Los Núñez del Arco: Un caso de poder político criollo americano en la Monarquía Universal Hispana y el fundamentalismo chauvinista historiográfico ecuatoriano. Una breve reflexión.

La vida es como un arco; el alma es como una flecha; el espíritu absoluto como la diana a traspasar.
Sabrá el lector disculpar lo largo del título de esta sucinta nota -que más parece propio del siglo XVI que del XXI y que tan solo adolece de dedicatoria que en su momento tendrá- y la cantidad de adjetivaciones usadas en el mismo, todas las cuales son necesarias, sin embargo, a fin de delimitar el objeto de estas líneas. Como ya señalé en otra oportunidad, es mito usual y extendido en la ideas y en la historiografía americana -particularmente en la ecuatoriana- oficial y oficiosa, aquel que dice que los criollos durante la mal llamada colonia, la Monarquía Universal Hispana oel Imperio, fueron excluidos de toda forma de poder político y de mando. Dentro de este prejuicio de base ideológica liberal chauvinista, se enmarca la interpretación simple y superficial que la historiografía ecuatoriana, intencionadamente o no, ha dado a la participación de los Núñez del Arco en varios episodios de la historia política de la Real Audiencia de Quito. A manera de demostrativa siguen dos casos concretos. Alonso Núñez del Arco y Aguiriano, genearca de los Núñez del Arco del actual Ecuador y de los Núñez de Riobamba y Quito específicamente[1], hijo de peninsular y criolla panameña, nacido en Panamá en 1701 -criollo por tanto-, y quien se asentó posteriormente en la Real Audiencia de Quito. General de los Reales Ejércitos, Corregidor de Riobamba de 1742 a 1744, Corregidor de Otavalo de 1750 a 1751. En 1732 casó en Riobamba con doña María Josefa Dávalos y Morán de Buitrón, nacida por 1717 en Quito y muerta en su ciudad de nacimiento el 12 de noviembre de 1774 a los 62 años de edad, hija del segundo matrimonio (1705) del Maestre de Campo y Capitán de los Ejércitos del Rey -así como latifundista-, Nicolás Dávalos Villagómez (también Dávalos-Sotomayor Villagómez) nacido en Quito en 1682, con doña Leonor Morán de Buitrón o Butrón, nacida en Guayaquil (hija del General Agustín Buitrón, Corregidor de Riobamba en 1712). En 1738-39 fueron vecinos de Santa Bárbara en Quito[2]. Si bien la información que precede la proporciona el reconocido historiador y genealogista quiteño Fernando Jurado Noboa en su obra citada, el mismo autor, olvidando sus propias líneas y cayendo en el prejuicio historiográfico impuesto por generaciones de historiadores chauvinistas fanáticos, en testimonio oral me expresó que Alonso Núñez del Arco “como todo corregidor en la colonia, era peninsular”[3]. Figura mucho más polémica y conocida en la historia nacional es la de Ramón Núñez del Arco, sin embargo jamás abordado e investigado en la forma adecuada y objetiva por su acendrado realismo, nieto de Alonso, trascendió a la historia, mejor dicho, a la historiografía ecuatoriana, como el “malvado” “español” que elaboró el Informe sobre la subversión de Quito de 1809 para que sus partícipes fueran castigados por las autoridades competentes. En efecto, en 1813 concluía su célebre “Informe del Procurador General, Síndico personero de la ciudad de Quito, Ramón Núñez del Arco”[4]. En el libro “Mujeres de la revolución de Quito”, Sonia Salazar Garcés y Alexandra Sevilla Naranjo, anotan que:
El español Ramón Núñez del Arco, elaboró un Informe detallado en el que dio cuenta de la situación y ‘filiación’ de todos los personajes que estaban de algu*na manera ligados al gobierno de la Audiencia. Aparecen en él los funcionarios públicos, de correos, religiosos, soldados, de acuerdo a la dependencia o profesión que ejercían y califica individualmente a cada uno de los personajes nombrados en relación a su actuación durante la Revolución de Quito. En el documento Núñez del Arco describe, como en un diccionario, cada una de las calificaciones que atribuye a los personajes.[5]
Cuando señalan como español a Ramón Núñez del Arco, se incurre en un error grave de interpretación, nuevamente debido al prejuicio que la historiografía chauvinista ecuatoriana ejerce sobre los historiadores e investigadores nacionales. Ramón bien fue español, como todos los súbditos de la Corona Española en ambos lados del Atlántico y aún más allá, no obstante, la referencia a su calidad de español desde la perspectiva[6] histórica ecuatoriana, se refiere a que era peninsular, nacido en Europa. Y este es el lamentable hilo conductor de la “lógica histórica” con todos los realistas, es decir: realista = español-peninsular. Ramón Núñez del Arco señala sobre sí mismo en el numeral 106 de su propio informe lo siguiente: “Procurador general, d. Ramón Núñez del Arco, criollo, realista fiel.”[7] No extraña esta declaración de criollaje, debido a que él había nacido en Quito en 1764[8], hijo del riobambeño Joaquín Juan Núñez del Arco y Dávalos, y nieto del panameño Alonso, era tercera generación de Núñez del Arco en América; además de haber sido Procurador Síndico de la ciudad de Quito, también fue Administrador de Aguardientes y como es evidente, realista ferviente. De hecho, toda su familia agnada y cognada (Joaquín Gutiérrez y Juan José Torcuato Guerrero y Matheu, entre estos) mantuvo una decidida postura realista. Vale hacer la comparación genealógica en este caso con Juan Pío Montúfar Larrea, la cabeza visible y prominente de la Junta Suprema del 10 de agosto de 1809. Juan Pío también había nacido en Quito en 1758 y era hijo de un español peninsular, el primer marqués de Selva Alegre, funcionario español y presidente de la Real Audiencia de Quito, a todo lo cual, siendo primera generación en América, a nadie se le ha ocurrido calificar como “español” a Montúfar Larrea[9]. La diferencia fundamental entre ambos radica en el realismo del primero y en la insurgencia del segundo, hecho que ha merecido que los historiadores ecuatorianos desconozcan (y muchos condenen al olvido), a propósito o no, la calidad y condición de criollo y quiteño que poseía Núñez del Arco. Agravado por partida doble el prejuicio en el caso de Ramón, al haber sido realista y además funcionario público con poder político, como su abuelo Alonso, en la visión sesgada de la interpretación histórica ecuatoriana, jamás pudieron haber sido criollos ninguno de los dos. Después de terminada la Gran Guerra Civil de Secesión Hispanoamericana, también conocida como Guerra de Independencia, Núñez del Arco con buena parte de su familia, como muchas otras realistas, tuvieron que soportar el peso de ser del bando de los vencidos, correlativamente venidos a menos, empero fieles a sus principios irrenunciables de fidelidad a lo que consideraban merecía esta. Como siempre, que cada uno de ustedes saque su propia conclusión.
Francisco Núñez del Arco

[1] Archivo Particular del Autor (A.P.A.)

[2] Jurado Noboa, Fernando, Los secretos del poder socioeconómico: el caso Dávalos, SAG, Quito, 1992, pág. 142

[3] Entrevista a F.J.N., 2012-11-15

[4] Lo publicó Isaac J. Barrera en 1940 en el Boletín de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, con el título “Los hombres de agosto”. También apareció como separata del Boletín el mismo año.

[5] Salazar Garcés, Sonia; Sevilla Naranjo, Alexandra, Mujeres de la Revolución de Quito, FONSAL, Quito, 2009, Pág.75, nota 41

[6] La RAE define a esta palabra como: Apariencia o representación engañosa y falaz de las cosas.

[7] Los hombres de agosto, separata del Boletín de la ANHE, Litografía e Imprenta Romero, Quito, 1940, pág. 14.

[8] A.P.A.

[9] Ramón Núñez del Arco se refiere así sobre Montúfar en su informe: “188.- Don Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, autor de las insurrecciones, que meditó desde el año 1794. Presidente en la primera (junta) con título de Alteza Serenísima. En la segunda Vicepresidente, como se hizo igualmente elegir para el poder Ejecutivo en la Independencia. En suma, hombre caviloso, intrigante y causa de la ruina de Quito, y trastorno de toda la América. Toda su familia insurgente y pésima. Salió él solo para Loja por su elección bajo palabra de honor, sin siquiera haberse presenciado al jefe.”



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