La DESTRUCCION (que no caída) del muro de BERLIN merece un recordatorio muy especial no solamente este vigésimo año sino todos los años de nuestras vidas; su derrumbamiento, gracias a la doble cruzada anticomunista de Juan Pablo II y de Ronald Reagan, y gracias también a la perestroika de Gorbachov, a la revolución de “terciopelo” checoslovaca, a las elecciones polacas de junio 89 y a la apertura de la frontera húngara del verano de ese mismo año, constituye un símbolo del hundimiento de un sistema tan perverso como el comunista.
Tuve la fortuna de visitar BERLIN por primera vez, en 1990 a las pocas semanas del comienzo de la destrucción del muro de la vergüenza, y no me duelen prendas manifestar que ante las ruinas de lo que representó aquella ignominia, me emocioné intensamente y apenas pude articular una oración por las almas de los caídos que se atrevieron a traspasarlo en esos años.
Recuerdo vivamente ese viaje a Alemania; fue con motivo de acompañar a unos importantes clientes a visitar la importante fábrica de HAGEN Batterie Ag. en SOEST; al finalizar las jornadas de trabajo, un viernes, propuse una visita a BERLIN dado el enorme interés despertado por los, entonces, recientes acontecimientos. Desde el pequeño aeropuerto de PADERBORN, próximo a Soest, partimos hacia BERLIN en un pequeño fokker; después de 40 mins. escasos de vuelo aterrizamos en el histórico aeropuerto de TEMPELHOF, hoy ya cerrado (desde octubre de 2008). Dicho aeropuerto se hizo famoso durante el bloqueo de Berlín por ser utilizado intensamente como base del “puente aéreo”.
Berlín, no nos defraudó; el escaparate de la libertad y prosperidad occidentales ante la mugre soviética brillaba a su máximo esplendor. Comercio de lujo, restaurantes de cinco tenedores, hoteles impresionantes, avenidas imponentes repletas de público, automóviles de las mejores marcas,………
A la mañana siguiente nos recogió en el magnífico hotel Maritim, en el distrito Tiergarten, un vehículo que nos condujo a la Puerta de Brandenburgo y a partir de allí iniciamos la visita a un desangelado Berlín oriental; calles semidesiertas, comercio inexistente, solo se veían algunos cochecitos “trabant”, los ridículos “trabi” , versión en cartón piedra de los utilitarios occidentales, que mostraban sin pudor las carencias de la industria soviética del automóvil.
Los aledaños de la Puerta de Brandenburgo se encontraban invadidos por indigentes que procedían de toda la zona comunista y que ofrecían a la venta, junto con trozos recientemente arrancados del muro ( y algunos con manchas de sangre fresca todavía), todo tipo de utensilios domésticos, desde orinales hasta piezas sueltas de vajillas, platos, tazas, cubiertos, sabanas, mantas, etc. etc.; constituían un exponente lamentable de la miseria que padecían esos desdichados seres; a simple vista se percibía que precisaban para subsistir los escasos marcos producto de su venta.
A la hora de comer, no resultó tarea fácil encontrar un restaurante adecuado; después de un largo recorrido encontramos un hotel-restaurante con buen aspecto. Allí nos dirigimos; la carta, solamente escrita en alemán, era breve e indescifrable para nosotros; para elegir el menú aplicamos la acreditada norma de seleccionar los platos mirando solamente la columna derecha; únicamente recuerdo que tomamos un excelente caviar ruso, (solamente dos abundantes raciones para los tres, pues no quedaban mas existencias); el precio resultó muy razonable y a la hora de abonar la cuenta nos encontramos que no aceptaban las tarjetas de crédito (cosa lógica, por otra parte en un pais comunista). El importe, en marcos de la RDA, se abonó en marcos de verdad, es decir de la Alemania Federal RFA. Recuerdo que la tasa de cambio aplicada fue de 12 x 1.
A las pocas semanas, julio de 1990, se estableció la paridad de cambio 1 x 1. Esta medida fue decidida por el canciller KOHL y supuso una de esas decisiones históricas que los políticos de “raza” deben tomar contra viento y marea de las opiniones de los tecnócratas.
Han transcurrido veinte años, el mundo ha cambiado enormemente desde entonces, tanto, que la amenaza para la civilización occidental ya no viene del comunismo de la Unión Soviética felizmente desaparecido del mapa.
Hoy día otras amenazas se ciernen sobre nuestra civilización: el terrorismo islamista, probablemente es la principal.
ESPAÑA, por su posición geoestratégica, por su historia y lo que es todavía mas grave, por la indigencia intelectual y (falta de) moral de sus actuales dirigentes es, desdichadamente, uno de los países más expuestos a la nueva barbarie.
Madrid, 7 de noviembre de 2.009
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