Juana de Arco, secundum Benedictum



Su Santidad Benedicto XVI (¡que el Señor nos guarde muchos años!) nunca se sabe bien por dónde puede salir. El pasado miércoles, en la audiencia, ha hecho una loa con somera reflexión sobre Juana de Arco.




Que Jeanne d'Arc es Santa Juana, y patrona de Francia ya lo sé (y que se celebra el mismo día que San Fernando, el 30 de Mayo, curiosa coincidencia). También recuerdo que la beatificó Benedicto XV, un predecesor bastante apreciado por el Papa Benedicto XVI. Hasta aquí comprendo. Pero nunca he quedado del todo satisfecho con:

- las circunstancias de la canonización, tan tardía

- la valoración y las reflexiones que me hago sobre la Pucelle y su caso

Considero que hoy día sería inviable un proceso canónico de un personaje así. Aunque los hechos me contradicen absolutamente porque hace poco se consumó una canonización relativamente concomitante, que comenté en el blog:

Un santo antipático

El antipático Don Nuno tiene en su haber el arrepentimiento de su yerros y convertirse a una vida penitente, post eventum, purgando (supongo) lo de la batalla de Aljubarrota y sus violencias. Pero a Juana de Arco la prenden en plena Guerra de los Cien Años, uno de los mayores estragos que afligieron a la Cristiandad de los siglos XIV-XV (los otros dos fueron el Cisma de Occidente y la Peste Negra).

Una cosa es defenderse de una injusta agresión y otra intervenir y alentar una contienda entre cristianos. En este particular, no es apropiado distinguir/usar conceptos de "nación" o "pueblo" porque en aquella época, la baja Edad Media, son conceptos bastante indefinidos. En el fondo, la Guerra de los Cien años es un conflicto de reyes, de herencias, de dinastías, de derechos todavía feudales, poco relacionables con ideales de liberación o patriotismo.

Item más: Juzgando la historia y sus hechos, no se deberían considerar mejores los derechos del Valois Felipe VI que los del Plantagenet Eduardo III, los primeros protagonistas directos del conflicto. Tampoco eran mejores ni Carlos (futuro Charles VII), el delfín por el que lucha la Doncella, ni su antagonista, Enrique VI, un niño de ocho o nueve años. Ni los nobles señores de Francia eran mejores que los regentes que gobernaban Inglaterra. Incluso podría decirse que, política y militarmente, la balanza se inclina por la mejor gestión del conflicto por parte de los ingleses.

¿Por qué entonces la movilización (o la vocación) de Juana de Arco? ¿Cómo se justifica cristianamente hasta el punto des ser puesta como ejemplo por el Papa? ¿Ejemplo de qué y para quién? Me refiero a su decisión belicista. Insisto en que no es mejor el delfín Charles (Valois) que el pequeño rey Henry (Lancaster), ni valía - cristianamente considerado - más un partido que el otro.



Sólo me satisface la consideración de que la desastrosa guerra ocurría en territorio francés, con toda la secuela de penurias y violencias que una contienda lleva consigo. Sería una justa motivación querer librar a la gente de los estragos de la guerra y procurar la paz. Otra perspectiva me parece injustificable.

Desde una óptica más compleja, mi providencialismo me lleva hacia otras reflexiones, posibles justificaciones de una hipotética historia ulterior. Me refiero a que la Inglaterra de ese siglo está ya muy infectada por la ponzoña de Wycliff, y que un siglo después de los hechos protagonizados por Juana de Arco estará reinando en Inglaterra (y quizá en Francia, de no ser por lo hechos desencadenados por Juana...???) Henry VIII Tudor, el consumador del cisma y la herejía anglicana. ¿Puede entenderse a Juana como remoto impedimento de que el desastre anglicano se hubiera extendido más allá??? (me explico, espero).

Del discurso del Papa entresaco estas citas:


- "Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es precisamente este vínculo entre experiencia mística y misión política."

- "Este proceso es una página desconcertante de la historia de la santidad y también una página iluminadora sobre el misterio de la Iglesia que, según las palabras del concilio Vaticano II, es 'a la vez santa y siempre necesitada de purificación' "

- "La liberación de su pueblo es una obra de justicia humana, que Juana lleva a cabo en la caridad, por amor a Jesús. El suyo es un hermoso ejemplo de santidad para los laicos comprometidos en la vida política, sobre todo en las situaciones más difíciles"
Sin necesidad de extrapolar estas palabras, su "uso" podría derivar hacia extremos peligrosos. ¿Se imaginan ustedes un caso "juana-de-arco" en el contexto, por ejemplo, de nuestras Provincias Vascongadas? ¿O en el Sudán que vive la tensión de la secesión y la emergencia de un nuevo estado cristiano en el Sur? ¿O en las repúblicas centroafricanas, en los conflictos inter-tribales de Ruanda-Burundi-Congo, con tantas implicaciones y referencias cristianas? O en cualquier punto de Asia, o de nuestra mucho más cercana Iberoamérica, todavía candentes los rescoldos de la muy peligrosa 'teología de la liberación'. ¿Se imaginan a un líder (o una lideresa) carismáticamente entusiasta, arrebatadoramente movilizador, con el fuego de la fe y el espíritu de la virtud alentando "guerras santas" de liberación y encendido patriotismo?

Por esta y otras razones implícitas me han extrañado tanto las palabras del Papa y su semblanza de Juana de Arco.

La santidad de Jeanne d'Arc, entiendo yo, no se manifiesta en sus momentos bélicos, ni en su caudillaje, ni en su patriotismo, sería una contradicción cristiana afirmarlo. La santidad de Juana se acrisola en el proceso inícuo que la vuelve de capitana en víctima sobre la que caen desquites y crueles venganzas, que se ceban en ella de la manera más culpable porque sus jueces no buscaban la justicia sino sólo la condena. Ante la dureza inexorable del implacable tribunal, Juana aparece sumamente vulnerable, expuesta fatalmente, sin más defensa que la que brota de su misma candidez inocente, tan patética como conmovedora. Es, precisamente, la parte que ha inspirado más sinceramente a los artistas (literatura y cine) que han versionado la historia de Juana la Doncella. La otra historia, la de la "doncella de Orleans", es otra historia.




A esta distancia, pienso que la beatificación y canonización de 1920 sólo se entiende en el marco de la tensión-distensión entre la Santa Sede y la Republica Francesa. A la misma distancia, sigo preguntándome por el efecto que dicha canonización causaría en el ánimo de los católicos ingleses (y en el de los no-católicos, también).

Volviendo al texto de la Audiencia, me parece desproporcionada y desajustada la comparación de Juana de Arco, tan circunscrita a su propia historia, con la gran Catalina de Siena (una figura de inmenso valor, con pocos - yo diría ninguno - personajes que puedan parangonársele; Catherina da Siena es una santa excepcional). Tampoco comprendo la citación de St. Thomas More, no veo ningún paralelo entre su caso y el de Juana de Arco, tampoco en su proceso, tan distinto en génesis, desarrollo y consecuencias.

Por otra parte, creo que se me nota bastante lo que me atrae esa época. Tengo delante de mis ojos las imágenes con las escenas del Bal des Ardents, la batalla Crècy y la de Azincourt, la entrada de la Doncella en Orleans y la escena de Juana en la hoguera, las rebeliones de Etiènne Marcel y Jacques van Artevelde, las contiendas de Armañacs y Borgoñas, todas esas estampas vistas mil veces en las láminas de los libros de historia que me bebía cuando niño. Y también la terrible historia de Gilles de Rais, el mariscal francés, compañero muy querido de Jeanne d'Arc, el que después sería protagonista de una de las trayectorias personales más siniestras de toda la historia del crímen y la depravación. Y más cosas de todo ese fascinante tiempo que fascinaría al insuperable Johan Huizinga del Otoño de la Edad Media (otra de mis recurrentes lecturas).

Desde estas aficiones, soy consciente de cuántas impresiones mías, muy subjetivas, puedan intervenir a la hora de concluir en juicios, como algunos de los que hago en este articulete. No pretendo que convengan conmigo al 100%, pero si al menos que sintonicen con lo que llevo dicho. Lamentaría si esto lo leyera uno de mis amigos franceses y sacara una mala o equívoca impresión sobre la desvaloración que hago de la Juana de Arco guerrera y patriota.

Por eso he dejado para el final estas palabras de Bnedicto XVI que también cierran su exposición sobre Stª Juana, y que hago - estas sí - plenamente mías:


"Queridos hermanos y hermanas, con su luminoso testimonio, santa Juana de Arco nos invita a una medida alta de la vida cristiana: hacer de la oración el hilo conductor de nuestras jornadas; tener plena confianza al cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que sea; vivir la caridad sin favoritismos, sin límites y sacando, como ella, del amor a Jesús un profundo amor a la Iglesia."
p.s. No se me va el detalle: ¿Adivinan ustedes quienes habrán exultado con la semblaza benedictina de Sainte Jeanne? Por supuesto, los tradicionalsitas franceses, clérigos y fieles, que habrán sonreido, otra vez, a este "guiño" de Benoit. Y yo que me alegro por ellos (muchísimo).

+T.

EX ORBE