En primer lugar, nadie ha escrito aquí contra la memoria de los patriotas rusos blancos que combatieron por su Patria, su Fe y el Zar, sean Kolchak, Denikin, Ungern Von Stenberg, Wrangel o cualquiera. De hecho hay que recordar que parte de la oficialidad zarista fue reclutada por el ejército rojo y que Stalin incorporó a la disciplina de éste hábitos de la época zarista. Honor y gloria a todos los patriotas rusos, incluso, si se me permite por el atrevimiento a los que vivieron en la Unión Soviética y a los que derramaron su sangre inútilmente en España para que sus correligionarios acabaran entregando nuestro país al poder judaico.
Esto no empece para que insista en el error en que incurren aquellos que mitifican dinastías regias, sean los Borbones o los Romanov. Estos últimos regalaron Alaska a los yanquis, perdieron la guerra de Crimea, perdieron la guerra ruso-japonesa e hicieron el ridículo en la I guerra mundial. Alguno repetirá que esto es biologicismo modernista pero hay linajes que acaban exhaustos genéticamente y más teniendo en cuenta que toda la realeza europea era pariente de la reina Victoria. Pero por mí no hay problema en que algunos abriguen esperanzas de ese gran parto de los montes así reaparezca "el hechizado" ya que eso de la biología es una conseja nazi.
También resulta un argumento harto endeble pretender probar un genocidio por las novelas de alguien, llámese Solzhenitsyn o Elie Wiesel, Anna Frank o Viktor Frankl. Pero es el único que se ha reiterado aquí en un continuo ejercicio de sitacismo. Tengan cuidado porque hoy existen muchos novelistas dispuestos a probar que Franco era un exterminador de rojos y anarcas.
En mis viajes a Rusia he visto allí muchos ancianos que con orgullo llevaban prendidas en su ropa múltiples condecoraciones por su participación en la Gran Guerra Patriótica. Emocionado por ello les cedía el asiento en el metro o en el tranvía. No obstante, convencido por los argumentos aquí expuestos, a partir de ahora les escupiré en la cara y les insultaré llamándolos colaboracionistas, matarifes, imperialistas, cabalistas...
El NacionalSocialismo es una ideología anticatólica y así lo atestiguan gente como León Degrelle que escribía cartas para importunar al Papa precisamente con el objeto de negar lo que el verdadero sucesor de San Pedro llamado Juan Pablo II calificó como el "Gólgota de los tiempos modernos". Además así lo ha puesto de manifiesto el merodeador de sinagogas Joseph Ratzinger deponiendo que el nazismo es, "una demencial ideología racista, de matriz neopagana", instituyendo un auténtico Magisterio.
Respecto al tema de la insinuación de la Revelación en la Tradición aria pues, lea usted mismo lo que dice San Agustín en sus Confesiones, a ver si le parece poco lo que dice el Santo Padre de la Iglesia:
IX,13. Y primeramente, queriendo tú mostrarme cuánto resistes a los soberbios y das
tu gracia a los humildes y con cuánta misericordia tuya ha sido mostrada a los hombres la
senda de la humildad, por haberse hecho carne tu Verbo y haber habitado entre los
hombres, me procuraste, por medio de un hombre hinchado con monstruosísima soberbia,
ciertos libros de los platónicos, traducidos del griego al latín.
Y en ellos leí-no ciertamente con estas palabras, pero sí sustancialmente lo mismo,
apoyado con muchas y diversas razones-que en el principio era el Verbo, y el Verbo estaba
en Dios. Y Dios era el Verbo, Este estaba desde el principio en Dios. Todas las cosas
fueron hechas por él, y sin él no se ha hecho nada. Lo que se ha hecho es vida en él; y la
vida era luz de los hombres, y la luz luce en las tinieblas, mas las tinieblas no la
comprendieron. Y que el alma del hombre, aunque da testimonio de la luz, no es la luz, sino
el Verbo, Dios; ése es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
Y que en este mundo estaba, y que el mundo es hechura suya, y que el mundo no le
reconoció.
Mas que el vino a casa propia y los suyos no le recibieron, y que a cuantos le
recibieron les dio potestad de hacerse hijos de Dios creyendo en su nombre, no lo leí allí.
14. También leí allí que el Verbo, Dios, no nació de carne ni de sangre, ni por
voluntad de varón, ni por voluntad de carne, sino de Dios. Pero que el Verbo se hizo carne
y habitó entre nosotros, no lo leí allí.
Igualmente hallé en aquellos libros, dicho de diversas y múltiples maneras, que el
Hijo tiene la forma del Padre y que no fue rapiña juzgarse igual a Dios por tener la misma
naturaleza que él. Pero que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho
semejante a los hombres y reconocido por tal por su modo de ser; y que se humilló,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, por lo que Dios le exaltó de entre
muertos y le dio un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda
rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos y toda lengua confiese que el Señor Jesús
está en la gloria de Dios Padre, no lo dicen aquellos libros.
Allí se dice también que antes de todos los tiempos, y por encima de todos los
tiempos, permanece inconmutablemente tu Hijo unigénito, coeterno contigo, y que de su
plenitud reciben las almas para ser felices y que por la participación de la sabiduría
permanente en sí son renovadas para ser sabias. Pero que murió, según el tiempo, por los
impíos y que no perdonaste a tu Hijo único, sino que le entregaste por todos nosotros, no se
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