Sotogrande, el paraíso español de las élites gibraltareñas
BORJA BERGARECHE / SOTOGRANDE (CÁDIZ)
Entre el 15 y el 20% de los gibraltareños viven en realidad en España, pero sin pagar impuestos
nONO rico
Puerto de Sotogrande
Paraíso o no, vivir en Gibraltar ofrece numerosas ventajas (fiscales y no fiscales) a sus residentes. Entre estas no figura, sin embargo, la del espacio y el confort. Las reducidas dimensiones de un islote de 6,5 kilómetros cuadrados disparan el precio de la vivienda, y limitan al máximo sus posibilidades hogareñas.
Por eso, son muchos los gibraltareños que miraron al otro lado de la Verja para realizar los sueños de sus decoradores de interior. Según el Gobierno, 6.700 residentes del Peñón viven en realidad en España, muchos de ellos en un cómodo limbo que les permite disfrutar de las mansiones y campos de golf de las urbanizaciones de lujo del Campo de Gibraltar, así como de las infraestructuras pagadas por el contribuyente andaluz y sin contribuir a las arcas españolas ni renunciar a su condición de residentes fiscales en Gibraltar.
Un infierno amable donde el impuesto de la renta es irrisorio, el de sociedades es del 10% frente al 30% en España y el IVA del 15%, el tipo mínimo exigido por la UE. Las autoridades del Peñón discuten esa cifra de residentes en España, que otras fuentes españolas consultadas limitan también a entre 5.000 y 6.000 personas.
Equivale, en cualquier caso, a un 15-20% de la población gibraltareña. Y se concentran en ciertos enclaves de la Línea de la Concepción, como el barrio de Santa Margarita, y en exclusivas urbanizaciones como La Alcaidesa o Sotogrande, en el municipio gaditano de San Roque. Según Hacienda, en el entorno de la Costa del Sol existen unas 1.100 casas registradas a nombre de sociedades fiduciarias con sede en Gibraltar.
Los «sotograndistas»
Entre los llanitos, son los «sotograndistas». Y constituyen la élite económica y social de un crisol de culturas mediterráneas -mezcla de orígenes malteses, genoveses, andaluces, británicos, portugueses, árabes y judíos- de 30.000 personas cuyo origen situaba el profesor Juan Velarde (ABC del 19-08-2013) en las disputas por las rutas del contrabando en el siglo XIX entre británicos, portugueses y españoles.
«Al hilo de esa actividad de fuerte contrabando, llegó a Gibraltar una población empresarial inmigrante que constituye lo que popularmente pasaron a denominarse como los llanitos», un término de origen desconocido. Los «sotograndistas» pasan gran parte del año en sus casas en España, sin mezclarse mucho con los veraneantes VIP que aterrizan en julio y agosto.
El ministro principal del Peñón, Fabián Picardo, tiene casa en Sotogrande. Su antecesor, Peter Caruana, también. Comparten cordialmente los cinco campos de golf con los que cuenta Sotogrande, se saludan educadamente de barco a barco en la entrada al puerto deportivo y rozan sus codos en las barras del Polo. Pero no intiman.
«Ni contestes, será un llanito», decía este verano un lobo de mar malagueño apremiado con la bocina desde una embarcación vecina cuando el viento le dificultaba la maniobra de atraque. Solo los españoles que residen varios meses han desarrollado lazos con las familias de la élite de Gibraltar.
«Te saludan en misa en las parroquias de Guadiaro, pero no se mezclan mucho», explica un local. Casi el 80% de los gibraltareños son católicos, aunque el Peñón cuenta también con tres sinagogas, dos mezquitas, un templo hindú y una catedral anglicana.
Algunos de los «sotograndistas» se dejan ver en las regatas, en las que se mueve con especial soltura John Bassadone junior, tercero en la Copa Sotogrande de la clase J-80 este verano y heredero de la saga familiar que domina el controvertido negocio del «bunkering». Creado en 1965 y presidido por John Bassadone «padre», el Grupo Gibunco es uno de los grandes holding del Peñón, y el mayor distribuidor de combustible a través de Cepsa (Gibraltar) Ltd., la sociedad que crearon en 1989 al 50% con una filial de Cepsa.
Sin pagar impuestos
Mediante su división Peninsula Petroleum, los Bassadone controlan una flota de quince gasolineras flotantes con las que abastecen de gasoil a los mercantes que repostan en la Bahía del Peñón, sin pagar los impuestos que les exigen los operadores de la vecina Algeciras.
Pero Peninsula Petroleum es también el nombre de la embarcación con la que «Johnny» Bassadone compite en la exclusivísima copa de la clase RC44, un circuito de vela de catorce embarcaciones que un regatista describe como «una Copa América para millonarios» y en la que participa este año el ruso Gennadi Timchenko, «una de las personas más poderosas de Rusia», según la revista Forbes.
El joven pertenece a la nueva generación de las élites gibraltareñas, bilingüe aunque más anglófona que hispanoparlante, y educada en las mejores universidades británicas gracias a las generosas becas del Gobierno del Peñón.
En el otro extremo generacional, el abogado Louis Triay Stagnetto es quizás el representante de las grandes familias de la abogacía gibraltareña más integrado en la alta sociedad española. Su generación fue evacuada del Peñón en la Segunda Guerra Mundial ante la amenaza de una invasión nazi. Triay, amante de la vela, creció por ello en Madeira. Y hablan más el español llanito de sus padres que el inglés adquirido en el «exilio».
Los despachos de abogados conforman el nudo central del tejido social y económico gibraltareño. En un territorio sin Abogacía del Estado, todo pasa por sus manos. Los Isola y los Hassans, como los Triay, diseñan los «trusts» o contratos de fiducia que vertebran las sociedades con sede fiscal en el Peñón. Y como los Stagnetto, grandes importadores de tabaco y licores, o los Russo, forman parte de este sector «sotograndista» que, cada mañana, coge el coche desde tierra española para acudir a sus oficinas en «la Roca».
Varios miembros de la familia Gaggero viven también en Sotogrande. Son los dueños del Hotel Rock de Gibraltar, controlan el «handling» del aeropuerto y, en 2007, vendieron la aerolínea GB Airways a Easy Jet por unos 120 millones. A todos ellos les incomoda la tensión actual. A los llanitos, por ejemplo, les devuelven el IVA en la Verja cuando vienen de hacer la compra en el Carrefour de La Línea. Y culpan a su «vecino» Picardo -surgido, como varios políticos del Peñón, del despacho de los Hassans- de que el infierno diplomático actual haya sacudido su cómoda existencia entre el limbo español y el paraíso gibraltareño.
http://www.abcdesevilla.es/espana/20...308241946.html
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