La historia de la devoción a la Virgen de Bonaria
hermana Cerdeña con Argentina y España. A
principios del siglo XIV, cuando el rey Alfonso de Aragón
conquistó la isla, mandó construir una fortaleza en
una de las colinas de Cagliari, donde levantó una
iglesia que encomendó a los padres mercedarios.
Aquella colina se llamó Bonaria. Cuentan que, en el
año 1370, una nave española navegaba hacia Italia
cargada de mercancías. Durante el viaje, sobrevino
una furiosa tempestad y tuvieron que arrojar al
mar todo lo que portaban. Entre los bultos, una
caja grande de madera, que, cuando tocó el agua, en
lugar de hundirse paró al instante la tormenta. La
caja se fue acercando hasta la playa de Cagliari, pero
ninguno de sus habitantes consiguió abrirla, hasta
que un niño sugirió que se llamara a los padres
mercedarios. Una vez en el monasterio, la caja se abrió
sin dificultad y los monjes se encontraron con una
hermosa talla de la Virgen con un niño en brazos
y una candela encendida. Decidieron entronizarla
como Madonna de Bonaria.
Venerada en Triana
Muy pronto se convirtió en Protectora y Patrona
de los navegantes y, de hecho, los marinos sardos
siguen acudiendo a ella cada vez que se echan al
mar. Su devoción pasó a España gracias a los padres
mercedarios y a los navegantes, hasta tal punto
que las carabelas de los exploradores del Atlántico
tenían grabada la imagen de la Virgen del Buen Aire
en el centro de la Rosa de Bitácora, que es el
cuadrante de los vientos. Hoy en día, en Sevilla se sigue
venerando a Nuestra Señora del Buen Aire, y ya
antes del descubrimiento de America, en el barrio
de Triana, existía una Cofradía de Navegantes cuya
capilla tenía esta advocación. A esa cofradía
pertenecía Pedro de Mendoza, que en 1535 capitaneó
una expedición con la misión de descubrir nuevas
tierras entre el Río de la Plata y el Estrecho de
Magallanes. Junto a él, viajaba un marino de Cagliari,
Leonardo Gribeo, y dos religiosos mercedarios. El 2 de
febrero de 1536, fundaron el primer asentamiento de
lo que sería la futura capital argentina, el Puerto de
Nuestra Señora del Buen Ayre. Este primer reducto
fue destruido, y años después, en 1580, el también
marino español Juan de Garay refunda
la ciudad, bautizándola con el nombre de Santísima Trinidad
en el Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires,
una denominación tan larga, que al final sólo
quedaron las últimas palabras: Buenos Aires.
De esta forma, España y Argentina quedaron
enlazadas con Cerdeña por el cariño a una Madre,
a la que Francisco visitará como ya hicieron sus
predecesores, Pablo VI en 1970, Juan Pablo II, en
octubre de 1985 y Benedicto XVI en 2008.
http://www.alfayomega.es/Revista/2013/pdf/Alfa847.pdf
Última edición por Hyeronimus; 19/09/2013 a las 21:08
Nuestra Señora del Buen Aire
(Madonna di Bonaria)
La advocación de Nuestra Señora del Buen Aire tiene su origen en la isla de Cerdeña y data de 1370.
En 1218, el caballero español don Pedro de Nolasco nacido en Barcelona en 1189 (hoy santo), fundó por indicación de la Santa Virgen María, la Orden de la Merced, para redimir cautivos de los sarracenos.
En 1323 los aragoneses desembarcan en Cerdeña, en un punto próximo a Cagliari, conocido como la colina del Buen Aire y conquistan la isla. En señal de gratitud, construyen allí una iglesia que donan a la orden mercedaria.
El beato fray Carlo Catalano, noble de Cagliari y fundador del convento de la Merced, hizo por entonces una profecía: un hecho prodigioso habría de acontecer en las costas de la gran isla después de su muerte.
El 25 de marzo de 1370 un buque cargado de mercancías navegaba en plena calma cuando, repentinamente, se desató una poderosa tempestad. Fue tal el grado de peligro, que el capitán ordenó arrojar la carga al mar, pensando que aligerando las bodegas, lograría estabilizar a la embarcación.
Todo fue a dar a las embravecidas aguas, incluyendo una gran caja de madera cuyo contenido era ignorado por la gente de a bordo.}
Ni bien la caja tocó el mar, la tormenta cesó. La tripulación del buque no daba crédito a lo que sucedía, mucho menos cuando se percató que de todos los bultos arrojados, solo la caja semantenía a flote.
Se intentó recuperarla, para lo cual el capitán ordenó aproximarse pero al hacerlo, la caja comenzó a alejarse hacia la costa sarda. El barco la siguió hasta que, repentinamente, aquella se detuvo frente a la colina del Buen Aire. Marineros, pescadores y curiosos trataron de apoderarse de ella para llevarla hasta las playas pero al intentarlo, la caja volvió a alejarse mar adentro y se perdió de vista.
Unos días después, un niño que pasaba por la costa descubrió la gran caja entre el follaje y corrióhasta el convento mercedario a dar la noticia. Dos frailes se apersonaron en el lugar y encontraron el objeto, encallado entre los juncos.
Grande fue la sorpresa cuando al abrir la caja encontraron en su interior una bella y celestial imagen de la Santa Madre magníficamente ataviada, con el Niño en su brazo izquierdo, una candela encendida en la diestra y un paño manchado de sangre sobre la manga derecha de su hábito, cubierta por un bello manto azul con flores doradas, amén de una túnica rosa.
El niño, a su vez, portaba en su mano izquierda un globo terráqueo en tanto bendecía a los fieles con la derecha.
La imagen, tallada en madera de algarrobo, de 1,56 cms., fue llamada Virgen del Buen Aire, ya que ese era el nombre de la colina que había elegido como morada.
Los frailes se preguntaron donde debían colocar la sagrada imagen. Algunos opinaron que el lugar más adecuado sería el Altar Mayor, pero este se hallaba ocupado por la Virgen del Milagro; otros propusieron una capilla lateral y allí la dejaron. Con gran estupor a la mañana siguiente, los religiosos encontraron a la Virgen del Buen Aire en el Altar Mayor y a la del Milagro en la capilla lateral. Dos veces más volvieron a cambiar las imágenes de lugar y por dos veces, las hallaron cambiadas. Nadie osó volver a tocarlas.
Otro hecho prodigioso sucedió cuando una joven de la ciudad depositó frente a la imagen de Nuestra Señora una pequeña navecilla de marfil, sostenida por un cordel, en señal de gratitud por una gracia. Esa navecilla señalaría, a partir de entonces, la dirección de los vientos y a ella acudirían los navegantes antes de aventurarse a la mar.
Desde entonces es patrona de Cerdeña y de los navegantes y en el lugar del milagro fue levantada una magnífica basílica que hasta el día de hoy maravilla a fieles y viajeros de todo el mundo.
La advocación fue traída a estas playas por los padres mercedarios que llegaron con el adelantado don Pedro de Mendoza en 1536. De allí surgió el nombre impuesto al puerto recién fundado, nombre que respetó don Juan de Garay cuando volvió a erigir la ciudad en 1580.
En la actualidad, su imagen, donada hace medio siglo, se encuentra en la plaza Cerdeña, frente a la Dirección Nacional de Inmigraciones (Av. Antártida Argentina 1455), después de haber permanecido olvidada e ignorada mucho tiempo.
Nuestra Seora del Buen Aire
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