CATOLICISMO Y LIBERALISMO ECONÓMICO


Ocurre a veces que personas conscientes de la falsedad de la ideología liberal en el campo teológico y filosófico, no alcanzan a ver dicha falsedad con respecto al liberalismo económico, esto se debe principalmente a que no se comprende cómo el liberalismo económico se fundamenta en las falsas premisas teológicas y filosóficas de la ideología liberal.

Para ver este asunto con mayor claridad, resulta antes preciso establecer que es la economía. La economía como ciencia (en el sentido clásico de hábito intelectual) estudia la acción humana en el proceso de creación de bienes y servicios. Es preciso tener claro esto porque la mayoría de las escuelas económicas modernas consideran en la práctica a la economía como una ciencia natural, aplicando así la metodología de las ciencias naturales, como la física, al estudio de los problemas económicos. Pero el correcto estudio de algo implica conocer su causa, y la causa de las acciones humanas, que son el objeto de estudio de la economía, es la voluntad del hombre, que a su vez se encuadra dentro de la naturaleza humana que le da su causa final, por tanto, la metodología correcta de la ciencia económica no puede ser de ninguna manera la que se aplica en las ciencias naturales, sino una metodología que parta de la psicología (como estudio del alma) y la antropología.

Tras tener claro esto es preciso ver el papel que ocupa la economía, entendida como el conjunto de relaciones económicas, en la comunidad social y política. Puede decirse en un sentido analógico que la economía es la causa material de la comunidad, es decir, las relaciones económicas son las que permiten el sostenimiento de las relaciones comunitarias. La familia no existe para ser un factor más de producción y consumo como dirían ideólogos economicistas varios, sino que el hombre se integra en relaciones económicas para mantener a su familia, y así con el resto de las relaciones comunitarias.

Establecido lo anterior, es decir, que las relaciones económicas están subordinadas a las relaciones comunitarias y que dichas relaciones económicas tienen como causa la voluntad humana y no leyes naturales, puede verse mejor como debe ordenarse la economía en una comunidad determinada.

En primer lugar, el fin de toda disciplina que trate acerca de la acción humana es la perfección de dicha acción humana, y para que un acto humano sea bueno es preciso que sea moral, por tanto, es necesario que las relaciones económicas estén sometidas a la moral, así, por ejemplo, no es admisible la producción de ciertos bienes o servicios como las drogas recreativas, la pornografía, préstamos usureros etc.

En segundo lugar, al estar las relaciones económicas subordinadas a las relacionescomunitarias, resulta absurdo que en aras de una mayor eficiencia económica se dé lugar a un debilitamiento de las relaciones comunitarias, ya que justamente la eficiencia de un medio se evalúa con respecto al fin para el que se usa dicho medio, y como las relaciones económicas son medios para las relaciones comunitarias, nunca puede pues hablarse con propiedad de eficiencia económica cuando el resultado es un empeoramiento de las relaciones comunitarias.

El tercer aspecto por considerar sería lo que voy a llamar eficiencia material, con la que hago referencia a la eficiencia de las relaciones económicas con respecto a la maximización de diversas variables económicas como producción, empleo, etc. Como se ha dicho antes, esta eficiencia material debe estar subordinada a las relaciones comunitarias, fin de las económicas, y en dicho caso será ventajosa, pero si se llega al punto donde la búsqueda de eficiencia material absorba las relaciones comunitarias, debilitándolas, será preferible un menor grado de eficiencia material.

Resumiendo, las relaciones económicas deben ser analizadas desde tres aspectos:



  1. Moralidad de la relación económica
  2. Subordinación de la relación económica a la comunidad
  3. Eficiencia material



Si la relación económica no cumple el primer requisito debe ser suprimida, si no cumple el segundo requisito debe ser regulada lo mínimo posible hasta que se cumpla, y si cumple los dos primeros requisitos en principio considero que por lo general debe darse la mayor libertad económica posible para lograr la máxima eficiencia material, aunque hay diversas posturas sobre la cuestión.

Una vez estipulado como debe analizarse y ordenarse la realidad económica en unacomunidad católica, hay que preguntarse si el liberalismo económico cumple con esto, y la respuesta es que no. Los católicos que defienden el liberalismo económico suelen hacerlo refiriéndose a lo que hemos llamado eficiencia material, yo estoy contento de conceder que el liberalismo económico es el modelo económico que proporciona una mayor eficiencia material entendida en sentido subjetivista, de lo que más adelante hablaremos, aunque sea posible disentir también en esto. La cuestión es que como hemos visto, esto no justifica nada si en cambio se produce un debilitamiento de las relaciones comunitarias y/o se permiten inmoralidades.

Los errores del liberalismo económico se derivan , como no puede ser de otra forma, del error fundamental del liberalismo como ideología, que es su falsa concepción de libertad. Esta concepción de libertad ya ha sido tratada en artículos anteriores y por tanto no voy a volver a hacer una exposición amplia de la cuestión, baste decir que dicha concepción de la libertad como pura voluntad ciega que se autodetermina, aplicada al ámbito económico, da lugar a la introducción de la subjetividad en la valoración de las relaciones económicas y con ello a la imposibilidad de un correcto orden económico.

Para el liberalismo el valor de los bienes y servicios es completamente subjetivo, ya que viene determinado por las preferencias individuales de los agentes económicos, a los que, debido a la asunción de una ontología nominalista, se les ha privado de una causa final objetiva a la que se ordena su voluntad, por lo que no puede nunca decirse que una preferencia individual es incorrecta o es mejor o peor que otra ya que no hay un mismo fin objetivo al cual se ordenen los actos humanos, sino que cada individuo se autodetermina por medio de su voluntad y se da a sí mismo diversos fines subjetivos. De aceptar esto resulta el rechazo de control en la economía, ya que se considera que sería atentar contra la libertad de los agentes económicos el querer dar una ordenación determinado a las relaciones económicas, ya que no se estarían respetando los fines subjetivos de los individuos, lo cual para las diversas escuelas liberales constituye una ineficiencia.

Resulta evidente ver como esto es incompatible con la doctrina católica, la cual establece un mismo fin a todos los hombres consistente en su perfección conforme a la naturaleza común que comparten. Esto hace que si se pueda valorar objetivamente los bienes y servicios como medios que nos acercan o no a dicho fin último, ya sea de forma directa o indirecta sirviendo para fines intermedios (como los alimentos para el mantenimiento de nuestra existencia). Si bien dadas las condiciones de competencia precisas el mercado puede realizar una correcta valoración de muchos bienes y servicios, hay ocasiones en las que no, esto se ve muy claramente en bienes y servicios a los que en libre mercado se les asignaría un valor cuando en realidad no tienen valor alguno y su realización da lugar a un desperdicio de recursos, a una ineficiencia económica real. Un ejemplo muy claro es la industria pornográfica, cuyos productos no tienen valor alguno ya que no ayudan en nada a los hombres a alcanzar su fin, justamente al contrario, sin embargo en un libre mercado habría demanda de estos productos y por tanto se destinarían recursos a producir cosas sin valor debido a las incorrectas preferencias de los agentes económicos. Para evitar estas ineficiencias es precisa una autoridad que regule la economía.

En una economía no controlada también tiende a producirse un debilitamiento de las relaciones comunitarias. La comunidad política es un componente de comunidades, la primera y la familiar, pero también otras diversas sean territoriales (Vecindario, Pueblo, Provincia, Región…) o por actividades, en general los oficios. Por tanto, para la salud y unidad de la comunidad política es preciso que las comunidades que la forman sean estables y fuertes. Una comunidad como su propio nombre indica se basa en personas que tienen cosas en común, por las cuales se unen, para esto es vital la estabilidad de las existencias. La estabilidad de las existencias crea el arraigo, que da lugar a la creación de lazos afectivos entre los miembros de la comunidad que a su vez da lugar a sanas costumbres, tradiciones e instituciones. Debido que el libre mercado exige movilidad altamente flexible de los factores productivos, entre ellos los trabajadores, es decir, las personas y familias, dicha estabilidad de las existencias está en riesgo, y también las instituciones, costumbres y tradiciones que mantienen los lazos afectivos, pues estas dan cierta rigidez a la economía. Así tenemos el caso de como las familias campesinas en España e Inglaterra tras las desamortizaciones y los Inclosure Acts respectivamente, acabaron con las comunidades del campo y llevaron a las familias a los suburbios de las ciudades. Lo mismo podría decirse de la abolición de los gremios. Fueron medidas que a largo plazo resultaron en mayor poder económico, pero debilitando las relaciones comunitarias, por lo tanto realmente fue un error económico, porque la economía existe para mantener la comunidad social, no para acapararla. Al final llegamos a una sociedad individualista donde apenas sobrevive la familia y estando peor que hace 500 años con respecto al fin de la comunidad que ahora.

Por último hay que señalar que el liberalismo económico tiene una postura absolutista con respecto a la propiedad privada, este se deriva de su individualismo y provoca por ejemplo que el concepto de precio o salario justo no tenga sentido alguno en el modelo liberal. Todo precio de mercado es justo ya que es fruto de un libre acuerdo entre partes, nadie esta obligado a dar parte de lo suyo si no quiere. Soy consciente de que esto último es matizable según cada escuela y solo lo cumplen íntegramente ciertas ramas libertarias, pero el fundamento viene a ser el mismo, supremacía del individuo frente a la comunidad. No se tiene en cuenta el destino universal de los bienes que se nos enseña en la doctrina social de la Iglesia.

Para concluir, decir que estas críticas al liberalismo económico no son incompatibles con considerar que ciertas escuelas liberales describen de forma más o menos acertada el proceso de mercado, pienso por ejemplo en la famosa escuela austriaca a la que hay que reconocer que reniega de la metodología de las ciencias naturales tratando de usar una metodología más psicológica en su análisis, aunque parte para ello de ciertos presupuestos falsos del idealismo alemán. Muchos católicos quedando convencidos de parte o la totalidad del análisis descriptivo de algunas de estas escuelas concluyen que deben aceptar también las posturas de estas escuelas acerca no de cómo debe ser la economía, lo cual es un error.
Manuel Blanco García

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