-Expedición Transantártica Endurance, fue la última expedición importante de la edad heroica de la exploración de la Antártida. El Endurance quedó atrapado en el hielo del mar de Weddell antes de llegar a la bahía Vahsel, y a pesar de los esfuerzos por liberar el barco, este fue a la deriva hacia el norte en un bloque de hielo durante el invierno antártico de 1915. Finalmente, el hielo aplastó y hundió el barco, dejando sobre el hielo a los 27 hombres de la tripulación, que se vieron sometidos a una serie de duras pruebas: meses de espera en campamentos improvisados sobre el hielo, un viaje en botes salvavidas a la isla Elefante, una segunda travesía de 1300 kilómetros en un bote abierto, el James Caird, y tener que atravesar las montañas de Georgia del Sur, para, finalmente, ser todos rescatados sin una sola baja.
-Kaiser Servía de depósito flotante en el antiguo muelle de Puerto Madryn. Se incendió en 1915 y fue remolcado a una playa cercana, en parte fue desguazado y abandonado en la costa. Se deja ver completamente cuando baja la marea. A pesar de que lleva casi cien años encallado allí, su silueta es clara y se adivina el porte de lo que una vez fue.
-El Monte Cervantes era un crucero de 160m que cubría la ruta Buenos Aires-Punta Arenas-Ushuaia-Buenos Aires bajo bandera alemana. Partió del Puerto de Ushuaia el 22 de enero de 1930 con 350 tripulantes y 1200 pasajeros y a unas pocas millas chocó contra unas rocas del islote Les Eclaireurs, a las 9pm se abrió un rumbo en la proa y el barco comenzó a hundirse, ante esto el capitán Theodor Dreyer ordenó la pronta evacuación de la nave, medida que generó la salvación de 1549 personas, ya que sólo quedó él a bordo. Los pasajeros y tripulantes fueron llevados a la capital de la isla que en ese momento contaba con 800 habitantes, lo que generó un caos operativo teniendo que alojarse muchos de ellos en el presidio de Ushuaia. (Este sitio es hoy es el Museo Marítimo).
- Vapor Amadeo, fue el primer barco a vapor inscrito en los registros navales de Punta Arenas el año 1893. Este pequeño navío de tan solo 400 toneladas desempeñó un papel histórico en el desarrollo de la Patagonia y de Tierra del Fuego, siendo en 1972 declarado monumento marítimo nacional de Chile. Fue la nave fundadora de la empresa naviera Menéndez Behety, propiedad del pionero asturiano don José Menéndez. Con él, tuvo comienzo el 18 de Septiembre de 1892 la navegación a vapor regular en aguas de la Patagonia austral y Tierra del Fuego. Formó parte del casi medio centenar de embarcaciones pertenecientes a don José. Durante décadas navegó por el estrecho de Magallanes, canales de la Patagonia, Tierra de Fuego e Islas australes contribuyendo al progreso regional y marcando un hito en la fundación de la Patagonia. De él se dijo que “tenía el viento almacenado en sus bodegas” y acudía a las llamadas de auxilio de los buques que naufragaban en la zona. Así es como está registrado que acudió al rescate del DUCHESS OF ALBANY que naufrago el 13 de Julio de 1.893 cerca de la caleta de Policarpo. El Amadeo fue encallado en la playa de San Gregorio en 1932 por expreso deseo de su armador Menéndez Behety y fue declarado monumento nacional en 1972, descansa o mejor dicho muere lentamente sacudido por las aguas del estrecho; ya ha perdido su gallarda chimenea y lo acompaña en su final la barca Ambassador construida en 1869.
-Ambassador Clipper inglés. Media 53,54 m de eslora, 9,54 de manga y 5,82 de puntal y su tonelaje era de 714 toneladas. Su mascarón de proa mostraba un diplomático del siglo XVIII en su vistoso atuendo, primer buque a vapor que llego a Punta Arenas. Este barco de construcción “composite”, es decir, casco con cuadernas de hierro y forrado en madera de teka es uno de los famosos y veloces “Tea Clippers” que cubrían la ruta entre los puertos chinos de Cantón, Shangai y Londres alrededor de 1872. Junto a su similar, el famoso “Cutty Sark”, exhibido como museo en Greenwich, Inglaterra, representa uno de los últimos Clippers de la Carrera del Té. Buque varado actualmente en playa de la Estancia San Gregorio junto al Amadeo.
-Desdemona. El buque encalló en una mañana de invierno de 1983, con una carga de bolsas de cemento, regularmente cubría la ruta Campana-Tierra del Fuego, y sobre su naufragio hay dos versiones, una que fue víctima de una sudestada y una pronunciada bajante que lo varó sin posibilidad de salir, y la otra que fue la propia compañía naviera que ordenó al capitán encallar para así cobrar los suculentos seguros.
Todos estos barcos permanecen en aquellos lejanos paisajes, semejantes a enormes templos atemporales a la espera de alguien que los visite y les vuelva a dar vida con sus aventuras imaginarias, trepado a lo alto de sus hierros oxidados. Pero lo más importante, para que los que aún permanecen sin identificar sumergidos o no, recuperen su historia.
Del total de 1900 naufragios contabilizados sólo se ha recolectado evidencia arqueológica para 20 casos. Más de 1900 embarcaciones que están siendo catalogadas por el Programa de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano Semisumergidos en la orilla u ocultos a distintas profundidades, el Mar Argentino y el Río de la Plata albergan a lo largo de sus 4.700 kilómetros de extensión cientos de barcos naufragados que esperan poder contar su historia de tempestades insalvables y cotidianidades de otras épocas.
Dos son las zonas críticas en cuanto a densidad de naufragios: los bajos del Río de la Plata –donde se localizan 1200 del total de los hundimientos- y el extremo austral de la Patagonia
Un registro practicado en 1925 menciona la cantidad de 345 naufragios ocurridos en aguas magallánicas desde 1520. Unas cien naves se accidentaron dentro del Estrecho por diversos motivos y el resto en las inmediaciones y travesías por el cabo de Hornos. Además, el registro informa de la pérdida de cientos de barcos, que habían zarpado de puertos europeos y americanos sin dejar rastros.
Con el paso del tiempo y los avances de la tecnología, la naturaleza continúa arrojando barcos hundidos. El Estrecho de Magallanes, el Beagle, el Drake, siempre han sido ellos y lo seguirán siendo. Siempre hay que pedir permiso a la naturaleza para salir a navegar. O buscar refugio y permanecer en las bahías hasta que las inclemencias del tiempo lo permitan, es sabiduría de un buen marino quien posee una sensibilidad para detectar los cambios del viento, ver las corrientes desde la superficie, leer la claridad del cielo. Una inteligencia natural de pilotos o patrones del barco y sus marines. Las tempestades tienen códigos ancestrales.
Los océanos constituyen para los navegantes, tanto desiertos de agua, donde es fácil morir de sed, quietudes desoladoras donde el horizonte parece ser siempre el mismo, como repentinas tormentas donde las olas se vuelven grandes montañas de agua. “Se oscurece el cielo y la fuerza del viento es la auténtica furia de Eolo tal que la nave capitana queda prácticamente destrozada. Los tripulantes gritan y hacen promesas que pueden, o no, cumplir si salen con vida del trance. En medio de los truenos y relámpagos, una ola inmensa hunde el barco haciendo crujir las cuadernas, que luego reaparece en la superficie con la vela hecha jirones y las jarcias rotas. Otra rompe una cadena soltando una de las anclas, que golpea repetidamente el navío.” Basta un poco de imaginación para suponer lo terrible de esos naufragios, que ocasionaron la muerte en las frías aguas australes de cientos de marinos. Miles de pequeños grupos de seres humanos se vieron obligados a luchar aislados contra las fuerzas de la naturaleza en estos navíos que forman parte de nuestra historia y que tenían un destino por alcanzar. Hubo muchos casos de los que no se tiene noticias pues los barcos se perdían sin que hubiera sobrevivientes. Allí están, sumergidos, o tal vez a bordo de un legendario barco fantasma de la mitología de Chiloé en el sur de Chile, que navegaba aquellas aguas rescatando y dando la inmortalidad a los náufragos. Casualmente, el origen de la leyenda surgiría en base a las desapariciones misteriosas de expediciones españolas al Estrecho de Magallanes.
Las embarcaciones se transformaban en los medios a través del cual se cumplirían los objetivos de las travesías, ya sea de exploraciones, de descubrimientos, científicas, Carrera de Indias, o por último embarcaciones de usos de actividades marinas locales e incluso de guerra. Todas ellas a lo largo de la historia del Mar del Sur, navegaron las peligrosas aguas del más austral paso interoceánico. Miles de ellas yacen dispersas en los fondos marinos convertidas en templos misteriosos, pacientes a que un día se devuelva a la vida con la memoria de sus tripulantes.
Un pecio, es un fragmento de una nave que ha naufragado. En el transcurso del tiempo, pueden pasar distintas situaciones. Si ha zozobrado en aguas turbulentas, de fuertes corrientes, sensible a cambios geológicos en sus fondos, posiblemente el pecio se disperse en un radio importante. Puede quedar en la costa o semisumergido erosionándose. Y también si el hundimiento ha sucedido en aguas y climas estables podrá permanecer intacto, en la misma posición, con los objetos personales del pasaje, su carga, su armamento y, por supuesto, lo restos de los tripulantes que viajaban a bordo. Igual que cápsulas atemporales, modificándose poco a poco, hasta convertirse en un hogar para la fauna marina.
Revelan aspectos de las características constructivas de la época, tecnologías o rutas de navegación. Pueden proveer información interesante relacionada con estructura social de la tripulación e incluso las maniobras efectuadas antes del naufragio. Las fuentes existentes en archivos tales como diarios de bitácora, relatos de supervivientes, planos del barco, etc. Serán de suma importancia en la investigación donde la evidencia física tendrá la última palabra. Esta conciencia: la de no intervenir libremente ni extraer nada del sitio, es un concepto que no solo debe quedar en la arqueología sino también en los marineros, buzos deportivos y curiosos, en el común de los pobladores de esas zonas. Muchos de ellos lo saben, y protegen aquello a regañadientes. Sus inmersiones se basan en la no alteración de la escena de la nave. Y cuidado con quien así no lo entienda. Lamentablemente, no todos los casos y gentes comparten ese código. A veces cuando el Estado o Estados miembros, reaccionan para recuperar la historia de sus buques, ya es demasiado tarde.
Con la apertura del canal de Panamá y la construcción de carreteras y ferrocarriles en otros países del continente, la navegación mercante alrededor del cabo se redujo notablemente y con ello también los siniestros de embarcaciones, siendo utilizado en la actualidad solo por naves cuyo gran tamaño les impide el paso por el canal, como portaaviones o petroleros.
Creo en la esencia de los lugares, creo que cuando hay personas, hay historias. Creo en la fertilidad de culturas hermanas y en su colaboración para recuperar historias en común. Que nuestra fraternidad logre abrir las puertas del tiempo. Hay historias sumergidas por contar.
Soy el albatros que te espera en el final del mundo.
Soy el alma olvidada de los marinos muertos que cruzaron el Cabo de Hornos
desde todos los mares de la Tierra.
Pero ellos no murieron en las furiosas olas
Hoy vuelan en mis alas hacia la eternidad
en la última grieta de los vientos antárticos.
(Poema de Sara Vial. Leyenda en el mármol del monumento que Chile alzó en el Cabo de Hornos para recordar a los valientes que dejaron su vida en esas aguas de naufragios.)
La tarde cautiva Península Valdés. Su horizonte receptivo alimenta sueños lejanos. L os enormes acantilados que conforman las mesetas, caen bruscamente sobre el mar, en ellos descansan capas sobre capas milenarios sedimentos fósiles. Estas mesetas escalonadas descienden desde la cordillera de los Andes, fueron modeladas y talladas por el océano que antiguamente cubría todas estas tierras. A lo largo de dos períodos distintos, emerge la superficie y el mar se retira dejando el fondo marino expuesto en un paisaje erosionado y de flora y fauna fósil que hoy vemos y exploramos, cubierto de canto rodado. Sentada en un rellano del antiguo faro me dispongo a contemplar el atardecer. (Casi me recuerda al Algarve, su faro San Vicente y sus atardeceres aunque distantes cada cual es especial.) Para llegar hasta allí tuve que subir bordeando la costa en un angosto camino laderas arriba, entre la estepa con sus coirones, jarilla y falso tomillo. Pude encontrar dientes fósiles de antiguos tiburones. Los arbustos adoptaron la forma impuesta por el viento prominente. Las maras, guanacos, chiokes, armadillos, zorros, cuises y algún que otro reptil todos ellos curiosos se escondían al verme pasar. En esta zona no hay tranquera ni alambrados. Si, un enorme tanque de agua australiano y su típico molino, la estancia está a mitad de camino entre la carretera y la costa. El Atlántico se calma internándose en uno de los golfos de la Península, las ballenas y sus ballenatos juegan, bailan, emergen su aleta al sumergirse y luego suben, sueltan la presión de aire desde sus espiráculos y no dejan de transmitir su bondad infinita dando un espectáculo francamente emocionante, será por ello su nombre de Franca Austral. A los antiguos buques balleneros les ha tragado el mar. El sonido de los albatros y cormoranes, me suenan igual al de las gaviotas. Veo sobre la orilla algunos flamencos que echan a volar mostrando sus alas rosadas. Las barcas de nuestros fieles amigos pescadores tiran la red cubierta de cornalitos a borbotones, que serán nuestro menú, junto con el salmón, vieiras y quizá algún pulpo de las restingas. Hay un par de veleros sobre el mar. Uno de ellos ha navegado hasta allí desde la Costa del Sol. El cielo lentamente se torna entre rojos y anaranjados. Hoy es más rojizo que otros días. Esta noche las constelaciones en el firmamento nos darán el espectáculo y la luna como siempre, la claridad necesaria en la rueda de cuentos y leyendas de nuestra habitual fogata. Mañana, nos depara calor, arena de médanos y buen viento. En el mar estos días las corrientes marinas se harán notar. No sé si será un buen día para salir a bucear entre lobos marinos y aquel legendario galeón hundido que desde siempre y como un código en común, mantenemos intacto en todo su escenario de ensueño expectante… hay vajilla, botellas de cristal, baúles, zapatos, botones, peinetones, pulseras, anillos. Son como pétalos de desarraigo que tratan de formar anclas. Oscurece, me dispongo a bajar la barda y regresar al campamento, por si acaso siempre llevo conmigo mi linterna, intuición y la memoria del camino.
http://blogs.abc.es/espejo-de-navega...ria-el-camino/
Marcadores