Tema: El problema de los economistas "ortodoxos" o profesionales

A raíz de la crisis globalista del 2008 han salido una serie de economistas profesionales que han intentado dar respuesta o explicación al problema económico-social general que se viene arrastrando, en una forma extrema, desde hace ya 6 años. Ahí tenemos a los Alberto Recarte, Niño Becerra, Roberto Centeno, Huerta de Soto, Marc Vidal, etc..., etc..., que tratan de dar un diagnóstico correcto a todo este desaguisado. El problema es que, aún cuando ellos mismos se presentan, incluso, como economistas "alternativos", sin embargo, en el fondo, siguen "jugando" con las mismas categorías y asunciones de la economía oficial u "ortodoxa".

Voy a reproducir, a continuación, una interesante carta de C. H. Douglas donde resume su experiencia de las controversias que tuvo que sostener con los economistas "ortodoxos", y cuál era el prejuicio fundamental de los mismos que hacía inviable cualquier entendimiento, fuera de un simple y mero diálogo de besugos conducente a ninguna parte.

El subrayado es mío.


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Carta de C. H. Douglas

Fuente: “Understanding the financial system. Social Credit Rediscovered”. Frances Hutchinson. Jon Carperter. 2010. Páginas 209-210.


Opinión del Mayor Douglas sobre el Sr. Hawtrey y otros.

De la columna correspondiente a las Cartas Escritas al Social Credit de 7 de Diciembre de 1934.



AL EDITOR DEL SOCIAL CREDIT

Estimado Señor: He enviado la siguiente carta a un corresponsal, y puede que posiblemente interese a sus lectores.


Estimado …, me resulta interesante oír que el Sr. Hawtrey caracterizó la Teoría de Douglas como “pueril” en el metting del Círculo de Estudio de Ingenieros. Esto tiene pinta de ser una nueva recaída dentro de las formas utilizadas en un artículo que él escribió alrededor de 1923, en The Pilgrim, en donde utilizaba un lenguaje puramente grosero, y que iba acompañado de la creencia suya de que el verdadero objetivo de un sistema monetario satisfactorio consistía en conseguir un nivel de precios estable. Yo mismo no he sido capaz nunca de encontrar un adjetivo satisfactorio para un objetivo que requeriría que el precio de las corbatas subieran cuando el precio del pan bajara, y noto que el Sr. Hawtrey, en común con otros economistas profesionales, no está ahora muy seguro de que sea deseable por completo. (Cf. Capítulo de D. H. Robertson en “The International Gold Problem”; “Prices and Production” y “Monetary Theory and the Trade Cycle”, de F. A. Hayek; y el Capítulo V de “The Art of Central Banking” de R. G. Hawtrey).

Sin embargo, puesto que esta tendencia, hasta el grado de convertirse en abusivo, parece ser algo inherente en algunos de los economistas profesionales que tratan con estas materias, y puesto que estoy de acuerdo con usted en que ellos, como expertos, dominan y consiguen captar una considerable –aunque cada vez decreciente– cantidad de atención de aquéllos que están interesados en los problemas de la finanza, creo que es deseable que traiga a colación y haga constar las cuatro ocasiones en las que mis opiniones han sido objeto de un debate formal con ellos en este país. Éstas son (1) El Debate con el Sr. Hawtrey en Birmingham en 1933; (2) El Debate en la Radio con el Sr. D. H. Robertson en 1933; (3) El Capítulo VIII del libro de Cole escrito por el Sr. H. T. N. Gaitskell; (4) Mi Discurso a la Sociedad Marshall de Cambridge el 20 de Octubre de 1934. El Sr. D. H. Robertson estuvo presente en este discurso, y tomó parte en el debate que siguió al discurso.

No tengo la menor duda en afirmar que, ni en el caso de los dos debates formales, ni en el caso de mi discurso en Cambridge (en donde presenté al público ciertos aspectos en defensa de mi causa en forma de preguntas a la Sociedad), no se hizo ningún intento serio de enfrentarse a mi posición. La contribución del Sr. Hawtrey al debate de Birmingham consistió en una hábil exposición de la teoría ortodoxa del presupuesto equilibrado. La réplica del Sr. D. H. Robertson a mi declaración de apertura en defensa de mi causa en el Debate por Radio ignoró completamente dicha declaración, ni tampoco hizo ningún intento por replicarla, la sustituyó por otra declaración que no fue mencionada en la declaración de apertura en defensa de mi causa, y se dedicó a demoler esta nueva declaración puesta en sustitución sobre la base de respuestas hipotéticas a cuestiones que los límites temporales del debate no me permitieron tratar o abordar, y que fueron respondidas con amplitud en The New Age en un sentido totalmente diferente al que el Sr. Robertson evidentemente esperaba. En Cambridge el Sr. Robertson, junto con otros, ignoró completamente la cuestión técnica que le fue presentada en mi discurso, y que también fue presentada al Sr. Hawtrey sin obtener respuesta alguna. Las críticas del Sr. Gaitskell fueron completamente respondidas y su argumento fue refutado por el Sr. J. Adamson en The New Age de 28 de Diciembre de 1933.

No tengo duda ninguna acerca de las razones fundamentales de la divergencia de mis opiniones respecto de aquéllas de los economistas profesionales. El economista profesional cree, independientemente de que él sea o no consciente de ello, que es posible tener una ciencia del dinero que sea existente por sí misma e independiente del progreso en las artes industriales. Yo esto no lo creo. Es por esta razón por lo que yo pienso que ningún economista, que a la vez y al mismo tiempo crea en un nivel de precios adecuado y en un presupuesto equilibrado en conexión con el sistema de producción moderna, pueda tener nada de valor que ofrecer en relación a una solución constructiva de nuestras dificultades.

Siento no poder dar un discurso al Círculo de Estudio de Ingenieros, pero el libro en que estaba comprometido ya lo terminé en Junio de este año.

Sinceramente suyo,

C. H. DOUGLAS.