Una misteriosa maleta con 790.000 dólares ordenados en fajos, como suelen verse en las películas policiacas, puso una nota estridente a la visita de Hugo Chávez a Argentina. Y de paso, le costó el puesto a Claudio Uberti, hombre de confianza del ministro argentino de Planificación, Julio de Vidio, una de las figuras más destacas del Gobierno que preside Néstor Kirchner.
El sábado 4 de Agosto, dos días antes de que el presidente de Venezuela arribara a Buenos Aires, un jet privado aterrizaba en el aeropuerto Jorge Newberry de la capital argentina. Al pasar el equipaje por el escáner, el personal de aduanas descubrió que la valija de uno de los pasajeros, el empresario venezolano Guido Antonini Wilson, contenía una gran suma de dinero. Según la versión oficial, Antonini admitió ser el dueño de las divisas y se dejó conducir mansamente a la oficina de la Dirección Nacional de Aduanas, donde firmó un documento en el que reconocía no haber consignado el dinero en el formulario de entrada al país. La ley argentina permite ingresar hasta 10.000 dólares sin declarar. Existe otra versión: según el testimonio de Juan Ricardo Mussa, un industrial miembro del Partido Justicialista (que llevó a Kirchner a la presidencia en el 2003), Antonini trató de arrebatar la maleta de manos de los funcionarios, mientras que Uberti, jefe del Órgano de Control de Concesiones Viales (OCCVI) les amenazaba, diciendo: "No saben el despiole en que se meten: el señor [Antonini] es un diplomático".
Hasta donde se sabe, el mencionado Antonini no desempeña ninguna función en la cancillería venezolana. A raíz de la denuncia que interpuso Ricardo Mussa, la Fiscalía le abrió al venezolano un expediente por presunto lavado de dinero. Los aduaneros José Lamastra y María Galli fueron citados a declarar. No así Antonini, a quien se vio ese día salir de compras por las tiendas del Buenos Aires Desing y el lunes por la tarde tomar un vuelo de Aerolíneas Argentinas hacia Uruguay. Curiosamente el mismo destino adonde se dirigió Chávez al finalizar su visita a Argentina. Sólo ayer se pudo saber con certeza la identidad de los pasajeros que venían a bordo del Cessna 750X que despegó la noche del viernes desde Caracas. Estos eran Exequiel Espinosa, presidente de Energía Argentina S.A. (Enarsa), la empresa estatal que fletó el avión; el antes citado Claudio Uberti; Victoria Bereziuk (también funcionaria del OCCVI) y los venezolanos Wilfredo Ávila, funcionario de protocolo de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), Nelly Cardoso, asesora jurídica, y Ruth Berhrrenes, delegada en Uruguay de la misma compañía.
Según la versión que difundió Enarsa, y que suscribió el presidente Kirchner, unas dos horas antes del despegue otro de los pasajeros, Daniel Uzcategui, llamó por teléfono a Uberti para solicitarle que admitiera a bordo a Guido Antonini, quien tenía asuntos urgentes que atender en Argentina. De acuerdo con la prensa local, el jefe del OCCVI mal pudo negarse, puesto que Daniel es hijo del vicepresidente de PDVSA. Todavía no se ha dilucidado si el joven Uzcategui u otro de los viajeros estaban al corriente de la índole de los negocios que Antonini maneja en Argentina o de la pequeña fortuna que portaba en su maleta. Hasta donde se ha podido averiguar, este hombre de negocios pasa la mitad del año en Venezuela y el resto en Cayo Vizcaíno (Miami), donde se encuentra la sede de sus cuatro empresas: Techmilik Inc.; Venuz Supply Co.; Global Ads Co. y Foxdelta Investment. La filiación política del empresario, de 46 años, apunta al oficialismo y a la oposición. Es buen amigo de José Patronato, importador de armas ligado al Gobierno de Chávez, y compadre de Isaac Pérez, uno de los procesados por el fallido golpe de Estado contra el actual presidente, en Abril del 2002.
El lunes por la tarde, un malhumorado Hugo Chávez respondía a las preguntas de la prensa argentina. El líder bolivariano calificó de "calumnioso" el rumor de que los viajeros venezolanos -incluido Antonini- pertenecían a su comitiva oficial y adjudicó su difusión a "los señores de la oligarquía que filtran veneno a la prensa". En cuanto a Néstor Kirchner, éste prefirió la acción a las palabras: el martes por la noche convocó al ministro Julio de Vido para encargarle que arreglara la metedura de pata de Uberti. Al día siguiente, De Vido destituyó de forma fulminante a su subalterno. No hacían falta explicaciones: el Gobierno no quiere involucrarse en escándalos cuando faltan menos de tres meses para las elecciones presidenciales.
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