LA HISTORIA DEL BELÉN








Hasta el siglo IV los detalles del suceso de la Natividad se comunican en secreto, debido a las persecuciones de que eran objeto los cristianos, siendo con Constantino ( emperador romano que decreto en el año 313, mediante el Edicto de Milán, que supone el establecimiento de la libertad de culto en el Imperio) cuando aparecen las primeras representaciones gráficas del nacimiento de Jesús.

No obstante, en las catacumbas se han encontrado vestigios de representaciones de la Navidad. En la Catacumba de Priscila, por citar un ejemplo, aparece la Virgen con el Niño en brazos, y a su lado, señalando hacía una estrella el profeta Isaías estimando que esta pintura puede datar de los años 180 ó 200. A partir del siglo IV las representaciones del Nacimiento y la Epifanía son mucho más numerosas que las de la Pasión, siendo en el siglo VII cuando el Papa Teodoro manda construir en el interior de la Iglesia de Santa María la Mayor, de Roma, un oratorio reproducción de la cueva de Belén.

No obstante, es en el siglo XIII cuando surje la forma iconográfica de representar el Belén, con estatuas independientes agrupadas para formar una escena.La primera vez que se tiene constancia de la elaboración de un belén, tal y como lo conocemos hoy en día, fue llevada a cabo por San Francisco de Asís en una cueva del pueblo italiano de Greccio en la nochebuena del año 1223. San Francisco tuvo esta idea, con la debida autorización del papa Honorio III, a raíz de una peregrinación que había realizado a Tierra Santa. Tal fue el éxito de esta representación que muy pronto comenzó a extenderse a otras localidades.

En el año 1252, en el monasterio alemán de Füsen se montó un belén con figuras. Con posterioridad, esto es en 1289, el arquitecto de la catedral de Florencia, Arnolfo di Cambio, realizó un belén con figuras de mármol las cuales se pueden aún contemplar en la iglesia de Santa María la Mayor de Roma. Fueron las monjas Clarisas las que propagaron la tradición de adorar al Niño Jesús representado en una imagen en la cuna y ataviado con ricos vestidos bordados. Se van añadiendo otros personajes al Belén, siendo en el año 1330 cuando en la Iglesia de Santa Clara de Nápoles, se instala un verdadero Belén.

A partir del Concilio de Trento el tema de la Navidad toma un nuevo impulso instalándose paulatinamente en todas las iglesias belenes en la época navideña, algunos representando únicamente a la Sagrada Familia, otros añaden a los Magos y pastores y otros gran número de personajes simbolizando la adhesión a los mismos de la población local.

El Barroco fue la etapa de mayor expansión de esta forma de representación del misterio de la Natividad de Cristo. El auge de la escultura y la incorporación del espacio escénico introducen el belén en las casas señoriales. De la alta sociedad, el belén se transmite a la burguesía y de ésta a las clases más populares. En esta época, no podemos dejar de lado la imporante influencia ejercida por la ciudad italiana de Nápoles ya que fue el primer centro europeo en la creación de belenes.

El rey Carlos III fue el verdadero impulsor de esta bella tradición en España aunque bien es cierto que ya existían belenes, como pone de relieve el que se colocó en el año 1300 en la catedral de Barcelona.. Destaca el denominado “Belén del Príncipe” que fue encargado por el monarca a los escultores valencianos José Esteve Bonet y José Ginés Marín. En la época del reinado de este monarca, sobresale, sin ningún género de duda, la obra del imaginero murciano Francisco Salcillo. Su obra más espectacular es un belén de más de novecientas figuras que hizo por encargo al Marqués de Riquelme. Este belén se puede contemplar en el Museo Salcillo de Murcia.

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