PRECISIONES SOBRE LA AUDIENCIA Y LA PRESIDENCIA DE QUITO
Por: Dr. José Reig Satorres
I.- ESTADO DE LA CUESTION
Se ha vuelto común, tanto en la historiografía nacional como extranjera, que al referirse al antiguo Reino de Quito¹, incorporado por Benalcázar a la Corona de Castilla, pase a ser conocido como Audiencia de Quito o Provincia de Quito, predominando más el de Audiencia a partir de su fundación por la Real Provisión de 29 de Agosto de 15632. El objeto de nuestro trabajo tiene por finalidad el pretender aclarar dos aspectos, que a nuestra manera de ver han sembrado confusión -y en la cual fuimos partícipes, como se verá de inmediato-. De una parte se ha hablado siempre de la Real Audiencia de Quito como un todo -justicia y gobierno, hacienda y guerra-, de ahí que el territorio de Quito o Reino de Quito se identifique, para el Derecho indiano, en una Audiencia y Chancillería subordinada -para unos-, o un territorio de hecho autónomo, equivalente a una Audiencia pretorial -para otros-. Por otro lado, nuestra pretensión nos lleva ahora a aclarar, si es posible de una vez, que una cosa es Audiencia y otra Presidencia.
Simplificando la tradicional corriente histórica nacional -de juristas y no juristas- en la eminente figura de Tobar Donoso, el distrito de la Real Audiencia de Quito tendría una autonomía de gobierno propia de las Audiencias pretoriales, es decir, que si por derecho era subordinada, en la práctica se gobernaba dependiendo muy relativamente del virrey, y en buena parte del Consejo de Indias o de la Corona.
Por nuestra parte, siguiendo la tradición ecuatoriana, y en no poco motivados por una profunda admiración a las investigaciones de Tobar Donoso, llegamos a afirmar que la subordinación de la Audiencia era más teórica que práctica, y que tal vez podría hablarse de una Audiencia cuasi-pretorial.
Hoy, observado con más atención el tema, nos parece comprender que semejantes posiciones han obedecido al no distinguir con precisión lo que una Audiencia significa en sí, propiamente, como Tribunal, en el conjunto del derecho indiano, y, a la vez, la poca atención prestada a la realidad, también institucional, de una Presidencias.
Cierto es que la peculiaridad del derecho castellano, cuya proyección en el derecho indiano es permanente y por razones evidentes de gran intensidad en el siglo XVI, es la fusión de las funciones de justicia y gobierno en un mismo oficio o funcionario6.
También hemos de tener en cuenta que la distancia, constantemente aducida por los virreyes y la Audiencia, contribuyó, y no poco, a fomentar autonomías administrativas.
Según alcanza nuestro conocimiento, ningún autor ecuatoriano - ni tampoco nosotros- tuvimos en cuenta con detalle al plantearnos la autonomía de la Audiencia de Quito, las características propias que precisan una autonomía territorial indiana: gobierno, hacienda y guerra. Las premisas de cualquier investigación se apoyaron en ciertas realidades de hecho y siempre circunstanciales, de ahí que, al ser analizada la cuestión con detenimiento, se observa que nuestras propias fuentes son manifestación clara de la ausencia de autonomía. Empezando por destacar que ya el sólo planteamiento de autonomía de la Real Audiencia, atribuyendo el término autonomía al Tribunal y no a la Presidencia, es un desenfoque.
Por nuestra parte, el mayor estímulo para reflexionar de nuevo sobre el tema, lo hemos recibido de Sánchez Bella, quién, gentilmente, en el V Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano realizado en Quito-Guayaquil en 1978 presentó la comunicación: Quito, Audiencia subordinada8, como parte de una exposición global del gobierno de los Austrias9, y que sinceramente agradecemos tanto. Aunque ya desde ahora nos permitimos señalar que, Sánchez Bella, con toda su experiencia y profundos conocimientos, ha caído en la misma realidad de la historiografía ecuatoriana: confundir Audiencia con Presidencia, tal como el mismo título del trabajo lo pone de manifiesto. Por tanto es nuestra opinión, que la mayor parte de lo expuesto en Quito, Audiencia subordinada, debe aplicarse a la Presidencia, y lo único que aportaremos en este trabajo será completar, con fuentes nacionales, algunas muestras que ratifiquen que el gobierno, la hacienda y la guerra en la Presidencia de Quito, están subordinados al virrey, o, en su vacante, a la Audiencia de Lima; mientras que la Real Audiencia y Chancillería de Quito, como Tribunal de justicia, que es su función específica y propia, es una Audiencia como el resto de las indianas, con las atribuciones más o menos ordinarias que en cada caso concede el derecho.
II.- TERRITORIO DE QUITO Y REAL AUDIENCIA
La base territorial de la futura Audiencia puede decirse que, desde la conquista, quedó más o menos establecida al delimitarse su Gobernación, tal como recomendaran, incluso, fray Tomás de Berlanga y el Padre Valverde en sus cartas al Emperador.
También escribía a Carlos V el Licenciado Cristóbal Vaca de Castro el 15 de Noviembre de 1541, quejándose de las muchas irregularidades que había en el territorio en materia de Hacienda, pues "todo anda mal parado -dice-, porque, desde que se ganó la tierra, no se ha tomado cuenta"; pero lo que aquí más nos interesa es cuando añade: "y también lo que toca a la justicia y christiandad y reformación de la tierra, que hasta agora está' hecho poco" 12 . Esto da pie a Vaca de Castro a plantear algo, que si bien tardará en realizarse unas décadas, tal vez sea el más antiguo planteamiento oficial de una Audiencia en Quito:
A lo que he entendido desta provincia —escribe desde Quito— y Tierra Firme, me parece que estaría mejor el Audiencia en esta que en Panamá, porque casi todos los pleitos de allí son de esta tierra, y de Panamá y Nicaragua vienen aquí dos veces al año, con su mercaduría, y podrían enviar las causas; y a Cartagena, tan bien le está ir a Santo Domingo como a Panamá, que con vendoval, es tan poco ir allí, como al Nombre de Dios, y muy pocas causas vienen de allí a Panamá, porque muchos de los que van a pleitos a Panamá, se mueren de la enfermedad que allí hay, y si el pleito es largo, no pueden allí asistir por la careza de la tierra; y en esta provincia haría mucho provecho el Audiencia.
El Licenciado Salazar de Villasante, que había sido Visitador y Gobernador General del territorio de Quito, y fue nombrado Oidor al fundarse la Audiencia, por lo tanto buen conocedor de la realidad, dice en su Relación: "ha sido muy provechoso, por estas razones: lo uno, porque aunque ha habido Gobernador siempre y alcaldes, allí jamás hubo ni se hizo justicia; eran todos compadres, y si algún gobernador la hacía, era mal quisto y luego le levantaban mil cosas y escribían a la Audiencia de Los Reyes y los quitaban... no había Audiencia sino la de Los Reyes y a trescientas leguas, y la del Nuevo Reino doscientas y tantas". Motivos estos, y muchos más que hicieron inaplazable el alto Tribunal de la Audiencia, para la buena aplicación de la justicia ordinaria en un amplio territorio.
La gran dificultad que desde el primer instante ofrecerá la Audiencia quiteña será, que a causa de la aludida distancia a la capital del virreinato, y por otro lado las atribuciones de gobierno concedidas al Presidente —que de continuo desea ampliar en la práctica—, se entrecrucen cuestiones de gobierno y las propias de justicia, de las que poco se habla por ser ordinarias; mientras que la mayoría de referencias a la Audiencia, tanto en documentos de la metrópoli como en los regionales, la continua relación es a cuestiones de gobierno, hacienda, oficios, etc.
Por ejemplo, el 17 de Octubre de 1602, en carta del rey al Presidente Miguel de Ibarra, en cuyo texto se evidencia ser respuesta a alguna consulta o acto realizado, se le dice: "Y en cuanto a lo que decís que con ocasión de una cédula que tienen los Virreyes para que lo que declaren por causa de gobierno lo sea, advocan muchas causas que son de justicia y proveen muchas comisiones en cosas de justicia en el distrito de esa Audiencia en mucha desautoridad della y daño de los que han de ir a seguir sus causas a Lima. Avisarme héis de los casos particulares en que ha excedido el Virrey en advocar así negocios de justicia que tocan a esa Audiencia".
Está claro que el criterio de la Corona es bien definido respecto a gobierno, pero también es igualmente claro, por esta carta, que tanto el rey como el Consejo de Indias desean mantener la plena autonomía de la Audiencia como Tribunal. La práctica muestra en no pocas fuentes, que cuando la Audiencia precisaba sus reclamos, y eran justos, se impartían oportunas observaciones a los virreyes, para que quedase garantizada la Audiencia como Tribunal.
Autonomía de Tribunal que en las Indias se concede con mayores prerrogativas que en la Península, por la constante razón de las distancias, pues "aunque aquellas -las Audiencias de la Península- dispongan en el Consejo Real de Justicia tan solamente y no con las Audiencias y Chancillerías -de Indias-, por la gran distancia de esas Provincias y por relevar a las partes de fatigas y costas, tenemos por bien que en estas Audiencias se pueda conocer de ello".
Según cuenta Solórzano, siendo Oidor en Lima y ante un conflicto entre el Virrey y la Audiencia sobre un caso de fuerza, se llevó el asunto al Consejo de Indias y en la carta al Virrey del 14 de Agosto de 1621 se dijo: "Que el Virrey por ningún caso, aunque diga que procede a título de gobierno o de comisión especial, quite el recurso libre de la apelación a la Audiencia, y no se entienda estar inhibida si en la cédula de la comisión especialmente no se declare lo contrario ".
Que la distinción y precisión de asuntos de gobierno y justicia planteaba problemas, era una realidad de la que estaban conscientes tanto los virreyes como las audiencias, y ahí, precisamente, estará uno de los aspectos manejables de la Audiencia de Quito, que sus Presidentes procurarán aprovechar. En este sentido escribía el virrey Marqués de Mancera a su sucesor Conde de Salvatierra:
Aunque por cédulas reales está asentado que de lo proveído en el gobierno haya apelación para la Audiencia en los casos de justicia, y que no la haya en lo de mero gobierno, cuál sean estos se ha dudado siempre, y en los gobiernos de nuestros antecesores ha habido competencias, en el mío no se ha ofrecido alguna porque he procurado efectuarlas conservando a la Audiencia en toda autoridad y dando entera satisfacción a las partes interesadas. Pero cuando llegue el caso supuesto que a la Audiencia sólo le toca proponer lo que en justicia parece y hacer segunda réplica, si fuere necesario, y que se ha de estar a lo que el gobierno resolviere, dándose por ambos cuenta a S.M., como así lo tiene ordenado, no puede haber embarazo alguno en esta materia, y en esta forma he obrado con la Audiencia de los Charcas y Quito, en algunos casos que he declarado pertenecer al gobierno.
Última edición por Michael; 15/03/2013 a las 21:00
“En la Ciudad de San Francisco de Quito, en el Perú, resida nuestra Audiencia y Cancillería Real, con un Presidente, cuatro Oidores, que también sean Alcaldes del Crimen, un Fiscal, un Alguacil Mayor, un Teniente de Gran Cancillería, y los demás Ministros y Oficiales necesarios, y tenga distrito la ciudad de Quito y por la Costa hacia la parte de la ciudad de los Reyes, hasta el Puerto de Paita exclusive, y por tierra adentro hasta Piura, Cajamarca, Chachapoyas, Moyobamba y Motilones, exclusive, incluyendo hacia la parte susodicha los pueblos de Jaén, Valladolid, Loja, Zamora, Cuenca, La Zarza y Guayaquil, con todos los demás pueblos que estuvieren en sus comarcas y se poblaren; y hacia la parte de los pueblos de la Canela y Quijos ha de tener los dichos pueblos con los demás que se descubrieren, y por la costa hacia Panamá hasta el Puerto de Buenaventura inclusive, y por adentro hacia Pasto, Popayán, Cali, Buga, Champnachica y Guarchicona, por que los demás lugares de la Gobernación de Popayán son de la Audiencia del Nuevo Reino de Granada, con lo cual y la Tierra Firme, parten términos con el Septentrión, y con la de los Reyes por el Mediodía, teniendo al Poniente la Mar del Sur y hacia adelante provincias aún no especificadas ni descubiertas”
Última edición por Michael; 15/03/2013 a las 21:04
LA AUDIENCIA DE LIMA Y LA “PROTECCIÓN DE LOS NATURALES” (SIGLO XVII)1
José de la PUENTE BRUNKE
El estudio de la Real Audiencia de Lima desde diversas perspectivas —su funcionamiento procesal como tribunal de justicia; su actividad co- mo órgano administrativo con facultades gubernativas, o la vida en la capital virreinal de los magistrados que la componían— ofrece múltiples vertientes para el análisis del mundo hispano-peruano.
Una de ellas es la constituida por la aproximación de los ministros de la Audiencia hacia el mundo indígena.
I. EL INDIO ANTE LA AUDIENCIA: NORMAS PROTECTORAS
Como se sabe, las audiencias en la América española no tuvieron sólo funciones jurisdiccionales, sino también tareas de carácter administrativo, y en ese sentido el amparo que debían ofrecer a los indígenas tuvo dos vertientes: una referida a los procesos judiciales en los que se involucraran sus intereses, y la otra vinculada con determinadas actuaciones que los magistrados de las audiencias debían realizar con el propósito de velar por aquéllos, como fueron las visitas de la tierra.
En el curso del siglo XVII —que es el marco cronológico de este análisis— se precisaron diversas normas conducentes a velar por los intereses de la población indígena.
Una de las preocupaciones de la Corona fue la de que los pleitos en los que tomaran parte los indígenas no se dilataran, con el objeto de que obtuvieran justicia de modo oportuno y eficaz.
Así, la Recopilación de leyes de los reinos de las Indias reiteraba que las audiencias debían cuidar del buen tratamiento de los indios y de la “brevedad de sus pleitos”; en cuanto a éstos, ordenaba que “no den lugar que en los pleitos entre indios, o con ellos se hagan procesos ordinarios, ni haya dilaciones, como suele acontecer, por la malicia de algunos abogados y procuradores, sino que sumariamente sean determinados”.
En lo referido a los abogados, el mismo cuerpo legal especificaba que no debían dilatar los pleitos, y en especial los de los indios, “a los cuales lleven muy moderadas pagas, y les sean verdaderos protectores y defensores de personas y bienes...”.
En cuanto a los relatores, existió la misma preocupación, tanto en lo referido a la brevedad de los pleitos como a la cobranza de montos moderados: “que los relatores despachen los pleitos de los indios con brevedad y moderados derechos”. Sin embargo, la propia Recopilación señalaba que lo ideal era que los pleitos de indios no llegaran al estado de verse por un relator.
Entre otras disposiciones, ya en 1586 se había despachado una real cédula expresamente dirigida a la Audiencia de Lima, en la que se disponía que a los indios no se les cobrara derechos en los pleitos, y que los mismos fueran despachados “breve y sumariamente”.
En el Thesaurus Indicus —importantísimo tratado de derecho natural, político y administrativo del siglo XVII hispanoamericano— el jesuita Diego de Avendaño manifestaba su preocupación por los perjuicios que los indios podían sufrir en los procesos judiciales, especialmente de parte de los escribanos, señalando que éstos podían delinquir gravemente si demoraban las letras ejecutoriales de los indios, porque “son pobres y no reclaman con fuerza como los demás, sino que se retiran ante cualquier palabra más áspera”.
En este sentido, frente a quienes opinaban que los escribanos de las audiencias estaban prohibidos de transcribir los días festivos, Avendaño afirmaba que “cuando se trata de los indios debe eliminarse todo escrúpulo pues, siendo personas miserables, todo cuanto tiene que ver con su bienestar es asunto de piedad, por lo que puede hacerse, por más que sea en días festivos”.
La preocupación por proteger a los indios en sus intereses llevó a que se contemplara que sus causas pudieran también ser resueltas por los virreyes.
Así, Solórzano nos indica que los virreyes podían, por sí solos o con la ayuda de un oidor asesor que nombraran, “hacer justicia a los in- dios y despachar sus causas, breve y sumariamente”. Señala que fue el virrey marqués de Montesclaros el primero en hacer uso en el Perú de esa facultad, dispuesta por una real cédula anterior.
En este caso, la sentencia dictada por el virrey podía ser apelada ante la Audiencia, cuyo fallo ya era el definitivo. La propia Recopilación disponía que el virrey debía conocer en primera instancia las “causas de indios”.
Hay testimonios del vigor con el que el citado virrey Montesclaros defendió dicha jurisdicción, preocupándose por que la Audiencia no interfiriera en ella.
Así, por ejemplo, en 1592 Luis de Velasco, entonces virrey de la Nueva España, informaba al monarca del malestar de los letrados, relatores, procuradores y escribanos públicos, al considerar que con dicha innovación procesal “se les quita el comer y aprovechamientos de sus oficios”.
Si bien toda la legislación procesal, en lo referido al indígena, buscaba otorgarle una serie de ventajas con el fin de que alcanzara justicia de modo rápido y eficaz, la figura del fiscal de la Audiencia estuvo especialmente ligada al logro de ese cometido. En efecto, los fiscales tuvieron como una de sus principales tareas la de la defensa de los indios en juicio.
Solórzano, por su parte, recuerda que en los títulos de los fiscales se suele añadir el de “protectores generales de los indios”; precisa que los fiscales pueden abogar a favor de los indios cuando no pleitean con el fisco, y en este sentido señala que esa específica misión protectora de los fiscales se había establecido porque para el monarca “las causas de los indios, como tan abatidos y miserables, son propias suyas”.
La Recopilación disponía que los fiscales debían alegar por los indios “en todos los pleitos civiles y criminales de oficio y partes”.
Son numerosos, en efecto, los testimonios que revelan la defensa de los indios por parte de los fiscales de las audiencias; tanto en casos individuales, como cuando estaban involucrados intereses de las comunidades.
Tal como señala Santiago-Gerardo Suárez, la actuación de los fiscales en asuntos referidos a los bienes comunes de los indios se realizó primero en el contexto general de sus funciones como protectores de naturales. Sin embargo, en 1619 una real cédula les asignó como nueva misión específica la de defender a los indios en los procesos referidos a comunidades.
Fuera del ámbito procesal, los fiscales también denunciaron diversos padecimientos de los indios, sobre todo en los obrajes.
II. EL PROTECTOR FISCAL EN LA AUDIENCIA: UNA FIGURA POCO ESTUDIADA
Si bien los fiscales de las Audiencias tenían esa función de protección de los indígenas, se trataba de una obligación entre otras que estaban a su cargo.
A fines del siglo XVI se produjo una novedad en este ámbito, al crearse el oficio de protector fiscal, al lado del fiscal titular, que era su superior jerárquico.
En 1591 se ordenó que en todas las ciudades en las que hubiera Audiencia, el virrey o el presidente designara a un letrado que siguiera las causas de los indios.
Al incluírsele en el escalafón audiencial, recibió el título de protector fiscal. Con ello, el fiscal ordinario era descargado de esa responsabilidad específica.
En el caso particular de la Audiencia de Lima el protector fiscal aparece en 1643, “con carácter autónomo y como magistrado independiente, pudiendo vestir toga como los demás integrantes de dicho tribunal.
Su misión consistía en actuar de defensor nato de los indígenas de todo el distrito de la Audiencia...”.
Llegados a este punto debemos hacer referencia a la figura del protector de naturales, que apareció en el Perú desde los tiempos de la conquista.
En efecto, desde la primera mitad del siglo XVI se nombraron protectores de naturales en diversos lugares de la América hispana, los cuales tenían como función principal la representación legal de los indios en los procesos judiciales que los involucraran, tanto en las instancias inferiores como ante la propia Audiencia.
Dicha protectoría recayó primero en los obispos, y con el paso del tiempo llegó a ser atribución también de otros funcionarios.
Entre otras cosas, la superposición de funciones entre las autoridades civiles y eclesiásticas generó desacuerdos y rivalidades, los cuales en algunos casos terminaron con la renuncia de los obispos a su condición de protectores.
En el caso del Perú, a partir de 1563 tuvieron ya el título de protectores los fiscales de la Audiencia.25 Pero reiteramos que la novedad del siglo XVII fue la creación de la figura del protector fiscal como diferente de la del fiscal original.
Ahora bien: esto no quiere decir que los fiscales ya no intervinieran en las causas de indios, dejándolas exclusivamente en manos del protector fiscal.
Lo que constatamos en algunos de los expedientes de causas de indios ante la Audiencia es la presencia de vistas de ambos: por ejemplo, en una causa sobre entrega de títulos de tierras, fechada en 1647, aparece la vista del fiscal protector Francisco Valenzuela, y a continuación la del fiscal Pedro de Meneses; lo mismo ocurre en otro expediente sobre po- sesión de tierras ventilado ante la Audiencia en 1657: consta la vista del fiscal protector Diego de León Pinelo, y a continuación la del fiscal Ber- nardo de Iturrizara.28
Pero esto no ocurre siempre: en otros expedientes sólo aparece la vista del fiscal protector.
En todo caso, sí es cierto el especial interés que puso la Corona en amparar a los indios en las causas que tuvieran que ver con tierras, especialmente tras el inicio de la política de composiciones.
Así, por ejemplo, por real cédula del 30 de junio de 1646 se ordenó que en los casos en que los españoles hubieran adquirido tierras de indios de modo ilícito, los fiscales protectores debían pedir en nombre de ellos la nulidad de dichas adquisiciones.
La figura del protector fiscal —o fiscal protector— de las audiencias, suscitó en ocasiones controversias y quejas, vinculadas con las reclamaciones que con frecuencia se hacían contra muchos de los ministros de la Audiencia a propósito de sus relaciones con la sociedad limeña y de las injusticias que podían cometer.
En rigor, si la figura del protector fiscal estuvo vigente durante un periodo bastante corto —al menos en lo referido a la Audiencia de Lima— fue, entre otras, por habérsela incluido en el conjunto de los oficios vendibles.
Además, y tal como refiere Ruigómez, el hecho de que al cargo de protector se le hubiera añadido la dignidad de fiscal —con las consecuentes obligaciones adicionales, como la de la asistencia a diversos actos públicos— significó que tuviera menos tiempo para atender los intereses de los indios.
Por ello surgió el solicitador, ante lo cual el virrey marqués de Mancera manifestó su preocupación en 1645, indicando que de la falta de tiempo del fiscal protector
...se sigue que el peso de todos los negocios corre por mano de su solicitador, gravándose los indios primero a acudir a su posada, de donde los remite al solicitador, que vive también muy lejos, éste hace las peticiones con ellos, vuelven al protector para que las firme, si no están buenas se las vuelve y en estas idas y venidas suele pasarse mucho tiempo y se da ocasión a que el indio enferme y a veces muera.
En este mismo sentido son ilustrativas las expresiones que el visitador Juan Cornejo dirigió al monarca en 1666, con referencia al fiscal protector Diego de León Pinelo.
Señalaba que éste era:
hombre peligroso y que se lleva mucho del afecto de sus dependientes, que tiene muchos en esta ciudad, y deudos por la parte de la mujer en ella y en las de Ica y Pisco, con que tengo entendido que no cumple como debe con la protección de los indios, y ellos se quejan, y se me han quejado a mí muchas veces, así del mal despacho que les da, como de los muchos gastos y costas que les lleva él y su agente...
Cornejo señalaba que en anteriores cartas había dado cuenta de esas y otras causas que le llevaron a plantear la extinción de la plaza de protec- tor fiscal en la Audiencia, proponiendo que su labor fuera encomendada —como en tiempos anteriores— a un abogado del mismo tribunal.
Es pertinente señalar que ya años antes, en 1648, por medio de una real cédula dirigida al virrey conde de Salvatierra, se manifestaba preocupación por el desempeño de los protectores fiscales, a partir de quejas llegadas a la península en torno a abusos cometidos por ellos, y al hecho de que no manifestaban una real preocupación por los indios, interesándoles más el lucimiento social que su condición de fiscales les confería.
Por ello, la mencionada real cédula disponía que el cargo de protector volviera a su “antiguo instituto”, y que ya no fuera objeto de compra.
Estudiando a los protectores de naturales en Quito en los siglos XVII y XVIII, Diana Bonnett concluye que si bien dichos personajes participaron de los intereses y las ambiciones propios de la vida quiteña de entonces, le facilitaron a la vez al indio la utilización de los tribunales para defender en algo sus intereses.
En relación con la población indígena, y además del protector fiscal, en el seno de la Audiencia era importante la figura del procurador general de los naturales, quien representaba a los indígenas en los procesos judiciales.
Por tanto, las funciones eran distintas; el protector fiscal emitía su dictamen en los procesos que involucraran intereses indígenas, y el procurador general de los naturales era el que los representaba en los juicios.
Un ámbito de la vida de la Audiencia en el que se aprecia un perma- nente contacto con el mundo andino es el referido a las visitas de la tie- rra.
Una de las facultades administrativas del tribunal era la de disponer la inspección del territorio de su jurisdicción por parte de los oidores, por turnos.
Ya el virrey Toledo había señalado que en esas visitas los oidores debían ir “llevando la justicia por delante de las casas de los naturales”.
Con ese fin, se les indicaba que debían hacer averiguaciones sobre asuntos muy diversos: entre otros, la evangelización; el fomento de la agricultura y la ganadería; el modo como los caciques ejercían su autoridad; los abusos que se suscitaban en encomiendas, obrajes y minas; los excesos en las tasaciones o en los tributos.
Además, en el siglo XVII se precisó que el objetivo principal de esas visitas era justamente el de remediar la situación de los indios.
Lo recoge claramente la Recopilación:
Porque nos sepamos cómo son regidos y gobernados nuestros vasallos, y puedan más fácilmente alcanzar justicia, y tengan remedio y enmienda los daños y agravios que recibieren: Mandamos que de todas y cada una de las Audiencias de las Indias salga un oidor a visitar la tierra de su distrito, y visite las ciudades y Pueblos de él, y se informe de la calidad de la tie- rra, y número de pobladores: y cómo podrán mejor sustentarse..., y si se cargan los indios, o hacen esclavos, contra lo ordenado...
La obligación de visitar la tierra por parte de los oidores fue motivada, en el fondo, por la desconfianza que las autoridades, tanto metropolitanas como virreinales, tenían frente a los informes, relaciones o memoriales que contaban la situación que se vivía en los diversos lugares de América.
Se quería que los propios altos funcionarios de la administración llegaran a un verdadero “conocimiento de la tierra”.
Se dispuso que al salir a visitar la tierra el magistrado no podía ir acompañado de su mujer ni de ningún pariente, e igualmente se estableció la prohibición de alojarse en los conventos de religiosos, con el fin de que el visitador estuviera distante de cualquier interés particular.
En una carta dirigida por las autoridades peninsulares al virrey conde de Chinchón se hace referencia a estos asuntos:
El ir los oidores que salieren a la visita de la tierra desembarazados de sus mujeres y casas y con la menos gente que pudieren se ha tenido siempre por cosa muy conveniente y de que resultan muy buenos efectos en bene- ficio de la causa pública, pues es cierto que cuanto más desembarazados fueren serán menos gravosos a los pueblos y gente sobre quien cayere la visita...
En carta dirigida al monarca en 1652, el oidor Pedro Vázquez de Velasco proponía que las retasas de los tributos fueran realizadas por los mismos oidores en sus visitas de la tierra, para aliviar a los indios —sobre todo en relación con la mita—, lo cual convenía también a los españoles:
...que pues uno de los oidores debe salir cada año a la visita del distrito hiciese de camino las revisitas, averiguando sumariamente los muertos y ausentes y señalando los que han de ir al servicio de la mita y tasas que han de pagar, como se hace en la provincia de Guatemala, que se halla tan poblada de indios. Y aunque parece que de esto resultará menoscabo en ambas cosas, es menor inconveniente el descaecimiento que la perdición total, que es forzosa continuando los indios sin remuda en trabajo tan penoso, y así sería mejor que miten mil indios con remuda porque durarán de esta manera siempre, que no mitar dos mil sin ella con tan conocido riesgo de que se acaben de consumir muy presto, y no habrá para lo de adelante ningunos.
Era frecuente que con ocasión de las visitas de la tierra los oidores recibieran precisas instrucciones del virrey en cuanto al conocimiento de determinados aspectos.
Por ejemplo, en 1653 el oidor Bernardo de Iturrizara refirió haber recibido del virrey “comisión de desagravio de indios, visita de obrajes, trapíches, e ingenios, tambos” de los diecisiete corregimientos sujetos a las cajas reales del Cuzco.
Relató que lo que más le había impresionado habían sido los “malos tratamientos” que los dueños de obrajes hacían a los indios.
Sobre los obrajes decía que “cada uno es un infierno, aumentando en él las penas según la gravedad del nombre de cada uno. Mucho dice vuestro oidor don Juan de Solórzano en el capítulo de los obrajes, pero parece que no los vio; no es posible que haya en Argel mazmorras iguales, tiranías más crueles y verdugos tan inhumanos...”
Pero hubo otros oidores a los que el maltrato de los naturales no preocupaba tanto. Así, por ejemplo, los indios de la Collana de Lampa pidieron al monarca que insistiera ante el virrey príncipe de Esquilache para que “quitase los oficios que hubiese proveído a los deudos de los oidores y ministros de la Audiencia”, lo cual al parecer redundaba en perjuicio de los indios.
Además, desde el propio siglo XVI se habían dictado disposiciones para prevenir abusos de los oidores con respecto a la población indígena: por ejemplo, en 1567 se ordenaba que los magistrados de la Audiencia debían pagar a los indios todo lo que les compraran, a los mismos precios vigentes en las ciudades; y en una disposición anterior se autorizaba a los indios para servir a los ministros de las Audiencias, pero del mismo modo como servían a otros vecinos, sin ninguna diferencia en el tratamiento ni en la paga.
En definitiva, se pretendía evitar que los jueces de la Audiencia abusaran de su autoridad en perjuicio de los naturales.
IV. LAS TIERRAS DE LOS INDIOS
El inicio de la práctica de las composiciones de tierras, en la última década del siglo XVI, significó el advenimiento de una nueva etapa en cuanto a la concepción de los españoles sobre la forma de adquisición de las tierras.
Además, dentro del espíritu protector de los indígenas, el virrey Toledo había establecido que una vez que se definiera cada reducción se debía establecer claramente los límites del pueblo de indios y también los de sus correspondientes tierras.
Pero también en el contexto de las composiciones se establecieron normas dirigidas a velar por los intereses de los indios. Por ejemplo, quien pretendiera componer tierras debía acreditar un mínimo de diez años en posesión de las mismas.
Además, estaba dispuesto que en todo proceso de composición fueran citados los indios de la zona para que tuvieran la oportunidad de efectuar algún reclamo.
Y los fiscales-protectores insistían en que antes de realizarse las composiciones los indios debían ser oídos y en todo caso vencidos en juicio.
Así, en una vista de 1646, el fiscal protector Francisco Valenzuela, refiriéndose a un caso de composición de tierras que se ventilaba ante la Audiencia, afirmó que no era procedente tal composición porque “no fueron citados los indios” y porque “fue admitido a ella el suplicante sin haber tenido los diez años de posesión que su majestad manda...”.
También estaba establecido que cuando en un proceso de composición se dejara determinadas tierras para los indios, éstas debían demarcarse de manera muy precisa, con el fin de evitarse futuras controversias.
En este sentido, el mismo fiscal protector Francisco Valenzuela, en otro proceso sobre composición ante la Audiencia, advertía que si bien se había deja- do a los indios unas tierras, “no se expresa la cantidad ni la que había de indios como su majestad lo manda”.
En el conjunto de procesos judiciales que involucraron intereses de los indígenas, puede decirse que la mayoría de ellos estuvo relacionada con pleitos por tierras.
Es ilustrativo mencionar el ejemplo de la Audiencia de Quito, donde a principios del siglo XVII esos pleitos representa- ron el 75%, tratándose habitualmente de reclamos por despojos o de peti- ciones de amparo a las autoridades ante el temor frente a posibles usurpaciones.
Para el caso de la Audiencia de Lima, contamos con un testimonio revelador: el ya citado protector fiscal Francisco Valenzuela manifestaba en 1650 que llevaba diez años dedicado a la defensa de los naturales, y que habían pasado por sus manos más de doce mil procesos de ventas y com- posiciones, tras los cuales muchos habían terminado con la restitución de las tierras, “con gran consuelo de los indios".
Resultaba muy complejo el problema de la tierra: una faceta del mismo era la representada por los reclamos ante usurpaciones, pero otra era la referida a las ventas realizadas por los indios.
Además, en muchos casos realizaban dichas ventas precisamente ante el temor de que les fueran usurpadas, o bien con el fin de obtener los recursos para cumplir con el pago del tributo.
En 1648 se creó la Real Sala o Junta de Tierras de la Audiencia, con la misión de apoyar a los indios en pleitos sobre tierras. El protector fis- cal formaba parte de esa Sala, la cual tenía muy presente en las fórmu- las de sus resoluciones los intereses de los indios. Así, en un auto mediante el cual se confirmaba el otorgamiento de un título sobre determinadas tierras, se concluía el mismo señalándose que todo ello se producía “sin perjuicio de cualquiera derecho que a ellas puedan tener los indios de aquel partido para que lo puedan pedir y repetir siempre que resultare contra ellos”.
Pero no era nueva la preocupación de la Corona en torno a los pocos frutos que rendían las composiciones de tierras: ya otra cédula real, dirigida al virrey conde de Salvatierra el 30 de octubre de 1648, había manifestado preocupación por los elevados salarios que se pagaban a los co- misionados para las composiciones, salarios que salían de los frutos de las mismas, con lo cual no era notable la utilidad para la Real Hacienda.
Ya en ese entonces se ordenó al virrey “que suspendáis por ahora la venta de las dichas tierras”. Además, para castigar a los comisionados que hubieren delinquido se disponía formar en la Audiencia “una sala de jus- ticia para que averigüe los excesos y fraudes que hubieren cometido los dichos jueces”.
Son numerosos los casos en los que se ve la actuación del fiscal pro- tector en defensa de los intereses de los indios en las causas sobre tierras seguidas ante la Audiencia. El análisis de algunas de esas vistas fiscales nos ilustra sobre las numerosas disposiciones protectoras de los intereses de los naturales. Por ejemplo, si se pretendía realizar ventas en el ámbito de las “tierras de repartición de indios”, era el real gobierno el único que podía otorgar licencia para tal fin. Lo vemos a propósito del caso de la cesión de dos fanegas de tierra en el valle de Surquillo, cerca de Lima, realizada por el mulato Juan de Dios a favor de Fray José Sazo Ponce de León, con permiso del juez eclesiástico de cofradías, ya que esas tierras habían sido poseídas previamente, al parecer, por la cofradía de Nuestra Señora de Loreto. Pero se suscitó un pleito por la posesión de esas tierras entre el mencionado religioso y el indio Pedro de la Cruz, que las poseía en arrendamiento. El justicia mayor del Cercado dio la posesión al religioso, pero el indio Pedro de la Cruz apeló ante la Audiencia. Allí, el fiscal protector Esteban Márquez y Mansilla, en su vista de 31 de agosto de 1689, hizo constar que se debía declarar nula dicha cesión, porque Pedro de la Cruz estaba amparado en su posesión, dado que se trataba de tierras de repartición de indios, para cuyas ventas tocaba privativamente al real gobierno el dar licencia. Es más: el procurador general de los naturales, defendiendo la posición de Pedro de la Cruz, precisó que tratándose de tierras de repartición de indios, “están prohibidas enajenarse a españoles y todo género de gente que no sean indios”.
El fiscal protector empleaba argumentaciones de diverso tipo en de- fensa de los naturales. En el caso que acabamos de referir, se limitaba simplemente a hacer valer una norma protectora.
Última edición por Michael; 15/03/2013 a las 23:17
que ya desde ahora nos permitimos señalar que, Sánchez Bella, con toda su experiencia y profundos conocimientos, ha caído en la misma realidad de la historiografía ecuatoriana: confundir Audiencia con Presidencia, tal como el mismo título del trabajo lo pone de manifiesto1 o . Por tanto es nuestra opinión, que la mayor parte de lo expuesto en Quito, Audiencia subordinada, debe aplicarse a la Presidencia, y lo único que aportaremos en este trabajo será completar, con fuentes nacionales, algunas muestras que ratifiquen que el gobierno, la hacienda y la guerra en la Presidencia de Quito, están subordinados al virrey, o, en su vacante, a la Audiencia de Lima; mientras que la Real Audiencia y Chancillería de Quito, como Tribunal de justicia, que es su función específica y propia, es una Au- diencia como el resto de las indianas, con las atribuciones más o menos or- dinarias que en cada caso concede el derecho.
II.- TERRITORIO DE QUITO Y REAL AUDIENCIA
La base territorial de la futura Audiencia puede decirse que, desde la conquista, quedó más o menos establecida al delimitarse su Goberna- ción, tal como recomendaran, incluso, fray Tomás de Berlanga y el Padre Valverde en sus cartas al Emperador11.
También escribía a Carlos V el Licenciado Cristóbal Vaca de Cas- tro el 15 de Noviembre de 1541, quejándose de las muchas irregulari- dades que había en el territorio en materia de Hacienda, pues "todo anda mal parado -dice-, porque, desde que se ganó la tierra, no se ha tomado cuenta"; pero lo que aquí más nos interesa es cuando añade: "y también lo que toca a la justicia y christiandad y reformación de la tierra, que hasta agora está' hecho poco"12 . Esto da pie a Vaca de Castro a plantear algo, que si bien tardará en realizarse unas décadas, tal vez sea el más antiguo planteamiento oficial de una Audiencia en Quito:
10 Esta opinión, que no deja de ser una simple opinión, reconoce que tiene en contra el hecho de que en la mayor parte de Relaciones de los virreyes a sus sucesores —y lo mismo la correspondencia oficial del Monarca o del Consejo de Indias— suele formularse con ese o título similar, como puede comprobarse en la abundante documentación aportada por LEWIS HANKE en la obra citada, y si se quiere en concreto, vease el ejemplo del volumen VI, Perú, n. 244 de la pág. 83.
11Vid REIG SATORRES, Reales Audiencias, tr. cit, págs. 535-538.
12. Carta del licenciado CRISTOBAL VACA DE CASTRO al Emperador Don Car- los .... Quito, 15 de noviembre de 1541, en Cartas de Indias II, LXXXI,
BAE Tomo CCLXV, Madrid, 1974, p. 471. 14
Creación del Virreinato del Perú por Real Cédula firmada por el Rey Carlos I de España en Barcelona
Fecha: 20 de Noviembre
Categoría: Efemérides Cívico - Patriótico del Perú en su historia.
Creación del Virreinato del Perú por Real Cédula firmada por el Rey Carlos I de España en Barcelona :
Luego de que los españoles entraran a la ciudad del Cuzco en 1534, concluyó así la conquista militar del Perú, realizada por Francisco Pizarro, iniciándose así el desarrollo del asentamiento español en el área dominada por el imperio incaico.
Además de producirse la caida del Incario, una guerra civil se desató entre los conquistadores del Perú; y para terminarla, el día 20 de noviembre de 1542 ( un día como hoy), el rey Carlos I de España firmó en Barcelona por Real Cédula las llamadas Leyes Nuevas, y dispuso la creación del Virreinato del Perú.
Ello permitió que el nuevo virreinato reemplace las antiguas gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva León al tiempo que la sede de la Real Audiencia de Panamá fue trasladada a la Ciudad de los Reyes o Lima.
El flamante virreinato comprendió durante casi doscientos años, gran parte de Sudamérica y el istmo de Panamá, abarcando una inmensa superficie que correspondió a los actuales territorios que forman parte de las Repúblicas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Panamá, Perú y toda la región oeste y sur del Brasil.
Solo quedaban exceptuadas Venezuela, bajo jurisdicción del Virreinato de Nueva España a traves de la Real Audiencia de Santo Domingo; y Brasil, que integraba el Imperio portugués.
La labor evangelizadora en el virreinato peruano empezó el mismo día que los españoles arribaron a estas tierras y emprendieron su empresa de conquista. La evangelización se dio de manera paulatina a media que llegaban las órdenes religiosas, pero también con cierto desorden pues la dispersión de los misioneros impedía una eficaz labor centralizada. Las primeras acciones importantes de evangelización empezaron después del primer Concilio Limense en 1551. Las directrices que se tomaron de la Instrucción, dictada por el arzobispo Loayza en 1545 y corregida en 1549, imprimen "por primera vez una orientación general que marcaría los primeros pasos de la iglesia católica nacida en los Andes" (Urbano: 1999, XXVII). La primera medida a tomar fue el bautizo de indígenas, que en el acto debían abandonar las prácticas idolátricas y todas las formas que iban contra las leyes eclesiásticas y contradecían los mandamientos católicos.
En el segundo Concilio Limense (1567-1568) se retoma la idea de destruir las huacas y de colocar en su lugar cruces o levantar una iglesia o ermita (en caso de que la huaca haya sido un importante lugar de culto). Hay que tener claro que los primeros concilios no fueron más que intentos o experimentos de pastoral indígena de las distintas ordenes religiosas que llegaron al Perú. Cada una tenía su propia metodología de acercarse a los nativos y de adoctrinarlos. Mercedarios, jesuitas, franciscanos y agustinos evangelizaban de acuerdo a las reglas de su orden, pero teniendo como telón de fondo los marcos generales de los acuerdos conciliares.
LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN EL PERÚ
Y SU ACCIÓN EVANGELIZADORA:
Si bien la evangelización fue una obra conjunta de los españoles que llegaron a los territorios del Nuevo Mundo, quienes dieron un primer gran impulso a la obra misionera fueron principalmente los miembros de diversas órdenes religiosas.
Al Perú llegaron para evangelizar, las órdenes dominica, franciscana, agustina, mercedaria y jesuita. Todas ellas se lanzaron con gran entusiasmo y esfuerzo a realizar el objetivo de la evangelización que es el anuncio del Señor Jesús, único salvador del mundo ayer, hoy y siempre. Pero este anuncio supuso en cada caso algunos acentos particulares que enriquecieron y perfeccionaron el proceso evangelizador.
Así los dominicos se caracterizaron por difundir las enseñanzas escolásticas, y centraron la difusión del evangelio a través de colegios y centros superiores de enseñanza abiertos a los naturales. Su contribución fue importantísima en la enseñanza de la fe católica.
Uno de los más grandes logros de esta orden, fue la fundación de la Universidad de San Marcos el 12 de mayo de 1551, por Fray Tomás de San Martín. San Marcos se hizo realidad por cédula real de Carlos I de España y V de Alemania, siendo oficialmente la universidad más antigua de América. Los dominicos también pusieron énfasis en el conocimiento de las lenguas autóctonas y de las costumbres locales para una adecuada evangelización. Fruto de esta preocupación fue el “Lexicon o Vocabulario general del Perú llamado quechua”, de Fray Domingo de Santo Tomás, publicado en 1560. Esta obra fue un aporte trascendental en la comprensión de las formas gramaticales y conceptuales de los indios.
Fueron dominicos también Fray Vicente Valverde, Juan de Olías, Jerónimo de Loayza (primer arzobispo de Lima) y Gaspar de Carvajal, quien acompañara a Francisco de Orellana en el descubrimiento del río Amazonas en 1545. No hay que olvidar que la orden dominica ha dado al Perú tres santos y una beata, de los cinco santos y dos beatos que tiene nuestro país inscritos en el Martirologio Romano: Santa Rosa de Lima, primera flor de santidad de América, San Martín de Porres y su compañero y amigo inseparable San Juan Macías y la Beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo.
Por su parte los franciscanos llegaron al Perú en 1542, destacándose por su fervor misionero. Los franciscanos llegaron hasta los lugares más recónditos del Perú con la finalidad de llevar la Palabra de Dios a todos los indígenas. Se dedicaron más que nada a las misiones populares, conviviendo prácticamente con los indios para transmitirles no solo con la palabra sino su testimonio de vida, la fe cristiana. Fieles a la unidad inseparable entre evangelización-salvación y evangelización-promoción humana, junto con el anuncio de la Buena Nueva enseñaron a los indios labores agrícolas (por ejemplo arar con bueyes, hacer yugos, arados y carretas), la gramática castellana (leer y escribir) y el arte de tocar instrumentos musicales de viento y cuerda, entre otros oficios. El primer franciscano en llegar al Perú fue Fray Marcos de Niza. Poco después llegaron los frailes Jodocko Ricke, Pedro Gosseal y Pedro Rodeñas. Para 1542 llegó al Perú una expedición conformada por doce frailes, lo cual dio origen a la provincia peruana franciscana de los Doce Apóstoles. Entre los esfuerzos por inculturar la fe cristiana entre los indígenas, cabe señalar la obra de Fray Luis Jerónimo de Oré, autor del “Símbolo católico indiano”, que además de incluir una gramática quechua y aymara, incluye una descripción geográfica del Perú y valiosa información sobre las costumbres de los naturales. Finalmente no hay que olvidar que la orden franciscana ha dado a la Iglesia del Perú un gran santo misionero, de quien hablaremos más adelante: San Francisco Solano, apóstol del Perú y de la Argentina.
Los agustinos llegan al Perú en 1551. En menos de diez años tuvieron iglesias y conventos en las principales regiones del virreinato. Dedicados como los demás a la evangelización, tuvieron sin embargo un papel preponderante en la conversión de los curacas y de las personas más importantes de los ayllus descendientes de los incas. Entre ellos destacan Fray Antonio de Calancha, autor de las crónicas sobre las acciones agustinas en el virreinato del Perú y Fray Alonso de Ramos Gavilán, quien participara extensamente en la extirpación de las idolatrías.
Los mercedarios arribaron al Perú en el temprano año de 1534. Su gran espíritu misionero hizo que la orden llegara a las altas cumbres de nuestra cordillera en búsqueda de los indios para evangelizarlos. Fueron mercedarios Fray Martín de Murúa, cronista que se dedicó a la recopilación de la historia del Tahuantinsuyo y autor de la crónica “Origen y Descendencia de los Incas” y Fray Diego de Porres, misionero dedicado a la enseñanza de la fe católica, apoyándose en instrumentos nativos como el quipu.
Finalmente la orden de la Compañía de Jesús o jesuitas llegaron al Perú en 1568. Su labor evangelizadora no sólo se centró en los indios, sino también en los descendientes de los principales curacas incaicos. Por ello fundaron en Lima y en el Cusco los Colegios Mayores para la educación de la nobleza andina. Asimismo se dedicaron a la enseñanza de los españoles para lo cual abrieron colegios en Lima y en el Cusco, y además en la ciudad imperial fundaron una universidad. Estudiaron a fondo el quechua y el aymara. Fruto de ello fue el diccionario de la lengua quechua de Diego Gonzales Holguín de 1608. Este libro fue de vital importancia para la labor evangelizadora ya que otorgaban a los misioneros el conocimiento necesario de las lenguas locales y los criterios para la interpretación de las tradiciones orales andinas.
Mención aparte es la persona del Padre José de Acosta, gran colaborador de Santo Toribio de Mogrovejo, segundo Arzobispo de Lima, de quien nos ocuparemos más adelante. Fue sin duda el brazo derecho de Santo Toribio en los altos asuntos del gobierno pastoral. Autor de la Historia natural y moral de las Indias, compuso también una obra admirable, De procuranda indorum salute, en la que, llevando a síntesis madura los estudios de autores precedentes, daba respuesta segura a muchas cuestiones teológicas, jurídicas y misionales. Escrito entre 1575 y 1576, este libro fue considerado desde su aparición como un importante Manual de Misionología. El Santo Arzobispo de Lima, encontró en el Padre Acosta un colaborador inteligente y eficaz.
Es bueno señalar que todas las órdenes: dominica, franciscana, agustina, mercedaria, y jesuita, sin excepción, fueron grandes defensoras de la dignidad de los indígenas, de sus derechos y justas aspiraciones. Desde la plena fidelidad al evangelio, denunciaron los abusos de los sistemas injustos aplicados a los indígenas, pero no por miras políticas ni por móviles ideológicos, sino porque descubrían en ellos serios obstáculos a la evangelización, por fidelidad a Cristo y por amor a los más pequeños e indefensos.
1º EL VIRREY:
Como ya mencionamos , era el representante personal del Rey de España en el virreinato: su “álter ego”, es decir, “su otro yo”. Como suprema autoridad del virreinato fue el encargado de :
-impartir justicia,
-administrar el tesoro público y
-velar por la evangelización de los indígenas.
El virrey era nombrado por el rey a propuesta del Consejo de Indias, aunque muchas veces fue el mismo rey quien se encargaba de revisar los nombres de los posibles virreyes.
El virrey del Perú residía en la ciudad de Lima, en el suntuoso palacio de los virreyes, rodeado de una brillante corte, en medio de gran lujo, riquezas y resguardado por una guardia de honor. Durante la existencia del Virreinato del Perú gobernaron 40 virreyes.
Funciones y atribuciones del Virrey:
Políticas: Era el jefe del gobierno con todos los derechos y obligaciones, ya que era el representante del Rey.
Legislativas: Dictaba leyes y ordenanzas en los Reinos, dando cuenta de ello al Consejo de Indias.
Judiciales: Ejercía la presidencia de las Audiencias, votaba las sentencias y conmutaba penas.
Militares: Era el jefe supremo militar (Capitán general) en el Virreinato.
Económicas: Era el encargado de la fiscalizacion de la hacienda, controlaba los ingresos (impuestos, tributos, aportes,etc) que recibía el Tesoro Real.
Religiosas: Ejercía el Vicepatronato de la Iglesia Católica, lo cual lo facultaba a nombrar autoridades eclesiásticas de menor jerarquía.
2º LAS AUDIENCIAS
Las Reales Audiencias tenían como función principal la administración de justicia al interior de los virreinatos, pero también cumplían funciones de gobierno en ausencia del Virrey.
La creación de las Audiencias indianas, tuvo como principal objetivo reafirmar la supremacía de la justicia del rey por sobre la de los gobernadores.
Sobre la Audiencia sólo estaba el Consejo de Indias, al que únicamente se podía recurrir en los casos de mayor categoría. Al mismo tiempo, este tribunal real asesoró a la autoridad política del territorio asignado a su jurisdicción y se constituyó en un organismo consultivo de vital importancia para los virreyes y gobernadores.
Las Audiencias americanas estaban organizadas, al modo del Consejo de Indias, como autoridades colegiadas. Se componían de letrados profesionales que, en principio, fueron cuatro oidores y un fiscal presididos por el virrey o gobernador de la zona. Con el transcurso del tiempo el número de estos funcionarios aumentó en los territorios más extensos. Cada año, rotativamente, un oidor debía realizar viajes de inspección y judiciales por las provincias que formaban parte de la jurisdicción de la Audiencia.
Las Audiencias según se categoría eran de dos clases:
1º Audiencias Virreinales:
Las cuales eran presididas por el mismo virrey, como en el caso de las Audiencias de Lima y México, estas Reales audiencias eran de mayor rango o jerarquía.
2º Audiencias Ordinarias o Subordinadas:
Eran las Audiencias que estaban sujetas a la autoridad de las audiencias virreinales.
El virreinato del Perú durante los siglos XVI, XVII y comienzos del siglo XVIII abarco casi toda América del Sur, con excepción de los dominios portugueses (Brasil) y la gobernacion de Venezuela que dependía del Virreinato de México (Nueva España). El virreinato peruano en esos años estaba conformado por las Reales Audiencias siguientes:
Audiencia de Lima (creada en 1542)
Audiencia de Panamá (creada en 1535)
Audiencia de Santa fe de Bogota (creada en 1549)
Audiencia de Quito (creada en 1563)
Audiencia de Charcas (creada en 1559)
Audiencia de Chile (creada en 1609)
Audiencia de Buenos Aires (creada en 1661)
Pero luego de las reformas borbónicas iniciada por los reyes de la dinastía Borbón, de origen francés, el territorio del virreinato peruano se redujo y solo conservo la audiencia de Lima, pero luego de la revolución de Tupac Amaru II se creo una Audiencia en la ciudad de Cusco (creada en 1787).
Las audiencias tuvieron considerable importancia en el gobierno del Virreynato, ya que controlaban al mismo Virrey y otros funcionarios. Las audiencias alejadas del gobierno central asumieron mayor autonomía, con características nacionalistas e independistas. Es de saber que las audiencias alejadas del núcleo central de poder político y militar (Virreinato del Perú en el Siglo XVIII) fueron el germen de los futuros levantamientos revolucionarios exitosos que independizaron a la América española.
La primera Audiencia indiana fue establecida en Santo Domingo en 1511. A partir de 1527 y hasta 1563, la fundación de nuevas Audiencias en México, Panamá, Guatemala, Lima, Guadalajara, Santa Fe, Charcas, Quito y Chile, marcó el proceso de la colonización y del poder monárquico en América. Su rango aumentó al hacérselas depositarias del sello real, tal como acontecía en las cancillerías peninsulares.
3ºLOS CORREGIMIENTOS
Los corregimientos abarcaron grandes extensiones de territorio (provincias). Los corregidores eran nombrados por el Rey , mediante el Consejo de Indias, pero también podían ser designados por el virrey, en tal caso gozaban de un periodo más corto de gobierno, existían corregimientos de españoles y de indios.
Los corregidores de indios lograron desplazar a los encomenderos, pero qué eran las encomiendas??? , las encomiendas fue un derecho concedido por el Rey de España a ciertas personas por medio del cual encomendaban , encargaban el cuidado de un determinado número de indios que debían educar, vestir, proteger y trasmitirles la religión católica, y a cambio de ello los indios deberían trabajar para el encomendero en sus feudos "Tierras". Los corregimientos al igual que las encomiendas fueron las principales fuente de explotacion hacia los indios. Las encomiendas fueron suprimidas o abolidas por el Rey Felipe V en el año 1720.
imagen de un encomendero
Los corregidores eran la principal autoridad local dentro del virreinato, ya que representaban al Rey y virrey , eran los encargados de la cobranza de los tributos y de corregir los abusos, arbitrariedades que se cometiesen en contra de los indios, pero sin embargo los corregidores se convirtieron en los mayores abusadores y extorsionadores de los indios, mediante el cobro abusivo de tributos, trabajos forzosos mal remunerados, venta de objetos innecesarios para endeudarlos "Repartimientos mercantiles"). fue así como los corregidores lograron acumular grandes riquezas, pero también se convirtieron en los funcionarios más odiados, repudiados por los pobladores andinos, lo cual llevaría a muchas rebeliones que darían origen a la gran Revolución de Tupac Amaru II, quien ejecutaria al corregidor Antonio de Arriaga por las explotaciones y crueldades hacia los indios indefensos.
Los corregimientos fueron suprimidos en 1782 por su descrédito e impopularidad, fue una consecuencia de la Revolución de Tupac Amaru II quien hizo temblar los cimientos del imperio español.Fueron reemplazados por las intendencias .
Las intendencias son unas circunscripciones territoriales externas de origen francés que fueron creadas en el año 1785 durante el reinado de las Dinastía Borbon o Francesa, como reemplazo a los suprimidos Corregimientos. Las intendencias eran gobernadas por un funcionario colonial llamado Intendente designado por el Rey, las Intendencias se subdividian en Partidos a cargo de funcionarios llamados Subdelegados. En total en el Virreinato del Perú luego de las Reformas Borbónicas, existieron 8 intendencias con 56 partidos:
Intendencia de Lima
Intendencia de Trujillo
Intendencia de Tarma
Intendencia de Huamanga
Intendencia de Huancavelica
Intendencia de Cusco
Intendencia de Arequipa
Intendencia de Puno
El propósito de la implementación de las Intendencias fue la centralización de la administración para obtener una mayor eficiencia en la recaudación de los impuestos. Los intendentes a diferencia de los corregidores demostraron mayor honestidad y preparación en sus funciones.
Facultades de los Intendentes:
Políticas: Eran los jefes de gobierno en sus circunscripciones.
Judiciales: Administración de la justicia local.
Económicas: Fiscalizacion y recaudación de los tributos.
Militares: Encargados de suministrar abastecimientos a los contingentes militares alojados en sus territorios.
4º LOS CABILDOS
Los cabildos o ayuntamientos eran instituciones de gobierno de las ciudades que se encargaban de los aspectos propios de un municipio actualmente (gobiernos municipales o urbanos). Los cabildos estaban constituidos por dos alcaldes elegidos anualmente y varios funcionarios llamados Regidores que ejercían el cargo inicialmente por nombramiento, pero luego los cargos de regidor fueron adquiridos por compra y de duración perpetua.
Los Cabildos eran gobernados por una oligarquía de personajes notables de la ciudad que compraban los cargos, que luego los heredaban o revendian según sus conveniencias, en desmedro de los pobladores urbanos de clase media-popular, solamente el cargo de Alcalde se salvo de ese proceso mercantil, pero los alcaldes eran elegidos por los miembros del cabildo lo cual finalmente perpetuaba a una oligarquía corrupta y poco comprometida con el gobierno municipal.
LAS AUTORIDADES INDIGENAS.
Los españoles se aliaron con los indígenas nobles dándoles la designación de Caciques: término que proviene de las Antillas y Centro América.
Los Caciques, fueron los encargados de cobrar los tributos a las comunidades indígenas y de hacer cumplir el trabajo personal a cada hatunruna en edad de realizar (los trabajos eran en las encomiendas y en las minas).
Los caciques gozaban de privilegios como el de asistir al colegio de príncipe en donde se les enseñaba la religión y buenas costumbres españolas.
la incorporación de la nobleza inca al Virreynato era utilizada como una fórmula de legitimación,que se expresó incluso con la publicación de grabados en los que aparecían los reyes de España como continuadores de la dinastía inca. Las reclamaciones para que se reconociesen los derechos nobiliarios de los curacas (destacadas figuras de la estrucutra social inca) fueron muy numerosas y entre ellas no faltaron las falsificaciones de quienes se fabricaban a la medida una ascendencia inca, que les aseguraba una posición de prestigio ante las autoridades virreinales. Cuando los nombramientos de autoridades indígenas coincidían con los esquemas andinos por su sangre e historia familiar , la relación entre la comunidad y el curaca era fluida y aceptada , ya que respondía a una idea muy precisa de la procedencia de las fuentes de poder. En el caso contrario, se producían numerosos problemas derivados de la presencia de una autoridad no aceptada por la tradición indígena, sino por disposición de los españoles.
Los Varayoc, eran los gobernadores y administradores de pueblos indígenas, el ancestro de los antiguos pobladores indígenas. No necesariamente estos varayoc eran personas pertenecientes a la nobleza, ya que ejercían solo funciones periódicas. Con ello se mantenía la tradicional, asimilando más bien la nueva cultura.
Lima -la ciudad de los Reyes- fue fundada por el conquistador español Francisco Pizarro el 18 de enero de 1535. A menos de cien años de existencia, en 1630 su población había crecido a 40,000 habitantes.
Para entonces, como decía el franciscano criollo fray Buenaventura de Salinas y Córdoba, Lima tenía “unas 40 iglesias y capillas” que anualmente “ofrecían al cielo 300,000” misas, y entre dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios, jesuitas, clérigos y monjas enclaustradas, más del 10% de la población vestía el hábito religioso.
Unos lustros después, en 1683 el sevillano Antonio de Montalvo -biógrafo de santo Toribio de Mogrovejo-, aseguraba que la gran Ciudad de los Reyes - capital del virreinato más grande y opulento del Nuevo Mundo- era la viva imagen de la Jerusalén Celestial descrita en el Apocalipsis “y bien puede presumirse piadosamente que la diseñó Dios para que la fundasen los españoles por cabeza de las nuevas tierras, y nuevos cielos, que se descubrieron y conquistaron”.
Ya para estas fechas habían beatificado a santa Rosa de Lima (1668), a san Francisco Solano (1675) y al propio santo Toribio de Mogrovejo, (1679) y en la Santa Congregación de los Ritos en Roma se ventilaban “tantas causas de siervos de Dios de Lima, y del Perú, que sólo de sus nombres se podía formar una letanía limana”.
Otras canonizaciones llegarían mucho después como la de san Juan Macías (1585-1645), beatificado en 1837 y canonizado en 1975, o la del célebre lego mulato fray Martín de Porras (1579-1639), beatificado en 1837 y canonizado hace tan solo cincuenta años, el 6 de mayo de 1962 y cuyo aniversario aquí celebramos.
Unos procesos de beatificación quedaron truncos como el del indio chiclayano Nicolás de Ayllón (1632-1677), cuyo culto se extendió a Tlaxcala en Nueva España donde era venerado por la nobleza indígena.
Otros expedientes de beatificación aún no culminan. Tales son los casos del fraile mercedario fray Pedro Urraca cuyo proceso se inició en 1657 y recién fue declarado Venerable en 1981 por el Pontífice Juan Pablo II, o el del místico jesuita Francisco del Castillo (1615- 1673) que sigue abierto.
Para los cronistas conventuales criollos la alabanza a las grandezas y glorias arquitectónicas e intelectuales en la Ciudad de los Reyes articuló la primera etapa del pensamiento patriótico criollista.
A finales del siglo XVI, el fraile dominico fray Francisco de la Cruz -quemado vivo por el Santo Oficio de Lima en 1578- aseguró que Lima no sólo competía con Roma en su grandeza, sino que la sustituiría como la nueva sede o capital espiritual de todo el orbe católico.
Las Vidas o hagiografías de los santos limeños -al igual que la Leyenda aurea medieval de Jacobo de la Vorágine o del Flos sanctórum del jesuita Pedro de Ribadeneyra- no eran, estrictamente hablando, biografías históricas.
Su finalidad era deleitar e instruir –delectare et docere- a los fieles de la Iglesia.
Los santos eran los “testigos” de Dios que seguían un Camino de Perfección interior por citar a santa Teresa de Jesús; un sendero espiritual labrado con oraciones y la práctica continua de Ejercicios Espirituales que encaminaban a los sentidos cognoscitivos del alma a su perfecta unión con Dios.
En este “desposorio místico” el alma no perdía su identidad, del mismo modo “que el hierro metido en la fragua conserva la naturaleza de hierro y toma solamente las propiedades del fuego”.
En una carta redactada de su puño y letra, Santa Rosa de Lima le describe a uno de sus confesores sus “heridas de amor”. Las representa en un dibujo como un corazón alado y “transverberado” por continuos dardos invisibles que lo hieren ontológicamente haciéndolo cautivo, preso o prisionero de su amor.
Jesús es aquí el embriagador “cazador oculto” dentro de su propio corazón. Santa Rosa apunta: “Corazón atravesado con rayo de amor de Dios […] herido con flecha de amor divino. Halle al que amaba mi alma: téngole y no lo dejare […] o dulce martirio que con arpón de fuego me ha herido.
Purifícate, corazón, recibe centella de amor puro para amar a tu Creador. Desata, Señor, el nudo que me detiene […]. Arrobo, embriaguez en la bodega, secretos de amor divino. ¡Oh dichosa unión, abrazo estrecho con Dios!”
Santos:
Santa Rosa de Lima
A pesar de su corta vida, santa Rosa de Lima (1586-1617) fue la primera santa americana beatificada en 1668.
Fue declarada en 1670 por dispensa papal y, como caso excepcional, Patrona de Lima, de los reinos del Perú, y Patrona universal y principal de toda la América y dominios de España, antes de su canonización (1671).
Es recordada por sus cruentas mortificaciones corporales que seguían el modelo de santidad de la Iglesia primitiva y la Edad Media: su oración en aislamiento en una ermita diminuta -cinco pies de largo por cuatro de ancho y seis de alto- en la huerta de su casa, imitaba a los Padres del Desierto, la corona de plata con espinas que llevaba oculta sobre la cabeza tenía por modelo la usada por santa Catalina de Siena (1347-1380), la piedra que usaba por almohada y su cama de barbacoas – alusivo al madero de la cruz de Cristo-, era como la de san Francisco de Asís (m.1226); la gruesa cadena que llevaba al cinto remedaba la del místico alemán san Enrique Susón (1295-1366) y sus ayunos maratónicos los tomó del madrileño Gregorio López (1542-1596), el primer anacoreta de Indias que murió en Nueva España.
Este anacoretismo cristiano no le impidió a la santa limeña desarrollar un misticismo sacramentalista centrado en la contemplación estática del mundo natural.
Conversaba con las aves, estudiaba el cielo estrellado y contemplaba al Creador en el santuario de su Creación.
También utilizó el vocabulario místico nupcial de santa Teresa de Jesús (1515-1582), a quien habría conocido a través del doctor Juan del Castillo, comentarista del opus teresiano y médico seglar de la Inquisición de Lima que en 1614 sometió a la limeña a un riguroso “examen de conciencia”.
El acontecimiento culminante en la vida de santa Rosa fueron sus “desposorios místicos” en la Iglesia de santo Domingo de Lima.
El domingo de Ramos de 1617, mientras le rezaba a la efigie del Niño Jesús en brazos de la Virgen del Rosario, esta talla cobró vida sobrenatural y el Niño le dijo: “Rosa de mi corazón, se mi esposa”.
Este será el evento más representado por los pintores virreinales y europeos como el máximo emblema de la renovada espiritualidad criolla americana.
El universo visionario rosista se caracterizó por dos rasgos principales. Resaltaba el rol de la mujer como protagonista predestinada para reformar a la Iglesia en el Nuevo Mundo.
Y, utilizó un sofisticado imaginario profético andino – su visión del Cristo Cantero- para anunciar la consolidación de una iglesia mestiza en vías de construcción.
Según algunas fuentes documentales, santa Rosa no fue criolla –hija de español y limeña-, sino mestiza o descendiente por parte de sus abuelos maternos, de indígenas puros de Huánuco.
CINCUENTA AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SAN MARTÍN DE PORRES
Martín de Porres nació en los primeros días de diciembre de 1579.
Era hijo ilegítimo del caballero español Juan de Porres y de la esclava liberta Ana Velásquez; dos años después, sus padres tuvieron a Juana, una mulata de piel clara. Apenas niños, ambos hermanos fueron llevados por su padre a Guayaquil, para que recibieran una mejor educación en casa de un pariente suyo.
Sin embargo, Martín regresó a Lima, donde fue confiado a doña Isabel García Michel por Juan de Porres. En su adolescencia, el santo aprendió el oficio de boticario y sangrador en la casa de Mateo Pastor.
En 1594, ingresó como donado en el convento de Nuestra Señora del Rosario, el más grande de la Orden de Santo Domingo existente en la ciudad.
En 1603 profesó los votos perpetuos como hermano dominico, dedicándose al servicio de la enfermería.
Ejercitó su inmensa caridad con enfermos y menesterosos, curándolos y alimentándolos.
Al mismo tiempo, se relacionó con los estamentos más elevados de la sociedad virreinal; fue amigo del arzobispo de Lima, Fernando Arias de Ugarte, y curó milagrosamente a Feliciano de la Vega, obispo electo de México.
Eran famosos sus raptos místicos, y varios testigos afirmaron que en esas circunstancias llegaba a elevarse del suelo.
Pero quizá una de las facetas más conocidas de su personalidad fue su amor por todos los seres de la creación: al famoso milagro de hacer reunido a perro, pericote y gato, deben sumársele sus numerosas curaciones a animales de todo tipo, testificadas por sus contemporáneos.
El santo falleció en el Convento del Rosario el 3 de noviembre de 1639, y su entierro fue multitudinario. Sin embargo, fue beatificado casi dos siglos después, por el papa Clemente XVI.
Su canonización recién llegaría de manos de Juan XVIII, quien lo proclamó santo el 20 de marzo de 1962, hace cincuenta años.
NICOLÁS AYLLÓN (1632 -1677)
Nació en Chiclayo, y de niño queda bajo la protección del fraile franciscano Juan de Ayllón, quien lo lleva consigo al trasladarse al convento de la orden en Lima.
En la capital virreinal, Nicolás decide buscar un oficio, y entra como aprendiz en la tienda de un sastre.
Con su trabajo no solo realiza diversas obras de caridad, sino además logra reunir un capital importante.
A los veinticuatro años se casa con la mestiza Jacinta Montoya, con la que tuvo dos hijos y vive una existencia piadosa. Nicolás compra una casa con la intención de instalar a su familia y abrir a la vez un beaterio de doncellas españolas pobres, bajo la advocación de Jesús María y José.
Posteriormente, el solar servirá de sede al monasterio de monjas capuchinas del mismo nombre, aún existente.
Ayllón falleció en Lima, el 7 de noviembre de 1677.
Rápidamente se convirtió en un símbolo de identidad para la nobleza indígenas, y llegó a ser venerado incluso por los caciques de Tlaxcala (México).
En 1683 se abre el proceso para demostrar sus virtudes, y un año después se publica en Madrid su primera hagiografía, escrita por Bernardo Sartolo.
Sin embargo, pese al inicial apoyo de la corona, la causa no prospera por las presiones ejercidas por la Inquisición limeña, que prohíbe la circulación del libro de Sartolo en 1696.
FRANCISCO DEL CASTILLO (1615 – 1673)
Nacido en Lima, a los dieciséis años ingresó al noviciado delos jesuitas. En 1642 es ordenado sacerdote, destacando por sus dotes oratorias.
Así, todos los domingos acostumbraba impartir sermones en la plazuela del Baratillo (ubicada en el actual distrito del Rímac). Fue amigo cercano del místico Antonio Ruiz de Montoya, hermano de la Compañía, quien escribió para él un método de oración: Sílex del Amor Divino.
Al finalizar la década de 1650, Castillo se hizo cargo de la pequeña Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados, ubicada en lo que es hoy el jardín posterior de Palacio de Gobierno.
Con el patrocinio del virrey Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, el jesuita transforma esta pequeña edificación en una iglesia, la cual fue bendecida en 1672.
Su caridad lo llevaría también a fundar una Casa de Amparadas, refugio para meretrices. Castillo inició la tradicional costumbre del Sermón de las Siete Palabras. Falleció en Lima en 1673.
Santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606)
Nacido en Mayorga, Toribio de Mogrovejo se erige como la figura emblemática del perfecto prelado virreinal.
Luego de realizar brillante carrera eclesiástica en España, donde llegó a asumir el cargo de Gran Inquisidor, en 1579 es nombrado Arzobispo de Lima por el papa Gregorio XIII.
Dos años después llega a la capital virreinal y toma posesión de su cargo eclesiástico, destacándose inmediatamente por sus virtudes cristianas.
Preocupado por la protección y correcta evangelización de los indígenas, el santo convocó al III Concilio Limense, celebrado entre 1582 y 1583, al cual asistieron los obispos de Cuzco, Santiago de Chile, La Imperial, Paraguay, Quito, Charcas (actual Sucre) y Tucumán, así como delegados de diócesis vecina.
Allí se acordó la redacción de un único catecismo en castellano, quechua y aymara, a fin de impedir que se enseñasen errores doctrinales entre los indígenas.
Su espíritu emprendedor lo llevó además a iniciar, en 1584, una primera visita a su extensa arquidiócesis, recorriendo a lo largo de casi seis años la sierra norte del Perú.
Realizará otras dos visitas pastorales en 1593 y 1605, la última de las cuales fue interrumpida por su muerte, que acaeció en Zaña (Lambayeque), en marzo de 1606.Según la tradición, en 1597 confirmó a Santa Rosa de Lima a su paso por el pueblo de Quives (Canta).
El papa Inocencio XI lo declaró beato en 1679, lo que generó exaltadas demostraciones de orgullo criollo, ya que este hecho fue considerado como una demostración de la excelencia espiritual de la capital del virreinato.
Así, un año después, Lima celebró espléndidas fiestas en su honor,relatadas por Francisco de Echave y Assu en La estrella de Lima convertida en sol sobre sus tres coronas (Amberes, Juan Bautista Verdussen, 1684).
San Juan Masías (1585 – 1645)
Hijo de una familia de pastores, Juan Masías nació en Ribera del Fresno, en España.
Desde un inicio, su vida pareció destinada a la santidad. Huérfano a temprana edad, fue criado por un tío que lo dedicó al pastoreo.
Mientras se dedicaba a esta labor, recibe la visita de un niño que le revela ser San Juan Bautista, y le anuncia un futuro viaje a tierras lejanas.
Ya mayor,viaja a Cartagena de Indias al servicio de un mercader. Luego se dirigió hacia el sur para llegar finalmente a Lima; toma los hábitos dominicos en la Recolección de Santa María Magdalena de esta ciudad (actual Iglesia de la Recoleta) en 1622.
Allí se ocupó de la portería hasta su muerte, acaecida más de dos décadas después, en 1645.
Ofrendaba a Dios numerosas penitencias, ayunos y oraciones a cambio de la salvación de las ánimas del purgatorio.
Como Martín de Porres -de quien era amigo-, el santo se destacaba por su profunda humildad y sencillez.
Fue famoso por sus consejos espirituales, solicitados por los distintos estamentos de la sociedad limeña, desde los mendigos hasta el propio virrey.
Juan Masías cultivó además una ardientecaridad,y se dedicaba a repartir diariamente alimentos a los menesterosos.
Sus numerosos milagros llevarían a Clemente XIII a declararlo venerable en 1763. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1837. Paulo VI lo elevaría a los altares en 1975.
San Francisco Solano (1549 – 1610)
Natural de Montilla (España), San Francisco Solano es también conocido como el “Taumaturgo del Nuevo Mundo”, por la enorme cantidad de milagros que se le atribuyen.
A los veinte años toma el sayal franciscano e ingresaal convento de esta orden religiosa en su ciudad.
En 1589 partehacia el Tucumán con el grupo de misioneros de la orden que acompaña afray Baltazar Navarro, nombrado comisario de aquella Provincia franciscana.
Al dirigirse desde Panamá hacia Lima, frente a la isla de la Gorgona (actual Colombia), el barco en el que viajaba encalla y se parte en dos.
El santo y varios de los tripulantes logran salvarse, pero permanecen casi dos meses en la isla hasta ser rescatados. Solano llega a Lima al año siguiente, para partir desde allí hacia el Tucumán, un extenso territorio en el que se dedicaron esforzadamente a la evangelización de los indígenas.
Su persuasiva prédica generó numerosas conversiones entre los nativos.
De hecho, los poderes de su oratoria se evidenciaron aún más con el retorno del santo a Lima, cuando asume el cargo de guardián de la Recolección de Nuestra Señora de los Ángeles, en 1601.
Tres años después, uno de sus sermones produjo el pánico colectivo de la ciudad: mientras numerosas personas abandonaban su vida en pecado, multitudes atiborraron los templos por el temor de haber provocado la ira divina.
Solano falleció en el Convento de San Francisco de Lima, el 14 de julio de 1610. Su culto fue promovido tempranamente por los criollos limeños: apenas cuatro años después se publicó su primera hagiografía en Madrid, escrita por Fray Jerónimo de Oré. Fue beatificado por Clemente XI en 1675.
En 1726, Benedicto XIII lo proclama santo; sus fiestas se celebraron en Lima el año siguiente
CRONOLOGÍA SANTA
1532
El fraile dominico Vicente de Valverde llega al Perú acompañando a las huestes de Francisco Pizarro. Casi al mismo tiempo, se integran a la expedición algunos frailes franciscanos y mercedarios.
1537
Se crea el Obispado del Cuzco, el primero de América del Sur.Asumirá la diócesis fray Vicente de Valverde, hasta su muerte en Puná acaecida cuatro años después.
1538
En Mayorga, nace Santo Toribio de Mogrovejo.
1547
Se crea la Arquidiócesis de Lima, nombrándose como su primer arzobispo al dominico fray Jerónimo de Loayza.
1549
San Francisco Solano nace en Montilla.
1551
Carlos I de España y V de Alemania funda oficialmente la Universidad de San Marcos. Su primer rector fue el fraile dominico Tomás de San Martín. El arzobispo Jerónimo de Loayza da inicio al I Concilio Limense, en el que se debaten los métodos de evangelización a los indígenas.Los primeros frailes agustinos se instalan en el Perú, fundándose la Provincia de Nuestra Señora de la Gracia del Perú.
1560
Doña Mencía de Sosa funda el Monasterio de la Encarnación, el primero de la Lima virreinal.
1567
El arzobispo Jerónimo de Loayza preside el II Concilio Limense, que amplía las constituciones dictadas en el primero.
1568
Llegan los primeros jesuitas al Perú bajo la protección del virrey Francisco de Toledo. Un año después, el rey Felipe II crea la filial limeña del Santo Oficio de la Inquisición,
1571
Es asesinado en Vilcabamba el Protomártir del Perú, el agustino fray Diego Ortiz. Este religioso español había llegado al Perú en 1550, como parte de la primera expedición de frailes agustinos enviada a estas tierras. Desarrolló una intensa labor misional en las selvas cuzqueñas bajo la protección del inca Titu Cusi Yupanqui, refugiado en la región. A la muerte del último, los indígenas exigieron a Ortiz que invocase a su Dios para que lo resucitase, y luego torturaron al fraile hasta matarlo.
1579
En diciembre, nace el “Santo mulato” Martín de Porres Velásquez, hijo del español Juan de Porres y la esclava liberta Juana Velásquez.
1581
Santo Toribio de Mogrovejoasume el arzobispado de Lima y se instala en la capital virreinal.
1583
Pedro Urraca García, futuro predicador mercedario, nace en Jadraque, España. Concluye el III Concilio limense, convocado por Santo Toribio de Mogrovejo el año anterior.
1584
Se inicia la primera visita pastoralde Santo Toribio de Mogrovejo. En ella recorrió la sierra norte del Perú, llegando hasta Chachapoyas y Moyobamba. Retornará a Lima 6 años después.
1585
En marzo nace San Juan Masías en Ribera del Fresno y, tres meses Antonio Ruiz de Montoya en Lima, místico jesuita que será famoso por su labor misional en el Paraguay.
1586
A fines de abril nace Isabel Flores de Lima, futura Santa Rosa de Lima, hija del arcabucero Gaspar Flores y de María de Oliva, ambos criollos.
1589
Como parte de una expedición de misioneros franciscanos, San Francisco Solano abandona España rumbo al Tucumán. Antes de llegar a su destino pasará por Lima.
1591
Santo Toribio celebra el IV Concilio Limense.
1593
Segunda visita pastoral de Santo Toribio de Mogrovejo, en la que recorrerá la costa norte del Perú. Culmina cuatro años después.
1594
San Martín de Porres ingresa como donado en el Convento grande de la Orden Dominica en Lima. Se recogen informaciones para abrir un expediente de canonización a Diego Ortiz.
1595
San Francisco Solano retorna a Lima.
1597
En mayo, nace el jesuita limeño Juan de Alloza, quien destacará por sus escritos doctrinales y su devoción a la Virgen María.
1601
Se celebra el V Concilio Limense.
1604
En noviembre, nace Úrsula de Jesús, religiosa clarisa que será famosa por sus visiones místicas. Era hija del español Juan de Castilla y la esclavaIsabel de los Ríos.
1606
Muerte de Santo Toribio de Mogrovejo en Zaña (Lambayeque), el mes de marzo. Un año antes había dado inicio a su tercera visita pastoral. Ruiz de Montoya ingresa al noviciado de la Compañía de Jesús. Poco después parte como misionero hacia el Paraguay.
1608
Convertido en novicio mercedario, Fray Pedro Urraca llega a Lima y se instala en el convento de la orden.
1610
San Francisco Solano muere en Lima, el 14 de julio.
1614
El virrey don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, ordena la realización de un censo en Lima que, de un total de 25,154 habitantes, arroja 894 religiosos y 826 religiosas.
1615
En julio, ante el posible desembarco del corsario holandés Jorge Spilbergenen el Callao, Santa Rosa implora a Dios que proteja Lima. Spilbergen desiste de su intento. Un año después, Úrsula de Jesús ingresa al Monasterio de Santa Clara como esclava.
1617
El domingo de Ramos, frente a la imagen de la Virgen del Rosario de Lima, se producen los famosos desposorios de Santa Rosa con el Niño Jesús. La santa muere el 28 de agosto, a los 31 años de edad.
1618
El 27 de enero muere el portugués fray Gonzalo Díaz de Amarante en el convento mercedario del Callao. Juan de Alloza ingresa en el noviciado de la Compañía de Jesús.
1619
El mes de febrero, nace el jesuita limeño Francisco del Castillo, conocido predicador limeño que iniciaría la costumbre del Sermón de las Siete Palabras.
1622
San Juan Masías ingresa, como hermano dominico, en la Recolección de Santa María Magdalena. Un año después toma los votos perpetuos.
1629
En octubre, nace Francisco Camacho en Jerez de la Frontera.
1632
Nace el sastre indígena Nicolás Ayllón en Chiclayo, a inicios de marzo.Casado con María Jacinta Montoya, Ayllón se consagrará a Dios junto con su esposa, dedicándose a las obras de caridad con huérfanos y mujeres indigentes. Años después, el solar de su casa servirá de sede al Monasterio de Jesús, María y José, de monjas capuchinas.
1635
Francisco del Castillo ingresa al noviciado de la Compañía de Jesús
1637
Antonio Ruiz de Montoya parte a España para gestionar la protección del rey Felipe IV a los misioneros jesuitas activos en el Paraguay.
1639
Muere San Martín de Porres en Lima, el 3 de noviembre. Hacia el año siguiente Nicolás Ayllón llega a Lima, e ingresa como aprendiz en un taller de sastrería.
1643
Ruiz de Montoya retorna a Lima.
1645
Muere Fray Juan Masías en la capital virreinal, el 16 de septiembre.
1646
En junio nace la beata guayaquileñaAntonia Lucía Maldonado Verdugo, luego conocida como Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundadora de las Nazarenas Descalzas. A la muerte de su padre, ocurrida unos años después, se trasladará con su madre a Lima.
1652
Muere en Lima Antonio Ruiz de Montoya, el 11 de abril.
1655
Nace en Pacaraos, en enero, el jesuita Alonso Messía, conocido por instaurar el sermón de las tres horas.
1657
El 7 de agosto muere Fray Pedro Urraca en el convento mercedario de Lima.
1663
Francisco Camacho toma los hábitos en el convento limeño de la Orden de San Juan de Dios.
1666
En Lima, mueren Úrsula de Jesús y Juan de Alloza.
1668
Rosa de Lima es beatificada por el papa Clemente IX. Dos años después llega a Lima una escultura de mármol de la beata obsequiada por el Papa y realizada por MelchioreCaffá, que es transportada en andas por las damas limeñas desde el Callao hasta Lima
1671
El papa Clemente X canoniza a Rosa y la proclama Patrona de América, Filipinas y las Indias Occidentales. La nobleza limeña residente en la corte de Madrid costea las fiestas en su honor, celebradas en el Convento de Santo Domingo el Real.Asimismo se realizan homenajes en la capital del virreinato peruano.
1673
En Lima, muere Francisco del Castillo, el 11 de abril.
1677
Nicolás Ayllón fallece en Lima el 7 de noviembre.
1679
El papa Inocencio XI beatifica a Toribio de Mogrovejo. Un año después, Lima celebra fiestas en honor del santo.
1681.
Antonia Lucía Maldonado funda un beaterio en el Callao a la muerte de su esposo, Alonso Quintanilla, casa espiritual que tendrá que cerrar poco después.
1698
Nace en Castilmimbre, España, el padre camilo Martín de Andrés Pérez. Francisco Camacho muere en Lima, el 23 de diciembre.
1700
Un censo en Lima arroja un total de 37,259 habitantes, de los cuales 3,856 mujeres vivían en clausura y 2,155 hombres en comunidades religiosas. El monasterio más habitado era el de la Encarnación, con 1,041 personas. Los dominicos eran la orden masculina con más integrantes, 428 personas repartidas en cuatro conventos. Existían además 276 mujeres en beaterios.
1702
Sebastián de Antuñano dona a Antonia del Espíritu Santo un terreno en la zona de Pachacamilla, para que instale un beaterio y se dedique al culto de la efigie del Santo Cristo de los Milagros.
1709
El 17 de agosto, muere Antonia Lucía del Espíritu Santoen la capital virreinal.
1711
Luis Antonio de Oviedo y Herrera, Conde de la Granja, publica en Madrid su poema épico Vida de la esclarecida virgen Santa Rosa de Lima.
1726
El papa Benedicto XIII canoniza a Santo Toribio de Mogrovejo y beatifica a Francisco Solano. Un año después se celebran fiestas en Lima.
1732
Fallece el padre Messía en Lima, el 5 de enero.
1737
Encabezando un grupo de padres camilos, llega a Lima Martín de Andrés Pérez con la intención de fundar una casa de la Orden en la ciudad.
1746
El 28 de octubre, un violento terremoto destruye gran parte de Lima, y es seguido por un tsunami que arrasa el puerto del Callao. Se populariza la devoción al Señor de los Milagros
1763
El Papa Clemente XIII declara venerable a fray Juan Masías.
1767
El rey Carlos III decreta la expulsión de los jesuitas de todos los dominios españoles. La orden llega a Lima en septiembre y es ejecutada por el virrey Manuel de Amat.
1770
En Lima, fallece Martín de Andrés Pérez el 15 de agosto.
1772
El arzobispo Diego Antonio de Parada celebra el VI Concilio Limense. Pese a las presiones del virrey Manuel de Amat, el pleno se abstiene de condenar el Probabilismo, vinculado con los jesuitas expulsos. Según esta doctrina, frente a una duda de orden moral, el individuo puede elegir apoyado en una opinión probable, incluso si la posición contraria es aún más probable.
1790
Se lleva a cabo un censo general en el virreinato, que arroja un total de 49,443 habitantes, de los cuales 1,392 vivían en conventos masculinos y 1585 mujeres en monasterios de monjas. Residían en la ciudad además 310 beatas.
Lima -la ciudad de los Reyes- fue fundada por el conquistador español Francisco Pizarro el 18 de enero de 1535. A menos de cien años de existencia, en 1630 su población había crecido a 40,000 habitantes.
Para entonces, como decía el franciscano criollo fray Buenaventura de Salinas y Córdoba, Lima tenía “unas 40 iglesias y capillas” que anualmente “ofrecían al cielo 300,000” misas, y entre dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios, jesuitas, clérigos y monjas enclaustradas, más del 10% de la población vestía el hábito religioso.
Unos lustros después, en 1683 el sevillano Antonio de Montalvo -biógrafo de santo Toribio de Mogrovejo-, aseguraba que la gran Ciudad de los Reyes - capital del virreinato más grande y opulento del Nuevo Mundo- era la viva imagen de la Jerusalén Celestial descrita en el Apocalipsis “y bien puede presumirse piadosamente que la diseñó Dios para que la fundasen los españoles por cabeza de las nuevas tierras, y nuevos cielos, que se descubrieron y conquistaron”.
Ya para estas fechas habían beatificado a santa Rosa de Lima (1668), a san Francisco Solano (1675) y al propio santo Toribio de Mogrovejo, (1679) y en la Santa Congregación de los Ritos en Roma se ventilaban “tantas causas de siervos de Dios de Lima, y del Perú, que sólo de sus nombres se podía formar una letanía limana”.
Otras canonizaciones llegarían mucho después como la de san Juan Macías (1585-1645), beatificado en 1837 y canonizado en 1975, o la del célebre lego mulato fray Martín de Porras (1579-1639), beatificado en 1837 y canonizado hace tan solo cincuenta años, el 6 de mayo de 1962 y cuyo aniversario aquí celebramos.
Unos procesos de beatificación quedaron truncos como el del indio chiclayano Nicolás de Ayllón (1632-1677), cuyo culto se extendió a Tlaxcala en Nueva España donde era venerado por la nobleza indígena.
Otros expedientes de beatificación aún no culminan. Tales son los casos del fraile mercedario fray Pedro Urraca cuyo proceso se inició en 1657 y recién fue declarado Venerable en 1981 por el Pontífice Juan Pablo II, o el del místico jesuita Francisco del Castillo (1615- 1673) que sigue abierto.
Para los cronistas conventuales criollos la alabanza a las grandezas y glorias arquitectónicas e intelectuales en la Ciudad de los Reyes articuló la primera etapa del pensamiento patriótico criollista.
A finales del siglo XVI, el fraile dominico fray Francisco de la Cruz -quemado vivo por el Santo Oficio de Lima en 1578- aseguró que Lima no sólo competía con Roma en su grandeza, sino que la sustituiría como la nueva sede o capital espiritual de todo el orbe católico.
Las Vidas o hagiografías de los santos limeños -al igual que la Leyenda aurea medieval de Jacobo de la Vorágine o del Flos sanctórum del jesuita Pedro de Ribadeneyra- no eran, estrictamente hablando, biografías históricas.
Su finalidad era deleitar e instruir –delectare et docere- a los fieles de la Iglesia.
Los santos eran los “testigos” de Dios que seguían un Camino de Perfección interior por citar a santa Teresa de Jesús; un sendero espiritual labrado con oraciones y la práctica continua de Ejercicios Espirituales que encaminaban a los sentidos cognoscitivos del alma a su perfecta unión con Dios.
En este “desposorio místico” el alma no perdía su identidad, del mismo modo “que el hierro metido en la fragua conserva la naturaleza de hierro y toma solamente las propiedades del fuego”.
En una carta redactada de su puño y letra, Santa Rosa de Lima le describe a uno de sus confesores sus “heridas de amor”. Las representa en un dibujo como un corazón alado y “transverberado” por continuos dardos invisibles que lo hieren ontológicamente haciéndolo cautivo, preso o prisionero de su amor.
Jesús es aquí el embriagador “cazador oculto” dentro de su propio corazón. Santa Rosa apunta: “Corazón atravesado con rayo de amor de Dios […] herido con flecha de amor divino. Halle al que amaba mi alma: téngole y no lo dejare […] o dulce martirio que con arpón de fuego me ha herido.
Purifícate, corazón, recibe centella de amor puro para amar a tu Creador. Desata, Señor, el nudo que me detiene […]. Arrobo, embriaguez en la bodega, secretos de amor divino. ¡Oh dichosa unión, abrazo estrecho con Dios!”
Santos:
Santa Rosa de Lima
A pesar de su corta vida, santa Rosa de Lima (1586-1617) fue la primera santa americana beatificada en 1668.
Fue declarada en 1670 por dispensa papal y, como caso excepcional, Patrona de Lima, de los reinos del Perú, y Patrona universal y principal de toda la América y dominios de España, antes de su canonización (1671).
Es recordada por sus cruentas mortificaciones corporales que seguían el modelo de santidad de la Iglesia primitiva y la Edad Media: su oración en aislamiento en una ermita diminuta -cinco pies de largo por cuatro de ancho y seis de alto- en la huerta de su casa, imitaba a los Padres del Desierto, la corona de plata con espinas que llevaba oculta sobre la cabeza tenía por modelo la usada por santa Catalina de Siena (1347-1380), la piedra que usaba por almohada y su cama de barbacoas – alusivo al madero de la cruz de Cristo-, era como la de san Francisco de Asís (m.1226); la gruesa cadena que llevaba al cinto remedaba la del místico alemán san Enrique Susón (1295-1366) y sus ayunos maratónicos los tomó del madrileño Gregorio López (1542-1596), el primer anacoreta de Indias que murió en Nueva España.
Este anacoretismo cristiano no le impidió a la santa limeña desarrollar un misticismo sacramentalista centrado en la contemplación estática del mundo natural.
Conversaba con las aves, estudiaba el cielo estrellado y contemplaba al Creador en el santuario de su Creación.
También utilizó el vocabulario místico nupcial de santa Teresa de Jesús (1515-1582), a quien habría conocido a través del doctor Juan del Castillo, comentarista del opus teresiano y médico seglar de la Inquisición de Lima que en 1614 sometió a la limeña a un riguroso “examen de conciencia”.
El acontecimiento culminante en la vida de santa Rosa fueron sus “desposorios místicos” en la Iglesia de santo Domingo de Lima.
El domingo de Ramos de 1617, mientras le rezaba a la efigie del Niño Jesús en brazos de la Virgen del Rosario, esta talla cobró vida sobrenatural y el Niño le dijo: “Rosa de mi corazón, se mi esposa”.
Este será el evento más representado por los pintores virreinales y europeos como el máximo emblema de la renovada espiritualidad criolla americana.
El universo visionario rosista se caracterizó por dos rasgos principales. Resaltaba el rol de la mujer como protagonista predestinada para reformar a la Iglesia en el Nuevo Mundo.
Y, utilizó un sofisticado imaginario profético andino – su visión del Cristo Cantero- para anunciar la consolidación de una iglesia mestiza en vías de construcción.
Según algunas fuentes documentales, santa Rosa no fue criolla –hija de español y limeña-, sino mestiza o descendiente por parte de sus abuelos maternos, de indígenas puros de Huánuco.
CINCUENTA AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SAN MARTÍN DE PORRES
Martín de Porres nació en los primeros días de diciembre de 1579.
Era hijo ilegítimo del caballero español Juan de Porres y de la esclava liberta Ana Velásquez; dos años después, sus padres tuvieron a Juana, una mulata de piel clara. Apenas niños, ambos hermanos fueron llevados por su padre a Guayaquil, para que recibieran una mejor educación en casa de un pariente suyo.
Sin embargo, Martín regresó a Lima, donde fue confiado a doña Isabel García Michel por Juan de Porres. En su adolescencia, el santo aprendió el oficio de boticario y sangrador en la casa de Mateo Pastor.
En 1594, ingresó como donado en el convento de Nuestra Señora del Rosario, el más grande de la Orden de Santo Domingo existente en la ciudad.
En 1603 profesó los votos perpetuos como hermano dominico, dedicándose al servicio de la enfermería.
Ejercitó su inmensa caridad con enfermos y menesterosos, curándolos y alimentándolos.
Al mismo tiempo, se relacionó con los estamentos más elevados de la sociedad virreinal; fue amigo del arzobispo de Lima, Fernando Arias de Ugarte, y curó milagrosamente a Feliciano de la Vega, obispo electo de México.
Eran famosos sus raptos místicos, y varios testigos afirmaron que en esas circunstancias llegaba a elevarse del suelo.
Pero quizá una de las facetas más conocidas de su personalidad fue su amor por todos los seres de la creación: al famoso milagro de hacer reunido a perro, pericote y gato, deben sumársele sus numerosas curaciones a animales de todo tipo, testificadas por sus contemporáneos.
El santo falleció en el Convento del Rosario el 3 de noviembre de 1639, y su entierro fue multitudinario. Sin embargo, fue beatificado casi dos siglos después, por el papa Clemente XVI.
Su canonización recién llegaría de manos de Juan XVIII, quien lo proclamó santo el 20 de marzo de 1962, hace cincuenta años.
NICOLÁS AYLLÓN (1632 -1677)
Nació en Chiclayo, y de niño queda bajo la protección del fraile franciscano Juan de Ayllón, quien lo lleva consigo al trasladarse al convento de la orden en Lima.
En la capital virreinal, Nicolás decide buscar un oficio, y entra como aprendiz en la tienda de un sastre.
Con su trabajo no solo realiza diversas obras de caridad, sino además logra reunir un capital importante.
A los veinticuatro años se casa con la mestiza Jacinta Montoya, con la que tuvo dos hijos y vive una existencia piadosa. Nicolás compra una casa con la intención de instalar a su familia y abrir a la vez un beaterio de doncellas españolas pobres, bajo la advocación de Jesús María y José.
Posteriormente, el solar servirá de sede al monasterio de monjas capuchinas del mismo nombre, aún existente.
Ayllón falleció en Lima, el 7 de noviembre de 1677.
Rápidamente se convirtió en un símbolo de identidad para la nobleza indígenas, y llegó a ser venerado incluso por los caciques de Tlaxcala (México).
En 1683 se abre el proceso para demostrar sus virtudes, y un año después se publica en Madrid su primera hagiografía, escrita por Bernardo Sartolo.
Sin embargo, pese al inicial apoyo de la corona, la causa no prospera por las presiones ejercidas por la Inquisición limeña, que prohíbe la circulación del libro de Sartolo en 1696.
FRANCISCO DEL CASTILLO (1615 – 1673)
Nacido en Lima, a los dieciséis años ingresó al noviciado delos jesuitas. En 1642 es ordenado sacerdote, destacando por sus dotes oratorias.
Así, todos los domingos acostumbraba impartir sermones en la plazuela del Baratillo (ubicada en el actual distrito del Rímac). Fue amigo cercano del místico Antonio Ruiz de Montoya, hermano de la Compañía, quien escribió para él un método de oración: Sílex del Amor Divino.
Al finalizar la década de 1650, Castillo se hizo cargo de la pequeña Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados, ubicada en lo que es hoy el jardín posterior de Palacio de Gobierno.
Con el patrocinio del virrey Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, el jesuita transforma esta pequeña edificación en una iglesia, la cual fue bendecida en 1672.
Su caridad lo llevaría también a fundar una Casa de Amparadas, refugio para meretrices. Castillo inició la tradicional costumbre del Sermón de las Siete Palabras. Falleció en Lima en 1673.
Santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606)
Nacido en Mayorga, Toribio de Mogrovejo se erige como la figura emblemática del perfecto prelado virreinal.
Luego de realizar brillante carrera eclesiástica en España, donde llegó a asumir el cargo de Gran Inquisidor, en 1579 es nombrado Arzobispo de Lima por el papa Gregorio XIII.
Dos años después llega a la capital virreinal y toma posesión de su cargo eclesiástico, destacándose inmediatamente por sus virtudes cristianas.
Preocupado por la protección y correcta evangelización de los indígenas, el santo convocó al III Concilio Limense, celebrado entre 1582 y 1583, al cual asistieron los obispos de Cuzco, Santiago de Chile, La Imperial, Paraguay, Quito, Charcas (actual Sucre) y Tucumán, así como delegados de diócesis vecina.
Allí se acordó la redacción de un único catecismo en castellano, quechua y aymara, a fin de impedir que se enseñasen errores doctrinales entre los indígenas.
Su espíritu emprendedor lo llevó además a iniciar, en 1584, una primera visita a su extensa arquidiócesis, recorriendo a lo largo de casi seis años la sierra norte del Perú.
Realizará otras dos visitas pastorales en 1593 y 1605, la última de las cuales fue interrumpida por su muerte, que acaeció en Zaña (Lambayeque), en marzo de 1606.Según la tradición, en 1597 confirmó a Santa Rosa de Lima a su paso por el pueblo de Quives (Canta).
El papa Inocencio XI lo declaró beato en 1679, lo que generó exaltadas demostraciones de orgullo criollo, ya que este hecho fue considerado como una demostración de la excelencia espiritual de la capital del virreinato.
Así, un año después, Lima celebró espléndidas fiestas en su honor,relatadas por Francisco de Echave y Assu en La estrella de Lima convertida en sol sobre sus tres coronas (Amberes, Juan Bautista Verdussen, 1684).
San Juan Masías (1585 – 1645)
Hijo de una familia de pastores, Juan Masías nació en Ribera del Fresno, en España.
Desde un inicio, su vida pareció destinada a la santidad. Huérfano a temprana edad, fue criado por un tío que lo dedicó al pastoreo.
Mientras se dedicaba a esta labor, recibe la visita de un niño que le revela ser San Juan Bautista, y le anuncia un futuro viaje a tierras lejanas.
Ya mayor,viaja a Cartagena de Indias al servicio de un mercader. Luego se dirigió hacia el sur para llegar finalmente a Lima; toma los hábitos dominicos en la Recolección de Santa María Magdalena de esta ciudad (actual Iglesia de la Recoleta) en 1622.
Allí se ocupó de la portería hasta su muerte, acaecida más de dos décadas después, en 1645.
Ofrendaba a Dios numerosas penitencias, ayunos y oraciones a cambio de la salvación de las ánimas del purgatorio.
Como Martín de Porres -de quien era amigo-, el santo se destacaba por su profunda humildad y sencillez.
Fue famoso por sus consejos espirituales, solicitados por los distintos estamentos de la sociedad limeña, desde los mendigos hasta el propio virrey.
Juan Masías cultivó además una ardientecaridad,y se dedicaba a repartir diariamente alimentos a los menesterosos.
Sus numerosos milagros llevarían a Clemente XIII a declararlo venerable en 1763. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1837. Paulo VI lo elevaría a los altares en 1975.
San Francisco Solano (1549 – 1610)
Natural de Montilla (España), San Francisco Solano es también conocido como el “Taumaturgo del Nuevo Mundo”, por la enorme cantidad de milagros que se le atribuyen.
A los veinte años toma el sayal franciscano e ingresaal convento de esta orden religiosa en su ciudad.
En 1589 partehacia el Tucumán con el grupo de misioneros de la orden que acompaña afray Baltazar Navarro, nombrado comisario de aquella Provincia franciscana.
Al dirigirse desde Panamá hacia Lima, frente a la isla de la Gorgona (actual Colombia), el barco en el que viajaba encalla y se parte en dos.
El santo y varios de los tripulantes logran salvarse, pero permanecen casi dos meses en la isla hasta ser rescatados. Solano llega a Lima al año siguiente, para partir desde allí hacia el Tucumán, un extenso territorio en el que se dedicaron esforzadamente a la evangelización de los indígenas.
Su persuasiva prédica generó numerosas conversiones entre los nativos.
De hecho, los poderes de su oratoria se evidenciaron aún más con el retorno del santo a Lima, cuando asume el cargo de guardián de la Recolección de Nuestra Señora de los Ángeles, en 1601.
Tres años después, uno de sus sermones produjo el pánico colectivo de la ciudad: mientras numerosas personas abandonaban su vida en pecado, multitudes atiborraron los templos por el temor de haber provocado la ira divina.
Solano falleció en el Convento de San Francisco de Lima, el 14 de julio de 1610. Su culto fue promovido tempranamente por los criollos limeños: apenas cuatro años después se publicó su primera hagiografía en Madrid, escrita por Fray Jerónimo de Oré. Fue beatificado por Clemente XI en 1675.
En 1726, Benedicto XIII lo proclama santo; sus fiestas se celebraron en Lima el año siguiente
CRONOLOGÍA SANTA
1532
El fraile dominico Vicente de Valverde llega al Perú acompañando a las huestes de Francisco Pizarro. Casi al mismo tiempo, se integran a la expedición algunos frailes franciscanos y mercedarios.
1537
Se crea el Obispado del Cuzco, el primero de América del Sur.Asumirá la diócesis fray Vicente de Valverde, hasta su muerte en Puná acaecida cuatro años después.
1538
En Mayorga, nace Santo Toribio de Mogrovejo.
1547
Se crea la Arquidiócesis de Lima, nombrándose como su primer arzobispo al dominico fray Jerónimo de Loayza.
1549
San Francisco Solano nace en Montilla.
1551
Carlos I de España y V de Alemania funda oficialmente la Universidad de San Marcos. Su primer rector fue el fraile dominico Tomás de San Martín. El arzobispo Jerónimo de Loayza da inicio al I Concilio Limense, en el que se debaten los métodos de evangelización a los indígenas.Los primeros frailes agustinos se instalan en el Perú, fundándose la Provincia de Nuestra Señora de la Gracia del Perú.
1560
Doña Mencía de Sosa funda el Monasterio de la Encarnación, el primero de la Lima virreinal.
1567
El arzobispo Jerónimo de Loayza preside el II Concilio Limense, que amplía las constituciones dictadas en el primero.
1568
Llegan los primeros jesuitas al Perú bajo la protección del virrey Francisco de Toledo. Un año después, el rey Felipe II crea la filial limeña del Santo Oficio de la Inquisición,
1571
Es asesinado en Vilcabamba el Protomártir del Perú, el agustino fray Diego Ortiz. Este religioso español había llegado al Perú en 1550, como parte de la primera expedición de frailes agustinos enviada a estas tierras. Desarrolló una intensa labor misional en las selvas cuzqueñas bajo la protección del inca Titu Cusi Yupanqui, refugiado en la región. A la muerte del último, los indígenas exigieron a Ortiz que invocase a su Dios para que lo resucitase, y luego torturaron al fraile hasta matarlo.
1579
En diciembre, nace el “Santo mulato” Martín de Porres Velásquez, hijo del español Juan de Porres y la esclava liberta Juana Velásquez.
1581
Santo Toribio de Mogrovejoasume el arzobispado de Lima y se instala en la capital virreinal.
1583
Pedro Urraca García, futuro predicador mercedario, nace en Jadraque, España. Concluye el III Concilio limense, convocado por Santo Toribio de Mogrovejo el año anterior.
1584
Se inicia la primera visita pastoralde Santo Toribio de Mogrovejo. En ella recorrió la sierra norte del Perú, llegando hasta Chachapoyas y Moyobamba. Retornará a Lima 6 años después.
1585
En marzo nace San Juan Masías en Ribera del Fresno y, tres meses Antonio Ruiz de Montoya en Lima, místico jesuita que será famoso por su labor misional en el Paraguay.
1586
A fines de abril nace Isabel Flores de Lima, futura Santa Rosa de Lima, hija del arcabucero Gaspar Flores y de María de Oliva, ambos criollos.
1589
Como parte de una expedición de misioneros franciscanos, San Francisco Solano abandona España rumbo al Tucumán. Antes de llegar a su destino pasará por Lima.
1591
Santo Toribio celebra el IV Concilio Limense.
1593
Segunda visita pastoral de Santo Toribio de Mogrovejo, en la que recorrerá la costa norte del Perú. Culmina cuatro años después.
1594
San Martín de Porres ingresa como donado en el Convento grande de la Orden Dominica en Lima. Se recogen informaciones para abrir un expediente de canonización a Diego Ortiz.
1595
San Francisco Solano retorna a Lima.
1597
En mayo, nace el jesuita limeño Juan de Alloza, quien destacará por sus escritos doctrinales y su devoción a la Virgen María.
1601
Se celebra el V Concilio Limense.
1604
En noviembre, nace Úrsula de Jesús, religiosa clarisa que será famosa por sus visiones místicas. Era hija del español Juan de Castilla y la esclavaIsabel de los Ríos.
1606
Muerte de Santo Toribio de Mogrovejo en Zaña (Lambayeque), el mes de marzo. Un año antes había dado inicio a su tercera visita pastoral. Ruiz de Montoya ingresa al noviciado de la Compañía de Jesús. Poco después parte como misionero hacia el Paraguay.
1608
Convertido en novicio mercedario, Fray Pedro Urraca llega a Lima y se instala en el convento de la orden.
1610
San Francisco Solano muere en Lima, el 14 de julio.
1614
El virrey don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, ordena la realización de un censo en Lima que, de un total de 25,154 habitantes, arroja 894 religiosos y 826 religiosas.
1615
En julio, ante el posible desembarco del corsario holandés Jorge Spilbergenen el Callao, Santa Rosa implora a Dios que proteja Lima. Spilbergen desiste de su intento. Un año después, Úrsula de Jesús ingresa al Monasterio de Santa Clara como esclava.
1617
El domingo de Ramos, frente a la imagen de la Virgen del Rosario de Lima, se producen los famosos desposorios de Santa Rosa con el Niño Jesús. La santa muere el 28 de agosto, a los 31 años de edad.
1618
El 27 de enero muere el portugués fray Gonzalo Díaz de Amarante en el convento mercedario del Callao. Juan de Alloza ingresa en el noviciado de la Compañía de Jesús.
1619
El mes de febrero, nace el jesuita limeño Francisco del Castillo, conocido predicador limeño que iniciaría la costumbre del Sermón de las Siete Palabras.
1622
San Juan Masías ingresa, como hermano dominico, en la Recolección de Santa María Magdalena. Un año después toma los votos perpetuos.
1629
En octubre, nace Francisco Camacho en Jerez de la Frontera.
1632
Nace el sastre indígena Nicolás Ayllón en Chiclayo, a inicios de marzo.Casado con María Jacinta Montoya, Ayllón se consagrará a Dios junto con su esposa, dedicándose a las obras de caridad con huérfanos y mujeres indigentes. Años después, el solar de su casa servirá de sede al Monasterio de Jesús, María y José, de monjas capuchinas.
1635
Francisco del Castillo ingresa al noviciado de la Compañía de Jesús
1637
Antonio Ruiz de Montoya parte a España para gestionar la protección del rey Felipe IV a los misioneros jesuitas activos en el Paraguay.
1639
Muere San Martín de Porres en Lima, el 3 de noviembre. Hacia el año siguiente Nicolás Ayllón llega a Lima, e ingresa como aprendiz en un taller de sastrería.
1643
Ruiz de Montoya retorna a Lima.
1645
Muere Fray Juan Masías en la capital virreinal, el 16 de septiembre.
1646
En junio nace la beata guayaquileñaAntonia Lucía Maldonado Verdugo, luego conocida como Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundadora de las Nazarenas Descalzas. A la muerte de su padre, ocurrida unos años después, se trasladará con su madre a Lima.
1652
Muere en Lima Antonio Ruiz de Montoya, el 11 de abril.
1655
Nace en Pacaraos, en enero, el jesuita Alonso Messía, conocido por instaurar el sermón de las tres horas.
1657
El 7 de agosto muere Fray Pedro Urraca en el convento mercedario de Lima.
1663
Francisco Camacho toma los hábitos en el convento limeño de la Orden de San Juan de Dios.
1666
En Lima, mueren Úrsula de Jesús y Juan de Alloza.
1668
Rosa de Lima es beatificada por el papa Clemente IX. Dos años después llega a Lima una escultura de mármol de la beata obsequiada por el Papa y realizada por MelchioreCaffá, que es transportada en andas por las damas limeñas desde el Callao hasta Lima
1671
El papa Clemente X canoniza a Rosa y la proclama Patrona de América, Filipinas y las Indias Occidentales. La nobleza limeña residente en la corte de Madrid costea las fiestas en su honor, celebradas en el Convento de Santo Domingo el Real.Asimismo se realizan homenajes en la capital del virreinato peruano.
1673
En Lima, muere Francisco del Castillo, el 11 de abril.
1677
Nicolás Ayllón fallece en Lima el 7 de noviembre.
1679
El papa Inocencio XI beatifica a Toribio de Mogrovejo. Un año después, Lima celebra fiestas en honor del santo.
1681.
Antonia Lucía Maldonado funda un beaterio en el Callao a la muerte de su esposo, Alonso Quintanilla, casa espiritual que tendrá que cerrar poco después.
1698
Nace en Castilmimbre, España, el padre camilo Martín de Andrés Pérez. Francisco Camacho muere en Lima, el 23 de diciembre.
1700
Un censo en Lima arroja un total de 37,259 habitantes, de los cuales 3,856 mujeres vivían en clausura y 2,155 hombres en comunidades religiosas. El monasterio más habitado era el de la Encarnación, con 1,041 personas. Los dominicos eran la orden masculina con más integrantes, 428 personas repartidas en cuatro conventos. Existían además 276 mujeres en beaterios.
1702
Sebastián de Antuñano dona a Antonia del Espíritu Santo un terreno en la zona de Pachacamilla, para que instale un beaterio y se dedique al culto de la efigie del Santo Cristo de los Milagros.
1709
El 17 de agosto, muere Antonia Lucía del Espíritu Santoen la capital virreinal.
1711
Luis Antonio de Oviedo y Herrera, Conde de la Granja, publica en Madrid su poema épico Vida de la esclarecida virgen Santa Rosa de Lima.
1726
El papa Benedicto XIII canoniza a Santo Toribio de Mogrovejo y beatifica a Francisco Solano. Un año después se celebran fiestas en Lima.
1732
Fallece el padre Messía en Lima, el 5 de enero.
1737
Encabezando un grupo de padres camilos, llega a Lima Martín de Andrés Pérez con la intención de fundar una casa de la Orden en la ciudad.
1746
El 28 de octubre, un violento terremoto destruye gran parte de Lima, y es seguido por un tsunami que arrasa el puerto del Callao. Se populariza la devoción al Señor de los Milagros
1763
El Papa Clemente XIII declara venerable a fray Juan Masías.
1767
El rey Carlos III decreta la expulsión de los jesuitas de todos los dominios españoles. La orden llega a Lima en septiembre y es ejecutada por el virrey Manuel de Amat.
1770
En Lima, fallece Martín de Andrés Pérez el 15 de agosto.
1772
El arzobispo Diego Antonio de Parada celebra el VI Concilio Limense. Pese a las presiones del virrey Manuel de Amat, el pleno se abstiene de condenar el Probabilismo, vinculado con los jesuitas expulsos. Según esta doctrina, frente a una duda de orden moral, el individuo puede elegir apoyado en una opinión probable, incluso si la posición contraria es aún más probable.
1790
Se lleva a cabo un censo general en el virreinato, que arroja un total de 49,443 habitantes, de los cuales 1,392 vivían en conventos masculinos y 1585 mujeres en monasterios de monjas. Residían en la ciudad además 310 beatas.
La capital peruana es pródiga en sorprendentes iglesias, palacios y muestras de arquitectura colonial. Los museos, los barrios y su gente. Y los deliciosos sabores de una de las más interesantes cocinas del mundo.
Nerio Tello
Cuando en enero de 1535, el magnífico aventurero don Francisco Pizarro pisó las playas de lo que sería el puerto del Callao, no imaginaba que en la parte alta de esas costas se erigía una urbe admirable cuya historia ya se contaba en siglos. Desde aquellos días, Lima —por muchas décadas, la �4capital de América del Sur—, exhibe con orgullo ser la sede de la primera universidad del continente —la de San Marcos, creada en 1551— y, entre otras novedades, instaló la primera imprenta sudamericana en el año 1584. Semejante prosapia y el viejo esplendor aún sobreviven en esta urbe ahora bulliciosa, con multitudes lanzadas a la calle a vender y comprar, bella y multirracial, movediza y particularmente atractiva. Ciudad que, aunque se visite por primera vez, resulta rápidamente reconocible en algún rincón, algún rostro o alguna balaustrada.
A la vieja Lima de casas afrancesadas supo cantarle la inolvidable Chabuca Granda, una de las enormes voces americanas. Con sus siete millones de habitantes, hoy la capital peruana es una síntesis de un país que allí se da cita, y que, la mayoría de las veces, se queda a vivir. El ciclo industrial y modernizador la hizo crecer desordenadamente. Extendida hasta los confines de las montañas en más de cuarenta distritos, Lima muestra un gran contraste social, y desde ya, arquitectónico.
La ciudad vieja en proceso de recuperación, comprende Lima Centro, el barrio de Rímac (el río de la ciudad) y Barrios Altos. La ciudad "nueva" —donde están la mayoría de los hoteles más lujosos—, se explaya en los barrios de San Isidro, Miraflores y Barranco; la zona residencial más elegante está en Monterrico, La Molina y La Planicie. Y, claro, El Callao, con esa atracción oscura de los barcos y los puertos.
El casco antiguo
Su condición de gran feria comercial en la época de la colonia le reportó múltiples beneficios, el más palpable de los cuales puede reconocerse hoy en su arquitectura: gran cantidad de templos, casonas y palacios cuyos ornamentos —de oro y piedras—, y sus tapices, cortinados y sedas guardan lo secretos de una aristocracia trasplantada.
El eterno cielo plomizo que parece una gran sábana quieta que se puede alcanzar con la mano acentúa el clima de recogimiento que se respira en el casco antiguo de Lima, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Alrededor de la Plaza Mayor, y en sus inmediaciones, subsisten gran parte de las construcciones coloniales con sus balcones de madera —y reminiscencias árabe-morisco-españolas— colgados de las mansiones que compiten en galanura con las no menos atractivas iglesias y conventos.
En los alrededores de plaza —cuyo centro ocupa una fuente de bronce de 1650—, que bulle de gente como seguramente palpitaba en los siglos precedentes, sobresalen la Catedral de Lima, el Palacio de Gobierno y el edificio municipal.
La Catedral, reconstruida en el lugar donde estaba la primera iglesia de Lima —que se empezó a erigir el mismo día que Pizarro pisó su suelo y que fuera destruida por el terremoto de 1746—, guarda en su interior, austero y deslumbrante a la vez, algunas joyas como la sillería del coro, diversos altares laterales y, por supuesto, la gran tumba con los restos de Pizarro. También funciona allí el Museo de Arte Religioso con una importante colección de lienzos, esculturas, cálices y casullas.
Entre las multitudes que pululan pacíficamente por las calles de la ciudad vieja, con su mezclas de ropas occidentales y autóctonas, ofreciendo sus comidas, cacharros y todo lo que se pueda imaginar, en un radio de muy pocas cuadras se puede visitar la Iglesia y Convento San Francisco, un conjunto arquitectónico del siglo XVII. El frontis principal, labrado en piedra, está flanqueado por columnas de tipo corintio. En los antiguos claustros, decorados con azulejos, funciona el Museo de Arte Virreinal.
A pocas cuadras, sorprende el estilo barroco de la iglesia San Pedro, edificada en 1638 por los jesuitas, y más allá, el convento Santo Domingo, en cuya iglesia de tres naves se destaca su soberbia cúpula tallada en cedro.
También en los alrededores de la Plaza Mayor, la Iglesia y Convento de Nuestra Señora de la Merced, del siglo XVI, sobresale por su fachada de granito profusamente tallada y su techo decorado con esgrafiado de yeso. Además de las bellas sillerías del coro, son muy llamativos los diminutos retablos barrocos y dorados —de estilo rococó—, y las esculturas, como el Cristo del Auxilio, del siglo XVII.
Desde ya, es imperdible un visita a la iglesia y monasterio de Santa Rosa, donde nació la santa limeña. El santuario conserva algunos ambientes originales en los que vivió e incluso, la ermita que ella misma construyó, en 1614, para orar. En los adobes aún se ven, conmovedoras, las huellas de sus dedos.
La iglesia de Las Nazarenas cuenta con una portada formada por cuatro columnas de piedra de granito y puertas de cedro talladas. La parte central del altar, apoyado en dos pilastras toscanas estriadas y doradas, sostiene un frontis barroco, pintado al óleo. Dentro de éste, a manera de urna, se halla la imagen del Señor de los Milagros, pintado al óleo sobre una tosca pared de adobe. Cada año, en el mes de octubre, una procesión con una réplica de la imagen del también llamado Cristo Morado, recorre las calles de la ciudad. Los vecinos, vestidos de morado, portan enormes velones decorados, en lo que se considera una de las procesiones más grandes del mundo.
Si bien la impronta religiosa es dominante, los grandes palacios revelan el nivel de vida de las familias patricias. Tanto el Palacio Torre Tagle, actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores —que se puede visitar, previa cita—, como la Casa Oquendo, se caracterizan por los balcones de su fachada y el mirador desde donde las damas limeñas mataban el aburrimiento viendo la entrada y salida de los barcos del Callao.
Museos y barrios
El Museo de Arte Italiano cuenta con seis salas donde se exhiben objetos artísticos italianos con elementos de la arquitectura de Bramante, relieves y detalles decorativos inspirados en Donatello, Miguel �ángel y Botticcelli; y el imprescindible Museo de Arte de Lima, que brinda una acercamiento a los 3.000 años de historia del Perú.
No muy lejos, el Barrio Chino transporta a un Oriente singular que se abre en la portada monumental de la Calle Capón y cuyos habitantes aún conservan la lengua y algunos arcaicos rituales comunitarios.
Finalmente, en Acho, en el barrio de Rimac, al pie del cerro San Cristóbal, se encuentra la plaza de toros más antigua de América y la tercera más antigua del mundo, y su correspondiente Museo Taurino. Si hay tiempo, bien vale una visita a la Alameda de los Descalzos —un sendero bordeado por estatuas de mármol—, y al Paseo de Aguas, construido en 1766 por el virrey Amat y Junient en honor a su amante, la legendaria Perricholi.
Para el viajero, el barrio de Miraflores es sin duda el distrito turístico y hotelero. También se distinguen sus jardines, y algunas de las playas más concurridas de la ciudad: las de la Costa Verde. Por si algo faltara, posee un interesante templo preinca conocido como la Huaca Pucllana, uno de los numerosos sitios arqueológicos que guarda la polifacética, deslumbrante capital.
Última edición por Michael; 16/03/2013 a las 05:04
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