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Tema: La aproximación a la realidad (C. H. Douglas)

  1. #1
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    La aproximación a la realidad (C. H. Douglas)

    Dejo a continuación el texto del discurso de C. H. Douglas que prometí, para que Leolfredo o cualquier otro forero realice los comentarios que estime oportunos al respecto.


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    Fuente: La aproximación a la realidad. Clifford Hugh Douglas. K.R.P. Publications LTD, Londres.

    Visto en: ALOR.ORG




    La aproximación a la realidad


    Discurso dirigido a creditistas sociales en Westminster, el 7 de Marzo de 1936, junto con una ronda de preguntas y respuestas.

    Por C. H. Douglas



    Creo que el destino de la historia de la Iglesia de Inglaterra depende en muy gran medida de vuestro Presidente capitular. [1] [2] A menudo le he dicho, sin pretender ser una autoridad en estas materias, que estoy bastante seguro de que la persecución que constituyó la suerte del Cristianismo en sus primeros años no fue de ninguna manera porque estuviera interesada o preocupada en algo puramente trascendental: algo que llamamos el mundo venidero. Tomando en cuenta las meras implicaciones materiales que hay en él, apenas tengo duda alguna de que lo que se reconocía y perseguía en el primer Cristianismo eran las implicaciones económicas de su filosofía. Solamente cuando el cristianismo se convirtió, como así fue, en algo puramente trascendentalista, se sintió bastante respetada y bastante a salvo.

    Ahora bien, ustedes podrían decir que el Deán, en sus comentarios introductorios, habló sobre economía, y yo estoy hablando sobre religión. Realmente no estoy hablando nada sobre eso. Lo que resulta claro para todo el que mire esta materia fría y desapasionadamente es esto: no es la técnica del Crédito Social aquello de lo cual tienen miedo los poderes establecidos, sino del cambio fundamental que aquél haría en el problema global de la economía y la vida humana.

    Esta conferencia es primariamente para creditistas sociales, y aquéllos que no estén familiarizados con los detalles técnicos de lo que comúnmente se denomina Crédito Social no me oirán hablar mucho acerca del dinero. Pero les aseguro que lo que voy a decir esta noche está entrelazado con la cuestión del dinero.

    Tal y como yo lo concibo, el Crédito Social cubre y comprende mucho más que el problema monetario. Siendo, como es, algo importante, primariamente importante porque se trata de una cuestión de prioridad, el Crédito Social fundamentalmente implica una concepción, pienso que una verdadera concepción –aunque deberéis ampliar sobre esto por vuestra cuenta– de las relaciones entre los individuos y su asociación en países y naciones; entre los individuos y su asociación en grupos.


    Donde yace la verdad

    Para los creditistas sociales es un lugar muy común decir que lo que intentamos hacer con el sistema monetario es hacer que refleje los hechos; pero lo que también intentamos hacer es hacer que la relación entre los individuos y sus instituciones refleje los hechos. Tomándolo prestado del vocabulario del Deán de Canterbury, lo que los creditistas sociales tienen en mente es “conocer la verdad a fin de que la verdad nos haga libres”, y no dudo en decir que la oposición está interesada en ocultaros la verdad para que así no seáis capaces de ver la verdad aun cuando estuviera delante de vuestros ojos. Se suele decir que la verdad yace en el fondo de un pozo; y la oposición está interesada en mantener la verdad en el fondo de ese pozo, y lo hará todo lo posible para vigilar que no salga.

    Nosotros, los creditistas sociales, decimos (y somos todos creditistas sociales, aunque puede que no todos estemos hablando mucho del Crédito Social en este momento) que el sistema monetario, hoy día, no refleja los hechos. La oposición dice que sí que los refleja. Bueno, os lo plantearé a vuestro sentido común. ¿Cómo fue que un mundo que aparentemente era casi febrilmente próspero en 1929 –o se decía que así era, jugado según los estándares ortodoxos– y ciertamente capaz de producir tremendas cantidades de bienes y servicios, y de distribuir una considerable proporción de los mismos, pudiera estar tan empobrecida en 1930, y tan fundamentalmente cambiada, hasta el punto de que las condiciones quedaran invertidas y el mundo quedara miserablemente pobre? ¿Es razonable suponer que, entre una sola fecha de Octubre de 1929 y unos pocos meses después, el mundo pudiera cambiar de ser rico a ser pobre? Por supuesto que no lo es.

    Quizá pueda daros alguna concepción del tipo de cosas con las que tenemos que tratar en este problema de hacer que el mundo se aproxime más estrechamente a la realidad, si atraigo vuestra atención a un libro, que acaba de publicarse, escrito por el presidente de una grande institución financiera, y quien, entiendo yo, tiene a su vez un enorme interés financiero en esa publicación llamada con humor el New Statesman.


    Un ejemplo de Precio Justo

    He notado en mis viajes alrededor del mundo –en los cuales mi suerte ha sido la de ser más maliciosamente atacado que la mayoría de la gente– que las organizaciones que atacan la teoría del Crédito Social siempre adoptan una de las primeras sugerencias técnicas del Crédito Social, esto es, empiezan por vender por debajo del coste, y la cosa que ellos pretenden vender por debajo del coste es la literatura que recoge sus opiniones sobre economía.

    La asombrosa cantidad de literatura que uno podía obtener por nada en Australia y Nueva Zelanda cuando pasé por allí, constituía una completa demostración del principio de que si uno hace que las cosas se abaraten lo suficiente se puede encontrar una venta para ellas. El libro al que me estoy refiriendo, finamente impreso y publicado por una de las más famosas editoras del mundo, se vende al precio irrisorio de 5 chelines (contra un probable coste de producción de más bien 10 chelines), un ejemplo más que notable del Precio Compensado o Justo.

    No me hubiera referido con esta extensión a este libro si no fuera porque proporciona una muy interesante demostración de lo que realmente se pretende que debamos creer sobre el sistema económico. Las conclusiones a las que llega este libro son obviamente erróneas, por lo que los aspectos técnicos sobre las que se basan no son de mucho interés. El Sr. J. M. Keynes afirma que los fallos pendientes de resolver de la sociedad económica en que vivimos consisten en su fracaso a la hora de proporcionar pleno empleo y su arbitraria y desigual distribución de riqueza e ingreso.

    Este es un ejemplo muy típico de aquello a lo que me estoy refiriendo como una desfiguración: una tendencia a trazar un cuadro que no es un cuadro verdadero de las cosas tal y como son. Dicho cuadro sugiere que el sistema económico perfecto debería proporcionar pleno empleo y una distribución absolutamente equitativa de riqueza e ingreso. Ahora bien, esto suena muy atractivo, ¿no es así?


    Trabajo para todos y bienes para todos

    Pero suponed que se dice que el objetivo del sistema económico no es proporcionar empleo para todos; entonces, ¿qué importancia se le puede dar a esa afirmación de que la labor del sistema económico consiste en proporcionar pleno empleo para todos? La labor del sistema económico no consiste en proporcionar empleo en absoluto. Consiste en proporcionar y distribuir bienes y servicios con la menor cantidad posible de inconveniencias y pérdida de tiempo para todo el mundo. Eso, por supuesto, es algo muy fundamental.

    Echemos por un momento un vistazo a esta idea de una distribución equitativa de ingreso. Esto, aparentemente, suena extremadamente justo y sano; pero vayamos un poco más allá. Permítanme usar un ejemplo que a menudo solía utilizar antes. Lo usé en Canadá hace aproximadamente 15 años ante una comisión de investigación parlamentaria en 1923. Supongamos que hubiera diez hombres cruzando el Desierto del Sahara y tuvieran un largo camino que recorrer y tuvieran solamente una cantidad determinada de agua. En ese caso obviamente sería una cuestión de gran importancia para todos los implicados el que todo el mundo tenga exactamente la misma cantidad para beber. Tómese a esos mismo diez hombres y póngaseles en un bote en medio del Lago Superior, con 250 millas de agua fresca a su alrededor. Si uno de ellos dijera que han de tener solamente una determinada cantidad de agua cada uno, pues cualquier otra cosa sería algo “completamente insano o maligno”, la obvia contestación a esto sería: “¡ve a saltar al lago y ten toda el agua que quieras!”.

    Bueno, ésa es en el mundo económico la posición a la que ahora estamos llegando. Hubo un tiempo, sin duda, en donde éticamente –no diré pragmáticamente– algo podía haberse dicho en favor de la igualdad de ingreso para todo el mundo. Y en aquel tiempo ciertamente no lo tenían. Pero ahora, cuando estamos en un punto en el que hay tanta riqueza potencial –tantas cantidades enormes de riqueza potencial actual o realmente destruida– se nos supone que debemos dedicar nuestra atención a detalles a fin de que todo el mundo pueda tener la misma cantidad. Lo que los creditistas sociales dicen es que todo el mundo debería tener tanto como quisiera, y es nuestra creencia que uno puede obtenerlo sin tener que tomarlo de ningún otro.


    Es tu dinero lo que ellos quieren

    Ahora bien, este libro del Sr. Maynard Keynes al que me estoy refiriendo, representa aparentemente una repentina conversión por parte del autor hacia las teorías monetarias de Silvio Gesell, el fundador de la idea del “dinero en desaparición”, esto es, dinero que pierde su valor mes a mes a menos que se gaste (como si el dinero no desapareciera ya lo suficientemente rápido).

    La idea es que si uno tiene un billete de 10 chelines hoy, has de poner un sello de un penique en él cada quincena para así poder mantener su valor de 10 chelines, y otro sello de un penique una quincena más después para que así se mantenga todavía con el valor de 10 chelines. La teoría de Gesell consistía en que el problema que había en el mundo era que la gente ahorraba dinero, de tal forma que lo que uno tenía que hacer era hacerles gastarlo más rápidamente. Hacer que el dinero vaya desapareciendo constituye la forma más gravosa de fiscalidad continua jamás diseñada.

    La teoría que subyacía a esta idea de Gesell consistía en que lo que se necesitaba era estimular el comercio; que uno tenía que poner a la gente comprando cosas frenéticamente: una idea perfectamente sana siempre que uno considere que el objetivo de la vida consiste simplemente en comerciar. Cuando un billete de 10 chelines pasa a valer sólo 9 chelines y 11 peniques mañana, un hombre irá y comprará algo y así estimulará el comercio. De hecho, uno obtiene exactamente el mismo estado de cosas que existía en el tiempo de la asombrosa inflación alemana del marco. Cuando un camarero recibía un pago en millones de marcos, apenas esperaba a arrojar su servilleta antes de lanzarse a comprar algo, ya que el valor estaba desapareciendo tan rápidamente que lo que compraba un minuto después requería de mil millones de marcos diez minutos después.


    Gobierno por el dinero

    Estos proyectos tributarios –no estoy hablando ahora acerca de ninguna teoría en particular, estoy hablando de concepciones de la vida– todos estos proyectos se basan en la asunción de que uno tiene que estimular algo o lo otro. Son un intento de producir un efecto psicológico por medio del sistema monetario. En otras palabras, el sistema monetario es considerado no como una conveniencia que favorezca el poder hacer algo que uno decida por sí mismo querer hacer, sino para hacerte hacer algo debido al sistema monetario.

    No estoy entrando en la técnica del Crédito Social esta noche; simplemente quiero repetir que nuestra concepción del sistema monetario es la de que debería ser un sistema que refleje los hechos; y deberían ser esos hechos, y no el sistema monetario, los que determinaran nuestra acción. Cuando un sistema monetario dicta nuestras acciones, entonces uno se encuentra gobernado por el dinero, y se obtiene la forma más sutil, peligrosa e indeseable de gobierno que la mente perversa del hombre –si es que se trata de la mente del hombre– haya concebido jamás.


    ¿Deben ser esclavos los británicos?

    Ahora bien, dije que el objetivo del actual sistema, y también el objetivo de muchas de las más inusuales propuestas que la gente está discutiendo para reemplazar al presente sistema, se basan consciente o inconscientemente en esta idea de que al individuo debe mantenérsele en una condición de dependencia económica.

    Este asunto es de considerable importancia porque el objetivo de dejar las cosas como están –y no como la mayoría de la gente desearía que estuvieran– consiste en que el individuo sea siempre económicamente dependiente. Lo que está ocurriendo actualmente es que más y más gente se está convirtiendo en económicamente dependiente. Es realmente sorprendente la mucha mayor proporción de gente económicamente independiente que había hace 150 años de la que hay ahora.

    Todo ataque sobre la desigualdad en el ingreso se ha convertido en la excusa para hacer que la gente que había conseguido un cierto grado de independencia esté menos económicamente segura de lo que estaban antes. La cuestión de la tierra es un caso destacado. A menudo se decía que el propietario de la tierra era la causa de todos nuestros problemas. Puede serlo o puede no serlo, pero aquéllos que hacen campaña para que la tierra vaya al pueblo únicamente se han asegurado perfectamente de que la tierra vaya a los bancos y las compañías aseguradoras.

    La máquina moderna con su maravillosa capacidad para utilizar la energía es capaz de liberar al hombre de mucho de su trabajo humano, y proveerle de independencia económica a fin de poder quedar libre para otros fines. Con todo, las ideas de la gente se han pervertido de tal forma que se han convertido en esclavos de la máquina, cada vez más definitivamente remachados a una esclavitud invisible.


    La significación social de la abundancia

    La abolición de la pobreza en medio de la abundancia, siendo como es algo importante, no constituye el corazón del problema. Resulta algo concebible que a la gente se le pueda proveer de todo como a esclavos bien alimentados. Es algo fundamental el que la libertad inherente a las cosas esté condicionada únicamente por la naturaleza del mundo, por decirlo de alguna forma. Una vez que estableces condiciones para hacer a la gente rica, no los estás haciendo ricos de acuerdo con la riqueza que tendrían a partir del libre juego de la invención, progreso y organización. Los estás haciendo ricos solamente de acuerdo con la concepción que tiene alguien acerca de lo que deberían ser las condiciones bajo las cuales se les permita ser ricos. Se trata de una cosa muy diferente.

    Por supuesto, se debe tener una cierta cantidad de organización en el mundo y, en lo que justo al sistema económico se refiere, se ha de hacer que el dinero refleje los hechos, de tal forma que uno pueda elegir qué hacer en lugar de verse forzado a hacer lo que uno no quiere hacer; dígase lo mismo respecto al sistema gubernamental. Éste debería reflejar las relaciones fundamentales de los seres humanos los unos con los otros.

    Cuando recibes a principios de año un fajo de papeles brillantes, seguidos de unos de color azul y a continuación, un poco después, unos de color rojo, todos ellos afirmando que has recibido un montón de dinero que nunca has visto, y que se debe producir más dinero o por el contrario ocurrirían cosas desagradables, el caballero que firma esos comunicados firma él mismo –en todo caso, en los dos primeros papeles– “Su obediente servidor”. Lo que estoy planteando es que él tiene exactamente toda la razón al decir esto último.

    Existe solamente un único objetivo sano para el gobierno y éste es el de hacer más fácil para todo el mundo el poder hacer todas aquellas cosas que sean posibles. Ésa es la única justificación del gobierno: que, mediante una organización y haciendo las cosas de acuerdo a ciertas reglas, uno pueda hacer las cosas más fácil y confortablemente. Imaginarnos que hemos nacido al mundo para ser gobernados por algo no inherente al cosmos constituye una de las formas de hipnotismo más sorprendentes que jamás se haya afligido al mundo.


    La fe sin obras está muerta

    En este punto llegamos a la relación entre la teoría del Crédito Social y la acción. Una vez más voy a tomar prestado del vocabulario del Deán, porque creo que es un vocabulario fundamental, pragmático, práctico y sano. Lo utilizo en ese sentido, y no en un sentido trascendental o religioso. Sé que él me lo perdonará. “La fe sin obras está muerta”. Es una cuestión de nula importancia el que haya una gran cantidad de gente que crea en la verdad del Crédito Social. La cuestión es: ¿qué es lo que van a hacer en relación a ello?

    Ahora bien, lo que uno pueda hacer es justamente igual de inherente a la naturaleza de las cosas como lo es el problema concerniente al sistema monetario. La clave para abordar esta ligeramente sutil materia está en que la cuestión de las obras, en contraposición a la fe, depende obviamente de la habilidad. Nadie puede hacerse responsable de algo que no entienda o no pueda hacer. Quisiera dejar esto claro en vuestras mentes.


    Partidos de Crédito Social

    Hay hoy día una idea consistente en que deberíamos tener un partido de Crédito Social en este país. Yo puedo muy bien entender y simpatizar con esa idea, pero constituye una profunda equivocación. Esa idea asume que el gobierno del país debería ser un gobierno de expertos. Permítanme mostrarles que sí lo asume. Si saliera elegido un partido de Crédito Social –suponiendo que fuera posible– yo consideraría esa elección de un partido de Crédito Social en este país como una de las mayores catástrofes que pudiera ocurrir. Mediante una elección como ésa se procede a elegir –por la propia esencia de ella– a un número de gentes de quienes se supone que saben lo suficiente de finanzas como para decir lo que debería hacerse acerca de ellas. Ahora bien, es un axioma de la experiencia el que ningún lego puede de ninguna manera dirigir al experto en los detalles, y en las situaciones normales ningún lego es tan tonto como para intentar hacerlo.

    Si se tuviera un gobierno de Crédito Social, procedería a dirigir o guiar a un grupo de expertos muy competentes –las autoridades financieras existentes, por ejemplo– diciéndolos cómo hacer su trabajo. Lo esencial de esa situación vendría a ser la responsabilidad por lo que se haya hecho. Ahora bien, ningún conjunto de 500 ó 600 hombres que pueden ser objeto de elección en este país, podría de ninguna manera saber tanto de finanzas como la gente a las que se supone que van a dirigir. Vosotros sabéis bien que en todo lo que yo he dicho acerca de los financieros, nunca en ningún momento he dicho que ellos fueran incompetentes; ni tampoco lo son, dentro de los límites de su propia filosofía. Pero elegir a un partido de Crédito Social en este país supondría elegir a un conjunto de amateurs con la misión de dirigir a un conjunto de profesionales muy competentes. Los profesionales, os lo puedo decir, se asegurarían de que los amateurs recibieran la culpa de todo lo que se hubiese hecho.


    Son los resultados lo que importa

    Lo que un lego debería decir es: “No soy un experto en estas cosas, pero yo sé lo que quiero”; y si uno está de acuerdo en que el objetivo de enviar a un conjunto de hombres al Parlamento es el de obtener lo que uno quiere, entonces ¿por qué elegir en absoluto a un conjunto especial de hombres, a un partido especial? Los hombres que ya están ahí deberían obtenerte lo que quisieras: en eso consiste su labor. Su labor no consiste en decir cómo se ha de obtenerlo. El sistema parlamentario de este país consiste en una delegación hecha por los legos para representar las necesidades de los legos, y no para decir a los expertos cómo hacerlo.

    A menos que se tome la actitud de que la responsabilidad acerca de cómo se hace una cosa no es de los legos ni del gobierno, téngase por algo perfectamente cierto que se obtendrá un estado de cosas en donde los fallos y las decepciones serán absolutamente inevitables. El cómo se hacen las cosas es de responsabilidad del experto. Lo que el experto da como resultado, es asunto tanto del gobierno como del pueblo, y éstos van a obtener lo que quieran. La culpa –y, si lo preferís, el elogio– descansa sobre aquella gente que se arroga para sí misma –posiblemente de manera correcta– la posición de expertos. Pero lo correcto para vosotros es decir o señalar qué es lo que queréis y aseguraros de obtenerlo. Lo que verdaderamente importa es lo que obtienes como resultado.

    Únicamente es posible tener un sistema gubernamental –un sistema gubernamental democrático– que funcione de esa forma. Uno solamente puede buscar el mayor común divisor de toda la población general a fin de producir una mayoría; y uno sigue un camino fatal al querer buscar obtener una mayoría en favor de una idea errónea. Desde el momento en que una mayoría empieza a votar en favor de algo que no entiende, se está perpetrando una mentira. Se está diciendo, “Quiero algo cuya naturaleza no conozco, y en eso consiste su naturaleza”.


    Desempleo o guerra

    Ahora bien, ésta es la razón por la que tenemos toda esa cuidada insinuación de que lo que queremos es una reducción del desempleo; y estamos tan malamente entrenados en la naturaleza de las posibilidades del gobierno democrático, que decimos: “Sí, lo que queremos es una reducción del desempleo”. Con todo, la exhortación a la reducción del desempleo es la causa directa de la guerra que está por venir. Desde el momento en que uno dice que debes tener a todo el mundo empleado, se ha de buscar y encontrar algún sitio a donde puedan ir los bienes que produces: los bienes que no podéis usar vosotros mismos. Debes buscar y encontrar mercados para la exportación, y la competencia por los mercados de exportación constituye la causa directa de la guerra. Esto es a lo que se llega por querer argumentar sobre detalles técnicos, cuando lo que uno quiere en realidad son resultados.

    Tenéis razón al decir “Queremos la desaparición de estas cosas horribles, estas depresiones que acompañan al desempleo”; pero no tenéis razón al decir que queremos la abolición del desempleo, porque con la abolición del desempleo, tal y como están ahora las cosas, se obtiene algo que uno no quiere, esto es, la guerra. Ésta es solamente una –pero una muy fundamental– de las razones por las que es esencial que toméis el control de vuestros Miembros del Parlamento.


    Política de presión

    Hay una idea que dice que cuando se tienen unas elecciones –cuyas implicaciones, en nueve de cada diez casos, no se las entiende– uno enajena o se deshace del asunto del gobierno. Ésa viene a ser una democracia impracticable. Se pone el mecanismo del gobierno a merced de aquellas gentes que ejercen presión en todo momento. Un líder del Crédito Social en los Estados Unidos que tuvo muchas conversaciones con el Presidente Roosevelt, se quejaba amargamente de que –lo cual es perfectamente cierto– el Presidente Roosevelt había estado dando en todo momento paso o vía a la presión de los intereses financieros. El Presidente hizo la réplica correcta y apropiada al caso. Él dijo, “Mi tarea consiste en someterme a la presión”.

    A menos que se tenga una dictadura, la labor del gobierno consiste en someterse a la presión. O bien un gobierno es supremo sobre el pueblo o, por el contrario, ha de someterse a su presión, y es labor vuestra la de ejercer esa presión.


    Peticiones: una negación de la democracia

    Ahora bien, quisiera que considerarais otra de las propuestas que se está defendiendo hoy día; me refiero a aquellos creditistas sociales que proponen hacer una petición al Rey para que inicie una investigación judicial al sistema monetario. Una petición implica tener que exigir a alguien aquello que uno quiere. Como cuestión de hecho, una petición generalmente no es simplemente de aquello que uno quiere, sino también de la forma en que uno piensa que se le debería dar, como, por ejemplo, cuando la petición exige una investigación. Esto no significa más que pasar a una autoridad mayor la responsabilidad por aquella decisión que el pueblo debería tomar por sí mismo. Vosotros no tenéis derecho, independientemente de cualquier otra cosa, a abdicar de vuestras responsabilidades; vuestra labor es aseguraros de que obtenéis aquello que vosotros mismos queréis; no exigírselo a otro porque tengáis miedo o porque seáis demasiado perezosos.

    La asunción que subyace a la petición es que el centro de gravedad de la potestad se encuentra en algún lugar, en el cual en realidad no está. El centro de gravedad se encuentra en el pueblo.

    Estas ideas están perfectamente bien entendidas por la oposición; la dificultad está en hacérselas comprender al pueblo al que me estoy refiriendo. Que la oposición no tiene objeción alguna a ellas viene indicado por el hecho de que ni la teoría de la petición ni la teoría del partido de Crédito Social han sido atacadas nunca. Que yo sepa no se ha hecho ningún ataque desde fuentes financieras contra ninguna de esas sugerencias. Por el contrario, aunque los dos o tres candidatos que se presentaron en las últimas elecciones no se llamaban a sí mismo candidatos de Crédito Social, la oposición sí lo hizo y les anunciaba, en la medida de lo posible, como candidatos de Crédito Social.


    El Partido Liberal en venta

    Como materia de interés puedo deciros que después de las últimas elecciones, el agente de uno de los candidatos –quien desde entonces ha atacado las ideas que he estado intentando presentaros esta noche– vino a mí y me ofreció venderme todo el Partido Liberal a cambio de un cuarto de millón de libras. Yo dije que no tenía esa suma en aquel momento, y de todas formas consideré el precio demasiado alto. Pero este tipo de cosas indica los episodios censurables que están asociados con la vieja forma de los partidos políticos, sin importar la etiqueta que utilicen.

    Ahora bien, os voy a contar un secreto. Nadie, a efectos prácticos, va a elaborar un plan Final de Crédito Social. Os diré quién va a traer el Crédito Social: lo van a traer los banqueros; y nosotros vamos a hacer que lo hagan. En la medida en que no lo hagan, en la misma medida se irá apilando sobre ellos la responsabilidad por el actual estado de cosas.

    Lo que el pueblo tiene que hacer es reconocer que lo se quiere es la realidad y no la etiqueta. Si el pueblo tomara el control de su propio gobierno y obtuviera la distribución de los bienes que nuestro sistema industrial moderno puede producir, entonces habrían conseguido aquello que me interesa que obtengan.

    Estoy tan confiado en la firmeza de las propuestas generales con las que he gastado veinte años presentándolas al mundo, que estoy razonablemente seguro de que charlar sobre estas ideas fundamentales formará parte de lo que finalmente se hará. Hoy día son parte de lo que se está haciendo. Al margen de la literatura económica, el precio compensado está apareciendo por todos sitios. No me importa lo más mínimo si mi nombre aparece asociado o no alguna vez con una sola de estas medidas.


    Los irresponsables

    Recientemente he tenido un buen número de cartas pidiéndome que tratara en este meeting acerca de varios cismas y cismáticos habidos en el Movimiento del Crédito Social. No tengo intención de hacerlo, por varias razones. En la medida en que estos cismas implican ataques sobre mí personalmente, estoy bastante inclinado a estar de acuerdo con David Harum en que es bueno que un perro tenga un cierto número de pulgas; eso le evita pensar en el hecho de que es un perro. Aparte de esto, yo no pienso que alguno de estos cismáticos haga la mitad de daño que ellos piensan que hacen; y además de eso, ellos demuestran a otras gentes –aunque no a sí mismos– su completa incapacidad para tratar cualquier asunto de responsabilidad.

    Por estas razones, pienso que ellos pueden sin peligro ser dejados al juicio de la masa general de los creditistas sociales y del público en general; y los encomiendo a su misericordia.


    Nuestra responsabilidad

    Mientras venía hacia aquí esta noche compré un periódico vespertino en cuya portada aparecían estas palabras: “Alemanes en Renania”. Estamos de vuelta a 1914, que es a donde los financieros dijeron que nos llevarían. No os imaginéis que yo esté sugiriendo que los financieros quieran la guerra. Los miro como personas con la misma naturaleza que la de un paciente que estuviera sufriendo de delirium tremens: hará todo lo que sea para evitarlo, excepto dejar de beber.

    No puedo ver, al margen de una intervención de un poder superior, posibilidad humana alguna de evitar otra gran conflagración mundial. Si alguna considerable proporción de civilización sobrevivirá sólo el tiempo lo dirá; pero yo confío en esto, en que lo que sobreviva del mundo después de la próxima guerra, alcanzará un estado en el que, o bien no habrá sistema monetario alguno, o bien habrá uno que se habrá reformado radicalmente a nuestro favor.

    Ésta es la más alta nota de esperanza con la que puedo terminar. Hemos hecho todo lo posible en los últimos veinte años para advertir al mundo no solamente de lo que estaba viniendo, sino de cómo funciona el mecanismo que hace que aquello venga. No creo que todo ese trabajo se vaya a perder, sea lo que sea lo que venga a ocurrir. Os pediría que os dierais cuenta de que la única cosa que hubiera evitado esta guerra, en caso de que se produjera, habría sido la acción. Y que la acción es INCLUSO AHORA nuestra única esperanza.



    El Mayor Douglas responde a las preguntas

    La guerra venidera

    Pregunta.- El Mayor Douglas ha dicho que la acción es necesaria. ¿Podría amablemente especificar qué acción nos salvaría en el momento presente?

    Respuesta.- Pienso que lo que el preguntador quiere decir es: ¿Qué es lo que nos salvaría de la guerra venidera? Es muy posible que no haya nada que no salve. Siempre hay un punto en el que uno debe soportar las consecuencias de sus actos o de sus omisiones en el actuar. Cuando algo adquiere un cierto impulso prácticamente no hay nada que lo pueda parar. Frecuentemente me he dicho a mí mismo que la última fecha en la que la guerra amenazante se podría haber evitado fue en 1923; pero estoy asumiendo, a fin de responder a la pregunta, que el mundo sobrevivirá a esta próxima guerra, aunque muchos de nosotros no lo harán.

    Ahora bien, nada puede ser más absurdo y más anticientífico que el asumir que las cosas se enderezan o corrigen ellas mismas. No lo hacen. Es igual de probable que vayan mal o empeoren ellas mismas, y cuando dije que la única cosa que nos salvaría a nosotros era la acción, quise decir –asumiendo que la guerra venidera es inevitable– que la única cosa que salvaría al mundo será la acción.

    Dije que era optimista en que lo que quedara del mundo se libraría de la maldición bajo la cual laboramos hoy día. Estoy muy seguro de ello, porque creo que cualquier conjunto de ideas que sean fundamentalmente sanas inevitablemente florecen dentro del campo de la acción. Si no es así, es porque no son sanas y, en ese caso, es mejor que no lo sean. Creo profundamente que lo que he estado vacilantemente intentando deciros esta noche es algo fundamentalmente sano y se realizará en la acción.

    De haber tenido el ambiente, de haber tenido la atmósfera que tenemos ahora, en 1921, cuando empecé a hablar a audiencias realmente grandes, podríamos haber detenido esta guerra venidera; pero desafortunadamente no teníamos ese ambiente. Pero no creo que el esfuerzo de todos estos años haya sido inútil; estoy convencido que ha producido un estado de cosas que en cualquier cosa evitará la siguiente guerra.

    Aunque sé que la frase hiede, la guerra venidera probablemente sea la última gran guerra; y eso quizás es algo por lo que estar agradecidos.


    La Liga de las Naciones

    Pregunta.- Si es el actual sistema financiero lo que causa la guerra, ¿no debería ser deber de la Liga de las Naciones cambiarlo, pues el público británico está detrás de la Liga?

    Respuesta.- Comencé mi discurso esta noche diciendo que estamos implicados en una guerra por la verdad. Resulta ser uno de los fenómenos curiosos de esa guerra el que la mayoría de los soldados de ambos lados no sepan qué es aquello por lo cual están luchando. Esto se aplica tanto a los soldados del lado de las mentiras como a los soldados del lado de la verdad. La guerra es en gran medida una guerra por capturar a la opinión pública, y la opinión pública es muy a menudo capturada por algo que constituye una mentira más fundamental incluso que esa cosa que hace que la gente piense que está volando.

    La Liga de las Naciones proporciona precisamente uno de esos ejemplos acerca de la abrumadora importancia de la prioridad en este mundo. Probablemente haya millones de cosas que sean igual de sanas y buenas e importantes en este cosmos (tales como la abolición de la pena capital… uno podría hacer un catálogo por sí mismo). La cuestión es, ¿qué vas a hacer en primer lugar? Una RATA no es lo mismo que una TARA aunque esté compuesta de las mismas letras: la prioridad en la posición de las letras resulta obviamente importante.

    La idea de la Liga de las Naciones, por supuesto, aparentemente resulta atractiva y se pretende que suene atractiva. Si tuviéramos un sistema financiero reformado, uno que no forzara a realizar exportaciones, uno que no pusiera realmente todas las cosas bajo el control de la finanza, uno que no produjera frustraciones causadas por el funcionamiento de las instituciones financieras: si estas cosas no tuvieran lugar; si, repito, tuviéramos un sistema financiero reformado, entonces el tipo correcto de internacionalismo surgiría justamente sano y apropiado. Pero no en primer lugar, no antes de que el sistema financiero sea rectificado. La única salvaguardia contra un mundo gobernado por la finanza internacional es el nacionalismo.

    Con independencia de lo que pueda decirse acerca del comienzo de la Liga de las Naciones –y algunas cosas muy raras se están diciendo– no hay duda alguna de que ha sido un deporte de los financieros internacionales desde sus mismos inicios; y si bien podría pensarse que es deber de la Liga de las Naciones reformar el sistema financiero, no pienso que la Liga de las Naciones tenga ni el poder ni, en lo que a ella respecta hoy día, el deseo de hacerlo, sino más bien el de fortalecerse ella misma hasta el punto de poder llegar a convertirse en un gobierno mundial de la Finanza, que es en lo que rápidamente se está convirtiendo hoy día.


    Futilidad de un Partido de Crédito Social

    Pregunta.- ¿Por qué cree el Mayor Douglas que un Partido de Crédito Social y candidatos parlamentarios de Crédito Social no serían perfectamente capaces de hacer que los expertos hicieran su trabajo (o afrontar en caso contrario el pelotón de fusilamiento)?

    Respuesta.- Parece muy difícil introducir este punto que, para mí, es más bien simple. La esencia del mismo consiste en si uno considera o no al Miembro del Parlamento como un experto. Si tú asumes que sí es un experto, entonces estás eligiendo a un experto de segunda categoría para controlar a un experto de primera categoría. Si tú estás de acuerdo en que el Miembro del Parlamento no debería ser un experto, entonces ¿por qué atarle con una etiqueta? La actitud apropiada del pueblo es, “No nos importa cuál sea tu presunto nombre; lo esencial es que hagas lo que se te diga”.

    La idea de que uno no pueda conseguir que el Parlamento te dé lo que quieres a menos que tengas un Partido de Crédito Social, viene a significar que: a) o bien el Miembro ordinario del Parlamento rechazará convenir en tomar o asumir las instrucciones de los electores de su circunscripción; b) o bien tú puedes conseguir más rápidamente obtener una mayoría en el Parlamento que esté etiquetada con el nombre de Crédito Social que poder conseguir una mayoría en el Parlamento que simplemente haya convenido en hacer lo que se le dice.

    Ahora bien, todo esto es en muy gran medida un asunto de experiencia, y afortunadamente estoy provisto de hechos. Hubo en las últimas Elecciones Generales tres candidatos que se presentaron con diversas adaptaciones de un programa de Crédito Social. Todos ellos perdieron sus depósitos. Todos ellos hicieron una lucha perfectamente buena, pero el hecho es que perdieron sus depósitos.

    Con una organización mucho menos concentrada que la que esos candidatos tenían, procedimos por la línea de forzar al candidato parlamentario o al Miembro del Parlamento a que conviniera en tomar o asumir las instrucciones de sus electores en toda ocasión siempre y cuando éstas le fueran transmitidas apropiadamente por una mayoría de electores de su circunscripción en relación a algo que éstos pudieran querer. Ahora bien, aunque todos los candidatos de Crédito Social perdieron sus depósitos, nosotros tuvimos éxito al conseguir que 17 Miembros de la Cámara de los Comunes se comprometieran a hacer lo que les dijeran sus electores. ¿Cuál de estas dos acciones se ha demostrado ser más efectiva?

    Uno ha de tomar la naturaleza humana tal y como precisamente se la encuentra. Hay una gran cantidad de gentes que dirá, “No sé nada sobre este asunto del Crédito Social. Puede que sea bueno, pero no lo entiendo y no lo voy a votar. Además, todo el mundo dirá que soy un chiflado”. En cambio no hay nada de repugnante, nada novedoso en el hecho de que uno pida a la gente que insista en que su Miembro del Parlamento haga lo que se le diga, más particularmente si se les señala que por esta vía podrán obtener una mejora de su condición. Lo que, de hecho, se les está pidiendo que hagan es que asuman las funciones de una democracia real. Es mucho más fácil hacer que la gente haga eso que hacer que voten a favor de un candidato de Crédito Social.

    A parte de su indeseabilidad, no creo que haya la más ligera posibilidad práctica de obtener una mayoría de Crédito Social. Desde el momento en que etiquetas a un partido con el nombre de Crédito Social entras en una disputa o debate sobre la técnica del Crédito Social, y eso es exactamente lo que debes evitar. No se deben enviar candidatos al Parlamento para que sean técnicos. Se deben enviar candidatos al Parlamento para poder imponer tu voluntad sobre los técnicos que actualmente ya existen. Ésa es toda la esencia del problema.


    ¿Fuerza… o presión?

    Pregunta.- ¿Piensa el Mayor Douglas que, si la guerra venidera es evitada el tiempo suficiente como para que el Movimiento del Crédito Social pueda crecer hasta conseguir gran fuerza, el objetivo por el que estamos trabajando podrá conseguirse por vías democráticas dadas, y que no hay peligro de que los expertos se nieguen a actuar, y produzcan de esta forma el caos? ¿Podemos conseguir nuestra meta sin recurrir a la fuerza?

    Respuesta.- No tengo duda alguna de que el tipo apropiado de presión –presión invisible, aunque sin embargo presión irresistible– podrá ser llevada a cabo una vez que el pueblo sea consciente de aquello hacia lo que se nos está conduciendo. Toda la fuerza, no solamente de la finanza, sino también de su tipo de democracia –o si se prefiere, de su sistema gubernamental desgastado– yace en la inconsciencia del individuo medio acerca de su naturaleza. Si tú puedes hacerle consciente de su naturaleza, puedes despertar su voluntad en relación a aquélla, y sin duda ésta prevalecerá.


    ¿Pedir… o exigir?

    En respuesta a una pregunta sobre Petición al Rey, el Mayor Douglas dijo:

    Pienso que la cuestión puede ponerse de la siguiente manera: ¿Es el método de la petición –si la petición se formula de tal forma que se pida en referencia a la Corte Suprema de Justicia si el actual sistema financiero existe o no en interés de la nación, y si se consiguen 10.000.000 de firmas para ello– es ese método una vía efectiva de conseguir que un sistema financiero quede cambiado?

    El preguntador interpoló que la segunda forma de Petición al Rey había sido redactada por los abogados de tal forma que el deber se hacía descansar sobre la Corte Suprema de Justicia para determinar, con vistas a orientar al Gobierno, si ciertas cosas estaban o no en concordancia con una política de bien público.

    Aquí hay implicadas dos cosas.

    Dejemos caer la idea por el momento de que no existe en este país mecanismo alguno por el que el pueblo pueda ejercer su voluntad; que éste es el mecanismo que debería emplearse; y que usar otro mecanismo obviamente supone sugerir que uno no cree que el mecanismo constitucional pueda hacerse funcionar a efectos de ejercitar tu voluntad.

    Si esto es así, entonces lo primero que habría que hacer sería abolir completamente el Parlamento.

    Me gustaría dejar esto claro. Vuestros ancestros y los míos lucharon en una serie de batallas sangrientas en varias partes de esta isla con el fin de obtener una democracia política. Pusieron en funcionamiento un mecanismo. Ahora bien, estoy perfectamente seguro de que el funcionamiento de ese mecanismo a día de hoy está pervertido, pero también estoy perfectamente seguro de que no es necesariamente ineficaz para nuestro propósito; y me parece a mí que abandonarlo sin esforzarse en rectificar el funcionamiento de ese mecanismo que ha sido obtenido por nosotros en medio de sangre y lágrimas, es una cosa muy peligrosa de hacer. También estoy perfectamente seguro, dicho sea de paso, de que es propósito fijo de los poderes financieros desacreditar el Gobierno parlamentario a fin de que ellos puedan decir, “Véase lo que proviene de la interferencia de los Gobiernos en los negocios”, etcétera.

    Este es el primer comentario que quiero hacer sobre la situación.

    Pasemos ahora a la siguiente proposición. Se dice que es imposible ganar un caso contra un Consejo de Distrito Urbano. No sé si eso es cierto o no, pero comúnmente se dice. Ahora bien, una petición para examinar y rectificar el sistema financiero exige, antes que nada, que alguien prepare un caso para que se presente ante la Corte Suprema de Justicia, y a continuación que los jueces que traten ese caso realicen el más estupendo pronunciamiento bajo su propia responsabilidad contra el más estupendo poder que el mundo haya conocido jamás. (Estoy asumiendo que por el sólo hecho de que se tengan los 10.000.000 de firmas uno pueda conseguir la petición a la Corte Suprema de Justicia).

    En este punto expresaré mi propia opinión de que, ante todo, en primer lugar, el caso no llegaría a la Corte Suprema de Justicia en su forma original; o, si lo hiciera, sería desechada en base a algún tecnicismo.

    Si, sin embargo, llegara allí, el asunto quedaría envuelto en interminablemente largos procesos legales en donde sus patrocinadores tendrían la fuente de todo dinero en contra suya (y, por tanto, cuestiones de coste no habrían entrado en consideración en absoluto), y todo el asunto quedaría o bien enterrado o bien transformado. Como método para conseguir una base para la acción, estoy seguro de que una petición sería algo absolutamente fútil.

    En resumen, no creo que la Corte Suprema de Justicia sea el lugar correcto para obtener una declaración sobre una cuestión de este tipo; y aun cuando lo fuera, esa cuestión nunca llegaría a ella, ni se resolvería en forma alguna que condujera a una radical modificación del sistema monetario.


    Una pregunta de método

    Pregunta.- El Mayor Douglas ha dicho que deberíamos decir a los Miembros del Parlamento lo que queremos, pero no cómo obtener aquello que queremos. En su opinión, ¿pueden obtenerse los resultados que queremos por cualquier otro método distinto de los asociados con su nombre?

    Respuesta.- Ciertamente no me gustaría contestar negativamente a eso. No sé de ningún otro método por el que se puedan obtener excepto estos. Esta es la razón por la que estoy perfectamente dispuesto a dejar en manos de aquéllos que están obligados a producir los resultados el decidir si los usan o no. Mi sensación sobre esto es, “Si conoces algo mejor, ¡adelante!”.


    El Banco de Inglaterra

    Pregunta.- ¿Aceptarían el Mayor Douglas y el Deán de Canterbury un puesto en la Junta Directiva del Banco de Inglaterra?

    Respuesta.- El verdadero problema, incluso en el Banco de Inglaterra, no consiste en un asunto de tecnicidades en absoluto. Creo que las divisiones de opinión en cuestiones técnicas entre mí mismo y los que podríais denominar economistas ortodoxos están reduciéndose; creo que muchos llamados economistas ortodoxos están viniendo en gran parte hacia mis opiniones. Allí donde existe una división de opinión, sumamente me inclino a creer que se produce porque estamos partiendo desde diferentes premisas.

    Ahora bien, yo empiezo desde diferentes premisas en relación a las de aquéllos que hacen funcionar el Banco de Inglaterra. Aun cuando asumiéramos por el momento que el Banco de Inglaterra es una institución británica –lo cual, por supuesto, no lo es; es una institución internacional bajo control de fuerzas internacionales que no están fundamentalmente interesadas en Gran Bretaña en absoluto– hay gentes en la Junta del Banco de Inglaterra muy decididamente preocupadas en lo que ellos consideran ser los intereses de los británicos, pero eso significa o se traduce, en su caso, en fomentar lo que ellos llaman comercio o reducción del desempleo, y no en liberar a los individuos de los grilletes económicos.

    Si bien estaría encantado de acompañar al Deán a la Junta del Banco de Inglaterra, no pienso que eso siquiera alterara radicalmente su curso.


    El poder del pueblo

    Pregunta.- ¿Podría el Mayor Douglas delinear un plan práctico que hiciera que la gente volviera a su casa con una sensación de su poder?

    Respuesta.- Cuando un cazador furtivo consigue un lebrel joven, siempre lo saca afuera cuando hay una gran cantidad de caza de fácil captura, dejándole que la cace. Eso le da confianza.

    Eso indica una vía para dar a la gente una sensación de su poder. Primero anímese a la gente a intentar pequeñas cosas. No necesariamente se debe abordar el sistema financiero inmediatamente: abórdese al consejo del distrito local porque hay un agujero en la carretera y hágasele que lo arreglen. Cuando se tenga un buen número de gentes para asegurarse que pueden conseguir que un agujero en la carretera se arregle, entonces podrán disponerse a conseguir una nueva carretera, y así sucesivamente. ¡El principio consiste en intentarlo con el perro!


    Intercambio o distribución

    Pregunta.- ¿Es el objetivo correcto del sistema monetario facilitar el intercambio de bienes y servicios?

    Respuesta.- El sistema productivo moderno no implica primariamente intercambio de bienes y servicios. El factor fundamental en la producción es la maquinaria impulsada por energía, y uno no puede intercambiar servicios entre maquinarias impulsadas por energía. Ésta es la razón por la que resulta incorrecto decir que el dinero es, primariamente, un medio de intercambio. El dinero es primariamente un sistema de demanda, de tal forma que el individuo pueda demandar o exigir del sistema productivo aquellas cosas a las que él mismo no contribuye.


    El objetivo de la industria

    Pregunta.- ¿Incrementaría el Crédito Social el empleo al principio?

    Respuesta.- Sí; aunque, por supuesto, no es nuestro objetivo proporcionar empleo. Pienso que durante un periodo corto de tiempo probablemente habría un incremento del empleo.

    Lo que con seguridad sí ocurriría rápidamente sería una completa diferencia de énfasis sobre lo que se produce. Sin entrar en cuestiones técnicas, me gustaría subrayar este punto. Se nos dice a menudo que es obviamente absurdo decir que el sistema financiero no distribuye suficiente poder adquisitivo para comprar los bienes que están a la venta. ¡Nosotros nunca dijimos eso! Lo que sí dijimos fue que, bajo el actual sistema monetario, para poder tener suficiente poder adquisitivo con el que distribuir los bienes de consumo, es necesario realizar una cantidad desproporcionada de bienes de capital y bienes para la exportación.

    Se puede mostrar a Suecia como un bonito ejemplo de lo bien o mal que puede funcionar un sistema monetario. Suecia está produciendo aproximadamente tres veces más de lo que realmente está consumiendo, pero debido a los caprichos del mercado de divisas es capaz de poder exportar los restantes dos tercios. Ella ha de asumir tres veces más de molestias de lo que realmente necesita para así poder hacer funcionar al sistema monetario.

    Ésta es, hablando en general, la situación. En este país, y en cualquier país moderno, para poder hacer funcionar absolutamente el actual sistema monetario, tienes que ponerte a hacer un montón de cosas que no son inmediatamente compradas a fin de poder distribuir lo que ya está disponible a la venta.

    Aunque puede que no se necesiten tornos y es posible que haya suficiente pan, los empleados del tornero no podrán obtener el pan a menos que ellos hagan tornos; y, de esta forma, fabrican tornos para poder hacer proyectiles con los que poder hacer la guerra, a fin de obtener el pan que ya está disponible a la venta. Bajo el Crédito Social, el énfasis sobre lo que se produce vendría a ser diferente. Solamente se produciría lo que se necesitara.


    Eficiencia del trabajo no forzado

    Pregunta.- ¿No prefiere la mayoría de la gente ser empleada que estar desempleada?

    Respuesta.- Perfectamente cierto. La mayoría de la gente prefiere ser empleada… pero en las cosas que les gusta en lugar de en las cosas en las que no les gusta ser empleadas. Las propuestas del Crédito Social no tienen la intención de ninguna manera de producir una nación de ociosos (y, de hecho, no lo haría). Nunca ha habido una forma más ridícula de desfiguración o tergiversación que decir que, como clase, los ricos son ociosos. Pueden estar erróneamente empleados, pero no son ociosos. El peligro para el mundo no proviene del rico ocioso: proviene del rico ocupado.

    No. El Crédito Social no produciría ociosos; permitiría a las gentes asignarse ellas mismas a aquellos puestos de trabajo para los cuales fueran adecuados. Un trabajo que tú haces bien, es un trabajo que a ti te gusta; y un trabajo que a ti te gusta es un trabajo que tú haces bien. Bajo el Crédito Social, comenzaríamos a aprovechar la asombrosa eficiencia que resulta inseparable de un trabajo no forzado, y la eficiencia de todo el sistema industrial subiría.







    [1] Dr. Hewlett Johnson, Deán de Canterbury.

    [2] En aquel momento (1936) “el Deán Rojo” era Director de Ingresos para el Secretariado del Crédito Social, y un reconocido Creditista Social. Su conversión al Comunismo (una doctrina que, por desconcertante que sea cuando se le busca una definición precisa, ciertamente constituye algo directamente opuesto –y probablemente lo único verdaderamente opuesto– al Crédito Social) era algo que nadie preveía en aquel entonces (si exceptuamos al propio Dr. Hewlett Johnnson).
    Leolfredo dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: La aproximación a la realidad (C. H. Douglas)

    Sinceramente, he de decir que de Douglas no puedo hablar por desconocer su obra.

    Ahora bien, como ya comenté en otro hilo, los comentarios sobre las teorías o ideas de Gesell son pobres, pobrísimos. Keynes lo despachó de una forma bastante lamentable, la verdad.

    En realidad, Douglas puede estar satisfecho de que no le despachara a él de la forma que lo hizo con don Silvio.

    En fin, trataré de aprender un poco sobre las ideas de Douglas. Sospecho que no ha de haber gran contradicción con las de Gesell.

    Que quede una cosa clara, es totalmente erróneo el que Gesell pretendiera destruir el ahorro de la gente. Al contrario, pretendía que el dinero sirviera como medio a ese fin, aclarando por qué acaparar moneda no significa ahorrar.

    Como aclaración última, el sistema actual no te deja otro remedio que protegerte haciéndote de "cash", liquidez. Pero, precisamente, sería una correcta ordenación de la economía la que nos evitaría tener que acudir a semejante contraproducente "solución". Digo contraproducente porque solo es posible a nivel de un porcentaje mínimo de la población contra el interés común.

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Dejo a continuación el texto del discurso de C. H. Douglas que prometí, para que Leolfredo o cualquier otro forero realice los comentarios que estime oportunos al respecto.


    ---------------------------------------------------------


    Fuente: La aproximación a la realidad. Clifford Hugh Douglas. K.R.P. Publications LTD, Londres.

    Visto en: ALOR.ORG




    La aproximación a la realidad


    Discurso dirigido a creditistas sociales en Westminster, el 7 de Marzo de 1936, junto con una ronda de preguntas y respuestas.

    Por C. H. Douglas



    Creo que el destino de la historia de la Iglesia de Inglaterra depende en muy gran medida de vuestro Presidente capitular. [1] [2] A menudo le he dicho, sin pretender ser una autoridad en estas materias, que estoy bastante seguro de que la persecución que constituyó la suerte del Cristianismo en sus primeros años no fue de ninguna manera porque estuviera interesada o preocupada en algo puramente trascendental: algo que llamamos el mundo venidero. Tomando en cuenta las meras implicaciones materiales que hay en él, apenas tengo duda alguna de que lo que se reconocía y perseguía en el primer Cristianismo eran las implicaciones económicas de su filosofía. Solamente cuando el cristianismo se convirtió, como así fue, en algo puramente trascendentalista, se sintió bastante respetada y bastante a salvo.

    Ahora bien, ustedes podrían decir que el Deán, en sus comentarios introductorios, habló sobre economía, y yo estoy hablando sobre religión. Realmente no estoy hablando nada sobre eso. Lo que resulta claro para todo el que mire esta materia fría y desapasionadamente es esto: no es la técnica del Crédito Social aquello de lo cual tienen miedo los poderes establecidos, sino del cambio fundamental que aquél haría en el problema global de la economía y la vida humana.

    Esta conferencia es primariamente para creditistas sociales, y aquéllos que no estén familiarizados con los detalles técnicos de lo que comúnmente se denomina Crédito Social no me oirán hablar mucho acerca del dinero. Pero les aseguro que lo que voy a decir esta noche está entrelazado con la cuestión del dinero.

    Tal y como yo lo concibo, el Crédito Social cubre y comprende mucho más que el problema monetario. Siendo, como es, algo importante, primariamente importante porque se trata de una cuestión de prioridad, el Crédito Social fundamentalmente implica una concepción, pienso que una verdadera concepción –aunque deberéis ampliar sobre esto por vuestra cuenta– de las relaciones entre los individuos y su asociación en países y naciones; entre los individuos y su asociación en grupos.


    Donde yace la verdad

    Para los creditistas sociales es un lugar muy común decir que lo que intentamos hacer con el sistema monetario es hacer que refleje los hechos; pero lo que también intentamos hacer es hacer que la relación entre los individuos y sus instituciones refleje los hechos. Tomándolo prestado del vocabulario del Deán de Canterbury, lo que los creditistas sociales tienen en mente es “conocer la verdad a fin de que la verdad nos haga libres”, y no dudo en decir que la oposición está interesada en ocultaros la verdad para que así no seáis capaces de ver la verdad aun cuando estuviera delante de vuestros ojos. Se suele decir que la verdad yace en el fondo de un pozo; y la oposición está interesada en mantener la verdad en el fondo de ese pozo, y lo hará todo lo posible para vigilar que no salga.

    Nosotros, los creditistas sociales, decimos (y somos todos creditistas sociales, aunque puede que no todos estemos hablando mucho del Crédito Social en este momento) que el sistema monetario, hoy día, no refleja los hechos. La oposición dice que sí que los refleja. Bueno, os lo plantearé a vuestro sentido común. ¿Cómo fue que un mundo que aparentemente era casi febrilmente próspero en 1929 –o se decía que así era, jugado según los estándares ortodoxos– y ciertamente capaz de producir tremendas cantidades de bienes y servicios, y de distribuir una considerable proporción de los mismos, pudiera estar tan empobrecida en 1930, y tan fundamentalmente cambiada, hasta el punto de que las condiciones quedaran invertidas y el mundo quedara miserablemente pobre? ¿Es razonable suponer que, entre una sola fecha de Octubre de 1929 y unos pocos meses después, el mundo pudiera cambiar de ser rico a ser pobre? Por supuesto que no lo es.

    Quizá pueda daros alguna concepción del tipo de cosas con las que tenemos que tratar en este problema de hacer que el mundo se aproxime más estrechamente a la realidad, si atraigo vuestra atención a un libro, que acaba de publicarse, escrito por el presidente de una grande institución financiera, y quien, entiendo yo, tiene a su vez un enorme interés financiero en esa publicación llamada con humor el New Statesman.


    Un ejemplo de Precio Justo

    He notado en mis viajes alrededor del mundo –en los cuales mi suerte ha sido la de ser más maliciosamente atacado que la mayoría de la gente– que las organizaciones que atacan la teoría del Crédito Social siempre adoptan una de las primeras sugerencias técnicas del Crédito Social, esto es, empiezan por vender por debajo del coste, y la cosa que ellos pretenden vender por debajo del coste es la literatura que recoge sus opiniones sobre economía.

    La asombrosa cantidad de literatura que uno podía obtener por nada en Australia y Nueva Zelanda cuando pasé por allí, constituía una completa demostración del principio de que si uno hace que las cosas se abaraten lo suficiente se puede encontrar una venta para ellas. El libro al que me estoy refiriendo, finamente impreso y publicado por una de las más famosas editoras del mundo, se vende al precio irrisorio de 5 chelines (contra un probable coste de producción de más bien 10 chelines), un ejemplo más que notable del Precio Compensado o Justo.

    No me hubiera referido con esta extensión a este libro si no fuera porque proporciona una muy interesante demostración de lo que realmente se pretende que debamos creer sobre el sistema económico. Las conclusiones a las que llega este libro son obviamente erróneas, por lo que los aspectos técnicos sobre las que se basan no son de mucho interés. El Sr. J. M. Keynes afirma que los fallos pendientes de resolver de la sociedad económica en que vivimos consisten en su fracaso a la hora de proporcionar pleno empleo y su arbitraria y desigual distribución de riqueza e ingreso.

    Este es un ejemplo muy típico de aquello a lo que me estoy refiriendo como una desfiguración: una tendencia a trazar un cuadro que no es un cuadro verdadero de las cosas tal y como son. Dicho cuadro sugiere que el sistema económico perfecto debería proporcionar pleno empleo y una distribución absolutamente equitativa de riqueza e ingreso. Ahora bien, esto suena muy atractivo, ¿no es así?


    Trabajo para todos y bienes para todos

    Pero suponed que se dice que el objetivo del sistema económico no es proporcionar empleo para todos; entonces, ¿qué importancia se le puede dar a esa afirmación de que la labor del sistema económico consiste en proporcionar pleno empleo para todos? La labor del sistema económico no consiste en proporcionar empleo en absoluto. Consiste en proporcionar y distribuir bienes y servicios con la menor cantidad posible de inconveniencias y pérdida de tiempo para todo el mundo. Eso, por supuesto, es algo muy fundamental.

    Echemos por un momento un vistazo a esta idea de una distribución equitativa de ingreso. Esto, aparentemente, suena extremadamente justo y sano; pero vayamos un poco más allá. Permítanme usar un ejemplo que a menudo solía utilizar antes. Lo usé en Canadá hace aproximadamente 15 años ante una comisión de investigación parlamentaria en 1923. Supongamos que hubiera diez hombres cruzando el Desierto del Sahara y tuvieran un largo camino que recorrer y tuvieran solamente una cantidad determinada de agua. En ese caso obviamente sería una cuestión de gran importancia para todos los implicados el que todo el mundo tenga exactamente la misma cantidad para beber. Tómese a esos mismo diez hombres y póngaseles en un bote en medio del Lago Superior, con 250 millas de agua fresca a su alrededor. Si uno de ellos dijera que han de tener solamente una determinada cantidad de agua cada uno, pues cualquier otra cosa sería algo “completamente insano o maligno”, la obvia contestación a esto sería: “¡ve a saltar al lago y ten toda el agua que quieras!”.

    Bueno, ésa es en el mundo económico la posición a la que ahora estamos llegando. Hubo un tiempo, sin duda, en donde éticamente –no diré pragmáticamente– algo podía haberse dicho en favor de la igualdad de ingreso para todo el mundo. Y en aquel tiempo ciertamente no lo tenían. Pero ahora, cuando estamos en un punto en el que hay tanta riqueza potencial –tantas cantidades enormes de riqueza potencial actual o realmente destruida– se nos supone que debemos dedicar nuestra atención a detalles a fin de que todo el mundo pueda tener la misma cantidad. Lo que los creditistas sociales dicen es que todo el mundo debería tener tanto como quisiera, y es nuestra creencia que uno puede obtenerlo sin tener que tomarlo de ningún otro.


    Es tu dinero lo que ellos quieren

    Ahora bien, este libro del Sr. Maynard Keynes al que me estoy refiriendo, representa aparentemente una repentina conversión por parte del autor hacia las teorías monetarias de Silvio Gesell, el fundador de la idea del “dinero en desaparición”, esto es, dinero que pierde su valor mes a mes a menos que se gaste (como si el dinero no desapareciera ya lo suficientemente rápido).

    La idea es que si uno tiene un billete de 10 chelines hoy, has de poner un sello de un penique en él cada quincena para así poder mantener su valor de 10 chelines, y otro sello de un penique una quincena más después para que así se mantenga todavía con el valor de 10 chelines. La teoría de Gesell consistía en que el problema que había en el mundo era que la gente ahorraba dinero, de tal forma que lo que uno tenía que hacer era hacerles gastarlo más rápidamente. Hacer que el dinero vaya desapareciendo constituye la forma más gravosa de fiscalidad continua jamás diseñada.

    La teoría que subyacía a esta idea de Gesell consistía en que lo que se necesitaba era estimular el comercio; que uno tenía que poner a la gente comprando cosas frenéticamente: una idea perfectamente sana siempre que uno considere que el objetivo de la vida consiste simplemente en comerciar. Cuando un billete de 10 chelines pasa a valer sólo 9 chelines y 11 peniques mañana, un hombre irá y comprará algo y así estimulará el comercio. De hecho, uno obtiene exactamente el mismo estado de cosas que existía en el tiempo de la asombrosa inflación alemana del marco. Cuando un camarero recibía un pago en millones de marcos, apenas esperaba a arrojar su servilleta antes de lanzarse a comprar algo, ya que el valor estaba desapareciendo tan rápidamente que lo que compraba un minuto después requería de mil millones de marcos diez minutos después.


    Gobierno por el dinero

    Estos proyectos tributarios –no estoy hablando ahora acerca de ninguna teoría en particular, estoy hablando de concepciones de la vida– todos estos proyectos se basan en la asunción de que uno tiene que estimular algo o lo otro. Son un intento de producir un efecto psicológico por medio del sistema monetario. En otras palabras, el sistema monetario es considerado no como una conveniencia que favorezca el poder hacer algo que uno decida por sí mismo querer hacer, sino para hacerte hacer algo debido al sistema monetario.

    No estoy entrando en la técnica del Crédito Social esta noche; simplemente quiero repetir que nuestra concepción del sistema monetario es la de que debería ser un sistema que refleje los hechos; y deberían ser esos hechos, y no el sistema monetario, los que determinaran nuestra acción. Cuando un sistema monetario dicta nuestras acciones, entonces uno se encuentra gobernado por el dinero, y se obtiene la forma más sutil, peligrosa e indeseable de gobierno que la mente perversa del hombre –si es que se trata de la mente del hombre– haya concebido jamás.


    ¿Deben ser esclavos los británicos?

    Ahora bien, dije que el objetivo del actual sistema, y también el objetivo de muchas de las más inusuales propuestas que la gente está discutiendo para reemplazar al presente sistema, se basan consciente o inconscientemente en esta idea de que al individuo debe mantenérsele en una condición de dependencia económica.

    Este asunto es de considerable importancia porque el objetivo de dejar las cosas como están –y no como la mayoría de la gente desearía que estuvieran– consiste en que el individuo sea siempre económicamente dependiente. Lo que está ocurriendo actualmente es que más y más gente se está convirtiendo en económicamente dependiente. Es realmente sorprendente la mucha mayor proporción de gente económicamente independiente que había hace 150 años de la que hay ahora.

    Todo ataque sobre la desigualdad en el ingreso se ha convertido en la excusa para hacer que la gente que había conseguido un cierto grado de independencia esté menos económicamente segura de lo que estaban antes. La cuestión de la tierra es un caso destacado. A menudo se decía que el propietario de la tierra era la causa de todos nuestros problemas. Puede serlo o puede no serlo, pero aquéllos que hacen campaña para que la tierra vaya al pueblo únicamente se han asegurado perfectamente de que la tierra vaya a los bancos y las compañías aseguradoras.

    La máquina moderna con su maravillosa capacidad para utilizar la energía es capaz de liberar al hombre de mucho de su trabajo humano, y proveerle de independencia económica a fin de poder quedar libre para otros fines. Con todo, las ideas de la gente se han pervertido de tal forma que se han convertido en esclavos de la máquina, cada vez más definitivamente remachados a una esclavitud invisible.


    La significación social de la abundancia

    La abolición de la pobreza en medio de la abundancia, siendo como es algo importante, no constituye el corazón del problema. Resulta algo concebible que a la gente se le pueda proveer de todo como a esclavos bien alimentados. Es algo fundamental el que la libertad inherente a las cosas esté condicionada únicamente por la naturaleza del mundo, por decirlo de alguna forma. Una vez que estableces condiciones para hacer a la gente rica, no los estás haciendo ricos de acuerdo con la riqueza que tendrían a partir del libre juego de la invención, progreso y organización. Los estás haciendo ricos solamente de acuerdo con la concepción que tiene alguien acerca de lo que deberían ser las condiciones bajo las cuales se les permita ser ricos. Se trata de una cosa muy diferente.

    Por supuesto, se debe tener una cierta cantidad de organización en el mundo y, en lo que justo al sistema económico se refiere, se ha de hacer que el dinero refleje los hechos, de tal forma que uno pueda elegir qué hacer en lugar de verse forzado a hacer lo que uno no quiere hacer; dígase lo mismo respecto al sistema gubernamental. Éste debería reflejar las relaciones fundamentales de los seres humanos los unos con los otros.

    Cuando recibes a principios de año un fajo de papeles brillantes, seguidos de unos de color azul y a continuación, un poco después, unos de color rojo, todos ellos afirmando que has recibido un montón de dinero que nunca has visto, y que se debe producir más dinero o por el contrario ocurrirían cosas desagradables, el caballero que firma esos comunicados firma él mismo –en todo caso, en los dos primeros papeles– “Su obediente servidor”. Lo que estoy planteando es que él tiene exactamente toda la razón al decir esto último.

    Existe solamente un único objetivo sano para el gobierno y éste es el de hacer más fácil para todo el mundo el poder hacer todas aquellas cosas que sean posibles. Ésa es la única justificación del gobierno: que, mediante una organización y haciendo las cosas de acuerdo a ciertas reglas, uno pueda hacer las cosas más fácil y confortablemente. Imaginarnos que hemos nacido al mundo para ser gobernados por algo no inherente al cosmos constituye una de las formas de hipnotismo más sorprendentes que jamás se haya afligido al mundo.


    La fe sin obras está muerta

    En este punto llegamos a la relación entre la teoría del Crédito Social y la acción. Una vez más voy a tomar prestado del vocabulario del Deán, porque creo que es un vocabulario fundamental, pragmático, práctico y sano. Lo utilizo en ese sentido, y no en un sentido trascendental o religioso. Sé que él me lo perdonará. “La fe sin obras está muerta”. Es una cuestión de nula importancia el que haya una gran cantidad de gente que crea en la verdad del Crédito Social. La cuestión es: ¿qué es lo que van a hacer en relación a ello?

    Ahora bien, lo que uno pueda hacer es justamente igual de inherente a la naturaleza de las cosas como lo es el problema concerniente al sistema monetario. La clave para abordar esta ligeramente sutil materia está en que la cuestión de las obras, en contraposición a la fe, depende obviamente de la habilidad. Nadie puede hacerse responsable de algo que no entienda o no pueda hacer. Quisiera dejar esto claro en vuestras mentes.


    Partidos de Crédito Social

    Hay hoy día una idea consistente en que deberíamos tener un partido de Crédito Social en este país. Yo puedo muy bien entender y simpatizar con esa idea, pero constituye una profunda equivocación. Esa idea asume que el gobierno del país debería ser un gobierno de expertos. Permítanme mostrarles que sí lo asume. Si saliera elegido un partido de Crédito Social –suponiendo que fuera posible– yo consideraría esa elección de un partido de Crédito Social en este país como una de las mayores catástrofes que pudiera ocurrir. Mediante una elección como ésa se procede a elegir –por la propia esencia de ella– a un número de gentes de quienes se supone que saben lo suficiente de finanzas como para decir lo que debería hacerse acerca de ellas. Ahora bien, es un axioma de la experiencia el que ningún lego puede de ninguna manera dirigir al experto en los detalles, y en las situaciones normales ningún lego es tan tonto como para intentar hacerlo.

    Si se tuviera un gobierno de Crédito Social, procedería a dirigir o guiar a un grupo de expertos muy competentes –las autoridades financieras existentes, por ejemplo– diciéndolos cómo hacer su trabajo. Lo esencial de esa situación vendría a ser la responsabilidad por lo que se haya hecho. Ahora bien, ningún conjunto de 500 ó 600 hombres que pueden ser objeto de elección en este país, podría de ninguna manera saber tanto de finanzas como la gente a las que se supone que van a dirigir. Vosotros sabéis bien que en todo lo que yo he dicho acerca de los financieros, nunca en ningún momento he dicho que ellos fueran incompetentes; ni tampoco lo son, dentro de los límites de su propia filosofía. Pero elegir a un partido de Crédito Social en este país supondría elegir a un conjunto de amateurs con la misión de dirigir a un conjunto de profesionales muy competentes. Los profesionales, os lo puedo decir, se asegurarían de que los amateurs recibieran la culpa de todo lo que se hubiese hecho.


    Son los resultados lo que importa

    Lo que un lego debería decir es: “No soy un experto en estas cosas, pero yo sé lo que quiero”; y si uno está de acuerdo en que el objetivo de enviar a un conjunto de hombres al Parlamento es el de obtener lo que uno quiere, entonces ¿por qué elegir en absoluto a un conjunto especial de hombres, a un partido especial? Los hombres que ya están ahí deberían obtenerte lo que quisieras: en eso consiste su labor. Su labor no consiste en decir cómo se ha de obtenerlo. El sistema parlamentario de este país consiste en una delegación hecha por los legos para representar las necesidades de los legos, y no para decir a los expertos cómo hacerlo.

    A menos que se tome la actitud de que la responsabilidad acerca de cómo se hace una cosa no es de los legos ni del gobierno, téngase por algo perfectamente cierto que se obtendrá un estado de cosas en donde los fallos y las decepciones serán absolutamente inevitables. El cómo se hacen las cosas es de responsabilidad del experto. Lo que el experto da como resultado, es asunto tanto del gobierno como del pueblo, y éstos van a obtener lo que quieran. La culpa –y, si lo preferís, el elogio– descansa sobre aquella gente que se arroga para sí misma –posiblemente de manera correcta– la posición de expertos. Pero lo correcto para vosotros es decir o señalar qué es lo que queréis y aseguraros de obtenerlo. Lo que verdaderamente importa es lo que obtienes como resultado.

    Únicamente es posible tener un sistema gubernamental –un sistema gubernamental democrático– que funcione de esa forma. Uno solamente puede buscar el mayor común divisor de toda la población general a fin de producir una mayoría; y uno sigue un camino fatal al querer buscar obtener una mayoría en favor de una idea errónea. Desde el momento en que una mayoría empieza a votar en favor de algo que no entiende, se está perpetrando una mentira. Se está diciendo, “Quiero algo cuya naturaleza no conozco, y en eso consiste su naturaleza”.


    Desempleo o guerra

    Ahora bien, ésta es la razón por la que tenemos toda esa cuidada insinuación de que lo que queremos es una reducción del desempleo; y estamos tan malamente entrenados en la naturaleza de las posibilidades del gobierno democrático, que decimos: “Sí, lo que queremos es una reducción del desempleo”. Con todo, la exhortación a la reducción del desempleo es la causa directa de la guerra que está por venir. Desde el momento en que uno dice que debes tener a todo el mundo empleado, se ha de buscar y encontrar algún sitio a donde puedan ir los bienes que produces: los bienes que no podéis usar vosotros mismos. Debes buscar y encontrar mercados para la exportación, y la competencia por los mercados de exportación constituye la causa directa de la guerra. Esto es a lo que se llega por querer argumentar sobre detalles técnicos, cuando lo que uno quiere en realidad son resultados.

    Tenéis razón al decir “Queremos la desaparición de estas cosas horribles, estas depresiones que acompañan al desempleo”; pero no tenéis razón al decir que queremos la abolición del desempleo, porque con la abolición del desempleo, tal y como están ahora las cosas, se obtiene algo que uno no quiere, esto es, la guerra. Ésta es solamente una –pero una muy fundamental– de las razones por las que es esencial que toméis el control de vuestros Miembros del Parlamento.


    Política de presión

    Hay una idea que dice que cuando se tienen unas elecciones –cuyas implicaciones, en nueve de cada diez casos, no se las entiende– uno enajena o se deshace del asunto del gobierno. Ésa viene a ser una democracia impracticable. Se pone el mecanismo del gobierno a merced de aquellas gentes que ejercen presión en todo momento. Un líder del Crédito Social en los Estados Unidos que tuvo muchas conversaciones con el Presidente Roosevelt, se quejaba amargamente de que –lo cual es perfectamente cierto– el Presidente Roosevelt había estado dando en todo momento paso o vía a la presión de los intereses financieros. El Presidente hizo la réplica correcta y apropiada al caso. Él dijo, “Mi tarea consiste en someterme a la presión”.

    A menos que se tenga una dictadura, la labor del gobierno consiste en someterse a la presión. O bien un gobierno es supremo sobre el pueblo o, por el contrario, ha de someterse a su presión, y es labor vuestra la de ejercer esa presión.


    Peticiones: una negación de la democracia

    Ahora bien, quisiera que considerarais otra de las propuestas que se está defendiendo hoy día; me refiero a aquellos creditistas sociales que proponen hacer una petición al Rey para que inicie una investigación judicial al sistema monetario. Una petición implica tener que exigir a alguien aquello que uno quiere. Como cuestión de hecho, una petición generalmente no es simplemente de aquello que uno quiere, sino también de la forma en que uno piensa que se le debería dar, como, por ejemplo, cuando la petición exige una investigación. Esto no significa más que pasar a una autoridad mayor la responsabilidad por aquella decisión que el pueblo debería tomar por sí mismo. Vosotros no tenéis derecho, independientemente de cualquier otra cosa, a abdicar de vuestras responsabilidades; vuestra labor es aseguraros de que obtenéis aquello que vosotros mismos queréis; no exigírselo a otro porque tengáis miedo o porque seáis demasiado perezosos.

    La asunción que subyace a la petición es que el centro de gravedad de la potestad se encuentra en algún lugar, en el cual en realidad no está. El centro de gravedad se encuentra en el pueblo.

    Estas ideas están perfectamente bien entendidas por la oposición; la dificultad está en hacérselas comprender al pueblo al que me estoy refiriendo. Que la oposición no tiene objeción alguna a ellas viene indicado por el hecho de que ni la teoría de la petición ni la teoría del partido de Crédito Social han sido atacadas nunca. Que yo sepa no se ha hecho ningún ataque desde fuentes financieras contra ninguna de esas sugerencias. Por el contrario, aunque los dos o tres candidatos que se presentaron en las últimas elecciones no se llamaban a sí mismo candidatos de Crédito Social, la oposición sí lo hizo y les anunciaba, en la medida de lo posible, como candidatos de Crédito Social.


    El Partido Liberal en venta

    Como materia de interés puedo deciros que después de las últimas elecciones, el agente de uno de los candidatos –quien desde entonces ha atacado las ideas que he estado intentando presentaros esta noche– vino a mí y me ofreció venderme todo el Partido Liberal a cambio de un cuarto de millón de libras. Yo dije que no tenía esa suma en aquel momento, y de todas formas consideré el precio demasiado alto. Pero este tipo de cosas indica los episodios censurables que están asociados con la vieja forma de los partidos políticos, sin importar la etiqueta que utilicen.

    Ahora bien, os voy a contar un secreto. Nadie, a efectos prácticos, va a elaborar un plan Final de Crédito Social. Os diré quién va a traer el Crédito Social: lo van a traer los banqueros; y nosotros vamos a hacer que lo hagan. En la medida en que no lo hagan, en la misma medida se irá apilando sobre ellos la responsabilidad por el actual estado de cosas.

    Lo que el pueblo tiene que hacer es reconocer que lo se quiere es la realidad y no la etiqueta. Si el pueblo tomara el control de su propio gobierno y obtuviera la distribución de los bienes que nuestro sistema industrial moderno puede producir, entonces habrían conseguido aquello que me interesa que obtengan.

    Estoy tan confiado en la firmeza de las propuestas generales con las que he gastado veinte años presentándolas al mundo, que estoy razonablemente seguro de que charlar sobre estas ideas fundamentales formará parte de lo que finalmente se hará. Hoy día son parte de lo que se está haciendo. Al margen de la literatura económica, el precio compensado está apareciendo por todos sitios. No me importa lo más mínimo si mi nombre aparece asociado o no alguna vez con una sola de estas medidas.


    Los irresponsables

    Recientemente he tenido un buen número de cartas pidiéndome que tratara en este meeting acerca de varios cismas y cismáticos habidos en el Movimiento del Crédito Social. No tengo intención de hacerlo, por varias razones. En la medida en que estos cismas implican ataques sobre mí personalmente, estoy bastante inclinado a estar de acuerdo con David Harum en que es bueno que un perro tenga un cierto número de pulgas; eso le evita pensar en el hecho de que es un perro. Aparte de esto, yo no pienso que alguno de estos cismáticos haga la mitad de daño que ellos piensan que hacen; y además de eso, ellos demuestran a otras gentes –aunque no a sí mismos– su completa incapacidad para tratar cualquier asunto de responsabilidad.

    Por estas razones, pienso que ellos pueden sin peligro ser dejados al juicio de la masa general de los creditistas sociales y del público en general; y los encomiendo a su misericordia.


    Nuestra responsabilidad

    Mientras venía hacia aquí esta noche compré un periódico vespertino en cuya portada aparecían estas palabras: “Alemanes en Renania”. Estamos de vuelta a 1914, que es a donde los financieros dijeron que nos llevarían. No os imaginéis que yo esté sugiriendo que los financieros quieran la guerra. Los miro como personas con la misma naturaleza que la de un paciente que estuviera sufriendo de delirium tremens: hará todo lo que sea para evitarlo, excepto dejar de beber.

    No puedo ver, al margen de una intervención de un poder superior, posibilidad humana alguna de evitar otra gran conflagración mundial. Si alguna considerable proporción de civilización sobrevivirá sólo el tiempo lo dirá; pero yo confío en esto, en que lo que sobreviva del mundo después de la próxima guerra, alcanzará un estado en el que, o bien no habrá sistema monetario alguno, o bien habrá uno que se habrá reformado radicalmente a nuestro favor.

    Ésta es la más alta nota de esperanza con la que puedo terminar. Hemos hecho todo lo posible en los últimos veinte años para advertir al mundo no solamente de lo que estaba viniendo, sino de cómo funciona el mecanismo que hace que aquello venga. No creo que todo ese trabajo se vaya a perder, sea lo que sea lo que venga a ocurrir. Os pediría que os dierais cuenta de que la única cosa que hubiera evitado esta guerra, en caso de que se produjera, habría sido la acción. Y que la acción es INCLUSO AHORA nuestra única esperanza.



    El Mayor Douglas responde a las preguntas

    La guerra venidera

    Pregunta.- El Mayor Douglas ha dicho que la acción es necesaria. ¿Podría amablemente especificar qué acción nos salvaría en el momento presente?

    Respuesta.- Pienso que lo que el preguntador quiere decir es: ¿Qué es lo que nos salvaría de la guerra venidera? Es muy posible que no haya nada que no salve. Siempre hay un punto en el que uno debe soportar las consecuencias de sus actos o de sus omisiones en el actuar. Cuando algo adquiere un cierto impulso prácticamente no hay nada que lo pueda parar. Frecuentemente me he dicho a mí mismo que la última fecha en la que la guerra amenazante se podría haber evitado fue en 1923; pero estoy asumiendo, a fin de responder a la pregunta, que el mundo sobrevivirá a esta próxima guerra, aunque muchos de nosotros no lo harán.

    Ahora bien, nada puede ser más absurdo y más anticientífico que el asumir que las cosas se enderezan o corrigen ellas mismas. No lo hacen. Es igual de probable que vayan mal o empeoren ellas mismas, y cuando dije que la única cosa que nos salvaría a nosotros era la acción, quise decir –asumiendo que la guerra venidera es inevitable– que la única cosa que salvaría al mundo será la acción.

    Dije que era optimista en que lo que quedara del mundo se libraría de la maldición bajo la cual laboramos hoy día. Estoy muy seguro de ello, porque creo que cualquier conjunto de ideas que sean fundamentalmente sanas inevitablemente florecen dentro del campo de la acción. Si no es así, es porque no son sanas y, en ese caso, es mejor que no lo sean. Creo profundamente que lo que he estado vacilantemente intentando deciros esta noche es algo fundamentalmente sano y se realizará en la acción.

    De haber tenido el ambiente, de haber tenido la atmósfera que tenemos ahora, en 1921, cuando empecé a hablar a audiencias realmente grandes, podríamos haber detenido esta guerra venidera; pero desafortunadamente no teníamos ese ambiente. Pero no creo que el esfuerzo de todos estos años haya sido inútil; estoy convencido que ha producido un estado de cosas que en cualquier cosa evitará la siguiente guerra.

    Aunque sé que la frase hiede, la guerra venidera probablemente sea la última gran guerra; y eso quizás es algo por lo que estar agradecidos.


    La Liga de las Naciones

    Pregunta.- Si es el actual sistema financiero lo que causa la guerra, ¿no debería ser deber de la Liga de las Naciones cambiarlo, pues el público británico está detrás de la Liga?

    Respuesta.- Comencé mi discurso esta noche diciendo que estamos implicados en una guerra por la verdad. Resulta ser uno de los fenómenos curiosos de esa guerra el que la mayoría de los soldados de ambos lados no sepan qué es aquello por lo cual están luchando. Esto se aplica tanto a los soldados del lado de las mentiras como a los soldados del lado de la verdad. La guerra es en gran medida una guerra por capturar a la opinión pública, y la opinión pública es muy a menudo capturada por algo que constituye una mentira más fundamental incluso que esa cosa que hace que la gente piense que está volando.

    La Liga de las Naciones proporciona precisamente uno de esos ejemplos acerca de la abrumadora importancia de la prioridad en este mundo. Probablemente haya millones de cosas que sean igual de sanas y buenas e importantes en este cosmos (tales como la abolición de la pena capital… uno podría hacer un catálogo por sí mismo). La cuestión es, ¿qué vas a hacer en primer lugar? Una RATA no es lo mismo que una TARA aunque esté compuesta de las mismas letras: la prioridad en la posición de las letras resulta obviamente importante.

    La idea de la Liga de las Naciones, por supuesto, aparentemente resulta atractiva y se pretende que suene atractiva. Si tuviéramos un sistema financiero reformado, uno que no forzara a realizar exportaciones, uno que no pusiera realmente todas las cosas bajo el control de la finanza, uno que no produjera frustraciones causadas por el funcionamiento de las instituciones financieras: si estas cosas no tuvieran lugar; si, repito, tuviéramos un sistema financiero reformado, entonces el tipo correcto de internacionalismo surgiría justamente sano y apropiado. Pero no en primer lugar, no antes de que el sistema financiero sea rectificado. La única salvaguardia contra un mundo gobernado por la finanza internacional es el nacionalismo.

    Con independencia de lo que pueda decirse acerca del comienzo de la Liga de las Naciones –y algunas cosas muy raras se están diciendo– no hay duda alguna de que ha sido un deporte de los financieros internacionales desde sus mismos inicios; y si bien podría pensarse que es deber de la Liga de las Naciones reformar el sistema financiero, no pienso que la Liga de las Naciones tenga ni el poder ni, en lo que a ella respecta hoy día, el deseo de hacerlo, sino más bien el de fortalecerse ella misma hasta el punto de poder llegar a convertirse en un gobierno mundial de la Finanza, que es en lo que rápidamente se está convirtiendo hoy día.


    Futilidad de un Partido de Crédito Social

    Pregunta.- ¿Por qué cree el Mayor Douglas que un Partido de Crédito Social y candidatos parlamentarios de Crédito Social no serían perfectamente capaces de hacer que los expertos hicieran su trabajo (o afrontar en caso contrario el pelotón de fusilamiento)?

    Respuesta.- Parece muy difícil introducir este punto que, para mí, es más bien simple. La esencia del mismo consiste en si uno considera o no al Miembro del Parlamento como un experto. Si tú asumes que sí es un experto, entonces estás eligiendo a un experto de segunda categoría para controlar a un experto de primera categoría. Si tú estás de acuerdo en que el Miembro del Parlamento no debería ser un experto, entonces ¿por qué atarle con una etiqueta? La actitud apropiada del pueblo es, “No nos importa cuál sea tu presunto nombre; lo esencial es que hagas lo que se te diga”.

    La idea de que uno no pueda conseguir que el Parlamento te dé lo que quieres a menos que tengas un Partido de Crédito Social, viene a significar que: a) o bien el Miembro ordinario del Parlamento rechazará convenir en tomar o asumir las instrucciones de los electores de su circunscripción; b) o bien tú puedes conseguir más rápidamente obtener una mayoría en el Parlamento que esté etiquetada con el nombre de Crédito Social que poder conseguir una mayoría en el Parlamento que simplemente haya convenido en hacer lo que se le dice.

    Ahora bien, todo esto es en muy gran medida un asunto de experiencia, y afortunadamente estoy provisto de hechos. Hubo en las últimas Elecciones Generales tres candidatos que se presentaron con diversas adaptaciones de un programa de Crédito Social. Todos ellos perdieron sus depósitos. Todos ellos hicieron una lucha perfectamente buena, pero el hecho es que perdieron sus depósitos.

    Con una organización mucho menos concentrada que la que esos candidatos tenían, procedimos por la línea de forzar al candidato parlamentario o al Miembro del Parlamento a que conviniera en tomar o asumir las instrucciones de sus electores en toda ocasión siempre y cuando éstas le fueran transmitidas apropiadamente por una mayoría de electores de su circunscripción en relación a algo que éstos pudieran querer. Ahora bien, aunque todos los candidatos de Crédito Social perdieron sus depósitos, nosotros tuvimos éxito al conseguir que 17 Miembros de la Cámara de los Comunes se comprometieran a hacer lo que les dijeran sus electores. ¿Cuál de estas dos acciones se ha demostrado ser más efectiva?

    Uno ha de tomar la naturaleza humana tal y como precisamente se la encuentra. Hay una gran cantidad de gentes que dirá, “No sé nada sobre este asunto del Crédito Social. Puede que sea bueno, pero no lo entiendo y no lo voy a votar. Además, todo el mundo dirá que soy un chiflado”. En cambio no hay nada de repugnante, nada novedoso en el hecho de que uno pida a la gente que insista en que su Miembro del Parlamento haga lo que se le diga, más particularmente si se les señala que por esta vía podrán obtener una mejora de su condición. Lo que, de hecho, se les está pidiendo que hagan es que asuman las funciones de una democracia real. Es mucho más fácil hacer que la gente haga eso que hacer que voten a favor de un candidato de Crédito Social.

    A parte de su indeseabilidad, no creo que haya la más ligera posibilidad práctica de obtener una mayoría de Crédito Social. Desde el momento en que etiquetas a un partido con el nombre de Crédito Social entras en una disputa o debate sobre la técnica del Crédito Social, y eso es exactamente lo que debes evitar. No se deben enviar candidatos al Parlamento para que sean técnicos. Se deben enviar candidatos al Parlamento para poder imponer tu voluntad sobre los técnicos que actualmente ya existen. Ésa es toda la esencia del problema.


    ¿Fuerza… o presión?

    Pregunta.- ¿Piensa el Mayor Douglas que, si la guerra venidera es evitada el tiempo suficiente como para que el Movimiento del Crédito Social pueda crecer hasta conseguir gran fuerza, el objetivo por el que estamos trabajando podrá conseguirse por vías democráticas dadas, y que no hay peligro de que los expertos se nieguen a actuar, y produzcan de esta forma el caos? ¿Podemos conseguir nuestra meta sin recurrir a la fuerza?

    Respuesta.- No tengo duda alguna de que el tipo apropiado de presión –presión invisible, aunque sin embargo presión irresistible– podrá ser llevada a cabo una vez que el pueblo sea consciente de aquello hacia lo que se nos está conduciendo. Toda la fuerza, no solamente de la finanza, sino también de su tipo de democracia –o si se prefiere, de su sistema gubernamental desgastado– yace en la inconsciencia del individuo medio acerca de su naturaleza. Si tú puedes hacerle consciente de su naturaleza, puedes despertar su voluntad en relación a aquélla, y sin duda ésta prevalecerá.


    ¿Pedir… o exigir?

    En respuesta a una pregunta sobre Petición al Rey, el Mayor Douglas dijo:

    Pienso que la cuestión puede ponerse de la siguiente manera: ¿Es el método de la petición –si la petición se formula de tal forma que se pida en referencia a la Corte Suprema de Justicia si el actual sistema financiero existe o no en interés de la nación, y si se consiguen 10.000.000 de firmas para ello– es ese método una vía efectiva de conseguir que un sistema financiero quede cambiado?

    El preguntador interpoló que la segunda forma de Petición al Rey había sido redactada por los abogados de tal forma que el deber se hacía descansar sobre la Corte Suprema de Justicia para determinar, con vistas a orientar al Gobierno, si ciertas cosas estaban o no en concordancia con una política de bien público.

    Aquí hay implicadas dos cosas.

    Dejemos caer la idea por el momento de que no existe en este país mecanismo alguno por el que el pueblo pueda ejercer su voluntad; que éste es el mecanismo que debería emplearse; y que usar otro mecanismo obviamente supone sugerir que uno no cree que el mecanismo constitucional pueda hacerse funcionar a efectos de ejercitar tu voluntad.

    Si esto es así, entonces lo primero que habría que hacer sería abolir completamente el Parlamento.

    Me gustaría dejar esto claro. Vuestros ancestros y los míos lucharon en una serie de batallas sangrientas en varias partes de esta isla con el fin de obtener una democracia política. Pusieron en funcionamiento un mecanismo. Ahora bien, estoy perfectamente seguro de que el funcionamiento de ese mecanismo a día de hoy está pervertido, pero también estoy perfectamente seguro de que no es necesariamente ineficaz para nuestro propósito; y me parece a mí que abandonarlo sin esforzarse en rectificar el funcionamiento de ese mecanismo que ha sido obtenido por nosotros en medio de sangre y lágrimas, es una cosa muy peligrosa de hacer. También estoy perfectamente seguro, dicho sea de paso, de que es propósito fijo de los poderes financieros desacreditar el Gobierno parlamentario a fin de que ellos puedan decir, “Véase lo que proviene de la interferencia de los Gobiernos en los negocios”, etcétera.

    Este es el primer comentario que quiero hacer sobre la situación.

    Pasemos ahora a la siguiente proposición. Se dice que es imposible ganar un caso contra un Consejo de Distrito Urbano. No sé si eso es cierto o no, pero comúnmente se dice. Ahora bien, una petición para examinar y rectificar el sistema financiero exige, antes que nada, que alguien prepare un caso para que se presente ante la Corte Suprema de Justicia, y a continuación que los jueces que traten ese caso realicen el más estupendo pronunciamiento bajo su propia responsabilidad contra el más estupendo poder que el mundo haya conocido jamás. (Estoy asumiendo que por el sólo hecho de que se tengan los 10.000.000 de firmas uno pueda conseguir la petición a la Corte Suprema de Justicia).

    En este punto expresaré mi propia opinión de que, ante todo, en primer lugar, el caso no llegaría a la Corte Suprema de Justicia en su forma original; o, si lo hiciera, sería desechada en base a algún tecnicismo.

    Si, sin embargo, llegara allí, el asunto quedaría envuelto en interminablemente largos procesos legales en donde sus patrocinadores tendrían la fuente de todo dinero en contra suya (y, por tanto, cuestiones de coste no habrían entrado en consideración en absoluto), y todo el asunto quedaría o bien enterrado o bien transformado. Como método para conseguir una base para la acción, estoy seguro de que una petición sería algo absolutamente fútil.

    En resumen, no creo que la Corte Suprema de Justicia sea el lugar correcto para obtener una declaración sobre una cuestión de este tipo; y aun cuando lo fuera, esa cuestión nunca llegaría a ella, ni se resolvería en forma alguna que condujera a una radical modificación del sistema monetario.


    Una pregunta de método

    Pregunta.- El Mayor Douglas ha dicho que deberíamos decir a los Miembros del Parlamento lo que queremos, pero no cómo obtener aquello que queremos. En su opinión, ¿pueden obtenerse los resultados que queremos por cualquier otro método distinto de los asociados con su nombre?

    Respuesta.- Ciertamente no me gustaría contestar negativamente a eso. No sé de ningún otro método por el que se puedan obtener excepto estos. Esta es la razón por la que estoy perfectamente dispuesto a dejar en manos de aquéllos que están obligados a producir los resultados el decidir si los usan o no. Mi sensación sobre esto es, “Si conoces algo mejor, ¡adelante!”.


    El Banco de Inglaterra

    Pregunta.- ¿Aceptarían el Mayor Douglas y el Deán de Canterbury un puesto en la Junta Directiva del Banco de Inglaterra?

    Respuesta.- El verdadero problema, incluso en el Banco de Inglaterra, no consiste en un asunto de tecnicidades en absoluto. Creo que las divisiones de opinión en cuestiones técnicas entre mí mismo y los que podríais denominar economistas ortodoxos están reduciéndose; creo que muchos llamados economistas ortodoxos están viniendo en gran parte hacia mis opiniones. Allí donde existe una división de opinión, sumamente me inclino a creer que se produce porque estamos partiendo desde diferentes premisas.

    Ahora bien, yo empiezo desde diferentes premisas en relación a las de aquéllos que hacen funcionar el Banco de Inglaterra. Aun cuando asumiéramos por el momento que el Banco de Inglaterra es una institución británica –lo cual, por supuesto, no lo es; es una institución internacional bajo control de fuerzas internacionales que no están fundamentalmente interesadas en Gran Bretaña en absoluto– hay gentes en la Junta del Banco de Inglaterra muy decididamente preocupadas en lo que ellos consideran ser los intereses de los británicos, pero eso significa o se traduce, en su caso, en fomentar lo que ellos llaman comercio o reducción del desempleo, y no en liberar a los individuos de los grilletes económicos.

    Si bien estaría encantado de acompañar al Deán a la Junta del Banco de Inglaterra, no pienso que eso siquiera alterara radicalmente su curso.


    El poder del pueblo

    Pregunta.- ¿Podría el Mayor Douglas delinear un plan práctico que hiciera que la gente volviera a su casa con una sensación de su poder?

    Respuesta.- Cuando un cazador furtivo consigue un lebrel joven, siempre lo saca afuera cuando hay una gran cantidad de caza de fácil captura, dejándole que la cace. Eso le da confianza.

    Eso indica una vía para dar a la gente una sensación de su poder. Primero anímese a la gente a intentar pequeñas cosas. No necesariamente se debe abordar el sistema financiero inmediatamente: abórdese al consejo del distrito local porque hay un agujero en la carretera y hágasele que lo arreglen. Cuando se tenga un buen número de gentes para asegurarse que pueden conseguir que un agujero en la carretera se arregle, entonces podrán disponerse a conseguir una nueva carretera, y así sucesivamente. ¡El principio consiste en intentarlo con el perro!


    Intercambio o distribución

    Pregunta.- ¿Es el objetivo correcto del sistema monetario facilitar el intercambio de bienes y servicios?

    Respuesta.- El sistema productivo moderno no implica primariamente intercambio de bienes y servicios. El factor fundamental en la producción es la maquinaria impulsada por energía, y uno no puede intercambiar servicios entre maquinarias impulsadas por energía. Ésta es la razón por la que resulta incorrecto decir que el dinero es, primariamente, un medio de intercambio. El dinero es primariamente un sistema de demanda, de tal forma que el individuo pueda demandar o exigir del sistema productivo aquellas cosas a las que él mismo no contribuye.


    El objetivo de la industria

    Pregunta.- ¿Incrementaría el Crédito Social el empleo al principio?

    Respuesta.- Sí; aunque, por supuesto, no es nuestro objetivo proporcionar empleo. Pienso que durante un periodo corto de tiempo probablemente habría un incremento del empleo.

    Lo que con seguridad sí ocurriría rápidamente sería una completa diferencia de énfasis sobre lo que se produce. Sin entrar en cuestiones técnicas, me gustaría subrayar este punto. Se nos dice a menudo que es obviamente absurdo decir que el sistema financiero no distribuye suficiente poder adquisitivo para comprar los bienes que están a la venta. ¡Nosotros nunca dijimos eso! Lo que sí dijimos fue que, bajo el actual sistema monetario, para poder tener suficiente poder adquisitivo con el que distribuir los bienes de consumo, es necesario realizar una cantidad desproporcionada de bienes de capital y bienes para la exportación.

    Se puede mostrar a Suecia como un bonito ejemplo de lo bien o mal que puede funcionar un sistema monetario. Suecia está produciendo aproximadamente tres veces más de lo que realmente está consumiendo, pero debido a los caprichos del mercado de divisas es capaz de poder exportar los restantes dos tercios. Ella ha de asumir tres veces más de molestias de lo que realmente necesita para así poder hacer funcionar al sistema monetario.

    Ésta es, hablando en general, la situación. En este país, y en cualquier país moderno, para poder hacer funcionar absolutamente el actual sistema monetario, tienes que ponerte a hacer un montón de cosas que no son inmediatamente compradas a fin de poder distribuir lo que ya está disponible a la venta.

    Aunque puede que no se necesiten tornos y es posible que haya suficiente pan, los empleados del tornero no podrán obtener el pan a menos que ellos hagan tornos; y, de esta forma, fabrican tornos para poder hacer proyectiles con los que poder hacer la guerra, a fin de obtener el pan que ya está disponible a la venta. Bajo el Crédito Social, el énfasis sobre lo que se produce vendría a ser diferente. Solamente se produciría lo que se necesitara.


    Eficiencia del trabajo no forzado

    Pregunta.- ¿No prefiere la mayoría de la gente ser empleada que estar desempleada?

    Respuesta.- Perfectamente cierto. La mayoría de la gente prefiere ser empleada… pero en las cosas que les gusta en lugar de en las cosas en las que no les gusta ser empleadas. Las propuestas del Crédito Social no tienen la intención de ninguna manera de producir una nación de ociosos (y, de hecho, no lo haría). Nunca ha habido una forma más ridícula de desfiguración o tergiversación que decir que, como clase, los ricos son ociosos. Pueden estar erróneamente empleados, pero no son ociosos. El peligro para el mundo no proviene del rico ocioso: proviene del rico ocupado.

    No. El Crédito Social no produciría ociosos; permitiría a las gentes asignarse ellas mismas a aquellos puestos de trabajo para los cuales fueran adecuados. Un trabajo que tú haces bien, es un trabajo que a ti te gusta; y un trabajo que a ti te gusta es un trabajo que tú haces bien. Bajo el Crédito Social, comenzaríamos a aprovechar la asombrosa eficiencia que resulta inseparable de un trabajo no forzado, y la eficiencia de todo el sistema industrial subiría.







    [1] Dr. Hewlett Johnson, Deán de Canterbury.

    [2] En aquel momento (1936) “el Deán Rojo” era Director de Ingresos para el Secretariado del Crédito Social, y un reconocido Creditista Social. Su conversión al Comunismo (una doctrina que, por desconcertante que sea cuando se le busca una definición precisa, ciertamente constituye algo directamente opuesto –y probablemente lo único verdaderamente opuesto– al Crédito Social) era algo que nadie preveía en aquel entonces (si exceptuamos al propio Dr. Hewlett Johnnson).

  3. #3
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    Re: La aproximación a la realidad (C. H. Douglas)

    Mi memoria no me fallaba. Lo poco que leí sobre las experiencias de la teoría de Gesell fue en un artículo firmado por Silvano Borruso, publicado en la revista Verbo. Dejo a continuación la parte de ese artículo en el que se describen resumidamente esas experiencias.

    Las críticas me las reservo para otro momento. Aunque una parte de éstas van a consistir en cuestiones técnico-contables (principalmente en lo que se refiere a la llamada "velocidad de circulación"), pienso que las principales críticas que se pueden realizar al sistema monetario de Gesell tienen que ver más bien con aspectos de filosofía social sobre todo.

    -----------------------------------------


    Fuente: A propósito de la crisis financiera presente, Silvano Borruso, Verbo, número 481 – 482, enero – febrero 2010, páginas 138 – 141.


    LA MONEDA FRANCA

    El concepto

    El genio que desveló la contradicción práctica inherente en la forma de moneda convencional y propuso el remedio se llamó Silvio Gesell (1862 – 1930), comerciante alemán afincado en Argentina en los años 1880-90.

    Gesell propuso una doble separación: primera, la de la moneda de los metales preciosos; segunda, la de la unidad monetaria del objeto que la representa.

    La primera separación ocurrió en dos etapas: el 21 de septiembre de 1931 el Premier británico MacDonald, con lágrimas en los ojos, anunciaba que el Reino Unido renunciaría al patrón oro para siempre. Habían forzado la medida primero la Gran Guerra, y segundo el amotinamiento de la Atlantic Fleet en Invergordon. El patrón oro cayó por doquier excepto en Estados Unidos.

    Quien deshizo el embrujo fue De Gaulle, pretendiendo oro por la montaña de billetes de 100 dólares que EE.UU. habían encajado a Francia como “reserva” (10).

    El 15 de agosto de 1971 el Presidente Nixon arrojaba la toalla. No había oro suficiente, y el patrón oro cayo en el olvido (11).

    Gesell fue discípulo de Proudhon (1809 – 65), el primero en darse cuenta de que el dinero, lejos de abrir las puertas del mercado, es el “cerrojo que las atranca”. Proudhon había visto el problema, pero equivocándose en su solución. Con demanda y oferta en perenne desequilibrio, había propuesto empujar la oferta hacia arriba al nivel de la demanda, aumentando la producción de capital hasta la desaparición del interés.

    Gesell puso al descubierto el punto débil del argumento de Proudhon: la oferta sufre los caprichos del tiempo; la demanda, respaldada por la moneda, no. Es posible sin embargo hacérselos sufrir, bajando así la demanda hasta el nivel de la oferta.

    ¿Cómo? Emitiendo una moneda perecedera, es decir, con fecha de emisión y de vencimiento, mantenida en circulación con un impuesto del 0,1 % por semana, o 5,2 % anual sobre el valor nominal del billete (12). La llamó Freigeld (moneda franca) o sea libre de usura, y por lo tanto de deuda, de interés, de inflación y de deflación.

    Es la misma idea del billete sucio y maloliente de antes.

    Examinemos el éxito, no obstante su breve duración, de la Moneda Franca.


    Prueba de Fuego

    El primer éxito tuvo lugar en Schwanenkirchen, Alemania, en 1930. Herr Hebecker, dueño de una mina de carbón, la mantenía abierta en plena depresión económica emitiendo Wära como medio de cambio. Sus mineros recibían el 90 % de sueldo en Wära, y los que aceptaban Wära podían redimirlos en carbón. Cada vale Wära sufría la depreciación (13) programada según Gesell para favorecer su circulación rápida. La cosa funcionó tan bien que atrajo la atención del Canciller Heinrich Brüning (1885 – 1970). Este no perdió tiempo en anular Schwanenkirchen y en pasar decretos-leyes de emergencia contra la emisión de cualquier moneda no oficial.

    El protagonista de la segunda historia fue Michael Unterguggenberger (1884 – 1936), alcalde de Wörgl, población en el Tirol austriaco.

    Tras un paciente trabajo de información y preparación hacia pequeños empresarios, negociantes y profesionales de Wörgl, el 5 de julio proclamaba:

    “La causa principal de que la economía se tambalea es la baja velocidad de circulación del dinero. Éste progresivamente desaparece como medio de cambio de las manos de los que trabajan, para fluir en el cauce del interés, e ir a parar en las manos de pocos, que en vez de ponerlo en circulación en el mercado comprando bienes y servicios, lo acaparan para especular”.


    El municipio imprimió un total de 32.000 Bestätigter Arbeitswerte, que caducaban un mes tras la emisión a menos de pegar un sello de 1 % mensual, adquirible en el municipio. Éste, por su parte, aceptaba certificados en concepto de pago de impuestos.

    En la práctica, la circulación llegó a un promedio de 5.300 chelines, o sea dos chelines o menos por persona, que sin embargo proporcionaron trabajo y prosperidad a la población de Wörgl más de cuanto hicieran los 150 chelines/persona del Banco Nacional. Como había predicho Gesell, la velocidad de circulación era lo importante: cambiando de manos unas 500 veces en 14 meses, contra las 6 – 8 veces de la moneda oficial, aquellos 5.300 chelines movieron bienes y servicios por dos millones y medio abundantes. El municipio, con sus arcas continuamente llenas por un lado y vacías por el otro, construyó un puente sobre el río Inn, asfaltó siete calles, renovó alcantarillas e instalaciones eléctricas, y hasta construyó un trampolín para salto con esquíes. Para tener una idea del poder adquisitivo, el sueldo del alcalde era de 1.800 chelines mensuales.

    Aquellos 5.000 chelines actuaron como sangre de la economía local, exactamente como hacen los cinco litros del cuerpo humano, que al ritmo de 50 gramos cada latido hace circular unas cinco toneladas en las 24 horas.

    A primeros de 1933 unos 300.000 ciudadanos de la provincia de Kufstein estaban a punto de extender el experimento.

    Pero los “científicos” en el Banco Nacional estaban empeñados en “probar” que el experimento tenía que ser verboten. Aquí van las razones “científicas”:

    “A pesar de que la emisión de certificados de trabajo parece ser respaldada a un 100 % por una cantidad equivalente de moneda oficial austriaca, las autoridades supervisoras, empezando por el área administrativa de Kufstein hasta las oficinas de gobierno del Tirol, no se pueden permitir sentirse satisfechas. La población de Wörgl ha excedido sus poderes, ya que el derecho de acuñar moneda en Austria es privilegio exclusivo del Banco Nacional, como dice el art. 122 de su estatuto. Wörgl ha violado aquella ley (14).


    Wörgl recurrió. La Corte Suprema desestimó el recurso y puso fin al experimento.

    Volvieron al paro, la miseria y el hambre. Es imposible afirmar –o negar– que el segundo conflicto mundial se hubiera evitado con escuchar a Gesell. Es un hecho que fueron los votos de los parados lo que dieron el poder a Hitler.

    La Moneda Franca es entonces puro medio de cambio sin función ninguna de almacén de valor.

    El último paso sería el de institucionalizar la Moneda Franca, enfrentándose con el poder financiero.





    (10) 250 años antes había pretendido lo mismo el Príncipe de Conti con John Law (1671 – 1729), haciendo ir a la quiebra su banco. Law estaba al tanto de la superstición de Creso. No así Conti.

    (11) Las dos fechas tendrían que campear en los textos de economía como fechas de verdadera liberación. No lo hacen porque poderosos intereses creados siguen extrayendo oro de las entrañas de la tierra para sepultarlo otra vez en los sótanos de los bancos, fomentando así la superstición de Creso.

    (12) Este tipo no es obligatorio. Lo importante es que no sea ni tan alto como para desalentar su aceptación, ni tan bajo como para alentar el acaparamiento.

    (13) Se devalúa el objeto que representa la unidad monetaria, no su poder adquisitivo.

    (14) Wörgl no había violado ley alguna. Los certificados no sustituían el chelín oficial; llenaban la laguna creada por las actividades parasitarias, desde el ahorro a la especulación.
    Última edición por Martin Ant; 10/12/2016 a las 10:36

  4. #4
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    Re: La aproximación a la realidad (C. H. Douglas)

    Estoy deseando verlas plasmadas.

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    ... pienso que las principales críticas que se pueden realizar al sistema monetario de Gesell tienen que ver más bien con aspectos de filosofía social sobre todo.
    .

  5. #5
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    Re: La aproximación a la realidad (C. H. Douglas)

    Dicho de manera muy resumida, tiene que ver acerca de qué se puede considerar como verdaderamente fundamental para el recto orden social de una comunidad política: ¿La independencia económica o la seguridad económica? ¿Qué es más importante para un genuino bien común de la comunidad política: extender lo más extensamente posible la propiedad privada a toda la población, o garantizar el derecho al uso o disfrute de los bienes-servicios? ¿Son compatibles o son incompatibles unas cosas con las otras?

    Son cuestiones de filosofía social de este tipo las que surgen al comparar los respectivos sistemas monetarios propuestos por Gesell y Douglas. ¿Cuál es la finalidad que se persigue (o se trata de conseguir), en última instancia, con la propuesta de aplicación de uno y otro sistema monetario?
    Última edición por Martin Ant; 10/12/2016 a las 14:36
    Leolfredo dio el Víctor.

  6. #6
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    Re: La aproximación a la realidad (C. H. Douglas)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    En mi opinión la teoría monetaria de Gesell elimina la distorsión que el incorrecto diseño actual introduce entre oferta y demanda, permitiendo a los señores del dinero parasitar a ambos por si privilegiado papel de árbitros todopoderosos.

    Esto no es condición no suficiente más sí necesaria en una sana economía.

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