La Carrera de Indias: mucho más que oro y plata
Agustín Ramón Rodríguez González
Si uno fuera a creerse lo que dicen ciertos historiadores, consciente o inconscientemente tendenciosos, todo lo que traían los galeones españoles desde América era oro y plata, junto con algunas especias, claro. Y todo lo que llevaban eran militares, funcionarios y religiosos, junto con algunas otras cosillas, como el mercurio de Almadén para la amalgama del mineral de plata, libros religiosos, etc.
No vamos a negar la importancia económica que para España, y luego para toda Europa, de la llegada masiva de los metales preciosos americanos y de sus efectos, a menudo adversos, al crear una gran inflación. Pero incluso desde la perspectiva económica, los tan deseados por unos y otros metales preciosos en lingotes o amonedados, no fueron sino un capítulo, a la larga el menos importante, de lo que trajeron a Europa los galeones españoles.
De consecuencias mucho mayores para la Humanidad, fueron la llegada de productos agrícolas como la patata y el maíz, desconocidos hasta entonces fuera de América, por no hablar del tomate, del cacao o del tabaco, por citar solo algunos de los más conocidos.
La patata, como es bien sabido, es originaria de las tierras del Imperio Inca y limítrofes, desde Colombia a Chiloé en Chile. Nunca hubo allí asentamiento europeo alguno que no fuera español, así que carecen de cualquier rigor los intentos de otros países de apropiarse de su traída y aclimatación. En el peor de los casos, debieron robarlas a los españoles (si es que les interesaban tales cosas en sus rapiñas) en el mejor, obtenerlas por comercio más o menos lícito.
Está documentado que su primer uso como alimento humano a este lado del Atlántico tuvo lugar en la Sevilla que centralizaba el comercio con América, ya en el siglo XVI, como alimento para pobres en los hospitales de caridad.
Algo parecido puede decirse del maíz, que para algunos parece igualmente que se cosechara en Europa desde tiempos prerromanos.
Y no fue cosa de poco el conseguir que semillas y plantas soportaran las duras condiciones de la travesía, y lograrlas adaptar a climas, suelos y ecologías muy distintos.
Curiosamente, ambas plantas se adaptaban bien a climas frescos y húmedos, con las consecuencias esperables en la propia España, donde son cultivadas especialmente en la franja cantábrica. Pero las consecuencias fueron mayores en la Europa atlántica, hasta entonces condenada en buena medida a una agricultura básicamente mediterránea, mejor adaptada a climas más secos, como los cereales especialmente.
Así que si la patata (alimento básicamente para humanos) y maíz (básicamente forrajera por entonces en Europa) fueron toda una bendición para España, lo fueron aún más para la Europa atlántica, convirtiéndose en la fuente básica de alimentación. No sabemos como hubiera sido posible la famosa “Revolución Industrial”, seguida de una clásica explosión demográfica, de no contar con dichos productos para alimentar a la creciente población.
Y cabe imaginar lo tristes que serían nuestras meses sin ingredientes como el tomate o el chocolate…
En cuanto a los productos que llevaron a América los galeones, la lista es aún más larga, pues allí faltaban los cereales como el trigo y la cebada, muchas frutas, legumbres y hortalizas, etc. Incluso se aclimataron allí, y por españoles, productos a su vez traídos antes fuera de Europa, con resultados sensacionales: el café, el arroz, la caña de azúcar, el algodón y un larguísimo etcétera. No precisamente productos de los que se suelen cosechar en climas como los de Inglaterra u Holanda. Y de nuevo hubo que luchar para que aquellas plantas se aclimataran.
Pero la aportación española a América fue aún mas importante en el capítulo de los animales domésticos, tanto de trabajo como de carne, leche o lana, pues allí faltaban por completo los caballos, el ganado vacuno, cerdos y gallinas, por citar los más evidentes. Imaginen lo que era transportar durante una larga travesía a aquellos animales en las bodegas de un galeón, lograr que llegaran sanos, aclimatarlos, que no sufrieran epidemias, y lograr su reproducción.
Y ello incluso muchos años después de la llegada y colonización.
Hay una curiosa historia, rigurosamente histórica, de como llegaron burros españoles a los recién creados Estados Unidos de América. George Washington, tras su dilatada carrera militar y política, se retiró a su hacienda en Mount Vernon, a cuidar de sus plantaciones. Pronto comprobó que le faltaban mulas, animal idóneo para las labores agrícolas, y muy difícil de obtener en sus tierras, así que utilizando canales diplomáticos y gracias a las excelentes relaciones con la España de Carlos III, que tanto había apoyado ( y de forma tan desinteresada en muchas ocasiones) a los Estados Unidos en su Guerra de Independencia, le pidió que le regalase un buen semental de burro, para cruzarlo con sus yeguas, enviándole el rey español dos ejemplares. Y de nuevo fue un barco español el que llevó tan gran regalo, aunque fuera aparentemente tan modesto.
Por ello, es posible que el mismo asno que se utiliza como emblema por el Partido Demócrata de los Estados Unidos, sea un “descendiente” de aquellos animales, como los americanísimos “cow boys”, no son más que una adaptación de los jinetes españoles, de los que copiaron desde el sombrero redondo (por más que doblen las alas) a los calzones de cuero…por no hablar de la emigración, hasta hace bien poco, de pastores españoles, singularmente vascos, para cuidarse de sus ovejas…
Tal vez, y por más que sean sabidas, conviene recordar estas historias. No sea que algunos arqueólogos submarinos, que investiguen el pecio de un galeón español hundido, al no encontrar oro y plata, decidan que no tienen valor, y que solo han encontrado algunos restos de huesos de caballos, vacas, cerdos u ovejas, o tal vez, algunos fardos de semillas sin importancia…
Sirvan como recuerdo estos hechos a “cazatesoros” o aficionados mal informados, de que el pecio de un galeón puede contener riquezas mucho mayores que las que ellos esperan, y aunque mal conservadas, por ser de carácter orgánico y muy degradables, de un inmenso valor histórico.
Y también a todos, para que cambie nuestra valoración de lo que hicieron los galeones y otros tipos de buques españoles en sus constantes travesías del Atlántico, en una u otra dirección, durante más de cuatro siglos, que tuvo unas repercusiones mundiales en la Historia de la Humanidad, así como nuestra visión de los hombres que los tripulaban o que viajaban en ellos.
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