Re: En defensa de los toros

Iniciado por
Alejandro Farnesio
A mí no me gustan los toros, pero entiendo que forma parte de nuestras tradiciones y que es una parte importante de nosotros. Me hizo gracia ayer un amigo mío diciéndome: "Los católicos no respetan en mandamiento de No matarás en las corridas de toros". Para caerse de espaldas, vamos. Mi opinión respecto a esto está clarísima: No me gustan las corridas de toros, pero las respeto y acepto como parte de nuestra tradición.
Por otra parte, ya gustarían muchos animales de disfrutar del trato que tiene el toro de lidia en vida, que es tratado como un rey. Eso sí, desde los sectores izquierdistas o giliprogres ya se han encargado de tirar abajo la teoría por la cual el toro de lidia desaparecería con la desaparción de la fiesta nacional. Todo el mundo sabe que el toro es un animal bravo que está preparado para morir luchando y no tirado en una ladera. Como bien habéis dicho arriba: meterlo en una granja no es respetar al toro, sino humillarlo.
¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!
Y volviendo al hilo de este tema, a mi tampoco me gustan. Fíjate, en parte la "culpa" la tuvo "El Cordobés", Manuel Benítez. Yo era un crío y transmitían una corrida en la tele. El tipo era un desastre a la hora de matar y, en aquella ocasión, recuerdo que le metió como 12 ó 14 estocadas al pobre bicho, y luego, a un pobre animal destrozado, el descabello. Terminé vomitando en el cuarto de baño y eso viéndolo a través de la televisión, no quiero ni pensar lo que hubiera sido en la plaza. Sólo sé que desde entonces siento un rechazo instintivo hacia ello, tanto y tan manifiesto que, cuando llegan las fiestas de la localidad en la que vivo, el ayuntamiento me estuvo reservando pases para toda una serie de corridas cada año. Jamás fui a una, devolvía los pases hasta que llegó el momento en el que dejaron de reservarmelos. En las últimas elecciones municpales presenté mi candidatura independiente a la alcaldía y tenía muy claro que, si bien no iba a prohibir la fiesta --serían capaces de matarme--, al menos delegaría mi presencia en otras personas.
La conclusión a la que llegué hace tiempo es que se trata de un espectáculo muy arraigado socialmente, aunque parece que va decayendo algo o muy ligeramente. De cualquier modo no se puede prohibir, al menos hoy por hoy. En cuanto a los argumentos, hay para todos los gustos y opiniones, tanto a favor como en contra. Pero el que mencionas es uno con el que no estoy de acuerdo. El toro de lidia primero es un toro bravo y esta es su naturaleza mientras que la lidia en sí es un artificio cultural. Y esto se demuestra en que la lidia no se realiza en la dehesa sino encerrada en un edificio. Entonces el toro bravo no desaparecería, pues resulta necesario su concurso para las hembras de una raza para carne. Eso es en esencia el toro bravo, es el macho de una raza brava cuya crianza se destina al consumo de carne. Ahora bien, de entre la cabaña de machos que haya, se seleccionan algunos para ser lidiados. A esos se les alimenta de una marea especial, tienen unos cuidados más intensivos, etc., etc. En una ocasión tuve la oportunidad de ver un semental de toro bravo que tenía como 7 u 8 años, aquella bestia pesaba como 800 kilos y era inmensa con una altura a la cruz que a mi me llegaba casi al cuello. Por tanto, son dos cosas distintas. Como también lo es que alrededor de la crianza de estos animales hay dos tipos de industria: la alimentaria y la que tiene aspecto cultural.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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