Concuerdo totalmente con Erasmus en que deben enseñarse ambar lenguas en vez de promover tan extrañas jergas. Me parece aceptable bromear alguna que otra vez haciendo mezclas de idiomas, pero lo único que consigue la promoción del las pidgins y sabires es la disolución y empobrecimiento de los idiomas. Ilan Stavans siempre me ha parecido un impresentable. El espanglish de EE.UU. y el portuñol de las zonas fronterizas entre Brasil y el resto de Hispanoamérica (o en la Península Ibérica, que también se da el fenómeno) no son lenguas propiamente dichas con una estructura gramátical propia y un vocabulario definido aunque pueda admitir variantes, sino que varía bastante de un lugar a otro e incluso de persona a persona y no es más un torpe intento de comunicarse con los limitados conocimientos de vocabulario y gramática que posee el hablante. La misma lingua franca que usaron los navegantes en los puertos del Mediterráneo fue también una mezcla heterogénea, variada y confusa con las que se las arreglaban, pero no era tan eficaz como comunicarse en una lengua plenamente formada (como por ejemplo cuando me sirvo del inglés para indicar una dirección a un turista noruego que me pregunta en una calle de Sevilla). Precisamente la enseñanza del castellano en Brasil tiene por objeto que en lugares fronterizos la gente se exprese bien y claro. Así, en la Fronteira de Paz, santaneses y riverenses se enriquecen culturalmente en vez de degenerarse lingüísticamente. Ojalá en España e Hispanoamérica se enseñara el portugués y se promoviera más. Y desde luego, todo intento artificial de crear una lengua, como ese tal neocriollo, está destinado al fracaso (véase el caso del volapük, esperanto y demás), y siempre le faltará la espontaneidad y naturalidad de las lenguas reales. Por eso el esperanto es un esperpento. Aparte de eso, los idiomas tienen rasgos y matices propios que se pueden perder en la mezcla, como a veces se pierden o atenúan aun en las mejores traducciones.