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Tema: Quito, Carlos V y nuestra memoria histórica

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    Avatar de Hyeronimus
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    Quito, Carlos V y nuestra memoria histórica

    Lectores todos: Comparto con ustedes la ponencia que leí en el Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica este jueves, 7 de febrero de 2013, en el marco de la conmemoración de la concesión del título Muy Noble y Muy Leal a la ciudad de San Francisco de Quito el 14 de febrero de 1556. Como siempre, saquen cada uno de ustedes sus propias conclusiones: Quito, Carlos V y nuestra memoria histórica

    Jueves, 07 de febrero de 2013: Vista del auditorio durante la conferencia que se realizó con motivo del 457° aniversario del otorgamiento del título “Muy Noble y Muy Leal” a la ciudad de San Francisco de Quito por el emperador Carlos V el 14 de febrero de 1556, en el Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica .

    De acuerdo a sus atribuciones de Jefe Supremo y en “observancia de sus deberes internacionales”, Eloy Alfaro Delgado en su célebre carta del 19 de diciembre de 1895, donde requiere a Su Majestad la Reina María Cristina, Regente de España, la independencia de Cuba siguiendo, en sus palabras, el “prudente consejo que en tiempo oportuno, dio el Gabinete Británico”; afirmó que: “El pueblo del Ecuador… un tiempo formó parte de la Monarquía Española… a la cual le ligan los vínculos de la amistad, de la sangre, del idioma y de las tradiciones…”. Se despide en esas mismas líneas con el “sincero deseo de que se acreciente la gloria del Trono que, con tanta prudencia como sabiduría, ocupa V.M., en nombre y representación de su augusto hijo D. Alfonso XIII, a quien Dios Guarde.”[1] No se equivocaba el Viejo Luchador cuando afirmaba que el pueblo del Ecuador, es decir, los quiteños audienciales o quitenses de entonces formaron parte íntegra de la Monarquía Española, así, por lo lazos de todos tipo y no en una mera dependencia colonial. Visión clara y definitoria la tuvo Alfaro, que se adelantó un siglo a los historiadores ecuatorianos como Jaime Rodríguez O., que han dejado de utilizar la palabra “colonia” e “imperio” -en el peor de sus sentidos- para hablar en la corrección histórica de lo que fue, de la realidad objetiva de la Monarquía Universal Hispánica. En el contexto de la Monarquía Universal Hispánica, el emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico y I de España, el 14 de febrero de 1556, otorga a la ciudad el título de “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de San Francisco de Quito”, en razón de los servicios prestados a la Corona frente a la rebelión de Gonzalo Pizarro y debido a su función como centro de expansión territorial de la Monarquía Hispánica en América. “Eran reconocidos y notorios los grandes y leales servicios que la dicha ciudad nos había siempre hecho”, reza la Real Cédula de concesión del título. Juan J. Paz y Miño Cepeda, Cronista de la Ciudad, acota que:
    La “Villa” de San Francisco recién adquirió el título de “Ciudad” por la Cédula Real de Carlos V, del 14 de marzo de 1541, fecha en la cual el Rey también concedió a la nueva Ciudad un “Escudo de Armas” -escudo que sigue vigente-, cuya descripción consta en la misma Acta, así como la copia del dibujo a color, todo lo cual también forma parte del patrimonio documental del Archivo Metropolitano de Historia. Cabe añadir que el mismo Monarca, por Cédula del 14 de febrero de 1556, otorgó a la Ciudad de San Francisco de Quito el título de “Muy Noble y Muy Leal”.[2]
    De esta forma, para Quito esta efeméride después de la fundación de la villa y de la concesión del título de ciudad, viene a constituirse como la tercera fecha más representativa en su cronología documentada. El Municipio celebra todos los años esta fecha, realizando eventos sociales, culturales, académicos y artísticos. La historia sobre este particular hecho recuerda la gallardía de la capital del Ecuador y el Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica, acorde a sus objetivos de difusión cultural y cívica realiza esta noche la conferencia debida al respecto. Les ruego me permitan incluir en esta exposición un par de experiencias personales. Cuando hace un par de años me encontraba en un vuelo de regreso desde Europa al Ecuador, junto al gran amigo y distinguido miembro de esta Institución, D. Carlos Trueba, tuvimos como compañero de asiento a un joven austriaco de nuestra generación, quien por cierto manejaba un excelente castellano. Evidentemente en las aproximadas 12 horas de vuelo que tuvimos, la conversación entre los tres fue fluyendo de manera natural, y entre banalidades idas y vividas, como no podía ser de otra manera, saqué a relucir la historia, y le pregunté si tenía idea que alguna vez habíamos compartido un monarca. Cuando dije esto su cara se tornó absorta… no podía creerlo y no daba credibilidad a mis palabras. Le di unos minutos para que adivinara, pero finalmente se rindió. Le informé que Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico -por tanto soberano de Austria- también había sido Rey de España y de las Indias, como Carlos I -por tanto soberano de Quito-, después de todo su misma dinastía en España y América llevó el nombre de su país: los Austrias. Como no pudo ubicar el nombre en español, haciendo un poco de esfuerzo pronuncié su nombre en alemán: Karl der Fünfte, el Kaiser Karl der Fünfte; enseguida él entendió de quien hablaba finalmente, hecho que no le quitó la sorpresa de su rostro. Era la primera vez que él se concientizaba sobre la extensión de uno de los Imperios más extensos que haya conocido la historia. Berlín y Quito, Toledo y México, Viena y Panamá, todas bajos un mismo cetro. Anécdota para el austriaco, realidad espacial, histórica y geopolítica para los quiteños, realidad geopolítica que durante tres siglos, como parte integrante de la Monarquía Universal Española, del llamado Imperio Español, nos posicionó como el mayor y más grande Poder del planeta. Se me solicitó que hablara esta noche sobre la figura del emperador en sí, en evidente relación con Carlos V y con su antecesor en nuestras tierras, Atahualpa. Sin embargo, en el momento actual esto sería vano, no solo debido al desconocimiento de nuestro pasado por la gran mayoría de ecuatorianos sino y sobre todo, debido a que ya le cupo a Jorge Salvador Lara, quien formó parte de nuestro Instituto -y que fuera entre otras dignidades, Cronista de la Ciudad y Presidente Vitalicio de la Academia Nacional de Historia-, al inaugurar la “Semana de Carlos V” con la que honró Quito al Emperador en 1958, con ocasión del IV Centenario de su Fallecimiento el 21 de septiembre de 1558, le cupo -como ya dije- entonces escribir “Quito y el emperador Carlos V”; seria, documentada y profunda conferencia que sin duda debe ser la base para un futuro y ampliado estudio, y así lo haremos, mas la hora precisa de otro tipo de reflexiones. Valga decir que tuve el agrado de digitalizar, hace unos años ya, y subir a la red de redes, el internet, esa obra de Jorge Salvador Lara para conocimiento de las nuevas generaciones que tienen como espacio de investigación casi exclusivo este medio virtual. Mal acostumbrados a googlearlo todo, no podía dejar que ese texto se desconociera en internet, más ahora cuando casi nadie visita las bibliotecas. En el norte de la ciudad, en el noroeste para ser preciso, se ubica la Avenida Emperador Carlos V, a la altura de la Base Aérea, se extiende desde la Avenida de la Prensa hasta la Avenida Mariscal Antonio José de Sucre, más conocida como Occidental. Dato necesario de conocer, que sin embargo, por la ubicación y fecha de denominación de la avenida, refleja mucho de nuestro problema como país, de nuestro problema identitario. Resalto esto, nuestro problema como país es la identidad o mejor dicho, la falta de esta. En el año 1980, durante su visita a Quito, los reyes de España Juan Carlos y Sofía – quienes visitaron esta Casa- expresaron su interés en presentar una ofrenda floral al monumento de Atahualpa, el Emperador del Tahuantinsuyo, si cabe el término, y sí, cabe. Paradójicamente, la ciudad que se precia -con acierto o no- como la cuna de Atahualpa no contaba con NINGÚN monumento en memoria al Inca, por lo que el alcalde Álvaro Pérez Intriago y autoridades del Municipio, tuvieron que readecuar a uno de los bustos de la plaza Indoamérica, para que representara a Atahualpa. En la fachada principal del Palacio Real de Madrid, la que da a la Iglesia de la Almudena y a la derecha de la puerta principal, se yergue la imagen del Emperador Atahualpa, al que le tocó vivir y morir como último Inca. La estatua data de mediados del siglo XVIII (1700’s), y fue mandada a erigir junto a la estatua de Moctezuma -que flanquea la izquierda de la entrada- por Felipe V y la concluyó Fernando VI, reyes de España y antepasados de Juan Carlos. Recién en 1996 Quito levantó un monumento a Atahualpa en el redondel de la ciudadela del mismo nombre, en el sur de la ciudad. Y aquí es donde los dos emperadores vuelven a reunir su destino casi cinco siglos después: ambos fueron relegados en el espacio público y en el tiempo de la ciudad de Quito, ciudad que les adeuda mucho a ambos, cosa que por otro lado no impidió que hubiera una calle Reina Victoria u otra Mariscal Foch en uno de los barrios más céntricos y conocidos de la capital, antes que una Avenida Atahualpa y que de una Avenida Carlos V. Winston Churchill -con todos los aciertos o desaciertos que poseyera- tuvo monumento en Quito una década y un lustro antes que Atahualpa. Y claro está, Carlos V aún no tiene monumento en Quito, cuando debería haberlo tenido, junto a Atahualpa, desde hace siglos. Bien se lo merece, ya lo dije alguna vez: Quiteños fueron y son quienes han hecho Patria en torno suyo… han hecho Patria con su Sangre, con su Espíritu, y con su Voluntad, quiteños, fueron desde Atahualpa quien impuso esta como su sede de facto, quiteño fue Benalcázar que dio su voluntad y su victoria por Quito; quiteños fueron los argonautas de la selva como Orellana que nos dio un mundo a orillas del río-mar Amazonas, llave de un continente; quiteño fue Carlos I y V quien amó y procuró la edificación de su lejana ciudad. Puesto que como ya lo señalara Jorge Salvador Lara en su referida obra, Carlos V fue: “Heredero de Carlomagno, soberano católico y ecuménico, bien hace el universo en recordarle. Y Quito, a la que él amó particularmente, a la que dio nombre de ciudad, pendón y escudo de armas, obispado y título de lealtad y nobleza, monasterios y dones…”… le debe la erección de un monumento. Nos queda como tarea pendiente, entre las muchas que quedan para ser asumidas como gratos retos para la nueva generación del IECH. Unos me han acusado de ser “lírico” en mis exposiciones, otros por su parte también me han acusado de ser demasiado “científico” en mi trabajo, por lo mismo quiero concluir esta intervención con algunos datos relacionados a la conquista de América para así sostener lo lírico con lo científico: Luis Corsi Otálora señala:
    Era de suponer que la ocupación de una potencia extranjera en áreas tan vastas como las de Hispanoamérica se tradujese en sus rasgos esenciales, cuales son los de significativos volúmenes transitorios de población alógena dedicados a la exacción de sus riquezas, con el apoyo armado de fuertes contingentes integrados por personas sin vínculo con la región, afín de poder ejercer una represión sin escrúpulos. Ninguno de estos factores jamás llegó aquí a ser configurado.
    Y continúa:
    En efecto, si bien es cierto que en un comienzo se dio un fuerte flujo de oro y plata hacia la Península Ibérica, éste -en sus cuatro quintas partes- estaba constituido por el pago de semillas, ganado, herramientas y mercancías indispensables a la puesta en valor del desarrollo económico en sus diferentes zonas; en un detallado cuadro que va de 1515 a 1600 Alberto Pardo muestra como la balanza comercial durante este período desde España fue de 67.637 toneladas de exportación contra 43.728 toneladas de importaciones. El impacto de las nuevas tecnologías transmitidas a través de ellas fue verdaderamente espectacular, pues si un hombre con sus solas fuerzas necesita 40 días para preparar una hectárea, este tiempo se reduce a un día cuando lo hace con un arado y dos caballos; hasta el temprano 1570, de la Metrópoli se habían despachado 20.000 rejas para arados. El tiempo de corte de un árbol con hacha de acero descendía de dos meses a dos días, por lo cual los indígenas se batían a muerte por su adquisición; y una herradura de acero valía más que su peso en oro.[3]
    Valga este dato para los que aún siguen traumados por el oro. Casi once años después de haber escrito a la Reina María Cristina de España, Eloy Alfaro volvió a afirmar la vocación hispánica de nuestro país cuando pronunció durante su breve pero iluminado discurso del 10 de agosto de 1906, día de la inauguración del monumento a la independencia, que hoy adorna el centro de la Playa Mayor de Quito, la Plaza Grande -como ya lo ha anotado Daniel Crespo Cuesta-, esta contundente frase: “España nos dio cuanto podía darnos, su civilización; y, apagada ya la tea de la discordia, hoy día, sus glorias son nuestras glorias, y las más brillantes páginas de nuestra historia, pertenecen a la historia española.”[4] ¡Señoras y señores! Muchas gracias.
    Francisco Núñez del Arco y Proaño de los Ríos
    San Francisco de Quito, 7 de febrero de 2013
    Información adicional: Quito celebra desde el 2008 el 14 de febrero la concesión del título Muy Noble y Muy Leal y su coincidencia con el Día del Amor y la Amistad con el festival “Quito ciudad del amor y los geranios”, iniciativa que nació de Marco Chiriboga Villaquirán.
    [1] En “El Scyri – Diario liberal de la mañana” N° 5, Quito, martes 11 de febrero de 1896.

    [2] Quito y su fiesta histórica:QUITO Y SU FIESTA HISTRICA :: Ecuadorinmediato :: Juan J. Paz y Mio Cronista de la ciudad

    [3] Luis Corsi Otálora en Visión contra-corriente de la independencia americana, revista Disenso, Buenos Aires – Argentina, Nº 12, 1997, págs. 33-44.

    [4] Citado en Ortiz Crespo, Alfonso y otros, Nuestro día Sol: una mirada al Monumento de la Independencia en sus cien años, Quito, FONSAL / Alcaldía Metropolitana de Quito, 2006.

    https://coterraneus.wordpress.com/

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    Felicidades a la Real Audiencia y Obispado de Quito.

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