¿No? Bueno, en tal caso tendremos que desarrollar una teoría convincente para explicar porqué todas estas agresiones, robos, violaciones y asesinatos no reciben apenas publicidad mientras que dos bofetadas y una patada sin consecuencias a una ecuatoriana por parte de un quinqui en tratamiento psiquiátrico llevan a semanas de campaña mediática con declaraciones de Correa, De la Vega, y a la participación activísima del "Movimiento contra la Intolerancia". La misma secta que interpelada sobre las violaciones del Parque del Oeste de Madrid (una banda de violadores que violaba chicas españolas delante de sus novios "por ser españolas, como venganza", según su mismo líder) afirmó que estos no eran "crímenes de odio" porque "las víctimas formaban parte de la mayoría".
Claro, los que estamos en el ajo y sabemos reconocer el lenguaje y los argumentos detectamos al momento la estirpe marxista y useña de la actitud de los del Movimiento y de todos sus hermanos de todo "Occidente". La expresión "crimen de odio" es una traducción literal del "hate crime" de los ingenieros sociales yanquis de la escuela de Saul Alinsky. De igual manera que es típicamente marxista (del marxismo cultural americano) el argumento de que los crímenes cometidos contra la mayoría (mayoritaria por poco tiempo ya) no pueden ser nunca expresiones de "racismo" ni "crímenes de odo" porque estructuralmente las "minorías" carecen del poder para ejercer opresión. Lo que termina significando que aunque sea decenas de veces más probable que un miembro de las "minorías" cometa un crimen grave contra un miembro de la "mayoría" que viceversa, ninguno de esos crímenes podrá ser nunca materia de campañas izquierdistas ni de propaganda de los medios capitalistas, aunque el criminal lo haya hecho, hipotéticamente, al grito de "putos españoles de mierda os voy a matar a todos". Verbigracia.
Y esa es la misma razón por la que estas agresiones no reciben publicidad alguna --y no sólo eso, sino que son silenciadas con la retirada de los vídeos-- mientras que de haberse producido una inverosímil agresión similar, pero ejercida por cuatro españoles contra un extranjero no blanco, no les costaría demasiado a medios como La Secta o Telecirco, o a sus equivalentes franceses, encontrar/fabricar las necesarias e inevitables conexiones de los agresores con la "ultraderecha xenófoba" y los "grupos neonazis" por muy vulgar y económico que hubiese sido el crimen. Y durante dos semanas no existiría otro tema en todas las tertulias de televisión y en todas las columnas de los opinadores profesionales.
La "cuestión racial" no reside en la naturaleza del crimen, sino en la desproporción de unos y otros en los papeles de víctimas y agresores y sobre todo en el tratamiento y valor de las víctimas, que si son los declinantes habitantes autótoctonos de pálida faz, cada día menos numerosos, con su identidad más diluida y más ancianos, valen cerca de nada. Y en muchos casos, como en el anterior del Parque del Oeste, ni eso basta. Quien no detecte la extraña desaparición de casos como esos de la atención mediática como muestra de las órdenes emanadas desde arriba para que no se conozcan, es que se hace el tonto intencionadamente, acaso para no sufrir demasiado. ¿O alguien ha oído hablar de la chica británica violada y servida como carne para Kebabs? ¿Y del chaval escocés de quince años quemado vivo "por ser un blanco que se había metido en su barrio" (según sus captores paquistaníes)? Nadie sabe dónde estaban entonces las secciones locales de la Internacional Inmigracionista.
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