Búsqueda avanzada de temas en el foro

Página 2 de 2 PrimerPrimer 12
Resultados 21 al 35 de 35

Tema: El desfile nazi-soviético de 1939 en Polonia

Vista híbrida

  1. #1
    Avatar de ReynoDeGranada
    ReynoDeGranada está desconectado 𝔄𝔱𝔥𝔞𝔩 𝔚𝔞𝔯𝔡
    Fecha de ingreso
    13 feb, 14
    Ubicación
    Jerez de la Frontera
    Mensajes
    1,443
    Post Thanks / Like

    Re: El desfile nazi-soviético de 1939 en Polonia

    1938: la invasión polaca de Checoslovaquia y Lituania

    20 abril, 2019RAFAEL MORILLA SAN JOSE
    Polonia ha pasado a la historia de la Segunda Guerra Mundial como la primera víctima del expansionismo militar nazi. Sin embargo, la imagen idílica de un pacífico país invadido primero por alemanes y soviéticos debe ser matizada y mucho, porque no corresponde en absoluto con la realidad.Józef Klemens Piłsudski de Kościesza fue el primer jefe de Estado (1918-1922), primer mariscal (desde 1920) y dictador (1926-1935) de la Segunda República Polaca. Desde la Primera Guerra Mundial tuvo una gran influencia en la sociedad de su país, siendo considerado el principal responsable de la independencia polaca en 1918 tras más de un siglo de particiones. En mayo de 1926, tras meses de preparación por sus partidarios y con el apoyo de algunas unidades militares fieles a su persona,da un golpe de Estado. El golpe marca el final del gobierno democrático parlamentario en Polonia que es sustituido paulatinamente por diferentes dictaduras y Pilsudski se dedica a dirigir el gobierno de Polonia como un dictador carismático, sustentado en su popularidad entre las masas. Para ello introduce el denominado régimen Sanacja (o «sanación», en polaco), en el que sus seguidores forman un frente «por encima de los partidos políticos» mientras los gobiernos quedan sujetos a la aprobación de Pilsudski, convertido en dictador de facto de Polonia, apoyado por los líderes militares (el “grupo de los coroneles”) y por el movimiento Sanacja: un partido político que evitaba conducirse como tal. Tras el agravamiento de la Gran Depresión en 1930 surge con fuerza una oposición política que exige a Pilsudski dejar el poder. En respuesta arresta a decenas de parlamentarios opositores a su régimen y los encarcela en la ciudad de Brest,manteniendo su régimen sobre la base de su carisma entre las clases obreras. No obstante, elabora una nueva constitución que le permita legalizar su régimen Sanacja y perpetuarlo en el poder. Pero su régimen pierde rápidamente prestigio y apoyo: al terror policial utilizado para ganar las elecciones de noviembre de 1930 se une la brutal represión militar del nacionalismo ucraniano también a finales de ese año. Tanto los intelectuales como los partidos de izquierda y las minorías se alejan ya definitivamente de Pilsudski, a quien hasta ahora habían apoyado y sustentado. La Constitución de abril de 1935, fruto del deseo de sus partidarios de asegurar a toda costa el régimen, será elaborada por la camarilla de Pilsudski expresamente para que sea este líder quien se sirva de ella. No obstante tal esfuerzo resulta vano ya que el 12 de mayo de 1935 Pilsudski muere y el régimen Sanacja queda en manos de los coroneles hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial.Piłsudski, era partidario de una alianza con Alemania y de la creación de Estados intermedios independientes (Bielorrusia, Ucrania) entre Rusia y Polonia. Así, el gobierno polaco llevaba décadas intentando materializar lo que el gobierno dictatorial del general Józef Piłsudski llamaba “Międzymorze” (de między, “entre”; y morze, “mar”; es decir: ‘entre mares’), una unión de países de Europa central y oriental ( Bielorrusia, Lituania, Polonia y Ucrania); por supuesto, bajo la dirección polaca. El objetivo estratégico de Józef Piłsudski era resucitar una forma moderna de la antigua República de las Dos naciones, convertiendose en una gran potencia continental y de paso, debilitar a sus vecinos rusos fomentando la desintegración de la Unión Soviética, por sus componentes étnicos.El sueño de Piłsudski se encontró con la oposición de prácticamente todas las partes interesadas y por supuesto,los soviéticos utilizaron su influencia para contrarrestarlo.En el otoño de 1918, en plena descomposición de los Imperios ruso y austro-húngaro, checos y polacos estaban en guerra por un contencioso fronterizo y étnico por la llamada Silesia de Teschen (Tesin/Cieszyn). Los polacos tenían que combatir en dos frentes, ya que también estaban en guerra en Ucrania, por lo que tras algunos choques bélicos menores y una promesa de referéndum que nunca se hizo efectiva, Polonia y Checoslovaquia acordaron someterse a un arbitraje que se llevó a cabo en la Conferencia de Paz de París de 1919 y en la de Spa (Bélgica) en julio de 1920. El resultado fue que los checos recibían la parte oeste de los territorios en disputa con los polacos, mientras que los polacos se quedaban con la este. Varsovia no quedó satisfecha y recurrió al tribunal internacional de justicia de la Sociedad de Naciones, que el 12 de marzo de 1924 hizo unos ajustes en el reparto y estableció las que habían de ser fronteras definitivas. Aunque de 1920 a 1938 la situación de la minoría polaca fue de relativa tranquilidad, especialmente si la comparamos con las minorías alemana, magiar o rutena, en continua reivindicación de derechos y autonomía, de algún modo, estas corrientes influyeron en la minoría polaca, que comenzó a reclamar autonomía.El 17 de marzo de 1938 Polonia lanzó un ultimátum al Gobierno lituano, que se había negado rotundamente a mantener relaciones diplomáticas desde 1920, como forma de protesta ante la anexión de la región de Vilna por parte de Polonia. Alentada por el reconocimiento internacional de la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, decidió enviar este ultimátum a Lituania en el que exigía al Gobierno lituano que aceptara incondicionalmente el establecimiento de relaciones diplomáticas con Varsovia en un plazo de 48 horas, y que el proceso concluyera antes del 31 de marzo. Esto supondría, de facto, la renuncia de Lituania a su capital histórica, Vilna (conocida en polaco como Wilno), que venía reivindicando desde tiempo atrás.Lituania aceptó el ultimátum el 19 de marzo y aunque se establecieron relaciones diplomáticas como consecuencia de esto, Lituania nunca aceptó reconocer de iure la pérdida de Vilna.Polonia desplegó una estrategia similar contra Checoslovaquia, en Praga, el 30 de septiembre de 1938, cuando aprovechó la crisis de los Sudetes para reclamar una porción de Zaolzie. En ambas ocasiones, usó las crisis internacionales para abordar oportunistamente, disputas fronterizas que databan de tiempo atrás. Como es sabido,en 1938 Hitler comenzó a presionar con el objetivo de anexionarse los Sudetes alemanes, una parte de Checoslovaquia de población mayoritariamente germana. Los checos movilizaron su ejército para la defensa de sus territorios. Pero el gobierno Polaco no estaba dispuesto a renunciar a “su parte del pastel”, que tanto ambicionaba. El 27 de septiembre, se anexionaba ochocientos kilómetros cuadrados y el cuarto de millón de habitantes del distrito silesio de Tesin, después de que las tropas polacas enviasen un ultimátum a Praga exigiendo la entrega y la evacuación de sus hombres. Alemania no puso ninguna objeción y dos días después firmaba con Francia, Gran Bretaña e Italia el Acuerdo de Múnich, por el que se le entregaban los Sudetes a cambio respetar la independencia del resto de Checoslovaquia que debería negociar con Polonia y Hungría las reivindicaciones de éstas naciones. Tras la invasión alemana de los Sudetes, Polonia tuvo el camino libre para tomarse la revancha frente a los checos de lo sucedido en 1919-1920 y no perdió la oportunidad. El 1 de noviembre de 1938 los polacos se anexionaban Zaolzie y los alrededores de Lesnica y Skalité, mientras que los húngaros, se anexionaban la región de Rutenia Transcarpática, que consideraban les había sido arrebatada por el Tratado de Trianon de 1920.La Unión Soviética devolvió Vilna a Lituania tras la invasión de la parte oriental de Polonia perpetrada en septiembre de 1939. Ni Lituania ni Polonia conocían por aquel entonces las cláusulas secretas del Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado en agosto de ese mismo año, en el que alemanes y soviéticos habían acordado dividir la región en esferas de influencia. En junio de 1940, la Unión Soviética ocupó y posteriormente se anexó Lituania por lo expuesto en el mencionado pacto. La anexión y la fácil victoria sobre Checoslovaquia fue disfrutada durante menos de un año por los polacos,ya que en septiembre de 1939 la Wehrmacht atacaba las fronteras de Polonia, ocupando de este modo el territorio de Teschen, dando comienzo como es sabido a la II Guerra Mundial. Durante los años siguientes los polacos sufrirían la política nazi de discriminación racial mucho más que los checos, al estar situados más bajo en el escalafón racial ideado por Hitler.

    https://quevuelenaltolosdados.com/20...ia-y-lituania/
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
    𝕽𝖆𝖒𝖎𝖗𝖔 𝕷𝖊𝖉𝖊𝖘𝖒𝖆 𝕽𝖆𝖒𝖔𝖘

  2. #2
    Avatar de ReynoDeGranada
    ReynoDeGranada está desconectado 𝔄𝔱𝔥𝔞𝔩 𝔚𝔞𝔯𝔡
    Fecha de ingreso
    13 feb, 14
    Ubicación
    Jerez de la Frontera
    Mensajes
    1,443
    Post Thanks / Like

    Re: El desfile nazi-soviético de 1939 en Polonia

    .
    Última edición por ReynoDeGranada; 13/05/2020 a las 17:21 Razón: repetido
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
    𝕽𝖆𝖒𝖎𝖗𝖔 𝕷𝖊𝖉𝖊𝖘𝖒𝖆 𝕽𝖆𝖒𝖔𝖘

  3. #3
    Avatar de Erasmus
    Erasmus está desconectado Socio vitalicio
    Fecha de ingreso
    03 ene, 06
    Ubicación
    Buenos Aires
    Mensajes
    4,206
    Post Thanks / Like

    Re: El desfile nazi-soviético de 1939 en Polonia

    Autor católico favorable al Eje:

    1941 - 1942 El Plan Barbarroja victorioso - Luis Alfredo Andregnette Capurro


    En capitulo anterior, señalamos con documentación probatoria, la conmixtión capitalista con la feroz tiranía de la URSS cuyos días estaban contados si no se la auxiliaba urgentemente. En buen romance, estaba en peligro el germen del Estado mundial. El sueño esotérico clave del masonismo. Por ello el frenesí, del venerable “hermano masón” Delano Roosevelt, apurando la ayuda norteamericana y su presencia en la guerra. El mismo día que comenzaba la Cruzada Antikomintern ordenó al Subsecretario de Relaciones Mr. Welles que hiciera conocer al mundo que los EEUU apoyaban al gobierno del Kremlin. El respaldo era absoluto, porque el ataque Germano “se realizaba contra una democracia”. Pocos días después, el 30 de junio, Harry Hopkins, enviado por Roosevelt, llegaba a Moscú para ofrecer toda la ayuda necesaria… y aún más. En su libro “Amenaza Mundial” el ex Embajador en Moscú Williams Bullit corrobora que “Hopkins no pidió nada a cambio”. Ello nos dice claramente que, el “romántico fariseo” Roosevelt (enviando al que conocía como agente secreto del soviet) seguía alimentando un ideal internacionalista el que, logrando la victoria del socialismo a escala mundial, surgirían las condiciones para la unificación gradual de todas las naciones.

    La Sociedad de Naciones de Wilson y sus 14 Puntos en Versalles (1918) y años con la O.N.U. nacida de la Carta firmada en San Francisco (1945), anidaba el huevo de la serpiente porque allí, estaba y está, toda la utopía esotérica.


    En esos días plenos de alienación e insensatez, Churchill se dirigía a la Cámara de los Comunes ante la que declaraba a voz en cuello: “Gran Bretaña marchará hombro con hombro con la Unión Soviética contra la agresión”… A renglón seguido prometía a Stalin “la total ayuda del Imperio Británico”. El obeso líder conservador no tomaba conciencia que, con la decisión de apuntalar al bolchevismo, estaba redactando el acta de la sentencia de muerte de Imperio Británico. En toda su carrera política, como conservador, había combatido a la izquierda nihilista. Por eso cabe preguntarse si el Premier estaba en su sano juicio rechazando, poco antes, las ventajosas ofertas de paz que había hecho el Caudillo alemán.


    En tanto ese día de junio, en alocada contrapartida, se entregaba totalmente para salvar al comunismo internacional. No podemos dejar “en el río de las sombras”, (Seneca dixit) lo que escribiera el añoso Tory en 1935 y1937 alabando a los Caudillos de las Revoluciones Nacionales a los que, en 1941, odiaba hasta disparar contra su propio pueblo hundiendo de paso a Europa. Eso lo hizo en Yalta en 1945 en compañía de Delano Roosevelt y del bestial Stalin perteneciente a una conspiración mundial para delinquir denominada en un principio “Komintern” y luego de la guerra “Kominform”.


    Veamos esas opiniones a las que aludimos; aquí, va la primera fechada en Londres 1935 con el titular “Great Contemporaries”: “Los que se han encontrado con Herr Hitler cara a cara en asuntos públicos o en términos sociales han podido apreciar que se trata de un político altamente competente, ponderado, bien informado, de modales agradables y una desarmante sonrisa”. En 1937, en la publicación “Step by step” escribía: “Si nuestro país fuera derrotado, desearía que encontráramos un campeón tan indomable como el señor Hitler para restaurar nuestro coraje y conducirnos, otra vez, al lugar que nos corresponde entre las naciones”. Referente a Mussolini, en el trabajo antes nombrado, expresaba: “El genio romano, encarnado por Mussolini, el más grande de los legisladores modernos, ha enseñado a muchas naciones cómo puede resistirse el asalto del Comunismo y ha indicado la ruta que un país puede seguir cuando es valerosamente conducido”. “Con el régimen fascista, Mussolini, ha establecido un centro de orientación a partir del cual los países enzarzados en la lucha con el Comunismo deben encontrar la salvación. Mussolini ha señalado a los pueblos que sufren bajo la influencia marxista el camino para escapar la catástrofe que los amenaza”. En la citada Yalta el contradictorio conservador y el masón norteamericano aceptaron el chantaje de Stalin quien exigió a cambio de declarar la guerra contra el derrotado Japón la anexión de la Polonia oriental, la formación de un gobierno en Varsovia no hostil a la U.R.S.S., la libertad para ejercer su poderosa influencia sobre Bulgaria, Rumania, Checoeslovaquia y Hungría, y la cesión posiciones estratégicas importantes en el Oriente. El 8 de agosto, la U.R.S.S. declaraba la guerra al Japón. Dos días después, el Imperio del Sol Naciente, destruido por las bombas atómicas, aceptaba las condiciones de Londres, Washington y Moscú, rindiéndose incondicionalmente. Stalin había tenido tiempo para irrumpir con 750.000 hombres en Manchuria y la península de Liao- Tung, apoderándose de puerto Arturo…


    La prensa financiada por inconfesables intereses británicos, a ocho columnas y en primera página estampaba: “Un vuelco imprevisto se ha dado en la colosal contienda” relatando que “en Londres hay lágrimas y júbilo”. Espectaculares manifestaciones donde oradores, desde las tribunas, con lágrimas en los ojos, clamaban adjetivando de “heroico al pueblo soviético…”. A este respecto, no podemos dejar de lado el relato contado por el entonces Presidente Nardone al señor padre del que esto escribe y al mismo autor. El asunto se refiere a cómo fue clausurado un órgano de prensa, titulado “Libertad”, que se editaba en Montevideo y que no ocultaba sus simpatías por el eje Roma-Berlín. El mismo era dirigido por el ingeniero Kayel que, siendo diputado fue desaforado por haber expresado en un discurso sus votos por la victoria de la Cruzada anti bolchevique a la que nos estamos refiriendo.


    Lo sucedido, según el Presidente amigo, fue lo siguiente: Uno de los días que nos ocupan, se presentó en la a redacción de “Libertad” un funcionario de la embajada británica solicitando que el cotidiano dejara de aparecer. La negativa del director Kayel fue cortante, a lo que el británico señaló que, entonces iban a tomar medidas. Una de ellas, era cortar los suministros de papel. Ante esas expresiones el ingeniero Kayel contestó que el papel, que se tenía en lugar no revelado, alcanzaba para dos años. El empleado de la “Embassy” abandonó su asiento y dijo para despedirse: “iremos por otro sendero más radical. Dos días después el sumiso Presidente de la República General Alfredo Baldomir decretó la clausura de “LIBERTAD”.


    El 2 de octubre con motivo de los 100 primeros días de la Cruzada anti-komintern, el Führer se dirigía a las tropas en el Frente Oriental. De esta manera se expresaba en uno de los pasajes de la alocución. “Mientras tanto, camaradas, habéis reconocido, primero, que este enemigo se había pertrechado militarmente, para su ataque en medida tan inmensa, que aún nuestras peores aprensiones, se vieron sobrepujadas, segundo ¡que Dios se apiadara de nuestro pueblo y de todo el mundo europeo si este enemigo hubiese lanzado sus decenas de miles de tanques contra nosotros…!”. A renglón seguido el Führer pasó a dar cifras concretas: “Habéis tomado más de 2.400.000 prisioneros destruido o tomado más de 17.500 tanques, más de 21.000 cañones y derribado o destruido en tierra 14.200 aviones”. “Ahora, camaradas, habéis visto personalmente este paraíso de obreros y campesinos”. “En este país que, por su extensión y feracidad, podría alimentar al mundo entero, impera una miseria inconcebible para nosotros los alemanes. Éste es el resultado de 25 años de dominación judaica...”.


    El 25 de agosto del mismo año 1941 ingleses y soviéticos invadieron y ocuparon Irán, Nación neutral, para dejar abierta una ruta desde la cual abastecer al Esclavismo bolchevique. La resistencia de la URSS dependía, entonces, de tres líneas de comunicación con el capitalismo anglosajón y su elite dirigente. A través de ellas recibía la ayuda militar del Fariseo de la Casa Blanca. Ésta es comparable al sepulcro blanqueado del que nos habla Jesús Nuestro Señor: brillante por fuera, pero lleno de podredumbre por dentro.


    Veamos el aspecto clave. La línea de Arkangel por el Ártico; la de Vladivostok, por el Pacífico, que tenía que empalmar con 10.000 kilómetros de transiberiano, y la del Golfo Pérsico, de muy difíciles comunicaciones terrestres. En los meses de 1941, las tropas de la Wermacht fueron recibidas como libertadoras. Las poblaciones de campesinos rusos los recibían con flores y quedaban admirados al observar las iglesias, cerradas por los bolcheviques, para ser convertidas en depósitos eran reabiertas al culto y sus sacerdotes reintegrados a su prédica cristiana. A esta altura del artículo demos un vistazo en bloque de la campaña victoriosa de las divisiones de la coalición Cruzada Barbarroja leyendo como la relata el historiador-revisionista Joaquín Bochaca: “La Wehrmacht y sus aliados se enfrentaban a un enemigo que, numéricamente, les doblaba en efectivos. Pero mientras la moral combativa de las tropas europeas era muy elevada, el “glorioso” Ejército rojo se movía con escasa elasticidad… Abundaban las deserciones en masa. Treinta divisiones son cercadas en Minsk; veintidós en Smolensk… las tropas alemanas avanzan a razón de sesenta y setenta kilómetros diarios. La Luftwaffe destruye, solo en los dos primeros días de guerra, casi tres mil aviones, en combates aéreos o en tierra. Los alemanes cruzan el histórico rio Berezina y atraviesan la Línea Stalin. En el sector Norte, las tropas de Von Leeb, partiendo de Prusia Oriental, engullen rápidamente los países bálticos. En Kaunas, capital de Lituania, se ha formado ya un Gobierno nacional, que proclama la independencia del país, y ofrece su colaboración a Alemania en la lucha contra el bolchevismo; lo mismo ocurre en Estonia y Letonia (la Legión letona llegará a ser uno de los cuerpos de élite de la S.S.), en Ucrania polaca y en la Polonia Oriental son liberadas por las tropas de Von Bock y Guderian. Incluso, en el Cáucaso, ocurren rebeliones antisoviéticas ante el anuncio del rápido avance alemán. Las tropas alemanas, al mando del Mariscal Antonescu avanzan hacia Odessa. Más al norte, Von Rundstedt atraviesa la frontera ruso-polaca en dirección a Kiev. Pero la resistencia se va endureciendo. La N.K.W.D. y los comisarios políticos son los autores de este aumento de la combatividad de las tropas soviéticas. Se instala un verdadero “apparat” policiaco dentro del Ejército rojo; la delación está a la orden del día; las represiones alcanzaran incluso a varios generales; una simple palabra, considerada “derrotista”, conduce directamente al pelotón de fusilamiento. Detrás de las unidades de primera línea se instalan patrullas de represión de los que intentan replegarse o desertar…”.


    Falta algo por decir por lo que, proseguiremos, Dios mediante, en cercana edición.



    Luis Alfredo Andregnette Capurro


    Desde la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de
    San Felipe y Santiago de Montevideo.

    Visto en: Nacionalismo Católico San Juan Bautista.



    Imperium Hispaniae

    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  4. #4
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,645
    Post Thanks / Like

    Re: El desfile nazi-soviético de 1939 en Polonia

    Así apoyó La Pasionaria la invasión de Polonia por Hitler y Stalin en la Segunda Guerra Mundial

    En 1940, Dolores Ibárruri publicó un artículo en el que cargaba contra Gran Bretaña y Francia por defender a una «república de campos de concentración»


    La lucha de Dolores Ibárruri que le costó la vida a su hijo - ATLAS


    Manuel P. Villatoro

    Actualizado: 12/11/2019 10:31h



    Si hay algo que demuestra el estudio de la historia es que los grises priman sobre el blanco y el negro. El relativismo de los no documentados, dicen unos; aunque prefiero definir este fenómeno como la cautela de aquel que conoce la inmensidad y los entresijos del pasado. Sea por la causa que sea, la realidad es que el paso del tiempo ha dejado algunas paradojas dignas de los Monty Python. Y una de ellas fue la defensa a ultranza que Dolores Ibárruri, la idealizada Pasionaria (fallecida hace hoy 30 años) en nuestra triste y castiza Guerra Civil, hizo de la invasión de Polonia por parte de la URSS. La contradicción es mayor si cabe al saber que la dirigente comunista seguía los preceptos de un Stalin que había firmado un pacto secreto con la Alemania nazi de Adolf Hitler para repartirse el país una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial.

    Ibárruri se deshizo en improperios contra Polonia, y en alabanzas hacia la URSS, en el primer número del semanario «España Popular», editado el 18 de febrero de 1940 en México. Un periódico que Pablo Jesús Carrión (autor del dossier «La delegación del PCE en México, 1939-1956») define como «una publicación periódica» que los «militantes de base» del Partido Comunista de España elaboraban al otro lado del charco y que hacía las veces de medio de difusión de las ideas oficiales de su organización. El artículo de Pasionaria, que contó con una llamada en la misma portada, fue extenso e incluyó afirmaciones tales como que «los trabajadores de todos los países han saludado con entusiasmo la acción libertadora del Ejército Rojo sobre el territorio del antiguo Estado de los terratenientes polacos».


    De la mano

    Pero vayamos paso a paso. Encontrar las causas que resultaron en la escritura de este artículo nos obliga a dirigir la vista hacia el verano de 1939. Fue entonces cuando un efusivo Hitler puso sus ojos en Polonia después de haber conquistado -entre otras, y bajo la inactividad de las potencias internacionales- Checoslovaquia y Austria. Ansiaba recuperar Danzig, la ciudad que el Tratado de Versalles había arrebatado a su país tras la Gran Guerra. Sin embargo, sabía que para ello debía neutralizar a la potente URSS (la única dispuesta a hacerle frente) mediante un pacto de no agresión. Ni las diferencias ideológicas evitaron que ambas naciones se reunieran.




    Dolores Ibárruri


    El 23 de agosto de 1939, Joachim von Ribbentrop y Viacheslav Mólotov, ministros de Asuntos Exteriores de nuestros dos países protagonistas, rubricaron un tratado de no agresión que contaba con siete clausulas públicas y varias secretas. En ellas se comprometieron a que el acuerdo se extendiera durante diez años; a que «ninguna de las dos participarán en agrupaciones de potencias que de alguna forma estén dirigidas directa o indirectamente contra la otra parte» y (entre otras tantas cosas) a repartirse Europa en dos áreas de influencia «en el caso de que se produjesen modificaciones político-territoriales». Es decir, en el momento en el que comenzara la contienda.

    El despropósito se cumplió y el mismo Stalin (presente en la reunión y contrario al régimen nacionalsocialista) brindó alegre por el acuerdo. Otro tanto le pasó a un Hitler que llegó a calificar al soviético de «líder extraordinario» a pesar de que, en sus palabras, también era brutal. Podían (que no debían) estar contentos, pues -aunque el pacto se extendió diecisiete meses e incluyó la cesión de materias primas y viajes científicos entre ambos países- a corto plazo habían establecido que se repartirían Polonia tras el inicio de las hostilidades. Para aquellos escépticos basta con recordar que, cuando Mólotov se reunió con el embajador polaco y este le advirtió que, en caso de guerra, los aliados acudirían en su ayuda, el ministro le dio una respuesta tan tajante como poco halagüeña: «Bueno, ya veremos».


    Propaganda comunista

    Más allá de la reacción internacional, la realidad puso de manifiesto que Hitler y Stalin ansiaban dividirse Polonia. El 1 de septiembre de 1939 lo demostró el primero cuando hizo que sus divisiones cruzasen la frontera con el objetivo de aplastar Varsovia. El 17 de ese mismo mes, los asfixiados defensores vieron como el ejército soviético cruzaba la frontera oriental de su país para unirse a las tropas del Führer. «Los polacos no disponían en esta franja de fuerzas organizadas para proteger la frontera, y los rusos avanzaron sin apenas oposición. Tan solo sufrieron 700 bajas», explica a ABC Jesús Hernández, autor (entre otras tantas obras) de la nueva y flamante «Esto no estaba en mi libro del Tercer Reich» (Almuzara, 2019).




    Invasión ssoviética de Polonia


    Poco le importó al camarada supremo que Gran Bretaña y Francia hubiesen declarado la guerra al Tercer Reich el 3 de septiembre.

    En todo caso, y en virtud de este pacto, Stalin ordenó a sus seguidores internacionales (los partidos comunistas ubicados en media Europa) endulzar el pacto de no agresión del 23 de agosto y afirmar, día sí y noche también, que las culpables de la contienda eran Francia y Gran Bretaña debido a su política de apaciguamiento. El Partido Comunista Francés fue uno de los que más esfuerzos puso en ello, como bien demuestra el titular que se publicó en el periódico «L'Humanité» (bajo la dirección de la organización) el 25 de agosto de 1939: «La acción de la Unión Soviética con el pacto de no agresión con Alemania ayuda a reafirmar la paz general».


    Contra los Aliados

    Ibárruri se unió a las premisas enviadas desde Moscú y escribió un extensísimo artículo titulado «La social-democracia y la actual guerra imperialista» en el mencionado periódico «España Popular». Sus primeras líneas las dedicó, a semejanza de sus colegas galos del Partido Comunista Francés, a cargar contras las grandes potencias aliadas, las vencedoras de la Gran Guerra, por no haber intervenido en la Guerra Civil española en favor de la Segunda República.

    «La sangrienta experiencia de la derrota del pueblo español, derrota organizada de manera sistemática por los gobiernos reaccionarios de Francia e Inglaterra, ayudados en su criminal tarea por los jefes de la Socialdemocracia, puede servir en estos momentos como un rayo de luz que ponga de relieve la mentira de los motivos con que hoy se arrastra a los pueblos en una guerra imperialista».




    La Pasionaria y Díaz aplaudiendo al camarada Antón durante el acto celebrado en el Monumental Cinema


    La dirigente comunista en el exilio no se detenía en este punto. Sin pelos en la lengua, acusaba al «imperialismo inglés» y a la «burguesía francesa» de «llevar a la muerte» a miles de españoles. «Los que hoy levantan la bandera de la “democracia” son los principales culpables de la derrota de la República española», añadía. No solo eso, sino que también acusaba a los dirigentes de ambos países de haber traicionado «el pacto firmado en el año 1933 entre la República francesa y la República española, por el cual se comprometía la primera a vender a España todas las armas que necesitase en cualquier momento». En sus palabras, el presidente Léon Blum obvió haber rubricado aquello, aunque sí recordó la cláusula que obligaba a «España a no comprar armas a ningún otro país».

    Por ello, además de por el seguimiento de ambas naciones de la llamada «política de no agresión» del premier Neville Chamberlain (mantenerse al margen de la contienda librada en la Península), La Pasionaria arremetía a su vez contra la «Socialdemocracia» europea. Y no solo eso, sino que afirmaba que esta corriente había provocado, de forma premeditada, la caída de la Segunda República en un vano intento de evitar una contienda general y de favorecer el derrumbe de -según ella- la única corriente que abogaba por resistir hasta el final contra Francisco Franco: la comunista.


    «Todos los jefes socialdemócratas que llegaron a España llevaban el mismo objetivo, ver cómo se podía luchar contra el Partido Comunista»


    «Todos los jefes socialdemócratas que llegaron a España llevaban el mismo objetivo, que es el de la burguesía de todos los países: ver cómo se podía luchar contra el Partido Comunista, por su inquebrantable posición de lucha y de resistencia ante los agresores, y convencer a los dirigentes socialistas, entre ellos a los a los Presidentes de los distintos Gobiernos y a los ministros socialistas, de la necesidad de terminar la guerra, entregando España al fascismo. Y así ocurría que la resistencia heroica del Ejército y del pueblo español ponía frenéticos a los jefes de la socialdemocracia, porque esta resistencia rompía todos sus planes y hacía disminuir su personalidad y su valía ante sus amos, los Chamberlain y los Daladier, la City de Londres y la Banca de París».


    Críticas a Polonia

    Tras estas agrias críticas, Pasionaria cargó tintas contra la misma Polonia que, menos de un año antes, había sucumbido a Hitler y Stalin. En un apartado titulado «El miedo a la revolución», afirmaba que «los ardientes “pacifistas” y los partidarios de la política de “no intervención”» sí habían abandonado las premisas esgrimidas poco antes para, fusiles mediante, ayudar a los polacos. «Los portavoces socialdemócratas del imperialismo inglés y francés repiten cada día que hacen la guerra para “restaurar la Polonia”, en nombre de la democracia y “del derecho de los pueblos», escribió. Lo más sangrante, según sus palabras, es que, en contra de lo que sucedía en la Segunda República, en este país «millones de ukranianos, bielorrusos y judíos ni siquiera tenían el derecho de hablar libremente su idioma, y vivían en condiciones de parias».

    «Ellos defienden un régimen que destrozaba la cultura de pueblos enteros, y abandonaban a los defensores de la cultura del pueblo español. Los hombres de la socialdemocracia, al servicio del gran capital, se atreven a llamar democrático al Estado polaco, el que fue cárcel de pueblos, donde el obrero no tenía derecho a organizarse libremente, donde el proletariado polaco llevaba la misma existencia de esclavos que el resto de los pueblos oprimidos. Ellos se declaraban solidarios con los gobernantes de la Polonia reaccionaria, desaparecida sin honor y sin gloria, porque los terratenientes polacos, los coroneles venales y que formaban su gobierno y que no representaban la voluntad del pueblo polaco -que no tenía ni voz ni voto para decidir sus destinos-, representaban, sin embargo, los intereses de los banqueros y grandes capitalistas de Londres y París».




    Portada de España Popular


    Pasionaria esgrimía también que Francia y Gran Bretaña solo habían acudido en ayuda de Polonia porque el país hacía las veces de «cordón sanitario» frente a la Unión Soviética y, llegado el momento, también de lanzadera para atacar el «país del socialismo». No solo eso, sino que argumentaba que los Aliados habían creado la zona de forma artificial en el Tratado de Versalles con este objetivo y que la habían dejado en manos de «terratenientes y coroneles».

    En el artículo también achacaba a Polonia la creación de centros de reclusión. «¡La Polonia de ayer, cárcel de pueblos, República de campos de concentración, de gobernantes traidores a su pueblo, que estaba constituida a la imagen de la democracia de los Blum y Citrine!», escribía. No tenía constancia, parece ser, de los gulags que Stalin había establecido y se olvidaba de la hambruna provocada por el gobierno soviético que había acabado, entre 1932 y 1933, con millones de muertos en Ucrania. «La socialdemocracia llora sobre la pérdida de Polonia, porque el imperialismo ha perdido un punto de apoyo contra la Unión Soviética, contra la patria del proletariado. Llora por la pérdida de Polonia, porque los ukranianos, bielorrusos, trece millones de seres humanos, han conquistado su libertad. Como durante la guerra de España, ellos se encuentran hoy al lado de los enemigos de la Humanidad», completaba.

    Pasionaria acababa esta parte del artículo con dos frases lapidarias: «Ningún obrero consciente podrá tomar voluntariamente las armas en defensa de la Polonia reaccionaria. Los trabajadores de todos los países han saludado con entusiasmo la acción libertadora del Ejercito Rojo sobre el territorio del antiguo Estado de los terratenientes polacos».





    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.abc.es/historia/abci-def...6_noticia.html

  5. #5
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,645
    Post Thanks / Like

    Re: El desfile nazi-soviético de 1939 en Polonia

    El pacto secreto con el que Stalin y Hitler quisieron conquistar Europa: la gran vergüenza de la URSS

    En el Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado el 23 de agosto de 1939, alemanes y soviéticos se repartieron Europa y llegaron a un acuerdo de no agresión





    Manuel P. Villatoro

    Actualizado:26/08/2019 15:49h



    Las relaciones diplomáticas crean en ocasiones extraños compañeros de cama. La historia está llena de enemigos íntimos y acuerdos a contranatura, pero pocos fueron tan llamativos como el Pacto Ribbentrop-Mólotov. Aquel 23 de agosto de 1939 –un día como hoy de hace 80 años– Alemania y la Unión Soviética se prometieron lealtad y el reparto de una serie de territorios en Europa Oriental. Y todo, poco antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial.





    El acuerdo se rubricó en Moscú, y adquirió el nombre de los dos ministros firmantes: el alemán Joachim von Ribbentrop y el soviético Viacheslav Mólotov. En aquella reunión celebrada en el Kremlin participó un sonriente Iósif Stalin, que departió amistosamente con el emisario del III Reich. En consecuencia, muchos fascistas europeos –definidos desde hace años enemigos del comunismo ruso– se mostraron contrarios al acuerdo.

    En virtud del pacto resultante, que se extendió algo más de un año (unos diecisiete meses), la Unión Soviética envió también cientos de miles de toneladas de material a la Alemania nazi de Adolf Hitler, además de informes meteorológicos para que su fuerza aérea atacase Gran Bretaña. Por si fuera poco, los dos países compartieron avances y tecnología militar. Fueron tiempos en los que, en definitiva, ambos dictadores fueron cogidos de la mano a pesar de lo que, ochenta años después, pretenda afirmar la Rusia de Vladimir Putin.


    Juego de tronos

    En Europa, por entonces, se vivía un auténtico juego de tronos en el que los protagonistas eran las naciones. En abril de 1939 Adolf Hitler se encontraba en el cénit de su poder. Había conseguido que la comunidad internacional le cediera, mediante el «Acuerdo de Múnich» los Sudetes ante el miedo a una nueva contienda. En la práctica sabía que la potencia de naciones como Gran Bretaña y Francia empezaba a desvanecerse. El mismo Neville Chamberlain (primer ministro británico) había solicitado al Führer una declaración de amistad y el compromiso de que «no entrarían nunca en guerra». El líder nazi se veía, en definitiva, por encima del bien y del mal.

    Así lo dejó claro en una misiva enviada poco antes del verano:

    «Yo he superado el caos en Alemania, restaurado el orden, incrementado de forma generalizada la producción en todos los sectores de nuestra economía nacional [...] No sólo he unido políticamente al pueblo alemán, sino que, desde el punto de vista militar, también lo he rearmado. […] He devuelto al Reich las provincias que nos fueron robadas en 1919. He conducido de nuevo a su patria a los millones de alemanes profundamente desdichados que nos habían sido arrancados. He logrado todo esto por mis propios medios, como alguien que hace veinte años era un trabajador desconocido y un soldado de su pueblo».




    Pacto firmado el 23 de agosto de 1939


    Con la comunidad internacional sentada sobre sus manos, las regiones más pequeñas empezaron a sentirse desprotegidas ante Alemania. Tenían razón. Sabedor de que sus enemigos apostaban por la política del «apaciguamiento», Hitler se hizo con Lituania y exigió a Polonia la devolución de los territorios que, según afirmaba, pertenecían históricamente al Imperio germano. Tal y como afirma Álvaro Lozano en su magna «La Alemania nazi», cuando recibió la negativa dio luz verde para su invasión. Los polacos sabían que también estaban en el punto de mira de la URSS, pero se negaron a firmar un pacto con Stalin. «Con los alemanes arriesgamos nuestra libertad, con los rusos, nuestra alma».

    En este rio revuelto, los ingleses intentaron hacer su particular pesca. Si Alemania no había aceptado un acuerdo, era posible que la URSS sí. Chamberlain, desesperado, envió una comitiva hasta el país para pergeñar un tratado que impidiera que un Stalin ávido de expandirse moviera ficha si los germanos asaltaban a su enemigo. Pero no sirvió de nada.


    «Este Stalin es brutal, pero uno debe admitir que se trata de un individuo extraordinario»


    En todo caso, los ingleses se marcharon convencidos de que, por mucho que Hitler y el Camarada Supremo ansiaran extender sus tentáculos, jamás se aliarían. Cometieron un gran error. A pesar de que el Führer odiaba profundamente el comunismo y su par era antifascista, ambos decidieron darse la mano en su propio beneficio: arremeter contra territorio enemigo.

    Así fue como, el 23 de agosto de 1939, ambos países firmaron el pacto Ribbentrop-Mólotov; un tratado con el que se dividieron Europa en dos de influencia. Y todo ello, a pesar de que habían sido enemigos durante la Guerra Civil española. «Hitler se encontraba enfrentado así al país que más admiraba: Gran Bretaña, y se había convertido en el aliado del Estado que más odiaba: la Unión Soviética», añade Lozano en su obra. A pesar de todo, lo cierto es que, por entonces, parece que al líder que más respetaba era al soviético. «Este Stalin es brutal, pero uno debe admitir que se trata de un individuo extraordinario», afirmó en una ocasión.

    Cláusulas secretas

    De puertas para adentro, Alemania y la URSS establecieron una serie de «áreas de influencia». Un reparto futuro de Europa Oriental que empezaría por Polonia, a la que invadieron solo unos días después. Una vez terminada la guerra las cláusulas secretas fueron descubiertas por el ejército británico, que las puso en conocimiento de la opinión pública.

    Aun siendo una de las vencedoras del conflicto, la Unión Soviética negó durante décadas la existencia de dichas cláusulas. No fue hasta agosto de 1989 –cincuenta años después de la firma del acuerdo– cuando el gobierno soviético presidido por Gorbachov reconoció que esos artículos ocultos planificaban el «reparto» nazi-soviético de Europa Oriental.




    Líderes, durante el pacto


    El pacto de no agresión contaba con siete cláusulas públicas y cuatro secretas que se conocieron años más tarde. De puertas para afuera, Alemania y Rusia establecían en su artículo IV que «ninguna de las dos participarán en agrupaciones de potencias que de alguna forma estén dirigidas directa o indirectamente contra la otra parte».

    Según el artículo VI, el acuerdo expiraba «en un período de diez años, con la previsión de que, en cuanto alguna de las Altas Partes Contratantes no lo denuncie un año antes a la expiración de ese período, la validez del tratado será extendido por otros cinco años». Se prometieron una década de lealtad que saltó por los aires en apenas año y medio con el comienzo –en junio de 1941– de la Operación Barbarroja. No obstante, estaban avisados: Hitler ya mencionó en «Mein Kampf» su deseo de expandir el Reich por la Unión Soviética.


    Ayuda mútua

    Pero el pacto no se imitó únicamente a repartirse Europa en dos áreas. Por si esto fuese poco, la Unión Soviética no dudó en suminstrar a la Alemania nazi 865.000 toneladas de petróleo, casi 650.000 de madera, 14.000 de magnesio y un millón y medio de grano y otras materias primas básicas. «Además los soviéticos compraron en los mercados mundiales materiales necesarios para Alemania, incluyendo 54.400 toneladas de caucho», desvela Lozano en su obra.

    Y eso solo a nivel económica. En el ámbito militar, mientras el tratado estuvo en vigor Stalin cedió varias bases navales a Adolf Hitler, le envió informes meteorológicos para favorecer los ataques de la fuerza aérea germana (la «Luftwaffe») y permitió el intercambio de tecnología para la mejora mútua.


    Cara a cara

    Los ministros de Asuntos Exteriores que dieron nombre al pacto de no agresión tuvieron a partir de entonces trayectorias muy distintas. El diplomático ruso Viacheslav Mólotov permaneció como Vicepresidente del Consejo de Ministros de la URSS hasta el año 1957, cuando Nikita Jrushchov decidió prescindir de él. Se retiró de forma definitiva en 1961 y falleció en 1986, a la edad de 96 años.

    Peor suerte corrió el ministro de Asuntos Exteriores alemán Joachim von Ribbentrop, al que después del conflicto acusaron de crímenes de guerra y genocidio. Las potencias vencedoras demostraron que había jugado un papel principal en la deportación de los judíos. Su trabajo consitió en persuadir a países limítrofes (satélites) para que asumieran esa población que después iba a ser exterminada. Por ello decidieron condenarlo a la horca, donde murió el 16 de octubre de 1946.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.abc.es/historia/abci-seg...video.historia

Página 2 de 2 PrimerPrimer 12

Información de tema

Usuarios viendo este tema

Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)

Temas similares

  1. El desfile de la victoria
    Por Valmadian en el foro Literatura
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 08/08/2017, 21:57
  2. La Crociata spagnola (1936-1939)
    Por Hyeronimus en el foro Italiano
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 31/01/2009, 23:48
  3. Antiguo disidente soviético previene contra la dictadura europea
    Por Miquelet Chaira en el foro Temas de Portada
    Respuestas: 2
    Último mensaje: 02/04/2008, 18:19
  4. Navarra fue la primera. 1936-1939.
    Por Templanza en el foro Navarra
    Respuestas: 6
    Último mensaje: 26/02/2007, 16:32
  5. desfile militar del 12-O
    Por Cavaleiro en el foro Tertúlia
    Respuestas: 5
    Último mensaje: 09/10/2005, 23:52

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •