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Tema: El espíritu de la Legión en sus canciones

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    Avatar de Arnau Jara
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    El espíritu de la Legión en sus canciones

    El espíritu de la Legión en sus canciones (I)

    Infokrisis.- Las canciones expresan el estado de ánimo de un pueblo y, análogamente, la combatividad y la moral de una tropa. La tropa suele cantar dos tipos de canciones; por una parte, las ceremoniales y de circunstancias, habitualmente encargadas a un compositor de prestigio y que enseñadas oficialmente durante el período de instrucción; éstas se convierten en algo así como el distintivo de un cuerpo. Luego están las que nacen de esa misma tropa en los momentos de asueto; se componen en las guardias o en las tardes cuarteleras, en plena cantina o incluso en los descansos en el combate, habitualmente la música es tomada en préstamo de canciones populares de ese momento. Estas últimas expresan sobre todo el estado de ánimo y las preocupaciones de los soldados con toda la sinceridad con la que el vino y el coñac hacen decir siempre la verdad.

    En este sentido, si hay un cuerpo cuyas canciones hablen por sí mismas y en las que lo “oficial” surgido de las alturas y lo “oficioso” nacido de la misma tropa hablen un mismo lenguaje, ese es el Legión Española, el antiguo Tercio de Extranjeros. No hay lenguaje más claro, casi diríamos, lacónico –en su sentido más originario, espartano- que el lenguaje de la Legión.
    Existen tres himnos oficiales de la Legión: La Canción del Legionario, El Novio de la Muerte, Tercios Heroicos y la Oración del Legionario. Más que “oficiales” habría que decir “tradicionales”. Y, por supuesto, existen decenas de canciones legionarias, elaboradas por la tropa, que siguen enseñándose unos legionarios a otros, sin excluir que muchas hayan desaparecido al caer en desuso, al verse diezmadas las unidades en momentos de guerra o, simplemente, por puro aburrimiento. Las primeras se deben a compositores y músicos reputados y en cuanto a las segundas, en buena medida se trata de canciones populares de una época a la que los legionarios adaptaron su propia letra.

    El tema del Amor y de la Guerra
    Dado que en la legión van a parar gentes de muy diversa extracción, también parece que reputados poetas han vestido la camisa legionaria. Uno de los temas más habituales de toda esta música es la referencia al amor y a la mujer y, entre todas, quizás la más impactante y que demuestra una inusitada sensibilidad es aquella desenfadada que cantan los legionarios de marcha en las primeras escenas de ¡A mí la Legión! y cuyo estribillo dice:
    “A la Legión, a la Legión,
    a la Legión vine a luchar.
    Adelante la Legión,
    porque en ella está el amor
    y en el amor la eternidad”.
    El guerrero –y el legionario es un guerrero, no un repartidor de bocatas a domicilio como algún político cretino ha querido reconvertirlo- es excesivo en todo. En el combate se convierte en una verdadera máquina de matar y en un verdadero candidato a la muerte (en la misma película de de Juan de Orduña, ¡A mí la Legión!, en el despacho de alistamiento, un legionario toma la filiación a los recién llegados:
    - ¿Nombre?
    - Rodrígo Díaz de Vivar…
    - ¿El Cid Campeador?
    - Puede…
    Y luego pasa otro:
    - Edad (es un crío)
    - Veintiún años…
    - Muchachos, ¿sabes a lo que has venido?
    - A morir por la Legión…
    .. y es imposible no sentir un escalofrío, especialmente porque no se trataba de mera retórica. La acción heroica, la aceptación del hecho de la muerte y su búsqueda intuida como el sentido de lo humano, y experimentada como convicción y no por la lectura de las espesas obras de los filósofos existencialistas, el encontrar, finalmente, un sentido a la vida, aunque ese sentido fuera la muerte, todo ello ejerció una influencia notable en cierta juventud de la pre-guerra y, casi nos atreveríamos a decir en un sector minoritario, pero existente, de la juventud actual.
    Hubo un tiempo en el que alistarse en la Legión suponía aceptar el hecho muy probable de morir en la Legión, esto es, por la Legión. Y se cumplía la misma ley que han experimentado todos los guerreros en todas las épocas y que el propio Millán Astray conocía bien, pues no en vano, una parte del Código de la Legión había salido de las páginas de El Bushido de Inazo Nitobe, el samurai cuya obra tradujo al español el fundador de la Legión. Esa ley era: vive con intensidad y toda la conciencia de existir como te sea posible, porque este puede ser el último día de tu vida. La certidumbre de la muerte, su aceptación y, por tanto, su búsqueda, hace que el guerrero viva con una intensidad desmesurada todas las pasiones. El amor la primera.
    De hecho, siempre el desengaño amoroso ha constituido una de las causas más habituales para alistarse en la Legión. Pero también en las filas de la Legión, los amores del Caballero Legionario con la cantinera o con cualquier otra mujer, alcanzan una intensidad inusitada como en el estribillo que hemos citado. Y no es raro que así sea. La trilogía amor – muerte – eternidad, ha sido presentida por el poeta e intuida por los Caballeros Legionarios que han hecho de ella una verdadera obsesión. Esta obsesión es el leit-motiv central de El Novio de la Muerte.
    La segunda estrofa de este conocido himno legionario dice así:
    Soy un hombre a quien la suerte
    hirió con zarpa de fiera;
    soy un novio de la muerte
    que va a unirse en lazo fuerte
    con tal leal compañera.

    Pero la asunción de la muerte como novia y compañera ha sido inducida por la muerte de la mujer amada. No es un desengaño amoroso, sino una tragedia personal, la pérdida de la compañera que hace que la unidad hombre-mujer, soldada por el amor y concebida como un todo, rompa la unidad esférica (esto es, perfecta) con la que había sido percibida desde Platón, y la vida de la parte superviviente carezca ya de sentido. La canción es ilustrativa al respecto. El legionario ha hecho gala de su valor y ha muere heroicamente:
    Cuando, al fin le recogieron,
    entre su pecho encontraron
    una carta y un retrato
    de una divina mujer.
    Y aquella carta decía:
    ”…si algún día Dios te llama
    para mi un puesto reclama
    que buscarte pronto iré”.

    Esa misma carta termina con una recapitulación de los motivos de su compromiso con la Legión:
    Por ir a tu lado a verte
    mi más leal compañera,
    me hice novio de la muerte,
    la estreché con lazo fuerte
    y su amor fue mi ¡Bandera!

    También hay en todo ello un deseo de exceso y de intensidad. Es frecuente en todos los cantos de guerra de los cuerpos de élite las alusiones a lo que podríamos llamar el “erotismo de la muerte”. Las tropas de asalto alemanas de la I Guerra Mundial cantaban: “… y si la muerte llega y nos acaricia”, que parece hablar otro lenguaje diferente al no-guerrero para el que la llegada de la muerte supone un mazazo insoportable y no una caricia.
    A fuerza de considerar la posibilidad de morir en cualquier choque, el miembro de cualquier cuerpo de élite –y, por supuesto, de la Legión-, el guerrero tiende a establecer un nexo de proximidad con la muerte y considerarla una compañera inseparable que, en cualquier momento, podrá manifestarse y, cuando lo haga, hará, solamente, que tener en cuenta el Credo de la Legión y, en concreto el punto 10º o “Espíritu de la muerte”:
    El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.

    Caminar al paso con la muerte
    La muerte es el hecho esencial de la milicia y, mucho más, de los cuerpos de élite. Se dice que una buena muerte redime toda una vida. Pero no es cierto, más bien habría que decir que un comportamiento heroico exalta las mejores virtudes de lo humano. El deseo de libertad es una de ellas. En un sentido metafísico la libertad es la capacidad de dominio sobre los instintos, los miedos, los deseos y todo aquello que nos puede dominar. Desde este punto de vista, si el mayor riesgo de una vida humana, es la muerte, será cierto que sólo el desprecio a la muerte da la libertad. Por eso, sin duda, al cantar El Novio de la muerte, el legionario recuerda la clave de toda esta filosofía:
    Mi divisa no conoce el miedo,
    mi destino tan sólo es sufrir;
    mi bandera luchar con denuedo
    hasta conseguir vencer o morir.

    Y, en cuanto al estribillo de Tercios Heroicos, que en realidad fue el primer himno oficioso de la Legión Española a poco de constituirse, se repite dos veces
    Legionarios a luchar,
    legionarios a morir,
    legionarios a luchar,
    legionarios a morir.

    Este himno, en nuestra modesta opinión, es de todas las canciones de la Legión, probablemente la más poética y, si se nos apura, la más almibarada, como si a poco de ser fundado, el Tercio de Extranjeros todavía no hubiera conseguido traducir a canto espontáneo su espíritu. Excesivamente retórica, esta canción se redime precisamente por su estribillo que resume el ideario de su fundador: luchar y morir. Cuando los legionarios, pocos años después tienen ya un himno oficial asumido por todos, las ideas están mucho más claras. Es el Espíritu de Acudir al Fuego, el 7º del Credo Legionario:
    La Legión desde el hombre solo hasta La Legión entera, acudirá siempre donde oiga fuego, de día, de noche, siempre, siempre, aunque no tenga orden para ello.
    ¿Por qué esa insistencia en conocer el fuego del enemigo? En la notable película alemana de postguerra, El Puente, el general de la Volkstrum de ese distrito, encarga al Sargento Heimdal que cuide de los muchachos de las Hitler Jugend que se han incorporado ese día a la defensa de la Patria; el general pregunta: -¿Qué ha aprendido usted a lo largo de toda esta guerra?, y el sargento Heimdal contesta: -A esconderme. Es el tradicional e hispánico escaqueo. En la Legión el escaqueo del fuego enemigo está proscrito. Lo que el código ordena es, justamente, lo contrario: acudir al fuego. Y en el Himno de la Legión, en su primera estrofa se indica el por qué:
    Soy valiente y leal legionario
    soy soldado de brava legión;
    pesa en mi alma doliente calvario
    que en el fuego busca redención.

    La palabra clave es “redención”. El diccionario de la Real Academia de la Lengua, nos aporta el sentido de la palabra “redención”. Acto de redimir, claro. Y redimir: “Poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia”. Parece que en este término alguno de los redactores del Diccionario hubiera pasado por el Tercio. Para hombres a los que la vida, por algún motivo, se ha hecho insoportable, la Legión ofrecía la posibilidad de redención por una doble vía. La primera dejar su yo a la puerta del cuartel –ese yo es el que sufre penuria, dolor, adversidad o molestia-, la segunda es ir al paso con la muerte, como si se tratara de una compañera más de la formación. Si el mayor riesgo para la vida es la muerte, ¿cómo habría que calificar a alguien que dejara de tener miedo a la muerte? Es simple, ese sería un hombre libre.
    El Pobrecitos maridos infelices, que ha empezado casi como una canción de reclutamiento exhibiendo las bondades de la vida legionaria, para luego ciscarse en la intendencia, más tarde en el rechazo a la filosofía del pico y de la pala, vuelve en sus últimos cuatro versos a los lemas propios de un cartel de reclutamiento:
    Son diez pesetas,
    bien comido y bien servido,
    tendrás fama de león,
    aunque seas un cabrón en la Legión.

    Y es que el Caballero Legionario es el campo de batalla lo que el león es en la selva.

    Una sociedad sin clases, una casta guerrera
    En la canción Pobrecitos maridos infelices, se cuenta la historia de uno que luego la propia canción calificará de mandante:
    Y ese otro que en su pueblo,
    se las daba de sereno,
    con el hambre que pasaba
    se alistó al Tercio de Extranjeros,

    ¿Qué ocurre, pues, con la Legión Española? ¿Está formada por desheredados de la fortuna? ¿acaso por gentes que han perdido toda esperanza de prosperar en la escala social? Planteamiento erróneo. Eso vale para las categorías burguesas y para la forma pequeño burguesa de ver la vida. En la Legión Española se respira otro aroma.
    Hay un mito que ha soportado el paso del tiempo: el que a la legión van a parar hombres de todas las condiciones sociales. Eso pudo ser cierto en algún momento y hoy, digamos, que no lo es tanto. En 1967, se alista en el Tercio de Extranjeros, un personaje extraño que parecía sacado de la película ¡A mí la Legión!. Modales refinados, educación exquisita, aspecto extremadamente agradable, un hombre de mundo, acompañado por alguien que parecía ser su amigo inseparable, o al menos una especie de machaca. Solamente había dado un nombre al alistase: “Juan de Austria” (y seguramente el escribiente debió bromear: “el de Lepando ¡no?”), como el “Mauro, solamente Mauro” que se alista en la película de Juan de Orduña. Al cabo de unos meses, “Juan de Austria” debe abandonar la legión. Se trataba del SAR el Príncipe Sixto Enrique de Borbón Parma (al que nunca agradeceremos suficiente los desvelos que tuvo por nosotros durante nuestra estancia en París). Como el “Mauro, solo Mauro” de la película que también resulta ser el príncipe de un país balcánico… En cuanto al machaca de “Juan de Austria” que se había alistado en la Legión para acompañar al Príncipe, naturalmente, no fue expulsado y debió cumplir con su compromiso militar hasta el final, como los buenos…
    Hoy, es posible que el nivel medio de los Caballeros Legionarios sea diferente al de los años 20 e incluso diferente a la situación de Sixto Enrique de Borbón en los 60. España ha cambiado y su estructura de clases también ha cambiado. Sin embargo, la Legión Española sigue siendo una estructura de combate que está al margen de las clases y por encima de las clases sociales. De hecho, pertenecer a la Legión Española es algo más que pertenecer a una “clase social”, supone, sobre todo pertenecer a una casta: la casta guerrera.
    Si hay una canción que resuma lo que un marxista contrito consideraría como la “concepción de clase” de la Legión Española es la que lleva por título el de su primer verso: Como somos caballeros legionarios. Empieza la canción reconociendo que el “estilo legionario” puede disgustar a muchos (la casta guerrera, solamente es comprendida por la casta guerrera, frecuentemente despreciada por la burguesía, casta hegemónica en la modernidad):
    Como somos caballeros legionarios
    hay mucha gente que no nos camela
    como si fuera un delito
    ser de La Legión Extranjera
    Las dos estrofas siguientes suponen una afirmación explícita de que para el Caballero Legionario no existen clases sociales:
    Nosotros no nos preocupamos
    ni del más grande ni el más chico
    ni tampoco olvidamos
    ni a los pobres ni a los ricos
    Cuando vamos por la carretera
    y nuestras carnes se tuestan al sol
    la sangre de nuestras venas
    es igual que la mejor.
    La siguiente estrofa es también antológica. Reconoce que el legionario ha tenido, con frecuencia, mala vida o una vida hecha de miseria y hambre. Lo que a otros les causaría bochorno reconocer, para el legionario es fácil asumirlo:
    Si asaltamos los corrales
    y robamos las gallinas
    es para matar el hambre
    que pasamos en la vida.
    La última estrofa parece extraída de la película de Juan de Orduña o de la La Bandera protagonizada por Jean Gabin en 1935, en la que, desde Francia, se veía igualmente a nuestros Caballeros Legionarios. Un cuerpo en el que la alegría intensa y concentrada de quien sabe que cada día puede ser su último día
    Si cantamos soleares
    o bailamos bulerías
    es para olvidar las penas
    que pasamos en la vida.
    Por encima de las clases, sin clases sociales, contra la consideración de los hombres en función de su origen, pero conscientes de que se pertenece a una entidad superior a la clase y, contraria a ella: una casta, la casta guerra.

    El anonimato legionario
    Se une a una deliberada y voluntaria destrucción de la personalidad anterior. Entrar en el Tercio equivale a un proceso iniciático: alistarse es morir como hombre viejo, como lo que se ha sido antes, para nacer como hombre nuevo. Ese “hombre nuevo” es una especie de sacerdocio templario, mitad monje, mitad soldado, cuyo hábito es la camisa y el gorrillo legionario. Desde este punto de vista, ser investido Caballero Legionario es similar a revestir una nueva “piel”, ya no será el polo y los jeans del joven discotequero, o la camisa y corbata del representante de comercio, sino el hábito de un verdadero sacerdocio ideado para dar y recibir la muerte.
    Sería difícil encontrar una construcción tan hermosa como la Catedral de Chartres o la de Burgos. Hasta el artesano que cinceló su última piedra debería sentirse orgulloso y, sin embargo, no conocemos a ciencia cierta el nombre ni de los canteros, ni los maestros de obras. El anonimato es la garantía del verdadero arte porque aspira a representar no una forma personal concebida por un individuo concreto en un momento dado de la historia, sino a representa la belleza por sí misma.
    En el Tercio de Extranjeros se busca, en esencia, lo mismo: no héroes individuales, sino una forma heroica de comportamiento colectivo y, para ello, hay que superar las barreras que las distintas personalidades imponen entre los voluntarios, “Yo Juan”, “Yo Pedro”, “Yo Macario Wilson”… No, el “Yo” no existe en la Legión. No puede existir. Donde está el “Yo”, no está el “espíritu legionario”. La Legión es una unidad, responde como un solo hombre. Por eso es importante dejar a la puerta del cuartel todo lo que nos hace ser “tú” o “yo”. Por eso es importante el corte de pelo, el uniforme, el marchar al paso, el cantar las mismas canciones, el comer en la misma mesa un mismo rancho, el beber, el ir de putas juntos, y el compartir las alegrías y las tristezas, que, a fin de cuentas, por ser de uno son de toda la unidad. Si un hombre está deprimido, esa debilidad, en combate, puede dañar a toda la unidad. Unidad, viene de Uno; hay tantos “yoes” como ranitos de arena en una playa. El yo no tiene lugar en la Legión Española, ni en cualquier otro cuerpo guerrero.
    De ahí que no sea solamente por desengaños amorosos o frustraciones, ni siquiera para huir de un fracaso cualquiera por lo que se exalta el anonimato en las canciones legionarias, sino también y, sobre todo, para que el espíritu de cuerpo se imponga sobre el “tú” o sobre el “yo”. Ni siquiera es el “nosotros”. Es simplemente: Uno, la Legión.
    El Novio de la Muerte, arranca con esta temática:
    Nadie en el Tercio sabía
    quien era aquel legionario
    tan audaz y temerario
    que a la Legión se alistó.

    Y aunque el legionario protagonista de la canción, a fin de cuentas, ha sufrido la pérdida de su amada, a nadie se le escapa el valor educativo de la canción que opera a modo de cincel del escultor sobre el espíritu de cuerpo de todos los Tercios y Banderas de la Legión.
    Y en el propio Himno de la Legión, esta idea, que fue el gran hallazgo de Millán Astray, se recoge explícitamente:
    Somos héroes incógnitos todos,
    nadie aspira a saber quien soy yo;
    mil tragedias, de diversos modos,
    que el correr de la vida formó.
    Cada uno será lo que quiera,
    nada importa su vida anterior,
    pero juntos formamos Bandera,
    que da a la Legión
    el más alto honor



    El Espíritu de la Legión en sus canciones (II de II)

    Infokrisis.- Concluimos este breve repaso al cancionero de la Legión Española con los comentarios iniciados en la entrega anterior. Vale la pena recordar que nos hemos limitado a comentar las piezas más conocidas del cancionero de la Legión. Recomendamos a nuestros lectores que aprovechen los recursos de Internet para bajar a través de Emule (para algo pagamos el puto racket digital pagado por ZP a la bandel Mirlitón de la SGAE) las canciones originales y las películas que mencionamos en este artículo, así como el visionado de Youtube.es de clips sobre la Legión Española.
    Dionisos en el Tercio de Extranjeros
    Decía Aleister Crowley que la droga era el alimento de los fuertes. Y los fuertes son los que, usando de cualquier sustancia estimulante, no sucumben a sus efectos más terribles: a la adicción. Porque, finalmente, la adicción es la prueba del nueve de que quien ha consumido una droga, no es lo suficientemente fuerte como para controlar sus efectos, sino que su debilidad radica en el hecho de que termina siendo arrastrado por ella. Existe un cierto tipo humano, sin embargo, que soporta la droga como otros soportan un cafelito a media mañana. Para ellos, la droga es una puerta de acceso a la trascendencia.
    Pero la droga tiene sus límites. La droga enseña lo que hay detrás del espejo de Alicia, pero no ayuda a penetrar en ese otro mundo. Simplemente, sirve para recordarnos que ese mundo existe y que es posible acceder a él. La experiencia de la droga es solamente útil unas pocas veces en la vida (en sus 50 secretos mágicos para pintar, Salvador Dalí recomendaba al artista fumar dos o tres veces haschís en su vida; no más). Y una vez se ha conocido la existencia de “otra realidad” intentar acceder a ella de manera autónoma, por medios propios, utilizando la propia fuerza interior, la voluntad, la constancia y la audacia. Eso implica una educación del espíritu. Es lo que se llama la “vía húmeda” en hermetismo o la “vía de la mano derecha” en las tradiciones orientales: intentar depurando progresivamente la personalidad, viajando al fondo de nuestro propio mundo interior, domando la voluntad, deshaciéndonos de residuos que en nuestro ser son como la ganga de los minerales.
    Pero también existe la otra vía, la “vía seca” o “vía de la mano izquierda” en la que se trata de “tomar el cielo por asalto”. Es la vía del exceso, del riesgo, la vía difícil en la que el “veneno” se convierte en “remedio”, y lo que puede destruirnos pasa a ser el vehículo de salvación. Es la vía, a fin de cuentas, del legionario, la vía del exceso: demasiado arrojo, demasiado valor, demasiado heroísmo, demasiado alcohol, demasiado haschís… Si hay una bebida legionaria por excelencia, es el carajillo; el alcohol forma parte de la vida legionaria. Un legionario abstemio es, en sí mismo, una contradicción.
    Pero lo que en la vida civil es inútil, reprobable e incluso idiota, tiene otra carácter muy diferente cuando se permanece en el Tercio. El alcohol –y especialmente, el vino bueno, esto es, fundamentalmente, tinto- aumenta en ingenio y la chispa, nos abre hacia los demás, nos imbuye alegría y, finalmente, en la pelea, nos hace ver las cosas mucho más claras. En una palabra, nos ayuda a deshacer las categorías del pensamiento lógico, de todo lo que es “razonable”, pequeño-burgués y que, a la postre, sirve para que nuestra personalidad, encuentre argumentos para no cumplir con nuestro deber, para eludir las responsabilidades o simplemente para ser cobardes vivos y coleando.
    El alcohol ayuda a que emerja el espíritu de cuerpo propio de las unidades de élite y en especial de la Legión. ¿Un legionario abstemio? Mejor que se apunte al cuerpo de enfermeros de retaguardia. Jamás tomará el cielo por asalto si se lo ordenan. Siempre encontrará una palabra: “imposible”, “demoledor”, “insensato”. Y no solamente hay que tener tropa que ame el alcohol, sino jefes que lo conozcan bien y que hayan experimentado sus efectos, porque será a ellos a los que les corresponderá dar las órdenes “imposibles”, “demoledoras” o “insensatas” con la misma facilidad con que se ordena el “rompan filas”.
    Porque el oficial legionario no es algo distintos a la tropa: está entre la tropa, vive con la tropa bajo el fuego enemigo. Para el oficial legionario solamente hay algo más estimado que la vida de cualquiera de sus hombres: la misión encomendada. Sólo los que bene juntos pueden valorar en su justa medida la vida de cada uno de los hombres. Un “compañero” es, etimológicamente, el que come pan contigo. El único alimento de Napoleón en plena batalla era una sopa de pan… con vino. Juana de Arco solamente iba al combate después de haber bebido buen vino de Borgoña y en una de sus acciones de guerra, cuando su convoy es atacado, lo primero que llama es a salvar las barricas de vino. Sin olvidar, por supuesto, que en !A mí la Legión! (ya que hablamos de la Legión), el centro de la película es, precisamente una velada alcohólica de los tres protagonistas con la cantinera.
    El vino está presente en algunos cantos de la legión. En una conocida canción Pobrecitos maridos infelices, que todavía hoy cantan en las unidades del Tercio, se alude a los pobres diablos que se han casado con una mujer que termina aburriéndoles; la vida legionaria es la alternativa para esos cabestros. Las primeras estrofas cantan las excelencias de la vida legionaria y una de ellas alude al régimen alimentario, digno de encomio:
    Comida sana y abundante,
    la que dan en el Tercio de Extranjeros,
    cocinada por cuatro o seis mangantes,
    a los cuales llamamos los rancheros.
    Una sopita, un cocidito
    y la cabeza de un besuguito
    y un vasito de vino peleón,
    este es el menú de la Legión.

    Se ironiza, naturalmente. A fin de cuentas si la copita de vino peleón ocupa el último lugar es porque se trata, no solamente de lo único real –olvídate de cociditos y calditos de mamá y, no digamos de besugos en el Tercio-, sino de lo que más vale la pena en la vida legionaria. Es el canto a Dionisos, el díos del amor, del exceso y, claro está, del alcohol. El dios que desciende a los infiernos y que conoce la muerte para resucitar luego.
    Sería difícil encontrar una fe más particular que la del Caballero Legionario capaz de blasfemar en todas las lenguas del mundo, pero también de portar al Cristo Legionario en alto, no en vano Dionisos como Cristo ha nacido de una mujer, y ambos murieron para resucitar. Lo que Jesús hizo en las bodas de Canaán, los mitólogos griegos ya se jactaban de que Dionisos lo había hecho antes. Cristo como Dionisos, ofrecen a sus fieles su sangre, en forma de vino. No es raro pues que el Caballero Legionario identifique el culto pagano al vino con su fe especial a Cristo que desde el milagro de las Bodas de Canaán a la transubstanciación de la Última Cena, conoce el secreto del vino.
    Y luego está el haschís. No es lo mismo que un Caballero Legionario fume haschís que lo haga el nene de la esquina o el intelectual de sobremesa cuyo conocimiento del mundo se realiza a través de la pantalla del ordenador. Estamos hablando de hombres que saben lo que es el mundo, no de simulacros. Por eso, donde unos quedan derrotados, los otros -los fuertes- sobreviven y demuestran su fortaleza interior. Como el “inglés que vino de London”. Esta vieja canción legionaria, así titulada, cuenta la historia de un inglés que aparece en los banderines de enganche con intención de alistarse, la segunda estrofa cuenta:
    Un inglés que vino de London
    para ver si en este gran país
    podía coger un colocón
    y al fin lo pudo conseguir.
    Empezó en los grandes cafetines.
    Cuál sería su ilusión, vacilón
    que el inglés cuando estaba colocado
    cantaba y decía esta canción:
    "Goodbye, allright,
    yo quererme enganchar
    en tercio de Millán Astray
    que vicio y grifa hay"

    La canción tiene también su parte de advertencia: ¿grifa? Sólo si eres lo suficientemente fuerte. El inglés, al parecer, no lo era, porque la canción termina:
    Terminó vendiendo la camisa
    camisola y pantalón, vacilón
    y el inglés cuando estaba picando
    cantaba y decía esta canción:
    "Goodbye, allright,
    yo quererme licenciar
    en tercio de Millán Astray
    mucho pico y pala hay"

    A decir verdad, no hay mayor fracaso de quien se ha sentido suficientemente fuerte como afrontar una droga –el haschís lo es, igual que el vino, el café o el té, no lo olvidemos- y ha caído derrotado. La droga no hace más que ser el reconocimiento de un fracaso. Allí donde hay un alcohólico tirado en una esquina, un yonki pinchándose o fumeta sin poder levantarse si no es con ayuda del “humito”, allí hay un fracasado. Los fuertes están en otro lugar…

    El sexo de la Legión…
    El lugar de la virilidad es la Legión. No el único, pero si el más excesivo. Seguramente, Pedro Cerolo (o Zerolo), no hubiera sido nunca un buen Caballero Legionario. Cuando un hombre pierde tanto tiempo en su permanente y puede lucir unos ricitos acharolados tan cuidados, o él no vale o sus rizos no valen nada.
    En la Legión, como en cualquier otro lugar del mundo, debe haber homosexuales, lo que no hay –y podéis poner la mano al fuego- son mariquitas saltarines. Ciertamente, las canciones legionarias hacen afirmación de virilidad y no pueden evitar una carga contra el mariquita saltarín y, si nos apura, contra el “mariconazo”, entendiendo por tal al individuo, tirando a innoble, absolutamente amoral y que hace de la explotación, la estafa, el oportunismo y la usura, los ejes de una vida más cercana a la del puerco de corral que al del catre. Se canta en Pobrecitos maridos infelices:
    Acabo de recibir, chis, pun (bis)
    Noticias frescas de mi país.
    Se está poniendo España
    en tan malas condiciones
    que se está incrementando
    el gremio de maricones.
    Como sigan así las cosas
    con tan poco disimulo
    va a faltar el sitio
    para ir a tomar por culo.

    La Legión percibe que hay algo que no acaba de funcionar bien en la sociedad. Está claro que los valores que defiende son muy contrarios a los valores habitualmente en uso en la sociedad. Estas estrofas nos hablan de “noticias frescas”, y de un país –España- que se está poniendo en “malas condiciones”, esto es, nos está hablando de información política. Y luego nos habla del “gremio de maricones”. Sería una ligereza querer ver solamente en esta afirmación un ataque contra los “nefandos” de ayer, “gays” de hoy. Y luego, finalmente, se alude al “poco disimulo”, lo que equivaldría a decir que, efectivamente, el problema no es ser gay, sino hacer alarde de ello. Decididamente Cerolo (Zerolo), jamás hubiera sido un buen legionario ni son rizos azabacheados habrían quedado bien bajo el gorrillo legionario.
    En una sociedad viril como la Legión, lo normal es la relación hombre-mujer en lo personal y honestidad-denhonestidad en lo político. Cuando se alude al “gremio de maricones” se esta aludiendo tanto a los que sodomizan al compañero como a la sociedad.
    Pero, a decir verdad, aunque la heterosexualidad es norma y es lo mínimo que se puede ser en la Legión, así, a secas, tampoco basta para como modelo de comportamiento sexual. Hace falta algo más. El pobre marido que debe aguantar silencioso la tiranía de su mujer y el llegar cada tarde puntualmente del trabajo, no es el modelo que más ansían los Caballeros Legionarios. Así se dice en la canción que toma el título de su primer verso:
    Pobrecitos maridos infelices,
    que tenéis la testuz como un carnero,
    viviréis contentos y felices,
    alistandoos al Tercio de Extranjeros.

    Y que es la virilidad sometida a lo femenino, ni es virilidad ni es nada. Se duda de la hombría del marido sumiso y se le ofrece una vía de escape a su postración: el Tercio de Extranjeros. Hay que suponer, por lo que se deduce de esta canción, que si bien muchos futuros legionarios acudieron al banderín de enganche por una desengaño amoroso o por la pérdida de la persona amada, otros, simplemente se alistaron para huir de matronas de pelo en pecho, insoportables y tiránicas. De to’ tié que haber, que decía aquel.

    Valores, sólo valor y sólo valores
    Se sabe que “el inglés que vino de London” buscaba un petardo de grifa y lo perdió todo. ¿Buscaba sólo eso? Realmente no. La intención inicial del inglés de la canción era otra, anterior y superior al “colocón”. Vale la pena recordar que la canción empieza:
    Un inglés que vino de London
    para ver si en este gran país
    podía alistarse a la Legión
    y al fin lo pudo conseguir.
    Visitó todos los banderines.
    Cuál sería su ilusión, vacilón
    que el inglés cuando estaba firmando
    cantaba y decía esta canción:
    "Goodbye, allright,
    yo quererme enganchar
    en tercio de Millán Astray
    honor y gloria hay"

    Así pues, a fin de cuentas, lo que buscaba en primer lugar era Honor y Gloria. Había ido al lugar adecuado. Toda la vida en la Legión Española es un canto al Honor y a la Gloria, difícilmente cabría otro valor, ni introducido con calzador, a condición de admitir que el camino hacia la realización de esos dos valores es, precisamente, la que podemos calificar como “Vía Heroica”.
    También aquí estaríamos hablando de una escala de valores incomprensible para la sociedad civil (esos a los que, como decía la canción Como somos Caballeros Legionarios, no les “camelan”) y con la cual no puede existir acuerdo posible. La “sociedad civil”, a través de sus mecanismo de poder –poder que está en manos de pequeños burgueses, solo de pequeños burgueses y nada más que de pequeño-burgueses, miradles las caras y lo comprobaréis- “encarga” a la Legión Española las más ingratas tareas, pero no quiere “mezclarse” ni con ella, ni con valores, como si contraminaran su sacrosanta partitocracia. La disciplina parece romper el dogma de la libertad, la jerarquía desdice la igualdad absoluta, el honor da la espalda a la buena vida, el heroísmo al espíritu conejil y asustadizo del pequeño-burgués. No hay acuerdo posible, no hay punto medio. Suerte tiene el poder civil de que la Legión haya sido educada en la disciplina y sepa cual es su terreno. Quizás hiciera falta dar una patina de valores legionarios a una clase política para la que el afán de lucro, la mentira institucionalizada, el doble lenguaje y el oportunismo sin escrúpulos son los únicos valores de los que se alimenta. La Legión Española, la milicia digna de tal nombre, colegas, es otra cosa. La vía heroica es a las promesas electorales, lo que un solomillo es al resultado de pasar por el tubo digestivo.
    El Caballero Legionario acepta la muerte con la naturalidad que acepta un pitillo. Exageramos, claro está. A nadie le hace gracia morir, pero puede aceptarlo, simplemente porque es su deber. Acepta otras cosas menos lesivas para su vida que el cumplir una orden de la que sabe que no regresará. Y los cantos legionarios lo expresan muy claramente: cavar se hace, porque órdenes son órdenes y cumpliéndolas se demuestra la disciplina, pero dista mucho de ser lo esencial en el “oficio de las armas”. La canción Pobrecitos maridos infelices, explica este estado de ánimo:
    Yo no sé qué se han creído
    en el Tercio de Extranjeros,
    que nos tienen comparados
    con peones camineros.
    Desde que se inventó
    el pico y la pala,
    con el pico y la pala
    nos están dando la lata.
    Este que está presente
    tres picos rompió
    y al día siguiente
    pasó al pelotón,

    Fuera de la protesta festiva de esta canción. Cuando se ordena coger el pico y la pala, nadie chista, aun cuando oficiales y tropas saben que no es ese el menester para el que ha sido creada la Legión. El Novio de la Muerte dramatiza muy bien la estampa ideal de la vida legionaria:
    Cuando más rudo era el fuego
    y la pelea más fiera
    defendiendo su Bandera
    el legionario avanzó.
    Y sin temer al empuje
    del enemigo exaltado,
    supo morir como un bravo
    y la enseña rescató.

    Y el Himno Legionario no dice nada que sea diferente:
    Legionario, legionario,
    que te entregas a luchar
    y al azar dejas tu suerte,
    pues tu vida es un azar.
    Legionario, legionario
    de bravura sin igual,
    si en la guerra hallas la muerte,
    tendrás siempre por sudario,
    Legionario, la Bandera nacional.

    Incluso la canción Pobrecitos maridos infelices, que, como ya hemos visto, es una especie de banderín de enganche y verdadero anuncio descarnado de la vida legionaria concluye explicando que el mandante del que hablaba solamente una estrofas…
    …Se ha portado bien
    en las operaciones,
    todas las medallas
    y todos los galones
    los lleva colgado
    de los cojones.

    ¿Hay que entender esta frase como una intolerable muestra de machismo? Difícilmente. ¿Cuántos actos heroicos realizados por legionarios han quedado sin “recompensa”, esto es, sin condecoración? Muchos, incluso hoy en día en lejanas tierras donde políticos de poca solvencia han querido ganar puntos en la escena internacional utilizando a la Legión para sus manejos de opereta. En realidad, el legionario pide poco –ya lo hemos visto en la canción “un vasito de vino peleón”-, por eso, a nadie le extraña que la satisfacción del Caballero Legionario (en You Tube hay decenas de vídeos vistos por millones de personas que han podido constatar en el último legionario el mismo orgullo presente en el gastador que lleva la famosa cabra de la Legión. Y este orgullo es el propio del que se sabe miembro de una élite guerrera y se expresa perfectamente en la última estrofa de la canción Como somos caballeros legionarios:
    Y aunque a nadie le importa el sufrimiento
    que un Legionario lleva en el corazón
    demostramos que estamos satisfechos,
    que llevamos en el pecho
    el Emblema de La Legión.
    Se puede decir más alto –frecuentemente, los legionarios pugnan por ver quien canta con voz más recia-, pero no más claro. O quizás, sí. Se puede decir en los Doce Espíritus del Credo de la Legión. En realidad, todo este largo y farragoso artículo sobraba. Bastaba solamente, con cortar y pegar el lacónico Credo de la Legión.

    Vita hominis brevis:
    ideo honesta mors est immortalitas

    Que no me abandone la Fe,
    cuando toque a bayoneta,
    que en tres días sitiamos Madrid
    y en otros quince la capital, Lisboa.


    Sic Semper Tyrannis

  2. #2
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    Re: El espíritu de la Legión en sus canciones

    Las formas cambian. El espíritu permanece.

    La milicia y la comunidad: 101 kilómetros en 24 horas



    “Jamás un legionario dirá que está cansado, hasta caer reventado. Será el cuerpo más veloz y resistente”. Así reza el espíritu de marcha de la Legión Española, que un año más, ha organizado, en apoyo a la Asociación Española contra el Cáncer y Proyecto Hombre, la prueba de los 101 kms en menos de 24 horas. La prueba, en sus distintas modalidades se desarrolla tradicionalmente en el marco incomparable de la Serranía de Ronda.

    Curzio Malatesta

    “Al Cabo C.L. Marigorta. A Victor, a Solveig, a Carlos y Alonso, a Diego… a todos los que quisieron ser, fueron y son.”

    La prueba de los 101 kms en 24 horas nació en el año 1995, como parte de los actos que conmemoraban el 75º Aniversario de la Fundación de La Legión. El entonces Coronel Jefe del Tercio Alejandro Farnesio, IV de la Legión, D. Enrique Gomáriz de Robles, encomendó la organización de la misma al entonces Capitán, D. Oscar Pajares Casado.

    A la modalidad de marcha a pie se le han venido añadiendo y quitando otras maneras de realizar la prueba: marcha por equipos, duathlon, en bicicleta de montaña y a caballo. En las dos últimas ediciones se ha celebrado una prueba infantil, consistente en un recorrido de tres kilómetros dentro de Ronda, en la que los niños podían participar del ambiente festivo de la Salida de la prueba.

    En su XII edición, el pasado sábado 10 de Mayo, los participantes disfrutaron de una jornada de temperaturas moderadas, algo de lluvia y barro, en el hermoso entorno de la Serranía de Ronda. La noche de víspera, y durante el transcurso de la prueba, todos pudieron participar, una vez más, de la hospitalidad de la X Bandera “Millán Astray” de La Legión, de la ciudad de Ronda y sus gentes.

    El Espíritu permanece

    Los ejércitos en general, y la Legión en particular, son una contradicción con la visión predominante en nuestros días, en tantos aspectos sobrecargada de intereses mezquinos e individualistas que pretenden reducir la totalidad de la vida a los placeres individuales y las obras pequeñas de consumo inmediato.

    Como todo lo que es orgánico, todo lo que nace y vive en este mundo, la Legión ha cambiado desde que se alistara el primer voluntario aquel lejano (pero siempre presente) 20 de septiembre de 1920. Nació de la visión de un hombre, y las circunstancias de un momento, con el ejemplo de la Legión Extranjera y el código del Bushido. Creció en el calor del Sáhara, probando también el frío de la estepa rusa, alimentada con el sacrificio de la sangre de hombres anónimos y de oscuro pasado, que dejaron su suerte al azar y encontraron redención como caballeros legionarios.

    Pero la legión ha cambiado. Lo diremos nosotros puesto que jamás lo diría, o no debiera decirlo, un legionario en activo; pues aunque resulte difícil, es la alegría y la satisfacción lo único que se debe advertir en el sufrido rostro del soldado. “Porque a nadie le importa el sufrimiento que un legionario lleva en el corazón, demostramos que estamos satisfechos, llevamos en el pecho el emblema de la legión.”

    La legión ha cambiado. Ha cambiado en la cálida humedad de traiciones disfrazadas de paz y bajo el bisturí de politicuchos demagogos que despreciaban su historia, seguramente por desconocimiento o mala fe. Pero mientras haya legionarios, habrá legión. Como sentenció el Tte. Coronel Valenzuela: Nuestra raza no ha muerto aún.

    La inabarcable realidad se escapa a las predicciones y a los esquemas humanos. Las formas se imponen por un lado, mientras que, por otro lado, el espíritu impera invisible e indiferente sobre lo contingente. Hace unos años, nos decía un anuncio de Volkswagen: las formas cambian, el espíritu permanece.

    Las facciones lobunas y los cuerpos exhaustos, rectos e impecablemente uniformados, puede que hayan sido sustituidos mayoritariamente (y no totalmente, por fortuna) por formas más redondeadas o diseñadas para el lucimiento a base de gimnasio y creatina, y policía un poco más relajada. Y es que la Legión no es inmune a los cambios formales y cualitativos que sufre la sociedad civil, pues de ella se nutren sus filas y a ella sirven sus esfuerzos. Pero las canciones y el credo nos recuerdan siempre la diferencia entre nuestro deber ser y nuestro ser.

    El culto a la amistad y el paso del tiempo de ocio y de trabajo con los camaradas que visten el mismo uniforme que tú, te mantienen a salvo de la abstracción individual, naturalmente humana, pero ajena a las necesarias obras comunitarias.

    Se sigue exaltando la vida dando culto a la muerte, en maravillosa y necesaria contradicción. Muestra de ello es la prueba de los 101 kms. Una prueba que va más allá del deporte y del mero pasatiempo dominguero, sirviendo de valor fijo a la comunidad y proyectando los valores eternos de la milicia, que encarna la Legión, a toda la comunidad en un generoso gesto que no excluye a nadie (y eso sin necesidad de ministerios de igualdad). Una prueba con la que la Legión nos une.


    Extracto del Credo Legionario:

    El Espíritu de marcha

    Jamás un legionario dirá que está cansado, hasta caer reventado. Será el cuerpo más veloz y resistente.

    El Espíritu de sufrimiento y dureza

    No se quejará de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de sueño, hará todos los trabajos, cavará, arrastrará cañones, carros; estará destacado, hará convoyes, trabajará en lo que le manden.

    El Espíritu de la muerte

    El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.

    Extracto del Bushido:

    (Jin) Benevolencia

    Mediante el entrenamiento intenso el samurái se convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres. Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos. Tiene compasión. Ayuda a sus compañeros en cualquier oportunidad. Si la oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla.

    (Yuu) Coraje

    Álzate sobre las masas de gente que temen actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurái debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado. Es peligroso. Es vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El coraje heroico no es ciego. Es inteligente y fuerte. Reemplaza el miedo por el respeto y la precaución.

    忠義 (Chuugi) Lealtad

    Haber hecho o dicho "algo", significa que ese "algo" le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan. Un samurái es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un hombre son como sus huellas; puedes seguirlas donde quiera que él vaya.


    http://www.elmanifiesto.com/articulo...ulo=2182&blog=

  3. #3
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    Re: El espíritu de la Legión en sus canciones

    El autor se ha pasado tres pueblos comparando a los samurais con los legionarios.
    " el pueblo español fue y es antidemocrático, y para no serlo fue capaz de librar la gran guerra de la Independencia, las tres carlistas y la última guerra de Liberación. Esta fue y es la realidad histórica, quieran los demócratas o no; lo confiesen o no."
    Anti-España 1959 Mauricio Carlavilla


    " volad a las Armas, incorporaos con los defensores de la más justa y Sagrada Causa; podréis así salvar vuestra vida, a vuestra familia de la mendicidad, y hacer ver a la Nación entera que sois Cristianos Católicos, y que los Gallegos de la generación presente son, como los de las pasadas, leales a su legítimo Monarca "
    Proclama carlista do capitán de partida Modesto Varela (1838)

  4. #4
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    Re: El espíritu de la Legión en sus canciones

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    A mí también me chocó un poco. No hay ni punto de comparación, pero supongo que lo dice porque Millán Astray tradujo el Código del Bushido y posiblemente se inspiró bastante en él, tomando todo lo aprovechable y desechando lo no aplicable.

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