Una página de Morales Padrón

LUIS NAVARRO GARCÍA. CATEDRÁTICO EMÉRITO DE HISTORIA DE AMÉRICA DE LA HISPALENSE

Día 17/11/2010 - 23.07h




En una prestigiosa publicación americanista, la Revista de Indias, publicó Morales Padrón en 1969 un artículo sorprendente desde su título: «México y la independencia de Hispanoamérica en 1781». ¿Cómo podía verse la independencia de las Indias con tres décadas de anticipación? Aunque a nadie se escapaba que tal fecha correspondía a un momento de la guerra de independencia de las Trece Colonias británicas y a la de la fase inicial de la gran sublevación de Túpac Amaru que conmocionó al virreinato del Perú y que se supuso fomentada por Inglaterra. El título de Morales continuaba: «según un comisionado regio: Francisco de Saavedra». Aquí la perplejidad aumentaba, pues nada se sabía entonces de tal comisionado, ni su nombre tenía particular resonancia.
Fue esta una notable aportación de Morales Padrón, de la que hasta ahora no se extraído todo el fruto. Había Morales localizado un importante fondo, de unos cincuenta legajos, archivo personal de este ilustrado dieciochesco, del que destacaban una serie de diarios que Saavedra fue anotando a lo largo de su vida y en uno de esos diarios dejó constancia de un hecho olvidado hasta que Morales lo dio a conocer: el nombramiento de un comisionado regio que, en el Caribe, procurase la coordinación de las fuerzas aliadas francesas y españolas, y para este fin el ministro Gálvez designó a Saavedra, funcionario de su Ministerio, con atribuciones extraordinarias, resumidas en dos órdenes. La primera le autorizaba a participar en la junta de generales formada en La Habana exigiendo se le oyese, dice Saavedra, «como si mis palabras fuesen órdenes del Rey». Por la segunda, podía disponer de todos los caudales de las tesorerías de Indias necesarios para la guerra. La empresa de Saavedra duró de junio de 1780 a igual mes de 1783, y estuvo llena de incidentes de gran interés.
Precisamente buscando el apoyo económico del virrey de México, se trasladó Saavedra a esta capital en octubre de 1781, y allí indagó el estado de ánimo de la población, extrayendo impresiones pesimistas, que apuntó en el diario pero que expuso más extensamente en unos papeles sueltos. «La América, con la rebelión de los angloamericanos y la independencia que es regular que aseguren, ha variado mucho de semblante; por consiguiente es necesario que España haga muchas variaciones en el sistema que hasta aquí ha observado con sus colonias». A este toque de atención siguen unas ideas sorprendentemente afines a las que en caso parecido expuso Floridablanca: nuestras colonias no son como las de las demás naciones, «las cuales sólo son factorías, de negociantes transeúntes, en lugar que las españolas son una parte importante de la nación separada de la otra». Y a continuación expone una serie de fórmulas para estrechar los «vínculos muy sagrados entre las dos porciones del imperio». «La América puede estar todavía siglos bajo el dominio de España o perderse en breve tiempo. Su suerte depende del método de su gobierno».
El sevillano Saavedra, hombre de gran inteligencia y de excepcional preparación política y militar, a la sazón de treinta y tres años de edad, estaba dando, como lo vio Morales Padrón, el primer aviso acerca del cambio de mentalidad de las elites americanas como resultado de la lectura de libros de la «nueva filosofía» acerca de los derechos de los hombres y de los soberanos, y Saavedra había oído quejas por el despotismo de algunos funcionarios.
Hasta aquí este revelador artículo de Morales Padrón, que no produjo especial eco. Muchos años después, el mismo profesor pudo editar la autobiografía de Saavedra (1995) y el Diario concreto de su comisión en Indias (2004). La figura de Saavedra empezó así a hacérsenos familiar, enlazando las etapas de su vida: su labor de gobierno en Venezuela, su breve pero distinguido paso por el gobierno de Carlos IV, su presencia en la Junta Central y en la Regencia en 1808-1810. Hoy nos interesa conocer mejor otro episodio: su gestión al frente de la Junta Suprema de Sevilla de mayo a septiembre de 1808. A él y a su experiencia mexicana se debe, sin duda, el que nuestra Junta local se declarara «de España e Indias», de modo que Saavedra vino a actuar de nuevo como portavoz del rey y se atrevió nada menos que a disponer la destitución del virrey de México si éste no se le sometía. Como en efecto ocurrió.
Morales Padrón descubrió con sorpresa el impacto que el conocimiento de las gentes de México había producido en Saavedra. Todavía está por indagar seriamente en qué medida esa conciencia determinó la conducta del grande, aunque olvidado, patriota sevillano en aquellas fechas dramáticas de 1808.

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