Fuente: The Social Crediter, Septiembre-Octubre 1976, Vol. 56, Nº. 4. Página 4.
Los millones perdidos
La siguiente carta, originariamente fechada el 7 de Julio, apareció en The Canberra Times el 28 de Julio de 1976:
Señor:
En un discurso público en defensa del actual sistema económico pronunciado en Melbourne en 1932, el Profesor Copland, en aquel entonces Decano de la Facultad de Comercio en la Universidad de Melbourne, citaba la falacia lógica de J. M. Keynes: “Supongamos que X es igual al coste de producción de todos los productores. Entonces X también será igual a los ingresos que recibe el público”. Esta petitio principii parece haber pasado indemne, al menos públicamente, a lo largo de todos estos años, y parece estar en la raíz del actual “ataque” del Gobierno Australiano contra su Enemigo Público Número Uno: la Inflación.
Sin embargo, los reportajes informativos que han estado cubriendo el parón industrial de 24 horas en Victoria del 30 de Junio señalaban que la huelga costó $ 10 millones en salarios perdidos, y $ 50 millones en producción perdida. Ahora bien, resulta evidente que $ 10 millones de “ingresos del público” no podrían adquirir una producción por valor de $ 50 millones. Sería un economista excepcionalmente temerario aquél que afirmara que esos $ 50 millones perdidos representaban beneficios. Así pues, la pregunta es ¿qué es lo que representaban?
Todas las economías industriales modernas se financian con déficit. En una economía con una expansión bastante rápida (tal y como ocurría en Australia y en todas las demás partes del mundo en los años de la postguerra) la financiación deficitaria era proporcionada o provista mediante una expansión de la oferta monetaria a través de una continua concesión, por el sistema bancario, de préstamos a un ritmo superior al que se realizaban las devoluciones. Pero existe un límite para la expansión industrial, que aparece indicado por una casi saturación en la demanda del consumidor respecto a particulares categorías de producción. Esta condición es la que afectuosamente se conoce hoy día con el nombre de “stagflación”.
Aquí, por supuesto, es donde Keynes vino al rescate de los otros economistas. Él defendió, e hizo respetable, la financiación deficitaria gubernamental (anteriormente, los Presupuestos Equilibrados constituían un requisito sine qua non de un Gobierno Sano). Esta nueva doctrina se denominó “pump-priming” (“cebar la bomba”). Y en estos días las economías de casi todo el mundo dependen de la financiación deficitaria del gobierno, a una escala cada vez mayor.
El propósito de esta carta ciertamente no es elevar o plantear un asunto académico. Sino examinar y considerar las consecuencias prácticas que se revelan en la actual situación. Cada vez se va volviendo más obvio, bastando una simple inspección, que las medidas del Gobierno de Australia para “combatir” la inflación únicamente están intensificando las dificultades económicas actuales, llevándonos de manera continua hacia el desastre. En mi opinión, ciertos teóricos que se encuentran en y detrás del Movimiento Socialista entienden a fondo esta situación, y se apoyan en ella para destruir al llamado Liberalismo y al sistema Capitalista de propiedad privada: esta vez para siempre. La afirmación del Sr. Fraser de que el Gobierno Whitlam estuvo “maladministrando” la economía, le servía de receta justificativa para poder llevar a cabo su propia destrucción, que piensa terminar probablemente antes de la llegada de las próximas elecciones, ya que claramente él no está “administrando” nada mejor de lo que lo hacían Whitlam y compañía.
El núcleo del problema subyace en la diferencia que existe entre los ingresos del público y el valor de la producción. La rectificación de este problema se encuentra en la financiación de esa diferencia, eliminándola así mediante procedimientos contables. Éstos pueden resultar un poco difíciles de captar; pero estaría encantado de explicarlos a cualquiera que, reconociendo el colapso económico –matemáticamente cierto– al que nos vamos precipitando aceleradamente, se encontrara en situación o posición de poder llevarlos a efecto.
No creo que esta materia pueda quedar por más tiempo abierta a argumentación o debate. Simplemente me limitaré a realizar la predicción (que los lectores interesados podrán verificar a su debido tiempo mediante la observación) de que, a menos que se produzca una considerable expansión de la oferta monetaria (la expansión que hubo de 1964 a 1974 fue del 161,72% : una media del 14,77% por año), subirá el desempleo y progresará la inflación. Tomar prestado del exterior y/o incrementar el “excedente” de exportación son dos formas de financiación deficitaria. (Y debería resultar obvio a cualquiera que el hecho de importar dinero para poder comprar nuestra propia producción implica la existencia de una carencia interna de poder adquisitivo).
Dedicarse únicamente a expandir la oferta monetaria no remediará nuestros problemas, aunque temporalmente los aliviaría, al mismo tiempo que los agravaría e intensificaría para el futuro. Pero reducir la oferta monetaria, que es lo que se produce como consecuencia de los recortes en los gastos del gobierno, ciertamente nos traería de vuelta a los Socialistas al poder. Y entonces que Dios nos ayude, pues los Socialistas saben muy bien a dónde quieren ir. Estuvieron dirigiendo a este país (hasta que fueron expulsados del gobierno, aunque no de los puestos oficiales consultivos y de asesoramiento) para integrarlo en el Nuevo Orden socialista internacional.
BRYAN W. MONAHAN
Red Hill.
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