Ante mí el número 93, Enero 2007, de
El Boletín CARLISTA de Madrid. Admito que esta cabecera siempre me ha intrigado. Para empezar, el boletín no es
de Madrid, sino
en Madrid, igual que la célebre Comisión de Navarros. Igual que esta, es un boletín navarro. Este número tiene doce páginas. La de portada y otras siete se dedican al libro “
Navarra fue la primera 1936-1939“.
[...]
La portada termina: “Recogemos, por su interés histórico y bibliográfico, primero el Prólogo escrito por el catedrático de Wisconsin, Stanley G. Payne, y también lo que dijeron Francisco Javier de Lizarza, sobre el libro de su padre, y las de Javier Nagore, único autor recopilado felizmente viviente”.
Las dos primeras páginas reproducen el Prólogo “El Carlismo y el Alzamiento de Julio de 1936″, por
Stanley G. Payne. Dice: ” … mientras en el bando republicano todos los partidos y movimientos mantenían y proseguían sus propios objetivos sociopolíticos durante la guerra, en el bando nacional los varios grupos los subordinaron a la causa común. De ningunos fue esto más característico que en el caso de los carlistas … El Jefe-Delegado de la Comunión en España, Manuel Fal Conde, había insistido originalmente que los carlistas debieran ocupar una posición política especial, si habían de participar en el movimiento nacional contra las izquierdas, para poder establecer su propia doctrina dentro de un gobierno nuevo. El general Emilio Mola, organizador de la rebelión militar, insistía en cambio en la necesidad de apoyo de voluntarios de milicias, pero … Los carlistas, el pueblo de Navarra, decidieron el dilema, y al movimiento militar le dieron carácter popular y religioso. Con la mediación de Antonio Lizarza Iribarren, se ofreció la participación entusiasta y abnegada de miles de voluntarios requetés, sin exigir ninguna contrapartida o compromiso político a escala nacional … Los líderes carlistas pensaban mantener la identidad política del carlismo, con las propias instituciones de la Comunión Tradicionalista, aunque sin pretender mandar o dirigir fuera de Navarra. Pero, cuando el Generalísimo Franco insistió en la absoluta necesidad de alcanzar una unidad política estrecha para ganar la guerra, los carlistas lealmente aceptaron su subordinación política en la nueva Falange Española Tradicionalista, partido único establecido por el régimen de Franco … Durante el curso de la guerra, el régimen de Franco asumió un talante cada vez más autoritario, que no era del agrado de los carlistas, aunque lo aceptaron en términos políticos mientras durase la contienda. Luego, a su final, el regente carlista, don Javier de Borbón-Parma, visitó la embajada británica en París para solicitar que Gran Bretaña usara su influencia para modificar el nuevo régimen en Madrid, tan favorable a las potencias fascistas, pero no se le hizo caso. En vez de emprender otra disidencia política, los carlistas meramente se apartaban más y más de las instituciones del régimen … “
Hasta aquí la selección. Es una selección de medias verdades, olvidos selectivos y mentiras descaradas. Payne suprime al Rey Don Alfonso Carlos y al General Sanjurjo, y reduce a casi nada a Manuel Fal Conde y a Don Javier. Lo reduce todo a Navarra, y da por buena la cacicada, la traición de Rodezno y los suyos, como si hubieran representado al Carlismo. Da por bueno, su tesis es conocida, el golpe de Estado de Franco. Da por necesaria la unificación nazifascista. Miente sobre la aceptación de FET y de las JONS, en la cual nunca se integró la Comunión Tradicionalista. Silencia la persecución de los mandos carlistas, el robo del patrimonio de la Comunión, etcétera. Silencia la constante oposición de la Comunión, y la expulsión de ella de los traidores. Payne es despreciable. Se le podría sepultar con los cientos de documentos y de testimonios que prueban lo contrario de lo que este yankee afirma. Bastaría con los contenidos en la obra de Santa Cruz “Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español 1939-1966″.
La cuarta y la quinta páginas son las “
Palabras de F.J. de Lizarza” en la presentación pamplonesa del libro. Son de evocación sentimental, a la vez de su padre, del Carlismo, del Alzamiento y del “Generalísimo del Ejército nacional”.
Las tres siguientes son las palabras de
Javier Nagore Yárnoz, escritor apreciable, notario, veterano de la Cruzada, navarro. Entre sus proezas está el haber hecho la guerra como requeté y haber sido Consejero Nacional de la Comunión Tradicionalista Carlista, sin haber sido él carlista nunca. Las querencias las deja claras: “cuarenta años de renacimiento religioso, paz y progreso social”. “Una convicción profunda en el pensamiento teológico es que la guerra, en sí misma, es irracional, y que el principio de una solución pacífica obligatoria de los conflictos es la única vía digna del hombre … con lo que se llega a la conclusión de que sólo la legítima defensa puede justificar la guerra”. ¿De qué “pensamiento teológico” hablará? Ay, Opus, Opus, por qué malos caminos los llevas. El resto de su intervención es buena.
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