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Tema: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Fuente: El sistema sindical vigente en España, ¿está o no concorde con la doctrina social de la Iglesia?, por el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Antonio de Pildain y Zapiain, Obispo de Canarias, 1954, Imprenta del Obispado.


    CARTA PASTORAL

    EL SISTEMA SINDICAL VIGENTE EN ESPAÑA ¿ESTÁ, O NO, CONCORDE CON LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA?



    Venerables Hermanos y amados Hijos:

    Con motivo de la reciente conferencia dada por el eminente sociólogo P. Brugarola S.J., en la apertura de curso del “Instituto Social León XIII”, sobre “El sindicalismo actual y la doctrina social de la Iglesia”, se ha hablado públicamente en nuestra Diócesis de la catolicidad de los actuales Sindicatos, tratando de argumentar hasta del silencio de la Jerarquía Eclesiástica sobre el caso, en favor de esa catolicidad.

    Ello exige, como comprenderéis, nuestra intervención episcopal, velando como es nuestro deber, por las almas que nos han sido confiadas.

    Porque, dada la innegable aversión que, en no pequeños sectores laborales, existe hacia los actuales sindicatos españoles, el problema que la catolicidad o no catolicidad de los mismos plantea no puede ser de consecuencias más graves.

    Si, en efecto, los sindicatos responden plenamente a las normas de la doctrina social católica, cabe cargar serenamente con la odiosidad que, de hecho, en muchos sectores suscitan, por cuanto sería una odiosidad no puesta en razón.

    Pero si, por el contrario, el sistema sindical, vigente hoy en España, no está plenamente de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia, el designarlo y adjetivarlo con la sin par calificación de católico, equivaldría a derivar injustamente sobre la Iglesia toda la odiosidad que aquél suscita, haciendo al propio tiempo a ésta responsable de actuaciones o de inhibiciones que ella no sólo no comparte sino que expresamente reprueba.

    * * *


    Vendría a suceder en este caso algo análogo a lo que os advertimos en otra de Nuestras Cartas Pastorales acerca de lo imprudente y nocivo del empeño en persuadir a las gentes de que esto que en la actualidad tienen es la realización cabal de la doctrina de la Iglesia en materia social. Porque empeñarse en decir a obreros en paro forzoso, sin salario y sin subsidio, o a quienes, aunque los tengan, les resultan abiertamente insuficientes, por no estar a ritmo con la carestía enorme de la vida, y que al propio tiempo contemplan con justa indignación a otros compatriotas suyos alardear de fastuosidades y de lujos cínicamente provocativos; empeñarse, os decíamos, en pregonar a aquellos desgraciados que la situación o el régimen en que viven es la traducción práctica de la doctrina social católica y la realización cabal de las encíclicas de los Papas, equivale a clavarles el puñal del desengaño definitivo en cuanto a lo que pueden esperar ya de la Iglesia y de sus enseñanzas, y empujarlos por el acantilado de la desesperación en los abismos del comunismo o de la anarquía.

    * * *


    Pues algo análogamente lamentable pudiera derivarse del empeño de adjudicar el calificativo de católicos a los actuales sindicatos españoles si resultase que, no ya en su actuación, sino que ni en su línea misma legal estuviesen plenamente concordes con la doctrina social de la Iglesia.

    ¿Lo están o no? Como comprenderéis, el problema reviste gravísima trascendencia. Están de por medio el bien de las almas, los fueros de la verdad y el prestigio de la Iglesia.

    * * *


    No hemos tenido la fortuna de que llegase a nuestras manos la aludida conferencia del P. Brugarola.

    Pero, en cambio, tenemos sobre la mesa un magistral artículo suyo, publicado en la acreditada Revista “Razón y Fe”, que arroja raudales de luz sobre el tema y que establece sendas proposiciones, cual otras tantas premisas, de las que lógicamente se derivan conclusiones plenamente resolutorias del problema.

    El artículo se intitula “La evolución del sindicalismo y la reglamentación del trabajo”. En él, y después de exponer la evolución sindical sobre las condiciones laborales, recuerda con enérgica concisión el postulado fundamental de la ley natural y de la doctrina social de la Iglesia en esta cuestión. Escribiendo:

    “La ley natural y la doctrina de la Iglesia dicen que las asociaciones profesionales están dotadas de propia autonomía y de propia autoridad, subordinada siempre al poder del Estado; y no se respeta aquella autonomía y aquella autoridad cuando no se les respeta el poder reglamentario que se deriva del concepto mismo de una institución nacida de la entraña misma de la vida social, que no ha sido creada por el Estado, aunque éste le haya dado un cuadro jurídico”.

    * * *


    Pues es cabalmente lo que no respeta el Estado Español. “En España –continuamos transcribiendo– el Estado ha creído que la vida del trabajo no ha de dejarse en manos de los propios interesados, para que sean ellos, por medio de sus representantes, quienes acuerden las normas a que ha de ajustarse la relación laboral. Ya un Decreto de 29 de Marzo de 1941 reiteraba que la función reglamentadora del trabajo corresponde al Estado”.

    La Ley de 16 de Octubre de 1942 fue más terminante todavía.

    Citemos dos artículos:

    “Artículo 1.º Toda la materia relacionada con la reglamentación del trabajo, entendida ésta como regulación sistemática de las condiciones mínimas a que han de sujetarse las relaciones laborales concertadas entre los empresarios y su personal en las distintas ramas y actividades, será función privativa del Estado, que se ejercitará, sin delegación posible, por el Departamento ministerial de Trabajo y, dentro de éste, en las condiciones que se establecen en la presente Ley, por la Dirección General de Trabajo”.

    “Art. 20. Serán nulos y carecerán de todo valor y eficacia, siendo jurídicamente inexigibles, los acuerdos adoptados en esta esfera de reglamentación del trabajo por cualesquiera organismos y autoridades distintas del Ministerio de Trabajo y que pueden significar injerencia en sus facultades privativas, por referirse a modificación total o parcial de condiciones laborales en una industria o localidad determinada”.

    * * *


    “Ante la gravísima disminución de las facultades sindicales que supone esta ley, reaccionaron los trabajadores españoles en sus dos Congresos nacionales de Noviembre de 1946 y de Marzo de 1951”.

    Entre las varias razones que adujeron, y que el P. Brugarola aprueba, invocaron contra esa ley el que su carácter impositivo no es muy adecuado a la naturaleza básicamente contractual que ha de tener la regulación de las relaciones laborales en virtud del respeto a la personalidad humana, y hasta se atrevieron a insinuar que, para reducirse a simples funciones de informe y propuesta, no es menester que exista el sindicato.

    * * *


    Todo fue inútil. El Estado Español continuó aferrado a su sistema sindical de que sea el Estado, y únicamente el Estado, sin delegación posible, el que dicte las reglamentaciones de las condiciones de trabajo, hasta en todos sus pormenores.

    Y precisamente refiriéndose a este sistema sindical, que es el vigente hoy en España, es sobre el que el R. P. Brugarola ha asentado, razonándolas, las siguientes proposiciones, que con sus correspondientes pruebas transcribimos a continuación.

    “1.ª EL SISTEMA NO SE CONFORMA CON LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA.– Hay un principio de filosofía social cristiana que es evidente. “Es injusto –dice la “Quadragesimo anno”– y al mismo tiempo de grave perjuicio y perturbación del recto orden social avocar a una sociedad mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar comunidades menores e inferiores. Conviene que la autoridad pública suprema deje a las asociaciones inferiores tratar por sí mismas los cuidados y negocios de menor importancia que, de otro modo, le serían de grandísimo impedimento para cumplir con mayor libertad, firmeza y eficacia lo que a ella sola corresponde, ya que sólo ella puede realizarlo, a saber: dirigir, vigilar, urgir, castigar, según los casos y la necesidad lo exijan”. Por tanto, creemos todo lo contrario de lo que dice el artículo 20 de la citada Ley: los organismos sindicales, si reglamentan el trabajo, no se injieren en facultades privativas del Estado, sino que es el Estado quien, al reglamentar en todos sus pormenores el trabajo, se injiere en las facultades privativas de la organización sindical. Si el Estado ha de respetar los derechos y las posibilidades de los individuos, por la misma razón ha de respetar las posibilidades y los derechos de las corporaciones inferiores al Estado.

    “Dice el Papa Pío XII en su carta a la Semana Social de Francia de 1947 que “las actividades y servicios de la sociedad deben tener solamente un carácter subsidiario, para ayudar a completar la actividad del individuo, de la familia y de la profesión”. En su discurso de 11 de marzo de 1945: “El fin esencial de la organización sindical es el de representar y defender los intereses de los trabajadores en los contratos de trabajo”. En su alocución de 1.º de junio de 1941: “El deber y el derecho de organizar el trabajo del pueblo pertenecen ante todo a los inmediatos interesados: patronos y obreros. Si éstos no cumplen con su deber o no pueden hacerlo por circunstancias especiales o extraordinarias, es deber del Estado intervenir en el campo del trabajo”. Por tanto, una ley que prohíba a ambos o a sus representantes elaborar el primer elemento de la organización del trabajo, como es la reglamentación de las condiciones laborales, equivale a declarar su incapacidad permanente.

    “2.ª EL SISTEMA ADOLECE DE UNA IMPREGNACIÓN DE TENDENCIA MARXISTA.– Los socialistas atribuyen la misión de reglamentar el trabajo al Estado. Ello equivale a juzgar que la economía y las relaciones laborales que encierra son algo que esencialmente pertenece a las instituciones del Estado. Lo contrario afirma el Papa Pío XII en su discurso del 7 de mayo de 1949: “La economía, como todas las demás ramas de la actividad humana, no es por su naturaleza institución del Estado, sino, por el contrario, producto vivo de la libre iniciativa del individuo y de grupos libremente constituidos”.

    “El sistema supone, en cierta manera, que todos los trabajadores son funcionarios del Estado. El mismo autor del artículo citado afirma que el sistema español asemeja al trabajador a la posición del funcionario público. Eso es precisamente lo que quiere el marxismo: socializar todos los medios de producción, para que todos queden siendo funcionarios del Estado. Si en un momento el Estado expropiase todos los medios de producción, no tendría que hacer ninguna modificación en un sistema en que ya se atribuye exclusivamente la facultad de reglamentar el trabajo en todos sus pormenores; sólo habría que añadir a las reglamentaciones el sueldo que habría de ganar el jefe de la empresa nombrado por el Estado…”.

    “3.ª EL SISTEMA TRUNCA LA TENDENCIA DE UNA RECTA EVOLUCIÓN SINDICAL.– Ya hemos indicado que la doctrina social de la Iglesia pide que el sindicato horizontal evolucione hacia la zona vertical, o hacia la corporación, para que precisamente tenga fecundidad de funciones, se acentúe la colaboración de las clases, haya una mejor ordenación del bien común y se descargue de funciones al Estado. Pero al atribuirse éste exclusivamente la facultad de reglamentar el trabajo, el paso del sindicalismo horizontal al vertical o la corporación se señala por un castigo infligido a las funciones que antes ya desempañaba de alguna manera el sindicato horizontal. En las perspectivas del catolicismo social se tiene la paradoja de una organización sindical vertical o corporativa con menos funciones que cuando esta organización se encontraba en la fase horizontal.

    “En consecuencia, el verticalismo se reduce a una mera declaración formal y verbal, pero sin contenido en la realidad. La unión de las clases no se logra con declaraciones de principios, sino con una efectiva concordia y colaboración. [En] un sistema en que el Estado lo fija todo, las partes interesadas apenas tienen nada que hacer ni en qué colaborar, porque no es menester que se pongan de acuerdo en nada. Un acuerdo de mera propuesta o informe, que no entraña ninguna decisión efectiva, es incapaz de unir a las clases. Con este sistema no se logra en el curso de los años ningún progreso social en el sentido de la compenetración de las clases…”.

    “4.ª EL SISTEMA HACE INEFICAZ LA ORGANIZACIÓN SINDICAL.– El sindicato, para que tenga vida profunda, es menester que se emplee a fondo en lo que es esencial suyo: en la función profesional. Si se le quita la facultad de decisión en las condiciones de trabajo, la función social y profesional quedan no sólo descarnadas, pero también sin alma. A los trabajadores afecta sobre todo esta falta de función. Luego es imposible que depositen su confianza en un tal sindicalismo. La historia y la filosofía sindical demuestran que para esto ha nacido el sindicato y por esto vive, por este poder de determinación de las condiciones laborales. Si se le quita este poder, se le quita la savia vivificadora, se le condena a una vida lánguida y solamente se le puede hacer mover por estímulos extrínsecos a la esencia sindical”.

    “5.ª EL SISTEMA DESPRESTIGIA LA LÍNEA ADMINISTRATIVA SINDICAL.– Como motivo para no reconocer al sindicato la función reglamentadora laboral, se aduce la dolorosa experiencia española de las antiguas Comisiones Paritarias y Jurados Mixtos. Pero aquellos desórdenes no eran efecto del principio de que la profesión organizada tiene que gobernarse a sí misma por la determinación de las condiciones laborales, sino que eran efecto, sobre todo, de la autoridad pública…”.

    “Es verdad que quitando toda esta zona de decisiones a obreros y patronos se quitan ocasiones de fricción; pero la paz que con ello se obtiene no es honda y educativa, sino aparente, semejante a la paz de los organismos anémicos, a la paz del cementerio”.

    Hasta aquí el citado P. Brugarola.

    * * *


    Y ahora recapitulad los puntos tan razonadamente expuestos por el mismo, y preguntaos: ¿Puede con verdad hablarse de la catolicidad de un sistema sindical que no se conforma con la doctrina social de la Iglesia; que adolece de una impregnación de tendencia marxista; que trunca la tendencia de una recta evolución de las funciones sindicales; que no reconoce sus derechos legítimos a los sindicados ni su función específica a los sindicatos, y que es incapaz de conducir a una paz auténtica, a una efectiva concordia y colaboración a las diversas clases de la sociedad?

    ¿Puede continuarse hablando de la catolicidad de un sistema sindical, tan absolutamente sometido a una ley como la antes citada, y sobre la que los propios obreros sindicados, en uno de los dos Congresos Nacionales arriba referidos, se atrevieron a indicar al Gobierno que no guarda el adecuado respeto a la personalidad humana, que con tan apostólica intrepidez ampara y defiende la Iglesia Católica?

    * * *


    “El fin esencial de la organización sindical, decía el Papa, –la función propia del sindicato, se añade en una Carta escrita en su nombre– es representar y defender los intereses legítimos de los trabajadores en los contratos de trabajo”. ¿Puede, por consiguiente, adjudicarse a unos organismos, privados de este su fin esencial, de esta su función propia, no ya el calificativo de católicos, sino la denominación misma de sindicatos?

    * * *


    Y terminamos.

    “Nos –escribía en una de sus grandes encíclicas Nuestro Padre Santo– estamos persuadidos de que el principal deber que nos impone nuestro oficio y nuestro tiempo es dar testimonio de la verdad con fortaleza apostólica, testimonium perhibere veritati. Este deber implica necesariamente la exposición y la refutación de errores y de culpas humanas que es menester conocer para que sea posible el tratamiento y la cura: conoceréis la verdad y la verdad os librará (S. Juan, VII, 32). En el cumplimiento de este nuestro deber no nos dejaremos influir por consideraciones terrenas, ni titubearemos por desconfianzas y contradicciones, por repulsas e incomprensiones, ni por temor de malas inteligencias y de falsas interpretaciones”.

    He ahí todo un programa para todo el que –aunque en sector incomparablemente más reducido– ha recibido, sin embargo, la misión divina de dar, asimismo, dentro de él, y con fortaleza apostólica, testimonio de la verdad.

    Por eso hemos querido escribir esta pequeña Carta Pastoral, aun previendo las desconfianzas y contradicciones, las repulsas e incomprensiones, las malas inteligencias y falsas interpretaciones, a que puede dar pretexto esta nuestra mínima intervención episcopal.

    Cordialmente os bendecimos a todos en el nombre + del Padre, y + del Hijo, y + del Espíritu Santo.

    De Las Palmas de Gran Canaria, a 4 de Noviembre de 1954.

    + ANTONIO, Obispo de Canarias.




    P. S. Escritas y linotipiadas las páginas que preceden, hemos recibido el último número de la Revista “Fomento Social” con una amplia referencia del discurso del R. P. Brugarola, en el que, como nos lo suponíamos, su autor, no sólo no rectifica, sino que corrobora los pasajes que hemos transcrito de su artículo, en frases bien rotundas.

    He aquí algunas de ellas.

    “Pero lo primordial para el Sindicato es asegurar el ejercicio de su función en la regulación de las condiciones de trabajo. Como dice Pío XII, el fin esencial del Sindicato es la representación y defensa de los intereses de los trabajadores en los contratos de trabajo”.

    “Todo lo demás que se qui[si]era conservar de las actividades sindicales… se podría obtener de la misma manera con un servicio laboral de encuadramiento y de asistencia. Pero una tal organización jamás podría dialogar con dignidad y en plano de igualdad con otros muchos sindicalismos que en el mundo existen”.

    “Sin función, no se plantea el problema de la unidad o de la pluralidad sindical; porque, haya uno o haya varios sindicatos para cada rama económica, sin función, todos son ineficaces, todos son esqueletos…”.

    “No se diga que el reglamento administrativo es un avance y un progreso sobre el sistema del reconocimiento del poder normativo de los sindicatos, y que ello sea una superación del régimen económico liberal… Decía Pío XII en su discurso de 7 de mayo de 1949: “La economía, como todas las demás ramas de la actividad humana, no es por su naturaleza institución del Estado sino, por el contrario, producto vivo de la libre iniciativa del individuo y de grupos libremente constituidos”.

    “Con ello no se niega el derecho ni la obligación del Estado a intervenir en el mundo laboral. León XIII, Pío XI y Pío XII han hablado acerca de los diversos aspectos de esta intervención… Pero de esta intervención, a la fijación de todos los salarios y sueldos para todos los millones de trabajadores y empleados en sus categorías, que trabajan en el ámbito de la patria, y esto como cosa institucional, media un abismo”.

    “Una política así institucionalizada supone la anulación absoluta del sector obrero del sindicalismo, máxime cuando se le concede solamente una facultad de proposición, de la que todos pueden gozar sin necesidad del vínculo sindical; cuando jurídica y prácticamente se cierran los caminos para la mejora en la aplicación; cuando, en todo caso, la iniciativa de mejora se concede sólo unilateralmente al sector patronal del sindicalismo, con no poco detrimento de la estructura corporativa [o] vertical”.

    “Hay que repetir una y otra vez aquel principio de filosofía social cristiana que ha de ser el inspirador de todo gobernante católico: “Es injusto –dice Pío XI en la “Quadragesimo Anno”– y al mismo tiempo de grave perjuicio y perturbación del recto orden social, avocar a una sociedad mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar comunidades menores e inferiores”.

  2. #2
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Fuente: Papeles Reservados (Volumen II), Emilio Romero, Plaza y Janés, 1986, páginas 181 a 188.


    Carta del Cardenal Pla y Deniel a D. José Solís, Delegación Nacional de Sindicatos
    .



    El Cardenal Arzobispo de Toledo. Primado de España


    Toledo, 15 de noviembre de 1960

    Excmo. Sr. D. José Solís Ruiz
    Ministro Secretario General del Movimiento y Delegado Nacional de Sindicatos
    Madrid


    Excelentísimo Sr. Ministro:

    Recibí sus cartas del 10 y del 15 del mes último de octubre, a las cuales adjuntaba un Informe sobre el escrito dirigido a Vuestra Excelencia como Delegado Nacional de Sindicatos por la Hermandad Obrera de Acción Católica, Hermandad Obrera de Acción Católica Femenina, Juventud Obrera de Acción Católica y Juventud Obrera Católica Femenina, con sus anexos correspondientes.

    Tal vez Vuestra Excelencia se haya extrañado un tanto de que no haya sido muy rápida mi contestación. Confieso que ha sido por la no leve sorpresa que me causó la forma con que Vuestra Excelencia reaccionó ante el escrito de las Hermandades Obreras de Acción Católica, como revela su Informe. Informe, por otra parte, enviado a todos los Obispos de España y, si no estoy mal informado, a todos los Gobernadores Civiles, a todos los Delegados Provinciales de Sindicatos y a otras personalidades.

    Yo, que he tenido el honor de dialogar varias veces con Vuestra Excelencia, como recuerda en su carta del 10 de octubre, conviniendo mutuamente en la necesidad de la representación auténtica de los patronos y de los obreros en los organismos sociales, también en la necesidad de que el Movimiento Nacional no se empequeñezca dándole carácter de un grupo, sino reconociendo distintos matices, salvo siempre los principios fundamentales, y que conocía la colección de sus discursos y escritos rotulada «Nueva convivencia española», no puedo menos de expresarle con la sinceridad que es la única forma que sé emplear en mi lenguaje, mi sorpresa ante su Informe y la negativa de dar contestación alguna a las Hermandades Obreras de Acción Católica, por no reconocerles ninguna personalidad. Yo creía que conveníamos en las directrices generales del desarrollo del Movimiento que realizó la Cruzada Nacional, que si no con las armas, con la pluma y con plenísimo riesgo defendí desde sus albores y he seguido defendiendo en España y fuera de ella; y debo confesarle que yo no acierto a conciliar en el caso presente mi criterio sobre las directrices generales que debe seguir el Movimiento (siempre he dejado al Gobierno la autoridad y la responsabilidad de las leyes particulares y las concreciones técnicas) y la posición que la Organización Sindical en su Informe ha tomado frente a las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    Por ello, sucintamente, con toda lealtad y claridad, voy a exponer a Vuestra Excelencia tal como yo veo el problema que se ha suscitado, desde mi posición de Arzobispo de Toledo y, como tal, Presidente de la Dirección Central de Acción Católica.

    Yo no voy a entrar ni siquiera de lejos a enjuiciar los detalles de la reglamentación sobre las actuales elecciones sindicales, sobres sus plazos, etc. Yo entiendo que la Jerarquía Eclesiástica no tiene por qué intervenir en estos detalles técnicos y reglamentarios que interesan, sin embargo, no poco a todos los miembros de los Sindicatos, que, siendo éstos en España únicos y obligatorios, interesan a todos los empresarios y a todos los obreros y, por lo tanto, a las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    Así como yo considero ajenos a mis cargos eclesiásticos la reglamentación en detalle de unas elecciones sindicales, así por el contrario considero una cuestión de suma importancia y trascendencia el aclarar si tienen o no personalidad las Hermandades Obreras de Acción Católica y si en España se la reconoce o no el Estado. Creo que es absolutamente necesario evitar todo confusionismo y precisar bien la posición de la Iglesia ante los Sindicatos españoles y la posición del Estado en España respecto de las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    Vuestra Excelencia no ignora que han tenido y tienen los Sindicatos españoles adversarios fuera de España por considerarlos no conformes con la doctrina social de la Iglesia. En España, en el año 1954, publicó un Prelado una Carta Pastoral propugnando que los Sindicatos españoles no están conformes con la doctrina social de la Iglesia. El Gobierno se quejó ante la Santa Sede y el Excmo. Sr. Nuncio Apostólico comunicó a dicho Prelado que para lograr aquella unión de intentos en el magisterio pastoral tan recomendada por el Santo Padre y a fin de evitar confusiones muy perjudiciales entre el clero y los fieles al publicar pastorales que afectan directamente a la situación religiosa y social de toda la nación, como en el caso de su Pastoral sobre el sistema sindical vigente en España, consultase previamente con el Cardenal Primado. Ahora bien, ¿cuál ha sido mi criterio y mi actuación, y aun de toda la Iglesia española, respecto a los Sindicatos en España? Yo, por mi parte, ante el Gobierno, ante los Prelados y ante las Hermandades Obreras de Acción Católica, he sostenido siempre que no era contra la doctrina social de la Iglesia el que los Sindicatos españoles sean mixtos de patronos y obreros ni el que sean obligatorios, por tener también ambas cualidades los antiguos gremios, pero con tal que la representación tanto de los patronos como de los obreros sea auténtica. Este mismo criterio, los tres Prelados que formamos la Comisión Permanente de la Conferencia de Metropolitanos, Excmos. Sres. Arzobispos de Valladolid, de Zaragoza y el que suscribe, expusimos a Su Excelencia el Jefe del Estado en larga audiencia que nos concedió en San Sebastián el año 1956, en la cual a la vez que expusimos que ni el carácter de mixto ni el de obligatorio no hacían los Sindicatos españoles contrarios a la doctrina social de la Iglesia, respetuosamente expusimos igualmente a Su Excelencia el Jefe del Estado que, según muchos informes que no procedían solamente de las Hermandades Obreras de Acción Católica, sino de los obreros en general de nuestras diócesis, no tenían representación suficientemente auténtica los obreros en los Sindicatos españoles. No creo que pueda extrañar a Vuestra Excelencia que nosotros tuviéramos estas informaciones, porque son palabras suyas en el discurso pronunciado en Villagarcía de Arosa en 1957: «Recordad cómo al principio, antes de las primeras elecciones sindicales celebradas en 1944, nuestros edificios sindicales eran frías arboladuras llenas de funcionarios, que habían de suplir, con buena voluntad, la ausencia de los representantes obreros y empresarios. Aquello era un caserón vacío de contenido». Y después de aquel discurso ha continuado Vuestra Excelencia propugnando hasta las recientes elecciones que se debía ir a una mayor autenticidad representativa, lo cual implica que hasta que se han realizado las recientes elecciones, la autenticidad representativa no ha sido suficiente. La Jerarquía Eclesiástica no ha tenido ninguna enemiga a los Sindicatos, sino que al contrario les ha dado apoyo nombrándoles asesores eclesiásticos diocesanos, lo cual no fue por iniciativa de la Iglesia, sino por petición con mucho interés del Estado, y yo por mi parte, como Presidente de la Conferencia de Metropolitanos, nombré Asesor Nacional al Excmo. Sr. Obispo de León, quien ha desempeñado su cargo con el celo y capacidad que le distinguen y a plena satisfacción del Gobierno. La Iglesia española ha apoyado hasta el presente a los Sindicatos españoles. Ahora bien, por su carácter de obligatorios, en los cuales están encuadrados todos los patronos y todos los obreros, a pesar de tener asesores eclesiásticos, no pueden ser considerados como asociaciones apostólicas de apostolado seglar. Son evidentemente asociaciones o corporaciones oficiales, en las cuales hay hombres de todas las ideologías, aun evidentemente miembros socialistas y comunistas.

    Así como el Estado ha organizado sindicatos oficiales, la Iglesia ha tenido que organizar asociaciones apostólicas, Hermandades Obreras, como también Patronales, de Acción Católica. Su Santidad Pío XI dijo que el gran escándalo de la sociedad contemporánea era la apostasía de las masas obreras; y esto era verdad aun en nuestra España, al menos en las masas obreras industriales; yo, como natural de Barcelona, puedo testificarlo; y en 1910, el año siguiente de la llamada Semana Trágica, me decía en larga entrevista el insigne Cardenal Mercier en Malinas que a él no le había sorprendido tanto como a nosotros el estallido de dicha Semana Trágica, porque él antes de ser elevado al Episcopado había visitado las principales ciudades de España y había notado en ellas la falta de obreros en las iglesias que ex profeso había visitado. En la sociología religiosa hay que ser realista, conociendo lo muchísimo bueno del catolicismo español y sus deficiencias. En España no llegan al uno por mil ni los españoles protestantes ni los no bautizados (mientras que en Francia suman algunos millones los no bautizados), pero son muchísimos desgraciadamente los obreros industriales no practicantes y aun positivamente alejados de la Iglesia.

    Los mejores apóstoles entre los obreros son los obreros mismos, como han reconocido los Sumos Pontífices y, por ello, han promovido las Hermandades Católicas de Obreros. En España forman parte las Hermandades Católicas de Obreros de la Acción Católica, cuyas asociaciones están reconocidas por el Estado español en el artículo XXXIV del Concordato vigente: «Las asociaciones de Acción Católica Española podrán desenvolver libremente su apostolado bajo la inmediata dependencia de la Jerarquía Eclesiástica, manteniéndose, por lo que se refiere a actividades de otro género, en el ámbito de la legislación del Estado». Sería una interpretación muy errónea de este artículo del Concordato entender que el apostolado de la Acción Católica en general se ha de limitar a la oración y al cultivo de la piedad que se verifican en el templo. Ésta es la misión de las Cofradías que se erigen en las iglesias; pero la misión de la Acción Católica en todas sus ramas y especializaciones, que no se erigen en ninguna iglesia, es mucho más amplia, se ejerce principalmente fuera del templo. En cuanto al apostolado de las Hermandades Obreras de Acción Católica necesariamente ha de incluir la propaganda de la doctrina social de la Iglesia y se han de ocupar de los problemas sociales. Así lo hacen las asociaciones obreras de Acción Católica en todo el mundo. Por ello, por mi parte, he proclamado tantas veces que las Hermandades Obreras de Acción Católica no son ni aspiran a ser un Sindicato, pero tampoco son una Cofradía. Si fuesen una simple Cofradía, no se hablaría de ellas en los Concordatos modernos, no sólo el de España. Mientras no se entienda bien esto, no se entiende lo que es la Acción Católica.

    Dado el artículo mencionado del Concordato español, ¿se puede desconocer la personalidad de las Hermandades Obreras de Acción Católica en España? Esto plantearía un verdadero conflicto entre la Iglesia y el Estado.

    Se dirá, tal vez, que el artículo XXXIV del Concordato dice en su último inciso «manteniéndose, por lo que se refiere a actividades de otro género (esto es, fuera del apostolado), en el ámbito de la legislación del Estado». Pero esto, evidentemente, no es desconocer su personalidad sino, reconocida ésta, establecer que en actividades que no sean apostólicas, se deben mantener en el ámbito de la legislación general del Estado. ¿Y cómo se puede afirmar que las Hermandades Obreras de Acción Católica no se han mantenido en el escrito presentado al Delegado Nacional de Sindicatos en el ámbito de la legislación general del Estado? ¿No se han limitado a una mera petición a la autoridad competente, que es el Delegado Nacional de Sindicatos? Su petición yo entiendo que está aun dentro del artículo primero de la ley de Sindicatos, porque las Hermandades no se han dirigido al Estado fuera de la Organización Sindical, que es la única que el Estado reconoce para hacer llegar hasta él las aspiraciones y necesidades que en el orden económico sienten los elementos productores. Las Hermandades Obreras de Acción Católica no se han dirigido en su petición sino al Delegado Nacional de Sindicatos. ¿Es que dentro de la Organización Sindical no se reconoce el derecho de petición? Entonces los Sindicatos serían de un régimen totalitario como los hitlerianos y los soviéticos. No está tampoco de más recordar que en la fecha en la que se publicó la ley de Organización Sindical, y aún más tarde en la primera legislatura de las Cortes Españolas, se dijo en ellas oficialmente que el régimen totalitario era el de España y el único conveniente en las circunstancias de entonces. Hoy nadie se atreve en España, ni en general fuera del mundo soviético, llamarse totalitario; pero ciertamente no es sólo el nombre lo que hay que rechazar, sino lo que por él se significa. Vuestra Excelencia, en su discurso de Villagarcía de Arosa, claramente dijo: «Nadie puede pensar a estas alturas de nuestro tiempo regir pueblos silenciosos, ya no hay pueblos silenciosos en las organizaciones políticas modernas, y las que están así lo hacen bajo la presión y la coacción de oligarquías terroristas al estilo soviético».

    Las Hermandades Obreras de Acción Católica son en España una minoría entre los productores, pero también Vuestra Excelencia en el mismo citado discurso proclamó que tenía un gran respeto por las minorías. Si se quiere ser realista se ha de reconocer que hoy al menos las Hermandades Obreras son una minoría; sería un error sofístico el pretender que, por ser la inmensa mayoría de los obreros españoles bautizados, están socialmente con la Iglesia, cuya doctrina social los más desconocen. Las Hermandades Obreras de Acción Católica son una minoría, pero yo, que las conozco y que las trato, afirmo que no son una minoría pasiva, sino una minoría activa con profundo espíritu cristiano. Cuando celebraron su Asamblea en Toledo, muchísimos comulgaban diariamente, lo cual comprueba que son asociaciones verdaderamente de apostolado seglar. Yo he de decir más, Sr. Ministro: que hoy las cuatro Hermandades Obreras, la HOAC y la HOAC femenina, la JOC y la JOC femenina, en su conjunto pesan ya en España y fuera de España. En España, además de los inscritos en las mismas, tienen muchos simpatizantes entre la clase obrera; las ramas juveniles este año celebraron una asamblea con seis mil participantes. Fuera de España, sus Presidentes forman parte de los Comités Directivos de las Asociaciones Obreras Internacionales Católicas, como la FILMOC de adultos y la JOC Internacional de jóvenes; ésta ha enviado a la América latina a un ex-presidente de la JOC española en largo viaje de propaganda; tanto el primer presidente de la HOAC como el actual Presidente, han sido invitados por los Estados Unidos a visitar las organizaciones obreras de aquella nación costeándoles su estancia en la misma. ¡Y qué contraste tan doloroso! En España, que es uno de los pocos Estados confesionales que hay en el mundo, que tiene un Concordato modelo, que lo es en tantos campos bajo el punto de vista católico, se regatea, si no se desconoce, la personalidad de las Hermandades Obreras Católicas; se las presenta como sospechas en sendas Circulares no sólo del Ministerio del Movimiento, sino del de la Gobernación; se molesta a los dirigentes con investigaciones policíacas, se les multa por lo que hayan dicho o no dicho en actos que ha presidido el Obispo de la diócesis, como en Bilbao, y a pesar de respaldar todo lo dicho el Prelado; se han impedido actos como recientemente en un pueblo de la provincia de Almería, a pesar de celebrarse en un edificio propiedad de una congregación religiosa y sin que se les haya imputado ningún delito ni ningún desacato.

    Se dirá, tal vez, que a estos recelos, a tales sospechas han dado lugar alguna vez expresiones algún tanto radicales de alguna publicación de las Hermandades Obreras Católicas. Tiene por lo menos tanto interés la Iglesia como el Estado en que no defiendan soluciones demagógicas las publicaciones de la Hermandades Obreras de Acción Católica, y si alguna vez ha habido expresiones excesivamente radicales se les ha amonestado y procurado poner remedio. En un Estado católico y concordatario la inteligencia entre la Iglesia y el Estado es cosa fácil. Sin embargo, respecto de lo que sea o no demagógico, hay que seguir la doctrina social de la Iglesia. Directa y públicamente he prevenido a la HOAC en su última Asamblea que deben evitar como demagógico las infiltraciones de doctrinas socialistas, de odio de clases, de procedimientos violentos; pero no puede, en cambio, considerarse como demagógico la legítima defensa de los intereses obreros, la información sobre sus reales necesidades, la aspiración a que se cuente con ellos en la resolución de los problemas del trabajo. En algunas ocasiones se ha tildado de demagógicas en las Hermandades Obreras de Acción Católica afirmaciones hechas por autoridades del Estado o por dirigentes de la misma Organización Sindical. Este mismo año se ha dado un caso curioso en Toledo. Una sencilla hoja que publica la Hermandad Obrera local de Toledo presentó a la censura civil un artículo que estaba tomado del órgano de los Sindicatos, sin indicar su procedencia. Se lo tachó la censura civil, pero al demostrar que estaba tomado del órgano de los Sindicatos, entonces lo autorizó.

    Termino, Sr. Ministro, esta contestación, que me ha resultado algo larga, pero que no tiende más que a buscar una inteligencia que yo conceptúo del todo necesaria, para bien de la Iglesia y del Estado. Las actuales relaciones del Estado con las Hermandades Obreras de Acción Católica son sumamente peligrosas. Ejemplos muy recientes de conflictos entre la Iglesia y el Estado en algunas naciones, con graves repercusiones luego, aun en el orden civil, han comenzado por conflictos entre el Gobierno y las asociaciones de Acción Católica. No han de tener las Hermandades Obreras de Acción Católica ninguna función sindical; por la Jerarquía se les ha dicho claramente que los asuntos de orden sindical los han de tratar los miembros de las Hermandades dentro de los Sindicatos; pero las Hermandades pueden preparar a sus miembros para que dentro de los Sindicatos obren según la doctrina social de la Iglesia. Ello reportaría, reportará, un gran bien para la Organización Sindical. Sería tirar piedras a su tejado el que ésta tuviera ojeriza a las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    No hay que perder de vista que, al ser obligatoria para todos los obreros españoles la sindicalización oficial, ha de haber en ella forzosamente productores de todas las ideologías. Es una realidad que en algunas poblaciones hay productores que cotizan obligatoriamente en los sindicatos oficiales, [y] voluntariamente en células de organizaciones clandestinas, socialistas o comunistas. Las Hermandades Obreras de Acción Católica están compuestas sólo de socios voluntarios, que profesan la Acción católica, vigilándose que no haya infiltraciones comunistas. ¿No puede prestar un gran bien al Estado y a la Organización Sindical la actuación dentro de ella de obreros católicos practicantes y formados en la doctrina social de la Iglesia?

    Finalmente Sr. Ministro, yo creo que Vuestra Excelencia es realista y verá muy claro que no se puede proceder en España en 1960 como en 1940. En 1940 se acababa de salir de una guerra, en la cual habían ayudado a los nacionales en la Cruzada Estados de régimen totalitario, y oficialmente aún en 1943 en las Cortes españolas, cuando en la última guerra mundial muchos creían en España que estos mismos Estados de régimen totalitario serían los vencedores, se defendía que el mejor régimen era el totalitario. Hoy, ni en España ni fuera de ella en Occidente, nadie se atreve a decir esto. En 1945 se publicó en España el Fuero de los Españoles, que no tiene nada de totalitario; en la Comisión que lo redactó para su presentación en las Cortes tuvo que participar muy activamente el que suscribe, principalmente por el artículo sexto de cuestiones fundamentalmente religiosas. El artículo 16 trata del derecho de asociación y dice textualmente: «Los españoles podrán reunirse y asociarse libremente para fines lícitos y de acuerdo con lo establecido por las leyes. El Estado podrá crear y mantener las organizaciones que estime necesarias para el cumplimiento de sus fines. Las normas fundamentales, que revestirán forma de Ley, coordinarán el ejercicio de este derecho con el reconocido en el párrafo anterior». Posteriormente, por la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, ratificada por plebiscito nacional, fue declarada una de las leyes fundamentales el Fuero de los Españoles. En 1953 se firmó entre la Santa Sede y el Gobierno Español el Concordato, que se basa también en un espíritu de cooperación y reconoce la libertad de las Asociaciones de la Acción Católica Española. Entre ellas figuran las Hermandades Obreras de Acción Católica Española.

    Dios haga, y mucho puede contribuir a ello Vuestra Excelencia, que este espíritu de colaboración, que se da en tantos otros órdenes, se dé también entre la Organización Sindical, que Vuestra Excelencia preside, y las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    Se reitera de Vuestra Excelencia afectísimo amigo y seguro en Cristo servidor.

    + Enrique Pla y Deniel
    Arz. de Toledo

  3. #3
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Fuente: El Pensamiento Navarro, 14 de Octubre de 1969, página 6.


    Mons. Cantero (Arzobispo y Procurador), ante la Ley Sindical:


    «El Anteproyecto no me satisface en aspectos tan sustanciales como representatividad y autonomía»

    «Si no presentare enmiendas, creo que faltaría a mi deber»

    «SIN UNA VIGENCIA EFECTIVA DE LOS CUATRO PRINCIPIOS FUNDAMENTALES, NO HAY SINDICALISMO INSPIRADO EN LA IGLESIA»


    Sabíamos que a Mons. Cantero Cuadrado, Arzobispo de Zaragoza, le venía preocupando vivamente la marcha del desarrollo del anteproyecto de la futura ley sindical. Antes de nuestra guerra civil fue Mons. Cantero profesor de Doctrina Social de la Iglesia en el Instituto Social Obrero (I.S.O.) de Madrid, y después de la guerra desempeñó la misma cátedra en el Instituto Superior de Cultura Religiosa, y ha sido durante 12 años Asesor Nacional de Cuestiones Morales y Religiosas de Auxilio Social. A fines del 68 publicó una enjundiosa Instrucción Pastoral precisamente sobre la Declaración del Episcopado español que lleva por título “Principios cristianos relativos al Sindicalismo” [1]. La opinión, por lo tanto, de Mons. Cantero en materia sindical creemos que es de interés por sus conocimientos en este problema y, además, por su condición de Procurador en Cortes. En estas circunstancias, la Agencia Prensa Asociada se ha dirigido a Mons. Cantero para rogarle unas Declaraciones, y nos ha atendido respondiendo a las siguientes preguntas:



    ¿Qué impresión le ha causado la lectura del proyecto?

    – Ante todo deseo manifestar a Vd. que mi respuesta a sus preguntas no tiene ante la opinión pública otro alcance y autoridad que la de mi exclusiva responsabilidad personal de ciudadano español y Procurador en Cortes, a quien Vd. pide su opinión personal.

    En este plano, la impresión general que me ha causado la lectura del proyecto de ley sindical, enviado por el Gobierno de la Nación a las Cortes Españolas, la podría ahora sintetizar en estos términos: a) reconozco que este proyecto representa un paso hacia adelante en relación con nuestras leyes sindicales de 1940; b) su articulado no me satisface en aspectos tan substanciales como los referentes a la representatividad y autonomía sindicales; c) abrigo la esperanza de que las Cortes Españolas perfeccionarán el proyecto de tal forma que, dentro del marco de nuestras Leyes Fundamentales, se ajuste más al contenido y al espíritu de las orientaciones del magisterio de la Iglesia y de la Organización Internacional del Trabajo, en materia sindical, a fin de conseguir el encuadre adecuado del sindicalismo español en el orden político institucional y socioeconómico de la España de hoy y de mañana.


    “PRESENTARÉ ENMIENDAS”

    Vd. es Procurador en Cortes, ¿piensa Vd. presentar enmiendas en este sentido?

    – Así lo espero, pues de no hacerlo creo que faltaría a mi deber. Es mucho lo que España se juega en la nueva ley sindical, no sólo porque afecta, y tan profundamente, al sector más numeroso y más dinámico de la sociedad española, sino también a los mismos condicionamientos para conseguir una más equilibrada y fraterna convivencia nacional, una incorporación más consciente y esperanzada del mundo laboral a los destinos y al quehacer colectivo de la patria, y un cauce e instrumento para la realización responsable y eficiente de la justicia social. Estamos en un trance histórico ante el cual todos debemos esforzarnos por evitar que se pierdan las esperanzas y colaboraciones de tantos y tantos españoles afectados por esta nueva ley sindical.


    PRINCIPIOS BÁSICOS

    Vd. acaba de decirnos que no le satisface el articulado de este proyecto de ley en aspectos tan sustanciales, entre otros, como el de la representatividad y autonomía sindicales; ¿cree Vd. que este articulado está en pugna con las enseñanzas de la Iglesia en materia sindical y, más en concreto, con la Declaración del Episcopado Español a la que Vd. ha aludido?

    – La Iglesia, como tal, no tiene ni propone en sus enseñanzas ninguna estructura, maqueta o articulado de un sistema de organización sindical. La Iglesia –como ya he dicho en otra ocasión– no está llamada a crear su propio mundo temporal, sino a prestar el servicio de su doctrina y de su acción pastoral para la animación espiritual, para dar “un suplemento de alma” a la organización del mundo temporal, que Dios Creador y Redentor dejó a la libertad de los hombres y a la soberanía de los pueblos, en conformidad con las posibilidades y exigencias del bien común en cada país y en cada momento histórico.

    Por otra parte, la doctrina social de la Iglesia es una doctrina viva y, como toda vida, la doctrina social católica es dinámica, se adapta a las múltiples y progresivas transformaciones, se desarrolla y se formula. La doctrina social de la Iglesia no ve en el sindicato ni en la organización sindical una institución inmueble y estática, sino una institución dinámica y cambiante. Esta concepción se transparenta y se confirma por la misma historicidad del movimiento sindical en los planos nacional e internacional, que ha seguido, y sigue, y seguirá la línea de la evolución de la realidad política y socio-económica y, más concretamente, del proceso de la industrialización y del sistema de producción en las modernas sociedades cada día más industrializadas.

    En consecuencia, para mantener lúcidos nuestros criterios, conviene distinguir lo que es inmutable y lo que es contingente en el magisterio eclesiástico en materia sindical. No es honesto manipular el contenido del magisterio de la Iglesia, entresacando lo que a cada persona, a cada sector y a cada escuela y tendencia social más guste o más convenga.

    En mi humilde opinión, el alma, el principio vital y orientador de lo inmutable en el pensamiento de la Iglesia en materia sindical se centra en estos cuatro grandes principios: el de autonomía interna, el de representatividad, el de participación y el de subsidiariedad. Sin una vigencia efectiva –no sólo legal– de las exigencias esenciales de estos principios en la estructuración, competencias y funcionamiento de las entidades sindicales y del conjunto de la organización sindical, no hay –a mi juicio– un auténtico sindicalismo que merezca este nombre, y menos todavía, un sindicalismo inspirado en la doctrina social de la Iglesia.

    Digo esto –claro está– colocándome en el plano de los principios. En la aplicación de tales principios a la realidad concreta de su configuración jurídica positiva en una ley civil, conviene recordar esta afirmación de Su Santidad Pío XII, en la Carta que, siendo Secretario de Estado, dirigió a la Semana Social de Francia, celebrada en Angers en 1935: “No se puede regular apriorísticamente la realización práctica (de las instituciones corporativas) según una forma única y rígida. Esta realización debe adaptarse al temperamento nacional, a las tradiciones, a las necesidades peculiares de cada país”.

    Desde hace algún tiempo, dentro de lo que me permiten mis ocupaciones pastorales, he procurado auscultar y reflexionar sobre lo que, con sentido positivo y responsable, se ha escrito dentro y fuera de España acerca del sindicalismo moderno y de la futura ley sindical española. Tengo la misma impresión que ha comprobado y manifestado el Grupo de Estudio de la O.I.T., en su reciente viaje a España, en el sentido de que existe en nuestro país un amplio “consenso” de diversos sectores de opinión acerca de las directrices y principios básicos que habrían de desarrollarse en la configuración positiva de la nueva ley sindical. Este “consenso” de la conciencia pública española más sensible a este problema concreto, creo que debiera ser atendido y recogido en el espíritu y articulado de la ley sindical, ya que –como ha dicho tan autorizadamente nuestro Jefe del Estado el día 1 de abril de este mismo año– “La pervivencia de cualquier régimen depende de su incorporación a la conciencia pública”. Por consiguiente, en la aplicación y realización práctica de los principios cristianos relativos al sindicalismo, los Procuradores en Cortes hemos de tener en cuenta aquel “consenso”.


    EL ESTADO Y EL SINDICALISMO

    ¿Qué piensa Vd. acerca del derecho y del deber del Estado en relación con el ordenamiento legal de la Organización Sindical?

    – Salta a la vista, y están internacionalmente reconocidos, el derecho y el deber inalienables del Estado en la regulación del sistema sindical en los respectivos países. Un fenómeno de tanta importancia e influencia como el fenómeno sindical, no puede ser desatendido por el Estado, adoptando la postura liberal manchesteriana de un “laissez faire, laissez passer” sindical. El Estado tiene el derecho y el deber de trazar cauces jurídicos a la organización sindical; pero en el cumplimiento del ejercicio de este derecho y de este deber, el Estado ha de respetar las condiciones y exigencias básicas de toda auténtica vida sindical, reclamadas por los principios de autonomía, representatividad, participación y subsidiariedad, dentro del marco de las Leyes Fundamentales del propio Estado.


    (Prensa Asociada)



    [1] Obispo Cantero y Ley Sindical (1968).pdf

  4. #4
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Fuente: El sistema sindical vigente en España, ¿está o no concorde con la doctrina social de la Iglesia?, por el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Antonio de Pildain y Zapiain, Obispo de Canarias, 1954, Imprenta del Obispado.


    CARTA PASTORAL

    EL SISTEMA SINDICAL VIGENTE EN ESPAÑA ¿ESTÁ, O NO, CONCORDE CON LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA?

    Bueno, muy bien, pero esta es la postura particular de un obispo (Canarias) frente a los más de 60 obispos que había en España entonces. De los otros sesenta y tantos no se sabe la opinión.
    Pero siempre es lo mismo: la opinión de un digamos "antifranquista" vale más que las de 60 franquistas que no decían ni pío sobre el tema.
    ReynoDeGranada, DOBLE AGUILA y Pious dieron el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  5. #5
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Fuente: Papeles Reservados (Volumen II), Emilio Romero, Plaza y Janés, 1986, páginas 181 a 188.


    Carta del Cardenal Pla y Deniel a D. José Solís, Delegación Nacional de Sindicatos
    .



    El Cardenal Arzobispo de Toledo. Primado de España


    Toledo, 15 de noviembre de 1960

    Excmo. Sr. D. José Solís Ruiz
    Ministro Secretario General del Movimiento y Delegado Nacional de Sindicatos
    Madrid


    Excelentísimo Sr. Ministro:

    Recibí sus cartas del 10 y del 15 del mes último de octubre, a las cuales adjuntaba un Informe sobre el escrito dirigido a Vuestra Excelencia como Delegado Nacional de Sindicatos por la Hermandad Obrera de Acción Católica, Hermandad Obrera de Acción Católica Femenina, Juventud Obrera de Acción Católica y Juventud Obrera Católica Femenina, con sus anexos correspondientes.

    Tal vez Vuestra Excelencia se haya extrañado un tanto de que no haya sido muy rápida mi contestación. Confieso que ha sido por la no leve sorpresa que me causó la forma con que Vuestra Excelencia reaccionó ante el escrito de las Hermandades Obreras de Acción Católica, como revela su Informe. Informe, por otra parte, enviado a todos los Obispos de España y, si no estoy mal informado, a todos los Gobernadores Civiles, a todos los Delegados Provinciales de Sindicatos y a otras personalidades.

    Yo, que he tenido el honor de dialogar varias veces con Vuestra Excelencia, como recuerda en su carta del 10 de octubre, conviniendo mutuamente en la necesidad de la representación auténtica de los patronos y de los obreros en los organismos sociales, también en la necesidad de que el Movimiento Nacional no se empequeñezca dándole carácter de un grupo, sino reconociendo distintos matices, salvo siempre los principios fundamentales, y que conocía la colección de sus discursos y escritos rotulada «Nueva convivencia española», no puedo menos de expresarle con la sinceridad que es la única forma que sé emplear en mi lenguaje, mi sorpresa ante su Informe y la negativa de dar contestación alguna a las Hermandades Obreras de Acción Católica, por no reconocerles ninguna personalidad. Yo creía que conveníamos en las directrices generales del desarrollo del Movimiento que realizó la Cruzada Nacional, que si no con las armas, con la pluma y con plenísimo riesgo defendí desde sus albores y he seguido defendiendo en España y fuera de ella; y debo confesarle que yo no acierto a conciliar en el caso presente mi criterio sobre las directrices generales que debe seguir el Movimiento (siempre he dejado al Gobierno la autoridad y la responsabilidad de las leyes particulares y las concreciones técnicas) y la posición que la Organización Sindical en su Informe ha tomado frente a las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    Por ello, sucintamente, con toda lealtad y claridad, voy a exponer a Vuestra Excelencia tal como yo veo el problema que se ha suscitado, desde mi posición de Arzobispo de Toledo y, como tal, Presidente de la Dirección Central de Acción Católica.

    Yo no voy a entrar ni siquiera de lejos a enjuiciar los detalles de la reglamentación sobre las actuales elecciones sindicales, sobres sus plazos, etc. Yo entiendo que la Jerarquía Eclesiástica no tiene por qué intervenir en estos detalles técnicos y reglamentarios que interesan, sin embargo, no poco a todos los miembros de los Sindicatos, que, siendo éstos en España únicos y obligatorios, interesan a todos los empresarios y a todos los obreros y, por lo tanto, a las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    Así como yo considero ajenos a mis cargos eclesiásticos la reglamentación en detalle de unas elecciones sindicales, así por el contrario considero una cuestión de suma importancia y trascendencia el aclarar si tienen o no personalidad las Hermandades Obreras de Acción Católica y si en España se la reconoce o no el Estado. Creo que es absolutamente necesario evitar todo confusionismo y precisar bien la posición de la Iglesia ante los Sindicatos españoles y la posición del Estado en España respecto de las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    Vuestra Excelencia no ignora que han tenido y tienen los Sindicatos españoles adversarios fuera de España por considerarlos no conformes con la doctrina social de la Iglesia. En España, en el año 1954, publicó un Prelado una Carta Pastoral propugnando que los Sindicatos españoles no están conformes con la doctrina social de la Iglesia. El Gobierno se quejó ante la Santa Sede y el Excmo. Sr. Nuncio Apostólico comunicó a dicho Prelado que para lograr aquella unión de intentos en el magisterio pastoral tan recomendada por el Santo Padre y a fin de evitar confusiones muy perjudiciales entre el clero y los fieles al publicar pastorales que afectan directamente a la situación religiosa y social de toda la nación, como en el caso de su Pastoral sobre el sistema sindical vigente en España, consultase previamente con el Cardenal Primado. Ahora bien, ¿cuál ha sido mi criterio y mi actuación, y aun de toda la Iglesia española, respecto a los Sindicatos en España? Yo, por mi parte, ante el Gobierno, ante los Prelados y ante las Hermandades Obreras de Acción Católica, he sostenido siempre que no era contra la doctrina social de la Iglesia el que los Sindicatos españoles sean mixtos de patronos y obreros ni el que sean obligatorios, por tener también ambas cualidades los antiguos gremios, pero con tal que la representación tanto de los patronos como de los obreros sea auténtica. Este mismo criterio, los tres Prelados que formamos la Comisión Permanente de la Conferencia de Metropolitanos, Excmos. Sres. Arzobispos de Valladolid, de Zaragoza y el que suscribe, expusimos a Su Excelencia el Jefe del Estado en larga audiencia que nos concedió en San Sebastián el año 1956, en la cual a la vez que expusimos que ni el carácter de mixto ni el de obligatorio no hacían los Sindicatos españoles contrarios a la doctrina social de la Iglesia, respetuosamente expusimos igualmente a Su Excelencia el Jefe del Estado que, según muchos informes que no procedían solamente de las Hermandades Obreras de Acción Católica, sino de los obreros en general de nuestras diócesis, no tenían representación suficientemente auténtica los obreros en los Sindicatos españoles. No creo que pueda extrañar a Vuestra Excelencia que nosotros tuviéramos estas informaciones, porque son palabras suyas en el discurso pronunciado en Villagarcía de Arosa en 1957: «Recordad cómo al principio, antes de las primeras elecciones sindicales celebradas en 1944, nuestros edificios sindicales eran frías arboladuras llenas de funcionarios, que habían de suplir, con buena voluntad, la ausencia de los representantes obreros y empresarios. Aquello era un caserón vacío de contenido». Y después de aquel discurso ha continuado Vuestra Excelencia propugnando hasta las recientes elecciones que se debía ir a una mayor autenticidad representativa, lo cual implica que hasta que se han realizado las recientes elecciones, la autenticidad representativa no ha sido suficiente. La Jerarquía Eclesiástica no ha tenido ninguna enemiga a los Sindicatos, sino que al contrario les ha dado apoyo nombrándoles asesores eclesiásticos diocesanos, lo cual no fue por iniciativa de la Iglesia, sino por petición con mucho interés del Estado, y yo por mi parte, como Presidente de la Conferencia de Metropolitanos, nombré Asesor Nacional al Excmo. Sr. Obispo de León, quien ha desempeñado su cargo con el celo y capacidad que le distinguen y a plena satisfacción del Gobierno. La Iglesia española ha apoyado hasta el presente a los Sindicatos españoles. Ahora bien, por su carácter de obligatorios, en los cuales están encuadrados todos los patronos y todos los obreros, a pesar de tener asesores eclesiásticos, no pueden ser considerados como asociaciones apostólicas de apostolado seglar. Son evidentemente asociaciones o corporaciones oficiales, en las cuales hay hombres de todas las ideologías, aun evidentemente miembros socialistas y comunistas.

    Así como el Estado ha organizado sindicatos oficiales, la Iglesia ha tenido que organizar asociaciones apostólicas, Hermandades Obreras, como también Patronales, de Acción Católica. Su Santidad Pío XI dijo que el gran escándalo de la sociedad contemporánea era la apostasía de las masas obreras; y esto era verdad aun en nuestra España, al menos en las masas obreras industriales; yo, como natural de Barcelona, puedo testificarlo; y en 1910, el año siguiente de la llamada Semana Trágica, me decía en larga entrevista el insigne Cardenal Mercier en Malinas que a él no le había sorprendido tanto como a nosotros el estallido de dicha Semana Trágica, porque él antes de ser elevado al Episcopado había visitado las principales ciudades de España y había notado en ellas la falta de obreros en las iglesias que ex profeso había visitado. En la sociología religiosa hay que ser realista, conociendo lo muchísimo bueno del catolicismo español y sus deficiencias. En España no llegan al uno por mil ni los españoles protestantes ni los no bautizados (mientras que en Francia suman algunos millones los no bautizados), pero son muchísimos desgraciadamente los obreros industriales no practicantes y aun positivamente alejados de la Iglesia.

    Los mejores apóstoles entre los obreros son los obreros mismos, como han reconocido los Sumos Pontífices y, por ello, han promovido las Hermandades Católicas de Obreros. En España forman parte las Hermandades Católicas de Obreros de la Acción Católica, cuyas asociaciones están reconocidas por el Estado español en el artículo XXXIV del Concordato vigente: «Las asociaciones de Acción Católica Española podrán desenvolver libremente su apostolado bajo la inmediata dependencia de la Jerarquía Eclesiástica, manteniéndose, por lo que se refiere a actividades de otro género, en el ámbito de la legislación del Estado». Sería una interpretación muy errónea de este artículo del Concordato entender que el apostolado de la Acción Católica en general se ha de limitar a la oración y al cultivo de la piedad que se verifican en el templo. Ésta es la misión de las Cofradías que se erigen en las iglesias; pero la misión de la Acción Católica en todas sus ramas y especializaciones, que no se erigen en ninguna iglesia, es mucho más amplia, se ejerce principalmente fuera del templo. En cuanto al apostolado de las Hermandades Obreras de Acción Católica necesariamente ha de incluir la propaganda de la doctrina social de la Iglesia y se han de ocupar de los problemas sociales. Así lo hacen las asociaciones obreras de Acción Católica en todo el mundo. Por ello, por mi parte, he proclamado tantas veces que las Hermandades Obreras de Acción Católica no son ni aspiran a ser un Sindicato, pero tampoco son una Cofradía. Si fuesen una simple Cofradía, no se hablaría de ellas en los Concordatos modernos, no sólo el de España. Mientras no se entienda bien esto, no se entiende lo que es la Acción Católica.

    Dado el artículo mencionado del Concordato español, ¿se puede desconocer la personalidad de las Hermandades Obreras de Acción Católica en España? Esto plantearía un verdadero conflicto entre la Iglesia y el Estado.

    Se dirá, tal vez, que el artículo XXXIV del Concordato dice en su último inciso «manteniéndose, por lo que se refiere a actividades de otro género (esto es, fuera del apostolado), en el ámbito de la legislación del Estado». Pero esto, evidentemente, no es desconocer su personalidad sino, reconocida ésta, establecer que en actividades que no sean apostólicas, se deben mantener en el ámbito de la legislación general del Estado. ¿Y cómo se puede afirmar que las Hermandades Obreras de Acción Católica no se han mantenido en el escrito presentado al Delegado Nacional de Sindicatos en el ámbito de la legislación general del Estado? ¿No se han limitado a una mera petición a la autoridad competente, que es el Delegado Nacional de Sindicatos? Su petición yo entiendo que está aun dentro del artículo primero de la ley de Sindicatos, porque las Hermandades no se han dirigido al Estado fuera de la Organización Sindical, que es la única que el Estado reconoce para hacer llegar hasta él las aspiraciones y necesidades que en el orden económico sienten los elementos productores. Las Hermandades Obreras de Acción Católica no se han dirigido en su petición sino al Delegado Nacional de Sindicatos. ¿Es que dentro de la Organización Sindical no se reconoce el derecho de petición? Entonces los Sindicatos serían de un régimen totalitario como los hitlerianos y los soviéticos. No está tampoco de más recordar que en la fecha en la que se publicó la ley de Organización Sindical, y aún más tarde en la primera legislatura de las Cortes Españolas, se dijo en ellas oficialmente que el régimen totalitario era el de España y el único conveniente en las circunstancias de entonces. Hoy nadie se atreve en España, ni en general fuera del mundo soviético, llamarse totalitario; pero ciertamente no es sólo el nombre lo que hay que rechazar, sino lo que por él se significa. Vuestra Excelencia, en su discurso de Villagarcía de Arosa, claramente dijo: «Nadie puede pensar a estas alturas de nuestro tiempo regir pueblos silenciosos, ya no hay pueblos silenciosos en las organizaciones políticas modernas, y las que están así lo hacen bajo la presión y la coacción de oligarquías terroristas al estilo soviético».

    Las Hermandades Obreras de Acción Católica son en España una minoría entre los productores, pero también Vuestra Excelencia en el mismo citado discurso proclamó que tenía un gran respeto por las minorías. Si se quiere ser realista se ha de reconocer que hoy al menos las Hermandades Obreras son una minoría; sería un error sofístico el pretender que, por ser la inmensa mayoría de los obreros españoles bautizados, están socialmente con la Iglesia, cuya doctrina social los más desconocen. Las Hermandades Obreras de Acción Católica son una minoría, pero yo, que las conozco y que las trato, afirmo que no son una minoría pasiva, sino una minoría activa con profundo espíritu cristiano. Cuando celebraron su Asamblea en Toledo, muchísimos comulgaban diariamente, lo cual comprueba que son asociaciones verdaderamente de apostolado seglar. Yo he de decir más, Sr. Ministro: que hoy las cuatro Hermandades Obreras, la HOAC y la HOAC femenina, la JOC y la JOC femenina, en su conjunto pesan ya en España y fuera de España. En España, además de los inscritos en las mismas, tienen muchos simpatizantes entre la clase obrera; las ramas juveniles este año celebraron una asamblea con seis mil participantes. Fuera de España, sus Presidentes forman parte de los Comités Directivos de las Asociaciones Obreras Internacionales Católicas, como la FILMOC de adultos y la JOC Internacional de jóvenes; ésta ha enviado a la América latina a un ex-presidente de la JOC española en largo viaje de propaganda; tanto el primer presidente de la HOAC como el actual Presidente, han sido invitados por los Estados Unidos a visitar las organizaciones obreras de aquella nación costeándoles su estancia en la misma. ¡Y qué contraste tan doloroso! En España, que es uno de los pocos Estados confesionales que hay en el mundo, que tiene un Concordato modelo, que lo es en tantos campos bajo el punto de vista católico, se regatea, si no se desconoce, la personalidad de las Hermandades Obreras Católicas; se las presenta como sospechas en sendas Circulares no sólo del Ministerio del Movimiento, sino del de la Gobernación; se molesta a los dirigentes con investigaciones policíacas, se les multa por lo que hayan dicho o no dicho en actos que ha presidido el Obispo de la diócesis, como en Bilbao, y a pesar de respaldar todo lo dicho el Prelado; se han impedido actos como recientemente en un pueblo de la provincia de Almería, a pesar de celebrarse en un edificio propiedad de una congregación religiosa y sin que se les haya imputado ningún delito ni ningún desacato.

    Se dirá, tal vez, que a estos recelos, a tales sospechas han dado lugar alguna vez expresiones algún tanto radicales de alguna publicación de las Hermandades Obreras Católicas. Tiene por lo menos tanto interés la Iglesia como el Estado en que no defiendan soluciones demagógicas las publicaciones de la Hermandades Obreras de Acción Católica, y si alguna vez ha habido expresiones excesivamente radicales se les ha amonestado y procurado poner remedio. En un Estado católico y concordatario la inteligencia entre la Iglesia y el Estado es cosa fácil. Sin embargo, respecto de lo que sea o no demagógico, hay que seguir la doctrina social de la Iglesia. Directa y públicamente he prevenido a la HOAC en su última Asamblea que deben evitar como demagógico las infiltraciones de doctrinas socialistas, de odio de clases, de procedimientos violentos; pero no puede, en cambio, considerarse como demagógico la legítima defensa de los intereses obreros, la información sobre sus reales necesidades, la aspiración a que se cuente con ellos en la resolución de los problemas del trabajo. En algunas ocasiones se ha tildado de demagógicas en las Hermandades Obreras de Acción Católica afirmaciones hechas por autoridades del Estado o por dirigentes de la misma Organización Sindical. Este mismo año se ha dado un caso curioso en Toledo. Una sencilla hoja que publica la Hermandad Obrera local de Toledo presentó a la censura civil un artículo que estaba tomado del órgano de los Sindicatos, sin indicar su procedencia. Se lo tachó la censura civil, pero al demostrar que estaba tomado del órgano de los Sindicatos, entonces lo autorizó.

    Termino, Sr. Ministro, esta contestación, que me ha resultado algo larga, pero que no tiende más que a buscar una inteligencia que yo conceptúo del todo necesaria, para bien de la Iglesia y del Estado. Las actuales relaciones del Estado con las Hermandades Obreras de Acción Católica son sumamente peligrosas. Ejemplos muy recientes de conflictos entre la Iglesia y el Estado en algunas naciones, con graves repercusiones luego, aun en el orden civil, han comenzado por conflictos entre el Gobierno y las asociaciones de Acción Católica. No han de tener las Hermandades Obreras de Acción Católica ninguna función sindical; por la Jerarquía se les ha dicho claramente que los asuntos de orden sindical los han de tratar los miembros de las Hermandades dentro de los Sindicatos; pero las Hermandades pueden preparar a sus miembros para que dentro de los Sindicatos obren según la doctrina social de la Iglesia. Ello reportaría, reportará, un gran bien para la Organización Sindical. Sería tirar piedras a su tejado el que ésta tuviera ojeriza a las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    No hay que perder de vista que, al ser obligatoria para todos los obreros españoles la sindicalización oficial, ha de haber en ella forzosamente productores de todas las ideologías. Es una realidad que en algunas poblaciones hay productores que cotizan obligatoriamente en los sindicatos oficiales, [y] voluntariamente en células de organizaciones clandestinas, socialistas o comunistas. Las Hermandades Obreras de Acción Católica están compuestas sólo de socios voluntarios, que profesan la Acción católica, vigilándose que no haya infiltraciones comunistas. ¿No puede prestar un gran bien al Estado y a la Organización Sindical la actuación dentro de ella de obreros católicos practicantes y formados en la doctrina social de la Iglesia?

    Finalmente Sr. Ministro, yo creo que Vuestra Excelencia es realista y verá muy claro que no se puede proceder en España en 1960 como en 1940. En 1940 se acababa de salir de una guerra, en la cual habían ayudado a los nacionales en la Cruzada Estados de régimen totalitario, y oficialmente aún en 1943 en las Cortes españolas, cuando en la última guerra mundial muchos creían en España que estos mismos Estados de régimen totalitario serían los vencedores, se defendía que el mejor régimen era el totalitario. Hoy, ni en España ni fuera de ella en Occidente, nadie se atreve a decir esto. En 1945 se publicó en España el Fuero de los Españoles, que no tiene nada de totalitario; en la Comisión que lo redactó para su presentación en las Cortes tuvo que participar muy activamente el que suscribe, principalmente por el artículo sexto de cuestiones fundamentalmente religiosas. El artículo 16 trata del derecho de asociación y dice textualmente: «Los españoles podrán reunirse y asociarse libremente para fines lícitos y de acuerdo con lo establecido por las leyes. El Estado podrá crear y mantener las organizaciones que estime necesarias para el cumplimiento de sus fines. Las normas fundamentales, que revestirán forma de Ley, coordinarán el ejercicio de este derecho con el reconocido en el párrafo anterior». Posteriormente, por la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, ratificada por plebiscito nacional, fue declarada una de las leyes fundamentales el Fuero de los Españoles. En 1953 se firmó entre la Santa Sede y el Gobierno Español el Concordato, que se basa también en un espíritu de cooperación y reconoce la libertad de las Asociaciones de la Acción Católica Española. Entre ellas figuran las Hermandades Obreras de Acción Católica Española.

    Dios haga, y mucho puede contribuir a ello Vuestra Excelencia, que este espíritu de colaboración, que se da en tantos otros órdenes, se dé también entre la Organización Sindical, que Vuestra Excelencia preside, y las Hermandades Obreras de Acción Católica.

    Se reitera de Vuestra Excelencia afectísimo amigo y seguro en Cristo servidor.

    + Enrique Pla y Deniel
    Arz. de Toledo
    Esta ya es más relevante pues se trata del cardenal primado frente al ministro de Trabajo.

    La matización que se escaquea en este caso es que el ministro Solís denunciaba nada menos que la inflitración comunista en Acción católica, en la HOAC, en la JOC, etc. y que si la subversión podía estar en sus inicios, poco después esa infiltración tras el Concilio alcanzó dimensiones pavorosas y de dominio público que prácticamente las hundieron, las enfrentaron a la Conferencia Episcopal y muchos de sus miembros pasaron a las marxistas CCOO y USO. De la "católica" J.O.C. salió nada menos que la USO; las Comisiones Obreras se fundaron en una iglesia de Barcelona etc.

    Así que toda la razón para el ministro Solís.

    Si esas eran las organizaciones "católicas" que Pla y Deniel oponía al Sindicato Único vertical íbamos apañados. Obviamente mons Pla y Deniel defiende lo que en teoría esas organizaciones debieran ser, pero da la casualidad que ya por entonces no eran precisamente eso sino meros banderines de enganche para la subversión marxista en España, en conexión con sus homólogas francesa, italiana etc. aquejadas del mismo mal.

    Lo curioso del caso es que el sr Martín Ant parecería coincidir en la justificación teórica de dicha subversión. Las razones del cardenal y la inmunidad del Concordato, bajo cuerda, le daban vida.
    Última edición por ALACRAN; 07/05/2018 a las 16:48
    DOBLE AGUILA, Beatrix y Pious dieron el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  6. #6
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Otros obispos estaban por el Sindicato vertical franquista como nada menos que Mons. Tarancón cuando era obispo de Solsona en 1955 y aun no había "cambiado de sotana"...

    (Octubre de 1955)

    “En un régimen de sindicación única –de unidad sindical, tal como la tenemos ahora en España- conviene también precisar las obligaciones que tiene el obrero con respecto al único sindicato.

    La licitud moral del régimen de unidad sindical no creo que pueda ponerse en duda en el terreno de los principios siempre, claro está, que el sindicato único acepte la doctrina cristiana y se rija por normas de su moral.

    De hecho, tenemos en España régimen de unidad sindical. Lo que interesa es estudiar ese régimen a la luz de la moral para que con él se pueda conseguir el fin que se pretende con las organizaciones profesionales y puede contribuir al bien común de la sociedad.

    El Estado tiene la obligación de demostrar prácticamente la buena voluntad que le ha guiado al establecer la unidad sindical, procurando dar al sindicato un margen de autonomía y de autoridad suficientes para que los intereses de los que están en él representados se vean defendidos eficazmente.

    El obrero, por su parte, tiene el deber de incorporarse activa y lealmente al sindicato. El obrero tiene el deber de aceptar las leyes del Estado que establecen la unidad sindical. Es el Estado el que lleva las riendas de la sociedad civil y el que debe juzgar las circunstancias para apreciar qué régimen de organización sindical es más apto en unos momentos determinados para conseguir el bien común.”

    la-iglesia-bendice-y-apoya-a-franco-y-su-rgimentextos-193645

    Última edición por ALACRAN; 07/05/2018 a las 16:52
    juan vergara, DOBLE AGUILA y Pious dieron el Víctor.
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  7. #7
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Por otra parte, como la materia en el hilo del sr Martin Ant parece ser el cuestionamiento de que el sistema sindical vigente en España ("Sindicato Único") no era acorde con la doctrina social de la Iglesia remitiéndolo a Franco como máximo responsable... nosotros para no ser "incoherentes" debemos hacer notar la posición de D. Blas Piñar, héroe incuestionado de este Foro, sobre ambos puntos, tomados de la declaración programática de Fuerza Nueva en 1976:

    FUERZA NUEVA se propone como asociación política mantener en la nación tres fidelidades:

    - Segunda: al recuerdo y a la obra de Francisco Franco, Caudillo de la Cruzada y artífice del Estado nuevo.

    5. ...estimamos como un logro definitivo de la comunidad política, aunque perfectible, el Sindicato único y vertical. En él se encuentran, se entienden y se armonizan los factores que se integran en el proceso económico: el trabajo, la técnica, el capital y los usuarios y consumidores. Esa armonía que el Sindicato vertical postula, y que se logra cuando el Sindicato vertical no se desfigura, impide que el capital se transforme en capitalismo, la técnica en tecnocracia, el trabajo en marxismo y el consumo en ente pasivo de un proceso económico del cual es en última instancia destinatario...

    Declaración programática del partido Fuerza Nueva en la 'Transición' (1976)
    ¡¡Ni la más mínima mención piñarista a obispos ni a la Doctrina Social de la Iglesia!!

    Quede claro, por tanto, que lo dicho contra Franco se repite, y aun agravado, contra D. Blas Piñar López. No seamos pues, "incoherentes".
    Última edición por ALACRAN; 09/05/2018 a las 18:52
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  8. #8
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Buenas noches

    He buscado algún hilo referido a la HOAC para no abrir uno nuevo.

    https://www.ciudadredonda.org/articu...rabajo-decente

    Qué razón tenía aquel ministro.

    El caso es que acabo de encontrarme casualmente con una noticia que aparecía en el margen de una página donde diariamente leo las lecturas del día. Desconozco si tiene alguna importancia saber quién está detrás. Yo imaginaba que sencillamente consistía en una iniciativa estupenda de un grupo de sacerdotes con conocimientos informáticos para poner fácilmente a nuestro alcance en un visto y no visto el calendario litúrgico con las lecturas diarias. Y no tiene por qué dejar de ser algo parecido.

    En fin, al leer las lectura de mañana me encuentro con una notita acerca de la HOAC, que reafirma "la centralidad de la persona humana". Humanismo, negociación colectiva, desigualdad social, trabajadores y trabajadoras, humanización, USO, UGT...esos son los temas.

    Y el obispo, por supuesto, anima a potenciar la dimensión social de la fe y a asumir los desafíos en materia de formación. No aprovechan para hablar de Cristo. Ahhh

    Desconozco si el obispo también alienta a los camaradas éstos cuando ellos -y ellas-, a su vez, acompañan a los grupos feministas, lgbt o lgtb o lo que sea, en sus algaradas pro aborto, pro eutanasia, y en su cabalgatas blasfemas y asquerosas.

    Bueno, en los ruegos de la misa vienen pidiendo por los políticos para que establezcan las condiciones de una sociedad más justa (o algo así, como en la canción de Serrat), por los niños y jóvenes que están en los campamentos de verano, por todos los cristianos de todas las denominaciones. Contra los fabricantes de armas. Ni pio sobre los legisladores y promotores del aborto y la eutanasia. Bla bla bla siempre.

    Yo soy la más pecadora y necesito más redención y más Gracia que nadie, que conste. Pero cada vez con más frecuencia anhelo ver regresar al León de Judá, como una centella desde el Oriente. Y a sus Ángeles derramando copas.
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  9. #9
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    El Bla, bla, bla, del Obispo de Canarias, en ultima instancia, fueron la punta de lanza de la "democracia cristiana", que fue una lamentable experiencia que desgraciadamente compro Pio XII.
    Los que saben ver más lejos, de entrada advirtieron con meridiana claridad en que terminaría "la cosa", y acertaron en todo.
    Ese "refrito" termina en la social democracia, la teología de la liberación, etc, etc.
    En nuestra Patria -esto fue utilizado y pergeñado- a ultranza, desde la Unión Democrática, (un extraño maridaje de radicales, conservadores, socialistas, demócratas progresistas, comunistas, liberales, fubistas, anarquistas, católicos, etc, creado bajo la tutela del Embajador Norteamericano Braden en 1945).
    Última edición por juan vergara; 24/07/2018 a las 06:48
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  10. #10
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Desde mi ignorancia miro la historia reciente de la Iglesia, de España, de Europa, de Occidente, de la perdida Cristiandad, y veo bombas programadas, escondidas. Y van haciendo explosión una tras otra. ¿Desde hace dos siglos, al menos? Desde luego, todo se precipita. Se acelera la caída. Cuando se gira un reloj de arena, al principio los granos van más despacito. O eso parece. Pero, a partir de un punto, se deslizan más velozmente.

    El Concilio Vaticano II, la Unión Europea (bueno, antes la CECA y etc), la Constitución del 78. Quizá algunos de quienes intervinieron al principio eran buenos. Les metieron los goles. Y entre todos, nos los metieron a nosotros.

    La Cristiandad se acabó. Pero estoy segura de que la mayoría de la gente no es consciente. Incluso cuando conculcan los Mandamientos deben de sentirse "protegidos", creyendo que viven en la misma civilización donde nacieron, se criaron. unos cuantos, dentro de 20 años (hablo desde mi edad de 55), ya ancianos y con menos fuerzas, comprenderán que todo se acabó hace mucho, quizá no tengan a mano un sacerdote para impartir los últimos Sacramentos. No tendremos.

    De todos modos, los de la HOAC estos, casi parecen hasta rancios. Dale que te pego con los obreros. Si aquí hay más camareros. Podían ponerse al día y hablar de trabajadores, de empleados. No, de obreros. Si están casi todos en China.

    Además, faltan arco iris
    ALACRAN, juan vergara y Trifón dieron el Víctor.

  11. #11
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Es cierta tu reflexión Beatrix y muy gráfico tu ejemplo del reloj de arena.
    Todo se ha precipitado de una manera que espanta, lamentablemente hemos retornado a Babel, y vivimos en el reino de la confusión.
    Nos decía el padre Castellani que la confusión era peor que la mentira.
    De todas formas, a pesar que la Civilización esta en ruinas y quizá por eso mismo, debemos procurar no rendirnos, y en la medida que podamos, Reconquistar todo lo que nos sea posible.
    ALACRAN dio el Víctor.

  12. #12
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Cita Iniciado por juan vergara Ver mensaje
    Es cierta tu reflexión Beatrix y muy gráfico tu ejemplo del reloj de arena.
    Todo se ha precipitado de una manera que espanta, lamentablemente hemos retornado a Babel, y vivimos en el reino de la confusión.
    Nos decía el padre Castellani que la confusión era peor que la mentira.
    De todas formas, a pesar que la Civilización esta en ruinas y quizá por eso mismo, debemos procurar no rendirnos, y en la medida que podamos, Reconquistar todo lo que nos sea posible.
    ¿Sabes? En algunas ocasiones yo también he recordado a Babel. Porque la globalización con la que pretenden (o lo han conseguido en gran parte) sustituir a las patrias, me recuerda mucho a aquel episodio del Génesis. Además de consistir en una soberbia estúpida que acabará topándose con la infinita sabiduría divina.

    Es muy bonito el aliento de reconquista. No sé dónde oí el otro día (en alguno de los programas que escucho mientras realizo las faenas caseras, no sé, tal vez en El Compromiso del Laico, o quizás en una homilía del Padre Santiago Martín, o en alguna conferencia de Antonio Caponnetto) que lo que tendrá en cuenta Dios cuando comparezcamos ante él no son serán nuestras victorias sino nuestras cicatrices.

    Desde luego, yo me considero una hormiga ante los que se exige de nosotros. Lo confieso. Pero sé que es la conducta debida. Y la única que debe tenerse en consideración.

    Por otra parte, Dios es el Señor de la Historia, y quizá tenga previsto el desastre en aras de un bien superior. Supongo que vamos mereciendo un escarmiento. Y ahora mucho más que en los lejanos tiempos del Antiguo Testamento. El Hijo se encarnó, padeció, murió y resucitó. La revelación llegó a su plenitud. Y más que nunca seguimos empecinados en las mayores perversiones.
    ALACRAN y Trifón dieron el Víctor.

  13. #13
    Avatar de juan vergara
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Beatrix, nada de "hormiga".
    Me viene a la memoria aquello del insigne Quevedo; si, somos polvo, pero polvo enamorado...
    Hay que tener en miras que El Verbo Encarnado nos elevo a la Gracia, por medio del misterio insondable de su Encarnación , Pasión Y Resurrección y que nos demostró su amor sin límites al llamarnos sus amigos.
    Y a pesar de nuestras miserias, debilidades y faltas, nuestro cuerpo es, "templo del Espíritu Santo".
    De allí proviene nuestra "dignidad humana".
    En lo tocante al "aliento a la Reconquista", entiendo que es de vital significación.
    En estos aquerónticos tiempos, en que no se ama ni se busca la verdad, en que impera la cantidad sobre la cualidad, el morbo igualitario sobre la jerarquía, la necedad sobre la hidalguía, la fealdad sobre la belleza, el desorden sobre el orden, la injusticia sobre la justicia, las tinieblas sobre la luminosidad, el ruido sobre la música, la usura sobre la poesía, resulta imperioso, urgente e impostergable el dar la batalla por la Reconquista de las Virtudes y Verdades perennes.
    Hay que recuperar al Héroe.
    Recurrir nuevamente a nuestros ancestros Fundadores; El pió Eneas y el epopéyico Rómulo, y obviamente a sus continuadores.
    Retornar a nuestras veras Fuentes de Cultura.
    Recordar, recrear, y revivir nuestras raíces Fundacionales.
    No ignoro que esta época es terrible, que todo parece perdido, pero hubo otras en que también reinaba el siniestro Minotauro, sin embargo siempre hay un Perseo y una Ariadna, que están dispuestos a venir en nuestro auxilio.
    No fue fácil para el piadoso Eneas la derrota y ocupación de su amada patria Troyana, ni para Leónidas y sus trescientos la caída en las Terminarlas, o para las legiones romanas el trágico desastre en la batalla de Cannas.
    Y esto para no citar más que unos pocos ejemplos.
    Tampoco fue sencillo para Isabel, antes que el sumo Pontífice le otorgara el título de La Católica, cuando todo parecía irremediablemente perdido para ella en España.
    También es viable que estemos en tiempos parusíacos, pero esto no impide que sigamos intentando Reconquistar todo lo que nos sea posible.
    Al menos si no logramos avanzar, tratemos de no seguir retrocediendo, y que el día de mañana, no se nos pueda acusar de no haberlo intentado.
    Que quede para nuestros hijos, o los que vienen detrás, el ejemplo de nuestro intento, que no sera poca cosa y que servirá de semilla para que fructifique.
    Entonces: NO PARAR HASTA RECONQUISTAR!
    Última edición por juan vergara; 26/07/2018 a las 01:15
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  14. #14
    Beatrix está desconectado Miembro graduado
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Maravilloso texto has escrito. Llega a ser, incluso, una emocionante arenga.

    Para recordar su contenido.

    Muchas gracias

  15. #15
    Avatar de juan vergara
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Pues de nada Beatrix.
    En horabuena que te hayan gustado y emocionado mis simples reflexiones.
    Que en realidad poco tienen que ver con el tema de este hilo.
    Cordiales saludos.

  16. #16
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    Re: El Sindicato Único del Partido Único, y la Doctrina Social de la Iglesia

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Más de una vez, la Jerarquía eclesiástica había reconocido la legitimidad de la unidad sindical

    Revista FUERZA NUEVA, nº 64, 30-Mar-1968

    REPRESENTATIVIDAD LABORAL

    Wifredo Espina, en “El Correo Catalán” del 7 de enero de este año, intenta poner de nuevo en duda la representatividad y eficacia de los sindicatos españoles. Es curioso que este problema de la representatividad, en ciertos sectores católicos, no se planteara en tiempos de sindicalismos ácratas y marxistas, ni que tampoco tengan la preocupación de la misma en cuanto se trata del sindicalismo de otras naciones. Porque materia y aspectos para dudar de la representatividad del sindicalismo en otras naciones realmente no faltan. (…)

    La unidad sindical y la doctrina de la Iglesia

    (…) ¿Por qué Wifredo Espina y sus imitadores no recuerdan esos datos históricos (odios, muertes, heridos…) promovidos por unos sedicentes sindicatos (marxistas y anarquistas), que parece que ahora algunos pretenden reactivar, incluso con textos del Concilio Vaticano II?

    Más de una vez, la Jerarquía eclesiástica ha reconocido la legitimidad de la unidad sindical. El cardenal Pla y Deniel ha dicho: “¿Hay en un Estado leyes civiles que establecen la unidad sindical? Allá el Estado; lo ha creído conveniente así”. El arzobispo de Oviedo, doctor don Vicente Enrique Tarancón ha afirmado: “En un régimen de sindicación única -de unidad sindical, tal como la tenemos ahora (1968) en España- conviene también precisar las obligaciones de orden moral que tiene el obrero con respecto al único sindicato. La licitud moral del régimen de unidad sindical no creo que pueda ponerse en duda en el terreno de los principios, siempre, claro está, que el sindicato único acepte la doctrina cristiana y se rija por las normas del su moral”.

    ¿Por qué se tiene odio a esta unidad sindical que, con todas las deficiencias que quieren cargarle, ha aportado beneficios inmensos a España y a la clase trabajadora? Monseñor Morcillo, arzobispo de Madrid-Alcalá, nos recordó que: “después de terminar aquella lucha a vida o muerte (1936-39), surgen estas organizaciones sindicales (sindicatos “verticales”), que vienen precisamente con signo contrario al que el marxismo había agitado y levantado como airón en alto; a la faz, a la vista de las masas trabajadoras viene este Movimiento Nacional con signos contrarios, pero no negativos. Entiéndase bien: los signos de nuestro Movimiento Nacional son siempre signos positivos; negativos eran los signos del marxismo, los que aniquilaron o estuvieron a punto de aniquilar nuestra fe, nuestra patria y nuestra tranquilidad social”.

    ¿Quieren retrotraernos al sindicalismo de las masacres, de las huelgas y de la ineficacia? ¿Tendría entonces “representatividad”?

    En la “Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual” (Gaudium et Spes, Vaticano II), se dice: “Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho de los obreros a fundar libremente asociaciones que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta ordenación de la vida económica, así como también el derecho de participar libremente en las actividades de las asociaciones sin riesgo de represalias” (68). El Concilio propone un principio de derecho natural, pero con dos cautelas de trascendental importancia: dichas asociaciones obreras deben representar auténticamente al trabajador, y han de querer colaborar en la recta ordenación de la vida económica.

    El Concilio Vaticano II y el sindicalismo

    Ni el sindicalismo que habíamos conocido en España hasta 1936, bajo las banderas marxistas de la UGT o anarquistas de la CNT, que hoy (1968) quieren rebrotar a través de las “Comisiones Obreras” con algunos apéndices minúsculos que les hacen de pantalla, entran en la ordenación que el Concilio, en una sociedad teóricamente cristiana y sin interferencias de fuerzas subversivas, nos presenta como ideal.

    Los principios hay que valorarlos a la luz de la experiencia y con el contraste realístico de los hechos. En el mundo actual, y en España muy concretamente, la libertad romántica e indiscriminada de asociaciones sería el medio catastrófico ideal para los que pretenden la disolución social que, en primer lugar, perjudicaría a los propios obreros, a la paz y a la convivencia nacional.

    Por esto el Excmo. señor don Pedro Cantero, arzobispo de Zaragoza, dijo magistralmente a la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos: “El derecho a la libertad sindical no es un derecho absoluto e incondicional, sino relativo y condicional, como todo derecho humano; por tanto, debe acoplarse con los demás derechos de las personas e instituciones, e incluso subordinarse a los derechos superiores que les pudieran corresponder en la escala jurídica de los valores humanos. En caso de conflicto de los diversos derechos corresponde jurídicamente al Gobierno legítimo de la nación limitar y suspender el ejercicio de los que pongan en peligro la paz y el bien común de la sociedad. Concretamente, en las circunstancias actuales de la sociedad y nación españolas, y teniendo en cuenta la propaganda del comunismo internacional, que dedica anualmente muchos millones de dólares a la subversión interna de los pueblos del mundo libre, la libertad sindical que propugna la C.I.S.C. para los trabajadores españoles sería prácticamente el caballo de Troya para la introducción del comunismo en la sociedad y la nación españolas. Ante este riesgo nacional e internacional es natural y lógico que el Estado español emplee las garantías necesarias para evitar tan gravísimos riesgos, no sólo para España, sino también para todo el mundo occidental, dada la situación geográfica de nuestra nación. Tenga seguridad la C.I.S.C. de que el Gobierno que actualmente (1968) rige los destinos de España está constituido por hombres temerosos de Dios, que sienten la responsabilidad de la conciencia social cristiana, que vienen haciendo cuanto pueden en favor de la promoción social, cultural y económica de los trabajadores, dentro de las posibilidades del realismo económico de la nación”. (…)

    Jaime TARRAGÓ
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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