Nunca fui aficionado a los toros, pero tampoco me opongo a la fiesta. La tauromaquia es parte integrante de nuestra cultura, e incluso ha impregnado el idioma de expresiones que le dan bastante color. El toreo es arte, valentía, luz y color. Unos lo atacan por un ecologismo de moda que equipara a los animales al hombre cuando no los endiosa, y otros porque es algo muy nuestro y muy hispánico, no solo de España sino de una buena parte de América, de México al Perú.

Por supuesto, no soy partidario de la crueldad con los animales. Pero el toro de lidia es un animal bravo que disfruta peleando y se crece con el castigo. Se puede decir que muere feliz; luchando, que es lo que le gusta. No es un toro común y corriente. Es un animal bravío y peligroso que ataca porque sí sin previo aviso. Yo mismo he tenido un par de sustos estando en el campo. Gracias a Dios, por ser una zona muy arbolada en vez de en campo abierto pude escabullirme fácilmente. Antes de que el espectáculo degenerara en combates entre hombres, los gladiadores romanos luchaban a veces contra osos, leones o toros ibéricos. El salmista menciona en una ocasión los toros que lo han rodeado, metáfora que sería absurda de si se tratara de un animal inofensivo (al parecer, en tiempos de David, 1000 a.C aproximadamente, los toros bravos estaban más extendidos por el Mediterráneo que hoy en día; ahí están los frescos de Cnosos). Es evidente también que un toro bravo tiene mucha más belleza y elegancia que un toro cualquiera. Y él es el verdadero protagonista de la fiesta.

Es curioso que la hayan tomado con la tauromaquia y nadie o casi nadie diga nada de algunos verdaderos abusos que se cometen contra algunos animales. Las peleas de gallos, todavía populares en algunos países, son un ejemplo de ello. Se cruzan apuestas para ver cómo dos animales se machacan a picotazos y espolonazos sin riesgo alguno para sus dueños. El torero, en cambio, se juega el tipo cada vez que sale al ruedo. Es un duelo en igualdad de condiciones, y a veces gana el toro.

Otro ejemplo de crueldad sería el caso de aquellos perros a los que en aras de la estética se les amputa el rabo, por ejemplo los bóxers. No se gana nada porque siguen siendo bastante feos, y se los priva de un medio esencial de expresar su estado de ánimo, ya sea agitando la cola en señal de alegría o escondiéndola entre las patas cuando están asustados (de ahí la expresión "se fue con el rabo entre las piernas" cuando alguien queda humillado o apabullado). Es como si a un sordomudo le amputaran las manos. El llamado mejor amigo del hombre, que le salva la vida, lo defiende de enemigos, guarda sus ganados, lo guía cuando está ciego, ayuda a la policía y le brinda amistad y compañía, jamás le arrancaría un miembro a su amo.

Chile se jacta de ser el primer país que prohibió las corridas de toros, las que considera bárbaras y salvajes, y aun así tiene como deporte nacional el rodeo, en el que dos jinetes persiguen a un novillo (ojo, aquí no hay toros de lidia, son más mansos que corderitos) y entre los dos caballos lo estrellan contra la barrera de madera en unos cosos que llaman medialunas. Dos contra uno y a caballo, y el animal no se defiende como el toro de lidia. Está asustado, no sabe de qué va la cosa (siempre lo hacen con un novillo nuevo) y termina acorralado y golpeado contra las tablas. Generalmente termina con lesiones internas y va de ahí al matadero.

Por último, creo que también se podría hablar de los pájaros enjaulados, dado que aunque no sufren por no haber conocido normalmente la libertad, me apena verlos condenados a cadena perpetua sin haber cometido delito alguno, solo para disfrutar de la belleza de su plumaje y de su canto. Y lo terrible es que no se los puede soltar porque no están acostumbrados a la libertad y difícilmente sobrevivirían. Y es curioso que quien tiene pájaros suele tenerlos precisamente porque ama a los pájaros y no se da cuenta de ello.