Anthony Giddens, lord laborista e ideólogo de la «Tercera Vía»: «Si la izquierda no toma en serio la inmigración perderá el poder»

«El lugar de Blair en los libros de Historia dependerá de Irak. Fue una decisión arriesgada y ha salido mal, sobre todo por culpa de EE UU, pero el premier arregló el lado oscuro del «thatcherismo»: la desigualdad social»

Gonzalo Suárez






Londres - A mediados de los noventa, Anthony Giddens se sentó al ordenador y comenzó a escribir su nuevo ensayo, «La renovación de la socialdemocracia». Con un título tan poco chispeante, no se esperaba que su libro trascendiera más allá de las elites académicas anglosajonas. Pero todo cambió cuando, a última hora, el sociólogo dio con un nombre más comercial para su criatura política, «La Tercera Vía», en alusión a su paralelo rechazo a la izquierda antediluviana y al thatcherismo más descarnado.

Este agudo eslogan político, unido a su amistad con el líder del momento, Tony Blair, le convirtió en una celebridad planetaria. De la noche a la mañana, gobernantes de todo el mundo le cortejaban para que aplicara su barniz modernizador a los idearios políticos más anquilosados. Y en la Unión Europea, donde el centro-izquierda gobernaba en 13 de los 15 estados miembros, su ensayo se hizo un hueco en la mesilla de noche de cualquier político con ganas de hacer carrera.

Pasada casi una década de esta borrachera de éxito, pocos siguen empleando el término «Tercera Vía» para describirse políticamente. Sin embargo, Giddens asegura que las ideas de aquel libro, especialmente la necesidad de que la izquierda se adapte a las exigencias del mundo globalizado, permanecen vigentes. De ahí que, durante una hora de charla, subraye una y otra vez su moderada visión de la política en un momento crucial para el futuro del laborismo: cuando Blair se dispone a ceder el poder a su «delfín», el ministro de Economía, Gordon Brown.

-Usted asegura que el legado de Blair es muy positivo. ¿Cuál ha sido su mayor logro?
-Convertir al Reino Unido en un país más socialdemócrata. La prueba más clara es que los conservadores hayan tenido que cambiar tanto para optar de nuevo al poder. Blair se deshizo de cuatro líderes «tories» que se aferraron al ideario thatcheriano: Major, Hague, Duncan Smith y Howard. Así que al quinto, David Cameron, no le ha quedado más remedio que adaptarse al paisaje del nuevo laborismo.
-Se dice que Thatcher revolucionó el país, mientras que Blair sólo lo ha reformado…
-Es un diagnóstico injusto. Primero, el legado de Thatcher es mixto: mejoró la competitividad de la economía, pero dejó un residuo de desigualdad social y servicios públicos deficientes. El laborismo tuvo que arreglar este lado oscuro. Además, hay que recordar el proceso de paz en el Ulster, la descentralización de Escocia, la introducción de un salario mínimo o la mejora de los servicios públicos, con el mayor programa de construcción desde la era victoriana. No son cambios superficiales, sino mejoras permanentes.
-Aún así, muchos votantes laboristas le acusan de no aprovechar su enorme popularidad inicial para emprender proyectos más ambiciosos.
-Él mismo ha reconocido que fue demasiado cauto en su primera legislatura, cuando pudo haber reducido más la desigualdad social. Pero la gente suele ser poco realista a la hora de juzgar a los gobiernos de centro-izquierda. En cuanto llegan al poder, muchos partidarios les acusan de ser poco radicales y ambiciosos. Pero yo creo que Blair pasará a la historia como un primer ministro muy exitoso, aunque no demasiado radical.
-Y se ha convertido en el primer laborista en ganar tres elecciones consecutivas…
-Exacto. Ahora, la gente da por descontadas las victorias laboristas, pero hace una década eran un fenómeno esporádico.
-Entonces, ¿cree que los laboristas serán el partido natural de Gobierno del siglo XXI, como lo fueron los conservadores en el XX?
-Resulta apresurado decirlo. Lo que sí sabemos es que Blair ha girado a la izquierda el centro de gravedad de la política británica.
-¿Por qué muchos europeos le consideran entonces un líder de centro-derecha?
-Porque a los laboristas no se les da bien vender sus objetivos sociales, como alcanzar el pleno empleo, mejorar la protección social o promover valores liberales como el respeto a los homosexuales. Tampoco ayudan sus ideas sobre el terrorismo y sus amistades con líderes de derechas como Aznar, Berlusconi y, sobre todo, George W. Bush.
-Muchos analistas aseguran que uno de sus talentos electorales es sonar más de derechas de lo que es. En vez de hablar de sus programas sociales, aborda temas tradicionalmente conservadores, como la delincuencia o la inmigración.
-Es que hay muchos temas que ya no encajan en las casillas de izquierda y derecha. Los partidos progresistas que no se toman en serio la inmigración o la delincuencia acaban perdiendo el poder, como ocurrió en Dinamarca o Suecia. Blair entiende que atajar las ansiedades de la gente sobre estos temas no es una traición a los valores progresistas. De ahí que la izquierda europea haya evolucionado hacia el «blairismo» en la última década.
-Pero luego llegó la guerra de Irak y creó un cisma imposible de parchear. ¿Se equivocó Blair?
-Tal y como han salido las cosas, sí. Fue una decisión arriesgada y ha salido mal, sobre todo por culpa de EE UU. De ahí que su lugar en los libros de Historia vaya a depender en gran medida de cómo evolucione Irak en el futuro. Pero recordemos que su política exterior siempre fue polémica: en la guerra de Kosovo, él fue quien empujó a Bill Clinton a amenazar con una invasión terrestre. Su arrojo salvó miles de vidas, aunque en su momento se le criticó mucho.
-¿Cree que estos éxitos iniciales lo animaron a lanzarse a la aventura iraquí? Porque al principio le aterrorizaba tomar medidas impopulares.
-En un momento dado, Blair se dio cuenta de que había perdido el tiempo tratando de complacer a todo el mundo, un objetivo completamente imposible. De ahí que optara por un liderazgo más fuerte, tanto en la escena doméstica como en política internacional.
-¿Cambiarán mucho las cosas con Brown? Es el coarquitecto del Nuevo Laborismo, pero no ha parado de pelearse con Blair en estos años.
-No, ambos son modernizadores. Más que una lucha ideológica, ha sido una lucha de poder. Sus diferencias se deben a una pugna por dominar la familia laborista, no a discrepancias de fondo.
-En su nuevo libro, propone un eslogan para Brown: «Más seguros con el laborismo». Suena muy conservador, ya que la gente suele identificar la seguridad y la estabilidad con los partidos de centro-derecha.
-Pues se equivocan. La seguridad es disfrutar de una economía fuerte, combatir el cambio climático, diseñar una política exterior sólida… Cosas que el laborismo ha cumplido a rajatabla.
-La izquierda del partido espera un giro progresista. ¿Están condenados a sufrir una decepción?
-Casi seguro que sí. Para ganar elecciones, tiene que conquistar al electorado de centro, no caer en la comodidad del laborismo a la antigua. Lo que Brown tiene que decir es: «Comencemos de nuevo, basándonos en el legado de esta década».
-Pero lleva diez años en la cumbre, ¿cómo puede presentarse como algo nuevo?
-Ya, pero será una nueva cara en Downing Street, así que la gente entenderá que la era Blair ha concluido. Tendrá una oportunidad para renovarse en el poder y acabar con la desilusión de los votantes.
-Las encuestas predicen que Brown se dará un batacazo en las próximas elecciones. ¿Le preocupa?
-En cualquier democracia, es sano que resulte complicado ganar cuatro elecciones. El ciclo natural de la política hace que la oposición cada vez tenga más oportunidades de ganar. Pero las encuestas cambian deprisa: lo importante es que Brown demuestre que se merece una cuarta legislatura.
-¿Cómo?
-Combatiendo las tres causas de la desilusión del electorado con los laboristas. La primera es que llevan mucho en el poder, así que tienen que ofrecer nuevas ideas. La segunda es su obsesión con manipular la información, así que debe gobernar de forma transparente. Y la tercera es Irak, así que debe distanciarse de la política exterior de Blair sin romper con Estados Unidos.
-Es una misión difícil…
-Pero tiene que cumplirla. Cuando el 80 por ciento de los electores dice que no confían en Blair por su relación con Bush, hay que hacer algo. Puede seguir retirando las tropas de Irak, restablecer los contactos con los demócratas, distanciarse de la Casa Blanca… David Cameron ya ha dado pasos en esta dirección y él debe seguirle.
-Precisamente, uno de sus problemas es que Cameron es más joven y dinámico que él.
-Rechazo la noción de que alguien como Brown, que ni siquiera ha cumplido los 60 años, no valga para el cargo de primer ministro. Dando la vuelta al argumento, tampoco es bueno tener un líder sin experiencia como Cameron.
-¿Qué opina de él?
-Que ha introducido cambios cosméticos en el partido conservador, pero tendremos que esperar a que presente su programa para ver si tiene sustancia. Me preocupa que los «tories» lleguen al poder. No hay más que recordar lo que ocurrió en EE UU cuando Bush ganó las elecciones: enseguida se olvidó de su «conservadurismo compasivo».
-¿A quién ve en Downing Street tras las próximas elecciones?
-Lo veo al 50 por ciento entre Cameron y Brown.
-Pues eso indica que los «tories» avanzan. Hace sólo un año, parecían lejísimos del poder.
-Ya, pero la política es imprevisible. Si hay una crisis y Brown la gestiona bien, puede arrasar. ¿Quién habría dicho en 1997 que Irak marcaría el legado de Blair? ¿Qué habría pasado si Al Gore hubiera derrotado a Bush? Es imposible hacer pronósticos fiables.
-Cuando usted publicó «La Tercera Vía», 13 de los 15 miembros de la UE tenían líderes de centroizquierda. Parecía un renacer del progresismo, pero el movimiento se hundió. ¿Le decepcionó?
-Sí, pero creo que la culpa no fue de las ideas de mi libro, sino de que la situación en algunos países dificultó su aplicación. Schröder esperó demasiado para impulsar sus reformas económicas en Alemania. Si lo hubiera hecho antes la cosa habría cambiado. Otros gobiernos no fueron eficaces en asuntos como la delincuencia, la identidad nacional… Y la derecha les echó del poder.
-¿Qué países representan mejor sus ideales?
-Los escandinavos, que mantienen elevadísimos niveles de competitividad sin renunciar por ello a su protección social.
-¿Y Zapatero? ¿Le considera un exponente de la «Tercera Vía»?
-Sí, en sentido general. Para mí, la «Tercera Vía» es conciliar las exigencias de los mercados abiertos en un mundo globalizado con las nuevas presiones sobre el Estado del bienestar y la necesidad de integrar a los inmigrantes.
-¿Ve en el horizonte una nueva generación de líderes europeos de centroizquierda, con Brown, Zapatero, Ségolène Royal…?
-Es demasiado pronto para saberlo, dependerá de cómo cuaje su relación. Pero está claro que la UE lleva años sufriendo una carencia de líderes fuertes, se ha producido un vacío de poder.
-¿Mantendrá Brown el europeísmo templado de Blair?
-Hasta ahora ha dado indicios en el sentido opuesto, pero espero que rectifique. Necesitamos más integración europea para garantizar la seguridad energética, para combatir la inmigración ilegal y el cambio climático… La Unión necesita que Brown sea un gran líder europeo.

Un Lord de izquierdas
Una de las mayores ventajas de tener un escaño de la Cámara de los Lores es poder citar a tus invitados en las majestuosas salas del palacio de Westminster, sede del parlamento británico. Su ingreso en 2004 en esta ancestral institución, en la que recibe a este periódico, fue la culminación de una brillantísima académica durante la que ha firmado más de 30 libros, además de dirigir la London School of Economics entre 1997 y 2003. Pero su salto a la fama se produjo de la mano del laborismo, a quien guió al poder con «La Tercera Vía», la Biblia de la renovación de la izquierda. Ahora que su admirado Blair está a punto de abandonar el poder, el académico ha adaptado su ideario en «Su turno, Señor Brown», un ensayo en el que marca el camino al líder entrante, Gordon Brown. «Lo tiene todo para ser un excelente primer ministro, porque es uno de los políticos más sustanciosos que recuerdo, pero ni siquiera él sabrá si estará a la altura de las circunstancias hasta que se mude a Downing Street», pronostica.