engendre más dinero, como si el dinero fuera fecundo, y obtener interés (en griego se llamaba “la descendencia del dinero”), es, de todos los medios de enriquecerse, el “más contrario a la naturaleza”, y sólo puede tener lugar explotando el trabajo de otras personas. Uno está perfectamente acertado al odiar el préstamo a interés.

    La Iglesia, en su pura enseñanza doctrinal, condenó el préstamo de dinero a interés como lo hizo Aristóteles. Por mucho tiempo, la legislación civil estaba de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia, y decía que todo préstamo debía ser libre (de interés). Todos aquellos (y eran muchos) que infringían ésta ley eran castigados.

    No fue mucho antes de la mitad del siglo XVII que la ley civil rompió con la enseñanza doctrinal de la Iglesia, permitiendo al mundo de los negocios considerar normal y legítima la práctica de prestar dinero a interés. Pero la enseñanza pura y doctrinal de la Iglesia, que condenaba pura y simplemente el préstamo de dinero a interés aún estaba allí.

    Es de alabar en el Papado que, en un tiempo en que la civilización de mercado, que había empezado en el siglo XII, estaba triunfante, el Papa Benedicto XIV publicó en 1745 la famosa carta encíclica Vix Pervenit, que prohibe el préstamo de dinero a interés, diciendo que es un pecado admitir que en un préstamo el prestamista debe recibir más que la suma prestada.

    Y más tarde, cuando el capitalismo del siglo XIX floreció, el Papa León XIII denunció, en su carta encíclica Rerum Novarum, la “rapaz usura” por ser una plaga del sistema económico actual.

    Pero al mundo de los negocios no podían importarle menos las prohibiciones de la Iglesia, y en tiempos modernos, el préstamo de dinero a interés eventualmente se impuso con fuerza irresistible, y se ha convertido en nervio esencial, el nervio motor del sistema económico actual, que no puede existir sin él.

    Pensar que el dinero puede engendrar más dinero es sólo una ilusión. El dinero no es fértil. Una vez que el principio de prestar dinero a interés es aceptado, aún cuando estudios teóricos y ensayos se acumulen para remediar todos sus vicios, nunca tendrán éxito, porque todo el sistema está basado en un principio falso, el de la fecundidad del dinero.

    Jacques Maritain

  13. #13
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    Re: Cursillo de Doctrina Social de la Iglesia

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    Apéndice B. ¿Sobre qué está construida la Doctrina Social de la Iglesia?



    Los cimientos de la Doctrina Social de la Iglesia

    El objetivo de la doctrina social de la Iglesia no sólo es intelectual o cognoscitivo, sino también sumamente práctico y personal. Debe cambiar nuestras vidas y debe ayudarnos a asumir nuestras propias responsabilidades vis-à-vis el bien común, sobre todo en lo concerniente a aquellos que están en más necesidad.

    Pensamos desarrollar esta breve presentación sobre la doctrina social de la Iglesia en cuatro partes: su definición; su naturaleza; sus fundamentos; y varias sugerencias prácticas.


    1. ¿Qué es?

    Aunque nosotros podamos tener una idea general de qué es la doctrina social católica, es a menudo más simple eliminar nociones falsas, empezando con lo que no es.

    La Iglesia manifiesta claramente que su enseñanza social no es un “tercer camino,” algún camino intermedio entre capitalismo y socialismo. No es en absoluto una agenda económica o política, y ni es un “sistema”. Aunque por ejemplo, ofrezca una crítica del socialismo y capitalismo, no propone un sistema alternativo. No es una propuesta técnica para resolver problemas prácticos, sino una doctrina moral, surgiendo del concepto Cristiano del hombre y de su vocación para amar y para la vida eterna. Se encuentra en una categoría propia.

    La doctrina social católica no es una utopía, en el sentido de un proyecto social imposible de lograr. No intenta describir un paraíso terrenal en el que la humanidad puede lograr la perfección.

    A pesar de todo esto, la enseñanza social católica confronta seriamente realidades y estructuras existentes, y desafía a la humanidad para buscar soluciones a las situaciones sociales, políticas y económicas dignas de la dignidad humana, creando así un grado saludable de tensión entre las realidades temporales tal y como están y el ideal del Evangelio.

    La enseñanza social católica no es una doctrina estática, fija, pero sí es una aplicación dinámica de las enseñanzas de Cristo a las realidades y circunstancias cambiantes de las sociedades y culturas humanas. Por supuesto, los principios fundamentales no cambian, porque ellos están profundamente arraigados en la naturaleza humana. Pero sus aplicaciones y juicios contingentes se adaptan a las nuevas circunstancias históricas según los tiempos y lugares.

    La doctrina social de la Iglesia es parte integrante del armazón de la teología y especialmente de la teología moral.

    De acuerdo a la redacción del magisterio, es la formulación exacta de los resultados de una meditación cuidadosa en las realidades complejas de la existencia de la humanidad, en la sociedad y en un contexto internacional, bajo la luz de la fe y de la tradición viva de la Iglesia.

    Es un conjunto de principios, criterios y pautas para la acción, con el objetivo de interpretar las realidades sociales, culturales, económicas y políticas, evaluando su conformidad o diversidad con las enseñanzas del Evangelio en la persona humana y su vocación terrenal y trascendente.


    2. El contenido de la Enseñanza Social Católica

    El contenido de la doctrina social se expresa en tres niveles:

    --Principios y valores fundamentales. La doctrina social adquiere sus principios básicos, de la teología y de la filosofía, con la ayuda de las ciencias humanas y sociales que la complementan. Estos principios incluyen la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la participación, la propiedad privada, y el destino universal de los bienes. Los valores fundamentales incluyen: la verdad, la libertad, la justicia, la caridad y la paz.

    --Criterio para el juicio: para los sistemas económicos, instituciones, organizaciones, también usando datos empíricos. Ejemplos: la evaluación de la Iglesia del comunismo, liberalismo, teología de liberación, racismo, globalización, salarios justos, etc.

    --Pautas para la acción: opiniones contingentes en eventos históricos. Ésta no es una deducción lógica y necesaria que surge de principios, sino también el resultado de la experiencia pastoral de la Iglesia y una percepción Cristiana de la realidad; una opción preferencial por los pobres, el diálogo, y el respeto por la autonomía legítima de las realidades políticas, económicas y sociales. Ejemplo: sugerencias para el perdón de la deuda internacional, reforma agrícola, creación de cooperativas, etc. (vea “Gaudium et Spes,” Nos. 67-70).


    3. Fundamentos

    El primer fundamento de enseñanza social católica es el mandato de Jesús al amor: Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo. Éste es el fundamento de toda la moral Cristiana, y por consiguiente de la doctrina social de la Iglesia que es parte de la moral. Jesús dijo, que el doble mandamiento del amor no sólo es el primero y más importante de todos los mandamientos, sino también un resumen o compendio de todas las leyes de Dios y el mensaje de los profetas.

    Por consiguiente la doctrina social de la Iglesia proporciona una respuesta a la pregunta: ¿Cómo debo amar yo a Dios y a mi prójimo dentro de mi contexto político, económico y social? Nuestro amor a Dios y al prójimo no consiste simplemente en una obligación semanal de asistir a la Santa Misa y el lanzar unas monedas en el cesto el momento del ofertorio. Debe penetrar nuestra vida entera y debe conformar nuestras acciones y nuestro ambiente al Evangelio.

    Éste es un principio muy importante para poder superar la tendencia a ver a la economía o a la política como algo totalmente separado de la moral, cuando de hecho es precisamente allí que un cristiano hace que su fe influya en materias temporales.

    El mandamiento de amar por consiguiente debe representar el fundamento general de la doctrina social de la Iglesia. Hay, sin embargo, también fundamentos específicos que pueden resumirse en cuatro principios básicos de la totalidad de la doctrina social de la Iglesia, cuatro columnas en las que el edificio entero se apoya. Estos principios son: la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiaridad y la solidaridad.

    --La dignidad de la persona humana. El primer principio clásico es el de la dignidad de la persona humana que provee el fundamento de los derechos humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la cultura uno debe entender primero propiamente quién es el ser humano y cual es su bien real. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inalienable y debe tratarse por consiguiente siempre como un objetivo y no sólo como un medio.

    Cuando nuestro Señor Jesús, usando la imagen del Buen Pastor, habló sobre la oveja perdida, él nos enseñó lo que Dios piensa sobre el valor de la persona humana individual. El pastor deja las 99 ovejas en el desierto para buscar a la perdida. Dios no piensa en masa sobre los seres humanos, o en porcentajes, sino como individuos. Cada uno es precioso para él, irreemplazable.

    En su carta encíclica Centesimus Annus, el Papa Juan Pablo II subrayó la centralidad de este principio: “Es necesario tener presente que el hilo principal, y en un cierto sentido el principio guía... de la doctrina social de la Iglesia, es una mirada correcta de la persona humana y de su único valor, ya que “el hombre... es la única criatura en la tierra que Dios legó para sí mismo”. Dios ha impreso su propia imagen y semejanza en el hombre (vea Génesis 1:26), confiriendo en él una dignidad incomparable (vea “Centesimus Annus,” No. 11).

    De ahí que la Iglesia no piensa primero en términos de naciones, partidos políticos, tribus o grupos étnicos, sino de la persona individual. La Iglesia, como Cristo, defiende la dignidad de cada individuo. Ella entiende la importancia del estado y de la sociedad en los términos de servicio a las personas y a las familias, en lugar de al revés. El estado tiene el deber en particular de proteger los derechos de las personas, derechos que no son dados por el estado sino por el Creador.

    --El bien común. El segundo principio clásico de la doctrina social de la Iglesia es el principio del bien común. El Segundo Concilio Vaticano lo define como “el total de la suma de condiciones sociales que permiten a las personas, o como grupos o como individuos, el alcanzar su perfección más totalmente y más fácilmente”. (“vea Gaudium et Spes,” 26; vea GS, 74; y Catecismo de la Iglesia católica, 1906).

    El hombre, creado a la imagen de Dios que es comunión Trinitaria de personas, no logra su perfección en aislamiento de otros, sino dentro de las comunidades y a través del regalo de sí mismo que hace posible la comunión. El egoísmo que nos insta a que busquemos nuestro propio beneficio para detrimento de otros es superado por un compromiso al bien común.

    El “bien común” no es exclusivamente mío o suyo, y no es él la suma de lo bueno de los individuos, sino que crea un nuevo sujeto nosotros -en el que cada uno descubre su propio bien en comunión con otros. Por consiguiente el bien común no pertenece a una entidad abstracta como el estado, sino a las personas como individuos llamados a la comunión.

    El hombre es fundamentalmente (y no sólo circunstancialmente) social, relacional e interpersonal. Nuestro bien común también es necesario para mi propio perfeccionamiento, significando para mi propio bien personal. Cada persona crece y alcanza el perfeccionamiento dentro de la sociedad y a través de la sociedad. De ahí que, el bien común es distinto de, pero no en oposición, al bien particular de cada individuo. Muy a menudo, su bien y mi bien se reúnen en nuestro bien común.

    El bien común en cambio, se opone al utilitarismo, la idea de la posibilidad más grande de felicidad (placer) para el número más alto posible de las personas, lo que inevitablemente lleva a que la minoría este subordinada a la mayoría. Por consiguiente la excelencia y la inviolabilidad de la persona humana individual excluyen la posibilidad de subordinar el bien de unos al de otros, convirtiendo así a los primeros, en un medio para la felicidad de otros.

    --Subsidiaridad. El tercer principio clásico de la doctrina social, es el principio de la subsidiaridad. Se expresó primero bajo ese nombre por el Papa Pío XI en 1931 en su carta encíclica “Quadragesimo Anno”. Este principio nos enseña que las decisiones de la sociedad deben quedar al nivel más bajo posible, por consiguiente al nivel más cercano a aquéllos afectados por la decisión. Este principio fue formulado cuando el mundo fue amenazado por sistemas totalitarios con sus doctrinas basadas en la subordinación del individuo a la colectividad. Nos invita a buscar soluciones a los problemas sociales en el sector privado antes de pedir al Estado que interfiera.

    Incluso previo a la encíclica de Pío XI, el Papa Leo XIII insistió “en los límites necesarios a la intervención del Estado y en su carácter instrumental, ya que el individuo, la familia y la sociedad son anteriores al Estado, y ya que el estado existe en orden de proteger sus derechos y no de ahogárselos” (“Centesimus Annus,” 11).

    --La solidaridad. El cuarto principio fundamental de la doctrina social de la Iglesia sólo fue formulado recientemente por S.S. el Papa Juan Pablo II en su carta encíclica “Sollicitudo Rei Socialis” (1987). Este principio se llama el principio de la solidaridad. Enfrentado con la globalización, la interdependencia creciente de las personas y poblaciones, nosotros debemos tener presente que la familia humana es una. La solidaridad nos invita a aumentar nuestra sensibilidad por otros, sobre todo por aquéllos que sufren.

    Pero el Santo Padre agrega que esa solidaridad no es simplemente un sentimiento, sino una “virtud” real que nos permite que asumamos nuestras responsabilidades entre si. El Santo Padre escribió, esa solidaridad “no es un sentimiento de compasión vaga o de poco dolor a los infortunios de tantas personas, aquellos que están cerca y lejos. Al contrario, es una sólida y perseverante determinación para comprometerse a sí mismo al bien común; es decir al bien de todos y de cada individuo, porque todos nosotros somos realmente responsables de todos” (SRS, 38).


    4. Consejos prácticos

    Nos gustaría por último esbozar cinco sugerencias prácticas con respecto a la aplicación de la enseñanza social católica, sobre todo para nosotros los laicos:

    --Leamos y tengamos, preciso y buen conocimiento de las enseñanzas sociales de la Iglesia, para poder exponerlos con convicción y claridad, y asegurarnos que lo que nosotros enseñamos en el nombre de la Iglesia es eficazmente lo que la Iglesia enseña, y no nuestras propias opiniones personales.

    --La humildad, para no tener que saltar de los principios generales a los juicios concretos definitivos, sobre todo cuando es expresado de una manera categórica y absoluta. Nosotros no debemos ir más allá de las limitaciones de nuestro propio conocimiento y competencia específica.

    --El realismo, evaluando la condición humana, reconociendo el pecado pero dejando espacio para la acción de la gracia de Dios. En medio de nuestro compromiso al desarrollo humano, nunca perdamos de vista que la vocación del hombre es sobretodo el de ser santo y disfrutar de Dios eternamente.

    --Evitemos la tentación de usar la doctrina social de la Iglesia para propósitos partidistas. Nosotros en cambio debemos concentrarnos primero en nuestras propias vidas y nuestras responsabilidades personales, sociales, económicas y políticas.

    --Sepamos cómo cooperar estrechamente con otros laicos, formándolos y enviándolos como otros evangelizadores del mundo. Los laicos somos los verdaderos expertos en nuestros campos de competencia y tenemos la vocación específica de transformar las realidades temporales según el Evangelio.



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    Por Alejandro Farnesio en el foro Tertúlia
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  3. Doctrina Social de la Iglesia frente al capitalismo
    Por Hyeronimus en el foro Economía
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  4. La Inquisición es confome a la doctrina de la Iglesia
    Por Jorge Zamora E. en el foro Religión
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  5. Doctrina católica: relaciones Iglesia-Estado
    Por Gothico en el foro Crisis de la Iglesia
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