José E. Rodó y la integración hispanoamericana


“En la tesis de Rodó (…) Hispanoamérica es la patria común y es absurda la existencia separada de los países que la componen. Que se reconozca la realidad unitaria histórica y de porvenir, llevará inexorablemente a la integración política”El siguiente texto está extraído de la obra “Literatura y pensamiento en América latina”, editada por el historiador Jesús Raúl Navarro García y publicada en Sevilla por la Escuela de Estudios Hispanoamericanos (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).José Enrique Rodó, retratado en 1896. Rodó es una de las más importantes figuras del ensayo moderno en lengua española, así como del pensamiento hispanoamericanista.

Para José Enrique Rodó hay una magna patria que es una realidad moral a reunificarse políticamente. Ella es Hispanoamérica. Su ideal de raza es permanente, según Gustavo Gallinal. Toda su obra está fundada en ese proyecto sin límites de perspectivas. Sus raíces son la raza y la tradición. Hay en los países hispanoamericanos unos vínculos eternos, una integración moral muy superior a las divisiones políticas actuales y de su tiempo. En la historia está la prueba de la unidad, y a ella hay que volver. Por supuesto que con una nueva visión de la organización política. Hay unidad de estirpe. Existe unidad de destino. A despertar la conciencia de hispanoamericanismo dedica su vida el filósofo, político y escritor uruguayo. Él quiere restaurar la tradición histórica descargándola de conservadurismo. Considera que los intelectuales de Hispanoamérica convergen en ideas y en sentimientos, la raza los integra. La patria común invoca la unidad en el porvenir, la reintegración. El hispanoamericanismo de Rodó, liberado ya de las influencias de las guerras emancipadoras que hicieron olvidar el tronco común, el destino histórico, emerge como una verdad histórica de la que no se pueden enajenar los territorios separados por el caudillismo secesionista y egoísta; el regionalismo torpe debe ser superado por el hispanoamericanismo unitario, bajo cualquier fórmula política, ya sea la confederal. Lo que importa es la unión del subcontinente que se fragmentó por las banderías y los intereses locales.En el prólogo a Ariel Azorín se une a los criterios de José Enrique Rodó afirmando con radicalidad: “Creo en la futura unidad de la gran familia ibérica, y en que, después de realizada, ha de parecer error inexplicable el que no se hubiera realizado antes”. Al fin de la introducción el maestro levantino señala que Rodó pide a los hispanoamericanos que sean siempre lo que son “es decir, españoles, hijos de la vida clásica y de la vida cristiana”.También para la profesora uruguaya María del Rosario Fernández Alonso el escritor montevideano ha contribuido de forma trascendental a la unidad intelectual y moral de Hispanoamérica. Dicha profesora y Helena Costábile de Amorín, en la introducción a su libro Rodó, pensador y estilista, manifiestan y comparten el sentimiento hispanoamericanista de Rodó, el sentimiento y la idea hispanoamericanista como porvenir de los países hispano-hablantes. De ello depende el que Hispanoamérica lleve adelante un porvenir en desarrollo. Rodó integra a esos países en una comunidad cultural pero también en una comunidad política. La necesaria dimensión espiritual de la vida colectiva se realizará y perfeccionará sólo en esa comunidad. Porque Hispanoamérica es, tanto para Rodó como para sus dos estudiosas, una continuidad histórica de España; de ahí que haya de modelar su vida a los valores de la cultura clásica-cristiana, que es la esencia de –así la denominan, siguiendo a Rodó- la “Raza iberoamericana”.Con la literatura se debe crear la conciencia cultural unitaria, para así llegar a la unidad política. En la tesis de Rodó, según exponen las dos profesoras antes mencionadas. Hispanoamérica es la patria común y es absurda la existencia separada de los países que la componen. Que se reconozca la realidad unitaria histórica y de porvenir, llevará inexorablemente a la integración política. Es una unidad de orden geográfico, histórico y racial. Así, queda de manifiesto que aunque Rodó diga América latina no alude más que a su hispanidad y no a otras raíces nacionales, séanse Francia o Italia, que es lo que engañosamente se pretende desde ciertos sectores de esos países al usar el término Latinoamérica. Divisa del uruguayo es “por la unidad intelectual y moral de Hispanoamérica”. El hispanoamericanismo literario no debe circunscribirse a pintoresquismo y regionalismo solamente, sino que también debe definir los senderos de futuro. Ya han pasado los tiempos de la emancipación política y por eso Rodó, que comprende que los independentistas mostraran sentimientos de rechazo hacia el pueblo hispano como arma de cohesión ideológica y militar, también entiende que pasados aquellos ímpetus que quebraron la continuidad de la civilización hispana, ya es hora de retomar el camino de la tradición y con ella construir el futuro, pues Hispanoamérica debe ser continuadora de la “raza y civilización hispanas”.Emilio Oribe considera a Rodó uno de los escritores que, junto a Montalvo y Martí, representan a Hispanoamérica, son escritores de esa comunidad entendida como comunidad nacional. Rodó se confunde con la idea de Hispanoamérica como unidad, Rodó e Hispanoamérica forman un todo unitario indisoluble. Para Rodó –según Oribe- el destino de Hispanoamérica se asienta en “lo divino, la razón, el arte, la ciencia y la libertad”. Es uno de los pensadores que funda la espiritualidad suramericana. El propio Emilio Oribe acepta el concepto de raza para definir al conjunto de los pueblos hispanos. Y pone a Rodó junto a Bolívar, San Martín, Sucre, Sarmiento, Montalvo y otros, como directores del espíritu de esa comunidad. Rodó es uno de los pensadores del idioma y de la conciencia hispanoamericana, según Emilio Oribe, que más de una vez se afirma en la idea de raza hispanoamericana. Rodó es considerado, junto a Miguel de Unamuno, uno de los filósofos más importantes de la historia de nuestro pensamiento. Pero no sólo lo piensa Oribe: también José Gaos considera que el montevideano José Enrique Rodó representa una de las mayores aportaciones de la filosofía en lengua española.El maestro uruguayo cree imprescindible el estudio de la historia para así forjar la idea y la conciencia de patria entre los hispanoamericanos. Y es que no duda de la conciencia de una historia y de una patria comunes. Las profesoras que más atrás citábamos explican que en La novela nuevadesarrollaba Rodó el ser y el destino de Hispanoamérica. Ahí mismo el filósofo defendía un arte inmerso en la realidad y con propuestas constructivas.La lengua española es el “instrumento verbal de la raza”. Así define Rodó la unidad de la Hispanidad, no sólo de Hispanoamérica. Hay una herencia común a los pueblos hispanoamericanos. Para Rodó, él y Montalvo forman parte de una misma cultura; por ello dice “nuestra lengua”. El llanero venezolano y el gaucho del Plata pertenecen a la misma cultura, la que llevaría a cabo la gesta emancipadora. Bolívar, por su parte, dirigía una revolución para toda Hispanoamérica, fundido con las “fuentes vivas del sentimiento popular” hispanoamericano. San Martín pelea por lo mismo, pero –según Rodó- sin arraigarse como el caraqueño.Empero, ambos son caudillos unidos por los mismos ideales de una misma patria. Para Rodó la “América nuestra” es una sola patria grande y única, y no muchas. En 1900 publica Rodó una obra cumbre, Ariel, destinada a la juventud de Hispanoamérica y, en efecto, el mensaje llegó a sus destinatarios. Ese libro tenía vigencia en 1950 para combatir la crisis moral que atravesaban entonces los pueblos hispanoamericanos. Antuña se expresa así: Arielfue el “código de ideales de la juventud de América”. Rodó sembró estímulos entre los hispanoamericanos. Al cabo de medio siglo de su publicación, Rodó permanecía en la conciencia hispanoamericana. Su voz llegó a los veinte países que hablan español y los educó. Los condujo hacia su porvenir a través de unos principios doctrinales. Para él existía una sola patria hispanoamericana a la que dirigir su verbo, sus ansias. Los pueblos de Hispanoamérica eran el objetivo pedagógico de Ariel. Su visión intelectual abarcaba a todo el panorama de nuestra América, a la que enviaba un mensaje de esperanza. Le seguiría el de Darío, en poesía, un lustro después.