LA EUROPA DE UTRECHT… :
Realmente, esto que escribo es un artículo histórico. No obstante, a un servidor de ustedes le resultan muy tristes las coincidencias que, al menos subjetivamente-reconozco- observo para con la construcción actual de la Europa masónico-capitalista; e igual este “ sistema de aliados “ constituyó una de las primeras piedras de la consolidación liberaloide que hoy padecemos….
“ Cuando volvemos los ojos a la actualidad, nos encontramos en primer término, con que todos los pueblos que fueron españoles están continuando la obra de España, porque todos están tratando a las razas atrasadas, que hay entre ellos, con la persuasión y en la esperanza de que podrán salvarlas; y también con la necesidad urgente del mundo entero, si ha de evitarse la colisión de Oriente y Occidente, es que resucite y se extienda por todo el haz de la Tierra aquel espíritu español, que consideraba a todos los hombres como hermanos, aunque distinguía a los hermanos mayores de los menores, porque el español no negó nunca la evidencia de las desigualdades. Así, la obra de España, lejos de ser ruinas y polvo, es una fábrica a medio hacer, como la Sagrada Familia de Barcelona, o la Almudena de Madrid, o si se quiere una flecha caída a mitad de camino, que espera el brazo que la recoja y lance al blanco, o una sinfonía ininterrumpida, que está pidiendo a los músicos que sepan continuarla. La sinfonía se interrumpió en 1700, al cerrarse para siempre los ojos del monarca hechizado. Cuentan los historiadores que a fuerza de pasar por nuestras tierras tropas alemanas, francesas e inglesas, aparte de las nuestras durante catorce años, al cabo de la Guerra de Sucesión se habían esfumado todas las antiguas instituciones españolas, excepto la Corona de Castilla. España era una pizarra en limpio, donde un rey o una corte extranjeros podían escribir lo que quisieran. “
“ ¿ Concibe alguien que Sancho Panza pueda rebelarse contra Don Quijote ? El hombre inferior admira y sigue al superior, cuando no está maleado, para que le dirija y le proteja. El hidalgo de nuestros siglos XVI y XVII recibía en su niñez, adolescencia y juventud, una educación tan dura, disciplinada y espinosa, que el pueblo reconocía de buena gana su superioridad. Todavía en tiempos de Felipe IV y Carlos II sabía manejar con igual elegancia las armas y el latín. Hubo una época en que parecía que todos los hidalgos de España eran al mismo tiempo, poetas y soldados. Pero cuando la crianza de los ricos se hizo cómoda y suave, y al espíritu de servicio le sucedió el de privilegio, que convirtió a la Monarquía Católica en territorial y los caballeros cristianos en señores, primero, y en señoritos luego, no es extraño que el pueblo perdiera a sus patricios el debido respeto. “
“ Nos gobernaron en la segunda mitad del siglo ( # XVIII ) masones aristócratas, y lo que se proponían los iniciados, lo que en buena medida consiguieron, era dejar sin religión a España. La impiedad, ciertamente, no entró en la Península blandiendo ostensiblemente sus principios, sino bajo la yerba y por secretos conciliábulos. Durante muchas décadas siguieron nuestros aristócratas rezando su rosario. Empezando por maravillarnos del fausto y la pujanza de las naciones progresivas : de la flota y el comercio de Holanda e Inglaterra, de las plumas y colores de Versalles. Después nos asomamos, humildes y curiosos, a los autores extranjeros, empezando por aquel Montesquieu que tan mala voluntad nos tenía. Avergonzados de nuestra pobreza, nos olvidamos de que habíamos realizado, y continuábamos actualizando, un ideal de civilización muy superior a ningún empeño de las naciones que admirábamos. “
“ Los españoles tuvimos a Francia bloqueada durante siglos : Por el norte, con la posesión de Flandes y de Arras; por el este, con la del Franco-Condado; por el sudeste, con la de Milán, y más al sur los reyes de Aragón habían arrebatado Nápoles y Sicilia a la Casa de Anjou. Don Gabriel Maura ( Carlos II y su corte ; volumen II, página 420 ) califica de error casi secular de España al empeñarse, en mantener, aliada de Alemania, la hegemonía en Europa. M.Bertrand en su Historia de España, dice que aquella fue una lucha por seguir siendo una gran potencia europea. Y en ello hay parte de verdad, pero no peleábamos tan sólo por un ansia de hegemonía, sino por el empeño religioso de la Contrarreforma y por el anhelo de ayudar al Sacro Imperio Romano Alemán, como la espada temporal de la Iglesia. Más que el deseo de poder eran la fe y la honra quienes nos detenían en Europa Central. Y lo importante para nuestro razonamiento es que sentíamos todo el tiempo que la empresa era superior a nuestras fuerzas y que Francia consolidaba su posición frente al Imperio y frente a España, y a veces, como en los tiempos de Carlos II, frente a confederaciones poderosas, en que entraban también Holanda, Suecia e Inglaterra. “
“ El auge de Francia nos hizo perder el equilibrio espiritual. Dejamos de tener lo que para un país civilizado es tan importante como el ser, a saber, la conciencia clara de nuestro ser y su sentido. Generaciones sucesivas de españoles se fueron educando en la persuasión de que la vida verdadera era la de Francia o en todo caso la de algún otro pueblo y en la más completa ignorancia del espíritu que anima nuestra Historia.
“ Nada ha sido más funesto para los pueblos de la Hispanidad que su concepto del estado como un derecho a recaudar contribuciones y a repartir destinos. “
Ramiro de Maeztu; Defensa de la Hispanidad
La triste y dolorosa Guerra de Sucesión Española ( Donde buena parte de la Vieja Europa repartióse nuestro destino, historia e intereses como si de un vulgar botín se tratase; y nos originó una aún más dolorosa y triste guerra civil ) acabó con el sueño de una hegemonía borbónica a nivel mundial; y su desenlace implantó una “ balanza de poderes “ en Europa cuya hegemonía parecía apuntar entre la Francia y el Reino Unido. Para Las Españas, traumatizadas por la guerra y desmembrada por la paz ( Ya medio siglo antes habíamos vivido tristezas como la separación de Portugal y el robo por parte de la Francia del norte catalán ), la pérdida de su Imperio Europeo, que le fue impuesta para evitar una brusca alteración del equilibrio precedente, significó el final de una etapa histórica y el inicio de un modelo centralista; a imagen y semejanza del gabacho. Esta situación impulsaría a los borbónicos gobiernos hacia una nueva política exterior que, antes o después, habría de ser integrada en el sistema de equilibrio de Europa; y, sobre todo, con la premisa del servilismo a la Francia. No obstante, ya dejó dicho Luis XIV aquello de : “ la grandeza de Francia no puede entenderse sin la decadencia de España y viceversa “.
En Utrecht se firmó, en el año de 1713, el primero de los tratados que liquidaban la Guerra de Sucesión de Las Españas : Felipe de Anjou era reconocido como rey de Las Españas ( España-o lo que quedaba de ella, esto es, la España fracturada ya-e Indias Occidentales ), pero cedía al Reino Unido Gibraltar y Menorca, así como el monopolio de introducir esclavos negros en Las Américas y el “ navío de permiso “ para comerciar en ellas; punto de apoyo de todo un gran contrabando. Y sí; el franchute Luis XIV logró cerrar la Guerra de Sucesión, dejándonos a su nieto en el trono; no obstante, ese compromiso frenaba sus afanes de poderío. El Reino Unido por última ya no quería apoyar al Archiduque Carlos de Austria ( Amigo de protestantes varios y jansenistas ); porque ahora éste tenía la perspectiva de ser emperador de la Austria….Francia, destacada por su inmenso odio a España, aliada de islamistas, hugonotes, luteranos y calvinistas, pasaba a dominar los destinos de la Hispanidad….-Los Borbones, aquellos que supieron de la contundencia hispánica en muchas ocasiones ( Ya dijo ante Felipe II el primerito rey de ellos aquello de : “ París, bien vale una misa….”-Y es en este siglo donde se erige como líder de lo “ latino “; e incluso después se irá acuñando por ellos aquello de “ Latinoamérica “…..
Después de la vergonzosa “ Paz de Utrecht “, aunque en el primer plano aparezca-con la correspondiente piratería cobarde del Reino Unido, que masacró a Gibraltar y los pocos naturales del lugar que quedaron tras combatir heroicamente tuvieron que huir, fundando la Villa de San Roque; y llenando luego el hispano Peñón de sefarditas, malteses, griegos, ingleses, etc. El Peñón de Gibraltar sería convertido en todo un aparato financiero/contrabandista que aún a día de hoy perdura; siempre bajo la atenta mirada del judaísmo; como es estilo propio de la Pérfida Albión– la gran beneficiada por los tratados, ninguna potencia parece poder aspirar a imponer su dominio en Europa; al menos no con la soberbia y leal plenitud de Las Españas. A partir de entonces, los ingleses-siempre la voz cantante de ese engendro artificiosamente criminal del “ Reino Unido “-, con la marina como instrumento clave de su política exterior; no sólo sentaron las bases de su expansión colonialista, sino que instauraron su arbitraje político en el Viejo Continente. Pronto se hizo evidente que, desde fuera del mero continente, el Reino Unido iba a arbitrar y controlar la política europea. No es que Utrecht instaurara pues el pleno dominio inglés; pero sí dejó ver mucho del futuro….El arbitraje judeobritánico poco tenía que ver con la hegemonía hispánica de la Casa de Austria; o incluso ni con la francesa de Luis XIV. En la primera mitad del siglo XVIII no se puede subestimar la importancia política de los gabachos. El poderío marítimo utilizado como potencia mundialista se circunscribe más bien en el siglo XIX; aún en este siglo los ingleses sufrieron humillantes derrotas a manos de España; tan humillantes o más como la victoria del Almirante Blas De Lezo en Cartagena de Indias fueron las victorias de Buenos Aires y Montevideo; acaudilladas por los Virreyes Liniers y Elío respectivamente. Y es a principios de este siglo cuando los judeosajones pierden a su mejor marino : Horatio Nelson; quedando manco en una Santa Cruz de Tenerife que jamás pudieron tomar y falleciendo en la heroica batalla de Trafalgar; donde el servilismo de España para con Francia vivió su experiencia más amarga sin cabe a manos del masón Buonaparte y de su inepto Villeneuve; perdiendo a grandes marinos como al vasco Cosme Damián De Txurruka y Elorza-Natural de Motriko- ( Paisano de Lezo ).
Como potencia continental sobresale la Francia, cuyas fronteras parecen menos vulnerables que en el siglo XVII; una vez superado el cerco de los Habsburgos al ocupar un Borbón el trono hispano. A raíz de Utrecht, Austria se vio convertida en el imperio continental más extenso y poblado; pero con una heterogeneidad quizá problemática. Holanda continuaba su lenta decadencia al igual que Suecia aceleraba su declive. Rusia y Prusia accedían al rango de grandes potencias, estando presentes en todos los conflictos de índole militar-y de diplomacia-. Según el historiador español Bartolomé Bennassar, “ esta Europa de principios del XVIII pretendía encontrar la paz en el equilibrio; en base a :
- Esplendor artístico e intelectual de la Francia
- Poder de la Monarquía Austriaca en la Europa Central
- Preponderancia de la Inglaterra a nivel marítimo-mundial
- Ascensión de prusianos y rusos
- Decadencia irremediable del imperio otomano “.
El propósito del nuevo sistema, repetido una y otra vez en los tratados de 1713-1715 era el de “ confirmar la paz y la tranquilidad del mundo cristiano por medio de un justo equilibrio de poder “ : Tremendo cinismo; pues ni justo era el poder ni cristiana era ya la base de ese mundo. No obstante, la frasecilla adquirió una especie de mágico carácter con la que justificar futuros acuerdos internacionales. La idea era sencilla y realista : Constituida Europa por una serie de potencias rivales, esta rivalidad queda organizada en forma de bloques equilibrados de manera que nadie trate de atacar a su vecino, ya que no puede estar seguro de su superioridad total…..Con este engendro de equilibrio de poderes, se pretendía mantener la paz aun cuando ello acarree la más absoluta de las inestabilidades. Una premisa que Francia y el Reino Unido-entre muchos otros-adoptarán con el mayor cinismo hasta nuestros días.
En realidad, la idea de equilibrio no nació en Utrecht originariamente. Los repartos de la monarquía de Carlos II y la constitución de la gran alianza de La Haya trataban ya de prevenir un posible desequilibrio dentro de su establecido sistema. Pero, en cualquier caso, la consagración de este concepto fue una victoria inglesa. No es casual que no se hablara nunca del equilibrio naval y que la Pérfida Albión se mostrara particularmente celosa en este terreno. En la práctica, el sistema exigía que las coronas de Francia y España se mantuvieran siempre separadas-cosa puramente nominal, porque la segunda quedaba supeditada a los intereses de la primera….-y que la Casa de Austria se contentara con las posesiones asignadas en Utrecht y Rastadt que, a su vez, habían de servir tanto para prevenir el resurgimiento del expansionismo gabacho como para asegurar la presencia austriaca en el Oeste europeo. Los holandeses, por su parte, quedarían seguros tras su barrera de los Países Bajos Austriacos; mientras que la Rusia desplazaba a la Suecia como primera potencia en el Norte. Pero el predominio ruso en el Mar Báltico nunca fue equiparable al que antes ejerciera la Suecia y, además, quedaba contrapesado por el ascenso de la Prusia que, al mismo tiempo, serviría para hacer patente el envidioso antagonismo contra Austria por el control de los estados alemanes. En suma : Una serie de rivalidades a flor de piel constituyentes de una compleja red de tensiones, contrarrestadas entre sí, que manifestaríanse en los sucesivos conflictos europoides hasta el periodo abierto por la Revolución Francesa.
El enfrentamiento más prolongado fue el producido entre Francia, sirviéndose de España, contra el Reino Unido, con nuestra América y la mar como escenarios principales. Un segundo enfrentamiento fue consecuencia de la ascensión militar prusiana, que amenazaba, sobre todo, a la Austria y, eventualmente a Rusia. A lo largo del siglo, este par de enfrentamientos “ básicos “ se combinaron entre sí, formando una complicada tramoya de alianzas y conflictos cuyo sentido más general es, sin embargo, fácil de desentrañar. El Reino Unido necesitaba un apoyo continental; y la primera piedra la encontró en Portugal, casi en forma de protectorado tras su separación a raíz de las nefastas políticas del Conde-Duque de Olivares ( Cuya bandera ostentan los separatistas castellanos )-y que acarreó una profunda e injustificable hispanofobia/desarraigo; carácter motriz de muchos nacionalismos “ periféricos “ en la Península Ibérica-; y aparte, necesitaba o bien a Prusia o bien a Austria; potencias que a priori adolecían de aspiraciones marítimas. En cambio, los objetivos franchutes eran tanto marítimos como continentales, por lo que la diplomacia gálica oscilaba permanentemente entre unas y otras potencias continentales; mientras permanecía mangoneando muchos aspectos de la política de una fragmentada España-que hasta hoy conocemos, por desgracia-.
Fue en la Península Itálica donde el sistema resultaría ser más inestable. De ello se benefició la masónica casa de Saboya, experta en el doble trato con Borbones y Augsburgos y que, en el año de 1713, había quedado reconocida como factor de equilibrio entre la Francia, la Austria y la España. Capacitar a Saboya para este papelón requirió que, en Utrecht, además de otros artificiales “ ajustes “ fronterizos ( Que ya irían fraguando el desastre italiano ), se le asignara la Sicilia y se le otorgara el título de rey a su soberano. El Tradicional Reinado de las Dos Sicilias se vería así forjado a pasar a mejor vida….No obstante, las dificultades para un equilibrio efectivo en la Italia fueron muy persistentes. Por una parte, la obstinación del Emperador Carlos VI de Alemania ( Sería el Carlos III de Las Españas si hubiera llegado a reinar; no se sabe si lo hubiera hecho mejor que Felipillo de Anjou; aunque peor se antoja casi imposible….) en reivindicar la Monarquía Hispánica impidió llegar a un acuerdo duradero entre Borbones y Habsburgos que, de hecho, tendría que esperar hasta la gran “ revolución de alianzas “ del 1756. Por otro lado, la Italia convirtióse en el objetivo de las aspiraciones dinásticas de la reina española Isabel de Farnesio, cuya ambición maternal lanzó a España a una agresiva actividad que fue el principal elemento perturbador del equilibrio europeo hasta el momento en que Federico el Grande entró en acción en la Alemania.
Todo lo anterior pone de manifiesto que los complejos lazos familiares entre las casas reinantes era un factor importante dentro de ese “ sistema de aliados “ de la Europa. Desde que inicióse el siglo XVIII, los problemas dinásticas provocaron reivindicaciones que casi siempre hubieron de solventarse por las armas y parecieron adquirir carácter de epidemia. Los Hannover eran discutidos en el seno anglohebraico; Carlos VI ( Que encontró hondos apoyos en la Corona de Aragón, especialmente en el Principado de Cataluña y en el Reino de Valencia; donde siempre se ha dicho que hasta hace poco en Alcira figuraba el retrato de Felipe V al revés como señal de grave descontento. No es para menos, teniendo en cuenta sus francesitos decretos de Nueva Planta y su abolición foral de estas tierras…..) murió sin estar seguro de si su hija María Teresa ceñiría la Corona Austriaca; en la Rusia, la Suecia, la Toscana y la Parma también se plantearon problemáticas sucesorias; eso por no hablar de la Polonia, donde el mal parecía crónico. La adjetivación parece plausible especialmente al pensar que de tres de las grandes guerras del siglo, las de España, Polonia y Austria, son conocidas con el nombre de “ guerras de sucesión “. En este sentido, el siglo XVIII fue harto belicoso. No obstante, quizá no resulte demasiado conveniente hablar meramente de “ guerras dinásticas “ cuando los matrimonios principescos eran calculados minuciosamente según relaciones de poder. A pesar de que los príncipes reinantes confundían los fines estatales con sus dinásticos intereses, bajo los problemas sucesorios subyacían conflictos entre los estados europeos que, unos definitivamente, otros aún en el proceso, venían definiendo sus fronteras e identidades desde el Renacimiento. Así, las razones dinásticas ni provocaron por sí solas las guerras ni las evitaron; pero posiblemente a ellas se deba que el objetivo militar no fuera la destrucción total del adversario. No entraba en esa mentalidad de “ conveniencias “.
Dado que la actividad comercial era cada vez más intensa, otro parámetro fundamental en las relaciones internacionales del siglo XVIII venía constituido por las rivalidades mercantiles-coloniales. Aunque, mucho después de que lo hicieran Venecia u Holanda, todos los gobiernos europeos acabaron interesándose de modo sistemático por las repercusiones económicas de la guerra y de la paz. Los ingleses pronto adquirieron maestría en sacar provecho de la una y la otra, con mucha sangre fría; y, como ya se ha expuesto, su rivalidad comercial con la Francia constituyó una constante en las relaciones internacionales. Dentro de esa rivalidad, quizá aplazada en las primeras décadas del siglo, los problemas derivados del corsarismo-muy presentes tanto en la Francia como en el Reino Unido contra el Imperio Español-y de los derechos de los países neutrales en la mar fueron muy frecuentes y agudos, testimonio de que en el siglo XVIII las luchas de mentalidad colonial-marítima cobraron una excepcional importancia.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores